Capítulo 8 (1) -El caballo de Troya
CAPÍTULO 8
El caballo de Troya.
"No confiéis en el caballo, troyanos.
Sea lo que sea, temo a los Dánaos (griegos), aun portando regalos"
Virgilio
¡DEDICADO A YATNIEL REYES!
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ISABELLA
Es martes finalmente, voy por Sayyid luego de lo que me pareció una eternidad.
Todo dentro de mí está expectante, quiere hacer correr las horas más rápido de lo normal desbocándose en el ansia de ir a cumplir una cita muy anhelada. No he tenido estómago para comer, sobrevivo de café hasta pasado el mediodía, justo al acudir con Volkov para darle los últimos detalles de la operación. Sí, el General autorizó mi misión, a pesar de las objeciones de Falcon quien se enfureció, rabió y se encrespó como gato luego de salir de la oficina. No me importa nada más, solo ir a cumplir mi cometido. Estoy en mi oficina, mientras observo a través del cristal de la ventana perdida en mi plan, repaso mentalmente cada punto, de llevarlo a cabo de forma correcta, me permitirá el éxito.
No temo, a través de los años el miedo, el temor, la zozobra ante una misión desaparecen sin dejar estela tras ellos, solo hay algo que me causa esos sentimientos: la posibilidad de perder a quienes más amo nuevamente; prefiero enfrentar ejércitos, perseguir mil traficantes, hacer arder el mundo e incluso morir antes de pasar por la desesperación y el vacío infinito, pero es la ley de vida, lo sé. Por ello, Sayyid no me asusta, tengo cautela, pero no miedo.
Si un sentimiento me persigue es la ansiedad; pronto podré tener la posibilidad de abrir la puerta a la investigación de mis padres, pero no será fácil hacerlo hablar, La Triada no solo es una red de tráfico mundial, sino que además una especie de entidad colosal, la cual entrena a sus integrantes y aliados para no sucumbir ante presiones, sobre todo por el entrenamiento Petrova, Karenina como la dirigente de ello.
Carmen dejó algunas anotaciones sobre ella, donde la describía como una mujer fría, seca y dominante desde muy joven, hoy en día, uno de mis objetivos.
—Isabella —dice Lucio sacándome de mis pensamientos al entrar entra a mi oficina—. ¿Todo listo?
—Todo listo, General Richardson —le doy una sonrisa confiada, aunque dentro de mí sí exista un reflejo prevención por la situación.
—Isaac fue a verme hasta la oficina —empieza serio—. Me contó la situación con las cámaras y Zivo. ¿Por qué no me lo dijiste? ¿no ves el peligro?
—Sí, pero...
—Ya no puedo cancelar nada sin parecer que te favorezco y salgas perjudicada, pero me parece una muy mala decisión —dice sin dejarme terminar—. ¿Cómo pones tu seguridad en riesgo por un traficante?
«Lo siento, papá, pero no puedo decírtelo»
—¿Por qué Isaac fue a buscarte? No entiendo —digo muy curiosa, al evadir su propia pregunta.
—Tiene la idea de que puedo hacerte cambiar de opinión —murmura con la misma seriedad—. Pero eres obstinada, lo sé perfectamente. Eres igual a tu madre, no sólo en lo físico, ella también era así.
Nos interrumpe una sargento, quien trae noticias, Zivo ha sido llevado a celdas de seguridad prioritaria CSP, unidad 25, pasillo izquierdo, por ello me despido de papá, quien me pide cuidarme una vez más, mientras me cuenta de su presencia en la sala de control, donde estará al pendiente de mí.
