Capítulo 36- Es insana la forma en que te amo
Capítulo 36
Es insana la forma en que te amo
"Arrepentirse significa tardar en rectificar"
Porta
Agradecimiento especial para dacaem (Dani) que me dio la idea para el nombre de los laboratorios
DEDICADO OTRA VEZ A rosangelmorganjames PORQUE ES DE MIS LECTORAS MÁS FIELES, LA FAN NÚMERO 1
PD: Recuerden que quien desee estar en un grupo de WhatsApp donde pondré adelantos, noticias, avisos y edits de nuestros bebés, déjeme un mensajito en el interno, para interactuar con ustedes aún más.
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ISAAC
—Dime porqué estás evitándome —dice Isabella sorprendiéndome, bueno, en realidad dándome un susto de aquellos, no mames, diría Renata. Tiene la cara del hijo de Freddy Krueger y Pennywise—. ¿Qué te pasa?
Trato de evitarla claramente, pasando por su lado argumentando que no tengo nada, pero insiste tanto que prefiero pedirle ir a su oficina pues aún no me han asignado una, ya que le explico que cada pared, pasillo, taza y todo objeto tiene oídos chismosos. Lo hacemos, pasamos por los largos pasillos de los subterráneos de interrogación, con el piso entapetado en gris, las paredes color crema sin decoración alguna más allá de que la hicieron con textura, extendiéndose y las luces redondas sobre nuestras cabezas hasta alcanzar el elevador, donde nos metemos en una tortura para mí, porque su aroma se concentra. Pronto vamos caminando a través de la base con tranquilidad, en un silencio calmo con el viento moviendo los mechones sueltos, pero noto que está nerviosa, pienso que Renata le ha comentado mis razones.
Cuando salimos del ascensor, la disposición del espacio tiene el ancho del edificio, con oficinas en los costados, llenándolo como cubos pegados a la pared organizados una junto a otro, pero en el centro cubículos con agentes administrativos cada uno con un PC, al final hay dos pasillos que se pierden a cada lado, donde están las oficinas de los Generales asignados a esta planta, pues en todas hay oficinas con diseño exacto.
Llegamos a su oficina, es una de las que están al otro lado del ascensor más allá de los cubículos en la parte central donde se bifurcan los pasillos. La luz del sol de las cuatro de la tarde entra por la ventana solo un poco porque la persiana vertical está a medio cerrar, cierra con seguro la puerta y se pone junto al escritorio de madera donde está el PC de mesa del Consorcio, la foto de su familia, y expedientes de los escuadrones junto la platina que dice "Brigadier Fox" apoyada inclinada hacia la persona que se siente adelante. Se apoya en el borde de la mesa, apretándolo entre sus manos como si buscara dejar salir sus nervios.
—¿Qué fue lo que viste? puedo explicarlo —trata de empezar buscando mi mirada, pero yo camino hacia la derecha donde están los libros y los archivadores de huella digital, mientras la escucho hablar
—Yo no te pido explicaciones, haz lo que quieras, es tu vida y es tu cuerpo. ¿Te lo vas a seguir follando? Adelante, pero no vamos a estar felices los tres, Isabella, yo no me meto con nadie más y tú tampoco, ese era el trato y lo mantengo, es muy simple —comienzo la retahíla de cosas que me estoy callando—. Si no te interesa, me da igual.
«Sí, claro, mentiroso de mierda, Terminarás golpeando a Miller» grita mi mente
—Esta es la actitud que me aleja de ti —espeta poniéndose colorada en modo cerecita—. Te vale mierda todo, no te preocupas por nadie.
—¡No soy yo quien se estaba besando con otro y lo mandó todo al carajo!
De repente, la discusión explota, me llama mujeriego y Don Juan todas mías totalmente consumida por la impotencia, yo le respondo echándole en cara que fue un error dejarla volver a mí vida. No sé qué nos está pasando, todo se vuelve más y más difícil aunque ya no debería sorprenderme a decir verdad. Suelta un grito ahogado de desesperación, en lo que seguimos entre dimes y diretes sin darnos tregua porque le reclamo haber roto lo que pactamos ya que yo lo he hecho, ni siquiera se me pasó por la mente pensar en cogerme a otra mujer desde que dijimos "Tendremos algo" sin nombre, obviamente, pero debíamos ser sólo ella y yo, sin terceros, sin Miller, Sara, Karen, ninguna otra y estaba dispuesto a hacerlo, porque tenerla, aun sin saber qué siento, me hace feliz.
