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Capitulo 6 (2)- Corazón de condominio


PARTE II

ISAAC


—No puedes ir a la cita, Isabella, en cuanto vean las cámaras se darán cuenta de que ese tipo te vigilaba—le digo inmediatamente con tono impositivo, a pesar de nuestros choques no la voy a poner en peligro—. ¿Hay más grabaciones, Hill? —pregunto al encargado.

—Sí, Brigadier, pero nada más relevante —me dice, retiro los auriculares y Fox también poniéndose en pie sin decir nada. Piensa en algo, sus labios se fruncen en un gesto familiar para mí, pues siempre ha hecho al estar concentrada en algún pensamiento, pero su arco de cupido definido desvía mi atención completamente. Camina a la salida sin hablar con la misma expresión.

—¡Hey Fox, te hablo! —espeto siguiéndola a través del pasillo y por las escaleras—. Isabella, ¿Me escuchaste? ¡Sofía Isabella Fox Santo Domingo!

—No me digas así, sólo mis padres me llamaban así —dice al fin deteniéndose. Su rostro se torna rojo paulatinamente por el cabreo y he ahí la razón de porqué la llamo cerecita, desde pequeña cada vez que se molesta se pone colorada como cereza, bella pero ácida.

—No vas a ir a la cita del martes, ya veremos cómo llevar a cabo la misión —le digo cuando emprende la huida hacia su oficina en donde trata de cerrarme la puerta en la cara, pero entro tras ella cerrándola. El lugar tiene concentrada su esencia que me golpea por un momento.

—Sí iré, no habrá mejor oportunidad —me replica con una expresión extraña, parece frustrada, pero también la ira mana de ella haciéndose casi tangible, como una entidad con vida propia.

—Si notan el interés de Zivo por ti en el bar no será difícil unir cabos y saldrás con las malditas piernas por delante. Sayyid no se anda con juegos; primero mata y luego pregunta —le digo tomándola del antebrazo acercándola.

—Asumo los riesgos, no me interesa, voy por ese cabrón —dice con ira burbujeante bajo sus ojos dejándome pasmado. Se zafa de mi agarre y camina frustrada de un lado al otro—. Haz tu pataleta, árate en las pestañas si quieres, pero el martes iré a capturarlo a como dé lugar.

—Te lo dije, no irás, no, no, y no. desconocemos qué descubrirán en estos dos días sobre ti —espeto acercándome a ella de nuevo—. No te voy a arriesgar por una terquedad.

—¿Cuál es tu problema, Isaac? Si alguien te oye dirá que te preocupas por mí —dice con burla.

«Nunca sabrás, la razón, cerecita»

—Eres una de mis agentes y yo no pierdo agentes jamás. Es una cuestión de orgullo —replico con dureza mirándola a los ojos, aunque yo mismo sé de mi mentira; sin embargo, jamás lo admitiré en voz alta.

—Ya... pues tú no tienes la última palabra, sino el general Volkov, él decidirá el paso a seguir —trata de pasar por mi lado, pero la tomo de los hombros y la llevo contra la pared a su espalda sin poder contener el impulso que me lleva cerca de su cuerpo, el grito físico aturdiéndome al estar con ella.

—Tarde o temprano te matarán por esa maldita desobediencia prodigiosa tuya... pero algo me suena muy mal aquí —le digo a quince centímetros de su rostro inclinándome sobre su cuerpo, además apoyo mis manos en la pared tras su cabeza—. ¿Por qué tienes tanto empeño en esto? Cualquiera vería el peligro, tú misma lo sabes, pero te aferras como si algo importante dependiera de ello ¿Qué te pasa con Sayyid?

El aroma de su perfume vuelve a invadir mi nariz encantándome con la dulzura chocándose definitivamente con la intensidad de su ser.

—Nada, Falcon, pero ¿no entiendes? ¡llevo más de un año tras La Triada!, todo este tiempo en busca de una oportunidad como esta —replica, pero el odio se asoma en su mirada e impregna sus palabras—. No voy a echarla por la borda.

