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Capítulo 9- Consecuencias


CAPITULO 9

Consecuencias

"En la vida no hay premios ni castigos, sino consecuencias"

Robert Green Ingersoll

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ISABELLA


—¡Está fuera de control, Lucio, joder! —escucho gritar a Volkov, estoy fuera de su oficina como el objeto de las miradas de varios agentes del pasillo. Hemos llegado a la base hace una hora y otro regaño me espera tras la puerta. Me he duchado sacándome la sangre de las manos y el cuerpo, pero la sensación de asco no se va con nada, siento como si vómito escalara mi garganta en forma de deshacerme de toda la carga emocional, somatizándola.

—¡Sólo fue impulsiva! —me defiende papá con ahínco.

—¡¿Cortarle un dedo es ser impulsivo?! —dice el general—. ¡Dejarlo con la cara deforme no es impulsividad! Sayyid tiene fractura orbital izquierda y derecha, fractura de tabique, múltiples heridas en el rostro, tres costillas astilladas, una de esas perfora el pulmón y claro, la falta de su puto dedo índice derecho, además le destrozó el túnel carpiano y la articulación de la muñeca al otro capturado con un tiro, el Comando Médico pronóstica no poder mover la mano normalmente en un largo tiempo ¿Y qué hizo la Brigadier en Mojave? Acabó con todo lo que se movía con ese rifle que tanto le gusta a pesar de sus órdenes claras de no hacerlo, ¡Abre los ojos y mete a Fox en un maldito manicomio porque está desquiciada!

«Auch»

—Cállate la maldita boca, Volkov, no te permito ofenderla —dice Lucio con agresividad y no lo soporto más, entonces toco la puerta y entro bajo la mirada fría del General frente a papá.

—¡Llegó la loca! —me grita. Su rostro normalmente blanco, está colorado como manzana roja.

—Usted me pidió demostrar que merezco el apodo de Vípera y eso hice —murmuro con la voz firme, aunque dentro de mi pecho la vergüenza me azote contra el piso, consumiendo cada parte de mi consciencia.

—¡¿Es una puta broma?! ¡No recuerdo haberle dicho "Déjelo como una masa sanguinolenta" o "Córtele un dedo", ¡Mucho menos le dije déjelo moribundo! —grita de nuevo sulfurado, su cara se torna roja y temo le vaya a dar un jodido infarto del cabreo—. Si Falcon no la detiene, en este momento nuestra oportunidad de tener más información se hubiera jodido... ¿Cómo dijo? "Nos vemos en el infierno, malnacido"

Su tono agudo en un intento de imitarme me hace reír, pero pronto recupero la seriedad.

—¿Le parece muy gracioso? ¿sí? —espeta «La situación no, su tono ridículo sí»—. ¡Usted tiene por fuera la puta chaveta! Voy a ordenarle una evaluación neuropsicológica, joder. Es más peligrosa que veneno de cobra en la sangre.

—Por algo me dicen Vípera ¿No cree? —le replico, Lucio carraspee en una clara señal de callarme, llevándome a bajar la cabeza y clavar mi mirada en el suelo.

—Y cada vez que abre la boca la caga más —dice en respuesta Volkov.

—Por favor, General, cálmese —le digo al tratar de mediar la situación—. Pude extralimitarme, lo sé, pero...

—¡Pero nada, está suspendida hasta nuevo aviso y le abriré investigación disciplinaria!¡me harté de sus desmanes! —sentencia dejándome sorprendida—. Entrégueme su arma de dotación, su placa y no se acercará a Sayyid o a lo que queda de él, ni para el interrogatorio y entregue la tarjeta de memoria.

—¡Eso no es justo! —protesto molesta, la respiración se me torna pesada bajo la mirada penetrante de Volkov y el claustro parece reducirse con su aura maligna—. ¿Cuántas veces no me ha mandado a hacer cualquier cosa por capturar al enemigo? ¡Me ha enviado a matar! ¿cuál es la diferencia?

