Capítulo 6(1)- Corazón de condominio
CAPÍTULO 6
Corazón de condominio
"La peor forma que encontrarás de extrañar a alguien es estar sentado a su lado y saber que nunca lo podrás tener"
Gabriel García Márquez
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ISAAC FALCON SALVADOR
El sonido de la alarma me despierta de un tirón, dejándome desorientado por unos momentos. La claridad entra sin piedad por el velo delicado en la ventana tras la cortina, olvidé cerrarla anoche e inmediatamente me doy cuenta del cuerpo acurrucado contra el mío, sorprendiéndome al ver a Karen.
Exclamo una maldición y me siento de un solo movimiento despertándola, salgo de la cama para buscar mi bóxer, mientras veo el reloj, en este las manecillas marcan las seis de la mañana y ya toda actividad en la base ha iniciado, por ende, es fácil verla salir. Al terminar ayer con el asunto del operativo, quedé más caliente que antorcha de los juegos olímpicos, como consecuencia de mi propio jueguito con Fox, y de regreso a mi habitación me encontré con Karen...
Murmura algo inentendible incorporándose en busca también de su ropa. Debemos irnos ya, le ayudo pasándole el sujetador a mis pies, mientras le pido tener la mayor cautela, ya tengo una relación de mierda con León y no necesito empeorarla porque al final lo voy a matar con mis propias manos, aunque , pero soy un cabrón, de eso no me avergüenzo, la razón de no hacerlo público es que ella no quiere y yo le respeto la opinión.
Ningún hombre que se respete habla en público de la intimidad de una mujer.
, es un peligro potencial andante; no obstante, no soy un pintado en la pared, tengo más poder en comparación de León, pero es Stacey quien queda en la mitad, pues ese maldito sabe perfectamente cómo podría joderme, yo no me voy a dejar y empezará una guerra, aunque yo tenga siempre las de ganar.
—¿Qué parte de vete antes del amanecer aún no te queda clara? —ladro, mientras le termino de pasar su ropa.
—¡Eres un patán sin Dios ni ley! —responde indignada y se enoja con sus mofletes rojos en medio de un murmullo sobre porqué no acabamos esto; sin embargo, no sé qué carajos tiene la condenada, pero no puedo negarme a ella.
—No hagas pataletas, Karen, no tengo el genio para eso —exclamo—, desde el inicio marcamos cómo sería esto, ¿lo olvidas? Además ¿qué esperas de mí?
—Algo de consideración, o al menos no tanta grosería de tu parte.
—No quiero a León jodiéndome la existencia, porque ocurrirá una tragedia y tendrás que llorarlo en una puta tumba... —reitero con firmeza—, no debo tratarte así, lo siento, si fuera más temprano te invitaría una ducha.
—Pues me la debe, Brigadier Falcon.
—Siempre pago mis deudas, Cadete Gonzales.
No quiero pasarme de atarbán, la respeto y no la trato como si fuera una prostituta, pero solo es algo carnal, avivado por lo prohibido de nuestra relación, porque las ganas vencen a la razón en ocasiones.
Entro al baño para abrir la llave de la ducha llenándolo de vapor y entro acelerado, mientras mi cabeza explota de cosas por hacer, con el agua caliente dándole relajación a mis músculos tensionados, pero pronto salgo y envuelvo mis caderas en una toalla para limpiar el espejo, e incluso retoco mi barba rubia castaña con la máquina. Luego me peino antes de ponerme el uniforme de entrenamiento y tomar mi arma de dotación. Finalmente salgo apresurado sin olvidar mi móvil para buscar señal fuera y hago una llamada capaz de alegrar mi día, mientras siento el hachazo del sol indolente en mi rostro.
Por fortuna, el Consorcio permite a ciertos oficiales tenerlos y por ello puedo estar al pendiente de mi madre. Pronto la voz dulce de mi hermanita menor llega, la Pelusa le digo, pues al nacer tenía un delgado cabello y solo parecía eso, una pelusa rubia. Se alegra de escucharme y le pregunto cómo están ambas, ella me cuenta que ayuda mucho a mamá, luego ella indaga si voy bien con papá, pero solo puedo pesar en decirle como siempre, la misma mierda; sin embargo, Stacey ve a papá como un santo, para él, la Pelusa es su princesa, por ende, prefiero no dañar su inocencia, sobre todo si él mismo me amenaza con joderla a ella aprovechándose de su confianza. Pronto pregunto sobre el tratamiento de mamá, pero no hay noticias alentadoras.
