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Capítulo 44- Dolorosa angustia

Capítulo 44

Dolorosa angustia

ADVERTENCIA: ESTE CAPÍTULO SE SALE DEL TINTE DE SUSPENSO/ERÓTICO QUE HEMOS VENIDO MANEJANDO, PERO ES NECESARIO PARA EL ARCO DE PERSONAJES.

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ISAAC

Algo muy dentro de mí sabía que esto pasaría pronto, pero me negaba a creerlo. El frío del pasillo inhóspito de la clínica me cala hasta los huesos, siento mis ojos arder aunque no he llorado como debería. Tengo la mirada pérdida sintiéndome más solo que nunca, todo me pesa, hasta el alma mientras pienso en todo lo que sucedió al final de la fiesta. Mamá no reaccionaba, Chris trataba de reanimarla, pero apenas pudo lograrlo, luego trató de calmarme a mí y a Stacey porque donde yo debía ser el pilar para ella, estaba salido de mis cabales. Mis pensamientos fatalistas me invadieron en un tiroteo de posibles finales, con solo ver el panorama desalentador. Chris llamó a la ambulancia y continuó en su tarea de ayudarme; sin embargo, ni siquiera Isabella podrá.

Ahora estamos en el corredor que conecta la sala de espera de urgencias con los consultorios, cubículos de observación y el acceso interno a las demás alas de la clínica, con dos puertas de cristal, una a cada extremo con acceso de tarjeta magnética. A mi madre se la han llevado hacia la puerta de la izquierda en la camilla, venía con oxígeno apenas consciente, sostenía mi mano porque al bajar de la ambulancia fue lo primero que buscó, el apoyo en su hijo mayor, quien debería ser fuerte, pero está a punto de derrumbarse. El médico lleva cuarenta y cinco putos minutos dentro sin decirme nada, cada momento es una eternidad de angustia.

Tengo la mirada fija sin ver realmente porque estoy en blanco, solo la desesperación y el dolor toman parte de mi mente en este momento, no hay espacio para nada más. De pronto siento una presencia a mi lado, pero no me giro.

—¿Quieres café? No tiene veneno —dice la voz de León sacándome de mis pensamientos profundos, miro hacia arriba viendo dos tazas de cartón blanco de las máquinas. No tengo energía para contestarle algo malo, menos cuando está siendo amable en un momento difícil.

—Gracias —murmuro recibiéndolo extrañado, no somos precisamente el ejemplo de una hermandad sana, aun así, su presencia vale más que la de mi padre.

Stacey está con Isabella cambiándose en casa para venir luego, no quiere quedarse en casa a espera de noticias, Theodore está hasta el otro lado del pasillo teniendo, por primera vez desde el diagnóstico de mamá, la expresión compungida como si estuviera preocupado; sin embargo, en este momento lo que menos me importa es si lo está o no. Las manecillas en el reloj del lugar rozan las tres de la madrugada con el típico sonido segundero como si estuviera en altavoz, haciendo cada maldito minuto una eternidad, pero ni siquiera el café caliente logra darme algo de calidez porque sé qué va a decir el médico cuando salga, lo he sabido por mucho tiempo. Me entra un ligero temblor por escalofrío, he dejado tirada la chaqueta del traje en la camioneta, pero en un extraño acto León pone la suya sobre mis hombros.

—Ten, yo no tengo frío —le miro otra vez se ha dejado crecer el pelo hasta que le cae ligeramente sobre la frente, así se parece menos a Theodore.

—No quiero discutir, pero ¿A qué viene esta actitud? —replico aceptando la prenda solo por necesidad a ver si apacigua un poco el ambiente gélido—. Un día dices que mi madre es un saco de huesos y ahora estás aquí trayéndome café y dándome tu chaqueta.

—Eres mi hermano, ¿No? Siento muchísimo lo que dije de tu madre... verás, desde que naciste tuve envidia de ti, pensaba que eras el favorito de papá y que había dejado a mi madre por Laura dedicándose a su nueva familia, pero por alguna extraña razón que no comprendo, ella me ha dicho la historia de tus cicatrices y entendí todo, lo mejor para mí fue crecer lejos de Theodore. Sé cuánto sufriste, comprendí que Theodore no tiene ni un ápice de sentimientos, no se preocupa por nadie más que él mismo.

