Capítulo 7 (2)- Desaparecidos
PARTE II
ISABELLA
Multimedia: I Love Rock and Roll -
Mi historia con Fabi empezó a los dieciocho años justo ahí confesó que, a pesar de sentirse apenado por ser mayor, estaba sintiendo cosas más allá de una amistad hermandad. Por supuesto, Marina, su madre, y Lucio pusieron el grito en el cielo; nos criaron para ser como hermanos, aun así, al final, logramos sacar adelante nuestra relación con una historia hermosa, siempre nos entendimos muy bien, nos apoyamos, nos amamos ciegamente, pero todo tiene un final y ese se marcó en cuanto su abuelo paterno llegó a nuestras vidas.
Fabián se ha dejado lavar la cabeza de él y mi rango como Brigadier ahora le molesta, sobre todo porque en administración no hay tantos logros o reconocimientos como yo los he alcanzado, ello parece ofenderle últimamente, pero sé de su buena intensión por recuperarnos y dará todo de sí mismo en caso de darle una oportunidad, lo sé, por ello puedo intentar recuperarnos, pero no sería igual. Nos volvimos tóxicos, celosos, dañinos.
. Por ahora no puedo hacer mucho, sólo esperar y hacer una introspección hacia mis propios sentimientos y deseos.
Suspiro sonoramente poniéndome en pie para mirar por la ventana y pronto mis ojos se posan en una estremecedora, trota a través de la base haciéndome sentir culpable por el sentimiento que mueve mi cuerpo hacia el deseo reprimido, pero de permitirme caer en la trampa de seducción de Isaac Falcon, entregarme a lo que su cuerpo me provoca, podría perder muchas cosas y lo sé perfectamente.
Marina siempre me advirtió de Isaac como el hombre radioactivo a quien no debía acercarme bajo ningún motivo.
Renata es la mejor amiga también de Fabián y Alana su hermana.
Y finalmente Lucio, su padre, los perdería a todos de dejarme caer en el mar de placer infinito que me carcome si estoy cerca de Falcon, como un ácido iniciado en mi pecho, para extenderse tal como un incendio.
Despejo mis pensamientos metiéndome de lleno en el trabajo y camino hacia la sala de control en donde busco al mayor Hill para indagar si hay algo más en interceptaciones; pero al parecer no hay novedades. Me preocupa la calma tensa, ese silencio previo a un desastre natural dispuesto a arrasar con todo antes de poder detenerlo.
Regreso a mi oficina y llamo a Renata.
—Hola, chulada, rato sin verte —bromea al entrar, trae un brillo en los ojos y está despeinada—. ¿Me necesitabas?
—Sí... ¿Qué te pasó en la cabeza? —pregunto con media sonrisa.
—¿De qué?
—Por Dios, Renata Montgomery, vienes de menear las caderas —le digo riéndome—. ¿O no? Mírate los ojos.
—¿Menear las caderas? ¿cómo está eso? —Ren se hace la inocente al cerrar la puerta—. Mejor dime qué necesitabas, Isa.
—Tu novio misterioso te dio una revolcada monumental —me siento en la silla giratoria con una sonrisa. el sol entra por mi la ventana a mi espalda, haciendo brillar los tonos miel de su cabello.
—Esa boca, atrevida —dice falsamente indignada—. Trabajemos.
Me rio explayada en la silla con los brazos en los soportes.
—Bueno, si tú lo dices... Debo salir de ese lugar con Sayyid, de preferencia viva —me pongo seria inclinándome sobre el escritorio—. Quiero revisar la estrategia —nos volcamos de lleno en la manera de abordar la misión, cómo me moveré, en qué tiempo haré cada cosa, como provocación, seducción, acción y escape. Nos quedamos hasta después del mediodía, luego vamos a por comida y regreso a mi habitación a tomar una ducha; necesito despejar mis pensamientos.
Camino por los pasillos y me encuentro con Alana quien viene de salida, pero no saluda, va directamente a una pregunta, sobre qué hacía en la habitación de Isaac en mañana pues me vio saliendo, «Menos mal que no lo vio en ropa interior como escultura griega», dice en una retahíla de regaños lo mismo de siempre, no puedo estar con él por estar casada y verme salir de una habitación de otro hombre se puede malinterpretar. Simplemente le comento que solo pasaba y vi la oportunidad de hablar de Sayyid, pero sigue incisiva, parece saber de algo entre Falcon y yo, pues lo dice de forma explícita.