Le afirmo mi pensamiento, Sayyid no podrá conmigo, en eso recibe una llamada y esta lo hace despedirse nervioso, por otro lado, salgo de la oficina para tomar el ascensor hacia el -7 del edificio donde hay celdas de seguridad prioritaria, un poco más simple a comparación del "Cocito" pero efectivas igualmente. Me saludan por donde paso y al llegar a la entrada del largo pasillo donde están, debo registrar mi visita con el guardia y una vez lo he hecho sigo hasta el final del pasillo, donde hay varios presos allí, hasta llegar a mi destino. Hay una cama adosada a la pared contraria de entrada con una almohada y una frazada pues el sistema de ventilación y refrigeración hace que la temperatura sea baja.
Cada uno de los cubículos mide 5x5 con tres paredes de metal y una, la frontal, de cristal blindado donde hay un pequeño espacio por donde entran los alimentos, con un micrófono interior que permite escuchar en una conversación. Claramente, no hay luz del sol haciéndolos sumamente lúgubres, pero eso se merecen todos y cada uno de los condenados, el olvido, el destierro, la soledad eterna hasta ser motivo de la locura irascible e inevitable, por consumirse en el silencio abrumador del subterráneo a un kilómetro bajo la superficie.
Al llegar llamo la atención de Zivo, se gira a verme con sus ojos grises de tormenta eléctrica mortal. Está recostado en la cama con las manos bajo la cabeza, mientras mira hacia el techo, prosigo a preguntarle si disfruta su estadía a lo que solo responde "maldita perra", pero lejos de intimidarme u ofenderme, le recuerdo nuestro acuerdo sobre darme la información por haberle perdonado la vida; sin embargo, y como ya me lo imaginaba, solo me planta el dedo medio, negándose a darme lo justo, por ello me da un motivo para empezar con mis torturas.
Me acerco al pilar de control a un lado de la celda y le subo la intensidad al signo de electricidad. Cada una de éstas tiene una fina malla adherida a la parte interna del cristal que parece de seguridad, pero en realidad está hecha con fines mucho más útiles. Me rio agresivamente de tan solo pensar en lo que sigue, subiendo una pequeña palanca y en segundos grita de dolor ante la descarga que le da tanto el suelo como la pared derribándolo en cuestión de segundos.
Se sobresalta ante el corrientazo, pronto nota que fui yo y me enfrenta.
—¿Qué hiciste? —dice incorporándose cuando vuelvo a darle una descarga dejándolo de nuevo en el suelo—. ¡Deja de hacerlo! ¿Buscas matarme?
—No exactamente ¿Crees que soy tan tonta? El cuerpo humano, uno de tu complexión física, resistirá hasta 30 Miliamperios, dolorosa, pero no letalmente y sin causar algún daño irreversible, apenas te pasé veinte —le respondo con burla, sé hasta donde puedo llegar—. Ahora, si no quieres que te electrocute las pelotas, vas a decirme qué negocio están haciendo con las niñas que estaban ese día.
—Prefiero morir antes de traicionar a la familia Sayyid.
Lleva siéndolo desde su nacimiento, les juró lealtad, una que es de admirar a pesar de ser un criminal, pues incluso en el ejército hay traidores y corruptos, quienes aceptarían traicionar a los suyos, aun así, le insisto por saber la ubicación de las niñas, es lo único importante en este momento, al menos con Zivo; no obstante, se regresa a la cama, pero le paso otra carga eléctrica, revelándole que la cama tiene terminaciones también. Al final solo le explico una cosa: voy a meter a Abdul Sayyid al Cocito y al preguntarme qué es, le cuento...
El Cocito es el lugar más bajo, y siniestro del tártaro, donde están las almas condenadas al sufrimiento por el hielo en el lago congelado del país de los muertos. Aquí, la última prisión subterránea inescapable para quienes no conocen su secreto, inspirada en eso. Hoy mismo Sayyid estará metido allí y tú vas a desear haber muerto por mi daga.
Doy media vuelta para regresar por el mismo pasillo, donde escucho insultos provenientes de las celdas. Ser una agente Praetor conlleva una gran carga, acumulamos más odios que simpatías pues muchos saben la crudeza típica de cómo se trabaja aquí en la organización y no están de acuerdo.
