Capítulo 34- Un nuevo rival amoroso
Capítulo 34
Un nuevo rival amoroso
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CHRISTIAN MILLER E ISAAC FALCON AL FINAL
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ISAAC
Vamos en la camioneta atravesando la ciudad de noche, hipnotizándome con las luces brillantes, los lugares turísticos que se iluminan y las sombras del alumbrado público hacen movimientos sobre nosotros a medida que los rebasamos. Ella tiene la cabeza apoyada en la ventana viendo pasar todas las casas, los locales, las tiendas, parece exhausta queriendo solo ir a dormir por tres días, no sé qué pasó en esa casa, pero la forma en que Isabella sacó de su vida a una de sus mejores amigas, llamándola cadáver enfrente de todos, me dice la seriedad de todo, aún más porque veo con mis propios ojos las marcas de agarre en su delicado cuello, y la piel reventada de su hermoso rostro. La venganza siempre me ha parecido algo que debe hacerse con calma, frialdad y tiempo de maquinación perversa, pero en esta ocasión soy capaz de cobrar la ofensa inmediatamente, por ahora estoy tranquilo, le rompí la nariz al cerdo de Fabián y tal vez se la fracturé, la próxima vez, le reacomodo la cara.
Esto no ha terminado.
La mirada de Isabella está perdida a través del cristal de la ventana y me siento incapaz de consolarla sin saber cómo fueron las cosas. Tengo que saber qué sucede con ella para poder ayudarla, pero no parece estar dispuesta a decir nada por ahora y le respeto eso, pero mis ansias aumentan. Cuando llegamos al edificio entramos por el subterráneo, el lugar está desierto, solo los automóviles de todo tipo desde sedán hasta convertibles deportivos, están perfectamente estacionados, las luces de sección se encienden cuando detectan movimiento haciendo que en su extensión se iluminen, pues es bastante densa la oscuridad. Voy directo a mis espacios y aparco, pero no bajamos la luz se apaga, así que enciendo la del auto, mirándola a ella quien suspira totalmente ida.
Finalmente bajamos y tomo su mano, pero la retira sin decir nada más, pronto estamos entrando en la estancia por el ascensor privado, de inmediato mis perros salen a saludarnos en medio de su euforia y ella los saluda como bebés hasta echándose en el suelo sobre sus rodillas, me encanta que ame a mis perros, ellos son parte de mi familia como si fueran un humano más, pero me causa gracia que a Isabella la saluden más que a mí. Enciendo las luces completas dejando ver los objetos, mi madre fue quien eligió todo porque yo soy un desastre en decoración, el piso es un gran rectángulo abierto que tiene a la izquierda los sillones haciendo un cuadrado alrededor de la mesa de centro y la chimenea atrás de uno de estos, junto a esta la entrada del despacho donde tengo la biblioteca, em PC de mesa y varias cosas, teniendo al otro lado el ventanal que ocupa todo el costado final del apartamento, con la terraza frente a la puerta de entrada, el comedor está a unos metros de la estancia.
—¿Te quieres quedar? —le pregunto reparando en ella cuando va pasando por la barra de la cocina a la izquierda, rodeándola para ir a tomar agua al otro lado de la isla. La euforia no me dejó verla con detalle y, carajo, se ve ardiente en ese vestido strapple que se ajusta a las curvas que tanto me gusta recorrer, porque son pronunciadas, Isabella no es exactamente flaquita como las modelos de Miss Universo, ella tiene un poco más de todo, no exactamente como las modelos curvy, ella no es tan exuberante, pero al igual que aquellas mujeres, tiene ese encanto de curvas pronunciadas que volverían loco a cualquiera, con una cintura angosta que en este momento resalta más por el vestido.
—¿No te molesta? —me pregunta tímida sirviéndose más agua.
—Si vas a dormir abrazada a mí como oso, igual a otras veces, no me molesta —murmuro captando su atención, pero tiene media sonrisa—. pero oye, estoy muy indignado contigo en este momento, ¿Cómo es posible que no me hayas mandado una jodida foto? Te ves hermosa, mierda, ponte ese vestido en nuestra cita ¿Qué dices?
—En el desierto con vestido y tacos, interesante combinación —logro hacerla sonreír a pesar de su tristeza—. Voy a ser la más diosa de la arena.
—Diosa ya eres... —suelto sin pensar, no quería decirlo en voz alta. Cuando veo su sonrisa complacida sé que la he sorprendido—. Digo... eres...