—Ustedes tiene algo extraño desde niños, no se soportan, pero al mismo tiempo parece que se gustan —dice acusándome con sus ojos cafés, ligeramente rojizos como si hubiera llorado—. Pero estás casada, que no se te olvide. Debes regresar con tu esposo y no andar de alegre con un "todas mías"
Le recuerdo una vez más mi separación, pero insiste en que mientras no haya firmado el divorcio sigo siendo suya, según ella. Por poco me le rio en las narices, pero le respondo lo más calmada posible, solo le dejo clara mi libertad y que yo no me meto en su relación con Luka; sin embargo, al final sueno muy fastidiada y ella remata con una frase chantajista.
—No te puedes divorciar, lo vas a matar en vida. Tú lo eres todo para él.
«La que se estaba matando en vida era yo, mientras guardaba silencio»
—¿Sabes qué? No estoy hoy para tus berrinches, Alana, sal de mi habitación por favor.
—No te enojes —dice saliendo—. Allá tú y tu consciencia, si eres capaz de dejar una relación tan linda con mi hermano por una aventura sexual con Falcon, todos estaremos decepcionados.
Suspiro fuerte con sus palabras en mi cabeza. Corren las horas y las paso sola, tomo mi esperada ducha, trato de relajarme hasta la hora de la comida, entonces estoy en el comedor sola, el ambiente mezcla las conversaciones de todo y la temperatura se siente cálida entre tantas personas presentes, dejando salir las preocupaciones o relajándose luego de un arduo día de trabajo. Como ensimismada en mis pensamientos más profundos hasta la llegada de Tere Ferreira. Es la mayor en una familia extremadamente religiosa y no están de acuerdo con su trabajo, pero ella aporta mucho al hogar, por ello quiere ascender rápido, para ganar más dinero y poder ayudar a sus hermanitos menores de 10 y 16 años con los estudios.
La quiero mucho, aunque no podamos pasar tanto tiempo juntas por su asignación al departamento de inteligencia. Pronto me cuenta que Isaac está jugando al póker en las barracas y apuesta a lo grande, aunque sea prohibido; no obstante, ser heredero de sangre Falcon, le permite hacer cosas sin tener las consecuencias tan graves a comparación de otros. Por ello antes era el chico rebelde sin Dios ni Ley, pero por Stacey calmó su brío incontenible, quería ser un buen ejemplo para ella, que pudiese sentirse orgullosa de su hermano mayor.
Lo sé porque aun en medio de nuestras competencias, éramos confidentes uno del otro cuando éramos adolescentes, entre chocolate caliente con queso como se toma en Colombia y pan francés, nos dejábamos ir ayudándonos como nadie más lograba hacerlo, pero eso es otro tema.
Sus palabras me hacen pensar en una maldad para hacerle, por eso al terminar de comer e ir a mi habitación por algo de efectivo, camino hacia ese lugar para ver si es cierto. El sitio es alargado en forma de rectángulo de diez metros de ancho y quince de largo con techos triangulares, donde duermen Cadetes, Sargentos, Mayores y Capitanes en camas individuales esparcidas por todo el espacio. Entro y el rock suena en medio del murmullo y risas de los presentes reunidos en forma circular alrededor de un punto.
—Vengan ¿Alguien más? —dice divertido Isaac, mientras cuenta billetes como un cajero de banco. Le observo desde un lado apoyándome en uno de los pilares por unos momentos, parece disfrutar mucho a juzgar por esa sonrisa que encanta a todas tiene a más de una mirándole.
—Yo, Brigadier Falcon, ¿Me permite? —le digo y se gira hacia mí con una mirada coqueta y desafiante de sus ojos leonados. Sara lo mira y su expresión se torna triste de repente.
—Claro, Brigadier Fox —murmura para señalar el puesto frente a él—. Me encantará dejarla tan limpia como trasero de bebé ¿Cuánto apostará el día de hoy? Solo acepto efectivo y la entrada es de doscientos dólares.
—Ya veremos quien termina limpio... anótame 400 dólares —le respondo. De fondo empieza a sonar "I Love Rock And Roll" al empezar a mezclar las cartas y repartir sin dejar de verme con fijación.
Al ver todas mis cartas me sonrío; tengo un juego espectacular, me puede asegurar la victoria si planeo todo muy bien.
