Capítulo 30- Una dolorosa bienvenida
Capítulo 30
Dolorosa bienvenida
"Loco me pongo si escucho el ruido de tu charla,
y el contacto de tu mano me da la vida y me mata"
Manuel Machado
¡DEDICADO A DarolinRodriguez! ¡GRACIAS POR TU APOYO Y VOTOS, SON MUY MOTIVADORES!
Gracias a quienes votan y comentan, actualizo seguido. ¡Continúen haciéndolo, por favor, me animan mucho!
THOMÁS DEVERAUX, MARCO BENAVENTE Y ALEXEI SOKOLOV AL FINAL
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Nevada, 20:00 hrs
Thomás Deveraux celebra su victoria en las últimas encuestas, junto con Marco Benavente quien ha sido parte vital de aquella campaña subiendo como espuma en las cifras. Ambos hombres brindan con champagne en compañía del equipo al completo, incluyendo la familia del candidato, dentro de la sede de su campaña, una edificación de tres pisos con estilo modernista mezclado con lo clásico teniendo los pilares circulares tallados a lo largo de su extensión vertical sosteniendo la sección salida de los pisos superiores. Las puertas dobles de roble oscuro de la entrada con manijas doradas están cerradas para llevar a cabo la celebración que toma lugar dentro de las paredes del sitio, de frente a la entrada está el primer stand de recepción adornado con el slogan del candidato Deveraux, con tazas igualmente adornadas, además de diversos flyers promocionales, a la derecha una escalera enroscada y a la izquierda una sala de juntas, lugar donde están los presentes alrededor de la mesa ovalada frente al televisor de sesenta pulgadas, donde se da el resultado. Pronto se sabrá si toda la dedicación invertida, así como el tiempo dado ha valido la pena.
Annaliese le felicita eufórica, lleva su cabello rubio peinado en una coleta alta despejando sus facciones delicadas de nariz respingada y ojos almendrados heredados en su color verde de su padre, sus pómulos definidos y una sonrisa encantadora la caracterizan siendo la menor del matrimonio de Thomás e Isobel Müller. Sostiene a su pequeño bebé quien tiene el pelo negro de su padre y los ojos de su madre.
—Gracias, mi cielo, vamos a lograrlo y será gracias a todos ustedes —dice a los presentes. Sabe que es obra de quienes lo apoyan incluso con palabras alentadoras, acciones o estrategias, cualquier forma la agradece infinitamente. Ha sido tachado de muchas cosas que no es por la simple razón de su conexión con un corrupto que ha ensuciado el apellido impoluto Deveraux, pero no hace parte de aquel circulo vicioso a pesar de su oscuridad profunda.
La sala ilumina los rostros de todos por sus luces lineales y parece más amplio por sus paredes blancas como las nubes más puras en un día soleado, encerrada con un aroma a lima relajante por el ambientador, con la mesa de roble apoyando la champañera de acero inoxidable con hielos dentro derritiéndose poco a poco, dejando bajo esta un charco de agua para enfriar una segunda botella del licor que beben, mientras la ciudad se mueve a un ritmo demencial incluso para ser las ocho de la noche.
Sofía interviene diciendo que manifieste lo deseado y se hará realidad, bebiendo de su copa esplendorosamente, nunca pierde la elegancia aunque se trate de un simple sorbo de champagne. Junto a ella su hijo menor, quien fue una verdadera sorpresa al nacer a sus cuarenta años, teniendo ya treinta y cinco años, haciendo una broma sobre la creencia de Sofía en las energías, su nombre es Landon Deveraux y es soltero, buscando una mujer para sentar cabeza, aunque siendo familia directa de un político de la envergadura de Tomasito, como suele decirle, atraía mujeres y amistades falsas en búsqueda desesperada de conveniencia para escalar socialmente en la élite.
Este día, está presente Alexei Sokolov, famoso empresario en el país que trata de ocultar sus investigaciones judiciales de la prensa, pues ha sido coaccionado y chantajeado por Abdul Sayyid para lavar dinero a través de sus múltiples empresas, pero ahora que ha sido capturado, respira más tranquilo y va en pro de recuperar su prestigiosa reputación antes del problema con piernas que representó ese hombre en su vida.