—La diferencia es la violencia ejercida innecesariamente, la diferencia está en el Comando Médico en una puta cama de hospital y no podrá ser interrogado hasta recuperarse ¡La diferencia es que debo responder por sus acciones ante el General Absoluto! ¡Su maldita orden era traerlo sano y salvo! ¿qué parte no entendió? la misión era muy simple, inyectarle un sedante y sacarlo. Punto.

—Tomo la responsabilidad de lo sucedido, dígale eso al General Lezgado—murmuro conservando mi pose corporal firme con las manos en la espalda. Lucio está callado, no menciona nada y continúa viéndonos con un sentimiento que odio causarle: decepción.

—Claro que sí, por eso está suspendida a partir de este momento, deme el arma, la placa y la tarjeta.

—La tarjeta debo revisarla —replico, mientras entrego la pistola SIG Sauer y la placa de identificación colgada del cinto de mi pantalón.

—No, es un asunto clase P, usted no está autorizada —termina dándome la espalda para mirar por el ventanal, la información "Priority" es exclusiva de ellos, pero no entiendo el cambio repentino—. Los dos, lárguense de aquí.

—Cuidado con tu lenguaje, yo voy sobre ti en cuestión de cargos, recuérdalo —dice Lucio molesto, al señalar a Volkov en una clara advertencia porque sí, ambos son Generales de tres estrellas, pero Lucio es el director del departamento. Finalmente salimos, estoy cabizbaja más por sentir la decepción de mi padre, sentirme como quien le mete en problemas es definitivamente lo peor de la situación. No digo nada solo me esfumo y él trata de seguirme; sin embargo, lo detienen para pedirle una firma, escabulléndome hacia el techo de uno de los edificios, este tiene un acceso por escaleras en donde me siento en el suelo donde mis rodillas, con la cabeza en otro mundo y recuerdo a mamá y su frase "Un asunto más enredado que un kilo de anzuelos"

Tengo un dolor interno imborrable con nada desde la muerte de mis padres, un resentimiento creciente que invade mi mente y mi corazón sin darme posibilidades de dejarlo ir. No pienso claramente en aquellos momentos donde el mar de leva de mi rabia e ira se extiende a territorios incontrolables y ya interfiere en mi día a día; no obstante, nunca había dejado viva a una persona con tantas heridas, sobre todo estando indefensa, he matado eficientemente, sin causar dolor, un solo disparo en la cabeza con mi rifle de francotirador favorito, McMillan Tac—50, pero ni aun en mis momentos más violentos había dejado así de mal a alguien por un trance.

Parecen pasar muchas horas en mi mente, cuando Lucio me encuentra y se sienta junto a mí en completo silencio, manteniéndose por algunos minutos en donde no nos miramos.

­—Me he entrenado por años para reconocer conductas criminales, analizarlas, descifrarlas, saber qué hacer ante el crimen, pero tengo tendencias y rasgos que me hacen temer de mí misma —le digo a Lucio, él me mira de forma extraña por unos momentos, pero no responde—. Hay recuerdos un tanto borrosos del momento, como si otra Isabella hubiese tomado el control... Soy una de ellos, papá, voy a terminar como una criminal tarde o temprano.

—¿La psiquiatra te quitó la medicación? —me pregunta en tono raro. El trauma del incidente de mis padres fue un peso excesivo para una niña, esto desembocó en conductas desviadas que no puedo controlar siempre. Antidepresivos, antipsicóticos y ansiolíticos, un coctel diario de pastillas que se supone me mantienen estable.

—No, sigue igual todo.

—Herencia maldita —murmura con la mirada perdida.

—¿Herencia? ¿mi padre hacia esto? —pregunto desconcertada por la información. La imagen del padre amoroso, bueno y amable se ve enturbiado por la bota de algo oscuro, al parecer, en pocos segundos, mismos en donde Lucio responde.

—¿Qué? —dice desorientado o así luce al menos.

—Dijiste "herencia" que mis ataques son heredados.

«¿Vladimir Fox tenía este problema también?»

—No me hagas caso, solo digo tonterías —replica viéndose nervioso, desvía la mirada y el miedo invade sus ojos de castañas «¿Tal vez tengo predisposición genética?» me pregunto mentalmente, al ver a Lucio perder la compostura como si la mención del tema fuera suficiente para arrancarle la tranquilidad.

