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Capítulo 54 (2)- Amor en fuego cruzado


PARTE II

Amor en fuego cruzado

¡REPRESENTACIÓN DE ROSCHEL AL FINAL!

¡RECUERDA QUE LAS QUE MÁS COMENTEN PUEDEN SER PARTE DE CENIZAS QUEDAN!

Si deseas estar en el grupo de WhatsApp solo envíame tu número con el indicativo de tu país, a las integrantes les he enviado en exclusiva el prefacio del segundo libro, además del capítulo 1 de mi próxima historia militar, ¿Adivinan cuál es?

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ISAAC

Hemos llegado al lugar, el sistema de bodegas, una adosada a la otra hacia atrás y hacia los lados, seguramente creando pasillos internos de interconexión entre ellas, aparentemente abandonadas ubicadas al otro lado de la base, al tomar la carretera saliente de Las Vegas, y es en la primera en donde el chip de Isabella marca. El cielo está despejado, el único testigo de la locura ganando a la razón; pues no deberíamos estar aquí sin apoyo y con armas no registradas, pero avisar sería poner sobre aviso a Volkov, el artífice de todo esto junto con Alana. Tratamos de ser sutiles, dando pasos silenciosos entre las sombras tenebrosas hasta llegar a las ventanillas para lograr ver. Una vez allí nos asomamos por el cristal donde encontramos a Karenina y Sergey Petrova más algunos escoltas frente a ella, a mi cerecita, quien está de rodillas, parece malherida, veo sangre a los lejos, pero es limitado mi rango de visión. Está esposada con las manos hacia adelante, pero desde aquí veo su determinación, no tiene miedo, está enfrentándolo como siempre lo hace

«Los voy a matar, los descuartizaré por tenerla así»

Mike me retira para planear cómo entraremos, pero estamos en eso cuando veo que Renata ha disparado, un lavaperros venía por nuestra espalda y ella le ha destrozado la cara con tiros de la Mini-Uzi con silenciador, la condenada es chiquita, pero peligrosa y con una puntería similar a Isabella, nos pegamos entonces contra la bodega para evitar sorpresas, mientras planeamos con rapidez y desesperación por no saber cuánto tiempo la tendrán, aunque lo más sorprendente es que de una parte de la pared se asoma la punta de una Minigun de cañón circular que permite soltar aún más balas por minuto y empieza a disparar tieso y parejo hacia los hombres de Petrova que tratan de acercarse.

Brigadier Falcon, buenas noches —dice la voz de la IA de Anthaxtis, a la vez que el arma se vuelve a meter—. Supongo que está aquí por la Brigadier.

—Sí, suéltala o te disparo en los circuitos —espeto pasando el estado de impresión.

¿Me hará puipiupiu? —murmura con gracia—. No soy yo quien la tiene retenida, capitán amenazas, mi sistema de interior está averiado y no puedo intervenir más allá del exterior. Karenina Petrova actuó sola, tengo la orden de proteger a la Brigadier Fox.

—¿Por qué la protegerías si eres una creación de La Triada?

No, corrección, querido, fui creada por Kaan Karaman, por si no lo sabe, su coeficiente intelectual está por encima de 140, además se ha entrenado toda su vida para desarrollarla, es capaz de cualquier cosa... pero ya estuvo bueno, no tengo ni café ni galletas, pero sí una situación problemática —un holograma sale mostrando un primer plano de quienes acompañan a Isabella, con reconocimiento de armamento uno por uno. Beretta, mini uzi, glock 37, los guardias cargan con M16 y son solo tres, pero en los pasillos puede haber más—. Entren por aquí —una puerta se abre a unos metros, dando a un tramo oscuro donde se alcanza a divisar una barandilla guía en los centímetros a los que llega la luz exterior.

—¿Por qué confiaría en ti, cosa? —pregunta Renata con una mezcla de asombro y desconfianza, ella no estuvo el día de los laboratorios, así que no sabe de Roschel—. Puede ser una trampa.