—¡Abre la puta puerta Isabella! —. ¡Abre ya mismo, vagabunda de porquería! ¿qué has hecho fuera de casa? —grita Fabián al otro lado de esta sorprendiéndonos pues empieza a golpear la puerta con brutalidad, hasta hacerla agitarse a la vez que trata de mover la perilla
«Ahora sí le voy a partir la jeta»
La aparto con cuidado ignorando sus súplicas de que me detenga, todo dentro de mí está en niveles rojos y aunque no conviene alterarme porque puede afectar mi glucosa, no puedo evitarlo. Veo todo en cámara lenta abriendo la puerta con fuerza y antes de que pueda replicar algo, le doy otro puño en el rostro reventándole el pómulo como lo hizo con ella, le doy dos más golpes brutales poseído por la violencia, la sangre empieza a brotar de su nariz que parece ya fracturada, quedando empotrado en una pared aturdido, aun sin caer el piso, pero cuando quiero seguir Michael sale del ascensor corriendo antes de que remate a Richardson y entre él e Isabella me retienen. Ella me dice que me calme o terminaré en el calabozo de nuevo, que está borracho, pero a mí esas excusas me valen.
—¡Pues que no te diga vagabunda! —replico tratando de encaminarle a Fabián, pero Mike hace una llave a mi cuello restringiéndome el aire buscando controlar mi ira desmedida. Fabián se endereza un poco vociferando por una explicación de porqué estábamos encerrados, mientras casi todos los agentes del piso salen de sus espacios viendo la pelea. Lo mando al diablo sin decirle nada, sujetando mi ancla, mi polo a tierra, a Isabella, quien me suplica para irnos tomando mi rostro entre sus manos delicadas.
—Que se vaya él, tengo que trabajar y no voy a atrasarme por una piltrafa con esta —respondo dando la vuelta—. Ah, y vuelves a llamar de esa forma despectiva a Isa, te voy a sacar el cerebro por la nariz. Agradece que Michael llegó o ya estarías con un pie en la tumba, estoy harto de ti y no me costaría deshacerme de tu vida ¿Entiendes?
—¿Es una amenaza, Falcon? —replica con dificultad Fabián, se nota aun mareado
—Para nada, no te preocupes. Es un juramento más bien —digo haciendo que se eche hacia atrás, empezando a llorar cuando la ve a ella aferrada a mí.
—Bella, por favor, Pingüina. Ven conmigo, voy a disculparme —trata de convencerla sosteniendo su tabique intentando retener la sangre saliendo por sus fosas nasales.
—Ni se te ocurra moverte, Isabella, o aquí ocurrirá una tragedia y no me importa si termino preso con tal de quitarte a este bastardo de encima —declaro en una verborrea incontrolable que la sorprende visiblemente, a duras penas me puedo creer yo mismo lo que dije, pero lo repentino de la frase no le quita veracidad.
—¿Qué están haciendo, niños? —dice Volkov saliendo de la gran oficina al final del largo pasillo a la derecha —. ¡Otra vez Falcon! Le voy a poner un letrero que diga "Puto peligro para la sociedad", se ha ganado otra encerrada.
—¡No lo meta al calabozo, Fabián empezó, él lo provocó! —espeta ella con tono desesperado acercándose suplicante al General—. Casi derriba la puerta y me llamó de forma horrible. No es la manera, pero no fue su culpa.
—Es cierto, General —dice una chica en la puerta de su oficina, a ella se unen más agentes que se han reunido para ver el problema, saliendo de sus lugares de trabajo en el piso—. Richardson llegó agresivo, si el Brigadier Falcon no estuviera aquí, él la hubiera herido de gravedad, parecía una bestia.
—Richardson, vaya a la enfermería y...
—Ni enfermería ni mierda —dice Lucio saliendo de su propia oficina totalmente furioso, ordenando que lo lleven a los calabozos, dejando a todos en shock por la dureza de su decisión, pero Isabella y yo sabemos porqué ha llegado a esa posición. Volkov le pregunta qué está pasando, aunque queda con ganas de la respuesta, pues Lucio no modula palabra, ordenándole a sus agentes que lo arrastren como el perro que es hasta los calabozos por veinticuatro horas.
