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Capítulo 5(1) - Abdul Sayyid, voy a por ti

CAPITULO 5

Abdul Sayyid, Voy a por ti

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Provincia de Kandahar, Afganistán

ISABELLA


Camino hacia el comedor apresurada ataviada con el uniforme de entrenamiento, son las ocho con treinta minutos de la mañana y no dormí nada al saber a Falcon de nuevo en mi vida, como prácticamente mi jefe y a su sonrisa cínica burlona como victoriosa de la partida esta vez. Nuestra eterna rivalidad siempre está presente, pero ahora va por ahí burlándose de cómo me han puesto un "Estate quieto"

De esta manera, nuestros choques por el poder acaban de comenzar.

Aunque la pelea no es justa del todo, el apellido Falcon es de peso, es una de las ramas principales creadoras de esta milicia y de su hermana la UTCCO, pero como si eso fuera poco, Isaac ha hecho una carrera de influencias a pesar de su inicio como chico rebelde, mueve, hace y deshace con el dedo meñique; no obstante, yo también gozo de influencias, solo nos diferencia un poco, nuestro apellido.

Vengo del ala de los refugiados donde visité al bebé rescatado ayer, allí me confirmaron su buen estado de salud, es un varón sano y quedará al cuidado de la psicóloga del Comando Médico, junto con otros niños de los evacuados, pues vivirán por un tiempo en ese lugar acondicionado para la protección de civiles en riesgo. En cuanto el niño me vio se empezó a reír y eso logra mover mi corazón, lo tomé en brazos e inspeccionó todo, hasta tomó en sus manitas el dije de la Flor de Lis con las iniciales de mi madre "CSP" de Carmen Santo Domingo Peralta.

Salí pronto de allí pues la psicóloga pide no abrumar al bebé, pero puedo visitarle en cualquier momento por pequeños periodos de tiempo mientras se adapta. El calor se siente como si el maldito infierno hiciera de las suyas en la tierra, por ello gotas de sudor deslizándose por mi nuca, entonces termino de hacerme un moño ajustado en forma de cebolla, mientras empiezo a trotar bajo el día soleado desde el oriente de la base hasta el lado opuesto, para llegar rápido a mi objetivo.

Tere me saluda encontrándome de frente en el comedor, sacándome de los pensamientos en donde fantaseo con amarrar, amordazar y mandar de vuelta a Falcon a Colombia en la bodega de un vuelo comercial. Ella me mira medio sorprendida por mi cara furiosa, pero me sigue a paso más calmado a través de las mesas plateadas donde agentes comen y charlan, con la luminosidad colándose a través de los ventanales del sitio con cinco paredes igualando la forma de un pentágono, extendiéndose por varios metros con techos altos donde están las cámaras y los altavoces del sistema.

Igual la saludo amable con un suspiro al entrar finalmente al sitio donde ya hay agentes, entre ellos Falcon dedicándome otra de sus miradas burlonas con sus ojos leonados, me buscan a través del espacio como si vigilara cada uno de mis movimientos con meticulosidad, le pregunto cómo sin dejar de mirar a Isaac, ella está pues inteligencia y eso no le deja mucho. Sara Diaz está junto a Falcon haciéndole arrumacos, pero él no parece reaccionar, luce ido, como si su cuerpo estuviera en el comedor y su mente en otro lugar muy lejos.

Por otro lado, mi querida Tere pregunta si la llevaré como respaldo a la infiltración, pero le reitero mi negativa, en este sitio pueden salir criminales y terroristas de cualquier rendija, ella no está preparada para ello, a pesar de haber pasado por el arduo entrenamiento Pre-Praetor, similar a los Navy Seal (1)*

—Fox, buen día —escucho el saludo de Falcon, se ha puesto en pie hasta alcanzar mi posición en la fila de la cocina para recibir los alimentos, su voz me atraviesa tantos recuerdos prohibidos que me estremezco si la oigo. Me giro a verle molesta, pero su porte es otro golpe de atracción, tiene el pelo húmedo peinado hacia atrás, además su cuerpo desprende un olor delicioso por la colonia de afeitar, tanto que me acelera por dentro.