Paso a caracterización en donde me dan el nuevo vestido de cuello halter ajustado con un lazo a la nuca color negro, pero ligeramente ajustado, este llega de nuevo debajo de las rodillas, así como el hiyab y pronto voy a mi habitación para empezar a vestirme. Aun como extranjera, debo ceñirme por respeto a ciertas normas, pero según el Islam, ni siquiera debería estar en ropa justa, debo llamar la atención de Sayyid aún más. Me maquillo muy ligeramente, apenas polvo, delineador avivando mis ojos y brillo labial, y al estar a punto de poner la gabardina, veo mi collar, brilla bajo las luces del baño con su color dorado, este ya estaba desgastado al mi madre dármelo, así que lo tomo empuñándolo entre mi mano donde las puntas de la flor tallan, pero ella no aparece.
Ojalá tuviera control sobre mis visiones, poder verla a voluntad al consumirme de forma enloquecedora en la necesidad interna de sentir su amor maternal, pero no puedo hacerlo. Finalmente quedo lista, me miro al espejo de nuevo, la gabardina se combina con el color del vestido ocultando mi figura a simple vista y me quito el collar guardándolo en una cajita, la cual cargo a todos sitios y era de Vladimir. Es un cofre pequeño de madera de teca con una cerradura en forma de placa plateada donde siempre pongo las cosas importantes como la flor, mi anillo de compromiso y de casada, fotos de mis padres u objetos muy importantes para mí.
Temo perderlos en el ajetreo de las misiones, por ello prefiero dejarlos, aunque me sienta incompleta sin la Flor de Lis; se ha vuelto parte de mí como una extensión de mi cuerpo, sin esta no me siento cómoda. Son las quince horas y ya casi debo salir, pero quiero ver al bebé primero; puede ser la última vez, nadie sabe qué puede pasar. Dejo todo en su sitio, pero al salir me topo con Isaac fuera de la habitación, está apoyado en la pared del pasillo cruzado de brazos proyectando su rudeza, las cicatrices se le remarcan bajo la luz entrante por las ventanas de los pasillos y sus ojos, en la Mayoría de veces coquetos, se muestran serios, sin emoción, sin piedad.
—Te esperaba —dice estrechando su mirada—. Te saliste con la tuya en un acto que roza lo imbécil, pero aférrate al plan y actúa con mesura, no con potrosalvajismo.
—¿Por qué fuiste a ver a Lucio? —devuelvo sin retenerme.
—Es el único capaz de ponerte un freno, pero como veo las cosas, tu brío de potra salvaje ha pasado por encima hasta de tu propio padre.
—No paso por encima de nadie, sólo quiero completar esta misión ¿Por qué no lo entiendes?
—Te he observado desde pequeña, Isabella Fox Santo Domingo, y si hay algo seguro dentro de tus juegos de azar es la pasión en todo lo que haces, en circunstancias especiales doblas ese sentimiento, pero tanta pasión es enemiga de la razón, es peligrosa, se puede volver en tu contra —dice con seriedad dejándome pasmada por un momento—. Tienes un objetivo personal con Sayyid y lo descubriré, lo juro, por ahora no salgas con tus actos impulsivos en medio de esto, tu cabeza está en juego. Tómalo como una orden.
—¿Por qué te preocupas tanto por mí? Eso tampoco es normal —me muestro curiosa, pero al mismo tiempo recuerdo
—Las promesas a los muertos son sagradas —espeta separándose de la pared dejándome con la palabra en la boca—. Y hazme el mendigo favor de no hacer lo que te nazca de los ovarios.
—¿Qué quieres decir con las "promesas a los muertos"?
—¡¿Qué te importa?! ¡Metiche! —gruñe marchándose sin atender a mis preguntas.