—Ni lo sueñes ¿Qué quieres decir con eso? —digo al buscar su mirada.

—Pensaba en otra cosa, Vlad no era así ni tu madre tampoco —murmura—. Escucha, Isabella, no te des tan duro, es una situación delicada, lo sé, pero saldremos de esto como familia. Tú padre así lo querría, eres fuerte, valiente y brillante, todo pasará.

—Eres mi padre también, Lucio, te debo mucho —le respondo abrazándolo fuerte.

—Voy a pedir una consulta extraordinaria con tu psiquiatra a ver ajusta tu medicación si es necesario, aunque sea por videollamada. Por ahora trata de descansar ¿Sí?

Pone un beso en mi frente y da un golpecito en la punta de mi nariz en un gesto cariñoso, marchándose a la par del crepúsculo en el cielo dándole paso a la noche paulatinamente. Me quedo en el techo por un tiempo, mientras trato de abstraerme del mundo, pero es imposible, son las ocho de la noche por ello me devuelvo a los dormitorios encontrándome con Renata, en el camino y le pido acompañarme.

—Cálmate, Isa, todo estará bien —dice una vez llegamos. Su cabello castaño cae libremente sobre sus hombros y lleva el uniforme de entrenamiento. Sus facciones, de pómulos y barbilla marcados y ojos cafés, se contraen en un gesto de preocupación por mí.

Una ligera corriente de aire se cuela por la ventana abierta de la habitación, refrescando el ambiente. Estoy sentada en el borde de la cama cabizbaja aferrada al colchón bajo mis manos.

—¿Cómo va a estar bien? —pregunto melancólica—. Me han suspendido.

Soy dura para unas, sensible para otras; parecer de titanio me ha salvado de muchas cosas en la vida, de muchos golpes y humillaciones pues nadie se quiere meter con Isabella Fox cuando está enojada, pero en el fondo también soy débil, me siento sola, abandonada. Una dicotomía reina de mi vida.

—Es sólo una semana, chulada, regresarás a ser la Brigadier Fox del Alfa-Escorpio pronto, el mejor escuadrón del Consorcio, calma tus voces interiores las que susurran que eres mala, no les permitas ganar —empieza, mientras acaricia mi cabello como una niña perdida, para empezar a peinarme.

Y eso soy, un alma extraviada que a veces no encuentra el motivo de su existencia.

—Las voces ganan siempre; tengo una naturaleza que da vergüenza —confieso, mientras suelto lágrimas silenciosas, estas mueren en el cubrecamas debajo de mi cuerpo dejándole la marca de su fugaz existencia. Honestamente no sé porqué me siento vacía, me desagrada admitir mi pérdida del control en situaciones así, transformándome en un ser sin noción de nada; sin embargo, no me arrepiento de joder al cerdo de Sayyid; se lo merecía, pero la decepción en los ojos de mi padre ha sido un maldito balazo directo al corazón, darme cuenta de que en realidad puedo ser un peligro para todos incluido él.

—¿Ya comiste? Barriga llena, corazón contento —dice Ren con una sonrisa.

—No tengo hambre... y Falcon tomó mi puesto ¿Recuerdas? —respondo sin mirarla.

—Pienso igual que Colson, para mí la Brigadier en jefe siempre serás tú —murmura pasándome el cepillo con calma por la larga cabellera roja pues me llega a la parte baja de la espalda, por ello siempre debo andar con este sujeto dentro de la base, en moño o con trenzas recogidas. De pronto, golpes en la puerta resuenan, me pongo en pie para abrirla y es Alana quien me abraza inmediatamente al entrar acercándose a la cama.

—¿Cómo te fue con Volkov? —pregunta ella—. ¿Qué te dijo papá?

—Con Volkov de la mierda, con papá, pues no dijo nada malo, ya lo conoces, pero la decepción por mí era evidente —digo y camino a la ventana por la cual veo a Isaac, habla con Sara, mientras esta le sostiene la mano, luego le da un beso en la mejilla, pero él se ve reacio como siempre, sea cual sea su relación, ella parece enamorada, él no. Pronto Falcon de se da cuenta de mi mirada chismosa y en consecuencia, cierro la cortina aunque esta se mueve con el viento pues el cristal está abierto.

