Capítulo 54- El ángel caído
Capítulo 54
El ángel caído
PARTE I
"El calor de tu infierno es perfecto para
Mis demonios"
Anónimo
IMPORTANTE
¡¿Quién está emocionada por el final?! ¿quién está emocionada por Cenizas quedan?!
¡Cuéntenme por favor!
Las que más comenten podrán ser parte de la historia, mis dos lectoras más fieles ya lo son.
Roschel, la inteligencia artificial de Kaan Karaman, es una unión de sus nombres, (rosangelmorganjames y rachelverdecia
Antuanet Anthuanetnieves saldrá en la segunda parte como una amiga de Isabella, así que a comentar.
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ISABELLA
(Dos horas antes)
Estoy en el bar restaurante de Sergey Petrova, es un sitio considerablemente grande con decoraciones modernistas, cristal y colores monocromáticos complementados con cuadros de arte contemporáneo con formas y figuras abstractas que supuestamente representan algo profundo plasmado en la mente del artista, yo nunca lo he entendido, soy más de gustos clásicos como Botticelli. Pronto se ha llenado de gente con demasiada rapidez, cosa que puede ayudarme o entorpecer las cosas por no darme cuenta de lo que sucede. Estoy apoyada en la barra bebiendo vodka con jugo de naranja, mientras disimuladamente reviso la gabardina con bolsillos internos diseñados para esto, llenos de armas, estrellas giratorias o shuriken, una pistola ametralladora Steyr TMP, granadas de fragmentación y en el cinto trasero de mi pantalón dos nueve milímetros en pistoleras ajustadas, otro cuchillo en un estuche atado a mi muslo. Mi peluca pica y el fleco recto de la frente se mete entre mis ojos constantemente dándome picazón al igual que la bufanda, me gustaría quitarla, pero ayuda a camuflar al solo mantenerse alrededor del cuello sin estar pegada.
Ni siquiera el alcohol que bebo logra disolver el nudo de mi garganta, algo no está bien, no escucho nada de la sala de control, es como si el dispositivo estuviera desconectado o no hubiera nadie al otro lado, puede ser ambos, el General Volkov me ha abandonado a mi suerte, pero no lo necesito, de mi tío postizo no necesito ni el saludo.
Juego con el hielo distraídamente hasta que siento a alguien a mi espalda, y por instinto me giro violentamente sobre el banco sujetando sus muñecas antes de que siquiera pueda tocar mi pelo, encontrándome con uno del clan Acero, si no me equivoco, Simón Acero. Me mira como si le sorprendiera y estuviese asustado, pero lo conozco, ayudante de los Sayyid junto a su hermana Ximena. Me dice que me calme y respire, sentándose en el banquillo junto al mío con una sonrisa falsa que ante cualquiera sería cierta; sin embargo, yo detecto la doble cara, el doble filo oculto tras un gesto amistoso.
El bullicio de las personas en el lugar me recuerda el comedor Praetor, y trato de huir ahí en medio de mis dubitaciones sobre la misión para sentirme en un lugar seguro, mi mente vuela hacia recuerdos invadiendo mi mente consciente, pero me sorprendo al notar que el mayor de ellos, quien más tranquilidad me trae, es Isaac Falcon Salvador, mi amor, mi vida, mi némesis y rival, quien me ha sacado de mis casillas las mismas veces que me ha sostenido por treinta años. Su figura, su mal genio, su sonrisa y su forma de hacerme suya logran calmar mis nervios.
De fondo suena una canción con guitarra eléctrica, la reconozco porque empecé a escuchar el grupo por recomendación de la Pelusa, traducido sería "El ángel caído" Three Days Grace, justo cuando veo a Acero sudar y un leve temblor arriva a sus manos al pedir un cóctel haciéndose el que no sabe nada de mí, mientras pregunta si estoy sola. Me quedo callada ante el tono coqueto, cantando por lo bajo, "Un ángel caído en la oscuridad" dice la letra, mientras pido entonces un plato de carne en término medio con papas a la francesa esperando pacientemente a Sergey, pero se me dificulta pues esta vez no hay más agentes como en otras ocasiones cuando hubo uno o dos agentes más vigilando el perímetro, otra cosa sospechosa, pero todas mis dudas fueron negadas por el General Volkov, esta mañana le dije a papá quien le ordenó poner refuerzos, pero no hizo caso informándome que estaba sola cuando ya iba en camino.