—Entiendo —contesto sin dejar de estar extrañado sin entender su ataque de sinceridad—. Pues si la envidia siempre fue el problema, yo te envidiaba a ti porque no vivías con el monstruo que desfiguraba a mamá y me torturaba a mí.

—Ahora lo veo claramente, creo que tu madre siempre supo qué me hacía odiarte y por eso me lo dijo... en fin, no es momento de hablar de eso, solo quería explicarte la razón de mi actitud —trata de ponerse en pie, pero le pido que no se vaya, al parecer es la única persona en la que puedo apoyarme en este momento; mi padre no cuenta, es como si no existiera. Hablo con León como jamás lo había hecho, me ayuda a desviar la tensión hasta que Isabella llega con Stacey quien corre llorando a mi silla, así que me pongo de pie abrazándola.

Isabella se me acerca saludando con un beso de pico y una caricia en el brazo, preguntando si han dicho algo, pero niego con la cabeza con mi hermanita aun en mis brazos, se ha puesto una camisa de cuello tortura para mitigar el frío. Fox saca de una pequeña maletita un jersey color terracota y una chaqueta un poco ligera.

—Gracias, cerecita, por pensar en mí —contesto apoyando mi frente en la suya.

—¿Y cuando no estoy pensando en ti, cachorrito? —su comentario me saca una sonrisa. Le devuelvo el saco a León poniéndome lo que me han traído, para sentarme de vuelta a caer en el mismo hoyo negro. Isabella se sienta y Stacey se acuesta en las sillas con la cabeza sobre sus piernas acariciando su cabello con suavidad buscando darle algo de calma. El tiempo pasa y por fin un médico sale a informarnos que mi madre ha tenido una recaída de plaquetas y está en estado crítico, las siguientes veinticuatro horas serán vitales, por ello la trasladaron a cuidados intensivos donde las visitas están restringidas, solo podemos acceder de a uno y en las horas permitidas luego de ponernos toda la indumentaria y pasar a través de un espacio sanitizado por medio de una aspersión.

Stacey se apoya en mí con la misma tristeza que yo, así que nos acomodamos en las sillas de tal manera que la puedo acoger en mis brazos.

A partir de ahora, todo depende de su fuerza.

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Más tarde cuando ha salido el sol logro que Isabella se vaya con Stacey a descansar, creo que Pelusa nunca se pudo imaginar el final trágico de su esperada fiesta de dieciséis. Theodore también se va y me quedo solo a esperar visitar a mamá, a las nueve en punto me dejan pasar poniéndome las protecciones azules incluyendo gorro, bata con la abertura atrás, guantes y hasta cubre zapatos. Cuando entro está cavilando medio consciente, la enfermera me pide tardar poco para dejarla descansar, así que tomo su mano besándola con las lágrimas surcando mi rostro, mientras le hablo cosas bonitas y acaricio su cabeza dándole un beso en la frente por medio de mi mascarilla.

—¿Isaac? ¿hijo? —murmura con debilidad quedando más despabilada que antes.

—Sí, mamá, aquí estoy. Todo va a estar bien.

—No es cierto... mi tiempo ha llegado. Cuida de tu hermana, no te separes de ella... no descuides tu diabetes y... siempre vela por Isaff —murmura por su mascara de oxígeno—. No pierdas a Isabella... no dejes que se pierda en su propia ira, dile que Carmen y Vladimir no hubieran querido eso... pero sobre todo no la pierdas como mujer, ella vale mucho... sé que fue ella quien me donó, Marina me lo dijo... Dale las gracias.

Asiento cuando el incordio de enfermera regresa echándome, es hora de su medicación y la sedarán de nuevo. Salgo arrancándome todas las protecciones con desesperación, no sé qué siento, si depresión, rabia, o impotencia, supongo que son los tres o más juntos. Me dejo caer sobre los sillones individuales poniendo mis codos sobre las rodillas cabizbajo. Debería dormir un poco, me siento exhausto, pero jamás me perdonaría irme y que pasara algo.