—Papá nunca estaría decepcionado de ti —dice Al en respuesta, mientras recoge su cabello corto—. Eres su favorita, incluso más que yo.

—No digas eso —le replico, siempre ha dicho lo mismo y me preocupa si en verdad lo siente así—. Eres su hija de sangre, nada más fuerte a eso.

—Te ama más que a Fabián y a mí, lo sabes —dice con un deje de amargura entintando su voz y no sé porqué empezamos con ese tema otra vez, además su rostro está rojizo por un enfado y me descoloca enseguida—. Lucio sentiría decepción de cualquiera menos de ti, el soldado perfecto, la hija perfecta, la niña 10 en todo. Además ¿No te has visto? Eres la modelo ideal, por eso hasta Luka se interesa en ti.

—¿Soy perfecta, Alana? ¿en serio lo crees? —digo molesta al sentir la sangre concentrarse en mi cabeza, aun cuando la brisa fría entra, Ren suspira sonoramente como si el comentario le hubiera molestado tanto como a mí. La indignación me llena haciéndose notar sin problema pues por su expresión se ve ligeramente temerosa, picándose las cutículas del dedo pulgar, se nota—. ¿Lo que hice es un deje de perfección? Soy de todo menos perfecta, soy un desastre ¿Entiendes? Tengo pesadillas aterradoras, ataques de violencia, traumas que no se van con nada ¿Dónde está la perfección?

«Además la concepción física de una mujer es lo menos importante de ella, los detalles de su alma resultan aun más interesantes; sin embargo, no todos tienen el sentido de la visión para darse cuenta la belleza intrínseca de una mujer no solo hermosa por fuera » pienso sin decirlo, pues Alana piensa mucho en cómo luce, caeremos en un viene y va porque ella no entiende razones.

—Aun así, papá te ama más... —insiste con el mismo tono y empieza a volverse doloroso, cuando se pone en pie dándome la espalda—. Todos te aman más.

Renata luce incómoda dándome una mirada de soslayo, hasta intervenir.

—¿A qué viniste, Alana? ¿a joderla más con tus líos de autoestima? Si tienes problemas con tu prometido fundillo caliente no te da el derecho de venir a descargarte con Isa —espeta molesta—. Y no me vengas con el "no sé de qué hablo"

Alana se descontrola dejándose caer en la histeria, nos explica las preguntas de su novio por mí, Isabella esto, Isabella lo otro, según ella, Fabián, Luka, Lucio y uno inesperado, Isaac, siempre van detrás de mí porque "todo gira en torno a mí siempre", pero ya harta de sus niñerías le pongo un alto, le digo todo lo que duelen sus palabras, sobre todo hoy, así como mi posición de ser una entrometida en su familia, una recogida, alguien con quien cargaron obligatoriamente, además de un desastre, al final remato recalcándole mi cómo no puedo controlar mis acciones jamás y ¿alguien querría una mujer así?

Se disculpa y se acerca a medida, con el arrepentimiento brotando por sus ojos como el chocolate más espeso. A veces tiene cambios de humor repentinos, así como su hermano, me dice que soy la hermanita y todos me adoran como tal, aun así, debo terminar de recordarle algo muy concreto: los Richardson me mantuvieron con vida, lo digo distraída por el recuerdo de intentar acabar con mi vida, consumida en el vacío de mi pérdida, Lucio nos ama a todos por igual y me encargo de recordárselo.

Al baja la cabeza y clava la mirada en el suelo pues Renata la ve con una negación de cabeza en reproche por hacer este numerito hoy, quien trata de hacerme pensar en que no soy un desastre; sin embargo, en una mente quebrada dominada por la violencia interna desgarradora e incontenible como la mía, no hay otro calificativo. Odio esa parte de mí misma, me avergüenza saberme una desquiciada sin control de sus actos y así lo manifiesto, Ren me abraza como siempre lo hace acogiéndome en sus brazos amorosos. De repente, entra una llamada a mi móvil, es Fabi.