Pronto necesitará un trasplante; no obstante, el problema es el mismo de siempre: nadie es compatible, excepto Theodore, aunque él no cuenta pues se ha negado a donar, no por los riesgos, no por asumir alguna complicación, sino porque le importa una mierda, si mamá muere para él mejor, ganará simpatía y quedará como el viudo desolado. Ella no lo sabe, su depresión aumentaría de saber que su esposo pudiendo donar no lo hace.
La única otra opción es un donador externo; sin embargo, las listas de espera son eternas, realidad cada vez más preocupante en todo el mundo, pues la oferta de donadores es mucho menor a la demanda de pacientes necesitados de un trasplante de cualquier tipo, por ello pacientes como mi madre deben esperar por largos periodos de tiempo, algunos no llegan vivos hasta el final. De esa manera empieza el tráfico de órganos, un intento exasperado por garantizar la vida del ser amado aunque eso implique ensuciarse las manos... lo he pensado, pero el trasplante de mamá es de médula ósea, es más complejo trasportarla por una red ilícita.
Rápido pasa al teléfono ella, una de las razones de mi vida, quien pregunta cómo va todo y me cuenta su estado de salud, en sus propias palabras "morirá pronto", pero me encargo de decirle una vez más que así deba quemar el puto mundo, ella estará bien por mucho tiempo. Finalmente debo irme, no tengo mucho tiempo, pero le prometo volver lo más rápido posible y ella con su tono maternal me promete hacerme mi plato colombiano favorito, el ajiaco santafereño. Antes de colgar trato de animarla; sin embargo, está resignada ante la sombra de la muerte y solo me hace prometer que cuidaré a Pelusa y a papá.
«A ese último se lo puede tratar el diablo, si lo mato un día, le saco la médula ósea como sea»
Me paso la mano por el pelo húmedo con los ojos encendidos en ardor como el mismo sol sobre mi cabeza y la garganta con un nudo, el mismo siempre aparece al hablar con mi madre, mi hermosa madrecita. De repente, el impulso de salirme de los Praetor para estar con ella llega de golpe, pero el seguro militar cubre el tratamiento y aunque yo mismo podría pagarlo sin dificultad, en este momento estoy dándole otras alternativas para hacerla sentir cómoda y eso es costoso, por ello la ayuda nunca sobra, pero incluso con eso mis ganas de desertar a este ejército aumentan al saber todo lo investigado en secreto por mí, eso deja una estela de incertidumbre en mi mente, con cabos sueltos sin final.
Mi alma se siente incinerada en cada ocasión que hablo con ella, he buscado tratamientos alternos, pagándolos de mi bolsillo; sin embargo, la verdad no sé si mejora, pero lo estoy intentando y lo seguiré haciendo hasta el fin de mis días. No puedo flaquear porque si fallo en el intento, al menos sabré que lo intenté todo para tenerla el mayor tiempo posible a mi lado.
«¿Qué haré cuando mi madre muera?» pienso en una pregunta de mi mente atormentada por la sombra de la muerte inminente de la mujer más importante en mi puta vida.
Suspiro y tomo camino, mientras trato de sacar el tema de mi mente, pero noto a un grupo de soldados donde vienen algunos a quienes pillé en medio de una entrada clandestina anoche. Atravesaba la base hacia mi habitación antes de encontrar a Karen cuando vi un grupo de hombres y mujeres entrar por la puerta sur bajo la más absoluta discreción, le hacían señas a los guardias de la puerta y parecían querer deslizarse diestramente a través de las sombras para no ser vistos, mientras seguían el patrón de varios grupos quienes desaparecen aleatoriamente, al parecer.
—Ey, ustedes —silbo llamando su atención pues pasan cerca, mirándose entre ellos—. Sí, ustedes, ¿Cuáles son sus nombres? ¿a qué escuadrón pertenecen?
—Mike Rossi, Echo-Rhino del C.A.C.T, Brigadier, ¿Por qué? —responde uno en tono desafiante, sus ojos marrones duros parecen casi negros y en su placa de identificación dice Teniente. Su posición corporal desprende irreverencia y su mirada no puede ser más despectiva.
—¿Por qué contraterrorismo entraba clandestinamente esta madrugada? —digo cruzado de brazos sin poder contener el aluvión de interrogantes acumulados en mi garganta—. Más aun, sin dejar el registro.
—No sabemos de qué habla, Brigadier, ¿O sí? —dice arrogante el tal Mike, ha tomado el papel de vocero, pues nadie más se atreve a abrir la boca, solo asienten dándole razón—. De igual forma, ¿Por qué nos interroga si no es nuestro jefe directo?