Michael y Renata llegan, le han pedido a Marina que cuide del bebé y ella gustosa ha aceptado, me traen comida y algo de tomar, lo acepto porque mi estómago gruñe ansioso de recibir algo que no sean jugos gástricos y me siento entre ellos comiendo en silencio, no me gusta ser tratado como ave herida, pero no tengo fuerzas para replicar nada. Cuando he acabado llega Gerard, lleva ropa cómoda un jogger y una camisa manga corta cuello polo. Me levanto dejándome abrazar, fuera de mi orgullo lo quiero mucho, otro que es más mi hermano que León, aunque ahora veo una intención de él para arreglar nuestra relación, esperemos que no sea una treta mandada por Theodore. Gerard me pregunta cómo van las cosas, yo le digo lo de siempre "pronóstico reservado", pero las palabras queman en mi boca como ácido de batería.

Gerard me cuenta de su niña, le han puesto de nombre Gabriela, el que siempre soñó él cuando tuviese una pequeña y es ahora que puedo entender su emoción, sigo siendo el mismo apático, grosero y pedante, pero un lado más paternal ha despertado. Me pregunta si seré el padrino y le digo que sí, después de todo, es mi hermano, hasta ofrece que si Isabella puede ser la madrina pues Shriley es una de sus amigas, casi no se frecuentan últimamente porque el embarazo la tuvo en casa. Gerard siempre ha sido mi mejor amigo además de Michael y es en momentos así donde veo su apoyo verdadero, él se supone debe estar en casa con su bebé recién nacida, pero se ha venido al hospital sabiendo lo importante que es para mí.

Las horas pasan y las siento más tolerables en compañía de mis amigos, aun así, el cansancio me pasa factura y me voy quedándome dormido sentado, cabeceo constantemente, cuando llega Isabella con Stacey de vuelta, entre ambas me convencen o, mejor dicho, me obligan a ir a casa a dormir. Ren y Mike me llevan porque dice que me puedo estrellar por un microsueño. Al llegar a casa voy directo a la cama, pronto caigo en un sueño profundo, pero lleno de memorias torturadoras de mi madre porque en el fondo sé perfectamente cómo terminará esto.

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Me despierta el taladrante sonido ondeante de mi móvil, suena y suena hasta que tomo la llamada notando que es de noche ya, veo el reloj marcando la media noche ya, es Stacey, mamá se ha puesto grave así que me pongo en pie rápido duchándome como un suspiro y cambiándome en un santiamén para salir disparado al hospital, pero comiéndome la cabeza todo el camino donde impudentemente me salto semáforos en rojo, en medio de un desespero exorbitante consumiendo cada parte de mí en un bucle de sentimientos desbordados, soy consciente de cada latido desaforado de mi corazón que llama a gritos a mi madre. Llego estacionando a lo maldita sea y corro por los pasillos apestosos del desinfectante horrible típico en lugares así.

—¡Isa! —dice mi hermana lanzándose a mis brazos en medio de llanto, el médico que lleva el caso de mamá está ahí. Michael también las acompaña y Renata llega con cafés entre sus manos—. El doctor dice que no mucho...

—¿No mucho qué?

—No mucho para que mami se vaya al cielo —llora contra mi cuerpo cuando miro al médico buscando la confirmación y él con un simple asentimiento de cabeza lo hace, es verdad.

—No entiendo, doctor, ella estaba bien —replico confundido.

—Veo que no se los dijo... Laura tenía varios días mal, venía aquí a escondidas y sabía que no pasaría demasiado tiempo, algo me dijo sobre la fiesta de Stacey de no querer arruinarla —contesta él—. Le dije que debía contarles, me dijo que lo haría, pero al parecer no y yo no podía romper la confidencialidad, médico paciente. Lo siento mucho.

Ella ha pedido vernos, a Stacey, Isabella y yo al mismo tiempo y siendo una excepción porque no permiten más de una persona al mismo tiempo, nos autorizan, así que nos ponemos las protecciones y entramos a su habitación que no dista mucho de una normal, pero en esta los monitores de todo tipo están a lado y lado controlando 24/7 los signos, a la espera de una descompensación para detonar la alarma, pero paredes de cristal ahumado la separan de otros cubículos de cuidados intensivos

—Mami —dice Pelusa haciendo que ella abra sus ojos.