—Un brindis por Thomás, quien es capaz de dar segundas oportunidades —alza su copa alargada bajo las luces blancas resaltando su pelo negro azabache y los ojos azules profundos como el océano, teniendo la barbilla marcada y una ligera barba definida. A sus treinta y seis años se proyecta como uno de los principales pilares de negocios productores de energías renovables, pues su maestría de ingeniería se especializa en aquello, cómo transformar para mejorar, aunque dentro de sus negocios se encuentren de igual manera hoteles de lujo, un gigante de telecomunicaciones y agencias de modelaje. Su esposa, una mujer rubia de escandalosos ojos grises como tormenta tropical en medio del océano, es una de las top model mejor pagadas del medio, siendo diez años menor que él mismo, pero la madurez emocional de aquella mujer risueña lo había cautivado, pues siempre llevaba su vida centrada, recta y animada a conseguir sus metas con determinación y constancia.
Todos alzan sus copas ante el ánimo de Annaliese, Alexei, Thomás, Isobel, Marco y Landon sonríen con alegría, continuando con la conversación sobre la ayuda en sectores de pobreza específicos del país para poder impulsar la mejora de condiciones de vida. De pronto, el mensaje que más ansiaba ver Marco, llega a su celular.
—La agente del Consorcio llega hoy, según sus superiores debe estar aterrizando antes de media noche —dice sonriente, totalmente emocionado por la idea de tener un apoyo fuerte de una luchadora acérrima contra el crimen organizado, aunque aun falta saber si ella está de acuerdo con su campaña, todo dependerá de eso—. Sé que será muy bueno en caso de aceptar.
—¿Por qué el Consorcio? —pregunta Isobel curiosa sujetando el brazo de su esposo quien pone un beso en la cima de su cabeza. El pelo negro cayendo en una capa recta está perfectamente acomodado dividido a la mitad, reflejando de cierta manera la forma en que es, define límites y es perfeccionista.
—La mayoría de la gente le tiene un profundo respeto, es una carta fuerte ver que un representante de ellos aboga en la carrera presidencial, es igual a cuando un famoso promociona algo que sus fans compran —responde Marco con calma, mientras que en una costumbre, come maní salado para evitar el impulso de fumar, pero no ha sido muy efectivo, entre más come, aumentan sus ganas de abrir la cajetilla nueva de cigarrillos en su oficina.
Es un hombre en sus treintas, con el cabello rubio castaño y barba con los bordes definidos, junto con unos ojos verdes sumamente atractivos, que siempre me muestran amables. Ante los ojos de todos, Marco ha llegado a la vida de Thomás para su campaña impulsándola hasta niveles impensables, tanto que otros candidatos le han ofrecido un pago jugoso por asesorarlos a ellos, pero claramente Benavente conoce y practica el concepto de lealtad desde muy joven, quedándose con quien es su asesorado, aunque más allá de eso un compañero y amigo, jamás lo traicionaría.
La idea de tener Isabella Fox cerca le emociona más de lo que cualquiera pensaría, un secreto oculto incluso de su prometida, porque la Brigadier le produce curiosidad sobre cómo ha logrado tanto, tal vez haya mucho que aprender sobre ella.
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Desierto del Mojave, Nevada, 23:00 hrs
Base del Consorcio Praetor
ISABELLA
—¿Isabella Fox? —se dirige a mí extrañándome tanto que quedo callada por unos segundos—. ¿Es usted? Sígame por favor —señala a un lado y camino con cuidado de no despertar al bebé, la mujer Se ve tan acartonada que dudo tenga algún ápice de sentimientos, dándome muy mala espina—. Soy Charlotte Williams, servicios sociales, venimos por el niño.
