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Capítulo 42- Solo tú y nadie más que tú


CAPÍTULO 42

Sólo tú y nadie más que tú

"Eres tan hipnotizante, podrá ser el diablo, podría ser un ángel"

E.T cover (Kevin, Karla y la Banda)

¡DEDICADO A JesMon2221! GRACIAS POR EL APOYO Y TUS COMENTARIOS, ME ANIMAS MUCHO! ¡ESPERO TE GUSTE LA HISTORIA!

N/A: MIS CHICAS, ACTUALICÉ ANTES DE LA HORA PORQUE NO PUEDO A LAS SEIS, PERO EL HORARIO ES 6 PM NORMALMENTE, SALUDOS

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ISAAC

Salgo con Hypnos y Tánatos a un paseo dejando a Isabella atrás, no se lo dije, pero casi se me sale el corazón cuando vi la sangre al pensar que estaba herida, por poco me da un infarto de pensar su vida en riesgo, pero según veo, era de alguien más ¿Quién? Aun no lo sé, pero no debe ser nada bueno, además cuando cayó dormida le hice una prueba reactiva de pólvora en las manos con un test rápido y salió positivo, disparó un arma antes de llegar a casa haciéndome temer que haya metido la pata y dejado rastros evidentes para hacerla encarcelar por homicidio; la cantidad de sangre me indica la alta posibilidad de que no haya quedado vivo o viva. Corro con mis perros por las cuadras tratando de despejar mis pensamientos, el médico de mamá ha llamado y dijo que si bien el trasplante le ayudará el pronóstico es incierto, puede extender su vida o morir por haberlo recibido tarde, ello ya ocupa toda mi mente; no obstante, el problema de Isabella ha llegado con fuerza a darme en la cara.

En el camino hablo con Stacey, está cuidando a mamá como una devota enfermera dedicándose a ella cuando llega de la escuela y a pesar de ser un acto de amor, está muy apegada como es lo normal, cuando mamá muera ni siquiera quiero pensar en cómo se pondrá mi pequeña Pelusa, al menos ya estoy de planta en Nevada y nos apoyaremos cuando pase, sí, suena muy negativo, pero es el pronóstico de mamá, creen que no llega a un año más con nosotros. Camino sin rumbo con mis perros bajo el sol picante, mientras los pensamientos me consumen, tratando de evitar a Fox extendiendo el paseo más de lo normal, hasta quedar exhausto sin poder dar un paso más, es domingo y estamos libres del Comando, aunque no dejo de pensar también en el trabajo, Valkyria Sayyid ha aceptado el trato junto a la petición de entrar al Consorcio, así que me han asignado el trámite a mí porque soy el único a quien considera de confianza, por ende, debo pasar mucho tiempo con ella de ahora en adelante. Cuando no soy capaz de dar un paso más regreso a casa encontrándome a Isabella con una taza entre las manos con la mirada tan perdida como la dejé.

—¿Qué haces en mi casa todavía? ¿no entendiste?

—Brock Tanner —dice sin verme, pero alcanzo a notar el agujero negro de su mirada profunda

—¿Y qué tiene que ver el culo con las pestañas? —espeto soltando a los perros quienes corren hasta ella.

—No te hagas pendejo, animal del monte, échale neuronas ¡Llegué llena de sangre y te estoy diciendo de quién!

—¡¿Mataste a Brock Tanner?! —grito sintiendo como todo se acelera ante la impresión, simplemente no esperaba eso—.

—Lo dejé como coladera —está mirando a la nada cayendo en una risa que roza lo psicópata—. Me comporto así porque no quiero involucrarte. Deberías alejarte de mí lo más posible.

—¿Por qué lo haría?

—Soy una asesina a sangre fría, he matado a alguien por egoísmo, por desearlo y no en medio de un operativo

—Yo también soy un asesino, disfruto matar, ambos tenemos oscuridad dentro de nuestra mente ¿Y qué? —digo aun serio y por primera vez me mira, parece menos distante, menos fría, aunque mantiene el vacío cargando sus ojos como nunca antes había visto. Me acerco a ella quitando la taza y sosteniendo sus mejillas con firmeza obligándola a dejar su mirada fija en mí—. No vuelvas a hacer esto sin pensarlo. ¿Qué tiene que ver Renata?

