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Capítulo 3 - ¿Por qué él

CAPÍTULO 3

¿Te veré de nuevo?

"Tienes que aprender a dejar la mesa, cuando el amor ya no se sirve"

Nina Simone

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Desierto del Mojave, Sur de Nevada

Base del Consorcio Praetor

Sofía Isabella Fox Santo Domingo

27/06/2018

Un nuevo día se asoma a través de la ventana de mi habitación en la base. Mis ojos arden de forma penetrante; lloré toda la noche al pensar en mi familia y en los pocos momentos que pude caer dormida, los recuerdos de aquella fatídica noche me acosaron una vez más, aun con las potentes pastillas recetadas por la psiquiatra, pero ni eso es suficiente para acallar la bestia llamada "pasado tormentoso" en mi vida.

Además, resulta ser el segundo peor día del año: mi cumpleaños.

Treinta años oficialmente, pero nunca ha sido motivo de regocijo pues ¿debo celebrar un día después de la peor tragedia de mi vida? ¿cómo disfrutar de tener más años de vida si ellos no los pueden tener? Se han quedado congelados en el tiempo, inmóviles en una fotografía empolvada y unos recuerdos felices cada vez más lejanos.

Veo fijo al techo, mientras hago una oración matutina como mi familia me inculcó, persignándome al finalizar. Mi habitación es amplia equipada con una cama semidoble de cabecera en acero, las paredes pintadas en colores cálidos dándole toques acogedores, con una ventana rectangular cubierta por una gruesa cortina gris, esta impide el paso de la luz y el viento en su mayoría.

Un ventilador de techo silencioso empuja aire hacía mí refrescándome, mientras me repito "No quiero llorar" necesito ser fuerte, pero rememoro una frase del hombre que lleva años clavado en mi cabeza, "Llorar es una catarsis necesaria para el alma cargada de tristezas"

Me la dijo en un aniversario y la forma tan especial como lo dijo, me hizo arrojarme a sus brazos. Teníamos catorce años, un día antes de su partida al reformatorio por dos años.

Pienso mucho a Isaac Falcon por una razón en concreto, pero no nos vemos desde una noche de pasión prohibida hace siete largos años, donde nos dejamos llevar por un impulso encadenado por muchos años.

Es mi rival, mi némesis en todo sentido; no obstante, el único capaz de sacarme de la realidad, el objeto de mis más ocultas fantasías sexuales, mis obsesiones y puede catapultarme lejos al pensar en su cuerpo con el mío, nuestros labios mezclados en una sincronía llena de lujuria innegable, como una aliteración de deseo con vueltas en mi cabeza.

Sin permiso, se cuela en mis pensamientos el recuerdo de nuestro encuentro clandestino, cómo salió de las sombras en mi habitación tentándome tanto que caí bajo su hechizo de seducción.

Quiero verlo, sentir su aroma varonil capaz de elevarme sobre el suelo y encender mi cuerpo con una mirada, pero hicimos un trato antes de todo, y no me conviene romperlo, por ello es mejor sacármelo rápido de la mente.

Nuestras madres eran mejores amigas de infancia, nosotros crecimos, primero en la misma casa en Colombia, donde ambos nacimos, luego al regresar a Nevada juntos en el mismo complejo residencial en casas vecinas, ambas vinieron desde Colombia y Carmen se enlistó en el Consorcio, pero Laura, la madre de Isaac, sólo se casó con un agente que hoy en día es General de tres estrellas, Theodore Falcon.

Isaac es la representación del "No debes hacerlo" encarnado en un hombre hecho de pecado por los cuatro costados, cada advertencia de Marina, mi madre adoptiva o de Lucio, sólo encendía en mi la llama de poseer lo prohibido entre mis manos ansiosas por tocar aquello peligroso.

¿Por qué? De repente, alguien toca mi puerta y la voz de Renata Montgomery se oye, sacándome de golpe de mis diatribas sobre la atracción de la maldad.

—¿Isa? —pregunta y me apresuro a abrirle la puerta, son las seis de la mañana y la temperatura ya empieza a subir—. ¿Estás despierta?

—Claro, desde las cuatro y media —le respondo con un bostezo al abrir la puerta. Teniente Brigadier del Alfa-Escorpio, es además de Colson, en quien más confío. Es mi mejor amiga, mi contraparte en la balanza.