—No la vayas a cagar —dice caminando hacia mí pasando las manos por mi cuello, lo que aprovecho para preguntarle lo que está guardándose en el pecho y que serpentea bajo sus ojos queriendo salir y desahogarse—. ¿Cómo llegaste tan rápido a casa de mis padres?
—Estaba donde mamá aun, pero ¿Qué pasó, Isabella? ¿qué te dijo Alana? —indago sin poder evitar más tiempo la pregunta. Se separa bajando la cabeza tragando en seco, girando a tomar más agua.
—¿Puedes prestarme algo para dormir? Si voy a hablar de esto necesito estar más cómoda —susurra de espaldas a mí. Voy a la habitación de Stacey y saco uno de sus últimos pijamas que son las más grandes de blusita de tirantes delgados y short negro. Cuando se la he dado nos cambiamos a la ropa de dormir ambos y ella se ha sacado el maquillaje quedando como más me gusta verla, al natural, le ofrezco una toma de manzanilla, veo que el pijama le queda más ajustada en su cuerpo, pero le servirá. Voy a la cocina empezando y ella me sigue.
Al principio trata de evitar el tema, pero cuando empieza a llorar desmedidamente insisto haciéndola hablar finalmente, aunque a medida que va soltando la carga, me arrepiento de haber preguntado, mi pulso se dispara por el enojo llenando cada uno de los poros de mi piel, siento los músculos tensarse y aprieto la mandíbula hasta hacer rechinar mis dientes, sobre todo cuando me dice que esa mujer le dijo que debió morir con Carmen y Vladimir «La voy a matar» pienso internamente con los deseos de acabar con Richardson x1 y Richardson x2 incrementando cada vez que veo una lágrima rodar por su rostro y cada uno de sus sollozos ahogados. La acojo entre mis brazos, es lo único en mi mente en este momento para calmar su tristeza.
Cada una de las palabras de la maldita Alana se graban a fuego en mi memoria, no puedo dejar de pensar, pero también la imagen de Fabián agrediéndola se estanca en mi cerebro, porque la muestra de su maldito hábito de hacerle daño está sobre su cuerpo, el labio, el pómulo, las marcas en su cuello, todo le echa leña al fuego de mi ira, empeorando con lo dicho por su hermana. Cuando se ha desahogado me pide perdón por el error de cargarme de sus cosas, pero la interrumpo diciéndole que nunca será un error venir a mí a hacer esto, sobre todo hoy, cuando las palabras de Alana parecen haberla roto de manera irremediable.
—Últimamente todo es sobre mí —susurra en bajo—. No pregunto sobre ti, lo siento.
—Sí lo has hecho, varias veces, pero evito las respuestas porque no me gusta hablar de eso, pero si te hace sentir mejor, me preocupa mucho mi madre —afirmo cortando ramas de manzanilla, pues toda la historia me hizo dejar a medias la aromática—. Si estoy en Colombia y ella muere ¿Qué haré? ¿qué pasará con Stacey? Theodore no me deja opciones.
—¿Y si pasas una solicitud a un superior? —me da la idea, pero ya la había pensado hace tiempo.
—Theodore lo sabría y me jodería más rápido. Tengo las manos amarradas, cerecita, no hay salida —confieso poniendo valeriana y cidrón al agua. Aprendí a preparar esto porque al diagnosticar a mamá, Stacey caía en ataques de nervios y mamá me pedía hacer esto para calmarla, aunque fuera un poco nada más.
—Stacey es consciente de lo que pasa, ella debe estar preparándose para esto. Es una chica muy madura para su edad, yo las he visitado constantemente los últimos años —murmura pasando la mano por mi brazo con cicatrices, a lo que automáticamente ano la mano a sujetar su muñeca; en momentos así, odio que me las rocen—. Lo siento, no quería incomodarte... ¿De verdad me puedo quedar?
—No eres tú, solo no me gusta que me toquen ese brazo cuando me siento cargado de emociones negativas. No tiene nada que ver con que duermas aquí —comento y ella se cambia de lado preguntando qué hará Stacey ¿Irse conmigo a Colombia? ¿quedarse aquí en manos de los padres de Theodore? Las preguntas acribillan mi mente sin darme un descanso, pero hablar con Isabella ayuda a sacar los demonios internos. Cuando la aromática está lista, la sirvo en pocillos con la estrella azul rey del C.M.O.E que venían en la ancheta de la navidad pasada y vamos a la terraza, la tranquilidad es relajante y las estrellas se alcanzan a ver destellantes.
