Capítulo 8(2)- El caballo de Troya
PARTE II
ISABELLA
Dos horas después respiro profundamente el aire caliente y extiendo el brazo para empujar la puerta del establecimiento, mis manos están firmes a pesar del peligro que podría hacer flaquear a más de uno, pues puedo estar en camino hacia mi propia muerte; si Sayyid descubrió en estos dos días mi verdadera cara Praetor, estoy sentenciada.
La música alcanza mis oídos y dos guarros se atraviesan para exigir mi identificación y saco mi pasaporte mexicano "Elissa Morales", se miran y dan a entender que Sayyid les ha ordenado atenderme hasta su llegada, por ende, me llevan hasta la misma mesa en donde estuvimos el otro día, allí los guardaespaldas parecen más armados en comparación al jueves y aún más cautelosos.
Me siento en el sillón corrugado, parece estar sucio de algo que revuelve mi estómago por un segundo, pero me trago esa sensación para ver todo ante mis ojos, un deje de normalidad se toma el sitio como si no pasara nada malo dentro de sus paredes. La decoración es en colores tierra, con mesas de madera y sillas de espaldar alto, junto a decoraciones en el techo mezclándose con la luz cálida.
—Alfa-Escorpio apostado, a la espera de órdenes —llevo el mismo aparato de comunicación tras el trago de la oreja hacia la parte interna, dejándome escuchar toda comunicación en la red—. Delta-Lion apostado, a la espera de órdenes. Francotirador 1, preparado. Francotirador 2 preparado. Francotirador 3, preparado. Francotirador 4 preparado.
Reconozco a tres de los agentes del CEPI del Foxtrot-Bull entre los supuestos clientes, al entrar otros dos. Me ofrecen algo de tomar y pido agua consumida por la ansiedad, necesito al jefe y salir de esto lo más rápido posible.
—¿Alguien apareció? —pregunta Isaac por el comunicador.
—No —murmuro entre dientes, pero justo ahí aparece Sayyid vestido de negro totalmente con su cabello negro rizado sujeto en media cola fijada con gel. Su porte es imponente y su mirada profunda.
"La ayuda de Dios" me dice el recién llegado sonriéndome encantador. Su camisa se ajusta a sus músculos tatuados y no puedo negar su atractivo, si no fuera uno de los traficantes más buscados del mundo, podría sentirme atraída hacia él. Le agradezco al darle una sonrisa y él me devuelve el gesto sentándose junto a mí, donde posa una de sus manos, la que tiene un par de ojos vivaces de mujer tatuados en el dorso, sobre mi pierna a la altura de la rodilla, mientras me cuenta sobre sus problemas en el trabajo, pero se sintió en necesidad de volver a verme. Pregunta cuanto tiempo más estaré y yo solo puedo pensar en una cosa:
«Estaré hasta encontrar todo lo posible sobre ti y tu organización del diablo, no me van a sacar de aquí hasta lograrlo»
Miento claramente al decirle mi supuesta intención de quedarme una semana, pero me señala el exterior indicándome dónde está su auto, este nos llevará a un sitio privado; sin embargo, no puedo permitirlo, por ende, le excuso diciéndole que mis supuestas amigas me esperan, mientras acaricio su pecho marcado sobre la ropa y también veo la tarjeta colgar de su cuello. Si insiste en irnos no tendré opciones y todo se irá al caño. Finalmente acepta, pero me encamino al baño luego de decirle.
Y ¿cómo no? Me deja clara su posesividad al darme solo dos minutos o me sacará a las malas, con una mirada cargada de lujuria, enfocándose en mis senos. Me apresuro hacia los baños apoyándome en el lavabo para tomar aire. Estoy desarmada, ni un jodido cortaúñas pude cargar, ello me inquieta y temo si interfiere con mi fluidez y además de todo, mi plan deberá cambiar acelerándose.
—Más vale estar atento, Falcon, y todos estén ahí —susurro luego de asegurarme de estar sola.
—Estoy al pendiente de ti, Isabella —dice con un tono convencido—. Te voy a cuidar hasta de su sombra, sólo actúa con calma y atente a lo que planeamos.
Me quedo menos de un minuto dándome unos momentos para mirarme al espejo, mi pelo intenso como mi fuego característico está en un moño apretado hecho con fuerza, pero mis ojos resaltan como el mayor peligro de mí misma.