—Sólo pregunto sobre su comportamiento extraño ¿A qué salen? ¿por qué no dejan registro en las puertas? ¡Ni las malditas huellas, el escáner retinal o registro fotográfico! ¡Nada! Ayer yo mismo revisé.
—No sé de qué habla, ya le dije... y con permiso, nuestro verdadero Brigadier nos convoca —con la misma arrogancia se da la vuelta seguido de los demás, dejándome con la palabra en la boca, «Ese cabrón tiene un par de pelotas tan grandes como el Camp Nou o está más protegido que el presidente de Estados Unidos y lo sabe», pienso, pero a mí nadie me hace eso, por ello lo persigo hasta hacerle una llave al cuello desde atrás asfixiándolo.
—Ten cuidado como me hablas, muchachito nalgas meadas —gruño dejándolo sin aire ante la atenta mirada de sus coleguitas quienes no son capaces de hacer nada más—, no soy el tipo de hombre al que quieres tener de enemigo. Si me faltas el respeto de nuevo, será la última, ¿Entiendes?
—Sí... señor —dice apenas pues lo estrangulo cada vez más, pero lo suelto antes de dejarlo inconsciente, entonces cae al suelo, mientras tose.
—¡¿Alguien tiene algo para decir?!
Ninguno responde, solo toman a lo restante de su amigo y se lo llevan.
Todos ellos pasan a ser parte de la lista negra, reservada para quienes parecen estar hasta la frente del lodo podrido que hiede a kilómetros de distancia. Así como ellos, he notado la desaparición sistemática de agentes por periodos de tiempo, en donde los chips de rastreo incrustados en la base de nuestra nuca son desactivados desde la sala de control y vuelven a emitir señales horas después, pero nadie quiere abrir la boca, lo único seguro es que Theodore está untado sin remedio, pues su usuario tiene entradas extrañas.
Soy experto en armamento y tecnología militar, puedo hackear casi cualquier dispositivo electrónico, por ello me es fácil entrar en su sistema remotamente a través de mecanismos que actúan camuflando la dirección IP reescribiéndola continuamente, así como la respectiva ubicación del servidor, este cambia cada cierta cantidad de tiempo y sus actividades dejan un asqueroso sabor de boca. Él es uno de los agentes más condecorados y respetados de toda una generación del Consorcio Praetor, pero le daré en el orgullo al empujarle por el abismo de la deshonra más dolorosa por perder años de una construcción corrupta.
Me encamino en busca de cafeína con otras mil cosas en la cabeza, entre ellas, Isabella, a quien no veo por aquí. La situación con esa potra salvaje se me puede salir de las manos fácilmente, pues tiene un brío impresionante capaz de arrastrar por sí solo a cualquier persona, pero no me voy a dejar de ella.
Llego al comedor y está repleto, pero todos están concentrados en las pantallas de TV, siguiendo una noticia "Thomás Deveraux próximo presidente de los Estados Unidos de Norte América" dice una pancarta en las manos de personas en la trasmisión. El nombrado es candidato además de un famoso empresario estrella de la farándula, quien ha ganado simpatía por sus acciones comunitarias y campañas en contra de actos violentos o discriminatorios.
Las cinco pantallas gigantes, una por cada pared adaptándose a la forma de pentágono, sintonizan el mismo canal, en donde se muestra la sede de campaña en Nevada. Deveraux es un hombre de cuarenta y ocho años, rubio de ojos verdes y alta estatura, quien aspira al cargo más importante, tiene como principal tema, la defensa de inmigrantes en el país para legalizar su estado migratorio. Los Praetor como organización lo apoya públicamente, pero yo aún me guardo mis opiniones. Avanzo, mientras disfruto de la ausencia del ruido en forma de murmullo, pero algo interrumpe la paz.
—¡Isaac! —escucho un alarido perforando el aire y un cuerpo se estrecha contra el mío haciéndome perder el equilibrio, hasta aterrizar de culo en el suelo con Sara encima—. ¿Cómo estás?
Somos el centro de todas las miradas justo al pasar Isabella pasa junto a mí, mirándome con la burla en sus ojos avellana.
—Adiosito, Brigadier en jefe —se ríe junto con Renata quien se tapa la boca, mientras trata, sin éxito, de retener una carcajada—. ¿De cuánto era el billete? hasta el suelo fuiste a dar, Falcon.
Con la misma risita se aleja hasta la barra.