—¿Y tu seguridad no te importa?

—Obviamente sí, pero yo sé cómo hago mis cosas. No te metas —espeta con la respiración agitada.

—¿Tienes idea de cuanto es una hectárea? —pregunto de repente y me mira confundida.

—Todo el mundo sabe eso, Isaac, son diez mil metros. ¿Por qué cambias el tema?

—¡Porque me importan cincuenta hectáreas de mierda tu manera de hacer las cosas! —le grito con firmeza, impositivo—. Yo doy las órdenes aquí y no vas a ir.

—¡No me grites, cabrón! —devuelve alterada—. Y ya te dije, veremos qué dice Volkov.

Se revuelve, pero sujeto sus muñecas aprisionándolas contra la pared blanca, al pegar mi cuerpo contra el suyo. Mis palabras son muy ciertas, la voy a torturar seduciéndola, no importa si me jodo a mí mismo en el proceso. Veo su cuerpo completo, como sus pechos hacen una curvatura perfecta, sus caderas una más tentadora y su cintura pequeña encantadora se ajusta a su ropa.

—¡Suéltame, carajo! —exclama, mientras trata de soltarse, finalmente lo hago manteniéndome cerca—. ¡No me toques!


—¿Y sabes que es lo más interesante de la vida salvaje, Falcon? —dice sonriendo con coquetería, cuando niego con la cabeza—. Es muy simple, no importa cuánto trates de domarla, no importa tus esfuerzos por mantenerla bajo control, intentar suprimirla, el instinto nunca muere, Isaac, tenlo presente. La fiera no pierde su naturaleza... mi instinto de libertad nunca se irá.

«Mierda ¿Por qué me excita tanto esta mujer?»

Sin poder controlar mis instintos más bajos, pego mi boca a la suya casi como un acto inconsciente y contra todo pronóstico, contra su maldito brío incontenible, me besa ávida de más, mis manos se posan en su cintura con un apretón posesivo mientras ambos, como los dominantes que somos desde siempre, peleamos por el control del beso. Mis manos se deslizan por sus curvas pronunciadas como miel y pronto acuno su trasero, para atraer ese hechizo de cuerpo candente al mío, con ello aumenta la temperatura entre ambos, pero de repente me empuja con gesto coqueto como si hubiese logrado su cometido, pero la puerta se abre intempestivamente.

—Isabella ¿Estás...? —Mazzeo queda paralizado, pues no logramos separarnos los suficiente para no ser vistos en el momento de abrir la puerta—. Oh, lo siento... si quieres vuelvo más tarde, venía a decirte... esto, lo agentes están reunidos, pero regreso luego. También iba a buscarlo, Falcon.

Su incomodidad se nota a kilómetros de distancia.

—¡No! Vamos de una vez, no hacía nada importante como para dejar a un lado eso —dice Isabella al pasar por mi lado como tromba marina pisándome a propósito.

—¿No tenías más por dónde pasar, carajo? ¡tienes el pie pesado, mierda! —le reclamo siguiéndolos.

—No te quejes, ¿Quién te manda a estar tan cerca de mí? —me responde. Parecemos dos críos en plena adolescencia, pero es lo que conocemos, de repente se nos bota la canica y parecemos pendejos. Caminamos hasta las escaleras bajándolas y cruzamos entre edificios, hay varios de estos, de no más de cinco pisos a excepción del médico el cual tiene la vara de esculapio (2)* sobre la entrada y es más robusto ancho y alto a comparación de los demás, pero también tiene sub suelos en donde se desarrollan las actividades de investigación química.

Llegamos a uno de los coliseos, donde agentes nos esperan. Tienen placas de F-B por Foxtrot-Bull y la mayoría son Tenientes Brigadier, vestidos todos con el uniforme de entrenamiento, una vez nos notan, saludan adecuadamente con su postura recta y manos en la espalda.