—¿Qué pasaría si aparece un donante para tu madre? —pregunta en tono raro, estamos en una tumbona sentados juntos, ella con la cabeza en mi hombro—. ¿La salvaría?
—En realidad podría darle algo de tiempo, pero nada es seguro, además la sangre de mamá es la más rara, el AB- es escaso —digo en respuesta, extrañado por la pregunta repentina—. Solo conozco a tres personas con ese tipo de sangre, mamá, Theodore y tú.
—¿Sabes mi tipo sanguíneo? Que raro eres —bromea empujándome con el hombro, aunque la mención de ese tema parece haberla puesto incómoda.
—¿Yo soy el raro? ¿Quién tiene un tipo sanguíneo poco común, una luna como marca de nacimiento y unos ojos avellana que no se dan tan a menudo?
Nos reímos como lo hacíamos de adolescentes cuando nos escapábamos por toda la urbanización de agentes. Somos amigos y amantes, una no relación muy extraña, pero en estos siete años lejos de ella sentí que algo faltaba en mi vida, ahora que la recuperé, me doy cuenta de que la potra salvaje es quien debería estar ahí. Cuando acabamos nos vamos a mi habitación donde ya hace frío pues encendí en aire acondicionado desde antes, entramos en la cama y la abrazo desde atrás poniendo un beso en su luna.
Esto es malo, me estoy involucrando de más y estoy en problemas.
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Cuando dan las ocho de la mañana estamos en la base, Volkov, pasándose por el culo los días inactivos que deberíamos tener luego de llegar de comisión, nos llamó por un asunto urgente... sé que solo para jodernos la vida. Isabella lleva sus trenzas y el uniforme de entrenamiento, la camiseta de manga corta se ajusta a su pecho y el pantalón a sus atractivas caderas anchas con su arma de dotación y placa colgando del cinturón, igual que yo, llevo todo impoluto, mientras caminamos bajo el sol con dirección al edificio A. vamos a una distancia prudencial, no necesitamos un escándalo con la red de chismorreo haciendo una entrada, menos al General metiendo las narices en nuestra extraña relación. En esta central existen trasportes internos para recorrer la base y uno de esos nos encuentra llevándonos más rápido. Pasamos el hospital, los edificios de inteligencia hasta alcanzar el destino.
Cuando hemos llegado a la sala audiovisual, un cuadrado perfecto con una gran mesa redonda con cristal recubriendo la madera, las ventanas están en el fondo dando al exterior constituyendo la parte frontal del edificio con las persianas verticales cerradas, la pantalla que cubre la pared blanca izquierda, solo dejando algunos bordes, está apagada. El Alfa-Escorpio está casi al completo, los pocos de mi escuadrón, más algunos Brigadieres del C.E.P.I Y EL C.M.O.E, quienes aplauden, todos de la central Nevada, felicitándonos a ambos por la misión y los objetivos alcanzados, que debemos seguir interrogando pues ya han sido trasladados desde Afganistán bajo estrictas medidas de seguridad, además debemos encontrar a las familias de las chicas secuestradas, verificando que sí sean quienes dicen ser, tarea pedida por mí, es de las cosas más amadas por mí del trabajo.
Pronto cuando estamos listos empieza el agente del C.M.I.Q pasando las diapositivas con las diferentes sedes del lugar, edificios perfectamente impolutos en cristales y paredes blancas "Laboratorios Anthaxtis" Se sospecha que es de propiedad de La Triada, donde fabrican el 80% de las unidades de la Quimera 18, al menos una de sus variantes.
—¿Cómo que una de sus variantes? —pregunta Teresa sentada a mi lado, es una de las amigas cercanas de Isabella y estoy seguro que ahora, luego de todo, se harán más unidas en ausencia de la mujer que no la consideraba parte del grupo por tener un rango mucho menor a ellas; sin embargo, la potra salvaje siendo la potra salvaje, nunca alejó a Tere. Su cabello chocolate ondulado está sujeto en un moño redondo ajustado, despejando sus facciones con una naricita respingada y el lunar casi imperceptible sobre su labio. El agente explica que se tiene la teoría de que están en fabricación de cuatro tipos, Alfa, Beta, Delta y Gamma, cada una peor que la anterior más letal y agresiva. Debemos hacer lo que sea para detener esta fabricación, puede iniciar una guerra biológica en las manos equivocadas, desatando una oleada de muerte en masa que podría, según datos del Comando Médico, mermar a la población mucho más efectivamente que la peste negra*, podrían soltarlo deliberadamente para atacar la sobrepoblación de países como China o India, pero nada garantizaría que no saliera de ahí infectando a todo el orbe. Muestra el mecanismo en que la cosa entra en la célula y la coloniza, muestra los síntomas y las consecuencias.