—Le dio una explicación, Brigadier Fox, eso es un logro —dice Michael Mitchel al salir de la habitación junto a nosotros, con un ligero tono de broma, es el mejor amigo de Isaac y junto con Gerard hacen un equipo espectacular profesionalmente—. El gato fiero Generalmente responde con sonidos de "hhuumm"
Me saluda alegre, es hijo de una General de dos estrellas, y nos conocemos desde la academia Pre-Praetor.
—¿Cómo estás, Mike? ¿qué haces por aquí? —pregunto junto a él encaminándome al elevador.
—Le pedí a Isaac que me incluyera en la comisión, debía venir a cuidarle. No puede vivir sin mí.
—No digas pendejadas, Michael, me lo pediste para ascender a Brigadier D.E más rápido —espeta el rubio justo al entrar en el ascensor y una vez más me quedo como tonta mirándolo, hasta salir del lapsus y entro al habitáculo, pero evito volver mis ojos a él.
—¿Está preparada? —me pregunta Mike.
—Sí, de hecho, voy a ver al bebé rescatado y prepararé todo para irme —murmuro e Isaac bufa, cuando se abren las puertas sale disparado sin mediar palabra, adelantándose a nosotros por varios pasos—. ¿Sabes qué le pasa a Isaac?
—Está así desde la planeación, porque iría a la misión aun sabiendo lo de Zivo —Mike se encoge de hombros—. No se lo aguanta ni su madre. Parece que le hubieran puesto un maldito pica-pica en los pantalones todos estos días.
—Buena descripción —me rio abiertamente—. Y puedes tutearme en privado, llevamos más de diez años de conocernos.
—¿Segura?
—Completamente, así somos dos contra el animal del monte —me rio mientras caminamos tras Isaac. El sol me da de frente acalorándome a paso agigantado por ir envuelta en dos capas de tela negra, y ello concentra el calor.
—Si estamos en confianza... ¿Podrías acercarme a Renata? —suspira soñador en tono suplicante—. Desde la academia quiero salir con ella. Son mejores amigas, ¿No?
—Renata sale con alguien, Mike, no creo que te haga mucho caso —contesto aun caminando con pasos pequeños—. Pero no lo conozco, nadie lo hace, en realidad.
—Si no se intenta uno se arrepiente —dice alegre. Es tan diferente a Isaac... no sé ni cómo son amigos tan cercanos.
—Si regreso viva te ayudo —bromeo guiñándole un ojo.
—Debes volver enterita —replica al seguir mi broma—. Si no al gato fiero le dará un patatús.
—¡¿Qué tanto hablas con esa potra salvaje?! —grita Isaac a varios metros como si hubiera escuchado—. ¡Ven aquí ya, necesito debemos terminar la planeación!
Mike se va despidiéndose rápido, sin darme oportunidad de preguntar qué significa, pero dejándome sus palabras grabadas a fuego en mi mente, por ello apresuro el paso pues tengo el tiempo medido. Me dirijo al ala de refugiados como casi todos los días y entro a la búsqueda directamente a mi angelito, lo encuentro jugando con cubos en una zona donde está solito, mientras suelta ciertas palabras o con un "Brrrr" de sus labios, con su fino cabello rubio peinadito a un lado y una vez más al verme se alegra y estira sus bracitos hacia mí. Me llena el corazón como nunca antes sentirlo, abrazarlo, mimarlo, así que lo tomo y le beso la coronilla, lleva un mameluco manga larga gris con sus zapatitos negros.
La agente psicóloga asignada me saluda a mi espalda, para pronto estar de frente, me recibe con ánimo al saludarme, le respondo de igual manera, pero pronto le pregunto cómo va mi hombrecito y me cuenta que
No tengo ni una semana de haberlo rescatado y ya me he encariñado de forma loca, dejarlo en el sistema de adopción será un cambio muy abrupto, pero le cuento a la agente que en el apartamento no había nadie, además, ni un solo rescatado preguntó por él o dijo algo en el helicóptero. Finalmente, dejo al bebé de vuelta en la zona infantil para poner un beso en su cabeza e inmediatamente gatea hasta llegar a otro cubo de peluche
—No se preocupe, Mayor, yo me encargaré de que el angelito esté bien ¿De acuerdo?