—Vamos, jefa Fox, saque la cara por quienes quedamos sin dinero. Deseamos venganza —dice en broma un Mayor a mi lado. La canción sigue, mientras tiramos y tomamos cartas en medio de un silencio entre nosotros solo lleno con las miradas coquetas, pues no podemos contener de ninguna manera, a pesar de la presencia de Sara, no sé si son pareja, pero ella luce triste.
—Sí, el Brigadier Falcon se ha llevado hasta nuestra jodida dignidad, nos ha dejado en los rines —le respalda uno de mis hombres del Alfa-Escorpio, pues los miembros presentes de mi escuadrón están detrás de mí y los Delta-Lion del lado de Falcon.
—¿Quién los mandó a apostar contra mí? Solitos se buscaron su mal —dice Isaac con una sonrisa de medio lado, con ello causa risas de todos.
—Eres un aprovechado, eso pasa —le digo al tirar una carta para tomar otra sin poder resistir darle una mirada cargada del deseo en mi interior—. Los pobres no saben que en su tiempo fuiste vetado de casinos en Las Vegas por vaciarlos todos. Méndigo cuenta cartas tramposo.
—Buenos tiempos ¿No? —se ríe.
—¿Iban juntos a los casinos? —pregunta Sara tímida.
—Sí, hubo un tiempo cuando no queríamos matarnos ¿Sabes?, usábamos identificaciones falsas muy bien hechas —murmura Isaac, "I Was Made For Loving You" empieza a sonar sacándome una sonrisa, pues él la canta distraídamente, mientras se deja hacer cariñitos de su novia o su ligue, no sé, despertando en mí algo, pero me niego a aceptarlo como celos—. Aunque dejamos de hacerlo cuando ya fue sospechoso, Fox es una fiera si de Póker se trata o cualquier juego de azar... ella es un juego de azar.
—¿Quieres decirme algo subliminalmente? —pregunto. Renata y Alana se me unen sentándose a mi lado, pero esta última me ve con una lanza en sus ojos, acosándome.
—Que eres impredecible, nada más. No he conocido a alguien más indescifrable que tú —sonríe peligrosamente para acompañar su frase enigmática. Tiramos más dinero, mientras el rock suena sin pausa y es el único sonido en el lugar, pues todos se han sumergido en un silencio expectante. Falcon no puede despegar su mirada de mí, parece un magnetismo impidiéndole dejar de hacerlo, además, es recíproco, yo tampoco puedo dejar de ver esos ojos felinos tan claros como la miel más pura, pero cargados de deseo innegable en una tensión sexual que fluye entre nosotros como una serpiente enrollándose a punto de atacar, aun en medio de todos los presentes. Pronto, con música y miradas coquetas a punto de estallarnos, es el momento de la verdad.
—Bueno, cerecita, este es mi juego ganador —murmura Isaac, mientras pone una escalera de color sobre el tablón cuadrado de madera laminada en el papel de mesa, muy orgulloso de sí mismo.
—Wow, aun eres tan bueno en póker como lo recordaba —le digo estirándole la mano, entre nosotros hay más de 2500 dólares y una sonrisa de suficiencia se toma su rostro, pero me causa gracia.
—Fue un placer ganarle, Brigadier Fox.
—Nadie ha dicho que ganó, Brigadier Falcon —digo y su sonrisa victoriosa se esfuma justo al darle la vuelta a mis cartas dejándolas sobre la mesa. Una perfecta escalera real se asoma y pone pálido a Isaac.
—Maldita sea —murmura. Un aplauso se oye a mi espalda con vitoreo incluidos y risas complacidas.
—Nunca des nada por hecho; las tornas cambian en cualquier momento, Falcon —digo, mientras tomo mi tesoro.
—Bien jugado, potra salvaje —dice mirándome con un deseo impreso como si la situación le excitara en demasía.
—Fue un placer ganarte, animal del monte —murmuro con intenciones de irme.
—¡Hey! No puedes venir aquí a desplumarme y dejarme sin un puto céntimo para irte, ¿sabes a cuantos desplaté? —dice ofendido y causa risas de los agentes rodeándonos—. Te sientas y me das la revancha.
—Tal vez otro día... Adiosito, Brigadier en jefe —me retiro digna con burla y siento sus ojos en mi espalda hasta perderme de vuelta a mi habitación en donde me pongo ropa de ejercicio.