—¿Kaan Karaman ha hecho más contactos?
—¿Contacto? —pregunta Azucena Lezgado—. ¿Ha contactado con alguien aquí?
—Como ya parece una costumbre, el traficante está obsesionado con la Brigadier Fox —exclama Volkov—. Es el segundo este año, primero Sayyid, luego Karaman ¿Quién sigue? ¿Kadir Karaman?
—¿Por qué no cierras el hocico de cerdo que tienes, Erick? —salta Lucio cruzado de brazo, haciendo que la tensión se pueda cortar con un bisturí. Volkov le ve extrañado porque haya perdido la paciencia tan rápido, supongo que está envenenado por lo pasado anoche y cualquier provocación terminará en algo más grave. Empieza una batalla de dimes y diretes entre ambos Generales hasta que la guardia de ambos, presentes en la central Nevada, se meten separándolos, incluida Isabella que hala a Lucio por el brazo
—Compórtense todos, no son adolescentes —grita Frederic Miller, el padre de Christian, un gran amigo mío desde pequeños—. Sigmund está en la videollamada.
—Retomo, gracias por la absurda interrupción, Lucio, no hiciste perder el tiempo —dice Volkov cuando el General ABS se ve en la pantalla saludando eufórico como de costumbre preguntando sobre los avances y mostrándose complacido de mi trabajo con Isabella en Afganistán—. Como sea, Fox queda a cargo de la investigación, Falcon regresará a Colombia con el Delta-Lion —continúa Volkov, haciendo que llegue el momento, sabía que esto pasaría, debo irme de regreso.
—Perdone, General Lezgado ¿Podría hacerle una petición? —pregunta Isabella de repente—. Sé que no es el procedimiento, pero parece no haber otra manera.
—Cállese Fox, uste...
—Déjala hablar, Erick, no interrumpas —espeta Sigmund molesto—. Continúa.
—Verá, necesito a Falcon para hacer toda la investigación, sus habilidades en tecnología son muy útiles, además él necesita estar aquí por motivos familiares, es urgente que venga a Nevada.
—Sí, estoy al tanto de la condición de Laura y es muy lamentable, lo siento mucho, Isaac —dice Sigmund y le agradezco aun conmocionado porque ella se haya atrevido a tanto—. ¿Qué necesitas?
—Traslado inmediato a Nevada, por favor. El General Theodore Falcon ha entorpecido adrede que esto pase —dice ella con firmeza, sin ápice de dudas. Puedo ver que está molesta por lo que mi padre me hace, no le gusta para nada hablar de ello.
—¿Es cierto entonces? —pregunta Frederic luciendo sorprendido—. ¿Te amenazó para no volver o pedir la baja? Pensé que era un farol, que simplemente se regodeaba de su poder, aunque no fuera así.
«Ay carajo, ¿Qué digo ahora?» me pregunto fugazmente, pero pronto sé que debo exponer lo hijo de puta que es quien se hace llamar mi padre.
—Sí, me tiene coaccionado a hacer lo que quiere o sacará a mamá del seguro y joderá a Stacey —escupo todo dentro de mi causando conmoción, hay susurros por toda la sala, mientras me miran totalmente choqueados. Se crea un silencio incómodo y es cuando siento las manos de Isabella en mi brazo dándome apoyo.
—No sabía esto, lo siento en verdad —el ABS rompe la quietud con expresión compungida, creo que lo he tomado por sorpresa—. Y claro que sí, a partir de este momento declaro el traslado inmediato del Delta-Lion a la central madre de EEUU. Notifíquese y cúmplase... Ahora, retomando, Laboratorios Anthaxtis debe ser investigado y pongo a Isabella a la cabeza de los operativos, Falcon será apoyo, pero ella es madre para las misiones, aunque si Fox desea compartir el poder con él, está bien. Aun medimos su desempeño, no lo olviden, cada estrategia que han planteado, cada capturado, cada interrogatorio ha sido evaluado para su ascenso a RGN, ténganlo en cuenta.