Mazzeo saluda a todo el escuadrón, ellos le responden enérgicos con un "buenas tardes Brigadier", entonces él procede a explicarles el motivo de la reunión, se les asignará la misión de vigilar las inmediaciones del establecimiento de Sayyid, pero antes todos deben pasar por el departamento de caracterización, por ende, nos metemos en la elección de papeles. La idea es ponerlos de forma estratégica, pues debemos enviar al alguien al corazón de todo, porque si no infiltramos de forma sútil, podrán avisarle.

Siempre quise llevar el caso, pero se lo asignaron a Isabella una vez el CEPI no tuvo resultados individualmente, dándoselo a quien tiene experiencia en el campo del tráfico, pero no pude hacer parte antes, menos aún con mi traslado a Colombia bajo parte del acuerdo de noche de pasión. Estoy concentrado, ensimismado, y no siento el móvil sonar hasta que Isabella me sacude sutilmente... pudo arrancarme el puto brazo, diciéndome "me distrae, contesta, tal vez sea tu novia", mientras reacomoda su moño ajustado, este deja al descubierto su marca de nacimiento en forma de luna menguante en la base de su nuca.

No le contesto, pues al ver la pantalla todo lo se esfuma de mi mente, cambiándose por una bruma espera de fastidio, es mi padre, a quien le contesto con un escueto ¿qué quieres?, ganándome la atención de todos ante mi tono mordaz.

—¿Así saludas a tu padre? —se burla Theodore al otro lado cuando me alejo fuera del coliseo bajo el sol de nuevo—. ¿Cómo va la misión?

—Mierda, ni siquiera en el culo del mundo me puedo librar de ti... no debí activar el roaming —contesto alejándome bajo la mirada de Fox como si tratara de entender.

—Mira, muchachito del demonio, cuida tus palabras y créeme, tampoco me produce placer hablar contigo —comienza y cambia la entonación en su tono de voz, de una burla sarcástica a una clara amenaza palpable—. Sólo te llamo para advertirte una cosa: deja de meter tu puta nariz entrometida en lo que no te importa.

—¿Disculpa? —pregunto y aprieto mis sienes entre mi pulgar y dedo medio con una punzada que últimamente me ha dado problemas—. ¿Estás fumando marimba otra vez?

Una vez más, me recuerda que no me importan los escuadrones fuera del mío, ordenándome mantenerme callado, pues en boca cerrada no entran moscas, ordenándome no meterme en asuntos de otros o mi madre enterrará a uno de sus hijos y dice no convenirle mi muerte por "no hacer tanto papeleo". Entonces me cuelga sin dejarme replicar, «¿Qué putas está pasando realmente en el Consorcio Praetor?»

—¿Todo bien, Isaac? —la voz de Isabella me saca del trance—. ¿Falcon?

—¡¿Qué?! —gruño de vuelta.

—Tu expresión, es como si hubieras visto al fantasma de Canterville, ¿Qué te dijeron? ¿fue sobre tu madre? —pregunta ella al poner una mano sobre mi hombro—. ¿Laura está bien?

—Sí, no era mi madre y no escarbes en donde no te corresponde —espeto agresivo.

—Eso se gana uno por preocuparse —se da la vuelta para volver junto a Mazzeo quien parece babear litros de saliva junto a ella y no me gusta para nada esa actitud por parte de él.

Me marcho sin decirles nada, eso fue demasiado rápido, la información se filtró con la facilidad del agua por un colador, dejándome en un limbo oscuro y sin luz entrante, e igualmente un agujero negro tenebroso de donde no emergerá nada bueno, preguntándome ¿Por qué Theodore se enteró de lo sucedido? ¿por qué sucede en primer lugar? Las salidas, las actitudes extrañas, los movimientos de los chips, todo parece confabularse para enredar a mi mente en un laberinto sin salidas aparentes. No sé si continuar en la investigación, una punzada inquietante me llega al pensar en ello, pero otra cosa me induce a destapar a las manzanas podridas quienes enlodan el nombre de una organización en donde la mayoría ama su trabajo y lo hace con devoción sin trampa, ni oscuridad.