Estamos a metros de la compuerta abierta del avión bajo el cielo estrellado y despejado del desierto sobre nuestras cabezas. El viento corre ligeramente moviendo mi cabello estando junto a los hangares que tienen dentro monstruos de metal y de igual manera
—¿Qué cosa? Debe haber una equivocación. Soy su guardiana... —replico cuando encuentro mi voz
—En Afganistán, aquí es diferente. Debe hacer el proceso de adopción como todos y mientras lo hace, el bebé será entregado a una familia sustituta, que podrá pedir adoptarlo en caso de así quererlo teniendo prioridad —un hombre como de dos metros de altura llega y me arrancan a Isaff del cargador dejándome un vacío. El movimiento brusco lo agita y despierta haciéndolo llorar partiendo mi corazón.
—¡No! ¿a dónde se lo llevan? —grito desgarradoramente entrando en desesperación total, cuando el tipo da media vuelta alejándolo, mientras estira sus bracitos hacia mí. Trato de seguirlo, pero la funcionaria me sujeta con rudeza, empujándome con fuerza hacia atrás como si fuera una bolsa de basura.
—Ya se lo dije, ahora iremos al hogar de paso y mañana temprano sus padres sustitutos irán por él —dice la mujer con los ojos abiertos de par en par pareciendo un sapo completo con sus cachetes redondeados, tratando de intimidarme, pero fallando.
Siento que todo se pone negro y mi alma se sale por la boca.
—¡Yo firmé los papeles de custodia! —digo tratando de que me lo den otra vez.
—Sí, sí, lo sabemos, pero no puede adoptar a un niño que ha sido encontrado así. Puede aplicar para ser su adoptante, aunque déjeme ser honesta, no creo que le concedan la custodia a una mujer sola, porque su marido no quiere hijos —dice con frialdad, no sé cómo una persona trabajando en servicios sociales puede tener tan poca empatía y cero asertividad.
Se me escapan lágrimas que son imposibles de contener. Los soldados pasan a nuestro alrededor mirándome curiosos, hasta que del avión sale Falcon, me enfoca enseguida encaminándose, pero la última frase de la señora me hace pensar en algo que me rompe el corazón. Dentro de mí misma sé la respuesta a la interrogante sobre qué está pasando.
—¿Y usted cómo sabe que mi esposo no quiere hijos? —le pregunto cuando llega Isaac viéndome cauteloso, mientras seco mis lágrimas. Siento el calor reunirse en mi cara como de costumbre y la razón por la que me llama "cerecita", se me revuelven las tripas y las ganas de romperle la cara al primero que se atraviese, hace acto de presencia—. ¡¿Cómo mierda sabe que estoy sola?! —grito cuando ella no responde y luce como si la hubieran atrapado. En mi cabeza ruego por no escuchar la respuesta, desearía no decepcionarme más.
—Las órdenes vienen de administración, yo no puedo hacer nada —contesta excusándose, pero no parece estar diciendo la verdad y cuando trata de irse la tomo por el brazo desacomodando su blazer por la fuerza de mi agarre. De pronto la actitud prepotente desaparece ante la aparición del miedo, sobre todo cuando la agito con brusquedad.
—¿Quién dio la orden? ¿quién llamó a servicios infantiles?
—¿Cuáles servicios infantiles? ¿qué está pasando aquí? —pregunta Falcon llegando imponente confundido por la escena, sobre todo por las lágrimas surcando mi rostro que trata de secar con la punta de sus dedos—. ¿Dónde está Isaff?
—La señora se lo lleva a una casa de adopción —digo soltándola, sabiendo a la perfección quién dio la orden y no precisamente el general Volkov.
—¿Con qué argumento? ¿está loca? Ese niño solo nos conoce a nosotros luego de su pérdida —replica Isaac furibundo, intimidando a la funcionaria—. ¿A dónde se lo llevan? Dirección, teléfono, nombre del trabajador y nombres de la familia sustituta ¡Ahora mismo! —grita haciendo respingar a la señora. El tipo de dos metros regresa, pero Isaac no se muestra preocupado.
—¿Pasa algo Magda? —pregunta en tono amenazante.
—Mira, barra de medición parada, no te metas en donde no te llaman —dice tratando de contenerse con las palabras entre dientes, saliendo con amenaza palpitante en cada una de sus silabas, tanto que el tipo se muestra algo intimidado por la mirada de muerte lanzada sobre él y la mujer—. ¡¿Qué hace que no está anotando lo que le pedí, vieja cartón?!