—Que bueno que están... aquí —murmura con dificultad, diciendo las cosas por secciones—. Quiero pedirles que... nunca se separen... siempre se cuiden unos a otros, porque sé, Isaac e Isabella, que se han amado toda la vida... y habrá obstáculos, caídas y problemas... pero jamás olviden que tenerse el uno al otro es suficiente para alcanzar cualquier cosa... juntos son imparables. Usen eso para el bien y no permitan que la oscuridad les llene el corazón. Estoy tan orgullosa de todos y me voy de este... mundo sabiendo que los tres se cuidarán.

—No hables, Laura, guarda fuerzas —dice Isabella sosteniendo su mano, llorando igual que todos.

—Mi niña... mi hermosa, no permitas que la venganza te consuma... eres una mujer maravillosa, amorosa y gentil, eres Carmen, ella está en ti... Llena de amor tus vacíos y verás cómo la ira se disipa... Tuve dos hijos, pero la vida me dio otra y también te amo. Te prometo saludar a Carmen de tu parte, mi cielo.

—Yo a ti, Laura, te amo como no te imaginas —Isabella no lo resiste más y se deja caer en un llanto sin control, lleno de sollozos ahogados contra mi pecho, pues me busca para apoyarse. Por último, se dirige a Stacey.

—Princesa de mi vida, eres todo lo que quise en una hija... —tose por primera vez—. Por favor hazle caso a tu hermano, eres la luz de sus ojos y siempre querrá lo mejor para ti. Vive... vive a plenitud... ama con locura y persigue tus sueños...

Al terminar de decirlo se va quedando dormida y los monitores se enloquecen, todos con el pitido irritante hasta que entran enfermeras sacándonos, lucho por quedarme, debo estar con ella, pero no me lo permiten. Veo correr al médico a cargo de ella hasta entrar en la habitación presuroso hasta que a nosotros nos sacan por la puerta que conduce a los cubículos. Nadie nos dice nada, pero a los pocos minutos sale el médico con una cara que lo dice todo. Nos informa que sus defensas están en niveles críticos, pero sigue respirando y su corazón latiendo, y mientras lo haga hay esperanza. Todo empieza a darme vueltas, me siento desfallecer a pesar de las manos que me sostienen, Isabella grita, la escucho como un eco lejano, hasta que todo se vuelve negro. Cuando vuelvo a abrir los ojos, estoy en un cubículo de urgencias con Isabella, su cabeza está apoyada en el borde de la camilla pareciendo dormida. No sé cuánto ha pasado, pero afuera es de día. Recorro el lugar con la mirada tratando de ubicarme, con el olor del desayuno de hospital llenando mi nariz.

—Isabella, despierta —digo con la boca pastosa sacudiéndola ligeramente—. ¿Por qué estoy aquí?

—¡Isaac! —exclama con alivio—. ¿No recuerdas lo que pasó?

—Mi madre muriéndose en una cama de hospital jamás en la puta vida se me olvidará ¿por quién mierda me tomas? —espeto desquitándome con quien no debo, nadie tiene la culpa, solo un Dios injusto que castiga a los buenos y llena de gloria a los peores.

—Yo no tengo la...

—¡No me repliques, no me discutas ahora! Solo dime qué hago aquí —no la dejo terminar.

—Se te bajó la glucosa a niveles alarmantes y no despertabas, el médico dice que por el choque emocional pasaste inconsciente más tiempo —murmura tomando su bolso—. Llámame cuando recobres la decencia y entiendas que tratando mal a la gente no harás que tu madre mejore magicamente.

—No te vayas —pido cuando casi ha salido del cubículo—. No puedo hacer esto sin ti. Lo siento.

—Isaac, no puedes herir a la gente y pretender que con un "Lo siento" arreglarás las cosas. Fabián me pedía perdón y no arreglaba mis costillas o moretones —dice dando la vuelta—. Me quedaré, solo porque has perdido a Laura, pero ten en cuenta que a mí no me vas a tratar de mierda.