Todo empeoró a partir de ahí, mi malestar aumentó, mi estómago se revolcó y simplemente tragué en seco sin chistar. Vuelvo a mi realidad donde trato de zafarme del tipo que parlotea esta vida y la otra, cuando veo por el espejo en el mueble detrás del bartender uno de los guarda espaldas de Petrova acercándose sigiloso, mientras trata de no llamar la atención, pero yo ya tengo la mano alrededor de la empuñadura de la TMP y cuando saca un pañuelo seguramente impregnado en cloroformo, saco el arma dándole una ráfaga de disparos que resuenan en una orquesta complementada con los gritos casi inmediatos de los comensales, derribando su cuerpo en un amasijo de sangre corriendo libremente por más de cinco orificios, luego a Simón lo ensarto atravesando su mano con mi cuchillo de caza hasta llegar a la madera, mientras corro a través del sitio, sorteo las mesas con el arma en la mano y a cuanto escolta que reconozco aparece, le doy un aluvión de plomo en la cabeza, esparciendo sangre y viseras por todos lados. Se me atraviesas dos, pero no alcanza a subir el arma cuando les disparo acribillándolos y uso a uno de ellos como escudo hacia quienes me disparan desde otra posición, devolviendo el favor hasta dejarle caer y emprender la huida de nuevo, cuando noto que las cámaras de seguridad me apuntan.
De repente, un gorila sale de improviso abalanzándose sobre mí, logra derribarme con un estrellón contra una mesa vacía y ello hace volar platos blancos quebrandose contra el suelo por completo, el florero del centro de mesa y las servilletas, a mí me lleva hasta que siento mi cabeza dar contra las losetas en medio de los cristales rotos. Se posiciona sobre mi cuerpo sujetándome por el cuello restringiendo el aire, de manera que aplasta el armamento y no me deja meter la mano a los bolsillos, así que empiezo a tantear; mi mente funciona rápido en situaciones de peligro, una mesa con platos en el suelo implica cristales rotos y cristales rotos equivalen a una posible arma puntiaguda, pronto mi mano alcanza uno y si pensarlo dos veces se la clavo en el cuello tres veces retirándola para dejar correr la sangre, pero alguien me toma por detrás haciendo una llave a mi cuello, inclinando su cuerpo sobre el mío, esta vez puedo meter la mano por la 9 mm disparando desde abajo atravesando la parte baja de la mandíbula.
Su cabeza explota por encima desmadejando su cuerpo como títere con los hilos cortados, aunque logro echarlo a un lado antes de que me lleve de nuevo al suelo. Recupero la TMP poniéndola en posición de ataque retomando el camino. El lugar es grande y debo ir lo más alerta posible sin dejar de ser cautelosa, pero la distancia se me hace eterna sumergida en tensión, sangre me corre por la sien por un pedazo de vidrio que me ha alcanzado a cortar por un roce profundo; sin embargo; apenas la siento.
Miro constantemente a mi alrededor a la expectativa, los clientes se han ocultado bajo las mesas en un silencio casi sepulcral, lo único que se oye en el sonido de mis zapatos de tacón grueso contra el piso aunque también voy medio agazapada en dirección a la puerta de cristal que están cerrando, pero desde dentro disparo a los guardias estallando los cristales con otra sucesión de balas sin parar, con ello alcanzo a salir deslizándome de costado entre ambos cuerpos caídos, pero al hacerlo recibo tres disparos: uno en el brazo, otro en la pierna y el final fue un rozón en el abdomen provenientes del otro lado de la calle; no obstante, la adrenalina del momento no me permite caer aunque empiezo el cojeo leve hasta llegar a las edificaciones más cercanas justo cuando escucho a muchos hombres hablando a gritos lo que parece búlgaro, idioma que no hablo, pero por su tono urgido, necesitan encontrarme. Recargo munición de la ametralladora lista para seguir derribándolos como piezas de ajedrez uno tras otro si se apareen en mi campo de visión.
La Vípera carmesí acaba de surgir.
Respiro profundo, mientras pienso en todas las posibilidades que tengo, la primera encontrar un modo de entrar en algún establecimiento, pero chorreada de sangre y con una ametralladora en la mano llamaré la atención, la segunda tratar de entrar a un edificio por las puertas traseras o de servicio, la tercera, hurtar un auto tenga o no tenga el conductor dentro. Avanzo entonces tirando la peluca en la dirección contraria para despistarlos en un callejón.
Cuando pierdo sus voces tomo la bufanda haciendo un torniquete para detener el sangrado y retomar el camino a ninguna parte, mientras intento trazar un plan; sin embargo, los tiros han empezado a doler y arder como mil infiernos y dejan un rastro de sangre visible hasta mi posición.