Renata Montgomery, tengo entendido que es la mejor amiga de la Brigadier, si es así, debería saber la posición de la doble letra con ella ¿o no? —dice otra vez, aunque esta ocasión paso por alto que seguramente me esconden algo de Karaman con Isabella, pero en este momento solo puedo pensar en sacarla de ahí—. Entren, no tengo toda la maldita noche ni ella tampoco.

Finalmente nos convence de entrar, a pesar de nuestra clara desconfianza; sin embargo, no hay de otra más que confiar en esa cosa autómata. Nos adentramos en la oscuridad que se ilumina apenas pasamos como si tuvieran sensor de movimiento, así avanzamos mucho más rápido, aunque el camino no es tan largo y nos lleva hacia una habitación colindante con la zona en donde está Isabella, conectadas por una ventana corrediza que se extiende de lado a lado. Analizo la manera en que podemos intervenir y en susurros empezamos a hablar, estando agazapados para no ser vistos por el cristal, que se empieza a deslizar sola.

Cargando rutas de acción alrededor de zona de conflicto —una pantalla se ilumina a nuestra derecha con líneas por los cuatro costados—. Cuatro alternativas encontradas... pueden cubrir todas.

—Renata y Mike cubran este y oeste, Colson el sur... —reparto intercomunicadores con gancho de oreja para acomodarlos— Oye cosa, ¿puedes guiarlos?

—¡Me llamo Roschel, chingada madre! —espeta sacándome una risa—. ROS-CHEL, capitán amenazas, pero sí, tomen el pasillo a la izquierda y marcaré el camino.

—Isaac creo que cada uno solo es muy arriesgado, podemos atacar juntos —murmura Mike revisando su munición, pero Renata lo toma de las mejillas dándole un beso, para pedirle que tenga mucho cuidado. Son estas muestras de que lo ama las que me retienen de decirle a él lo que hizo Ren con su dichoso ex novio, no quiero dañarles. Finalmente, acordamos entrar todos, escuchando cómo la interrogan sobre la mercancía de Anthaxtis y ella miente con astucia haciendo tiempo, hasta que todo se sale de control.

De pronto, le revelan la verdad, que Alana fue quien la entregó, que la traicionó por un fajo de billetes y la promesa de una venganza sin ensuciarse las malditas manos y entonces Sergey apunta el cañón de su arma hacia la frente de Isabella, mi corazón bombea más rápido en un notorio latido desaforado, pero yo disparo más rápido.

Las balas atraviesan el aire, dándole a Serguey Petrova en el cuello, estallan por el otro lado, alcanzando a quebrar los espejos que están a su lado mirando hacia mí, empieza a salir la sangre en chorros mientras cae de rodillas desplomándose al sujetar su cuello destrozado por los orificios de salida, todo se llena de carmesí, pisos, cajas cercanas y las personas alrededor e Isabella queda pasmada sin entender qué pasa, pero le dura un segundo, al otro barre las piernas de quién estaba a su espalda arrebatándole el fusil y dándole un tiro en la cabeza, para caminar agazapada hacia un lugar donde pueda esconderse de los tiros que empiezan a dar los demás. Karenina se oculta tras una pila de cajas y yo entro en el espacio dando tiros hacia ella aun en pie, quien me localiza trasmitiendo en esos ojos chocolate el odio más marcado que he visto.

Mike, Ren y Colson también están disparando, creo que ella es más precisa que nosotros los hombres.

—Isaac, ve por Isabella, nosotros te cubrimos —dice Mike recargando municiones, pro también lanzando con fuerza una granada de fragmentación que llega hasta el otro lado. La explosión rompe cristales de las demás ventanas, desacomoda las cajas más próximas y alcanza el echo al reventar las luces lineales—. A la de tres.