Isabella y yo regresamos a su oficina y nos quedamos en silencio, trata de tomarme la mano, pero la rechazo, que la haya defendido no significa nada, sigo furioso, pero conmigo mismo por dejarme joder de la misma mujer, en pocas palabras, he tropezado con la misma piedra seductora dos veces.
—Dime qué está pasando por tu cabeza, porque me estás volviendo loca.
—No estoy acostumbrado a esto. Siempre he estado bien solo, todo planeado, todo organizado y nada fuera de lugar, pero de pronto llegas tú con tu impulsividad, tu desorden y con Isaff a romper todo eso. Estoy abrumado, carajo, ¿Puedes darme tiempo? —pido haciendo un llamado a la cordura.
—No, Isaac —responde algo que sinceramente no me esperaba, rompiéndome con tal solo dos palabras—. Te he esperado más de diez años, incluso esperé a que me dijeras que no me casara, hasta el último momento tuve la esperanza de que me manifestaras algo, y no voy a darte un minuto más —declara segura de sí
—¿Por qué te fuiste con él y no me dijiste lo que sentías? Esa noche que pasamos juntos de una u otra manera te pedí que no te casaras, a mi manera, pero lo hice ¿Qué recibí? Un trato de no volver a vernos —respondo con molestia ante su declaración. Aun duele la forma en que me sentí cuando dijo "Pasamos juntos la noche y te vas a otro país, me casaré mañana", desde ese segundo prometí matar cualquier tipo de sentimiento por ella, claramente, fallé como el imbécil que soy con Isabella—. Te casaste con otro y dices que me has esperado por diez años.
—¿Alguna vez dijiste algo? no me querías lo suficiente supongo.
—¡Estaba enamorado hasta las putas trancas! —espeto desesperado caminando de lado a lado como animal enjaulado, sintiendo la forma en que abruma decirlo todo tan de golpe, el sabor agridulce en mi boca, el corazón disparando sus latidos hasta límites insanos y la forma en que la garganta arde pareciendo el mismo infierno atorado ahí—. Sólo podía pensarte, quererte, amarte y me tomó muchos años sacarte de mi corazón y ahora vienes a reclamarme.
—Estoy harta de este maldito ciclo tóxico —empieza entre dientes abriendo los ojos de par en par mostrando que la desesperación nos está afectando a ambos por igual, nos está matando esto—. Así que te decides o no. No soy el tipo de mujer a la que le vas a marear la perdiz, sé lo que quiero y cómo conseguirlo, cuando sepas qué es lo que quieres tú, llámame a ver si estoy disponible todavía. Ahora, a menos que estés dispuesto a decirme qué sientes verdaderamente por mí y dejar de tratarme como un hoyo en donde la metes, no me hables de nada personal, siéntate y trabajaremos, si no quieres lárgate.
Doy media vuelta y escojo la segunda opción.
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Una semana después
Siete días han pasado desde la discusión, desde que le pedí que me diera algo de espacio, pero la he visto con Miller para arriba y para abajo, sé que lo hace por molestarme, porque Christian es del Comando Médico y no de Operaciones Especiales, pero creo que es el agente Médico que está trabajando el caso de Laboratorios Anthaxtis, para mi desgracia. La resaca me está matando, de los siete días, me he emborrachado cuatro, ayer uno de esos. Me duele la cabeza hasta que deseo poder quitármela y ponérsela al primer desgraciado que me pase por el frente, hasta con nauseas me tiene, por lo que temo vomitar en medio de la reunión en la que estoy. La sala audiovisual no está llena esta vez, estamos Volkov, Miller padre e hijo, Isabella, Lucio, un agente del C.E.P.I. que está rindiendo cuentas de la factibilidad de infiltrar los puntos del laboratorio que tiene una sede en Nevada, y yo, pero las principales no se encuentran en el estado, estando la más importante en Washington.
Ella tiene un ojo avizor sobre mí, pero la ignoro como si no estuviera. Me estoy quedando dormido aunque evito cerrar los ojos, el General trata de llamar mi atención varias veces hasta que se harta y explota.