—¿Dónde estuviste ayer? Te busqué por todas partes —pregunta al yo hacerme a un lado para dejarle pasar. Lleva una camiseta de AC/DC con un pantalón ligero a modo de pijama y su pelo castaño miel en una trenza, que le cae a un lado del rostro ovalado con pómulos marcados y boca con labios delineados, por una franjita delgada por naturaleza.

—En la oficina y luego me fui por ahí a caminar —comento dejándome caer de nuevo en la cama. No tengo ganas de salir de estas cuatro paredes en todo el día, pero debo darles los nombres de los escogidos para la comisión a mis agentes, además de pasar el papeleo para la autorización.

—Feliz cumpleaños, mi chulada —menciona al caer sobre mí, sacándome el aire. Mide un metro sesenta, pero su pequeño cuerpo pesa como la conciencia de la parca.

—Ren, no me gusta eso y lo sabes bien, ¿por qué insistes? —murmuro ahogada.

—¡Debes celebrar un año más de vida, no me cansaré de decírtelo! —exclama con tanta alegría que logra mejorar mi humor—. ¡Has pasado 365 días jodiéndome la existencia!

—¿Yo te la jodo a ti? —me rio de forma escandalosa sin poder evitarlo—. Quien está sofocándome eres tú.

—Bueno ya —al final se quita dejándome respirar, sentándose a un lado. Estar con ella es como un respiro de tranquilidad—. Ayer Lucio me buscó, pidió muy preocupado que hablara contigo para sacarte las ideas negras de la cabeza... Cualquier día tu cuerpo colapsa y debemos llevarte al Comando Médico, entrenas demasiado duro.

—Es la única manera de calmar a las voces en mi cabeza, los pensamientos trágicos.

—Lo sé, pero a tus padres no les gustaría verte flagelándote físicamente, recuerdo que te cuidaban mucho, ni siquiera te hubieran dejado enlistarte en la milicia —recuerda con ternura, Renata es casi mi hermana, mi confidente, a quien le confieso todo de mí a excepción de mi error con Isaac. Nació en México y fue criada sus primeros años allí pues su madre también es de aquel país.

—Lo sé...

—Oye... me preocupa algo y no me deja tranquila —se pone seria de repente, su tono cambia y el semblante de su rostro se envuelve en angustia—. Si Volkov se da cuenta de tus objetivos personales con Karaman todo se chingará, y me inquieta hasta donde seas capaz de llegar con La Triada. Te conozco y sé perfecto lo obstinada que puedes llegar a ser.

Ren es la única informada de mi intención bestial de saber la verdad, de mi investigación, mis sueños de algún día alcanzar la verdad. Sayyid es un eslabón maestro para hacerlo.

—Lo sé, pero estaré bien. No te preocupes —trato de tranquilizarla poniéndome en pie para abrir la cortina.

—¿Y si lo pones en manos de Dios? Déjale a él elegir el destino —replica ella y puede tener razón, alfombra.

—No puedo, Ren, no puedo dejar las cosas así. Tú sabes la sevicia con que los asesinaron, fue algo con intenciones de hacerlos sufrir, demasiado visceral hasta el punto de ser personal, tiene todos los puntos clave para serlo, y no voy a pasar mi vida con la incertidumbre —murmuro con firmeza absteniéndome de entrar en el camino de los recuerdos otra vez.

—Yo sólo espero que toda esta ira no se convierta en algo más —murmura mientras quita hebras rebeldes de mi cabello rojo recién teñido, con su color más intenso que nunca.

La tranquilizo como siempre, y acordamos vernos en la puerta del comedor, es increíble como teniendo una madre tan exigente como la suya, quien la humillaba de forma constante al equivocarse en algo, ella sea tan pacífica y amable.

Ella en la actualidad busca el ascenso a Brigadier de Escuadrón, pues su madre es un incordio, la presiona constantemente para buscar más poder en la organización, por eso tiene un conflicto, pues ella prefiere hacerlo a su modo, no retacarse de trabajo y misiones cuando no hay necesidad, pero su madre Camila Carrillo, no lo entiende.

Acepta y se marcha con una risita dándome da una nalgada en cada glúteo. Voy al baño, me miro al espejo, mientras contemplo el brillo del collar de mi madre bajo las luces blancas, lo deslizó por mi cabeza hasta mi cuello antes de subir al coche esa noche maldita pidiéndome cuidarlo.

Es una Flor de Lis dorada envejecida (1)* colgada de una cadena de eslabones pequeños de oro, que llevo todos estos años usándola sin falta.