—Me acompañó y mató al cómplice que me emboscó —murmura en bajo.

—Cuéntame qué dijo Tanner, no omitas nada —le digo sentándome a su lado y empieza una verborrea de realidades apenas creíbles ¿Los Fox muertos por alguien conocido? Era lo que menos me esperaba escuchar, de mis teorías más locas ninguna se acercaba a eso, pero algo dentro de mí se enciende apuntando a alguien en especial, pero no digo nada manteniendo el silencio absoluto maquinando sobre quién será el famoso Escorpión, quién pudo haberlos traicionado de esa manera.

Le pregunto si quiere buscar las cajas de seguridad con las llaves encontradas, pero sorpresivamente lo aplaza hasta después de la fiesta de Stacey, creo que piensa en no arruinarnos antes de esa fecha especial, cosa respetable y mejor así, no sabemos si sobrevivamos o la reacción de ella, por ahora su ira parece contenida, pero lista para saltar en cualquier momento. Finalmente, la abrazo sintiendo de pronto que comienza un llanto silencioso terminando acurrucándose sobre mi regazo como niña perdida, recordándomela a sus ocho años cuando pasó todo; sin embargo, esta vez no hay sollozos, hay desconexión, vacío, silencio, como si se estuviese hundiendo en soledad.

Nos quedamos así un buen rato, no sé exactamente, pero nos saca del trance la llegada de mamá y Stacey, olvidé por un momento que las había invitado a almorzar y llegan encontrándonos e fachas, pero pronto nos bañamos cambiando la ropa. Stacey viene hablando de su fiesta y mamá se queda mirándola con nostalgia como si la extrañara desde hace tiempo, suspirando con media sonrisa, eso me lleva a preguntarle qué pasa, aunque creo saber la respuesta: cree en su muerte próxima, ese instinto profundo de alerta, el que permite despedirte en algunas ocasiones. Su mirada es triste y la sonrisa no la alcanza, el brillo de sus ojos ha desaparecido pareciendo más débil en comparación con antes.

Stacey e Isabella lo notan, me llaman a un lado para hablar conmigo, pero no hay mucho para hacer, solo alegrarla lo poco restante de su vida, se siente cansada y va a descansar a mi habitación. De pronto en la estancia llegamos a un tema prohibido, la Pelusa insiste en entrar al Consorcio y hacer una carrera dentro de la milicia cuando yo me opongo.

—Ya te dije que no entrarás a la milicia —le digo señalándola, ya habíamos hablado de esto—. Estudia lo que quieras, donde quieras, si el monigote de padre que tenemos no quiere pagar, lo hago yo, pero en el Consorcio no pones un pie.

—¡¿Crees que teniendo un padre General tengo que pedirte permiso?! —grita con sus mofletes colorados por la ira como siempre cuando está molesta, es como la cerecita 2.0 y empezamos a pelear en medio de la estancia; no la quiero metida dentro de la corrupción actual de algunos, puede ver u oír algo que la ponga en riesgo, mientras se destapan las conspiraciones de los agentes corruptos, pues fuera de eso, la entidad es muy correcta, limpia y de admirar, pero como siempre, existen quienes mancillan ese nombre.

—Tranquilo, Isaac, no es forma de hablarle a la niña —media Isabella tomando mi rostro entre las manos haciéndome centrar mi mirada en sus ojos. Stacey empieza a llorar, mientras corre al despacho encerrándose—. Déjame hablar con ella, ya regreso.

Va tras Pelusa dándome tiempo a calmarme y pensar en todo, sé que no debería tratar de controlarla, pero me aterra perderla como ha perdido Fox a sus padres por saber más de lo debido. Como cuarenta minutos después regresan ambas, mi hermanita refunfuñando y hablamos más tranquilamente, si bien no puedo impedírselo, haré todo lo posible para evitarlo, eso me lleva a contarle por encima la situación con el Consorcio y los Praetor corruptos, sorprendiéndola; sin embargo, no cambia de opinión jurando no meterse donde no la llaman y rechazar cualquier insinuación ilegal, a mí sigue sin convencerme, así que pactamos esperar a sus dulces dieciséis.