—¿Hay algo bueno? —espeto al fingir apatía, aunque tenga una diatriba mental lista para hacerme enloquecer. Mi cerebro me juega malas pasadas ante su aparición y yo odio todo lo que me provoca desde hace tantos años, peor aún, al saber todo lo sucedido entre ambos.

—En realidad nada, cerecita, menos con esa cara de agriera estomacal tuya —dice burlándose e inclina su cabeza con una ceja arqueada, mientras mis ojos, indomables e insensatos, se pasean por su cuerpo en un segundo, centrándose en las cicatrices de su brazo izquierdo, tienen detrás un secreto desconocido por todos, al parecer, pero no le arrebatan el encanto de su masculinidad.

—Bueno, tu cara tampoco es muy placentera de ver —respondo sacándole una sonrisa a Tere, quien lo ve con fascinación—. Y no me digas "cerecita" ¿Cuántas veces no te lo he dicho, Isaac? Soy Isabella, I-sa-be-lla, no cerecita. Respeta.

—Isa-be-lla —me imita de forma burlesca—, siempre tan amargada, así te digo desde niños, deberías acostumbrarte, cerecita —abre los ojos aún más enfatizando su burla evidente, pues claramente pretende sacarme de mis casillas.

—No me puedo acostumbrar a algo que me crispa los nervios como nada... ¿Necesitas algo en especial? ¿por qué viniste? —replico incómoda ante su presencia, pero sobre todo por las sensaciones causadas por la cercanía de su cuerpo con nada más estar allí de pie frente a mí. Físicamente no tiene nada del otro mundo, no lo describiría como un dios griego o un perfil inalcanzable, pelo rubio castaño, ojos almendrados de oro, nariz recta y boca apetecible, pero su esencia es para mí como un magneto. No responde, se acerca acorralándome contra la barra y pega su cuerpo al mío, haciéndonos centro de las miradas de los agentes cercanos «¿Me va a besar?» estoy a punto de empujarlo hasta escuchar sus palabras imbéciles.

—Vengo por café —murmura al estirar la mano a mi espalda, separándose con burla en su expresión—. ¿A quién llevarás como respaldo a la infiltración?

«Tengo que sacarlo del camino antes de que me termine jodiendo por lo que siento»

—No sé —digo aletargada por su cercanía y el aroma de su colonia de afeitar. Su barba, igual en color a su pelo, está prolija, pero abundante dándome cosquillas al acercarse—. Voy a decidir luego de comer.

—Defínelo rápido —dice en tono impositivo como todo un jefazo en el tono de Volkov—. O lo haré yo, pero luego de la reunión Colson me pidió acompañarte, no te enredes más.

«No me sorprende, siempre está ahí para mí»

—Está bien, Charles y yo nos complementamos muy bien —digo y pido de los huevos revueltos a las cocineras junto con pan, hoy no hay mucho de donde escoger, me pareció escuchar que no habían llegado provisiones, pero basta. No somos exigentes, el entrenamiento nos orilla a poder sobrevivir con cantidades limitadas de alimento y agua.

—Igual si tienes algún cambio deberás consultármelo —espeta con cinismo en un intento de dejarme aún más claro su superioridad en cargos en este momento—. No puedes hacer las cosas sin un plan previo.

«Lo hace a propósito»

—¿Crees que se me puede olvidar cómo me corriste la silla? Habrás ganado la batalla, pero no la guerra, Falcon, tenlo en cuenta. Antes de darte cuenta, recuperaré a mi escuadrón—digo mirándolo de frente en forma retadora. Su mirada de oro puro se convierte en coqueta, dándome una sonrisa de medio lado.