Cuando el reloj marca la media noche, me dirijo a la sala de entrenamiento más cercana, atravieso la base solitaria, la paz reina en esta donde solo los agentes guardias dan rondas con fusiles de asalto vestidos con trajes para la temperatura baja propia de esta hora, así como los observadores de la muralla, además corre un viento que me eriza la piel pues las noches en los desiertos pueden ser especialmente frías. Una pongo la botella de agua en el suelo y la toalla en la barra de una máquina, para subirme a la caminadora y arrancarla en modo rápido.
Me gusta entrenar de noche o de madrugada, me concentro más en mis propios pensamientos, además no estoy expuesta a las miradas descaradas, de quienes reparan en mi cuerpo de más, por ello, prefiero hacerlo sola, a pesar de las sombras alargándose de forma macabra ante los pilares y los objetos, además de que cada movimiento hace un eco.
De repente, siento la mirada de alguien en mí, una sensación que me pone a mil se apodera de todos mis sentidos, por ello detengo la caminadora bajándome para buscar en cada rincón oscuro con la respiración pausada. Siento mi corazón en los oídos con bombeos zumbando como moscardones en cada paso por donde voy. «Pedraza» pienso ya, tristemente, acostumbrada a su acoso, pero una voz inesperada surge a mi espalda.
—Quiero la revancha hoy —dice Isaac escondido entre las sombras cruzado de brazos.
—¿Ah sí? —respondo con alivio expandiéndose—. Eres un idiota ¿Qué haces entre las sombras?
—Yo llegué primero y al escuchar a una molesta espina en el culo entrando, decidí mirarla a ver qué hacía. Corre muy sexy, agente Fox.
—¿Y debía ser en el último rincón de la sala donde no hay luz? Acosador de mierda —le replico, su mirada grita "te deseo ahora mismo" mientras se acerca lentamente sin dejar de ver mis ojos en ningún momento.
«Peligro inminente, sal corriendo hasta Bora Bora y sin mirar porque este hombre viene con intensiones poco amistosas»
Un dulce pecado ardiente que no se apaga ni con el agua más bendita, camina hacia mí con andar de felino y yo, haciendo caso omiso a la razón, la sensatez y la lógica, no me voy de la sala, solo correspondo su juego. Al haberse acercado lo suficiente, hala de mi brazo y me besa de forma ruda al sujetar mi nuca pegándome a su cuerpo en tensión, sin tonos medios y no me resisto; la necesidad física de sentirlo cerca me invade de pies a cabeza, pronto toma mi cintura para acerarme a su toque caliente contra mi piel ardiente en deseo. Su lengua hace movimientos certeros con los que derrite mi boca más aun al tomar mi pelo con un ligero tirón.
—Como me gustaría hacértelo contra ese maldito pilar una y otra vez ¿Puedo?... que me ganaras la partida solo me excitó como no te imaginas, Isabella. Nada me ha quitado las ganas —susurra y luego muerde mis labios.
—Mierda, Isaac, no, no por favor —le digo, mientras niego con la cabeza con la culpa por Sara—. Sé que dentro de ti tiene debe haber algo de sensatez, escúchala. No tomes consejos de la pasión.
—Tienes razón, no debería; la pasión es la peor de las consejeras porque es impulsiva, desmedida e irracional, pero aun así me encanta escucharla, sobre todo si es contigo —murmura con un roce en mis labios con los suyos, y solo puedo pensar en Fabián y Sara.
—Esto no está bien —sigo en intentos de volver a la razón, pero toma mi trasero entre sus manos pegándome a su erección, con ello me saca un gemido incontenible
—No está bien contener nuestros instintos, nos matarán las ganas que nos tenemos tarde o temprano, cerecita. Acéptalo, tu cuerpo pide a gritos una dosis letal del mío.
—Estoy casada, tengo una relación perfecta —digo con una mentira descarada cuando toma un lado de mi rostro en su mano, mientras besa mi cuello del otro lado. Tal vez haya un poco de vergüenza en él, pero me doy cuenta de que no y muy rápido.
—No me importa —espeta restregando esa dureza que me hace agua la boca contra mi abdomen y no me haré la mojigata, me gusta el sexo y más con él—. El muñeco de pastel de tu esposo me tiene sin cuidado, la farsa de tu matrimonio me la paso por el arco del triunfo y tu negativa ante tus verdaderos deseos realmente solo me hace anhelarte más hasta demostrarte lo que es liberarte...