Salgo tan rápido como entré encontrándome de frente con Sayyid quien iba a cumplir su promesa de sacarme seguramente. Lleva lo que parece una Beretta 9mm metida en el cinto del pantalón y empiezo a maquinar cómo se la voy a quitar.
Me empuja por la cintura a través del espacio hasta el lado opuesto, permitiéndome darle una mirada de advertencia a los demás agentes.
Al llegar a un pasillo que se pierde hacia adentro, dos guardaespaldas se atraviesan y pronto las manos de uno de ellos empiezan a toquetearme por todos lados requisándome, mientras una sonrisa pervertida se extiende en su rostro y ruego porque no encuentre el mini dardo con sedante oculto en la copa de mi sujetador. Otro trabajador le pregunta si desea ir acompañado de ellos; sin embargo, para mi suerte, se niega aliviándome.
Finalmente llegamos a una habitación con puerta negra de madera, al abrirla deja ver una pequeña habitación, en donde hay un espejo en cada pared junto con uno en el techo, sobre una cama doble de cuatro pilotes tendida, suelo entapetado color gris y paredes limpias en tono claro, acompañados de un tocador donde hay una jarra de vidrio con agua. Avanzamos hacia dentro sumergiéndonos en la peste de marihuana en el lugar como si estuviere inundado de esta, y no he dado cuatro pasos cuando siento su agarre por detrás, para retirar mi gabardina, acto seguido, me restriega en el trasero una erección notoria que empieza a causarme asco en su más puro estado, por ello, me es difícil mantenerme en el papel.
—Venga, vamos al asunto —dice al girar mi cuerpo bruscamente. Sus ojos oscurecidos me miran con perversión lujuriosa y no sé si podré controlarlo para no llegar más allá de lo pensado, aunque si fuera por el General, me ordenaría acostarme con el tipejo sólo por la misión.
Para distraerle en un susurro le ofrezco bailar, mientras veo cómo crece la ansiedad en sus ojos, él asiente y se dirige a una estantería con pequeños orificios por los insectos, donde hay un reproductor de música, este parece lo más nuevo del espacio. Finalmente pone música árabe con una sonrisa «No esperará que le haga la danza del vientre...»
Empiezo a mover mis caderas al verlo sentado en el borde de la cama, mientras aparta la Beretta hacia a un lado confiándose en que tendré sexo con él, luego me acerco al son de las notas del instrumental dejándome llevar, al soltar mi melena y además de deslizo por el vestido para quitarlo completamente, quedando en ropa interior combinada entre negro y rojo. Su mirada me devora inmediatamente, y atrae mi cintura para pegar su asquerosa boca a mi abdomen, yo por mi lado suelto una sucesión de gemidos fingidos.
Me doy la vuelta en un claro desafío para hacerme la dificil, juego con él hasta que me sigue y se pone a mi espalda para acariciar mi nuca.
—He visto esto antes —murmura muy seguro, a la par de pasar sus dedos por la base de mi nuca, habla de la luna menguante en esa zona, justo donde se conecta el cuerpo con la cabeza—. Algo muy distintivo ¿Es un tatuaje?
—No, es una marca de nacimiento —le contesto casual, es normal la curiosidad por ella, no es normal verla. Me giro de nuevo a verlo de frente y parece pensativo—. ¿Por qué?
—Solo conocí a alguien más con una marca como la tuya y en el mismo sitio —murmura haciéndome sentir un vacío en el estómago por pensar que me ha reconocido—. Pero no es posible, no estás relacionada con ellos.
Voy a contestarle para fingir no saber nada de qué habla, pero siento sus manos acariciar la curvatura de mi cintura, con una de sus manos tatuadas allí en un toque suave y al pegar su ingle a la mía siento a Isaac por un segundo, ayudándome a soltar la tensión por un momento, con ello es más fácil soltar salir un gemido como si fuera ese cuerpo que me derrite quien está allí conmigo, quien me toca, de él los suspiros sentidos en el cuello, me es más fácil besarlo apasionadamente si el animal del monte está en mis pensamientos.