Se queda en silencio leyendo el libro entre sus manos, Cien Años de Soledad, una copia de su padre que ella pidió que buscaran en casa inmediatamente después de la tragedia. Es su libro favorito, lo lee año tras año como una costumbre arraigada, creo que se siente más cerca de sus recuerdos haciendo eso, pero la evidente molestia me está incomodando, pronto llega el médico dándome el alta, solo han pasado algunas horas, pero se siente como una eternidad.

Stacey me abraza, sus ojos no pueden estar más irritados, rojos y llorosos acompañados de una mirada vacía, compartimos el mismo sentimiento podemos perder a nuestra reina, nuestra heroína, la mujer que lo dio todo por nosotros. Debe sentirse sola, pero jamás lo estará, pelearé su custodia ante Theodore; no la dejaré en manos de ese desgraciado. Vamos caminando por el pasillo del hospital hacia la salida donde están Renata y Mike quienes me dicen sentirlo mucho, igual que León con su nueva actitud. Desconozco si es cierto lo dicho, no me convence del todo, aun así sea falso o real, agradezco su apoyo, ahora mismo no tengo fuerzas para seguir peleando.

De repente llega Theodore, tiene lentes oscuros y la camisa desfajada, se tambalea apoyándose en su guarda de General tres estrellas mostrando su borrachera monumental, es más notorio cuando se acerca y un golpe del olor a alcohol y tabaco nos da de frente. No me sorprende su actitud, seguro estaba con las otras cogiéndoselas en medio de las orgías que le gustan.

—Tranquilo, Isaac, no es el momento —susurra Isabella, ha notado mi tensión al tener mi mano entrelazada con la suya. Me conoce tan bien, es la mujer perfecta para mí.

—No haré nada, no tengo fuerzas ni alma —contesto pasando por un lado de mi padre sin modular palabra, pero el imbécil me alcanza.

—¿A dónde vas? Tienes que estar al pendiente de tu madre y no con tu ligue mensual —grita gesticulando—. ¡Contesta!

—General Falcon, Laura cayó en estado crítico anoche, está en pronóstico reservado. Respete su dolor, por favor —dice Mike causando que se ponga las gafas en la cabeza.

—¡¿Por qué nadie me avisó?!

—¡Yo te llamé y te llamé, me cansé de hacerlo, no contestaste! —grita Stacey explotando, lágrimas corren por su rostro ya húmedo—. ¡Isaac siempre tuvo razón sobre ti! Isa, por favor, quiero vivir contigo —me dice escondiéndose tras mi cuerpo—. Isabella, ¿puedo vivir con ustedes?

—Claro que sí, mi niña, por mí no hay problema ¿Isaac?

—No tienes que preguntar —murmuro caminando con ellas otra vez

—¡Eso vete con él maldita desagradecida, te lo he dado todo! —grita Theodore—. Llévate a la mocosa que solo ha sido un estorbo, ¡quería que te abortaran! Con una garrapata chupa sangre tenía y llegaste tú —no lo pienso dos veces antes de girarme y darle un puño en la nariz. Eso despierta a sus guardias quienes me encaminan, pero Isabella se interpone ordenándoles quedarse quietos porque aun siendo la escolta de otro, ella es Brigadier y ellos Mayores, Tenientes o Capitanes. Logra alejarme y yo protejo a mi hermana, pero dentro de la situación el perro sarnoso de Theodore se ha puesto a "llorar"

«¿De qué le sirve llorar ahora, cuando le hizo la vida de cuadritos?»

Bueno, tal vez porque los seres humanos tenemos una odiosa tendencia a valorar lo que tuvimos cuando se ha ido, sabiendo que el mayor acto de amor no es botar la casa por la ventana en arreglos funerarios, sino darle ese amor en vida, ayudar, recordarle cuando la aprecias, lo importante que es para ti, no con regalos caros, con atenciones que valen más que cualquier cosa material. A mí me queda la consciencia tranquila de que la amé, luché por ella, se lo decía siempre y se fue sabiendo que era lo más importante para en mi vida.