Me desnudo metiéndome en la ducha para perderme en mis pensamientos mientras canto "What a Wonderful World" (2)* por lo bajo. La música me ayuda a calmarme, mamá lo hacía al yo tener pesadilla y Marina trataba de hacerlo después de la tragedia, no cantaba muy bien, pero siempre agradecí su intento amoroso de hacer mi vida más normal.

Paso el jabón por todo mi cuerpo y al llegar a la cicatriz de atrás de la rodilla producto del estrellón en el accidente, suspiro.

Está sobre el punto que me duele a veces ocasionándome un fallo en la pierna. Al final, salgo en toalla para ver dos cosas en mi espalda, la primera, mi marca de nacimiento en forma de luna menguante en la base de la nuca.

Se ubica en donde empieza la espalda como muestra de mi linaje y de allí nace mi único tatuaje, este va de ese punto de la marca en forma vertical hasta el fin de la columna "flectere si nequeo superos acheronta movebo" (3)* en latín con un significado fascinante para mí y mi misión "Si no puedo superar el cielo, moveré el infierno" y así lo haré.

Cuando lo noto han pasado treinta minutos, por ende, me pongo el uniforme de entrenamiento incluso la placa de identificación, en el borde del cinturón y mi arma de dotación, para salir al comedor bajo el sol indolente del desierto.

Estamos relativamente cerca de Las Vegas, por ello muchos agentes viven fuera de la base, yo misma tengo un apartamento en North Las Vegas, pero prefiero dormir en la central, aquí hay zonas residenciales con edificios de apartamentos con máximo dos habitaciones, pero también edificaciones con sólo habitaciones como la mía.

Me encuentro con Renata en la entrada, lleva el mismo uniforme y su pelo sujeto con gomina en un moño apretado, dándome una sonrisa de sus dientes relucientes. Entramos encontrándonos con Alana Richardson, hija de Lucio y Marina, melliza de mi ex y en práctica una hermana para mí.

Saluda con ánimo envolviéndome en sus brazos amorosos, mis amigos y familia saben de mi reticencia al cumpleaños, pero insisten en hacerme sentir especial.

Al inicio Alana no me recibió bien al ver la llegada de una niña que le robaba atención, pero al final fue parte de mi recuperación física, mental y emocional. Le agradezco con un abrazo fuerte, mientras comenta con una sonrisa nostálgica que parece ser ayer el día de mi llegada a casa, pero ya han pasado veintidós años.

Ella y su hermano son cinco años mayores, por ello me tratan como la hermanita pequeña adoptiva

—Parece que fue ayer cuando eras una pulguita rubia —menciona y trata de abanicarse con las manos, pues suda a pesar de los cuatro aires acondicionados existentes, para llenar de forma adecuada el lugar que tiene forma de pentágono, con grandes paredes, tres de ellas de cristal reforzado por donde entra el sol sin piedad.

Vamos a la barra en busca de alimentos, hay variedad desde frutas en cubos, huevos, café y más, dispuestos a lo largo en donde las cocineras sirven con amabilidad y alegría.

A nuestro regreso encontramos a Teresa Ferreira y Aida Jaramillo, ambas de mi escuadrón pues en un momento dado me dieron libertad de armarlo y puse a mis más cercanas personas, en quienes más confío, aunque no sea protocolario del todo, pero si algo he de admitir es que soy algo invulnerable, nuestro ABS me protege por alguna extraña razón.

Aida es una chica con ascendencia coreana y latina, sus ojos son ligeramente rasgados y su pelo es negro como el ébano, junto a una piel lozana blanca y es Teniente Brigadier especialista en explosivos de nuestro Comando militar de Operaciones Especiales, CMOE, pero debió entrar hace poco al Comando Anti explosivos y Contra Terrorismo.

Como haya sido, es una de quienes más confío, hija de una General de Tres estrellas del Comando de Pararrescate y Operaciones aéreas CPOA, quien es una leyenda en su carrera pues ha pilotado aviones caza como nadie más en zonas de conflicto como Afganistán e Israel, es de las mejores a la hora de volar.

Ella es después de Renata mi mejor amiga.

De pronto Renata pregunta si me enteré de la nueva condecoración de Isaac, pero finjo poco interés, concentrándome en comer, al parecer desmanteló una red de tráfico de niños, una de sus especialidades, no sé si es por su hermana pequeña, pero se transforma en una monstruosidad de garras y colmillos afilados, cuando se trata de rescatar pequeños y jóvenes presos de las ataduras, donde los venden como mercancía sexual.