—¡Cállate, Fox! —grito y aparto a Sara con delicadeza—. Y tú, no grites, parece que no me hubieras visto en un lustro, me golpeé la espalda —espeto poniéndome en pie, así como tomo sus manos para ayudarle; sin embargo, con el genio ya dañado desde temprano.
—Anoche te busqué ¿Dónde te metiste? Quería hablar contigo —susurra; a veces escapa de Horus asegurándose en mi habitación y aunque pasamos dos años juntos, es como si yo no hubiera estado, solo era costumbre, por eso siento que le debo por lo menos tratarla bien.
Se da media vuelta y se marcha cabizbaja, haciéndome patear el suelo con mi bota frustrado, no quiero entristecerla más.
—¿Y esa cara, gato fiero? —pregunta Michael acercándose, sacándome un suspiro de molestia. Su pelo se enrula en crespos definidos y sus ojos azules se burlan de mí—. ¿Quién ha cometido el delito de no darte cafeína?
—No empieces, cabrón, ya me está dando migraña —respondo, mientras acomodo mi ropa.
—Uy, uy, no le digas cabrón a quien te guarda secretos —murmura en bajo con una sonrisa, asegurándose de que no haya nadie quien escuche.
—No me gusta mencionar el tema de mis cicatrices, Michael, lo sabes, no me hables de eso —digo cruzado de brazos.
—No hablo de tus cicatrices, wey... hablo de Karen saliendo a las seis de la mañana de tu dormitorio —susurra—. ¿Desde cuándo te la coges?
«Lo sabía, alguien la iba a ver»
—No lo repitas —replico inmediatamente—. ¿Sabes si alguien más la vio?
—Sólo Gerard y yo, creo, íbamos juntos, pero no había nadie más en el pasillo según vi y no me cambies el tema —su repentina seriedad me confirma lo ya sabido, mi aventura traerá más problemas que beneficios—. León enloquecerá si se entera y significa algo muy jodido.
—Lo sé, pero no puedo evitarlo... la carajita de Karen tiene algo que no puedo soltar —murmuro al verla, quien viene en la entrada con su pelo recogido como indican las normas, de inmediato León aparece tras ella como un chicle haciéndome torcer los ojos al acerarse ambos, y me escabullo a buscar un café cargado, pero a mi regreso, ellos están esperándome para saludarme. León empieza a babear por ella como es lo usual; sin embargo, a Karen no tanto, en cambio, me pregunta mi opinión sobre el candidato.
Le respondo lo más crudo posible: es como todos, promete el cielo y la tierra para luego sacar el culo. Ella sonríe de forma encantadora y al regresar Sara le doy un beso en la mejilla a modo de disculpa, tampoco me gusta verla mal, pero la tranquilidad dura poco, León mete la cucharada al preguntar cómo me va con Fox, llamándole despectivamente, "esa mujercita te traerá problemas" y eso es suficiente para detonar mi ira.
Por muy mal que nos llevemos actualmente, nadie insulta a Isabella Fox delante de mí y tampoco la toca.
—En primer lugar, no le digas "Mujercita" ha alcanzado mucho más que tú con menos edad, es de las mejores agentes como para reducirla a eso —salto enfurecido—. En segundo lugar, no me digas cómo hacer mi trabajo.
—Eres un grosero irrespetuoso —exclama en tono alto para ser el centro de atención como siempre—. Tengo derecho, soy mayor que tú. Yo debería dirigir el Delta-Lion.
Suelto una carcajada agresiva, mientras niego con la cabeza.
—Si fueras eficiente, ya tendrías el mando de algún escuadrón, inútil —espeto de vuelta, al hablarme me dan ganas de partirle la cara por todo lo que me ha hecho—. Pero como eres un mediocre, no has subido de puesto y recuerda la verdad: tu ascenso a Capitán fue gracias a la estrategia de inteligencia robada descaradamente de mi PC, ¡No me jodas!
Karen salta a preguntar sobre eso y sin pelos en la lengua me lanzo a explicarle... León siempre actúa como oveja blanca cerca de ella, para ocultar su verdadera cara. Le cuento cómo él metió a mi oficina y registró todo, las planeaciones, lo que había estructurado por meses para hacer inteligencia con Policía Infiltrada y Contraterrorismo porque entró a mi computador y se lo llevó para después de meter un virus con ello logró hacerme perder los datos no solo de eso, sino lo demás, y no tuvo reverso por más intentos realizados, los archivos recuperados solo tenían el nombre, pero no abrían. Luego lo presentó como propio, Theodore nunca creyó en autoría, y gracias al éxito rotundo del operativo, ascendió a Capitán.