Los demás guardas empiezan una balacera en la que sacan a Karenina a rastras, mientras vocifera que no dejará a su hermano, aunque este ya debe estar muerto. Isabella es precisa a la hora de disparar, lo hace con mesura en lugar de con descontrol y así es más efectiva, porque les da más seguido que ellos, quienes disparan a lo maldita sea, mientras yo también derribo algunos al tener otro ángulo, pero Roschel abre puertas aledañas para que podamos alcanzarlas y de repente apaga las luces de golpe, sumiendo a todos los presentes en una densa oscuridad, permitiendo que pase apresurado hacia el lado de Fox de manera más directa al haber visualizado desde que llegué.

Cuando la sujeto se estremece comenzando a pelear, pero pronto se da cuenta que soy yo, apoyando su peso en mi cuerpo. La puerta más cercana de abre y nos introducimos por el pasillo a la expectativa de qué podrá haber dentro de los entrecruzados lugares, cosa que es evidente cuando al cerrar la puerta tras nuestra espalda, salen dos más de un cruce de pasillos, pero Isabella y yo los acribillamos a la par sin darles tiempo ni a despedirse del creador, ella le registra los bolsillos al escolta caído hasta que encuentra una pistola y dos cargadores que pone en su cinto, le han quitado la peluca y sus trenzas se mueven a la par de su cuerpo, al terminar la requisa. Miro hacia arriba notando que hay algo extraño, parece que pueden caer bloqueos de allí, como un encierro de seguridad donde todas las puertas y ventanas son bloqueadas por una pared maciza de metal.

—Me quitaron todas las armas, estoy limpia —dice poniéndose en pie con mi ayuda, desde mi altura veo un remiendo en su pierna reconociendo enseguida que es una herida de bala—. Oye...Viniste por mí, animal del monte.

—Te buscaría hasta el fin del mundo y los confines del infierno, cerecita. Desde siempre y para siempre —respondo besando su boca por unos segundos, pero la calma nos dura poco porque empiezan a golpear la puerta a nuestra espalda, parece que pronto la derribarán, por ello nos ponemos en camino y trato de ayudarla pues sus heridas le duelen y ha perdido sangre, puede entrar en shock. La puerta finalmente cae, pero nosotros alcanzamos a pasar por el pasillo interconectado encontrándolos al otro lado con otro guarro, al mismo tiempo sale uno por atrás y como si estuviéramos conectados por un hilo invisible que maneja un solo titiritero, le da un tiro a alguien tras mi espalda y paralelamente yo le lanzo un cuchillo a otro que está a su espalda, para seguir moviéndonos juntos en sincronía.

Cuando se han juntado algunos, los bloqueos caen solos aplastando a varios, quienes estaban justo bajo el umbral de ellos, dando como resultado cuerpos cortados a la mitad. Definitivamente no debemos dejarnos llevar de las apariencias, este lugar parece un basurero desde fuera y resulta que tiene más tecnología que la base Praetor.

—¡Oye cosa! ¿No pudiste hacerlo treinta segundos antes? —espeto apresurando los pasos junto a Isabella.

Si usted hubiera tenido trisomía, padecería de Síndrome de Down... ¿Lo ve? Hasta los más pequeños detalles hacen la gran diferencia ­—se burla y debo admitir que Karaman la sacó del estadio con esta IA; parece literalmente una persona real, con mucho del enigma de su propio creador—. Sigan recto ciento cincuenta metros y crucen a la derecha, se encontrarán con los demás, los he guiado a un punto de encuentro.

—¿Dónde está Karenina? —pregunta Fox empuñando su arma con más fuerza en un gesto de impotencia, como si pensara en cobrarle todo.

La señorita Karenina abandonó el complejo hace cinco minutos, tuvieron que neutralizarla porque insistía en regresarse por usted, pero dando la orden de acabar con todos ustedes —dice la IA de nuevo, cuando alcanzamos lo que asemeja a una rotonda pues es circular y varios caminos convergen allí. Ubicamos a Ren, Mike y Colson a dos pasillos a la izquierda, justo al notar un parpadeo en el centro y pronto aparece un holograma de Roschel, una niña de cabello ondulado color chocolate hasta la cintura, ojos almendrados cafés y piel blanca lozana—. Mucho gusto, oficialmente.