«Isaac, Isaac, Isaac, ven aquí, acaríciame y bésame» Pienso al suspirar
—No tienes que acostarte con él, lo sabes ¿No? ... Gime si me estás escuchando, mierda —escucho su voz por el dispositivo de comunicación como si lo hubiera invocado, pero le ignoro olímpicamente—. Sofía Isabella Fox Santo Domingo, ¿Me estás escuchando?
Empujo a Sayyid coquetamente hasta lograr sentarlo y bailo frente a sus ojos rebosantes de un deseo incontrolable... podría disfrutar provocarle eso, de no ser porque lo conozco y a todas sus atrocidades. Posa su boca en mi pierna, yo le respondo con un jadeo.
—¡Podrías responder con lo que sea para ser imprudente si quiera! —dice Isaac otra vez—. ¡¿Me estás escuchando?!... ¿alguien puede decirme si esta mierda funciona?
Imagino su cara de histeria y medio sonrío al tomar el pelo de Sayyid para inclinar su cabeza con el objetivo de besarlo, ello causa que tome mis glúteos casi desnudos.
—¡Haciendo lo que te nace de los ovarios como siempre! ¡deja de besarlo! —dice Falcon, el dispositivo realmente es sensible, aunque me divierto mucho con su tono de voz urgido—. ¿Qué pensará tu esposo cuando lo sepa? ... ¡Haz tu maldito trabajo ya!
Sayyid se separa al sonar suena su teléfono y toma la llamada, en esta habla en Dari, confiado en mi desconocimiento de la lengua y comienza a hablar de las niñas, de cómo cada una tiene un precio, pero aún no las venderá pues debe juntar más hasta subastarlas adecuadamente, ordena sin escrúpulos buscar a las jóvenes bellas y con buen cuerpo, también menciona la cantidad de secuestradas en su poder y sí son quince.
El juego se acabó. La maldita conversación detono la ira «¿cómo puede tratar a jovencitas como mercancía?»
Cuelga el móvil y gira dejándolo a un lado, entonces saco de mi sostén el mini dardo con sedante que en segundo y medio clavo en su cuello inyectando una dosis completa del compuesto creado por el Comando Médico en su división química para estas circunstancias.
—¡¿Qué mierda haces?! —grita poniéndose en pie conmigo dando pasos en retroceso, pero pronto comienza a tambalearse, mientras estira los brazos hacia mí hasta caer de rodillas aun consciente.
—Hasta que por fin —dice Isaac—. Pero seguro tu esposo se enterará de lo que hiciste.
—¿Ahora eres el cuidador de mi matrimonio? haz tu trabajo y no berrees en mi oreja a cada rato, me desconcentras —le digo sin perder de vista al pelinegro frente a mí.
—Ven aquí, perra ¿Qué quieres? —dice Sayyid nuevamente.
—Esto —le arranco la cadena, rasgo su piel y aseguro la tarjeta de memoria, tomo su arma mientras él sigue en el intento de agarrarme cada vez más drogado—. Y a ti, por supuesto.
—Te voy a matar, hija de perra —gruñe Sayyid abalanzándose sobre mí tumbándome en el suelo, está cada vez más sedado, pero aún tiene fuerza. Da un golpe en mi rostro y levantándome como si no pesara nada, me estrella contra el espejo de una de las paredes destrozándolo en segundos y me deja mí sin aire tumbada en el suelo sobre los pedazos que me pican, entonces se inclina sobre mí asfixiándome con sus manos, aun así, le doy un cabezazo, un golpe con el codo en la mitad de la cara y con la rodilla doy en su abdomen, con ello logro quitarlo de encima y al incorporarme un poco estrello sobre su cabeza la jarra de vidrio en la mesa próxima, eso marca el final para él y cae rendido a mis pies, literalmente.
La adrenalina me llena, me completa, todo se ve más excitante, mientras entrecruza mis pensamientos, dejándole a mi mente solo sus aberraciones y entonces llega, se hace presente, un sentimiento palpitante, una oleada de oscuridad quien me llama como el canto de sirenas, seduciéndome para arrastrarme hasta al impulso macabro que me arrastra a la crueldad, llena mi pecho y mi cabeza cegándome con una ira solo presente en ciertas circunstancias.
—Te voy a matar —repite en medio de un balbuceo necio.