—Yo no te corrí la silla, de hecho, te la corriste solita, no puedes hacer las cosas a lo maldita sea, me extraña que una mujer tan inteligente como tú, haga las cosas así... y lo del escuadrón, no me parece justo, has trabajado duro por años para llegar a dónde estás y si por mí fuera no lo haría, pero órdenes son órdenes, cerecita —dice marchándose con su café en la mano hasta llegar a la mesa de vuelta junto a Sara, ella le da un beso en la mejilla, pero él no parece quitarme los ojos de encima.

Tere suspira cuando le dice sexy, pero le dejo muy claro que es un pedante cínico a pesar de mi total hipocresía, al darle internamente la razón; cada vez que él me mira recuerdo nuestra noche juntos, cómo me aferré a esos brazos marcados totalmente consumida por el placer insano, loco, al caer en el abismo de lujuria más grande sentido en mi vida.

—Un cínico muy seductor —dice la voz de Renata, su pelo está trenzado dividiéndose a la mitad, con estas cruzadas en la parte posterior de la cabeza—. Pero sí es bastante pedante... Buen día, chuladas —ella, Fabián, Alana, Isaac y yo nos conocemos desde siempre al vivir en la misma urbanización.

Tere vuelve a suspirar, pero sin traba le advierto sobre Falcon, ese hombre puede darle diez vueltas y media con el dedo meñique; ella es muy enamoradiza y se puede ilusionar con cualquier cosa, haciéndola una ardillita frente al halcón en caza; sin embargo, la verdad es una sola: Teresa engaña, es dulce por un lado y fuerte en su trabajo como fiera. Después de todo, somos máquinas de matar en cierto sentido, pero yo tengo la piel más curtida, a través de los años la humanidad corre peligro en los Praetor. Se defiende al decir que solo es algo platónico, pues al parecer, tiene novia.

Miramos las tres en dirección a los mencionados, no sé qué hay entre ambos, Sara e Isaac, pero él no parece muy dado a su relación, ellos están junto a sus dos amigos Gerard Yamamoto y Michael Mitchel. De pronto llega Colson, mi amado Colson, con su gesto típico de revolver sus manos, es extraño, cuando no está conmigo es un poco más serio y seco; sin embargo, al acercarse a mí se ve tímido, pero no sé la razón, le pregunto si es cierto que le pidió a Falcon ser mi apoyo, él me lo confirma diciéndome "Usted puede sola, lo sé, pero me gustaría cubrirle la espalda" con una sonrisa acepto agradeciéndole su lealtad, sobre todo porque al mandarlo a rendirle cuentas a Falcon, me reitera su fidelidad a mí con un usted siempre será mi Brigadier en Jefe, por ello le tomo la mano por sobre la mesa, se pone todo rojo por eso, hasta marcharse con una sonrisa.

Falcon se acerca para preguntar si ya habló conmigo, dándoselas de importante porque menciona mi gesto de agarrarle la mano, pero yo simplemente le respondo que Colson es leal, no como otras hierbas del pantano.

— Y vete, animal del monte, me arruinas la comida —espeto molesta.

—Te la arruina la cara de cereza ácida que tienes, potra salvaje —responde crudo al seguir el juego de los apodos dados hace años por nosotros mismos.

—¿No tienes algo mejor para hacer? —finalmente lo miro de nuevo, parece más imponente desde mi posición, sus ojos felinos no pierden detalle de mí, pero no me dejo intimidar—. Ve con tu novia antes de que venga y me mate, no puede quitarnos los ojos de encima.

Todos giramos hacia la pelirroja quien desvía la mirada apenada al notar nuestra atención. Espero que no esté celándolo; Falcon es para mí como un antojo, algo pasajero, y estoy poco interesada en lo demás.

—Descuida, Sara es inofensiva —murmura con desinterés—. No te hará nada.

Se ríe por alguna razón marchándose, no sin antes guiñarme un ojo.

—Ustedes dos son una bomba de tiempo —murmura Renata—. Y harán caput, boom, cataplum, tarde o temprano —de pronto pone la mirada en un punto tras de mí con una sonrisita, sus ojos se mueven hacia un lado y me giro con rapidez a ver de quién se trata; tiene un noviecito que no ha presentado y yo lo quiero conocer.