Mike interviene en busca de calmarme, no es bueno para mí alterarme y me lo dice claramente, pues siempre se preocupa por mí, el amigo cascarrabias, pero ¿cómo no? León salta con una burla, básicamente se ríe al decir que si me dará un infarto al corazón y diciéndome "nenita"
—Cierra la maldita boca ya —sentencio señalándolo—. Me arruinas el café.
—Te voy a arruinar la cara de niño bonito tuya si sigues creyéndote superior a mí —responde enfurecido y toma a Karen por un brazo, dejándome pasmado al ponerla en pie por la fuerza. Se parece tanto a Theodore con su pelo castaño a ras, su nariz aguileña y sus ojos grises turbios como aguas contaminadas, que la ira dentro de mí se enciende mucho más fácil, más al imponerle que se van.
Ella se retuerce, al mostrar finalmente un lado desconocido.
Karen le exige soltarla. Físicamente parece mayor, tiene curvas finas ajustadas a su uniforme y su piel morena es sumamente atrayente, pero tiene veintiún añitos, frente a León con treinta y cuatro.
Le exijo que la suelte al ponerme en pie en una amenaza clara para quien dice ser mi hermano y solo es un traidor en todo el sentido de la palabra, le advierto en palabras claras que le abriré la puta cabeza contra la punta de la mesa, y como no parece querer soltarla me voy sobre él con todas las ganas de cumplir mi promesa, hasta la intervención de Gerard quien llega para apaciguar las aguas, es mi otro mejor amigo, Teniente Brigadier del Delta-Lion y con firmeza quita la mano atrevida de León, y así libera a Karen.
—Dan un espectáculo lamentable ustedes dos —murmura con seriedad en sus facciones asiáticas.
De pronto, noto a la mayoría de los agentes mirándonos fijamente, la maldita red de chismorreo en su máxima expresión. Ger le pregunta a Karen si está bien y ella le agradece, preguntándose qué le pasa a León, pronto le respondo con la verdad: es un perfecto hijo de puta, eso le pasa. Tomo mi café para marcharme al fin, no sin antes advertirle que él está obsesionado y es capaz de cualquier cosa. Salgo del comedor para estar solo, cuando estoy atareado me fastidia la compañía. Pasan algunas horas en los que voy a solicitar todos los expedientes del Alfa-Escorpio, el Delta-Lion y el Foxtrot-Bull para revisar cada uno hasta la llegada de alguien a la sala audiovisual donde me acomodé.
—Brigadier Falcon, buenas tardes —murmura un chico al entrar—. M. Hill, señor.
—Mayor —respondo y levanto la vista del expediente en mis manos—. ¿Qué ocurre?
—Me dijeron que estaba aquí, acabábamos de grabar dos llamadas de Abdul Sayyid, es mejor si las escucha en persona —contesta—. Igual busco a la Brigadier Fox.
—¿Qué tan importante?
—Mucho, relacionado con la misión del martes.
—Vamos entonces —caminamos juntos hasta la sala de control en donde convocamos a Isabella por el sistema de altavoces desde la sala de control y pronto aparece en camino al edificio.
Pierdo mi mirada en su figura aun en la distancia, su pelo recogido brilla bajo el sol como fuego líquido con el tono usado desde los quince años, mientras camina para acudir al llamado. Tenerla cerca es como sentir vientos huracanados de una tormenta tropical, mueve mis cimientos como nadie, causa una maldita necesidad intrínseca de tenerla a como dé lugar, pues ella es Físicamente Isabella es como una mujer bonita colombiana, pero es mi único tipo, como si fuera una deidad fascinante del inframundo, porque en el cielo no pueden hacer algo tan tentadoramente adictivo, venida a la tierra para impulsar a los mortales como yo a pecar sin remordimiento, pero es su esencia, su ser, la forma en que mira te hace caer rendido, logra un jaque mate con un solo movimiento como una diabla en forma de reina de la partida de ajedrez.
Es lo que más hipnotiza de ella.
Desde niños esa forma de ser me enganchó, pero siempre terminábamos en peleas por una u otra razón y es curioso; el instinto de atracción hacia alguien exige dominio hacia esa persona, si no se da, se actúa de forma negativa hacia esta y eso nos pasa
—¿Falcon? —escucho su voz en la puerta de la sala de control. La claridad que entra por los ventanales hace resaltar sus ojos y solo puedo quedarme prendado por unos segundo ante los tonos miel con un toque de verde que los conforman—. ¿Me necesitabas?