El resto del a reunión transcurre con normalidad, el Comando Médico sigue mostrando fotos de los infectados siendo tratados por agentes con trajes blancos para no contaminarse. La esperanza de vida es muy poca una vez se contagia, pero debemos desmantelar ese núcleo lo más rápido posible para garantizar el bienestar de la población en la medida que nos sea posible. De igual forma, el ABS nos dice que si tenemos reportes de inteligencia donde alerten de prostíbulos de menores de edad, hagamos búsqueda y captura sin compasión.
Finalmente, luego de dos horas y media, terminamos finalmente saliendo apresurados pues a pesar del aire acondicionado, la temperatura en la sala estaba aumentando haciéndose molesta. Le pido a Isabella un momento a solas antes de que vaya al comedor, así que nos vamos a la parte de atrás de la edificación A que está casi pegada por completo a la muralla, pues no puedo esperar a que vayamos a su oficina.
—¿Por qué hiciste eso? —pregunto queriendo sanar esa pregunta—. ¿Por qué te arriesgaste a una sanción?
—Porque lo necesitas y si lo hacías tú, Theodore podría dañar a Laura o dejarla sin seguro y mientras haces las diligencias para pagarlas por tu cuenta, puede que haya una recaída —susurra con media sonrisa—. Si debían suspenderme o sancionarme lo hubiera aceptado, pero habría valido la pena.
En un arranque que no pienso siquiera la halo por el brazo y la sujeto con fuerza dentro de mis brazos. Alguien nos puede ver, podría confirmarle a los Richardson que somos algo y eso no está bien porque sería otro problema para nosotros. Me corresponde el abrazo cuando le agradezco. La estoy dejando entrar mucho, no es bueno para mí, quería dejarla en la casilla de "Sólo sexo", pero es la única con quien no puedo mantener esa etiqueta.
—Venga, vamos a la oficina —dice sonriéndome de una manera que me hace recordar cómo era antes. Nos vamos a ese lugar por separado, pronto llegamos al edificio administrativo subiendo en el ascensor hasta la última planta donde están las oficinas más amplias y no me equivoco porque cuando entro el espacio es perfectamente cuadrado, su escritorio está en la parte izquierda con la silla giratoria de espaldas a la ventana que va de lado a lado con una persiana vertical abierta, dejando pasar el sol que está proyectándose, una estantería de varios pisos está empotrada en la pared derecha cubriendo la mitad con algunos libros, carpetas y organizadores, con archivadores de huella digital justo a su lado. El aroma a coco me golpea apenas doy un paso adentro, combinado con el de su perfume que es amaderado, seguimos y ella pone seguro a la puerta de manera discreta para que no suene, aunque creo que nadie me vio entrar, cada quien está en sus cosas
Cuando llegamos se sienta al otro lado del escritorio y veo que tiene una molestia en el cuello, yo como un verdadero idiota me pongo en pie para masajear esa zona poniendo besos en su cuello, no sé qué putas me está pasando para actuar como el adolescente puberto enamorado de ella, carajo, no quiero esto, me hace vulnerable, pero no encuentro la manera de detener la carrera rápida hacia el estrellón llamado "Te quiero", no puedo permitirme caer de nuevo en el encanto de sus ojos inusuales, en la brujería de sus caricias y aquello oculto en sus acciones bondadosas hasta conmigo, el alma rota.
—¿Puedo pasar? —pregunta Alana en la puerta de la oficina de pronto.
—No tienes que abrir —le digo a Isabella, pero hay algo diferente en la mirada de anoche, esta se ve dispuesta a arrasar con Alana sin piedad. Ella lo hace y deja pasar a la mujer, sus ojos están enrojecidos, los labios agrietados y juraría que tiene una resaca de las pelotas por su narco-borrachera —. Isa... lo siento... yo no sé en qué estaba pensa...
—Brigadier Fox para usted, Teniente, se demora un poco más, pero ya no le doy la confianza de llamarme por mi nombre —dice ella cortando su frase alzando la mano para detener lo que trataba de decir—. ¿Qué quiere?
—Isaac, hazla entrar en razón —pide Alana luciendo compungida, pero logro ver a través de su engaño, seguro lo hace obligada por Marina y Lucio o por alguna conveniencia, tal vez porque Isabella debe firmar la recomendación para su ascenso obligatoriamente.