—Entonces nos vemos en el infierno, malnacido —tomo la pistola, cargo una bala en la recamara y apunto hacia su cabeza totalmente cegada y sin pensar en nada más, los latidos de mi corazón bombean sangre a toda velocidad a través de mis sentidos, agudizándolos y cuando estoy a punto de apretar el gatillo, un chillido en mi oído me detiene otra vez.
—¿Qué está pensando hacer, Brigadier Fox? —espeta el General Volkov—. No lo mate.
—Adiós jefecito —digo, me siento como si estuviera bajo el lodo, todo se aleja de mi mente y solo un maestro titiritero sanguinario toma el control de mi cuerpo.
—¡Que no lo mates, carajo! —grita Falcon de pronto—. ¡Debes traerlo aquí, Isabella! ¡Si no lo haces atente a las putas consecuencias!... Debes llegar hasta los túneles subterráneos como estaba planeado, aquí estoy con el escuadrón. La salida tiene cerradura de seguridad por huella digital, no podrás salir de ahí sin él.
«Mierda» maldigo, mientras hiervo en cólera, algo grita dentro de mí aclama por acabar con la escoria quien yace a mis pies y a quien doy patadas en las costillas, presa de la desesperación hasta llego a su nariz rompiéndosela, trepándome sobre su pecho y asestándole puños contundentes en la cara para descargarme en un arrebato de violencia desmedida que toma de posesión como un espíritu macabro escondiéndose en mi pecho, aleja mi consciencia sin remedio, mientras continuo en mi trance de golpes hasta dejarlo como una masa empapada en sangre como mis manos, aunque no siento asco de tenerla, me siento poderosa y allí tomo una navaja que está en la mesa para dibujar sobre la piel de su pecho una flor de Lis sin alcanzar ni un poco el castigo merecido.
Me visto entonces poniéndome el vestido junto con mi gabardina nuevamente, también tomo la pistola revisando la bala de la recamara y las del cargador de nuevo.
De pronto un guarda espaldas grita por el jefe y pregunta si todo está en orden.
El hombre al otro lado de la puerta logra abrirla ante mi silencio, pero tarda más en hacerlo que yo poner una bala en su corazón y una en su cabeza hasta verlo desplomarse, lo tomo por las piernas hablándole hacia adentro del bañito interno de la habitación y le dejo ahí, checo el pasillo por si viene acompañado, abatiendo en menos de nada al otro con pasos apresurados, antes de girarme y tomar a Sayyid poniéndole en pie para pasar uno de sus brazos alrededor de mi cuello, increíblemente continua medio consciente mientras sangra todavía, pero al menos sus piernas sostienen su peso, no le puse suficiente sedante para un hombre de su contextura física, supongo, solo parece el efecto de una botella de tequila entera sin comida.
Debo moverlo lo más rápido posible, no sé si los demás hayan escuchado los disparos y en menos de nada invadirán los pasillos como hormigas.
Lo arrastro hacia el camino que nos llevará a los famosos túneles grabados en mi memoria, sosteniéndolo por la cintura con una mano y la otra empuñando la Beretta. Alcanzamos a llegar a la puerta roja doble donde se supone hay un acceso a los túneles por una escalera en descenso, pero el lector de huella está demasiado arriba, al parecer un mecanismo desconocido lo acerca como medida de seguridad.
«Esto no estaba es mis planes» pienso, mientras dejo caer a Sayyid pensando en qué hacer, busco algún botón, extensión o algún indicador de como bajar el lector, pero seguramente está camuflado o se activa mediante algún comando de control. Busco algo en donde subirme pues a pesar de mi altura, está fuera de mi alcance por algunos centímetros, es así como vuelvo al pasillo deslizándome como serpiente silenciosa entre el laberinto que conforma el sitio, hasta ver en una esquina una pequeña escalera con cuatro niveles hecha de madera porosa. La tomo para hacer el camino de vuelta encontrándome a uno de los guardaespaldas, ha encontrado a su jefe y le toma el pulso, por ello apenas nota cuando le disparo a la cabeza atravesándola de lado a lado desde atrás.
Retomo mi misión, claramente no puedo subir a Sayyid; de esa manera tomo una decisión extrema, saco la navaja guardada en mi bolsillo y le corto el dedo índice para probar si es el correcto, se despabila más con ello sacudiéndose, mientras pienso si debo intentar con otros. Desconozco qué toma el control, pero me desinhibo de forma extraña; no mido las consecuencias.