Uno de ellos, el más rápido al parecer, me alcanza, pero tomo estrellas arrojadizas que al lanzarlas se clavan en su cuello, afortunadamente para mí, las saca y como consecuencia la hemorragia masiva lo hace caer. El siguiente llega disparando con determinación, una tras otra, pero logro cubrirme con el lateral de un edificio, asomando mi cabeza solo ligeramente para identificarle y encauzar mis disparos hacia su punto cambiando a una 9mm, él dispara como loco, a mí me entrenaron para la responsabilidad del disparo, usar las municiones a cuenta gota de ser posible, menos es más, un solo disparo bien centrado puede acabar al enemigo, a una ráfaga de balas sin sentido que posiblemente no lleguen a ningún objetivo.
Logro darle en la pierna, con ello pierde estabilidad y por instinto baja una mano a sostenerse la herida, pero eso implica una distracción que aprovecho para darle en el cuello y luego en la cabeza. Alejando mis pasos rápidamente porque deben venir más en camino. Pronto veo un Audi aparcado, por ello antes de pensarlo mucho me acerco abriendo el capó como puedo para buscar el cable de la alarma desconectándolo, disparo entonces al cristal de la ventanilla del conductor luego, dándome entrada para cortar cables con el objetivo de encender por medio de contacto sin llave, cosa que me toma un rato en que me agazapo para no ser vista hasta poder escuchar el sonido del motor arrancando, pero cuando se dan cuenta de mi presencia disparan sin cesar; afortunadamente arranco con fuerza aferrada al timón, dejando caer una granada hacia su dirección, salto los semáforos en rojo, derrapo en esquinas incluso de vías prohibidas para salir como rayo, todo buscando la ruta que me lleve a carretera donde está la base.
El aparato de comunicaciones está apagado, he perdido mi móvil en la pelea del restaurante, así que mi única opción es alcanzar los refuerzos, avanzo cada vez más rápido, mi euforia hace que pase demasiado cerca de muchos autos, personas que en movimientos agiles logran salir de mi trayectoria, aun cuando me gritan insultos, pero yo estoy por encima de sus palabras, en este momento solo pienso en alcanzar la única ayuda que puedo, porque hasta la policía convencional puede estar comprada por ellos. Los objetos pasar en cámara rápida, puedo sentir como mi corazón bombea como un caballo desbocado y hasta me parece escuchar el zumbido del recorrido de la sangre a través de mis venas, mientras pienso en la traición de Volkov; estoy segura de que fue él quien avisó, los Petrova estaban preparados para atraparme, porque no creo que la cantidad de personas armadas que se me vinieron encima, sean normales en un restaurante donde los comensales puedan verlos.
No, alguien dio el chivatazo y estoy segura de que fue el General, ese hombre finalmente ha dado la primera estocada y ahora casi me ha matado sin ensuciarse las manos. Los disparos siguen ardiendo, pero ni siquiera eso me distrae de mi objetivo, el entrenamiento nos orilla a ignorar el dolor y actuar aun cuando sintamos que se nos sale el alma por los poros, así que dos impactos que parecen poco profundos y sangran considerablemente poco por el lugar donde están, no me impiden seguir con los sentidos en alerta roja.
Pienso que he ganado la batalla cuando me acerco a la salida, pero en un cruce de dos calles una camioneta negra me embiste por el lado del copiloto hasta darme la vuelta sin compasión, siento cada golpe porque voy sin cinturón; en medio de la carrera lo olvidé, por ende, todo mi cuerpo golpea una y otra vez, mi cabeza se estrella con fuerza dándome un mundo negro por algunos segundos en que mi visión se apaga. No sé cuántas vueltas doy, luego de la tercera pierdo la noción hasta sentir que se ha detenido; estoy mareada por la pérdida de sangre y los golpes, así que no puedo oponerme cuando poco después siento brazos sacando mi cuerpo por la ventanilla llena de cristales rotos.
Sé que sangro, lo siento, pero estoy desvanecida a punto de entrar en inconsciencia, me echan en la cajuela de un auto como animal atropellado, cierran y me siento demasiado mal, aun así, dentro de todas las posibilidades, me esperaba esta traición desde que el General me amenazó en mi propio apartamento. Lo que me parece una eternidad después veo luces lineales frías cuando me sacan como trapo viejo. Estoy en el suelo demasiado débil, he perdido una cantidad considerable de sangre, pero siento poder moverme más, los golpes del estrellón han pasado, por ello he recuperado la visión completa. Me ponen de rodillas a la fuerza halando de mis trenzas con un tirón violento.