—Está aquí, ¿No? —pregunto con ansia—. Tu misterioso hombre está aquí ¡Vino en la comisión!

—No seas chismosa, Isabella —se ríe nerviosamente—. Ya llegará el momento de presentártelo.

—¿Quién es una chismosa? —pregunta Alana al llegar.

—Bella, quiere saber algo, pero no le contaré —murmura Ren—. Mejor cuéntanos, Alana, qué hace tu novio solo con tanta modelo cerca —trata de cambiar el tema de forma drástica hábilmente, tan solo con eso causa que la mencionada tuerza su gesto a uno incómodo.

—¿Te sientes lista para la infiltración, Isa? —Alana evade la pregunta.

—Mas o menos, Volkov no me dio opciones ni tiempo. A veces creo que ese hombre me odia en serio; me envió a la jaula de los leones sin planear nada.

—Mi tía es bruja, ¿Y si le hace un muñeco vudú? —dice de repente Renata sacándome una carcajada—. Y tú le entierras las agujas en las pelotas.

—¿Por qué no puedes ser seria por una vez? —espeta Alana—. Hablo de algo importante y sales con las pendejadas usuales ¡Isabella puede morir y tú bromeando sobre vudú!

—Trato de hacerle menos estresante el momento —se defiende Renata—. Pero siempre estás amargada... la misma Isabella se ríe ¿Por qué me reclamas tú?

«A veces pienso que estas dos sólo se hablan por mí, siempre están en las mismas»

—Ya, ya, cálmense. Al, Renata sólo quiere hacerme reír y en realidad lo necesito —trato de hacerlas entrar en razón—. No te molestes por eso, lala.

—Claro, siempre la defiendes a ella y a sus pendejadas. Yo por lo menos me preocupo por ti —Alana se levanta vociferando y se marcha tan rápido como llegó.

—¿Y ahora qué bicho le picó? —me pregunto en voz alta.

—Yo me preocupo por ti, eres mi segunda chulada favorita, lo sabes ¿No? —dice Renata sacándome otra sonrisa.

—Lo sé... pero, espera un poco, ¿La segunda? Eso dolió ¿Y la primera quién es? —replico.

—La que me devuelve la mirada en el espejo, obvio —sus palabras arrancan otra carcajada de mi garganta para continuar con mi comida.

Pasados unos minutos al acabar de desayunar me despido de las dos y salgo del comedor, pero cuando lo hago me encuentro con la espalda de Falcon, camina con Sara y me quedo fijada de sus músculos que se marcan en la camiseta ajustada de entrenamiento y de sus brazos, ello evoca recuerdos de cómo es estar entre ellos. Pronto, la sensatez vuelve y retomo mi objetivo. Entonces, recuerdo mientras camino, cómo nos peleábamos, la época en donde nos caíamos mal, éramos el agua y el aceite, cuando competíamos para ver quién era el mejor, aunque eso sigue vivo, deseamos poder, anhelamos respeto, buscamos ascender y seguimos sin ser santo de devoción del otro a pesar de todo lo ocurrido.

Me voy a la sala de entrenamiento para descargar el aluvión de pensamientos como más me gusta, imprimiéndola en algo que reciba mis puños. Generalmente entreno de noche, pero necesito hacerlo. Paso alrededor de dos horas en una rutina extrema con pesas, máquinas y boxeo, ello no me deja pensar en nada más, haciéndome perder del mundo justo como Lucio me enseñó desde niña. Me pedía canalizar todo lo negativo a través de una actividad física, él me enseñó a boxear, a entrenar duro, me enseñó todo lo que sé, en realidad.