Falcon habla a través del aparato, pero no le pongo atención, no puedo distraerme. Pongo el dedo sobre el dichoso lector y se oyen ruidos fuertes al otro lado, pronto las puertas dobles abren dando unas escaleras hacia abajo. Enseguida me encuentro con los agentes con sus trajes protectores y armados a más no poder, listos para hacer el allanamiento.
—¿Qué cojones es esto? —espeta Towers al llegar al borde de las escaleras encontrándose con el delincuente a sus pies a quien dejo caer encima su pistola, que seguramente tiene más de un muerto encima—. ¿Dónde está Abdul Sayyid?
—Es este mequetrefe ¿No lo ve? Y respete Towers, no me reclame.
—¿Qué hizo, Brigadier Fox? —replica espantado dándole la vuelta en el piso.
«La verdad, ni yo misma lo sé»
Está más reventado que boxeador de peleas clandestinas.
—No haga preguntas y lléveselo si no quiere que se muera —espeto en medio del tumulto de los agentes quienes pasan a nuestro lado para entrar al establecimiento.
—¡¿Por qué no contestas al llamado?! —grita Isaac una vez ha llegado. Lleva todo el traje y solo sus ojos furibundos se asoman—. ¡Te creí muerta, puta madre!
—Porque este malnacido me tenía bastante ocupada, como para seguirle a tu histeria —le doy otra patada al cuerpo, eso lo hace notar mi grandiosa obra de arte.
—¡¿Qué...?! —tartamudea—. ¿Lo mataste?
—¿No ves que se retuerce como babosa con sal?
—¡Vete de aquí ya mismo! —me grita—. Vamos, mueve el culo, te vi, hasta luego, chao —me toma por el brazo halándome hacia el túnel, pero me zafo, tomo una de sus pistolas y me escabullo hacia dentro del local otra vez a buscar a las niñas con sus gritos de viejo loco a mi espalda. Todo es un alboroto, gritos, agentes entrando, algunos disparos, pero no voy hacia afuera, sino a los confines del establecimiento donde entro de cuarto en cuarto hasta que Isaac me alcanza.
—¡Oye, lo de irte fue una orden, no una petición! —espeta, mientras lo ignoro y checo en cada rincón, a través de los pasillos retorcidos como en un relato tétrico—. ¿No me oyes? No llevas protecciones y sólo una pistola robada.
Hay puertas a cada lado, los agentes las abren y sacan a quienes están ahí, hasta toparme con el final donde hay un espejo del tamaño de una puerta chueco, medio movido hacia un lado en donde mi reflejo, con la nariz ensangrentada y el pelo desordenado me devuelve la mirada, junto a Isaac quien parece un maldito RoboCop (1)*
—No, acompáñame si quieres, pero de aquí no salgo hasta encontrar a las niñas —digo al dar la vuelta, pero en el último momento veo a mi madre de pie junto al marco señalándolo. La veo perpleja fijamente por unos momentos; nunca había pasado que, en medio de algo así, apareciera.
Mi teoría es simple: mi subconsciente se manifiesta a través de mis visiones, en los momentos en que más lo necesito.
—¿Qué tanto miras? —la voz de Isaac suena lejana y entonces me fijo en los dedos de mi madre, estos apuntan a una línea apenas visible tras el espejo, por ende, me acerco tomándolo del borde y bajándolo del soporte.
Ella se va apenas lo hago.
Hay una puerta pequeña camuflándose con la suciedad de las paredes alrededor que nos llama la atención a ambos, nos miramos por un segundo conectándonos sin decir nada, "Vamos". Él llama agentes de respaldo quien forman un pequeño grupo, entonces Isaac destroza la puerta tras varios golpes con el hombro y pasamos. El aroma de humedad está concentrado y hay un pasillo sumido en las sombras donde caminamos con cautela y mini linternas encajadas en el traje bajo la manga, hasta llegar a un espacio cuadrado amplio, pero de paredes negras por la suciedad donde hay pequeñas camas con apenas algunas sábanas, pero totalmente desolado.
—Alguien estuvo aquí hace muy poco —les digo al notar algo de calor entre una de las camas, además de ver un vaso de café desprendiendo humo aún.