—Sí, Sayyid ha estado usando una de sus líneas telefónicas interceptadas y debemos oír lo que dice —entra finalmente y pasa junto a mí para llegar a la consola y deja una estela con aroma de coco con vainilla llenando el espacio, entorpeciéndome momentáneamente. Me siento junto a ella y nos ponemos auriculares de diadema, indicándole al chico que ha estado al pendiente de todo, poner las grabaciones. Al inicio no hay mucho, pero pronto empieza lo bueno y escuchamos una voz femenina como vocera, al parecer, en clave.
—El Delta Luminoso (1)* necesita hacer legales a los niños —dice Sayyid con su típico acento marcado, trata de mantener en secreto que habla de Karaman, pero a estas alturas todos saben cómo le llaman, "Delta luminoso" u ojo que todo lo ve, su insignia—. Debemos movernos a través de las escuelas para entregarlos rápido de vuelta.
—Sí, señor, ya estamos en proceso —responde la mujer con su marcado acento paisa colombiano, hablan de dinero, usan el término "niños" para dólares y escuelas para "negocios"—. En setenta y dos horas tendrá tres niños sin maleta en su hogar.
—Eso espero, Ximena, no me falles otra vez —vuelve a hablar Sayyid—. Recuerda que todo lo que eres es gracias a mí.
—No lo olvido, señor, así que esté tranquilo. Cumpliré con mi deber a cabalidad.
—Pero ten cuidado, tienes a los Praetor encima de ti, esos perros están en todas partes.
—Lo sé, pierda cuidado, nunca descubrirán nuestra guardería y los tres lados estarán a salvo de esa peste.
—No te confíes tanto, los malditos Praetor son duros, pero sobre todo astutos y no se detendrán ante nada, tu poder político no servirá con ellos —menciona Sayyid—. Además, voy a mover juguetitos varios, el delta está desesperado, estate atenta, será iracundo, rinoceronte, a coloquial y melancólico —es lo último que dice Sayyid antes de cortarse la grabación con apenas treinta segundos, lo suficiente para no ser rastreada
«¿Los tres lados?»
—Ximena... ¿Ximena Acero? —murmuro al quitar uno de los cascos igual como ella, si hablamos de
—Espero que no, esa mujer es demasiado poderosa y si tiene tratos con ellos será peor —dice Isabella. La mujer mencionada es una gobernadora, esta al parecer, tiene nexos con el narcotráfico y lavado de dinero, pero no se le han iniciado investigaciones en Colombia; sin embargo, ya ha llamado nuestra atención.
—Tendría sentido, si Sayyid debe lavar grandes cantidades de dinero, acudiría a una de las más eficientes —le respondo.
—¿Y la mercancía?
—Debe ser de Irak y Rusia, a Colombia y México —digo pensativo buscándole sentido a las palabras—. Esos están dentro de los países contemplados en La Triada.
—Puede ser Irán, Rumania y Dios sabe cuáles más también, pasemos esto a inteligencia —murmura y asiento pidiéndole a Hill reproducir más, pero esta vez se escucha en Dari, idioma hablado por todos los Praetor pues es obligatorio como otros, al ser Afganistán un destino común para comisiones.
—¿Aún no aparece Zivo? —pregunta mordaz refiriéndose a su jefe de seguridad.
—No, señor, lo último que sabemos de él es que salió a seguir a un sospechoso, pero no dijo quién y no volvió —le contestan con tono temeroso—. Creemos que los Praetor lo capturó.
—¿Los Praetor? ¿esos perros otra vez?
—Sí, señor, parece que lo emboscaron según uno de los informantes de calle.
—Mierda... ¿Se sabe quién fue?
—No sabemos aún, pero es mujer, llevaba hiyab.
—Una mujer cualquiera no hubiera podido con Zivo, tal vez tenga razón y sea una Praetor ¿La seguía desde el inicio?
—Es lo más seguro, tal vez la vio en el bar
—¿Tú la viste? Ese día había varias mujeres —inquiere Sayyid con mordacidad, tal vez se sienta impotente.
—No, señor, pero podemos revisar las cámaras.
—Hazlo y si algo llama tu atención notifícamelo.
En ese momento termina la llamada y nos quedamos en silencio unos momentos.
—No puedes ir a la cita, Isabella, en cuanto vean las cámaras se darán cuenta de que ese tipo te vigilaba—le digo inmediatamente.
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