De pronto, una eternidad después en mi mente, el móvil suena, el nombre de Fabián aparece, pero desde antes de tomarlo, sé cómo está y no me equivoco, sus primeras palabras lo delatan, está borracho hasta más no poder, al estar así insiste en que soy su "Jodida esposa" y le debo respeto, pero todo tiene más sentido al enterarme de la compañía de su abuelo, ese hombre le ha llenado la cabeza de cucarachas hasta convencerlo de mi "Falta de respeto" pues soy Brigadier y Fabián Teniente, y mil pendejadas más. Aun así, le pido no beber más, sobre todo, no manejar, pues sí me preocupo por él, no lo niego. Por otro lado, mi argumento más fuerte es "no creas que me gusta estar en medio de la nada temiendo que en cualquier momento me vuelen la cabeza con una bomba"

De pronto su tono se torna agresivo, más aún, al mencionar la terapia de pareja, según el debemos tomarla, pero me enfurece al decir que no debí venir a la comisión, no debió "Darme permiso", sin embargo, me encargo de recordarle que no necesito su maldito permiso. Después baja su tono a uno amoroso de nuevo hasta decirme "Dios te bendiga en tu misión". Con un Amén, cuelgo la llamada desconcertada. Solíamos ser tan felices... me arruga el corazón ver en qué nos hemos convertido, pues mi relación se vio afectada por la influencia de su abuelo, acorralándome por muchos flancos,

¿Lo han sentido? la presión por ser una mujer independiente en muchos sentidos, el ser tachada de mala esposa solo por no ocupar el lugar que ellos imponen. Por eso estamos oficialmente separados, vivo en otro lugar y no pasa nada más conyugal entre nosotros desde hace seis meses, solo nos falta su firma en los papeles del divorcio, pero él insiste en recuperar nuestra relación, por ello no lo hemos hecho público, solo la familia y Renata lo saben. Regreso al saco para darle más golpes, aunque me duela pues mis nudillos no se han recuperado de la tunda en el día del aniversario, pero aun así continúo hasta quedar exhausta justo al sentir una presencia tras de mí y pronto me doy cuenta de quién es, mi cuerpo reacciona a su presencia casi automáticamente.

—¿Te pregunto algo? —dice Isaac con seriedad—. ¿Qué hiciste para que me trajeran a vigilarte la retaguardia? Por culpa tuya estoy metido en el culo del mundo con arena en los ojos constantemente y todavía no sé la razón.

—Imbécil —espeto girándome—. No necesito que me vigiles nada, por mí puedes dar media vuelta y largarte a Colombia.

—Ya... pues Volkov no opina igual, quieras o no, querida rival, vamos a estar atados por lo menos hasta el fin de la comisión —sus ojos cantan a grito herido el peligro dentro de su hechizo, el desastre que puede desatar con solo un movimiento y él es consciente de eso, sabe a la perfección las consecuencias de su presencia, aprovechándose cuanto le place.

—Pues sí, no hay de otra, debemos trabajar juntos, pero no te metas en mi camino —espeto con tono agrio, recojo mi botella de agua junto a mi pequeña toalla y seco con esta mi frente perlada de sudor, para marcharme.

—Hasta en tus bragas puedo meterme —susurra con media sonrisa de suficiencia. La burla se pasea por toda su expresión y deja ver cómo disfruta esa faceta de sí mismo, la cínica, la socarrona.

—Nunca más te meterás en mis bragas, Falcon, ni lo sueñes —espeto en un susurro para asegurarme de que nadie nos oye—. Lo nuestro fue un error y no se repetirá.

—Lo sé, un error garrafal, solo quería picarte el genio, pero ¿Hablas de la primera o la segunda o de...?

—Todas, olvídate de todas, Isaac. No debió pasar nada nunca —digo, mientras me aseguro de no tener oyentes listos para regar el chisme entre ellos.

—Sí, lo mismo dijiste antes de tener... —antelando sus palabras imprudentes, le pongo una mano sobre la boca.

«La química que hay entre nosotros se pondrá en mi contra»

—Cállate, lo vas a joder todo —digo de nuevo en susurros dando gracias pues los demás agentes están concentrados en lo suyo. La verdad no sé porqué aun me importa nuestro trato si ya no rompería mi ya desecha relación con mi esposo.