Los defendió como fiera, según dice.

—Hace años no sé de Isaac, es mejor así —comento, aunque le reconozco su logro, así debe ser con esos desgraciados; sin embargo, no me sorprende la noticia, Isaac siempre ha defendido a los niños contra viento y marea, le hace honor a su apodo de "Bestia".

—Y nadie daba un peso por él, todos pensábamos que caería en malos pasos —comenta Alana, mientras desenreda la punta de su pelo, este le cae hasta la base del cuello en una sola capa azabache. El hombre nombrado nunca ha sido de su agrado y termina confesando que era parte de ese grupo de personas desde siempre.

—Ya ves, deja de juzgar a la gente —acusa Renata con su acento mexicano marcado por parte de su ascendencia materna—. Mala costumbre tuya, chingada madre.

—Ren tiene razón —apoya Aida, mientras apunta hacia Al con la cuchara, en sí, somos ella, Ren y yo las más cercanas—, han pasado muchos años desde su época rebelde y tú no sabes si tenía razones para hacerlo, de todos vemos la coraza, la reacción o la apariencia y no nos preguntamos si hay más debajo que guie sus acciones, Isaac pudo tener razones para ello, pero no te incumbe ni a ti ni a los malditos chismosos.

Sus palabras cortantes me resultan algo extrañas, como si supiera más del tema, pero no le doy mucha atención, aunque todo lo que dice esté impregnado en desagrado, Alana no le cae muy bien o al menos eso creo, jamás lo ha dicho, pero sus acciones me dan pistas.

Ren y ella son mi apoyo más grande, pues a veces choco con Al como cosas de hermanas, adoptivas, pero hermanas al fin y al cabo.

—Puedes preguntarle a quien lo haya conocido de joven y verás como tengo razón —se encoge de hombros y pone su cabello detrás de sus orejas su cabello, con eso resalta su rostro de ovalada y ojos almendrados. Al final, pido no hablar más de él en busca de hacerlas olvidar el tema; Isaac Falcon Salvador es un recuerdo que deseo olvidar y no puedo.

Todo respecto a ese hombre me atrae, pero no caeré en la fatalidad de su cercanía, prefiero evitar el tema concentrada en mi comida, para acabar lo más rápido posible. Las cito al terminar en el coliseo 1, así como al resto del escuadrón a través del sistema de altavoces; por ende, al yo llegar todos están formados.

Saludo a todos mis agentes con firmeza.

—Buenos días Alfa-Escorpio ¿Preparados? —anoche antes de irme a la habitación anoche les informé de la comisión, pero faltaban algunos de ellos quienes desaparecieron sin decirle a nadie, dichos me miran de forma extraña, como si temieran de mí. De seguro estaban en las barracas apostando al póker, pero ya tienen su anotación falla injustificada.

—¡Buenos días, Brigadier Fox! —responde todo el Alfa-Escorpio, 10 Cadetes, 10 Sargentos, 10 Capitanes, 10 Mayores y 10 Tenientes Brigadieres lo conforman, en el escuadrón están Colson, Alana, Aida y Renata.

Camino de lado a lado en la cancha del coliseo, con las manos en la espalda frente a ellos, formados tan rectos como piezas de ajedrez, crean así cinco filas de diez cada una, mientras les reitero nuestra misión en Afganistán, informándoles de mi elección al nombrarlos:

Teresa Ferreira, junto con Renata, Alana y Colson me pidieron ir ayer, pronto empiezo a nombrarlos: TE, Rossi. CA, Mullad. SA, Santos. CA, Torres. SA, Lizarazo. TE, Miles. MA, Isaacs. CA, Fitzgerald. Y TE, Lorence, CA,Towers.

—Señor, sí, señor — vociferan al unísono, me marcho entonces para atravesar entre edificaciones para preparar el papeleo, debo pasar una solicitud, esta debe ser firmada, además de sellada por el General. De vuelta en mi oficina, me concentro en llenar todos los requerimientos y pongo jazz de nuevo en el tocadiscos.

I Put Spell on you llena el habitáculo iluminado y refrescado por el viento, que mueve algunas hojas sueltas por la corriente de aire colándose, por ello debo sujetarlas con el pisapapeles en forma de corazón en cristal tallado laboriosamente, este suelta destellos tornasol al recibir la luz del sol.

