Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 27- Verdad revelada


Capítulo 27

Verdad revelada


"La verdad es incontrovertible, la malicia puede atacarla,

La ignorancia puede burlarse de ella, pero al final

La verdad está ahí"

Winston Churchill


¡DEDICADO A @NaixulyHernandez GRACIAS POR LEER Y POR TUS VOTOS! ES UN PLACER TENERTE AQUÍ

———————00———————

ISABELLA

No doy crédito a los que mis ojos están viendo, la luna llena y detallada en el emblema de los Deveraux, dándome más razones para pensar en que soy de otro linaje, no de los Fox sino de alguien más, pero la posibilidad parece tan irrisoria que no le encuentro sentido alguno, no hay posibilidad en mi mente cerrada de que mis pensamientos más internos se transformen en realidad, aunque todo indique lo contrario, si soy hija de otro y no de Vladimir tendría sentido que Volkov no me quisiera, es decir, ¿Quién podría aceptar una locura como mi concepción de otro hombre? Y conociendo al General, piensa que he mancillado el honor de su familia.

Aún así, mantengo la esperanza en que sea toda una maquinación, pero la luna en mi nuca como muestra de una herencia, al parecer maldita siendo llamada la marca de Caín, no puede mentir, está ahí desde que nací, imborrable, imparable, incomparable. Trago en seco con la respiración pausada tratando de no elevarme de la realidad y entrar en trance de nuevo, no frente a todos los agentes o con mi bebé en el pecho. Sigo bajando en la información y la luna vuelve a aparecer, una y otra vez hasta que fotos de todo el linaje Deveraux sale causando en mí una conexión repentina que no entiendo, una necesidad interna arrasadora de saber más cada vez de mi pasado.

En medio de mi paranoia irracional, recuerdo la forma en que Volkov se ha comportado conmigo, cómo parece odiarme a muere enviándome en muchas ocasiones a la jaula de los leones sin preparación, a las misiones más peligrosas sin previo aviso para planear adecuadamente, ahora todo tiene sentido, me odia, me detesta y siente que no debí nacer, una bastarda que ofende a su apellido.

—¿Se encuentra bien, Brigadier? La veo un poco pálida —pregunta Colson desde el asiento delantero, mirándome por el espejo retrovisor.

—Sí, Charles, perfectamente. Gracias por estar aquí —estrecha los ojos con extrañeza, diciendo que es un gusto siempre acompañarme, supongo que me conoce bien, después de todo, siempre está conmigo en Nevada, en toda misión pide ir a cuidarme. Pasa un buen rato estando paralizados en el tránsito aumentando mi ansiedad pues si Karaman quisiera intentar algo, puede hacerlo sin problema, aunque las ventanas del transporte son blindadas; sin embargo, no es inmune a petardazos o bombas. Poco a poco avanzamos hasta salir del atasco y luego de minutos que parecieron horas veo las puertas de la base. Nos dan el acceso y pido ser llevada al edificio del Comando Médico que funciona como el hospital totalmente equipado y del más alto nivel.

—¡Estás zafada como cabra de monte, potra salvaje! —escucho el grito de Isaac a mi espalda cuando voy caminando por el pasillo amplio de la entrada que hace una línea recta hasta el final donde se toma el ascensor con consultorios a lado y lado, además del acceso interno a la sala de urgencias diagonal a la entrada. El olor a antiséptico invade mis fosas nasales trayendo recuerdos de mi estadía en hospitales y las luces blancas son otro detonante de una oleada de recuerdos que casi me sacan de la realidad, donde Falcon me está reclamando—. ¡¿Cómo se te ocurre irte sola en Afganistán con Kaan Karaman rondando en el aire?! Y con el niño, por Dios, pudieron haberlo lastimado, raptado, algo muy malo pudo haberle pasado al cerecito Jr ¿Mides lo que hiciste? —viene acompañado de Renata quien también me mira con reproche preocupado.

—No me grites, vengo muy abrumada —respondo en tono bajo sin esperarme lo que hace él, cuando se ha acercado pasa un brazo por mi cuello y con un alivio evidente me abraza atrayéndome a su cuerpo con cuidado de no aplastar al niño, a quien pone un beso en la cabeza fugazmente. Esos pequeños gestos detonan algo dentro de mí otra vez, aquello que trato de evitar sabiendo cómo puede terminar todo si me dejo llevar por el corazón y no la cabeza.

—Eres una imprudente y nunca vas a cambiar —dice con un suspiro extenuado.