—¿De verdad crees que nunca se sabrá lo de esa noche? ¿o la vez anterior a esa? Además del resto —pregunta duro al quitar mi mano, pero sujeta mi muñeca con fuerza, con esto logra descargas de algo similar a una ligera corriente electrizantes que hacen palpitar mi corazón erráticamente—. Entre cielo y tierra no hay nada oculto, dice la biblia...

—Como si tu creyeras en la biblia, Falcon, y lo alargaré lo más posible.

—Bueno, te acordarás de mí al enterarse tu esposo. Una traición duele más si te sabes engañado como un tonto por tu pareja, siempre fui partidario de confesarlo, pero tú nada de nada.

—Claro, como a ti te importa un pepino cómo quedes —respondo, mientras paso a su lado y choco su hombro, pero me sujeta del antebrazo para acercar su boca a mi oído.

—Tienes razón, me vale un carajo todo por debajo de mí mismo, si fuese por mí, todo el mundo se enteraría de nuestra noche de sexo desmedido, porque la verdad, las habladurías de la Red de Chismorreo y de tu familia no me pueden interesar menos —sus palabras susurradas encienden mi piel con una facilidad desconcertante—. Pero te di mi palabra y es sagrada, nunca la rompo. No te preocupes, respetaré tu postura y opinión.

—No soy un trofeo cualquiera que vas por la vida presumiendo —solo atino a decir eso retirándome un poco para verlo a los ojos. Me suelto de su agarre furiosa luego de unos momentos y cuelgo mi bolsa en el hombro.

—¿Trofeo? —empieza con una ceja arqueada—, no eres un objeto, pero si lo fueras serías más el premio gordo de la lotería, y créeme, si estuvieras conmigo lo último que haría es tratarte de... —sus ojos me recorren en un segundo de arriba abajo—. Mejor ve a preparar la infiltración, no pierdas tiempo —escupe sus palabras al sacudir la cabeza como si la hubiera estado a punto de decir algo indebido. Emprendo la huida apresurada, necesito concentrarme en mi objetivo, pero sabiéndolo al otro lado ordenándome, no sé hasta donde pueda llegar mi fluidez al fingir en la misión.

«¿Qué haré con este sentimiento?» Isaac Falcon Salvador es mi caja de Pandora, si la abro todos nuestros demonios juntos acabarán con todo lo que amo. Llego a mi habitación para ducharme y mientras el agua fría cae sobre mi cabeza, me transporto a esa noche hace siete años:

"Tiene dos opciones, mayor Fox, me mata con la navaja o me mata de placer el resto de la noche... decida" dijo Isaac cruzado de brazos al tenerle amenazado con el filo en su garganta por colarse en mi habitación en la casa de los Richardson, esperándome después de llegar de mi despedida de soltera y, de pronto, la culpa por haberle fallado a mi esposo tan solo pocas horas antes de unirnos en matrimonio, empieza a consumirme y saca un suspiro sonoro, aunque no estemos juntos.

Salgo a los pocos minutos con el pelo húmedo y me cambio a un uniforme limpio para caminar hacia la oficina asignada, para buscar las imágenes satelitales disponibles en las pantallas multimedia, adosadas en una de las paredes en todas las oficinas, con un tamaño de un metro de alto por un metro de ancho, tiene acceso a internet y permite estudiar los lugares, ubicar coordenadas y todo tipo de detalles pues tiene opción de visualización en modelado en 3D para un mejor estudio.

Me pongo de frente y con mis dedos amplío la zona en donde está el prostíbulo, una esquina en el extremo opuesto de Kandahar con un sistema de túneles subterráneos, como idea de escape "secreto" de último momento, lo que Sayyid no tiene en cuenta es el conocimiento de los Praetor sobre todo. El sitio tiene dos pisos con ventanas, estas lucen viejas y destartaladas con el anuncio de "Restaurante bar" en idioma Dari, supuestamente tiene licencia para su funcionamiento como lugar de entretenimiento, pero no como la realidad: un prostíbulo disfrazado y de los peores, pues en su mayoría son menores de edad.