—Dígame Brigadier Falcon, Richardson, se acabaron las confiancitas —replico en el mismo tono frío.
—Perdóname, Isabella, te lo ruego, yo no quería —trata de hablar tomando a Isabella por los hombros acariciándola, pero una vez más ni le dejan terminar y con fuerza ella golpea con sus brazos los de Richardson quitándolas. Sus ojos se llenan de lágrimas no derramadas y su actuación merecería un premio por hipócrita.
—Si vuelve a llamarme por mi nombre de pila o un apodo, le pasaré una anotación disciplinaria por falta de respeto, Teniente Richardson, ¿Lo entiende o no? Es más, iniciaré el papeleo para transferirla de escuadrón, sólo necesito la firma del General Miller —dice Fox tan afilada como una cuchilla barbera a punto de cruzarle la cara, abriendo heridas que nunca cerrarán.
—Es una exageración todo esto.
—Exageración el teatrito que montó por veintidós años fingiendo quererme y ser una hermana mayor cuando guardaba todo eso dentro —escupe Fox entre dientes como si hablarlo más alto detonara una bomba catastrófica más fuerte que la propia MOAB.
—¡No fingí nada!
—Brigadier Fox, buen día —llega una cadete de cabello castaño recogido perfectamente en un moño apretado en la parte baja de la cabeza, dándose cuenta pronto del ambiente incómodo, mirándonos con la cautela propia de cuando llegas a mitad de una discusión que no tiene nada que ver contigo, pero de alguna manera has llegado hasta ahí—. El General Miller la solicita en su oficina.
Isabella me susurra que ya regresa, dejándome solo con Alana y no espero ni dos minutos para hablar.
—Escúchame bien, Richardson x1, no vas a volver a joder a Fox —espeto con un tono rudo—. Vete de aquí antes de que deje de verte como una mujer.
—¿Por qué la defiendes tanto? Ustedes se odian. Anoche, hoy, ¿Qué pasa?
—Ah, pues simple, porque nosotros... no, espera ¡Eso es una puta cosa que no te incumbe, metiche de mierda! —grito ya habiendo perdido la paciencia, mejor dicho, la poca paciencia que tengo—. Vete de aquí y no acerques cien metros alrededor de Isabella. Eres una desgraciada, siempre he sabido que le tienes envidia a Isabella, pero ella es la única sin darse cuenta.
—No la envidio —dice entre dientes.
—Claro que sí, envidias su inteligencia, su forma de ascender logrando lo que quiere como un haz, su belleza y la atención que recibe por ella, la forma en que tus padres la aman, todo de Isabella lo envidias. No creas que para mí pasó por alto que cada vez que ella tenía un novio, pareja o algo, como siempre eran un poco mayores, tú ibas tras ellos... incluso de mí ¿O se te olvidó que te quitaste la ropa frente a mí? Pero no me causaste nada porque mi atención estaba en ella, siempre ha estado en ella, oh, y en Afganistán te metiste en mi habitación ¿te olvidas? No me creo esas disculpas, así que aléjate de Fox, una mujer celosa de otra es capaz de matar despiadadamente, y tú estás hirviendo en celos.
—¡Cállate, Falcon! —me grita cayendo en la desesperación finalmente. Sus ojos se desorbitan, frunce la boca y pestañea tratando de no llorar.
—No me voy a callar, Isabella siempre será mejor que tú, más bella, más inteligente, más sagaz, más mujer, y no importa lo que hagas, jamás la superarás... ahora sal de aquí, saca tu anatomía de mi vista, nada más de recordar lo que le dijiste a Fox me dan ganas de ahorcarte con mis propias manos hasta que chilles como marrano —mi ira sale disparada en cada palabra ofensiva dirigida a ella.
—No me importa lo que digas, Isabella es mi hermana y la voy a recuperar. Dije una estupidez por estar drogada y borracha, pero no lo pienso...
—¿Sabes cual es el cielo y el infierno de las drogas y el alcohol? Que te suben hasta arriba, tocas las estrellas con las manos, pero te desinhiben hasta tal punto que te arriesgas a sacar el lado más oculto de ti misma, porque no existe la culpa y eso pasó anoche, dejaste salir la arpía que llevas dentro, así que no te creo tu cuento chino, ahora lárgate y por aquí no vuelvas —grito al final encogiéndola, por ello sale huyendo como la cobarde que es.