Pedimos comida para todos y mientras llega Stacey toma un libro e Isabella y yo estamos acostados en el sillón, Fox sobre mi pecho hablando en bajo, pero llega mamá quien se siente mejor, así que nos incorporamos para hablar mejor con ella.

—Chicos, prométanme que siempre cuidarán de Stacey, no sé cuanto duraré, así que deben estar para apoyarla —dice con la misma pesadez en su mirada—. No había tenido la oportunidad, pero les bendigo la relación para que dure mucho tiempo. Ustedes se saben querer mucho más que otros.

Nos persigna a ambos con media sonrisa.

«Extrañaré a mi madre cada maldito día hasta mi muerte» siento los ojos llenarse de lágrimas, pero logro evitarlas, llorar frente a ella solo logra empeorar su estado emocional por pensar en que nos hace sufrir. Puede que este sea uno de los últimos momentos agradables con ella para alabar en los recuerdos.

—Apóyense como siempre, amarse no siempre es fácil, pero si saben luchar por lo que sienten nada los detendrá para estar juntos. Cuando un gran amor llega puede haber mil obstáculos, y diez mil tropiezos, pero depende de ustedes encontrar la felicidad.

Isabella le agradece con un abrazo y lágrimas corriendo en sus mejillas, está muy sensible a todo por los acontecimientos recientes. Nos quedamos juntos todo el día hasta bien entrada la noche cuando las llevo a su casa, la Pelusa tiene clases temprano.

Mi madre y mi hermanita son el mundo entero, no hay nada que ame más, pero sé que pronto mi mundo se quebrará quedando incompleto, sin su pilar principal.

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TRES DÍAS DESPUÉS

Ha pasado el tiempo y cada vez estoy más preocupado. Las alertas están encendidas porque un dron de las noticias halló el cuerpo de Tanner, mientras hacía una grabación de los riscos para un especial de la naturaleza desértica. Tuve que crear ubicaciones falsas y meterlas en los registros de Isabella y Renata a escondidas por si de casualidad la mira se enfoca en ellas, aunque no es posible porque aunque impulsiva, Fox no dejó huellas demasiado evidentes, fue la verdadera Vípera, llegó, atacó, mató y se deslizó de vuelta entre las sombras de un desierto en soledad. Ese apodo le quedó como anillo al dedo a la cabrona, es venenosa, elegante y mortal. A ella la he sentido distante, pero sé que no es por mí y pienso en ella mientras camino al coliseo 1 donde me espera Sayyid menor. Ha aceptado el acuerdo de dar información a cambio de libertad, pero de igual manera aceptó entrar al Consorcio, todo firmado en papel, así que me han echado la responsabilidad encima por ser en quien más confía por alguna extraña razón que no comprendo, la infiltré, la engañé y le quité su mercancía, aun así, me perdona haciéndome su enlace con los altos mandos.

Camino dentro del coliseo, una gran explanada de forma cuadrada con canastas de baloncesto al lado derecho, barras de entrenamiento al izquierdo junto a algunas máquinas, y al fondo una zona cubierta con una gran colchoneta azul rey cubriendo la zona cercada por cordones para separarla del resto del espacio. La diviso sentada en las escalerillas con cara de aburrimiento.

—Al fin llega alguien —dice Valkyria, lleva ropa de gimnasio que se ajusta a su cuerpo y su espeso cabello negro en una coleta alta ajustada—. ¿Para qué me citaron aquí a las seis si iban a llegar a las ocho?

—Porque debes aprender a obedecer horarios y órdenes —digo acercándome a ella, fijándome en ella y en cómo aparenta muchos más años, tal vez el estrés, la vida de traficante que pasa factura a temprana edad; sin embargo, la belleza única de sus ojos negros resalta como uno de sus más grandes atractivos—. No creas que hacer un trato es solo eso, no entregar información y ya, debes entrenar, sudar la gota gorda hasta que sepas lo que es la vida militar. Escogiste el camino difícil, los entrenamientos Praetor son duros, sentirás que te sacan el alma por la boca, sólo los fuertes lo resisten. Además de todo, deberás mostrar lealtad, estás en periodo de prueba para confirmar que no serás una infiltrada.