—Isaac, por Dios, ambos tenemos relaciones que nos hacen felices ¿qué hacemos aquí?
—Dejar que nuestra tensión sexual se resuelva —murmura tomando mi cintura volviendo a mi boca besándola quitándome cada gramo de sentido común—. Además, tu causaste el problema entre mis piernas, resuélvelo —se ríe pues es una broma claramente, él lo deja claro, quiere jugar conmigo.
—Estás muy crecidito como para que alguien más solucione tus problemas.
—Cuando lo causa tu maldita fogosidad e irreverencia debes asumir las consecuencias de tus actos.
—¿Te excita que te dejen en ridículo frente a dos escuadrones? Vaya fetiche —le reto al sentir mi cuerpo acorralado contra un pilar.
—¿Y si usas la boca para algo más interesante...? —trata de hablar, pero lo beso de nuevo sin poder resistirme. Sus manos pasean locas por mi cuerpo arqueado hacia el suyo, dándome una explosión de éxtasis que no encuentro en otro lugar sino con él. Me acaricia con rudeza, no hay sentimentalismo, sólo su libido manifestándose a través de sus manos.
Gira mi cuerpo suplicante con fuerza y clava su pelvis excitada en mi trasero para sostener uno de mis pechos y bajar su otra mano hasta perderla dentro de mi pantalón, donde se encuentra con humedad empapando la unión de mis piernas como prueba de la máxima excitación que logro tener con, prácticamente, mi jefe.
Gimo, él no dice nada y solo me recuesto en sus músculos, con eso puedo sentir el corazón desbocado, mi piel se enciende bajo el rayo de la lujuria mientras mueve sus dedos dándome un tortuoso placer desaforado, electrizándome, elevándome, embrujándome como un flautista de cobras, definitivamente.
Jadeo su nombre sin aire, para llevar mis manos hacia atrás y sujetar su cabello entre mis manos dándole tirones posesivos, me muerde el cuello de forma fogosa cuando estoy al borde del orgasmo y sus ágiles dedos exploran mi zona íntima, mientras acaricia mi clítoris palpitante. Pronto me pide en un susurro sexual que me deje ir... Mi piel sensible se eriza, y solo puedo pensar en algo: desconozco la razón para dejar suceder todo esto, no debo, no puedo, no está bien y aun así el maldito magneto en su cuerpo me hace caer en su mundo de desastre, lujuria y actos desmedidos, porque son esas tres palabras las que mejor lo describen. Exploto finalmente sintiéndome una mierda, una con un orgasmo intenso, pero mierda al fin y al cabo.
Le pregunto en medio de un suspiro la razón para hacerme esto, de hacerme caer, pero niega con la cabeza, él solo se aprieta más contra mis curvas con su cuerpo de viga.
—¿Por qué me lo haces tú? —replica mordaz, pero está excitado en todo sentido—. ¿Por qué tienes que provocarme tanto, descarada? Lo haces a propósito, te gusta jugar conmigo, llevarme la contraria a sabiendas de que eso me encanta de ti...
—¿Y qué si es así? —miro sobre mi hombro cuando pone sus manos en el elástico de mi pantalón—. Eso te gusta ¿No? decirte que no podrás conmigo, Brigadier en jefe, me resisto a tu control, eso te excita.
—Irrespetuosa —dice con tono bajo, sexual, ronco, dándome la vuelta—. Soy tu oficial al mando.
—Eso te pone también, tener el juego de jefe-empleada...
—¿Para qué negarlo? —sube mi top y deja mis senos en sujetador, mientras los besa con las palmas abiertas en mi espalda presionándome contra el pilar, tiro de su cabello presa del deseo explotando dentro de mi pecho. Lo llevo a mi boca para probar sus labios de nuevo al sentir su erección ansiosa en una presión sobre mi cuerpo.
Una vez más, pregunto qué estamos haciendo, mientras me gira dejándome pegada de espalda a su pecho.