—¿Por qué no dijiste que saldrías con el niño? —pregunta Ren, sus ojos cafés muestran incredulidad, aunque también el mismo alivio que Isaac, acompañándonos a caminar a través del edificio del Comando Médico para dejar al pequeño en la guardería, pero no quiero hablar con nadie y así lo manifiesto dejándolos confundidos cuando huyo. Agradezco su preocupación, pero estoy demasiado saturada de cosas hoy.

A partir de ahí el día pasa rápido, apenas como en el almuerzo ignorando al mundo a mi alrededor con gusto, hasta escapar al techo, pero cuando empieza el atardecer decido enfrentarme a la realidad, por ello voy a mi oficina para sentarme tras el escritorio y acceder al sistema del Consorcio una vez más.

Entro a verificar información de los Deveraux en el sistema en donde algunos expedientes están vinculados a la operación Black Widow, siendo acceso tres estrellas y Falcon no está por aquí, pero otros ligados a la biblioteca digital general sí me dejan entrar, encontrándome con mucha información. Se menciona a Horacio Deveraux, padre de Sofía Deveraux, a los hermanos de ella y la labor social característica de su familia, pues el linaje es sumamente antiguo, siempre estando enlazado con la filantropía, pero lo que más me interesa es Thomás, el candidato. Hay mucha información de él, sobre todo cuando entro al CSP-CMEA-TE-9980628 y reviso más minuciosamente los archivos.

Thomás aparece demasiadas veces con mamá y a estas alturas por más que quiera negármelo, sé de la relación de Carmen con él, de la que muy probablemente soy el resultado fatal de la infidelidad, porque Vladimir lucía más forzado en las fotos y videos con Karenina que mamá con Thomás. Encuentro algo muy esencial para mí de pronto, pero me detengo cuando tengo el cursor sobre la carpeta de "Características físicas" pues una voz dentro de mi cabeza intuitiva me dice que simplemente el contenido de esta me hará perder la cabeza, aun así, estoy ávida por saber la verdad.

Suspiro profundamente antes de entrar en el expediente, este se abre con su foto en el costado izquierdo dentro de un marco verde y al costado derecho varias hileras de información, no como antecedentes porque al parecer nunca participó en negocios sucios; sin embargo, le apodaron alias cobra, información debajo de su nombre en mayúsculas concordando con las palabras de Sayyid, aunque lo más chocante, que se siente como una bofetada cósmica, contundente y muy dolorosa es la marca de nacimiento en la base de su nuca... una luna menguante un poco más clara que la mía, pero ahí está.

«No soy hija de Vladimir... no soy una Fox» un torrente de imágenes con recuerdos aleatorios sin orden aparente toman el control de mi cabeza, papá abrazándome, papá diciéndome "Mi pequeña, Bella", papá una y otra vez amándome a través de los ocho años a mi lado, haciendo salir lágrimas de mis ojos aturdidos ardiendo en un calor de tratar de retener el llanto, ya en este punto, incontrolable. Suspiro dejando salir todo a través de aquella muestra de vulnerabilidad, corriendo rauda por mis mejillas terminando en mis piernas marcando el pantalón con las gotas cada vez más abundantes.

La lejana voz de Isaac llama mi nombre. Me siento abstraída, sentada en mi silla giratoria con las manos en el escritorio y el expediente de... de quien parece ser mi padre biológico aun abierto, no sé qué debo hacer ¿Sabrá él que soy su hija? ¿sabrá que sobreviví? ¿me hubiera amado como su hija? ¿hubiera querido que me abortaran?

Cientos de preguntas se acumulan mi cabeza, una sobreponiéndose a otra peor. Siento que me desconecto, apenas hay un hilo de realidad que me mantiene conectada al momento, pero mi alma en vilo ruega por desconectarse un tiempo, por ir a un limbo donde no sienta la carga de la decepción, la tristeza, el dolor.

—Sofía Isabella, sé que estás aquí, abre la puerta o la tiro, me gusta hacer eso —dice Falcon nuevamente, pero solo una idea loca atravesada de pronto en mi cabeza me saca de mi aletargamiento. Tengo una fuente de información verídica en el Cocito, preso en el suelo bajo mis pies, así que como impulsada por un resorte en la columna vertebral me pongo en pie apresurada y cuando abro la puerta apenas determino a Isaac pasando como un suspiro por su lado en un trote casi carrera.

—Ahora no, Isaac, no estoy para tus reclamos. Ve a acosar a Karen —digo cuando le noto persiguiéndome.

—¿A dónde vas? Eres capaz de volver a salir sola.