—Usted, Falcon, vaya al puto hospital a que le pongan fluidos y le bajen esa resaca o no trabajará hoy —espeta de repente Volkov sacándome de mis diatribas mentales—. Que le pongan una de esas curas rápidas intravenosas y me trae la historia clínica. Váyase y Miller, acompáñelo para asegurarse de que lo haga.
—No soy un niño, iré solo —digo poniéndome en pie, pero Christian también lo hace.
—Me importa una mierda si no es un niño, dije que Miller lo acompañará —responde el General con mucho sarcasmo. Así que Chris y yo nos vamos en silencio, él nota mi apatía, siempre hemos sido cercanos, no había secretos entre nosotros como Michael y yo, pero verlo revisándole el esófago con la lengua a Isabella, me ha jodido.
—Isaac, ¿Vas a decirme qué te pasa conmigo? Creí que al regresar seríamos otra vez el dúo maravilla, pero mírate, ni siquiera tienes la decencia de mirarme a la cara —murmura igualando mi paso apresurado hacia el Comando Médico—. ¿Es por Isabella? —la pregunta me frena en seco y es cuando lo miro por primera vez—. Te enteraste de lo nuestro.
—En primer lugar, no tengo nada. Mi madre está muriendo, no estoy muy festivo ahora mismo. En segundo lugar, ¿Por qué me afectaría si Isabella se está metiendo contigo? En cualquier caso, le afectaría a su marido, pero creo que se han separado —digo fingiendo estar despreocupado, mientras avanzo de nuevo.
—Sé lo que sentías por ella, pero fue inevitable, es una mujer despampanante y encantadora, no pude aguantarme en cuanto me di cuenta que se había separado de Richardson —trata de explicar siguiendo mi paso, pero me niego a responderle algo pidiéndole que me deje en paz. Finalmente se disculpa y me dice que estará ahí cuando quiera hablar con él y aclarar las cosas, marchándose aun en contra de las órdenes de Volkov.
Cuando llego al Comando Médico estoy exhausto, la resaca, la deshidratación y el sol potente aun a las siete de la mañana no son buena combinación. Llego a la parte de la entrada, el cuadrado gigante que tiene al final el mostrador de recepción, a su lado izquierdo las escaleras y al otro el ascensor con los pasillos que se pierden hacia adentro. Avanzo pasando por los pilares tallados decorativos pasando a una de las oficinas que están en los costados buscando la sección de admisiones, debo hacer el procedimiento normal para obtener una historia clínica, por ello me acerco a la agente tras el escritorio negro indicándole lo que necesito. Me invita a sentarme mientras llena algunos datos e imprime la orden con la que debo subir al quinto piso, cuando la tengo me apresuro al ascensor y subo, las puertas se abren a la mitad del gran pasillo con salas a la izquierda y derecha, con las sillas de espera enfrente, pegadas de espaldas a la ventana, pero yo me dirijo al 501, una sala con las sillas en que normalmente ese recibe la quimioterapia, son mullidos y reclinables con un atril junto a cada uno de ellos, lo que completan quince.
La agente que me recibió anoche se sorprende de verme ahí otra vez, porque sí, tuve problemas con mi glucosa por la gran ingesta de alcohol y la nula de comida, reprendiéndome con tono preocupado, se nota que es de aquellos médicos y enfermeras que van un paso más allá con sus pacientes y se involucran a nivel personal como si fueran familiares. Me siento en una de las sillas donde está pegando un rayo de sol haciéndola cálida, tomándome la vía en la mano izquierda y poniendo la botella de infusión de vidrio con tapón de caucho para dejar pasar las agujas, que contiene el detox. Algunos aseguran que la mezcla de vitaminas y antioxidantes, acelera el proceso de restablecimiento de los niveles afectados con la resaca, así que lo cuelga del atril y me toma la vena rápidamente para dejarlo a goteo medio.
Me dispongo a dormir acomodándome, estoy solo en la sala, pero Michael hace su entrada triunfal estando furioso, anoche no le pedí que fuera a buscarme porque ya lo había hecho dos veces, acudí a Karen para evitar la reprimenda de mi mejor amigo, quien apenas podía llevarme, dejándome tirado en el sillón de la sala como queso fundido. Michael pasa media hora dándome en la madre con su regaño, dice que me estoy pasando, que voy a terminar en un coma diabético o muerto porque he descuidado el cuidado absoluto que solía tener antes, sí bebía era ocasionalmente, casi sin emborracharme, pero una molesta espina en el culo cambia todo. Lo escucho sin más opciones, mientras estoy conectado obligándome a pasar mucho tiempo ahí, pero para acabar de ajustar, Isabella entra por la puerta con los brazos cruzados y con cara de venir a regañarme, otra vez.