—Pareces real —dice Mike anonadado y no lo culpo, literalmente parece de carne y hueso, a lo que ella tuerce los ojos.

—¿Eres esquizofrénico? Soy real, ¿o con quien hablas ahora mismo? —dice con fastidio—. Fui hecha con la apariencia de Defne Karaman en su niñez, así que mi imagen es completa... varios guardias están burlando mis bloqueos, así que deben tener cuidado. Por el pasillo tres a la izquierda.

Una ráfaga de disparos se empotran en la pared a mi lado, me agacho inmediatamente mientras trazo un plan de escape, pero pronto cae una granada de fragmentación en el centro.

En un acto que parece ser automático, Colson cubre a Isabella, aunque nada resiste antes una de esas cosas. La explosión hace volar el sistema de holograma de Roschel y a todos nos expulsa hacia atrás, golpeándonos con las puertas a nuestra espalda, afectando toda la rotonda donde las luces empiezan a parpadear y el humo se acumula, así como los trozos de techo que caen. El golpe me aturde, estoy tendido en el suelo viendo que Isabella está inconsciente, está más débil por la pérdida de sangre, así que la cubro con mi cuerpo para recuperar mi arma y empezar a disparar a los hombres, porque los ubico por sus pies moviéndose. Colson ha quedado también inconsciente a un lado, pero sigue vivo con trozos de algo incrustados, por estar más próximos a la detonación.

Primero les disparo en la tibia, derribando sus cuerpos y luego les doy en alguna parte del cuerpo, el humo me cubre algo, pero tarde o temprano se darán cuenta; sin embargo, disparos salen de la posición de Renata y Mike, para acabar más pronto con los guardaespaldas, hasta que no salen más. El comunicador entra en línea y Renata dice que Mike está herido, la llamarada le alcanzó más, ella está llorando, mientras escucho que trata de despertarlo.

Si Mike muere, jamás me lo perdonaré.

Hago lo mismo con Isabella, trato de que reaccione, cosa que pasa poco a poco, pero sigue aturdida, seguro con la visión borrosa, las luces parpadean de nuevo al ver sus ojos ya más despiertos para incorporarse poyada en sus codos, pero su atención va a Colson tratando de despertarlo poniéndose sobre él para tomar sus mejillas entre las manos en busca de que reaccione.

—Por favor Charles, no te puedes ir —suplica ella con la voz estrangulada—. Por favor.

—Tenemos que irnos Isabella, Mike también está herido —le digo tomándola por los hombros tratando de levantarla, pero se planta con fuerza mientras continúa tratando, hasta que por fin Colson hace el intento de despertar sujetando el brazo de Isabella.

Llevo a Mike e Isabella con Renata a Colson al ser más bajo y delgado, pero sin bajar las armas. Roschel abre caminos con puertas automatizadas bloqueándolas cuando pasamos hasta terminar en la salida, donde su reconocimiento le permite escanear el trasporte 4x4 del Consorcio que va manejando León. Lo acerca invadiendo la parte fuera de la carretera, para que nos quede más fácil montarlos a todos, acomodo a Mike en la parte de atrás de la doble cabina, a Colson en el asiento del copiloto y Ren, Isabella y yo en el platón, aunque antes de poder arrancar debemos ponernos a ras de suelo porque nos disparan de nuevo, impactando en la latonería cuando León arranca con un latigazo que nos lleva a la parte trasera por la fuerza y no estar bien agarrados.

De pronto, como una luz, aparece un helicóptero adosado con metralleta del Comando Aéreo, acribillando con ráfagas de balas mortales tanto la estructura de las bodegas como sobre los atacantes, neutralizándolos en el acto. Así que me asomo un poco para comprobar que no nos estén siguiendo y así es, la vía está libre. Me permito soltar la respiración contenida y acercarme a Fox acogiéndola entre mis brazos con alivio. Se aferra a mí como si apenas creyera lo que ha pasado y yo le beso la coronilla apretándola con fuerza.