Pronto es mediodía, el calor aumenta a la llegada de Fabián Richardson, hermano de Alana y mi ex pareja, aunque no hemos concretado el divorcio.

—¿Pingüina? —comenta en el momento de tocar la puerta y abrirla.

Le saludo al levantar la mirada. Sus ojos me miran con una súplica que ya me deja ver a qué vino, mientras se acerca con las manos en los bolsillos, lleva ropa de civil, pues es Teniente en administración, con una sencilla camiseta blanca y pantalones de vestir con una americana ajustada a su cuerpo.

—Feliz cumpleaños, amor de mi vida —felicita para ponerme en pie abrazándome con fuerza. También me lleva cinco años como su hermana, pero ha sido la mayor parte de mi vida como un protector, un hermano quien me cuidaba, pero al yo cumplir veinte se enamoró de mí a pesar de sentirse apenado de haberse enamorado de su hermana adoptiva. Yo le correspondí aunque tenía una persona más en mi corazón.

Le agradezco, pone un beso en mi mejilla separándose y aun sostiene mi cintura. Nuestros apodos vienen desde la infancia, él caminaba como uno de esos adorables animales para hacerme reír cuando yo lloraba. Sus ojos color chocolate son hipnotizantes y calmados, bastante diferentes a otros ojos rebeldes muy conocidos para mí.

—¿Quieres hacer algo hoy? Te traje una cosa y sé que te gustará —comenta con alegría sacándome una sonrisa pronto saca de su bolsillo interno un chocolate amargo, pero también trae una cajita, esta reclama mi atención.

—¿Qué hay dentro? —pregunta recibiéndola para abrirla inmediatamente consumida por la curiosidad. Hay una florecita muy curiosa, pero linda, está hecha de plata y tiene algunas piedritas con su gancho de dije.

—Un detalle para mi mujer amada, esperan...

—Fabi, por favor, no empieces —me alejo de él, después de esas palabras empieza la discusión sobre nuestra separación, lo sé, siempre es así.

—¿Y qué puedo decir? Te amo, es la verdad —me contesta con una caricia en mi rostro, pero me doy media vuelta acercándome a la ventana. No es un buen día para tener otro problema encima—. Nuestra relación está mal, lo reconozco, pero somos esposos, Isabella, nos juramos ante Dios, no podemos romperlo tan fácil.

—Fabián, lo nuestro no tiene arreglo. Nos hemos hecho demasiado daño, entiéndelo y firma los papeles del divorcio. Rescatemos lo bonito —pido cuando me abraza por detrás.

Teníamos una relación hermosa desprovista de toxicidad, pero todo ha cambiado y de forma radical desde hace dos años.

Suplica, como siempre me pide recapacitar en la idea, para él irrisoria, de la separación, mientras besa mi cuello con sus brazos apretados a mi alrededor, pide porque no nos rompa; sin embargo, me encargo de dejarle clara la razón por la cual se rompió nuestro matrimonio, cruzamos una línea muy delicada que marcó el fin.

—Mi amor, vida mía, no sé cómo pedirte perdón, tengo un problema, lo sé perfecto, pero todo tiene solución.

Tomo su mano poniéndola en mis costillas en mi costado.

—¿Sabes lo que hay aquí? ¿recuerdas? —pregunto con firmeza, asiente y lágrimas se acumulan en sus ojos—, ¿Y aquí? —muevo su mano hacia el otro lado sobre mi cintura—. No tengo nada más para decir y mucho menos si no controlas eso de ti mismo, tal vez si lo cambias haya una oportunidad. Lo consideraré, pero no puedes continuar como vas.

Mi corazón se ha transformado por el paso de los años y el peso de la muerte; sin embargo, puedo hacer un esfuerzo por arreglar todo si hay disposición de ambas partes, pues estar con él me ha salvado de mí misma, al menos le debo dar una lucha sin miramientos por rescatarnos del olvido.

Fabián Richardson ha salvado a Isabella Fox de hundirse en la miseria, el rencor y la oscuridad en el barranco, al que gustosa me hubiera arrojado si mi familia adoptiva no hubiera estado ahí, él incluido.

—Isa... —trata de decir, pero escucho algo por los altavoces, el General me convoca a su oficina y esa es mi salvación.

—Debo irme, Volkov no es comprensivo, todos lo saben —expreso cuando pongo un beso en su mejilla.