—Gracias, Brigadier, no debería involucrarme tanto con el caso, lo sé, pero es imposible conociendo su historia y que de no ser por usted hubiera muerto —dice viéndose realmente agradecida.
—Tranquila, el niño estará muy bien —le aseguro marchándome, pero ahora tengo otra razón para volver con vida del operativo.
Un rato después salgo del Comando Médico, pero de nuevo Isaac me espera fuera, parece tener el genio alborotado para no variar y aunque trato de esquivarlo no me lo permite.
—Métete esto entre la ropa interior, usa el adhesivo para fijarlo a la parte de adentro —finalmente me extiende el GPS con una ligera luz parpadeante, aunque no entiendo el porqué. Fue creado por investigación y desarrollo para ser aun menos visible ya que parece un grano de arroz, similar al que tenemos todos en la nuca.
—Ya tengo un chip rastreador —murmuro cruzada de brazos—, ¿para qué otro? Ningún agente usa más de uno.
—No eres como otros agentes, Fox, no puedo correr riesgos. Si uno falla, te encontraré con el otro.
—¿Por qué te importa tanto?
—Ya te dije que no seas metida, acepta mi cuidado y ya, deja de hacer tanta pregunta —espeta con su mal humor característico—, hazlo o te lo insertaré con el rifle de rastreadores cuando menos te lo esperes.
Isaac habla de un rifle especial desarrollado por los Praetor para disparar rastreadores en forma de grano de arroz, estos se insertan a tanta velocidad que apenas se siente, parece un pinchazo de aguja y se puede hacer desde lejos como si estuviera cargado con balas .50 normales. Al final acepto, algo en la mirada que me dedica me hace sucumbir ante su extraña petición, sobre todo porque desde hace muchos años no somos cercanos como lo fuimos en una época pasada, hace mucho nos dejamos en muchos sentidos, por ello no encuentro explicación a su actitud.
Luego lo descubriré, supongo.
Se marcha con su andar típico, entonces no puedo dejar de verle desde atrás, esa noche antes de mi boca le rasguñé la espalda y al día siguiente luego de la ceremonia, ya en la recepción lo escuché mientras hablaba con Mike, se quejaba del ardor, pero de cierta manera dejó claro cómo le gustaba saber quién se los dejó sin decir quien fue. El resto de la fiesta no me quitó la mirada de encima, parecía seguirme con esta a todos los sitios, hasta un momento en donde me acorraló en el baño, sin decir nada pegó su frente en la mía y parecía querer decir algo, acarició mis mejillas al negar con la cabeza como si se resistiera a decir algo o le costara hacerlo, pero estaba ya borracho, se tambaleaba además de apestar a whiskey.
Le pregunté si estaba bien, pero dijo literalmente "Jamás volveré a estar bien", aunque hasta el día de hoy no he podido entender esas palabras para nada, no les encuentro sentido y solo las he clasificado como diatribas de borracho, pues no tuve tiempo de preguntarle, escuché cómo Fabián me llamaba con el micrófono en la fiesta, por ello salía apresurada dejándole ahí solo. Cuando lo vi regresar media hora después tenía los ojos enrojecidos y trató de acercarse a mí; sin embargo, estaba tan borracho que se fue de bruces contra el suelo abriéndose la ceja por el golpe. Al final Mike se lo llevó casi cargado como bulto.
Fue la última vez que lo vi, pues me fui de luna de miel con mi entonces esposo, para cuando volví él ya estaba en Colombia y durante siete largos años nos supimos evitar hasta el día de la misión; no obstante, esas palabras me han atormentado todo este tiempo, tal vez sea hora de averiguarlo.
REDUCIR
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