—Quien haya sido se esfumó —responde uno de los agentes, mientras revisa el lugar como todos, hasta que escuchamos algo moverse en una dirección, pronto una sombra aparece y veo asomarse al del otro día quien llevaba a las niñas, el calvo de nariz aguileña.
La ira me llena de nuevo echándome sobre él.
Saca un arma, pero de un disparo en la muñeca le obligo a soltarla.
—¿Dónde están? —le grito en dari—. ¡¿A dónde te llevaste a las niñas?! —lo asalto consumida por la impotencia, dándole un golpe en el abdomen, esto lo encoge de dolor, mientras acuna su mano herida con una gran parte afectada y trata de venirse en mi contra, pero de un empujón lo empotro contra la pared dejándome llevar otra vez de la vocecilla macabra que me susurra para acabar con todo, pero cuando el tipo cae a mis pies aturdido por el golpe, Falcon me toma por la cintura alejándome.
—No lo vayas a dejar como sobrado de tigre también, no jodas —espeta ordenándole a uno de sus Tenientes esposar al tipo y atender su herida.
—Déjame, debo saber dónde están ellas —me revuelvo entre sus brazos hasta poder soltarme, pero me da la vuelta para verle de frente.
—¡Cálmate! —espeta en busca de calmar mi desesperación—. Hey, las encontraremos ¿de acuerdo? Yo tampoco las voy a dejar a su suerte, pero necesitas ser racional en este momento —me dice al sujetar mis brazos, haciéndole una llamada a la cordura para volver en mí misma. Me lo dice con tanta convicción que le creo, ese hechizo miel de sus ojos parecen no mentir; por consecuente, caigo una vez más por él y mi cabeza retoma los actos sensatos.
—Está bien —digo al desviar los ojos pues la intensidad de su mirada me hace temblar las rodillas. Al hacerlo veo a algunos quienes se nos han quedado observando como si fuéramos un par de novios declarándose amor.
—Tú, imbécil, ¿Dónde están las niñas? —pregunta Isaac al tipo quien solo puede verme con odio, mientras lo ponen en pie arrastrándolo.
—No sacarán nada de mí —escupe en su idioma al pasar a mi lado. Al inicio es normal su resistencia, son como perros fieles a su amo, no traicionarán a Sayyid tan fácil, pero los interrogatorios del Consorcio Praetor no son exactamente amigables, es donde se mide el temple de una persona.
—Como prioridad necesito que salgas de aquí —dice Isaac—. No tienes el traje, no tienes nada de protecciones, además ellas no están, lo has visto. Ahora vete, tu misión ha terminado, agente Fox, ponte a salvo.
Accedo con un asentimiento de la cabeza cuando se da media vuelta. Un par de agentes se quedan conmigo como guardaespaldas para atravesar el túnel hacia la salida. El lugar es oscuro y pocas bombillas pequeñas permiten ver el camino de tierra en donde huele fatal, una mezcla entre podredumbre y productos químicos que saturan mi nariz, haciéndome estornudar en un par de ocasiones por mi sensibilidad a olores fuertes. Supuestamente Sayyid los mandó a construir para ser una vía de escape, pero ¿usarlos en su contra? Jamás se lo hubieses imaginado.
Como una milla de distancia después llego al otro lado; sin embargo, fue más larga según mi percepción por el peso en mi espalda sobre mis acciones. A pesar de haberlo disfrutado hasta cierto punto, puedo ver claramente el problema, no son mis puños, es mi cabeza, mi cerebro está en un nivel subnormal pues nada es como en otras personas, ver morir a Carmen y Vladimir de forma tan trágica me mandó directamente al psiquiátrico a mis ocho años, aunque no recuerdo mucho, es como un manchón negro, no sentía ni padecía, estaba desconectada de la realidad, el vacío, el dolor, la pérdida fueron demasiado para mi mente... Al final alcanza la salida da a una construcción en proceso y donde hay una ambulancia, más agentes del Comando de Policía Infiltrada y el de Operaciones Especiales, ello marca el final de esta misión, pero las consecuencias de mis actos están por llegar.
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(1)*"RoboCop" película de 1987 género ciencia ficción y acción, sobre un policía asesinado y revivido, siendo medio humano medio robot.
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