—Respeto, oficial —dice el mastodonte ante la actitud de Isaac, tragando en seco.
—Respeto y una mierda, no hay respeto en hacerle esto a una madre porque eso es Isabella, una madre para el niño —mientras habla la vieja tiembla y anota como puede los datos mirando su libreta, cuando quita la hoja con los datos, Isaac la toma casi arrancándole la muñeca como mordida de tiburón—. Memorice bien mi cara, vieja cartón, porque la va a ver diario y si algo le pasa a ese niño, incendio a quien se me atraviese y tenga que ver con ello ¡¿Entendieron los dos, puta madre?!
—Cálmese, señor... señor Falcon —murmura viendo el apellido tejido del uniforme—. Todo estará bien, es por el bien del niño.
—El bien del niño está con Isabella —me guardo el papel en el bolsillo sujetando el brazo de Isaac con dos motivos, tener un ancla a la tierra y controlarlo en caso de que haya un estallido de ira sin control.
—¿Y usted quien carajo es? —pregunta el General a mi espalda, viene cruzado de brazos con su ceja arqueada—. ¿Qué hace en mi base a esta hora? ¡salga de aquí! —grita confirmándome su inocencia, él no tiene ni idea de qué pasa, si fuera así, se regodearía en mi cara, no perdería semejante oportunidad de humillarme.
—Se llevan a mi bebé.
—Señora váyase de mi puta base y sin el bebé —dice Volkov frunciendo su ceño—, No va a entrar aquí a mandar como Pedra por su puta casa. ¿Quiere hacer un trámite? Busque a Fox después como una mujer decente en sus cabales —toma a la mujer por un brazo arrastrándola satisfactoriamente
—Lo siento, pero está hecho, estará muy bien con una verdadera familia —susurra la vieja cartón dando dos pasos hacia atrás—. Seño...señorita Fox, no se preocupe, sí es posible que lo adopte, solo haga el trámite correcto. Por ahora nos vamos.
Los veo alejarse con el corazón arrugado, empiezo a llorar otra vez aferrándome a lo más cercano que hay: el Brigadier Falcon. Pongo mi rostro contra su pecho donde siento su corazón acelerado como si estuviera entrenando porque está descontrolado totalmente, tomo entre mis manos puños de su camiseta ajustada y poco después sus brazos me rodean, siendo el blanco de miradas de los oficiales de la base donde acabamos de llegar, en central Nevada, todo el mundo sabe que estoy casada con el teniente de administración, pero me importa un bledo en este momento.
Me rodea con sus brazos cálidos, dándome un poco de calma, cuando me pregunta qué pasó, rápidamente le comento mi teoría sobre la causa de la situación, la traición clara y sin lugar a dudas que me hicieron, solo por el deseo de seguir manipulándome. La ira en Isaac sale disparada peligrosamente por sus ojos, transformándolos en dos fusiles de francotirador con un objetivo claro: Fabián. Cierra los ojos apretando tanto la mandíbula que se le remarcan las venas de allí y el cuello, ante eso, debo sujetar su rostro entre mis manos tratando de centrarlo en mí, sé que nunca me haría daño y soy la única capaz de controlar su rabia, ira, todo aquello negativo, porque siempre ha sido de ese modo, siendo algo también en viceversa.
Renata llega y curiosa pregunta también qué sucede, cuando le digo mis sospechas, explota en ira diciendo que castrará a Richardson x2, como le dice Isaac. A veces me siento mal por arruinar la amistad de Fabián y Ren diciéndole una verdad que a ella no le afectaba, pero ya no hay modo de poner reversa a su huracán de rencor.