Baja mi pantalón junto con la ropa interior dejándome expuesta ante él, pero nuestra confianza es grande y no me cohíbo, me conoce en todo sentido. Pronto lo siento rozarse con mi entrada húmeda desde atrás al sujetar mi cabello para entrar en mí con una lentitud tortuosa que empieza a enloquecerme como siempre ha pasado, una explosión de éxtasis insana en aumento al sentir cómo empieza sus choques. Gemidos salen de mi boca una y otra vez, con un ritmo demencial elevándome sobre la tierra más allá de la estratósfera en un universo de placer puro solo alcanzado con él, solo Isaac Falcon es capaz de causarme semejante cóctel lascivo.
Sale completamente para girarme y poner un beso en mi boca totalmente ansioso por más. Aprieta mi nuca con posesión, mientras caemos en una lucha por el poder porque ambos somos dominantes, ambos queremos llevar el control y él toma mis muslos gruesos trepándome en sus caderas para entrar de nuevo y comenzar con otro ritmo que arranca la cordura restante de mi cabeza.
—¿Qué tal, Bella? —gruñe al besar mis pechos centrado mi pezón derecho, mientras me regodeo en la sensación causada al escucharlo decirme así, él solo me llama Bella como diminutivo de mi nombre, cuando lo hacemos, únicamente ahí. Mi contestación solo es "Cállate y muévete" y le beso de nuevo olvidándome de todo. No sé cuánto tiempo pasa, cuantos movimientos bruscos placenteros pasan, pero pronto lo siento construirse, el climax del deseo, un orgasmo arrasador recorre mi cuerpo dejándome temblorosa, aún más al sentirlo preso de lo mismo. Me deja en el suelo y cómo estoy aun elevada, me sostiene vistiéndome con delicadeza, luego de hacerlo él mismo.
—Isaac, por Dios, la volvimos a cagar —suspiro al apoyar mi frente en su pecho.
—Coger contigo nunca será una equivocación —responde con chulería
Le voy a responder, pero escuchamos voces acercándose, él se separa tan rápido que apenas puedo procesarlo, estoy como una idiota aun perdida en las capas de sensaciones elevadas, acomodando de vuelta mi ropa. Se escabulle sin ser visto y poco después siento pasos llegar.
—¿Isabella? —escucho la voz de Renata a mi espalda—. ¿Qué haces contra el pilar?
Me giro encontrándome con que viene acompañada de Alana quien solo me ve con los ojos entrecerrados. Me excuso con "me sentí mareada de repente", pero desvío el tema a la razón de porqué están aquí a estas horas y me dicen algo muy familiar: Fabián estrelló a una camioneta por estar borracho, entonces Renata le avisó a Alana, pero no sé cómo se enteró primero, por ello vienen por mi móvil para llamar a Marina, pero de repente Alana pregunta que si el "todas mías" de Isaac no está cerca, aunque no sé la razón de sus sospecha precisamente por él, justo al verlo pasar por detrás de ellas.
—Falcon debe estar por ahí intimidando a alguien con su cara de culo —murmuro y él me planta el dedo medio—. O se coge a una desafortunada.
Nos vamos finalmente atravesando la base bajo la noche estrellada de luna llena hipnotizante, con sus estrellas como las joyas más valiosas de la corona, destellan de forma espectacular, digno paisaje para quedarse observando; sin embargo, el clima no ayuda mucho, en los desiertos los días pueden ser muy calurosos y las noches en extremo frías, por ello no es tan factible hacerlo. Pronto hemos llegado a las habitaciones, pero Falcon nos pisa los talones, mientras finge que no me ha visto y solo nos llama por nuestros apellidos como saludo, Fox, Montgomery, Richardson, para marcharse, pero Alana le pica la lengua al decirle que él es raro, camina en la base solo a esta hora «si supiera la verdad»
—¿Qué te importa, Richardson x1? —replica Isaac en tono duro, es bastante rígido con casi todos—. Me muevo por la base cuando quiera, como quiera y a donde quiera.
—Patán —exclama Al con tono alterado, algo cerca de él le hace enojar como nada—. No sé cómo tienes novia.
—Me da igual cualquier cosa de ti, no preguntes estupideces —él pone su mirada candente sobre mí por un momento y de nuevo desboca mi corazón porque sé de su descaro, es capaz de soltar lo sucedido en la sala de entrenamiento sin medir las consecuencias.
Isaac Falcon odia los límites.
—Ya vamos, Alana, hay cosas más importantes ahora —medio, tratando de evitar una discusión. Ella entra, luego Renata y en un milisegundo siento un beso en el cuello y un apretón en la cintura, de forma rápida hasta dejarme paralizada.