—Te dejo con el irresponsable —dice Michael aun furioso. Sale rápido quedándonos ella y yo solos.
—¿Es cierto que estuviste en el Comando Médico internado anoche también? ¿tenías la glucosa mal? —pregunta arqueando su ceja con molestia, se muestra fría, distante, pero aun noto su preocupación, de otra manera, no se hubiera tomado el trabajo de venir hasta el Comando Médico que está en el culo de la base, averiguar en qué parte estaba y acudir a reclamarme.
—¿Por qué te importa? —espeto, reclinando la silla, poniendo el brazo libre sobre mis ojos cerrados, tratando de mitigar las luces por mi migraña—. ¿Qué quieres, Fox?
—No debes excederte y Michael me dijo que te ha recogido dos veces de un bar totalmente hecho mierda ¿Te estás metiendo algo? —indaga aun con ese tono de reclamo, pero a la vez de entender qué pasa conmigo.
—¿Y a ti qué más te da? Si bebo o si me drogo no te importa, ve a joder a Miller.
—Sí me importas y mucho, no hay pelea, discusión o roce que me haga desatenderme de ti y me odio por eso... ¿De verdad estabas enamorado de mí? —pregunta con seriedad.
—Lo dije por decir...
—Deja de ser así, ¿Crees que voy a querer esta inestabilidad? Empieza a ser honesto contigo mismo primero. No haces más que decir que no tenemos compromiso, que es solo sexo, que no te involucrarás, pero demuestras todo lo contrario.
—Mira, Isabella, voy a tratar de ser sano en este momento, yo también estoy harto del ciclo. No soy quién para retenerte en esta relación tóxica que seguirá así a menos que ambos mejoremos, así que si estás mejor con Miller, adelante, no te voy a detener, pero si quieres seguir conmigo, no puedes meterte con él, es sencillo.
—Te diré algo si me dices qué sentiste cuando me viste con Chris —me quedo callado regresando a la posición con el brazo en mis ojos—. ¿Qué sentiste Isaac?
—Vete de aquí —gruño estando al borde, estoy a punto de tener un entumecimiento en la mandíbula por lo apretada que la tengo tan solo de pensar en ese beso.
—¡Dímelo!
—Quería arrancarle la cabeza, estaba putamente celoso ¿Contenta?, quiero que estés conmigo, te he anhelado por siete años, vi como te casabas con otro, vi cómo me dijiste que no podíamos volver a vernos, mierda, me has herido más que cualquier otra mujer —exploto finalmente dejándola atónita, aunque con una sonrisa complacida de haber ganado irremediablemente—. No sé quererte, Isabella, pero no puedo dejarte porque mi primera adicción en esta vida eres tú. Aún así estoy dispuesto a dejarte ir.
—Te vi muy coqueto con Valkyria...
—¡Valkyria me importa un puto comino! Si Volkov no me la hubiera asignado, la hubiera mandado por un tubo, que se pudra en el Cocito en lo que a mí respecta —replico exasperado.
—¿Quieres que te dé una oportunidad y deje a los demás? Dime algo que me haga sentir segura, dime que soy más que un cuerpo que deseas —reclama por algo que merece, una simple afirmación que estoy en poder de darle—. Si soy más, te aseguro que apostaré por ti, una elección arriesgada, sí, pero lo haré, de lo contrario hasta aquí llegamos, Isaac, y esta vez para siempre.
Me quedo callado sopesando la respuesta, pero ella parece creer que no le responderé, cierra los ojos apretando los párpados como si estuviera reuniendo fuerzas para irse. Finalmente da un paso atrás y yo por tratar de alcanzarla para decirle "Sí lo eres", me olvido de que tengo una vía de suero en la mano y del jalón termino arrancándola de tajo, sacándome un grito de dolor.
—¡Idiota, me hubieras dicho que no me fuera! —dice tratando de ser seria, aunque tapa su boca riéndose de mí, mientras maldigo por el ardor. El grito llama a la agente enfermera asignada por la doctora que se fue y nos mira negando con la cabeza como si hubiera visto muchas veces que un pendejo se arranque la vía de suero, por ello se dirige al carrito donde están las medicinas, las agujas y todo lo que necesitan para hacer ronda, organizado en varios cajoncitos a lo largo de un metro de altura sacando uno nuevo.