Respiro profundamente, me está entrando una migraña de la mierda por culpa de Richardson x1, pero no tengo tiempo de andar preocupándome de un dolorcito pendejo. Me quedo en la oficina solicitando los expedientes y buscando en la pantalla interactiva los puntos de ubicación de los laboratorios, primero los legales, los que están a simple vista, porque se sospecha que hay uno que otro escondido entre el desierto en estructuras dentro de los riscos, donde se fabricarían muchas más unidades de la Quimera 18. De pronto alguien toca tímidamente la puerta, es Sara, me saluda con un beso en la mejilla y le preguntó cómo está, hace días no puedo hablar con ella, pero me comenta que Horus ha seguido molestándola, la amenaza día y noche sin parar y cuando se lo comentó a Volkov la sacó como trapo viejo sin hacerle el más mínimo caso. Yo por otro lado, la escucho atentamente, mientras pienso en joder a ese hombre de la manera que más le duela, no la física, destruiré su carrera, es lo más amado por él y le rinde idolatría, quitarle eso es peor a quitarle el corazón.
Gerard llega corriendo agitado haciéndome reír porque se ve más pálido que de costumbre con sus rasgos asiáticos marcados, entre esos, la piel clara lozana. Sara lo saluda tímida y él le dice que necesita opiniones femeninas con las mías para comprar algunas cosas para su bebé que debe estar llegando en máximo dos semanas, entre ellas comprar la sillita que le exigen al sacar a los bebés del hospital, pues el olvidadizo no la ha conseguido, sólo Dios sabe porqué y su mujer ya tiene treinta y ocho semanas. Ella y yo le acompañamos porque el cabezón simplemente no sabe qué hacer solo, pero mientras vamos saliendo le comento mi idea para Michael y su fiesta, Gerard se muestra emocionado por el plan, sobre todo por la forma en que planeo llevármelo, seguro le voy a sacar un pedo de susto.
Salimos escapados, claramente, aun con el uniforme tomando un trasporte que nos deja en un paseo comercial de Las Vegas donde está una de las tiendas más grandes de bebés y niños donde tan solo dar un paso dentro es una explosión de cosas tiernas, pequeñitas, carriolas, ropita y solo puedo pensar en Isaff, así que mientras Gerard se vuelve loco comprando masivamente, igual que yo a decir verdad, llamo a Tania otra vez, le he dicho que la llamaré dos veces al día para saber del niño, afortunadamente está con él y logro verlo. No sé qué pasa dentro de mí cuando lo veo, pero el deseo de estar ahí para él me domina, de cuidarlo hasta mi muerte y dar la vida por él si es necesario.
«¿Qué demonios estoy sintiendo?»
Nunca en mi vida me hubiera imaginado tener esta conexión con un bebé, siempre pensé en no tener hijos, sigo pensando que mi sangre está maldita y puedo convertirme en un animal bestial, pero ese pequeño lo ha cambiado todo y en lugar de sentir algo negativo, me impulsa a ser mejor para él. Sara se muestra extrañada por mi repentino interés en comprar cosas para bebé, cuando siempre le dije que no quería tenerlos, aun así, no comenta nada, sólo me ayuda a escoger la ropa y los zapatos porque dice que mi gusto en esos mamelucos es pésimo. Gerard está emocionado por conocer a tu hija y por primera vez deslumbro el sentimiento entendiéndolo, cosa que antes no podía, porque si de alguna manera Isabella quedara embarazada, ya no sería tan aterrador para mí y me encuentro en un pensamiento de querer ser padre de un niño biológicamente, pues de cierta manera me siento el padre de Isaff, pase lo que pase con Isabella y yo.
—Oye, te veo muy emocionado comprando cosas —interviene Gerard sacándome de los pensamientos locos que invaden mi mente—. ¿Por qué? Has cambiado mucho, para bien. Pasaste de no querer hijos a comprar biberones, ropa, pañales y todo lo que estaba en tu camino.