—¿Tú serás mi entrenador? Y créeme, esta es la oportunidad de no estar metida en la mierda de mi familia.

—No del todo, yo no me dedico a eso, soy agente de campo, pero debo supervisarte, el General Volkov lo designó así, eres un caso especial en el que los mejores deben estar sobre ti, tendrás una instructora de tiro también. Estarás en el grupo Pre Praetor C.E.P.I #1632 generación 2018-2, memorízalo, estarás dos años en entrenamiento antes de ser cadete —camino a la estantería donde están los complementos de madera para entrenar como mancuernas, barras de madera delgadas y largas, así como otras cosas más. Le paso una de las barras arrojándosela para ver su agilidad, para guiarla a la zona de la colchoneta—. Muéstrame qué sabes hacer.

Le doy un primer acercamiento que bloquea con la vara de manera ágil, lo intento por el otro costado y también sabe cómo bloquearlo, nos enfrascamos en una lucha de tira y afloja que la culicagada me pone difícil, sabe dónde poner los pies, cómo atacar en el momento justo como un felino hábil esquivando una lanza afilada, junto a la forma en que me encamina con fuerza y sin duda o miedo, es evidente que ha sido entrenada por un profesional, cosa sorprendente hasta que logro desarmarla y derribarla sobre la colchoneta apuntándole con la punta.

—Aquí no hay preferencias porque seas una dama o porque tengas veinte años. Entrenamiento es entrenamiento —le extiendo la mano para ayudarla a incorporarse y por un momento nos quedamos viendo fijamente. Hay algo en esa mirada matadora que te reta a enfrentarla, a quedarte viendo por horas, pero pronto reacciono soltándola. Empiezo entonces a medir su combate cuerpo a cuerpo, chocamos moviéndonos por todo el coliseo vacío, hago llaves a su cuello que logra zafar con un codazo y es capaz de hacer un arco con su cuerpo debido a que era porrista en su escuela antes de ser obligada a traficar. Finalmente tomo sus brazos cruzándolos desde atrás sobre su pecho, nuestros cuerpos quedan piel con piel y mi respiración agitada llega a su cuello.

—¿Me estás entrenando o me estás excitando? —pregunta en tono coqueto unos momentos después «Maldita sea, ¿por qué me tenían que asignar a esta mujer? Me voy a enloquecer»

—En tus sueños, niñita —creo que mi tono sale ligeramente coqueto al soltarla y alejarme, pero hay algo que Isabella desconoce, hasta ahora no considero decirle, pero me tiene sin importancia a cuantas mujeres meta en mi cama, con cuantas coqueteé como ahora, Sofía Isabella Fox Santo Domingo será siempre la primera dama de mi vida, despacharía por un tubo a otra si ella está de por medio; estamos hechos el uno para el otro, lo he notado, habrán mil obstáculos, parejas y peleas, pero nos pertenecemos tanto que solo la muerte podrá romper nuestro vínculo más fuerte que de sangre. Esa mujer me ha tatuado el alma y no la lujuria, tienen el poder de reanimar mi corazón en decadencia.

—¿Tienes novia? Y tengo veintiún años ya cumplidos, metida en la celda, por cierto. Ni un pastelito.

—Eso es personal, Valkyria, y de puertas hacia dentro soy tu superior, el Brigadier Falcon. Además, a los traficantes no se les celebra en prisión —replico diciéndole que se ponga piso a tierra para hacer lagartijas, pero eso sí parece cansarla—. ¡Vamos, vamos! ¡eres una Sayyid! ¿No se supone que son la más de lo más? ¿los más duros, los más inteligentes de La Triada? Y... ¿qué quieres León? —digo cuando aparece lentamente, ha estado evitándome por semanas desde que casi lo mato.

—¿Qué haces? —pregunta acercándose con cautela.

—¡¿Qué parece que hago, inepto retrasado?! ¡¿tomando café con el presidente?! —grito con agresividad.

—Cálmate, vengo a hablar contigo —replica cuando le digo a Valkyria que puede descansar unos segundos.