Contesto en un intento de regular el tono quebrado de mi voz. Me llama amor con tono comprensivo dejándome saber que se ha enterado de todo, preguntándome cómo estoy, pero en realidad no sé, Sayyid se merece eso y más; no obstante, me siento extraña y así lo manifiesto, él como siempre al estar sobrio, me dice querer estar conmigo para apoyarme, le digo que a mí también pues soy un puto desastre; merezco estar encerrada de nuevo, pero el trata de convencerme de lo contrario, en sus palabras, soy la mejor Brigadier en los Praetor, animándome con el "vamos, Pingüina, tú puedes" le agradezco llamándole también por su apodo, mencionando mi deseo de terminar la comisión de mierda lo antes posible.

Me recuerda hacer respiración consciente, concentrarme en los latidos de mi corazón, en el aire en mis pulmones, en los aromas en la nariz y pensar en mamá Carmen, en su luz, en su bondad, en su amor infinito, recalca que debo tener en la cabeza algo muy claro: soy más grande que mis arrebatos de violencia, ellos no me definen. Soy Sofía Isabella Fox Santo Domingo, una mujer inteligente, vivaz, seductora, bella, pero sobre todo, en sus palabras, cuido a todos sean o no mi responsabilidad. Soy más a solo agresividad.

El sentimiento de agradecimiento se expande por mi pecho «Ojalá nunca bebiera, porque si no es adorable»

—Te amo, Fabián, lo sabes ¿No? Independientemente de nuestra separación eres un gran amor en mi vida —le digo, pero siento el peso de la conciencia.

—Por supuesto, lo sé, y yo te amo a ti —me dice e intuyo una de sus sonrisas encantadoras al otro lado—. Eres lo mejor que me pudo pasar, la mujer diseñada para mí y haré cualquier cosa para recuperarte, para no perder esto, reparar todo el daño hecho... será difícil, lo sé; llegamos a límites demasiado inaceptables, pero nos merecemos intentarlo —en este momento cada uno puede hacer lo que quiera, después de todo, ya no vivimos juntos ni tenemos relación conyugal hace más de seis meses, pero él aún tiene la esperanza.

Le pregunto si no le importan los arranques, si no le dan miedo pues no soy exactamente la mujer ideal, pero me dice un claro no, pues "soy amor por los míos, por mi trabajo, por mi familia" y eso le vale más. A veces el psicólogo parece él y no yo, le digo sacándole una risa. Me titulé de psicología con enfoque forense, soluciono y analizo crímenes de otros, pero tengo la vida vuelta un jodido desastre sin pies ni cabeza. Al colgar estoy mucho mejor, Ren y Al me pregunta si Fabi hizo su magia y les confirmo eso mismo, mi ex esposo tiene ese don, mientras no beba.

Alana se alegra, pero aprovecha para recordarme las razones por las cuales no puedo divorciarme, yo le comento por enésima vez lo mismo: no sé qué haré, primer él debe cambiar, su adicción ha llegado muy lejos ya, además nos hemos hechos daño, marcándonos una gran bandera roja; sin embargo, jamás le he dicho a nadie hasta dónde llegaron las agresiones, mejor si no lo saben nadie nunca. Ren me dice que nuestro amor puede con todo, nada más debo ver cómo luchamos contra Lucio y Marina, pues se oponían a nuestra relación, manteniéndonos juntos por diez años, siete de casados, tres de novios. Eso me debe bastar para intentarlo según Alana.

También hace énfasis en que todas las parejas tienen crisis y simplemente vaya a la terapia, la he evitado por muchos meses.

—¿Isabella? —tocan la puerta y la voz de Isaac llega—. ¿Estás aquí?

—¿Qué quieres, patán? —espeta Alana abriendo la puerta de un jalón.

—Vine a hablar con Fox, no contigo, Richardson, a un lado —pasa a la brava casi llevándose por delante a Al—. ¿Podemos hablar a solas? —pregunta con la mirada en mis amigas con una expresión de desagrado, mientras se cruza de brazos imponente.

—¿Por qué a solas? —pregunta Al inmediatamente—. ¿Acaso vas a decirle algo indebido? No me voy a mover de aquí.