Me pide pensarlo mientras voy a la comisión, pero sin previo aviso toma mis mejillas besándome lento, plasma en cada movimiento el amor profesado, la ternura que yo conocí toda mi vida y el miedo de perder nuestro matrimonio con diez años de relación.

Se da la vuelta y sin decir nada se marcha. Me pierdo en mis pensamientos por algunos momentos donde siento aun su beso.

Debo admitir una cosa, aun me causa un aleteo de mariposa en el estómago y el corazón se me acelera al verlo cerca; lo amo todavía a pesar de todo; sin embargo, no se lo digo porque sería ilusionarlo de más y esto puede no tener arreglo, pero sí lo siento, con ello aumenta el sentimiento de culpa por lo que le hice una noche antes de casarme con él.

Mejor dicho, la gran putada cometida en un acto rastrero sin perdón de Dios y con Isaac, con el hombre que más odia, con quien más ha tenido problemas a lo largo de nuestras vidas y más inseguridad le causa.

Soy una mierda de mujer, no pienso fingir lo contrario.

Despejo mis pensamientos para tomar todos los formatos de autorización, y llevarlos a la oficina de Volkov. Salgo con un nudo en la garganta impidiéndome pasar saliva, atravieso los largos pasillos del edificio administrativo, apresurándome más al pasar por la oficina de Fabián, hasta alcanzar a los ascensores donde subo al cuarto piso.

Toco la puerta al llegar a mi destino, y entro al escuchar su autorización. La oficina del General es mucho más amplia comparada con otras, donde el aroma a incienso pica en mi nariz haciéndome estornudar, él tiene sus medallas y condecoraciones colgadas en la pared color crema a la derecha de la entrada, estas se extienden por una extensión de lado a lado.

Está de frente al ventanal de piso a techo con vista al interior de la base, tiene las manos en la espalda y el uniforme perfecto puesto. Es un hombre tosco, pero en el fondo le admiro por haber hecho una labor titánica contra el crimen organizado durante muchos años.

—General —llamo asintiendo con la cabeza y de inmediato se gira haciéndome desviar la mirada por su parecido con Vladimir.

—¿Hace cuánto la llamé? Más de cinco minutos ¿Cuánto puede tardar en subir dos pisos? —espeta con agresividad, la típica suya, al menos al tratarse de mí—. ¿Trajo el papeleo?

—Sí, aquí está la lista de agentes escogidos por mí, más C. Towers como me indicó —le paso los papeles al él sentarse. Me quedo en pie con la espalda recta, mientras pasea su mirada por las hojas, frunce el ceño y estrecha los ojos marcando sus patas de gallo.

—Perfecto, buena elección, Brigadier Fox —acepta con una mueca tipo "Vaya, me sorprende"—. Más tarde le pasaré una copia de los expedientes del Brigadier Mazzeo, para que se familiarice con el equipo de trabajo... ah, y tenga en cuenta a Isaac Falcon con el Delta-Lion en sus planes —las palabras abren un agujero en mi estómago.

—¡¿Cómo?! ¡¿por qué?! —replico desconcertada sin saber qué pasa.

—Ya sabrá porqué, sólo debe tenerlo en cuenta —Volkov me echa con un gesto de la mano.

—General, con el Foxtrot-Bull y el Alfa-Escorpio tenemos, no es necesario incluir a más —murmuro al trata de convencerlo de cambiar su decisión—. Más agentes, mayor peligro en operacio...

—¡No tiene que recordarme las reglas de Policía Infiltrada! —replica molesto incorporándose, para apoyar las manos sobre su escritorio—. Isaac Falcon estará en la comisión le guste o no. Ahora váyase, ahórrese la réplica.

Señala la puerta echándome, me muerdo la lengua con impotencia y lo hago para evitar contestar y ganarme sus gritos en las narices otra vez.

—Permiso para retirarme —asiente y me marcho con la sensación del suelo bajo mis pies derrumbándose.

«¿Qué carajos significa esto? ¿tengo que trabajar con quien he evitado ver durante siete años?, ese hombre es mi perdición y esto no terminará bien»

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(1)* La flor de Lis representa calma, perfección, luz, y la gracia de Dios.

(2)* Canción de Louis Armstrong

(3)* Es un verso de Virgilio de La Eneida del Libro VII, 310 también interpretado como "Si no puedo inclinar los Poderes Superiores moveré a las Regiones Infernales".


FRASE


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