—Me vale tres cerros de pura y física mierda, estoy ocupado —escupo con ira, sus palabras sobre mi madre me martirizan todavía y ahora resulta que su interrupción es para hablar de cómo está. Al parecer, se ha enterado del trasplante y me suelta una bomba: su madre tiene cáncer también, no puedo decir que me alegra porque su madre es tan buena como la mía, al verme me trataba muy bien, así que no puedo sentir felicidad por ver a León sufrir por la única persona que realmente tiene en la vida, porque Theodore no cuenta para nada. Se presenta con Valkyria y se sienta a esperarme, mientras sigo evaluando a Sayyid quien me pide ver a su hermano cuando hemos acabado, pero Abdul está en el cocito, nadie tiene acceso a él más que los nivel 4 hacia arriba, aunque en caso de ella se pueden hacer excepciones porque de que esté de nuestro lado depende la información que nos dé. Cuando han pasado cinco horas y ha llegado la hora de almuerzo nos vamos conversando sobre su familia, pero reservada como siempre son pocas las cosas que dice en realidad.

Nos sentamos a comer con Karen quien ha tratado de volver a nuestra extraña relación, pero le he puesto un alto en todas las ocasiones, no hay mujer en este momento que me excite más que la Brigadier Fox y ella está muy cerca comiendo con Teresa y Renata, aunque evidentemente está escuchándonos, más aún cuando Valkyria me invita a salir haciendo que gire la cabeza como el exorcista «la que me espera en la casa con esa potra salvaje relinchando»

Cuando le he dicho que tengo a alguien, Karen me reclama llamándola "una más de la lista" y eso me sulfura hasta ponerle un alto a todas sus ilusiones. Cuando acabo me voy otra vez con Valkyria al polígono subterráneo, en el nivel -3 hay una explanada dividida en dos, apenas salir del ascensor a la derecha las líneas de tiro con los blancos móviles, ala izquierda muñecos de un material especial para la práctica de lanzamiento de cuchillos, funcionando también para el combate, pero esta vez Isabella nos acompaña pues el mismo Volkov la designó por ser la tiradora con más precisión y porcentaje de muertes registradas en operativos por su certería, aquella que mata todo lo que se mueva frente a su mirilla.

—Valkyria Sayyid, me presento, soy la Brigadier Isabella Fox —murmura al llegar y cuando la pelinegra se fija de más en ella, la reconoce. Fox se pasea con los brazos tras la espalda en posición recta, rigurosa, dando la impresión de poder por sus movimientos firmes.

—Tú... tú eras quien estaba en el restaurante con Isaac —murmura con desagrado mirándola de arriba abajo con la oscuridad de sus ojos, yo solo las observo cruzado de brazos con cierta incomodidad a decir verdad, debo admitir que me siento atraído por Valkyria, sí, es descarado pero siempre he sido así, mentir no está dentro de mis costumbres y la Sayyid menor es muy atractiva, además de su coquetería inherente a su personalidad, la misma rebeldía impresa en su persona haciéndola un peligro oscilante entre belleza, sensualidad y letalidad según vi en su entrenamiento.

—Sí y seré tu instructora de tiro y antes de preguntar, fui asignada por ser la mejor. Nunca fallo, a quien quiero muerto, termina muerto si tengo un arma en la mano, llámese rifle, pistola, revólver, ametralladora, escopeta, no importa qué —continua, pero a mí lejos de intimidarme, quedo excitado por la fuerza proyectada por sus palabras... me gusta Isabella, pero la Vípera Carmesí me pone como un puto tren a mil por hora, «Mierda, debería irme antes de delatarme con el pantalón»

—Pues si no hay más, pero prefiero a Isaac.

—Mi puntería no es tan buena como la de la Brigadier Fox, aprenderás mil veces más con ella —digo

Isabella carga una Glock 9 mm y apunta a la figura blanca al final del caminillo disparando a la cabeza de la figura, atina en el centro, no una ni dos ni tres, vacía el cargador sin fallar, no se desvía de la división del primer impacto.

—¿Has disparado a enemigos en zona de guerra bajo presión o estrés? —pregunta devolviendo la mirada a Valkyria quien la mira atónita, la sorpresa es evidente en sus ojos como si dijera "mejor no la hago enojar, me puede dar un balazo", Sayyid niega con la cabeza—. Empezaremos con armas de fogueo, balines redondos, pero con las réplicas exactas del peso y las medidas.