Cuando veo entrar a Karenina Petrova escoltada por dos hombres y su hermano Sergey, reparo en el espacio, es una bodega con forma de rectángulo largo lleno de cajas con el logo de La Triada, trato de mirar hacia los lados, pero la persona a mi espalda vuelve a halar de mis trenzas.
—Vaya, en persona te pareces más a tu madre, pequeña zorrita —espeta Karenina, su cabello chocolate está sujeto en una cola de caballo despejando sus delicadas facciones y resaltando sus ojos cafés. Esta mujer parece al menos diez años más joven de lo que en realidad es, con casi cuarenta años no los aparenta ni un poco—. Es como ver una fotocopia.
—¿Te sigue doliendo que Vladimir escogiera a Carmen? —espeto ganando una bofetada que me saca sangre de la boca—. Golpéame más, eso no cambiará el hecho de que mi padre prefirió a mi madre y éramos una familia feliz.
Comienzo a ver a Carmen tras ella, está angustiada, su rostro tiene una expresión compungida y murmura algo inentendible, se mueve entonces de un lado al otro como una mariposa amarilla, pero el que no tenga la atención en Karenina como seguramente quiere, la hace darme otro golpe por mirar más allá de su presencia al mundo que crea mi mente quebrada. El silencio nos aborda y me permito detallarla, su nariz respingada tiene algunas pecas esparcidas aquí y allá, con la piel tersa como si no tuviera treinta y nueve años.
Se secretea con Sergey y a este la idea le emociona, su ceja brinca a la par que se dibuja una sonrisa perversa en su boca, es entonces cuando se pierde hacia la parte trasera.
—¿Sabes algo sobre los operativos de Anthaxtis? Necesitamos lo incautado.
—Pídanselo a Kaan ¿no es el rey del mundo? Pues debe tenerlo —respondo con burla y me gano una patada en el estómago, con ello me derriban sobre el lado de los disparos extendiendo dolor a través de mi cuerpo como una onda con eco—. ¿Sabes qué? Si no hacen algo con mis heridas, me desangraré antes de hablar.
Los Petrova entran ladrando órdenes a sus subalternos hasta que aparece uno bajito bastante asustadizo, que camina encogido temiendo de un golpe hasta llegar a mí, trae un botiquín grande de dónde saca unas pinzas de cirugía. "No sé cómo te llamas, pero sé inteligente, mantente útil para ellos" comienza su tarea limpiando el área circundante a los balazos, me da una toalla para morder y echa alcohol directo, sin piedad, haciéndome gritar. Die que tuve suerte, un poco más a hacia un lado y le da a la femoral.
Luego viene lo peor: cuando ha sacado las balas debe coser las heridas sin anestesia, parece que es diestro en la tarea porque lo hace con seguridad y es inmune a mis quejas como si hubiera hecho siempre lo mismo, deshumanizándose ante el dolor ajeno. Cose sin pausa, sin darme tiempo a recuperarme de una oleada de dolor cuando ya ha metido la aguja de nuevo. El tiempo se me hace eterno hasta que, al acabar, siento haber pasado por un triatlón sin comer en una semana, pronto se marcha susurrando "recuerda lo que dije", dando pasos agigantados hacia el interior de la bodega.
—De acuerdo, si te mueres será en más horas, entonces habla ya —espeta Karenina con su acento marcado, propio de esa zona de Europa sudeste. Se pone en cuclillas poniéndose a mi altura con su cuerpo fino vestido con un traje para mujer con pantalón de pliegue y blazer del mismo color azul rey—. ¿Qué pasó con lo incautado en Anthaxtis?
Empiezo a soltar necedades, invento conforme veo sus expresiones de victoria como si de verdad estuviera diciendo lo que pasó con los componentes de la Quimera, cuando, luego de que el Comando Médico tomara muchas muestras, fueron incinerados en los hornos para deshacerse de agentes biológicos que hay en la base. Hago un entramado de ideas y mentiras rápidamente hasta que los veo satisfechos, hasta una ubicación falsa les di, aunque esa no fue una buena idea en realidad; pueden enviar esbirros allí para comprobar, cosa que sí hacen; sin embargo, fui precavida a la hora de mandarlos a otro estado circundante.
De repente, siento la mirada de Karenina más nostálgica que furiosa, «¿Está recordando a Vladimir en mí?» no creo que recuerde a Carmen con esa mirada cálida.
—¿Cómo era Vlad contigo? —pregunta de repente confirmando mi suposición.
—Fue el mejor padre que pude tener, pero no me gusta hablar de eso, menos contigo —espeto con mal humor y por ello me vuelve a pegar. La explosión de ira es notable, avanza hacia mi posición tomando mis cachetes entre una sola mano con el pulgar al otro lado para apretar dolorosamente.