—Por favor, Brigadier, no se arranque esta o tendré que ponérsela en la mitad del brazo y esa es más incómoda —pide limpiando la herida de la que salen algunas gotas de sangre y luego pone un torniquete en el brazo contrario haciendo el procedimiento, afortunadamente tiene manos benditas, encuentra la vena con un pinchazo y pone el nuevo catéter, pero mientras lo hace, Isabella trata de salir de la sala.
—¡Hey tú, ¿A dónde crees que vas? Tengo algo que decirte —murmuro deteniéndola y viendo una esperanza en sus ojitos tiernos.
—Por favor, hable sin gesticular, use la boca, no las manos —regaña la chica haciendo que Isabella se ría. La enfermera se retira y le digo a Isabella que se siente en la silla junto a mí.
—Escucha, puede que me arrepienta de esto, pero eres más que sexo ¿Contenta? No puedo decir "Te amo" porque sería mentirte en la cara —empiezo y ella no da muestra de algún sentimiento, sólo me mira esperando a que continúe—. Nunca hablo de mis sentimientos, aun así, hoy hago un esfuerzo por decirte que sí eres más que solo un cuerpo, y si me quieres a tu lado quiero que seas consciente de que no soy el chico bueno o el héroe, no soy de ninguna manera la mejor opción, ¿De acuerdo? Si allí fuera tengo que sacrificar a todos por salvarte la vida, lo haré, si tengo que matar a alguien con mis propias manos, también lo haré, teñiré el cielo de sangre y los mares de clamores de auxilio si quieres, porque es mi modo bestial de querer lo que me hace ser quien soy, el ser egoísta, tosco y pedante. Puede que pienses que soy tierno por cómo cuido a mi madre y a Stacey, pero...
—Tú de tierno no tienes ni mierda, no jodas. Lo que haces con ellas no cuenta porque son tu familia —me interrumpe sonriendo finalmente—. Te odio ¿Lo sabes? Te odio mucho, animal del monte perdido de la mano de Dios... ¡Está bien! Terminaré con Chris, pero como vea que estás metiéndote con Sara, Karen, Valkyria o cualquier otra persona, se acabó.
—Lo sé, cerecita espina en el culo, y yo te odio a ti —murmuro con media sonrisa coqueta—. Ven aquí, anda, Volkov no te encontrará y ya te lo he dicho, me desahogo de las ganas descontroladas que te tengo con otras, pero si estás aquí no tengo necesidad.
—Córrete, animal, no me dejas sentarme —me empuja con su cuerpo y le paso un brazo por los hombros atrayéndola a mí.
—No es mi culpa que tengas semejante culo maravilloso que ocupa todo, potra salvaje —se ríe y se acurruca contra mi cuerpo.
—Pero tienes que arreglar las cosas con Chris, él te quiere mucho, me lo ha dicho. Esta distancia que has puesto entre los dos por mi culpa, le está doliendo, más aún porque no sabe la razón
No dormimos porque debemos estar al pendiente de que nadie nos vea, pero hablamos de muchas cosas, le cuento sobre la compra que hice con Gerard y Sara para Isaff, pero cuando llego al tema de Vladimir y Ricardo Nieves la siento tensarse e indaga sobre qué más encontré. Es claro que la coincidencia puede ser más que solo eso, Ricardo, sus padres, el vídeo, las muertes sospechosas, todo se confabula para hacerme pensar en la posibilidad de que hayan sido los mismos asesinos. Este asunto parece más grande de lo que cualquiera se pueda imaginar, peligroso en demasía, y de pronto ella dice que me aleje del asunto, pero le digo con mucha convicción que si quiere incendiar el mundo, yo le doy la antorcha encendida para que lo prenda y lo reduzca a cenizas, yo soy la chispa, ella es el incendio colosal. Una hora y media después ya vamos saliendo del Comando, con una distancia considerable cuando veo a Christian pasar entrenando con su escuadrón, su pelo negro y barba del mismo tono están perfectamente peinados, así como su uniforme perfectamente acomodado.