—¿Y ahora tú? ¿qué te pasa? —pregunta Renata cuando se gira —. ¿Te dio la chriripiorca?
Finjo estar bien y entro por fin a la habitación, una vez he cerrado la puerta, busco la cama para sentarme. El reloj roza la una de la madrugada y el silencio se toma la base completamente, pero la revolución dentro de mí me tiene exaltada. Lo sucedido en esa sala no sale de mi cabeza y me siento como la infiel desgraciada que soy, me siento la peor del mundo, aunque me haya separado porque es el mismo hombre con quien ya fallé.
Lo peor es que no tengo con quien hablarlo. Debo tragármelo y luchar con esto sola.
Al ya estar tranquila, le pregunto a Alana la razón para indagar por Isaac, pero su respuesta me deja sin habla, pues argumenta con una supuesta obsesión de él hacia mí, supuestamente sus ojos siempre me siguen como halcón sobre un conejo, pero en broma le replico que parezco más un águila.
«¿Falcon obsesionado conmigo? Con cogerme cuando quiera, mejor dicho»
—Tiene razón—acota Renata—. Isaac siempre está coqueteándote, ya sabes, esa mirada de Fuckboy remasterizado, mirándote todote sensualón —se mueve pasando las manos por su cuerpo como gusano y ello me hace romper en carcajadas, que parecen hacer eco en el pasillo porque la puerta está abierta. Alana me ve con mala cara y peor a Renata, pero no puedo contenerme.
Espeta muy molesta que la situación es muy seria y nosotras riéndonos, pero Ren, ofendida, le deja muy clara la situación, ella no se ríe de Fabián sino de la obsesión de Isaac y le recuerda quien fue la primera en traer el tema a colación. Alana deja clara una vez más su aversión por Isaac, pues dice que él se coje a cualquiera y tal vez me tenga en la mira, pero "Soy casada" según ella...«Tal vez no, manita, seguro con ovarios»
Finalmente, harta de su discusión sin sentido, les pido no pelear por culpa de Isaac, en busca de cambiar sus pensamientos con respecto a esto, que Falcon solo me tiene en la mira porque sabe mi intención de correrle la silla y está a la expectativa. Evito sus palabras de "eres casada" para no caer en nuevas discusiones, lo último que necesitamos es caer en un bucle sin fin de dimes y diretes con ella creyéndose en posición para decirme qué hacer. Al final podemos hablar con Marina quien nos cuenta la situación, Fabián está ileso; sin embargo, los ocupantes de la otra camioneta no, contusiones, heridas y fracturas, además del auto bastante arruinado, por ende, le tendrán retenido.
Fabi va de mal en peor y me preocupa; su gusto por el licor se ha convertido en otra cosa, roza la adicción, sacando lo peor de sí mismo, causa de nuestra separación, la transformación del hombre que amaba en una mezcla de agresividad, desconfianza e irracionalidad cuando bebe, cosa ya de todos los días. Mi cuento de hadas era similar a una obra de arte, otros la admiraban al sabernos tan unidos y felices, pero era tan delicada como el lienzo frente a una llamarada de nombre alcoholismo, consumió años de arduo trabajo pintando nuestra felicidad, por malos consejos y tragos malditos.
Nos jodimos mucho por esa causa y al decir mucho, es realmente malo. Cruzamos cualquier límite razonable, nos irrespetamos como jamás imaginé que podría pasar y esto no es cosa de él nada más, yo reaccionaba de la peor manera, porque ninguno de los dos pudo ser racional.
Nos despedimos escuetas y cada una va a su habitación, cuando estoy en mi cama luego de cambiarme, me quedo mirando el techo de nuevo con la mente a mil, con Isaac Falcon en el centro del vértice, el ojo del huracán, porque lo que pasó en la sala de entrenamiento no puede volver a suceder, no voy a caer otra vez, es tóxico para mí, solo debo recordar todo lo sucedido, cada pelea con otros por nosotros mismos, cada golpiza de él hacia quienes querían algo conmigo, cada rasguño hecho por mí a las mujeres con quienes no soportaba verlo, tan solo ello me impulsa a decir no, aunque el problema es el magnetismo hechizante de su presencia en mí, es un domador de serpientes, me arranca cualquier vestigio de sensatez dentro de mí.
Cierro los ojos con el rostro de él impreso en mi memoria, pues definitivamente, no vamos a terminar bien.
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