—Chicas —les guiño un ojo pidiéndoles eso, poniéndome en pie

—¿Qué vas a hablar con...? —insiste Alana hasta que el mal genio de Falcon sale a relucir.

—¡De cómo me la voy a coger salvajemente toda la noche! —espeta él—. Mucho mejor que tu hermano... ¿Qué más voy a hablar con ella? ¡Pues de la operación! moviéndolo, las vi, fuera de aquí.

—Definitivamente eres un patán de mierda —le responde la pelinegra, pero a él parece resbalarle todo.

—Sí, sí, como digas, Richardson x1.

Ellas salen y al querer hablar él pone un dedo sobre sus labios para abrir la puerta rápidamente, donde están pegadas en plan espías.

—Vamos, Fox, hay mucha chismosa por aquí —toma mi muñeca llevándome fuera y me dejo pues quiero saber qué quiere. Alana me lanza una mirada de advertencia antes de poder cerrar la puerta del ascensor, con sus ojos en una mirada afilada. Sabe más de lo que pienso sobre mi relación con Isaac, estoy segura; siempre está mirándome de esa forma al estar cerca de él, vigilándome con ojo avizor pues cree firmemente, como su hermano, en la reconciliación de mi matrimonio.

Salimos e inmediatamente él habla.

—¿Cómo te fue con Volkov? —pregunta cruzado de brazos, mientras vamos dando pasos calmos bajo la luna y las estrellas centellantes, con un ligero viento frío que corre desde el norte.

—Me suspendió —confieso quitándole la mirada de su perfil, a veces me gusta admirarle en silencio al estar distraído—. Y con razón, mis acciones no tienen justificación. El objetivo está delicado y en peligro, además no lo pueden llevar al Cocito, todo por mi culpa.

Llegamos hasta el ala de refugiados, es más vivaz en comparación con el resto de la base, pequeños edificios de tres pisos equipados para albergar a más de quinientos civiles en grandes habitaciones que ocupan casi toda la extensión de cada piso, con camas individuales y baños comunitarios. Hay algunos niños jugando a un lado, dándole un aire de inocencia. Isaac y yo nos sentamos en el pavimento a un lado, con la espalda apoyada en una de las paredes exteriores del complejo.

—No te culpes tanto —dice encogiéndose de hombros.

—Hay algo oscuro en mí, no estoy bien —le respondo desviando la mirada—. Soy prácticamente un fenómeno, no es la primera vez en donde pierdo el control de esa manera.

—Todos tenemos nuestros propios demonios, Isabella, todos luchamos contra ellos —dice en tono extraño, con una comprensión nunca antes vista—. Sólo debemos ponerles las cadenas adecuadas.

—¿Cuáles son los tuyos?

—No, cerecita, son cosas demasiado privadas —pone la mirada en el cielo, pasándose la mano por el brazo con cicatrices de forma distraída, poniéndome la piel de gallina por alguna razón. Todos quienes los conocemos —. Pero los tengo, viven dentro de mí en una constante lucha por tomar el control; sin embargo,

—Desde joven ¿No? —pregunto en busca de desviar el tema de mí misma—. Recuerdo tus peleas eran muchas, parecía ya algo compulsivo.

—Y tú me curabas las heridas luego de cada pelea, sin falta —dice con una sonrisa, pero continúa sin mirarme de nuevo y yo ansío ver sus ojos encantadores, aunque tengan una mirada distante, no precisamente por mal humor—. ¿Recuerdas?

—Claro —sonrío también, agradezco la calma de nuestra conversación cuando siempre terminamos explosivos—. Acababas mi botiquín con facilidad, Marina creía que yo me hacía daño en mis ataques de ansiedad y usaba constantemente eso para curarme.

Nadie aparte de nosotros dos lo sabe, pues él se escabullía por la puerta trasera de la casa de los Richardson convirtiéndolo en una rutina desde los trece años, pero a los quince le enviaron al reformatorio por un incidente donde estuvo involucrado, un chico tuvo una contusión tan grave que debieron ponerlo en coma inducido luego de una pelea con Isaac, lo mantengo en mi memoria pues era uno de los bravucones quien me hacía bullying por "Huérfana". En una de esas ocasiones, mientras lo curaba, fue cuando sucedió la primera cosa importante entre nosotros.