Valkyria asiente mirándome cuando Isabella la corta con "Ojos en el blanco, niña", con lo que decido marcharme a hablar con mamá por videollamada, sigue doliéndome verla así, el trasplante fue un éxito a la hora de la aceptación de su cuerpo, pero no garantizó extender sus días en este mundo, si Theodore hubiera donado antes, tal vez las probabilidades serían mayores, aun así, no lo sé con certeza

Cuando cuelgo me permito llorar en soledad esperando un tiempo a que Isabella termine porque es la única capaz de distraerme. Enciendo un cigarrillo con las lágrimas corriendo libres por mi rostro, esto no solucionará nada, pero no puedo evitarlo, por mucho que trate de parecer duro, la inminente muerte de mamá me rompe en miles de pedazos que jamás hallarán un pegamento lo suficientemente fuerte para volver a unirse dejándome sano, por el contrario, no creo jamás alcanzar la felicidad completa cuando Laura Salvador de Falcon abandone el plano terrenal. Sara llega a mitad de mi desahogo a pedirme hablar, quiere que busque sus cosas para que no deba ir a Colombia y ver a Horus, pero no sé cuándo iré, tendré que mandar a un subalterno a hacer la tarea.

Un rato después cuando veo a Isabella pasar por enfrente de mi oficina hacia la suya, espero unos minutos y la sigo.

—¡Oiga, Brigadier Fox! —le digo casi gritando para fingir una pelea, entrando a la oficina deslizándome rápido, está colocando carpetas en las estanterías de su oficina y un débil jazz se oye al fondo proveniente del tocadiscos—. ¡¿Qué fue eso del campo de tiro?!

—¿Qué cosa? No entiendo —dice ya sabiendo cual es mi táctica, pero algo ha cambiado en ella, un brillo especial en sus ojos ha desaparecido desde la noche en que mató a Tanner, algo de su alma vivaz no está y no sé si regrese algún día, aun así, ella trata de fingir, pretender que sigue igual engañando a todos menos a mí, conmigo conociéndola de todas las formas posibles, puedo ver la gran diferencia entre la Isabella de un día antes del asesinato a la de ahora mismo frente a mí—. ¿Es una excusa cierto?

—Sí y no —susurro sentándome en el borde del escritorio haciéndola entrar entre mis piernas abiertas—. Esa faceta de Fox siendo entrenadora mordaz, disparando a diestra y siniestra como una versión femenina y curvilínea de rambo, me excito tanto que casi, casi, te cojo ahí mismo.

Sonríe ampliamente pasando sus brazos por mi cuello, apoyo mis manos en sus glúteos apretándolos al empujarla contra mi entrepierna en un acto posesivo de tan solo pensar que todo eso es solo mío.

—Qué manera tan sutil de decirme que te gusto siendo una asesina —desvía la mirada perdiéndose de nuevo en las capas de su mente donde seguro piensa en mí supuesto desagrado por ello.

—Pues sí ¿cómo te parece? Me gusta lo que es Isabella Fox, la Brigadier, la hija adoptiva, la que tiene ataques de violencia, me gusta la Isabella Vípera Carmesí, la asesina que no deja vivos a los criminales. Sin todo eso jamás serías la mujer que quiero, así que repito y repítelo, te quiero como la Brigadier, la mujer y la asesina.

—Sí que sabes cómo convencer a alguien... eres como un flautista de cobras —susurra con una pequeña sonrisa, aunque sus ojos siguen tristes.

—Vaya que manera de decirme que te gusto —besos sus labios con suavidad en medio de su sonrisa coqueta—. Venga, acaba tu trabajo y nos vamos a ver a Álvaro, tu vestido debe ser exclusivo.

—¿Vamos a ir juntos, juntos a lo de Stacey? ¿delante de todos?