—¿A dónde vamos? ¿a la base? —pregunta León desde la cabina, ir a la base es exponernos a la correspondiente sanción, pero todos sabíamos lo que implicaba ir en contra de los reglamentos y estuvimos de acuerdo. El helicóptero nos escolta sin perdernos de vista, dándome la duda de quién será el piloto.

—Tengo que hacer algo antes de reportar esto, vamos a un hospital de la ciudad —digo ganando una mirada extrañada de Renata, quien sin modular palabra me pregunta qué quiero decir con solo el movimiento de sus labios. Me encojo de hombros a modo de respuesta.

Pasan los minutos y en un rato del que perdí la noción del tiempo, entramos a Las Vegas por el oriente, para tomar camino al hospital más cercano. La noche nos acoge con una temperatura fresca, Isabella se ha quedado dormida, pero jamás despegué los ojos de su pecho para comprobar la respiración. Pronto hemos frenado en seco por la parte de urgencias de una clínica privada, descendiendo rápidamente, médicos y enfermeras salen apresurados con la obvia duda en su boca, ¿qué pasó?, preguntan sin demora, pero solo decimos que somos de la milicia Praetor y así dejan de hacer preguntas.

Se llevan a Colson, Mike e Isabella, quien al estar en la camilla sujeta mi mano sin soltarla, pero se vio obligada porque no puedo pasar más allá al no ser paciente de gravedad, a pesar del escándalo monumental que armo en plena sala de espera.

—Oiga, desgraciado, ¿no me oye que esa es mi mujer y no puede estar sola? ¡La pueden rematar! —grito histérico, pero Renata me sujeta por los brazos, haciendo un llamado a la cordura perdida en mi cabeza.

—Cálmate y mejor atiéndete, tienes cristales clavados en la espalda —murmura haciéndome caer en cuenta, la adrenalina me ha mitigado la molestia. Llama a una enfermera, pues ella también tiene una brecha en el brazo derecho, quien llega pronto pasándonos a los consultorios de triage, una vez ahí el médico nos hace la entrada con historia clínica, enviándonos de vuelta a esperar el turno.

Trato de ver la hora en mi reloj, pero quedó vuelto mierda como todos nosotros, así que debo acudir a alguien más, una persona aterrorizada por las armas aun portadas, es la una de la madrugada, aunque para mí en medio de mi angustia, se me han hecho más largo el tiempo. Pronto, me llaman para curación igual que a Ren, haciéndola con calma, una que no tengo, porque debo ir a una misión personal, pero se me desaparece la prisa al sentir el alcohol y todo con que me limpian las heridas, estas son tanto medianas como de pequeñas esquirlas de vidrio según me dice la enfermera, retirándolos con una pinza.

—Uy, señor, y esas cicatrices ¿Cómo se las hizo? Son muy grandes —murmura con indiscreción seguro al ver la unión de mis omoplatos donde la cicatriz hizo ligero queloide, notándose más a las del brazo.

—¿Qué importa? haga su trabajo rápido —espeto con mi usual genio maldito—. Y no ande preguntando pendejadas.

—¡Isaac, carajo! —espeta Ren—. Sí que es cierto que solo tienes buen genio con Isabella y con el bebé, el resto de mortales nos llevamos la rifa del ogro sin haber comprado el número. Perdónelo, señorita, es un animal de establo desde su nacimiento —cierra la frase y la enfermera se disculpa, pero se venga con presión excesiva y sin poner anestesia subcutánea al tener que suturar las heridas más grandes.

—Listo señor, falta una inyección antitetánica pues al parecer había pedazos de metal de dudosa procedencia y darle la salida. Luego podrá entrar a ver a su esposa.

No hago la aclaración de que no estamos casados porque en esencia somos eso. Marido y mujer. Cuando finalmente puedo ver a mi cerecita, me impresiono con el estado, ni en la camioneta pude detallarla por la oscuridad, por ello me paralizo ante sus morados en el rostro, los pequeños cortes de cristales allí mismo, su labio inferior también reventado, por consiguiente toda su carita está inflamada, no puedo ver el estado de su cuerpo por las frazadas encima, aunque según me dijeron, el orificio de bala había sido bien cosido por alguien, de no haberlo hecho pudo desangrarse.