—No llores por esa bazofia, Pelusa, no lo merece —le digo a Stacey cuando voy al volante camino a casa, ella en la parte trasera.

—No me sueltes nunca, hermanito...

—Jamás, mi pequeña, jamás te soltaré.

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Una semana después

Los días han estado duros mamá no ha mejorado mucho que digamos, está en coma inducido porque no sabemos qué pasará más adelante, así que nos limitamos a preguntar y esperar un milagro. Por supuesto, Volkov no me dio autorización de pedir unos días para estar pendiente de mamá y Theodore no ayudó tampoco, así que estoy en la base con Christian del Comando Médico quien me está dando informes de Sokolov y sus movimientos con quien pensamos es el creador de la Quimera, un ex-Praetor que se llevo consigo investigaciones hechas por el C.M.I.Q hace años, borrándolas del sistema completamente, inclusive los backup establecidos. Me cuenta todo sobre él, quien se ha mantenido oculto en su mayoría, de forma estratégica ha operado desde la clandestinidad creando todo aquello que nos está dando dolores de cabeza, incluyendo drogas modificadas para aumentar su adicción, así como el fentanilo, pues lo han hecho menos mortal, pero más dependiente.

Christian se muestra raro, creo que saber de Isabella y yo lo ha herido profundamente, pero no puedo pensar en eso ahora, mi madre es la única que me preocupa, pero de repente él habla, me dice que le gustaría ser el mismo de antes conmigo, era después de Mike mi mejor amigo; sin embargo, se ha enamorado de Isabella a tal punto que prefiere alejarse de mí y no verla conmigo, dice alegrarse de que por fin hayamos reconocido que nos queríamos desde hace mucho tiempo; no obstante, por ahora se mantendrá a raya y lo entiendo, sé de primera mano lo que es amar a la Brigadier Fox sabiendo que no es ni nunca será tuya porque se pertenece a sí misma, tuve que ver cómo se casaba con otro para saber cómo era sufrir por amor, aunque en su tiempo no lo quise aceptar.

En fin, me dice que me quiere mucho y que siempre estará para mí, pero ahora necesita tiempo, así que nos encauzamos en Sokolov, es un hombre casi rozando los cuarenta sin hijos y una prometida, pero su sobrina Katleya Sokolov es su mundo entero; sin embargo, de ella sólo se conoce el nombre, ha sido protegida desde su nacimiento, porque debajo de la apariencia de empresario, Alexei Sokolov pertenece a la mafia Sokolov; sin embargo, ha pasado desapercibido porque ha dicho ser de otra familia ya que es común el apellido en Rusia.

Poco antes de las tres de la tarde acabamos y me marcho a mi oficina donde me quedo solo pensando en mamá y en Pelusa, debo ser fuerte para mi hermana, pero no puedo serlo del todo si mi reina, el primer amor de mi vida, la mujer que me hizo lo que soy está muriendo poco a poco, el trasplante llegó tarde y por ello todo será más difícil, aun así quiero pensar que todo saldrá bien.

Michael llega con comida pues sabe a la perfección que no he ingerido nada a parte de café cargado, él es mi mayor apoyo, una cara de la moneda que me ayuda en todo a pesar de mi mal humor característico, me cuenta que la madre de Renata, General de dos estrellas lo ha rechazado por no ser de una familia pudiente, así que está bastante deprimido por ello, puede que los Mitchel no sea influyentes, pero si algo les sobra es decencia, amor y respeto. Lo consuelo diciendo que a mí tampoco me aprueba Lucio y aun así he luchado por Isabella.

Terminamos el trabajo del día de hoy y me dirijo al hospital a pasar la noche con mamá, su médico nos ha autorizado pasando por encima de las políticas. Cuando he llegado me acomodo en la silla y con una frazada me cubro quedándome dormido, será otra noche dura, pero antes de dormir el móvil me suena con un mensaje que había estado esperando.

"Nos veremos el jueves próximo, te haré llegar la ubicación dos horas antes"

TRNC WLIMS

El eslabón pedido de la cadena de la muerte de Carmen y Vladimir está a punto de hablar.

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