Pronto Isaac me dice que nos vayamos a su casa si no me molesta, su madre está en otra ciudad pues tuvo una consulta con un médico alternativo, acepto sin pensarlo y él, Ren y yo caminamos hasta el otro lado de la base donde están lo vehículos de evacuación, estos nos llevan a Las Vegas, así que Falcon y yo tomamos uno, donde saca dos billetes de cincuenta dólares para que el agente al volante no diga en dónde nos dejó e invente que yo me bajé en un hotel. Vamos en la camioneta y apoyo mi cabeza en su hombro cuando pasa un brazo por los míos, atrayéndome a su cuerpo que aun después de tantas horas tiene la esencia amaderada de su perfume mezclado con metal. Aún me es difícil creer cómo han cambiado las cosas entre nosotros, pero me he ido acostumbrando a que esté junto a mí incluso sabiendo que los dos hemos estado compitiendo, dando estrategias por separado, haciendo los balances necesarios para ganar el RGN.
—¿Te trae recuerdos? —pregunta Isaac cuando vamos pasando por casinos donde apostaba, ganándole en cada ocasión.
—Muchos, animal del monte, sobre todo de nosotros —susurro poniendo un beso en su cuello, sus manos me halan sobre sus piernas dejándome sentada sobre sus rodillas—. No sé porqué mentiste sobre que nunca habíamos ido al casino juntos y con identificaciones falsas.
—Buenos tiempos, potra salvaje, las cosas han cambiado mucho... y mentí para evitar preguntas de Richardson x1, es decir, Alana, Sara y Karen, sabes que no me gusta dar explicaciones —contesta con una sonrisa.
—¿Y Sara? ¿no vendría contigo? —pregunto de pronto—. Estuve hablando con ella en el avión, está muy asustada de su tal ex-marido. Sé que no la conozco y técnicamente es una competencia en cuestión de pasiones por su relación contigo, pero quiero ayudarla.
—No descuidaré a Sara, se lo prometí y no rompo mi palabra —dice y eso me hace quererlo más, porque ya voy entendiendo que le quiero como más que un amigo—. Si quieres acercarte a ella está muy bien, podría aprender mucho de ti. Es muy dulce, pero a veces demasiado sumisa, por ello Horus le puso el pie en el cuello, pero no voy a permitir que le ponga la mano encima otra vez.
—¿Tratas de decirme que no soy sumisa?
—Al menos conmigo siempre has sido una jodida potra salvaje indomable —me hace reír y pone un beso en mi boca, inclinando su rostro hacia el mío, mientras yo deslizo mis manos por su pecho acogiéndolo entra mis brazos, provocando la mirada del agente al volante por el espejo retrovisor, supongo que me conoce, pero como mujer casada y no precisamente con el rubio—. ¿Qué pasa, Gillies? ¿se le perdió algo? No tiene nada que ver aquí atrás.
—No, señor, lo siento mucho, Brigadier —tartamudea el agente nervioso—. Solo checaba el coche de atrás.
—Sí, claro... vea, Gillies, si no dice nada de lo que ve aquí, le doy otros cincuenta dólares —ofrece Isaac—. A parte de lo que pactamos antes de no revelar dónde nos dejó.
—No es necesario, Brigadier, no diré... —trata de hablar, pero Falcon ya le ha metido el billete en el bolsillo del chaquetón del uniforme—. Gracias.
—Ya que hemos establecido que no hablará, quisiera aclarar que ya no estoy con el Teniente Richardson ¿Vale? Por si pensaba sobre infidelidad de mi parte —murmuro sorprendiéndolo visiblemente, sin poder disimularlo de ninguna manera. De alguna manera, siempre quiero estar correcta con las personas.
—Nunca pensaría mal de usted, Brigadier Fox, ha defendido a mi hermana desde que se filtraron sus fotos íntimas, sé el tipo de mujer que es —contesta el chico—. Aun sin dinero nunca la hubiera delatado.
Nos quedamos callados luego de eso, le agradezco con la mirada y una sonrisa tímida, en lo que seguimos atravesando Las Vegas para llegar hasta North Las Vegas, pues la base está hacia la salida opuesta del acceso a esa zona, obligándonos a atravesarla para llegar a casa.
Cuando entramos en el área limítrofe luego de un tiempo en la recta y tranquila carretera silenciosamente relajante donde solo el sonido del viento colándose por los tres dedos que he bajado de la ventanilla se oye como un constante silbido. La ciudad no duerme, son las doce y treinta de la madrugada, pero muchos negocios, por no decir la mayoría, están abiertos veinticuatro horas y además es la hora de más tráfico de personas en bares, discotecas, salones de imitadores de personas famosas como Dolly Parton y Liza Minelli y clubes de strippers, así que me quedo prendada de la familiaridad de la escena, dándome paz, además de la incredulidad de pensar en todo el tiempo fuera de mi amado hogar.