No es el Consorcio Praetor, la organización no es mala, son agentes corruptos. Me atrevería a decir con seguridad que el 90% son limpios, pero siempre hay personas dispuestas a joder años de trabajo.

Me voy a mi habitación echándome sobre la cama para descansar los músculos, pues nunca habían estado más tensionados. Michael tiene razón, permitir a las cosas me afectarme de más no es bueno para mí, podría tener un ataque-recaída si me permito estresarme de forma extrema, aunque he aprendido a controlarlos, por ello hago mis respiraciones de meditación sentándome en el suelo en posición de loto, inhalo y exhalo para alejar mi mente concentrándome en algo abstracto.

Pasa una hora en ello en donde siento cada respiración relajante, cada latido de mi corazón, sumergiéndome en la paz inexistente dentro de mi propio mundo desastroso. Me gusta hacer esto, es desconectarme de mi realidad, sentir tranquilidad en medio de la guerra, pero pocos son los momentos en donde logro hacerlo. Abro los ojos paseándolos por la habitación, todo está perfectamente ordenado, la cama tendida, los objetos en su lugar y cada cosa en donde debe, pues empiezo a sentir desespero si no están de esa forma.

De pronto una voz conocida se oye al otro lado de la puerta, para luego dar dos golpecitos.

—¿Brigadier Falcon? —murmura Karen.

—¿Qué sucede? ¿qué quieres? —espeto cortante. Entra y deja el aroma de su perfume amaderado por donde pasa.

—¿Cómo estás?

—Bien... ¿Pasa algo? —digo al cerrar la puerta pronto, asegurándome de no haber sido visto—. No es conveniente venir en el día ¿Qué parte no entiendes?

—Lo sé, pero quería saber si puedo usar tu móvil para llamar a mi padre, quiero saber cómo está mi hijo —murmura.

—No vienes a eso, mentirosa, en casa es de madrugada —sonríe coqueta ante mi comentario y me besa sin aviso, fogosa, directa a su deseo, tomándome por sorpresa. Reacciono al pasar las manos por los costados de su cuerpo, recordándome a mi momento candente con Fox; sin embargo, con Karen no logro sentir ni un 10% en comparación con la pelirroja.

Tira de mi camiseta y acaricia mis abdominales en cuanto la saca, yo tomo sus muslos trepándola en mi cintura desnuda para recostar su espalda contra la pared, dándole besos en su cuello, sintiendo a sus manos acunar mi cabeza.

—Entiendes muy bien el porqué estoy aquí —gime mordiéndose los labios.

—Conmigo puedes decir lo que quieres sin excusas pedorras —beso sus labios; porque quiero distraerme, su visita al final si me gustó. La dejo sobre sus piernas y pronto quito su camiseta, pero León habla al dar golpes en la puerta deteniéndonos.

Se encierra en el baño para yo dejar pasar a León quien entra enfurecido comentándome sobre la decisión de Theodore de "incluirlo en el operativo"; sin embargo, le dejo clara la realidad: Soy yo el único que puede decidir quién va y quién no, pero su ira se detona aún más al escuchar cómo cae algo en el baño y él nota la estela dejada por el perfume amaderado de Karen, porque sí, hasta eso le tiene controlado el muy maldito obsesivo. Pregunta directo si es ella quien está allí; sin embargo, lo niego, con el argumento de que no me meto con Karen.

—Nunca dije que te metieras con Karen, porque eso sería ridículo ¿No? Además de muy malo para ti, Isaac, no me vas a quitar otra cosa, no a ella... pero como sea —en su voz hay una clara amenaza, pero me la paso por el arco del triunfo.