—Sólo ahí no peleábamos entre nosotros como perros y gatos—dice para girar finalmente a verme, entonces quita mechones de mi rostro en un gesto casi tierno—. Pero ¿Ves? Todos cargamos con el peso de un pasado que nos ha marcado, para bien o para mal, pero lo ha hecho, creó demonios y parecen incontrolables, pero eso no te hace mala. Sólo aprende a mantenerlos bajo control, porque todos somos perfectamente imperfectos, y ese defecto te hace ser humana. Tienes un problema, sí, necesitas arreglarlo, pero no eres un monstruo.

—¿Por qué me dices todo esto?

—No sé, sólo aprovecha; se me ha metido el espíritu demoniaco de la cursilería y no preguntes, me puedo arrepentir —murmura arqueando una ceja con una mueca en la boca—. Y también quería hablar de lo sucedido en la sala de entrenamiento.

—Isaac, esa noche no puede volver a pasar —le digo nerviosa cuando se inclina sobre mi cuerpo trayendo el aroma de su colonia.

—¿Cuál noche? ¿hace siete años o hace dos días? —parece curioso y vuelve a poner cabello tras mi oreja.

—Ninguna de las dos... ambas son errores que no debemos cometer

—¿Por qué? ¿por qué te resistes? —inquiere con el ceño fruncido.

—Mucha gente puede salir herida, Fabián, Marina, Alana, Renata, Lucio, Sara... mi vida se vendría abajo, tu novia no merece esto.

«El antojo de Falcon me saldría realmente caro, porque no es nada sentimental que realmente valga el riesgo»

—Lo has analizado mucho para alguien poco interesada y Sara no es... —su mirada recae en mi boca.

—No es difícil imaginarlo, si ellos se enteran de que me he involucrado más de una vez con el muchacho problema de quien siempre me ordenaron mantenerme alejada, además de haberle sido infiel con él a mi casi esposo la noche antes de casarnos, se irá todo al carajo —le digo sin dejarlo terminar poniéndome en pie, quiero escapar de la corriente placentera, esta empieza a recorrer mi cuerpo al fijarme en el deseo de sus ojos, pero me alcanza y toma mi antebrazo anclándome en sus ojos.

—¿Me dijiste muchacho problema? —escupe sus palabras en una mezcla de incredulidad con molestia, el viento corre fuerte moviendo mechones a su rostro—. Claro, se me había olvidado de tu moralismo irritante y tus prejuicios absurdos.

—No soy prejuiciosa —me suelto de su agarre, lo mejor es pelear de nuevo para evitar caer en otro tipo de sentir—. Pero es la verdad ¿No pasabas metido de problema en problema? ¿por qué te enviaron al reformatorio? No por ser un ángel inmaculado.

«Es mejor que me odie»

—El día en que te enteres no podrás creerlo —se da media vuelta en medio de una maldición, sus ojos entrecerrados y la expresión furiosa se toman su rostro—. Y tienes razón, no vale la pena nada del pasado entre nosotros, ni la primera, la segunda o hace dos noches. Tampoco es como si debiera rogarte algo, no perderé mis esfuerzos en quien no lo amerita.

Se marcha bajo mi atenta mirada confundida «¿A qué vino todo esto?» me pregunto, mientras tomo camino de vuelta, le veo se desviarse hacia el área donde están las salas de entrenamiento. Ya quiero ver el día se acabarse, por ello vuelvo a mi habitación y me meto en la cama luego de cambiarme, mientras pienso en todo lo ocurrido, pero sobre todo en que por fin Sayyid, a pesar de todo, está en nuestras manos y yo debo ingeniarme la manera de acercarme a él a sacarle información pues oficialmente, tengo prohibido hacerlo.

Apenas cierro los ojos escucho las risas de mis padres en un recuerdo atrapado detrás de mis párpados, van de la mano, miran hacia atrás llamándome y la voz de Carmen dice:

"Estás cerca de la verdad, no te rindas"

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FRASE

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