Me toma por el brazo, pero me suelto llegando al ascensor e insiste tanto que termino contándole mi intención de ir al Cocito y su respuesta es la esperada "Estás loca" arrastrándome hasta su oficina echando mi cuerpo sobre su hombro otra vez, como si de verdad fuera un maldito bulto. Claramente me opongo, pero a pesar de mis técnicas de combate cuerpo a cuerpo y mi capacidad defensiva, el toque de Isaac me desconecta el cable, me funde los circuitos del cerebro. Una vez hemos llegado, luego de llamar la atención de todos en el pasillo por él llevándome como lastre borracho, nos encierra.

—¿Por qué me impediste bajar?

—¿Por qué quieres ir a interrogarlo? Sé que no es por orden de Volkov —pregunta susurrando, pero me pierdo en el aroma de su perfume, la línea de su boca traviesa y el brillo de los ojos pícaros que siempre me han enredado con una sola mirada—. Eh, te estoy hablando, cerecita. Responde o soy capaz de esposarte a la pata del escritorio hasta que me digas —pienso antes de hablar, medito fugazmente los pro y los contra de revelar las locuras residentes en mi mente cada vez más perturbada.

—Creo... creo que soy hija de Thomás Deveraux, el candidato presidencial —confieso sin verlo a los ojos, aunque ante su silencio absoluto subo la mirada, pero encuentro algo inesperado: no parece estar sorprendido—. ¿Lo sabías? ¿conocías mi origen?

Se queda callado por unos momentos, muerde sus labios y se aleja, pero llena de la ira producto de la impotencia lo enfrento exigiéndole respuestas.

—No estaba seguro ¿Vale? Pero el emblema de los Deveraux es una luna, además entré al expediente de él y vi tu marca... ayer, después de que tú... —trata de decir, pero lo interrumpo.

—Que te viera luego de cogerte a la cadete, entiendo. Bueno, como sea tengo que ir a ver a Abdul Sayyid.

—¿Y qué harás con las cámaras? Volkov nos está siguiendo la pista, Isabella, está un paso por delante.

—Luego veré cómo borrarlo todo.

Rebusca en el cajón del escritorio hasta sacar un imán que en forma de una moneda bastante grande y es considerablemente grueso, explicándome la forma de neutralizar temporalmente la consola de vigilancia, pues los componentes electrónicos pueden verse afectados por los efectos del imán echándolos a perder. Se ofrece a distraer a los guardias y ponerlo en el lugar adecuado, con ello nos encaminamos de nuevo al elevador, comprando cafés y magdalenas en las máquinas. Son las siete de la noche, así que la entrada al Cocito está vigilada solo por dos agentes y por lo general se quedan dormidos en medio de su labor ¿Cómo no hacerlo? La posibilidad de que presos escapen en menos del 5%. Cuando he llegado con Isaac la gran pared negra se extiende de costado a costado frente a las puertas metálicas con la inscripción brillando en su placa de "Abandonad los que entráis aquí toda esperanza"

Él entra primero y los distrae satisfactoriamente con lo que llevamos de comer, mientras yo espero escondida de la vista de ellos hasta la señal de Isaac de pasar al camino de las celdas, así lo hago corriendo agachada hasta pasar a la puerta de acceso poniendo mi placa para hacerlo, encontrándome con un oscuro y lúgubre pasillo que parece infinito sumergido en las tétricas sombras misteriosas que te dan la sensación de que algo saldrá de las esquinas. Camino por el piso oscuro llamando la atención de otros presos gritándome burradas pretendiendo insultarme, aunque yo ni sepa quienes son, motivo por el cual avanzo lo más rápido posible con las luces encendiéndose según la sección por donde voy pasando, apagando las otras cuando ya no detectan movimiento.

Llego hasta la penúltima celda plantándome al ver a Sayyid acostado en el catre con apenas una delgada colchoneta sobre el metal duro, tiene las manos bajo la cabeza y silba una melodía que me pone los vellos de punta, cuando nota la luz encendida fija la mirada y una sonrisa coqueta toma su boca.