—Me harté de ocultarme, si se va a romper el cielo, o se vaciarán los océanos porque estemos juntos, pues que lo hagan, si debe arder Troya pues en cenizas quedará —susurro en su oído, pero nota algo raro en mi mirada, así que ávida de respuestas pregunta si pasó algo, cosa que no me reprimo de contar. He aprendido a ser abierto con ella, más de lo que hago con otras personas. Le entra una llamada y nos separamos, ella se aleja algunos pasos a la ventana cuando noto unos papeles en su bolso saliendo ligeramente y engrapados con su hombre siendo una historia clínica, así que preocupado porque esté enferma y haya evitado decirme, los tomo aprovechando que me da la espalda totalmente virada hacia el cristal donde el sol choca con su cabello de fuego trenzado en su cabeza dividido en dos.

Abro los papeles con rapidez quedando casi en shock cuando veo "Donación de células madre" el mismo día del trasplante de mamá, concordando con los días inactiva de Fox. Siento el mundo dar vueltas «¿Por qué donó sin decirme?» tuvo consulta hoy mismo por molestias, lo sé por la fecha impresa en los papeles por eso no la vi desde temprano e inventó hacer una diligencia con Marina. Sigo leyendo enterándome de algunos dolores en sus caderas, pero nada del otro mundo.

«Isabella le ha donado a mamá, lo ha hecho sin que nadie la obligara, en un acto desinteresado» empiezo a sentir un hormigueo de emoción, ese que te da cuando estás frente a la persona querida para ti, quien te gusta más día con día. Sé que no lo ha hecho solo por mí, pero sé de su intención de no verme sufrir y eso seguro ha influido en su decisión. Cuando finalmente cuelga la llamada, se pone pálida cuando nota los papeles en mi mano, avecinándose a quitármelos.

—¡Dame eso! Es delito revisar correo ajeno —manda la mano y me arrebata las hojas.

—¿Por qué hiciste esto sin decirme? ¿estás loca?

—De loca nada, no quiero que estés conmigo por agradecimiento solamente, si algún día te aburrías.

—¡Párale a tu carrera, mendiga potra salvaje! ¡¿cómo se te ocurre eso? No estaría obligado contigo ¿me ves cara de manipulable? —le digo cortando sus diatribas acercándome a ella—. no, Sofía Isabella, si quisiera dejarte lo haría aunque me hubieras donado un corazón, suena rudo, sí, pero de esa manera soy, brutalmente honesto. Nadie me obligó a estar contigo —la tomo de la cintura estrellando su cuerpo contra el mío pegando mi boca a la suya—. Y no te voy a dejar porque me ha costado toda la vida tenerte, no voy a renunciar a la única mujer por la que pondría el mundo de rodillas, así que le arda al que le arda, muera el que muera, somos una pareja.

—¿Es una manera de decirme que me amas? —pregunta sobre mis labios, pero de pronto, Fabián toca la puerta salvándome de la respuesta y ella le permite pasar, pero se extraña al verme ahí.

—Isabella ¿podemos hablar a solas? —pregunta receloso, parece sobrio y mientras está así no representa un peligro, solo el alcohol saca la peor parte, igual que con mi padre, se convierten en bestias sin madre cuando permiten que los controle la adicción maldita del alcohol. Antes de que ella responda lo hago yo negándome rotundamente a eso—. ¿Y por qué contestas tú, Falcon?

—Porque me nace de las pelotas y no te quedarás solo con Fox ¿Entiendes?

—Isa, por favor, espera afuera si quieres, pero él me lo había pedido desde antes —comenta ella acariciando mi brazo con cicatrices, aunque es la primera vez que me dice así en años—. Estaré bien, Fabián no es peligroso cuando está sobrio.

—¡Solo te advierto algo, muñeco de pastel, tocas a mi mujer y te arranco el maldito brazo completo! —medio grito deleitándome en su cara descompuesta, mientras mira a Isabella desconcertado en busca de una explicación, aunque ella centra su atención en mí, como si yo acabase de soltar algo que hace años deseaba escuchar.

—¿Tu mujer? ¿cómo dices eso? Es mi esposa —exclama sorprendido.

—Sí, mi mujer, solo mía. Si tocas un solo pelo de su impulsiva cabecita te dejo en el hospital con las costillas rotas para que sepas lo que se siente —sentencio tomándolo por la solapa encajándolo en la puerta con un golpe fuerte que parece sacarle el aire—. ¿Entiendes lo que digo? La oigo gritar, llorar o siquiera respirar con dificultad y sabrás porqué me apodaron "La bestia" en Colombia.