—El parecido con tu madre es más allá del físico, ¿no? Las dos tienes la lengua viperina y la irreverencia con complejo de superioridad. Era insoportable como se pavoneaba, mientras Thomás, Vladimir y todo aquel estúpido que caía ante ella, la idolatraban, pero siempre supe que era una perra de baja calaña, aunque no me imaginé que fuera una Praetor...
—Más inteligente que tú y por mucho —escupo entre dientes.
—¿Sabes qué? —murmura con un tono de voz frío, agresivo, ausente de cualquier emoción al sacar un Beretta 9mm deslizando la corredera superior, aquel mecanismo que permite poner una bala en la recámara, dando pasos hacia mí. Empieza a apuntar el cañón cada vez más cerca de mi cabeza cuando, literalmente, soy salvada por la campana.
—Sistemas de defensa activados —dice la IA Roschel, sorprendiendo a Karenina quien mira en todas direcciones—. Señorita Petrova, no tiene autorización para estar aquí... además mi reconocimiento facial indica la presencia de su hermano expulsado.
—¿El hacker no dijo que la maldita Roschel estaba desactivada? —grita la mujer histérica, creo que todos temen de la creación de Karaman, como si fuera letal, difícil de vencer—. ¡Llámenlo ahora!
—Es muy tarde, señorita Petrova —un holograma muestra imágenes de grabación desde fuera donde está el cuerpo de un hombre desmigajado contra una pared lleno de disparos como costal de tiro—. Mis sistemas registraron una extraña actividad y reaccionaron mis defensas bélicas exteriores, ups... ¿lo apreciaba mucho? Lástima que mis circuitos internos están en reparación o habría festival de balas aquí.
—Según tengo entendido tu programación no te permite lastimar miembros de La Triada —espeta Karenina sujetándose a Sergey como si buscara apoyo, nunca pensé ver a una mujer tan temida en el mundo, asustada de una inteligencia artificial.
—Es correcto, por desgracia —responde, dando a Karenina una calma, pero le dura poco—. Sin embargo... taratatan... su hermano Sergey está marcado como enemigo. Cuando pongo el primer pie afuera, será historia patria.
—¿Y la Brigadier Fox? Es enemiga supongo...
La risa que suelta Roschel me pone los vellos de punta.
—No se imagina nada ¿cierto? Ay señorita, ¿sabe qué? Le hablaré a la doble letra —murmura a pesar de la negativa de los Petrova, pero la IA lo hace hasta que la voz profunda de Kaan llega. He de admitir que su voz es excitante, aun en esta situación. Karaman saluda y se oye serio, seguramente él inició a Roschel y está informado de todo, para rápidamente ordenarles que me liberen, estando aún más furioso por la presencia de Sergey y cuando Karenina se rebela ante Kann, todo se va a la putísima mierda.
—¿Ah no? ¿quién me lo va a impedir, Kaan? ¡eres menor que yo! —espeta ella con un reto palpable en su tono agresivo—. Voy a matar a esta hija de nadie, ¿De verdad me dejarás fuera de La Triada si la mato? ¿estás demente?
—Me paso por el culo que seas mayor, y soy la cabeza de triángulo, así que tu opinión sirve de nada. Y sí, te expulsaré de La Triada si le haces algo a Carmen... digo, a Fox —se corrige como si su cerebro se hubiera confundido por un segundo con mi madre—. La dejas salir o te atienes a las consecuencias.
—¿Qué hiciste, zorrita? —pregunta Karenina claramente sospechando ya que algo pasó entre Karaman y yo, la suspicacia brilla en sus ojos como diamantes, lo sabe de cierta manera. La impotencia crece dentro de ella, sacando un grito de pura frustración, que la lleva a disparar tres veces al aire, pero es su hermano quien decide tomar la iniciativa.
Mi vida desde que tengo el primer recuerdo hasta hoy pasan por mis ojos, mis padres, mi matrimonio, Isaac Falcon siempre ahí, entonces Sergey apunta su arma a mi frente y desliza el dedo en el gatillo hasta que escucho la detonación.
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¡Holaaaa! Espero estén muy bien. Paso para pedirles perdón por la tardanza, sé que fueron dos semanas, pero para las lectoras que no sepan les cuento que estudio psicología e investigación judicial y criminalística, por ello es difícil manejar mis tiempos porque son 11 materias, así que por ello me tardé, pero no se preocupen, terminaré lo más rápido posible. ¡Gracias por llegar hasta aquí!
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