—¿Qué fue lo que te quité? —respondo llegando al límite de mi paciencia—. No seas ridículo

—¿Por qué siempre te interpones en lo que quiero, hermanito? —su tono cambia de repente a uno tierno—. No te cuesta a nada, Isaaccito

—¡¿Cómo me llamaste?! —replico ya al tope tomándola por la solapa de la camisa—. Escúchame bien, imbécil, si quieres estar en el maldito operativo de las pelotas, Volkov debe ordenarlo, mientras tanto, te quedas aquí y haz lo que te nazca del culo si no te gusta mi decisión.

—¿Qué es eso? —pregunta cuando lo suelto y señala una esquina donde hay una manta cubriendo mi secreto mejor guardado, de saberse, mi carrera podría correr peligro inminente.

—No te importa, lárgate ya —finalmente logro sacarlo azotando la puerta y poniendo pestillo cuando escucho su grito maldiciéndome. Karen sale del baño en cuanto le confirmo si puede.

—¿Continuamos o se asustó con lo que dijo su hermano mayor, Brigadier Falcon? —juega arqueando una de sus cejas con esa coquetería enloquecedora.

—Ven aquí a ver si estoy asustado, culicagada... —la asalto con un beso en su boca fina para continuar en la tarea, le arranco la ropa y la meto en la cama para desahogar todo el estrés de la situación, me pongo un preservativo y pongo una mano sobre su boca, evito así el sonido alto de sus gemidos imaginándome a otra mujer aferrada a mi mente sin darme opciones. Finalmente acabamos y nos quedamos en la cama toda la tarde, con ella sobre mi pecho hablándome sobre su hijo de tan solo dos años en Colombia a cargo de su abuelo. La escucho, pero no me muestro muy interesado.

Isabella aparece al dar las siete de la noche, hace drama por dejarla sola en el trabajo e intenta meter la cabezota para espiarme, pero la envío fuera, por eso se va en medio de refunfuños, mientras me llama "animal imbécil del monte" Karen y yo salimos al comedor cuando no hay nadie por el pasillo, entonces al estar ahí tomamos bandejas para llevar los alimentos no son muy surtidos, pero suficientes.

El lugar se llena paulatinamente, hasta la llegada de Isabella seguida de Colson, Renata y Alana, no puedes obviar su presencia, no pasa inadvertida, empezando con su pelo rojo, luego con su cuerpo y al final con su forma elegante de moverse, hábil, elegante y silenciosa como una cobra a través del desierto, por ello se roba miradas de los agentes quienes giran las cabezas como en el exorcista para detallarla, encendiendo en mí la misma flama de celos ya antes conocida y en un segundo, vuelvo a ser el Isaac adolescente masacrándoles la cara a quienes la tocaban.

Pasamos alrededor de una hora en medio del bullicio del lugar, las hileras de las mesas están organizadas de forma lineal una junto a la otra, llenan el sitio, iluminados con distintos bombillos LED encendidos pues la noche ha caído y afuera todo está oscuro, las luces de la base son lo único que entra por las paredes de cristal a la izquierda. Sara trata de llamar mi atención y sé que me habla, pero por mirar a Isabella no tengo idea de sus palabras, pero se para en la raya y pregunta si le estoy escuchando con el ceño fruncido, porque Horus le estuvo dejando mensajes amenazantes en la sala de comunicaciones, deja "recados" a los encargados y dice cosas horribles. Su voz se quiebra, baja la mirada y derrama una lágrima, no es para menos, en sus malditas amenazas menciona que va a quemarle con ácido y si no vuelvo con él le mata «Cabrón maldito, le voy a cortar las pelotas»

A pesar de mi dureza, me mueve su tono aterrado, además de las lágrimas derramadas por los ojos más dulces que alguna vez he visto, los de Sara, solo hacen encender el fuego de mi ira contra Horus. Efectivamente solo es mi ex, pero no puedo decir del todo "No me importa" porque sí lo hace, por ello le digo que no se preocupe, yo me encargaré de una vez por todas. Asiente, se concentra en comer y trato de hacer lo mismo, pero Karen acaricia mi pierna con la suya bajo la mesa, interrumpiéndome a cada rato. Acompaño a Sara hasta las barracas porque a veces le entra la necesidad de sentirme acompañada; no obstante, mi compañía es peor.