Lo tomo del cuello quitándolo de la salida, para arrojarlo a un lado como la cucaracha rastrera que es causando que tropiece de espaldas cayendo al suelo. Beso a Isabella ante sus ojos antes de irme, sujetando su nuca con posesión diciendo que estaré fuera, pero debo alejarme aprovechando su ausencia para llamar a Terence Williams, el nombrado en la carta de Carmen a quien contacté por correo electrónico primero, así que me voy a mi propia oficina para hablar con tranquilidad. El hombre se muestra renuente a mis preguntas, debe tener la misma edad de Lucio y Marina, pero está a la defensiva indagando del porqué de mis dudas y mi interés en ello, hasta que me acorrala al punto de confesarle que Isabella es quien los busca, esa allí cuando su tono cambia.

—Carmen y Vladimir... mejor dicho... ¿Nos podemos ver en persona? Es un tema delicado, ni siquiera debería hablar de esto, pero Vlad me pidió que si alguna vez su hija me buscaba le dijera todo —murmura el hombre y le confirmo que sí, deberíamos vernos cara a cara—. Te llamaré dentro de setenta y dos horas, no puedo echarlo a la suerte.

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Pasan los días y ha llegado la noche de la fiesta, Michael está conmigo cerrando los gemelos de su camisa igual que yo, Renata e Isabella están ya en el salón pues Stacey pidió irse con ellas desde antes arreglándose allí con su estilista. Ya la quiero ver, no sé en qué momento se creció esa pelusa cuando era una enana hace muy poco. Michael me cuenta que ha visitado a Gerard, su bebé ha nacido finalmente, pero yo no he ido a verlo, si bien pidió excusas por cómo tomó lo nuestro y ha querido arreglar las cosas, yo me siento aun dolido porque le diera el lado a Fabián antes que a mí antes de que supiera del maltrato

Salimos ambos perfectamente vestidos hasta mi auto deportivo, un R8 negro que uso poco, pero me gusta tanto que a veces pienso llevarlo diariamente, pero para eso está la Mercedes Benz clase G. atravesamos la ciudad hablando sobre Gerard, dice querer verme, sobre todo porque soy el padrino de la pequeña, tal vez lo considere, por ahora no quiero saber nada. Sus afectos quedaron claros. Michael habla como una cotorra sobre Ren, me alegra de saber su relación estable sabiendo la locura idiota que hizo ella metiéndose con quien no debía y por eso he hablado seriamente del tema, no puedo permitir que lo lastime. Cuando llegamos al salón de eventos la decoración está desde el caminillo de entrada, globos metalizados, artículos de decoración y el libro de firmas decorado con pedrería puesto frente a una foto de mi Pelusa con su vestido, este quedó con su estilo princesa con capas algunas de tul, otras de tela con brillos con la parte de arriba en forma de corsé con escote de corazón.

Entramos finalmente y el salón es sumamente grande decorado en los colores del vestido y las flores, con manteles bordados sobre las mesas redondas teniendo en el centro un arreglo floral cada una junto a una velita decorativa tallada con figuras de arabescos. Un juego de copas por cada puesto de los invitados lo adornan, también con los cubiertos pues las mesas son grandes pudiendo sentar a mínimo ocho personas. Al final del espacio hay acceso a una terracilla que también tiene mesas para quienes quieran estar al aire libre un rato y es allí donde han montado una tarima para las agrupaciones musicales. En fin, una fiesta con todos los juguetes justo como mi princesa siempre soñó.

—¡Isaac, hijo! —exclama mi abuelo Augusto viniendo hacia mí con los brazos abiertos y le doy un gran abrazo sujetándolo fuerte—. ¿Cómo está mi nieto favorito?

—Bien, abuelo, todo va sobre ruedas conmigo, al menos —sonrío cuando veo a Theodore salir con León de una oficina—. ¿Y tú qué mierda haces en la fiesta de mi hermana?

—Soy su hermano también.

—Su hermano mis cojones, lárgate o te dejo en el hospital otra vez —grito cuando Theodore mete su nariz en la discusión.

«Esto no será bueno»

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