De todas las barbaries investigadas sobre La Triada, el tráfico y uso en prostitución de menores es la peor, la más nauseabunda, pero al mismo tiempo dispara la ira dentro de mi pecho por todos los delitos rastreados a través de mi misión, donde la impotencia por la existencia de cucarachas como Sayyid quienes solo auspician el crecimiento del delito en pedófilos y pervertidos a nivel mundial, me llena de asco ¿Y cómo se acaba? Dándoles pelea.

Y yo les daré la guerra más sangrienta de sus vidas.

La voz de papá llega de pronto y pide permiso para pasar, me abraza y pregunta si estoy preparada para la misión, mientras me fundo en la calidez de su cariño, fue el padre incondicional a pesar de sus hijos mellizos. Lucio se encarga de recordarme que Sayyid es un zorro viejo y el diablo sabe más por viejo que por diablo

—Si te pasa algo me muero contigo, hija —dice mirándome fijamente—. Si quieres te acompaño, soy tu respaldo.

—Ya no eres agente de campo, no te lo permitirían tan fácilmente y en pocas horas debo marcharme. Tranquilo, iré con el Mayor Colson —trato de calmar sus nervios—. Siempre está cubriéndome la espalda, lo sabes

—Me alegra... —trata de decir, pero el sonido de su móvil lo interrumpe; sin embargo, cuelga la llamada nervioso «¿Quién será?» —. Pero igual ten mucho cuidado y si crees no poder continuar, aborta la misión.

—Entendido —murmuro en respuesta, el móvil le vuelve a sonar y por segunda vez, cuelga viéndose incómodo—. Oye... gracias por todo lo que has hecho por mí, gracias por luchar mi custodia, pero sobre todo gracias por amarme —no sé porqué me nace decirle eso tan espontáneamente, pero es un sentir de todos los días de mi vida. Me ve de forma extraña por un momento, traga en seco y desvía la mirada sin responder inmediatamente.

—No hubiera podido seguir adelante sin hacerlo, Vladimir fue mi mejor amigo, mi hermano, él lo hubiera querido —dice aun sin mirarme como si ocultara algo que teme salga a la luz. Supuestamente, lucharon durante meses contra mis abuelos paternos por ver quién se quedaba conmigo, pero en fin, no quiero pensar más sobre el pasado; ese es un lugar oscuro en donde no quiero estar.

Hablamos de estrategias, él pertenece a inteligencia del CMOE, tiene toda la información y estructuramos planes de escape en caso de peligro. Pronto llega la hora, me voy a la habitación y me visto rápidamente poniéndome la ropa dejada por el departamento de caracterización, un vestido cuello tortuga tubo hasta las rodillas y manga larga color vino tinto, sintiéndome incómoda por cómo se ajusta a mis curvas marcadas, sé lo llamativas que son, sobre todo en lugares como aquel, pero también me enfundo en una gabardina larga casi hasta los pies con el objetivo de cubrirme en el exterior, me pongo un hiyab mirándome al espejo, donde una mujer, inocente a primera vista, me devuelve la mirada, mientras empuño el collar de mamá por el dije antes de quitármelo para guardarlo.

—Te cuidaré siempre, mi pequeña —escucho su voz otra vez en mi cabeza, viéndola en el reflejo del espejo, su sonrisa ilumina el habitáculo y me parece sentir el aroma de su perfume favorito—. Nunca te he desamparado, no me iré nunca de tu lado.

Pongo la mano sobre la superficie fría, mientras ruego que no se vaya, pero una vez más se desvanece como humo ante la tormenta de la muerte. Suspiro, contengo las lágrimas y me persigno al recitar la oración favorita de ella, para salir a una de las misiones más importantes para mi propio cometido, para encontrar la luz de la verdad algún día.

"Creo en Dios todopoderoso, creador del cielo y de la tierra,

Creo en su único hijo Jesucristo nuestro señor que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,

Nació de Santa María virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato..." 

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