Cuando finalmente llegamos hasta North Las Vegas, me doy cuenta de que Isaac tiene su apartamento a pocas calles del mío, pudiendo conectarse en tan solo quince o veinte minutos caminando. Nos detenemos en un edificio de veinte pisos con grandes ventanales de los apartamentos dando a la parte frontal, viéndose totalmente como si fuera sólo de cristal en un estilo modernista, con lo que parece una terraza-mirador en la cima del último piso, tal vez pública o parte del pent-house. Bajamos del transporte con él ayudándome a llevar las cosas entre nuestros morrales y lo de mi bebé que Dios sabrá cómo está o si lo tratan bien, atravesamos la recepción con grandes lámparas de cristal de techo y pisos en color vino tinto con sillones grises a la derecha y el stand de portería a la izquierda, con una superficie gruesa de mármol blancuzco en la parte de arriba que destella bajo las múltiples luces provenientes de las lámparas en el mismo costado de los dos ascensores disponibles, cortinas alargadas de un material grueso adornan la cristalería de los ventanales... en fin, demasiada elegancia para una sola recepción.
Un chico de seguridad saluda a Isaac llamándolo señor y él se acerca para hacer lo mismo, mientras me pide un registro para entrar al edificio con foto y firma. Finalmente, tomamos camino al ascensor para subir charlando sobre el chico que trabaja para pagar sus estudios, cuando las puertas se abren me quedo pasmada un segundo ante la belleza del apartamento.
Saliendo del ascensor directamente en la estancia, un rectángulo perfecto teniendo al final los ventanales que se ven desde el exterior, de lado a lado y piso a techo, el suelo de madera otorga una calidez única, a la izquierda una gran cocina americana con una barra de madera también, separándola del largo comedor de ocho puestos en un espacio abierto. Al otro lado de la distribución de los espacios la sala, en donde está una gran chimenea moderna, de aquellas lineales con pilotes rectos.
—Estás en tu casa —dice Isaac dejando caer los morrales junto a la mesa de centro de la sala—. ¿Quieres algo de beber?
—Un tequila o un whiskey —le digo sonriendo resignada—. Cualquier cosa que me deje como bulto para no pensar en Isaff.
—Conozco el orfanato, tengo contactos ahí. Prometo llamar mañana a primera hora y averiguar por el niño ¿Vale? Yo no voy a permitir que te lo quiten —me anima sujetando un lado de mi rostro con una de sus palmas cálidas—. Todo estará bien
—Quiero ser positiva, pero la vieja esa tiene razón, una familia tendría prioridad sobre una mujer soltera —digo cuando me suelta para ir a servir del bar equipado que tiene frente a la chimenea, es un espacio con una pequeña barra oscura y mezcladores, licores, limones, todo lo necesario para hacer cocteles. Saca hielo de la nevera junto a los licores organizados en una estantería.
—Le pedí a Stacey que trajera personal para dejar preparado todo cuando supe de nuestro regreso y hasta pensó en el hielo de los tragos —dice sonriendo—. Ya quiero ver a esa Pelusa.
—¿Hace cuanto no la ves? —le pregunto cuando me extiende un whiskey puro con hielo—. Yo visito a tu madre regularmente, Stacey está hecha toda una señorita hermosa
—Casi un año, Theodore no me ha dejado hacer nada para verlas, ¿Unos días libres? Jamás, ellas no pueden viajar, mamá no aguanta largas horas, y tampoco quiso darme la baja, no insistí por una amenaza —se sirve el suyo propio con la mirada ausente... no quiero hablar de eso, mejor me gustaría comentarte algo.
—Dime ¿Por qué tan serio? —le pregunto al ver esa expresión repentina en su rostro, endureciendo su semblante.