—¡Hey Miller, ven aquí ahora mismo! —le grito fingiendo estar molesto, y él se acerca con pasos cortos viendo a todos los sitios quedándose en un punto lejos, hasta uno de sus agentes le pide ir con él, así debe ser la cara de matón a sueldo que te tengo—. No te voy a matar, cabezón, al menos no hoy.
Suspira más tranquilo y se acerca abrazándome finalmente, él tiene razón, resistirse a Isabella es imposible, en el fondo no lo culpo, aunque sigo queriendo arrancarle la cabeza al muy cabrón. Trata de saber qué me pasó antes, pero le pido olvidarlo, mientras hablamos pues deja a un lado su entrenamiento. De pronto, Isabella se nos une y caminamos de vuelta a la oficina del General quien está en el último piso de la edificación A, donde están las oficinas más grandes. Tocamos la puerta, pero Miller debe irse por llamado de su padre, cuando Volkov nos deja pasar, está volcado sobre el escritorio con su uniforme del C.E.P.I. revisando minuciosamente lo que parecen ser expedientes de escuadrones. El lugar huele a incienso de vainilla y está pintado de blanco, con una de sus paredes repleta de las medallas, condecoraciones, logros y todo lo alcanzado en sus más de treinta años de carrera militar.
—¿Cómo le fue? —pregunta poniéndose en pie de su escritorio robusto tallado en madera con una de esas figuras de varias esferas plateadas juntas de modo horizontal, que golpea uno a la izquierda y uno a la derecha, creando un ciclo perfecto y relajante. Corre a un lado su silla giratoria gerencial negra y camina hacia mí para verme más de cerca—. La próxima vez que llegue borracho a la guardia le pondré una amonestación ¿Entendió? A mí no me importa si su madre se está muriendo o si pelea con su mujercita. ¿Me va a obligar a prohibirle la relación por estar en el trabajo?
—No, señor, ya no hay nada entre nosotros —dice Isabella, pero aunque se siente mal, sé que es por el bien mayor—. Lo sucedido en Afganistán fue un error y le pido excusas por desviarnos.
Volkov nos da una mirada entrecerrada como si tratara de encontrar una grieta para echarnos en cara que mentimos, pero no le damos el gusto. Por lo menos aquí en la base, no podemos hacer nada. Camina hacia el costado contrario de la pared con las medallas donde hay archivadores, tres estanterías con plantas en materitas pequeñas en las esquinas y libros de todo tipo ahí, pero él se dirige a una carpeta sobre el organizador que me extiende.
—Alexei Sokolov —murmura cuando abro el expediente, un clip sostiene su foto a otros documentos y anotaciones—. Dueño mayoritario de Laboratorios Anthaxtis, al menos eso piensan todos, pero es el representante legal. Si hay resultados positivos, debemos encontrar pruebas de la fabricación ilegal. Por ahora inteligencia ha cercado un laboratorio ilegal en riscos del desierto, debemos involucrar al Comando de Operaciones Aéreas para cubrir dos francos, aire y tierra, prepárese se planea para el lunes. Luego de ello Fox debe ir a uno de los casinos de su propiedad a donde acude todos los martes y jueves a las ocho en punto de la noche, y espero que esta vez el traficante no se obsesione con usted.
—Cosa difícil, General —digo mientras reviso las páginas—. Isabella es creadora de obsesiones y reina de tentaciones.
—Sí, claro, siga rindiéndole pleitesía y cuando le deje como plasta de mierda, no llore ¿Por qué cree que Richardson está así? Por despecho... sí, sé de su separación, pero no me importa nada de eso —espeta el General con mordacidad—. Ahh, y antes de que se me olvide, a Fox la solicitó el candidato Thomás Deveraux, quiere apoyo en la campaña —dice entre dientes, pero dándonos la espalda, así que no puede ver la cara conmocionada de Isabella—. Debe ir el miércoles, la invitaron a cenar para explicarle todo. Se reunirá con el candidato y con Marco Benavente, su asesor político.
—¿Es obligatorio? —pregunta ella en bajo.
—¿Apoyarlo en campaña? No, no sería legal ni ético forzarla —responde Volkov—. Es obligatorio cumplir la cita del miércoles, de ahí en adelante hace lo que quiera.