Estoy roto y no quiero cortarla con mis pedazos filosos.

Acompaño a Sara luego al terminar de comer a las barracas donde duerme y me despido de ella cuando me da un beso robado, aunque no hago nada por evitarlo, para dar media vuelta e irme, cuando veo a Isabella, camina bajo la noche estrellada abrazándose, no parece tener rumbo y el viento revuelve su pelo suelto como una bola de fuego sin control, mientras me concentro en como cada hebra es incontrolable igual a su dueña. Llega un punto en donde se detiene, mira hacia arriba y parece suspirar, aunque no se da cuenta de mi presencia.

—Un suspiro es aire que nos sobra por alguien que nos falta, o al menos eso dicen —murmuro a su espalda, entonces se gira para déjame ver una lágrima furtiva libre por su rostro—, y tú pareces suspirar muy a menudo.

—Sabes quién me falta, Falcon, para ti no es un secreto. No olvides nuestras confidencias.

—Jamás las olvidaría, Fox, sabes porqué —murmuro con las manos en los bolsillos, pero sin quitarle la mirada de esos ojos tramposos; sin embargo, al ver otra lágrima correr no puedo evitar extender mi mano para quitarla de ahí, no me gusta verlas.

—¿No extrañas esos tiempos?

—A veces, pero tú y yo perdimos tanto en esa época que es mejor no pensar en eso —susurro en tono seco, el mal sabor de boca de un treinta de agosto hace más de diez años me llena de nuevo. La primera vez que sentí una decepción digna de joderme como nada más—. Deberías descansar, vienen días pesados.

—Los fantasmas no me dejan.

—¿Sabes cuál es la mejor forma de hacerle frente a ecos del pasado? Invocar a los demonios del presente para que acaben con esa cuenta pendiente —digo en el mismo tono distante, pero con firmeza—, porque tu presente es más que la suma de tus miedos.

—¿Eso haces tú?

—Cada día y cada noche, Fox, son casi permanentes, pero he sabido cómo controlarlos, ponerles un yunque para ahogarlos —contesto con pesadez—, deberías hacer lo mismo. Eres muy inteligente para hacerlo con habilidad.

—No tanto como para no dejarme quitar el escuadrón.

—Isabella, si ahora tengo el mando del escuadrón no es porque te falte sagacidad e inteligencia, sino por un error humano, pero el poder lo tenemos ambos, Volkov no lo sabe, pero compartiré contigo el señorío del Alfa-Escorpio.

No la dejo responder y me voy, he dejado salir más de lo conveniente. Entre Fox, las desapariciones, Sayyid con su mercancía y mis relaciones con Sara y Karen me van a volver loco, pero ya estoy aquí, no hay vuelta atrás, debo enfrentarlo todo.

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(1)* El delta luminoso u ojo que todo lo ve, es un ojo dentro de un triángulo equilátero, para los asirios y los babilonios el Ojo que todo lo ve, adaptado a sus culturas, fue considerado como un símbolo de protección divina. Los judíos y los cristianos también lo hicieron suyo para representar a Yahvé o a Dios, y más concretamente su omnipotencia y su omnisciencia. Con el paso del tiempo, y el nacimiento de la Masonería en Europa, en el siglo XVIII, el ojo fue adoptado por las diferentes logias, enmarcándolo en un triángulo equilátero, para simbolizar al Gran Arquitecto del Universo.

(2)* La Vara de Esculapio es el símbolo de la medicina, dos serpientes enredadas alrededor de una vara que en la parte superior tiene un par de alas sobre la cabeza de las serpientes.

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