—Brock Tanner salió en libertad —dice creando un vacío bajo mis pies y el estómago se revuelve en un impulso de vómito, ese es el nombre del tipo que apareció en mi visión, quien estaba el día del asesinato, pero hasta donde yo creía estaba preso por matar a nuestro RGN—. No sé cómo, ni cuando o porqué, pero está de vuelta en las calles.
Una combinación de emociones negativas hace implosión dentro de mi cabeza, me empino bebiendo de golpe todo el whiskey, sintiendo cómo quema en mi garganta como ácido, pero me corroe aun más la noticia. Me pregunto cómo es posible que el sistema judicial deje salir a un asesino serial, un despiadado ser sangriento, aunque marca estoicamente una ventaja para mí, si está fuera, puedo interrogarlo y torturarlo cruelmente hasta que se arrepienta de haber sido parte del asesinato de mis padres, no sin antes hacerlo abrir la boca. Me pongo en pie tomando la botella, sirviéndome un trago doble en un vano intento de calmar el temblor de mis manos, con un arranque de ira bajo la superficie por la ineficiencia y corrupción de funcionarios gubernamentales. Trato de respirar profundo, pero no es suficiente para acallar el estruendo de mi interior bombardeado por recuerdos aleatorios de aquella noche, donde esa cara que se materializó un día, se vea más y más realista burlándose.
Tengo que aprender a controlarme, hacer las cosas de manera racional, pero en el momento del huracán categoría cinco que se forma en mi pecho, la racionalidad no es suficientemente fuerte para detener mis acciones orientadas a dañar, directas a matar. Empiezo a maquinar cómo encontrarlo, pero debe ya debe estar fuera del país.
—Isabella, cálmate —escucho la voz de Isaac como un disparo de realidad, que me saca de la bruma espesa en mi cabeza—. ¿Qué quieres hacer con él?
—¿Cómo? ¿y esa pregunta?
—Sé que estás pensando en buscarlo y matarlo, te conozco... conozco esa mirada en tus ojos, la diferencia es que ahora estoy contigo y puedo ayudarte a rastrearlo —dice poniéndose enfrente de mí, clavando su mirada profunda en la mía exhausta.
—¿Por qué? ¿por qué estás tan dispuesto a ayudarme? No lo entiendo, Isaac, me lo pones todo en bandeja de plata, incluso si hablamos sobre asesinar a alguien —replico desconcertada bebiendo otra vez—. Dame una buena razón para que hagas todo esto.
—Porque eres tú —responde simplemente—. Además, veía a tus padres como mi familia, nunca te lo dije, pero yo también sufrí su muerte, podría decir que también disfrutaría vengándome. Vladimir fue más mi padre que Theodore, Carmen una segunda madre, eran muy importantes para mí.
La mención de Vladimir me hace pensar en Deveraux, ya estoy en el mismo estado del país, puedo verlo, acercarme a él, pero no sé cómo manejarlo, aun más porque me cree muerta. Su mente me concibe estando bajo tierra con una lápida de lindo mensaje tallado, según su mente soy una tumba en Colombia y nada más que ello, así me pregunto de nuevo si podría amarme como su hija.
—¿Cómo lo encontrarías?
—Como se rastrea a cualquier criminal: uso de tarjetas, cámaras de seguridad, controles de fronteras, todo aquello que deje una huella y el Consorcio tiene acceso a muchas cosas, las demás se pueden comprar —afirma encogiéndose de hombros con tranquilidad—. La pregunta es ¿Quieres hacerlo realmente?
—Sí, eso quiero —digo sin pensarlo, es mi deseo más ferviente, el que bulle dentro de mi corazón y podría morir por ello, aunque ahora haya un pequeño hombrecito que me necesita viva, causando que decaiga un poco la idea, pero sigue viva, se bombea a través de mi cuerpo como mi sangre caliente.
—Perfecto, entonces lo encontraremos y luego vemos qué hacer —dice elevando su vaso para que yo haga lo mismo, brindando por la cacería y la reina muerte.
Esto apenas inicia y somo dos máquinas de matar sangrientas contra el mundo.
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THOMÁS DEVERAUX
MARCO BENAVENTE
ALEXEI SOKOLOV
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