Finalmente nos ordena largarnos, son las once de la mañana, pero debemos salir a vigilancia según los planes, por ello busco a Miller con quien debo salir, Isabella estará en una van simulando una empresa de electricidad, vestida con overol y casco como toda una contratista, pero en realidad el interior es una sala de control que recibe las señales de nuestros micrófonos y cámaras corporales escondidas en botones de la gabardina
En caracterización, me ponen una barba mucho más abundante y larga que la mía que está baja y definida, unos anteojos redondos trasparentes sin aumento y la ropa es una sencilla camisa en cuello en V con una gran panza falsa, una gabardina hasta la mitad de las pantorrillas y pantalones de pliegue. Me dan lentillas de color azul, y una boina. Isabella está tras de mí riéndose con la punta de sus dedos cubriendo su boca tratando de disimular porque he quedado viejo y feo con el maldito disfraz.
Pronto la operación está preparada al completo, Miller lleva un disfraz similar al mío, Isabella, Renata y Teresa, con los uniformes de la electrificadora, Colson está vestido de todo bajo el mando del C.E.P.I. salimos de la base en trasportes diferentes, Fox y su grupo en la furgoneta disfrazada y junto a Christian voy yo en otro, un Fiat modelo de los 90s para pasar desapercibidos, atravesando las infinitas carreteras del desierto, con el paisaje de arena uniforme hasta adentrarnos en la ciudad de lleno y alcanzar el punto a pocas cuadras del objetivo, de ahí debemos ir a pie a través de las calles con edificios, casas y empresas, hasta que llegamos, haciendo fila en un establecimiento restaurante frente al blanco con la intención de pasar el mayor tiempo posible vigilando, cosa que es conveniente pues es bastante larga.
Todo fluye con normalidad, el gran complejo es blanco como nubes despejadas y muchos muros de cristal polarizado en un estilo modernista, pero hasta ahora, treinta minutos después, no hay movimiento, hasta que aparece un gran camión de doble compartimiento de metal del que empiezan a bajar cajas con "suministros médicos", pero las cosas no siempre son lo que parecen. Laboratorios Anthaxtis es el principal fabricante de medicamentos de todo tipo a nivel mundial y líder en tecnología, se subdivide en departamentos de experimentación genética también.
Las cajas cafés de cartón tienen etiquetado por el costado, pero no alcanzó a ver mucho por la distancia; sin embargo, Miller apunta la cámara hacia mí fingiendo que me tomará una foto, pero en realidad está enfocando hacia el camión haciendo zoom, eso le permite visualizar más.
—Las etiquetas está cubriendo algo —susurra Christian viendo las fotos, sube la cámara otra vez diciendo que quedó "Borrosa" para sacar múltiples fotos con un solo disparo y no levantar sospechas en otros transeúntes o quienes están en la fila—. Mira.
Le echo un vistazo y veo en algunas el adhesivo mal puesto, este deja ver puntas como de estrella que puede ser el emblema de La Triada, por lo menos en ese sentido comprobamos una conexión con la red, aunque pueden contener una cantidad de cosas diferentes que pueden no tener nada que ver con la Quimera 18. Pronto nos dan una mesa en la terracilla como pedimos.
—Es Sokolov —digo cuando veo al pelinegro en traje entero sin corbata, hablando con quien viene manejando el camión, le da la mano y le pasa "disimuladamente" un fajo de billetes «¿Por qué lo hace él y no un empleado?»
De pronto, la furgoneta de Isabella pasa frente a nosotros ubicándose diagonal a la entrada de los laboratorios, y luego bajan ella, Renata y Teresa, Alana ha sido relegada a trabajo administrativo mientras sale su traslado de escuadrón. Los camiones se van después de bajar muchas cajas y cuando decidimos que es suficiente, llega un convoy de camionetas negras de las que se bajan tres guardaespaldas con una sombrilla esperando a un sujeto de traje también, pero le cubren el rostro con esta.
—¡Es Kaan Karaman! —dice una voz en el aparato detrás del trago de mi oreja, porque Isabella dentro de la furgoneta tiene acceso al dispositivo de escucha a larga distancia.
—¿Cómo lo sabes? —susurro fingiendo hablar con Christian.
—Le acaba de decir "Bienvenido Kaan"
El mayor objetivo de los ejércitos más poderosos del mundo está al otro lado de la calle.
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¡Déjenme su opinión! es muy importante para mí
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