—Vaya, vaya, ¿A quién tenemos aquí? Al ángel pelirrojo —se burla caminando hacia la reja reforzada por delante del cristal blindado que sólo tiene una pequeña abertura apenas lo suficientemente grande para meter alimentos, pues la puerta de entrada y extracción no se abre a menos que se vaya a sacar al preso ya que en la esquina izquierda al final hay un inodoro, un lavabo y dos baldosas rodeadas por un cuadrado con un muro del tamaño de un ladrillo que impide al agua salirse. La celda por dentro es mohosa, las paredes son oscuras como una tumba subterránea y la ventilación solo exhala aire caliente en corrientes, que lejos de ser refrescantes acaloran hasta hacerte sudar a chorros. Él está vestido con el overol naranja y la camisilla blanca dejando ver sus brazos formados tatuados hasta su más pequeño centímetro de piel, apenas le quedan marcas casi desvanecidas de mi ataque y el atractivo que pudo llamar hasta mi propia atención ha vuelto a tomar posesión de su cuerpo. Su rostro de mandíbula marcada tiene barba ligeramente abundante como si llevara más de una semana sin afeitarse, y sus ojos de pestañas largas me miran sumo interés rebosante de curiosidad.

—Tengo preguntas, Sayyid, si me las respondes, puedo conseguirte mejores condiciones. Tal vez te suba a las celdas de seguridad prioritaria —le digo cruzada de brazos frente a su posición, tratando de proyectar una seguridad con la que mi interior parece no estar de acuerdo totalmente, no porque él me de miedo, sino me asusta la información en su cabeza.

—¿Sobre qué, angelito? —dice con burla metiendo las manos en el bolsillo del pantalón anaranjado, llegando hasta el borde del cristal traslúcido.

—Dijiste que conocías a mi padre, alias "Cobra" le llamaste ¿Podrías contarme?

—¿Debería decirte algo cuando llegaste a mi bar como el caballo de Troya a capturarme? —dice con burla, teniendo una mueca en la boca como si con solo eso dijera, yo tengo el poder.

—Comida mejor, cambios de ropa, cambio de celda y tal vez te deje ver a tu hermana, que por cierto también está capturada —digo logrando sorprenderlo, pues esa odiosa sonrisita de suficiencia desaparece como por arte de magia.

—No te metas con mi hermanita, te lo advierto —amenaza dándole un golpe al cristal como advertencia, sacándome a mí una sonrisa de victoria regodeándome en tener la sartén por el mango, como decía mamá—. Te responderé las preguntas, pero no quiero nada para mí, solo no la metas en este agujero de mierda ¿Trato?

De hecho, ella estaría en CSP o tal vez un piso más arriba de ese porque no es tan peligrosa u objetivo clase 5 como él, pero no tiene porqué saberlo, me conviene tenerlo pensando en la idea de darme la información a cambio de no ser cruel con su hermana, permitiéndome ver que no es tan hijo de perra como mi mente creía, al menos hay espacio en ese negro corazón para el amor fraternal.

—Trato... ahora dime todo lo que sepas sobre mi padre.

—Si la información no me falla, tu padre es Thomás Deveraux, la marca que llevas en la nuca es la prueba de tu linaje maldito. Muchos Deveraux, a pesar de ser de la élite en España, cargaban con oscuridad en su mente, algo macabro moviendo sus acciones hacia la búsqueda de sangre, un legado llamado "La marca de Caín", por ataques de ira, explosiones violentas, todo lo relacionado con la agresividad, pero te creímos muerta por veintidós años. Sofía y Thomás casi mueren al enterarse del asesinato de Carmen y Vladimir y por alguna razón asumieron que tú también pereciste esa noche, creo que motivados por la falta de noticias tuyas, además de los titulares de familia masacrada. Ambos murieron en vida, no había sino un cascaron vacío, quienes visitan cada año la tumba de tu madre en Colombia, no han fallado en todo este tiempo, en el cumpleaños de Carmen van y le llevan flores... ¿Alguna pregunta?

—¿Por qué mamá no se quedó con Thomas? —pregunto con un hilo de voz, apenas voy procesando la confirmación de mis sospechas más aterradoras sobre mi origen.

—Ivalyo Petrova y su hija Karenina la querían muerta, no iban a permitir que fueras una heredera de La Triada, de una madre sospechosa por infiltrada, la obsesión que tiene esa familia con el poder es algo de otro nivel, pocos he conocido tan ensimismados en su búsqueda... luego Karenina tuvo un hijo con Thomás, fue un acuerdo en realidad, pero tu padre nunca dejó de pensarte, siempre fuiste su amada hija incluso después de la supuesta muerte, fue por es que no te reconocí a pesar de tu evidente parecido con tu madre, te creía muerta, aunque al ver tu marca algo se encendió en mi cabeza; sin embargo, me drogaste para darme una paliza.

—¿No puede ser una coincidencia? Digo, mi marca pudo ser eso.