—Ese niño se lo merece, es todo lo que diré —respondo cortante girando la cabeza tratando de mantener mi dignidad, haciéndolos reír. Recorremos los pasillos terminando de juntar las cosas que Gerard quiere, su esposa es el amor de su vida, lo sé porque me lo ha dicho en múltiples ocasiones, esa mujer lo ha sacado de muchas situaciones difíciles, de la misma depresión que padeció por un tiempo, y sus padres se opusieron porque ella no tenía el mismo status social que ellos, quienes son adinerados, pero Gerard no heredó aquel desprecio por las clases sociales inferiores, por ello vio en Shirley, quien era de clase media, la mujer que amaría el resto de su vida. Aun no se han casado, pero no ha sido necesario, el amor es más que un pedazo de papel, mucho más que simplemente un juramento en una iglesia o una firma en una notaría, el amor es lo que ellos tienen, fuerte, resistente, un apoyo incondicional...
De repente el pensamiento de que describo a mi no relación con Isabella se atraviesa, pero lo espanto huyendo despavorido de aquella posibilidad, mientras tomo más mamelucos de todo, marinero, chef, futbolista, de mostachos y otros. También llevo ropa pues tiene un año, así que se combinará con chaqueticas, pantalones de jean, y varias más aconsejados por Sara, hasta lentes de sol y gorritos.
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Cuando regresamos el sol se está ocultando dejando un atardecer espectacular con una combinación de naranjas dignas de una foto, así como la disminución de la temperatura dejando a su vez todo más vacío pues la actividad en la base es más baja a estas horas, por ello el silencio es relajante, apenas hay un grupo de agentes entrenando a lo lejos y quienes dan las rondas pasando con su fusil asegurándose de que todo esté en orden. Mi buen humor por haber comprado tantas cosas para el cerecito jr se va al carajo cuando voy pasando por los lados del hospital a pie y escucho una voz coqueteando que conozco muy bien. Me acerco siendo ocultado por las paredes pues está a la vuelta justo detrás de la edificación principal del Comando Médico, yo estoy en el costado apenas asomándome en una posición de ángulo perfecto para verlos un poco.
—Brigadier Fox, de verdad que placer es verla de nuevo —dice Christian Miller con un tono coqueto inclinándose sobre Isabella dejando un beso en su mejilla de algunos segundos, tiene su mano sujeta y está muy cerca de su boca—. Te extrañé en más de un sentido.
«¿Es Miller su rollo? ¡Es uno de mis más grandes amigos!» me pregunto cuando él baja su mano peligrosamente cerca de su trasero haciendo que incline la cabeza seguramente con cara de psicópata, un abrazo, bien, un beso, bien, no soy tan tóxico como para no dejar que otros se acerquen, las prohibiciones hacia la mujer en cosas como amigos, ropa o cosas así no son parte de mi personalidad, pero está a punto de meterle la mano en el pantalón.
—Chris, alguien nos puede ver —susurra ella muy sonriente cuando le toma finalmente una de sus nalgas pegándola a él, empeorando mi estado cuando le pone un beso en la boca que ella deja avanzar. Se me revuelven las tripas, maldigo internamente en todos los idiomas que conozco, quiero arrancarle la cabeza a Miller y tirarla a los coyotes del desierto.
Vida de mierda en la que debo querer a una mujer tan incontrolable como ella.
«Mierda, acabo de decir "Querer" no, no seas estúpido»
Creo que hago un sonido porque se detienen y empiezan a revisar, pero alcanzó a esconderme para retomar mi posición cuando ellos se han despistado otra vez por besarse apasionadamente. Lo sé, perfectamente soy consciente de que me lo busqué, la inestabilidad que le puedo dar solo terminó en esto.
—Chris —dice ella acariciándole el pecho en un gesto coqueto que solo le había visto conmigo, cuando él le roba otro beso y ella lo permite ora vez—. ¿Tendrías tu bar disponible el fin de semana? Queremos alquilarlo para la fiesta del novio de Renata
—Por ti te lo doy gratis, preciosa, ¿Has pensado en mi propuesta? —pregunta él dándole besos en el cuello y es cuando debo aceptar sin lugar a dudas que Isabella es más que solo algo carnal, pues el vacío en el pecho que se abre paso, no es compatible con otra cosa más que sentimientos en su más puro estado—. Venga, dime que sí, prometo que seré solo tuyo. No hay más mujeres en mi vida que tú, eres mi prioridad y te haré feliz.
—Chris, yo...
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Uy, uy, le salió competencia a Falcon ¿Team Miller o Team Falcon?
¿Qué creen que hará Isaac?
¡Gracias por llegar hasta aquí!
CHRISTIAN MILLER
ISAAC FALCON
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