Cuando todos están estables e Isabella descansa profundamente, tomo camino a mi plan al tener la boleta de salida, recomendándole a las enfermeras de turno que me avisen cualquier cosa. Voy a mi casa para buscar mi moto ninja, acompañada de una chaqueta de cuero negra, gorra, guantes de cuero y una sierra manual de mi caja de herramientas.

¿A dónde voy? Devuelta a la escena. Me aventuro por las carreteras a toda velocidad hasta alcanzar el complejo de bodegas, donde a un costado están los cuerpos que abatió el helicóptero, así como los agujeros en el suelo.

Entro de nuevo al sistema para buscar el cadáver de Petrova, cubro mis pies con unas protecciones quirúrgicas azules para no dejar huellas; lo que haré es bestial, el principio del fin. El malnacido está boca arriba sobre un charco de sangre coagulada y los agujeros en su cuello se marcan, cayó con los ojos abiertos, no le dio tiempo a nada más que contemplar cómo se le iba la vida. Todo alrededor es un desastre, agujeros de bala por todos lados y la luz aun presenta fallos cada ciertos segundos,

Esto no se quedará así.

Descuartizo sus extremidades una por una, las saco de su cuerpo como piezas de rompecabezas y aunque me mancho de la sangre que aun tiene, no tengo asco, sino una sensación de victoria estallando en mi pecho, me siento complacido lleno de carmesí por todas partes. Serrucho con violencia, me empapo en su fluido vital y denigro su cuerpo por haber humillado a Isabella, hasta casi matarla.

Entro en catatonia cortando y serruchando hasta sus falanges una por una, dejándolo como un títere con las piezas individuales unidas por un hilo, pero entre más corto y cerceno, más ganas de seguir me dan. Cuando he acabado contemplo mi obra maestra, todas las articulaciones han sido separadas de su cuerpo como un muñeco roto, así que me dispongo a acomodar las piezas con un mensaje, al igual que trazo letras en las paredes con un claro "Por Petrova" simple, sencillo y contundente, ella sabrá el mensaje porque me aseguraré de que salga en todos los medios posibles.

Padre y señor nuestro de los cielos, ¿No le bastó con enviarlo derechito con San Pedro? —dice Roschel de pronto—. Yo no limpiaré este desastre.

—No quiero que nadie lo limpie, tu patrona Petrova debe verlo —murmuro alejándome de amasijo de sangre y pedazos de cuerpo para marcharme.

Mi patrona es Isabella Fox —dice haciendo que me detenga en seco, ello causa su risa malévola—. Váyase ya antes de que vuelva a soltar la Quimera... ¡Dios! Hizo un desastre de proporciones bíblicas. Y además deberé borrar los videos de cámaras de seguridad, que bonito.

«¿Por qué me protegería esta máquina del diablo?»

—Dile a tu todopoderoso que lo limpie, yo me voy —digo apresurando mis pasos y espero a que no me encierre. Atravieso los pasillos para alcanzar pronto la puerta de salida y respirar el aire puro de la madrugada solitaria, doy pasos fuera tratando de deshacer las pisadas que he dejado hasta que llego a mi moto. Pronto estoy en ruta hacia un lugar recóndito dentro de las grutas de los riscos, pero a cuarenta minutos de allí, para deshacerme de la ropa y todo lo ensangrentado rociándole ácido.

La guerra se avecina, pero no nos detendrá.

Por ahora tengo en la mira a dos: Volkov y Alana. Ninguno de los dos se salvará, tal vez al primero le tarde más en llegar, pero a Richardson... a esa malnacida hipócrita le haré algo que recuerde por el resto de su puta vida. Vuelvo a mi moto habiéndome deshecho de toda evidencia, para aventurarme en las carreteras de vuelta a casa. Mañana será un día duro.

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ROSCHEL

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