—Tu madre iba a escapar con Thomás, él me lo contó. Estaban perdidamente enamorados, pero cuando se dieron cuenta de todo el engaño ambos desaparecieron, me imagino por llamado del Consorcio. No puede ser coincidencia eso y que estés marcada —dice cuando me siento en el suelo incapaz de sostener mi cuerpo.

—¿Por qué Vladimir aceptaría estar con una mujer esperando un hijo de otro? Soy el producto de una infidelidad.

—Él fingía estar enamorado de Karenina, pero sus sentimientos por Carmen eran notorios, supongo que la amaba tanto que aceptó criarte como suya y algo me dice, por la forma en que hablas de él, que te amó mucho... Mira, Isabella, padre no es quien engendra sino el que cría, ama, protege, todo el mundo lo sabe. Vladimir fue y siempre será tu padre, pero sé que si Thomás se entera de que estás viva hará todo lo posible por recuperar el tiempo perdido.

—Es un completo desconocido —respondo automáticamente, la verdad es clara: no siento ganas de conocerlo o convivir con él.

—Un desconocido que te amó desde el inicio. Solía acariciar la pancita de Carmen y te hablaba, lo escuché en un par de ocasiones, mencionaba que te cuidaría y amaría siempre, que se alejaría de todo lo malo por ti, incluso te compró un par de mediecillas con un gorrito a juego. Thomás Deveraux te amaba tanto como a tu madre e intentó suicidarse cuando no pudo con la pérdida de las dos personas más amadas en el mundo.

El llanto me aborda, no quiero hacerlo frente a él, pero es inevitable. El aluvión de sentimientos encontrados me golpea como un tren, mi mandíbula tiembla en un castañeo producto del choque al que me sometí por voluntad propia, pero dentro de todo sé que Vladimir es mi padre, biológico o no, es así y tal vez Thomás no hubiera sido ni la mitad de buen papá, aunque no me gustaría juzgarlo por algo incierto. Seco mi rostro húmedo con lágrimas de aterradora desolación sintiéndome caminar por un túnel de oscuridad. De repente, el brillo de la indignación por saberme engañada explota, Lucio, Marina, Volkov y Dios sabe cuántos más me mintieron durante treinta años, me mantuvieron en las tinieblas alejándome de la verdad, pero un refrán sacado de la biblia encaja muy bien pues dice que entre cielo y tierra no hay nada oculto, debieron saber que tarde o temprano yo averiguaría la realidad, dejando al descubierto su mentira de mierda.

—¿Es todo? Tengo sueño —dice Sayyid con tono cansino sentándose en el catre, donde aún puedo escucharlo, dado que la celda no es tan grande, reduciendo a los presos a la nada.

—¿Thomás aun es parte de la corrupción y el tráfico?

—Nunca lo fue, su padre Teobaldo sí, pero Thom jamás lo hizo y cuando supo de tu supuesta muerte hizo valer el juramento hecho en el vientre de tu madre y dejó a un lado todo, La Triada, su padre, apenas y tiene contacto con Kaan Karaman que era como su hermano menor, o al menos eso sé yo. La política siempre estuvo en sus venas, él es igual a su madre, ayuda a los necesitados, aporta a la sociedad lo más posible, ama a sus hijos en especial a Annaliese, la menor y la única mujer. Tomasito es de los buenos, solo tuvo la desgracia de tener oscuridad en su cabeza y un padre traficante, pero fue tu madre quien le ancló al suelo.

—¿Por qué Karaman sí sabe de mí?

—Tengo entendido que Kaan estaba esperándolos en Miami en la carretera, él les iba a entregar tiquetes de avión, nuevas identidades y un vuelo privado a Colombia.

—No tiene sentido, él tendría trece años y cuando mamá se fue de La Triada, tendría cinco.

—La nana de Kaan recibía llamadas de Carmen durante esos ocho años, pues de niño se había encariñado, así que creció comunicándose con ella, todo a escondidas con ayuda de Thomás, claramente —murmura mirando al techo relajado—. Y te sorprendería la influencia del apellido Karaman, aun siendo un adolescente tuvo forma de liderar, de controlar a otros a voluntad y por ello Kadir le cedió el poder.

—¿Kadir Karaman mató a mis padres? —suelto la pregunta atorada en mi garganta.

Suelta una risa descontrolada.

—No sé quién los mató, pero no fueron los Karaman. Ellos la lloraron a pesar de saber de su traición.

—¿Podrías describir a Kaan Karaman?

—Esta conversación se acabó, Isabella Deveraux Santo Domingo —dice creando un conflicto en mi cabeza que me lleva al punto de no retorno.

Quiero seguir preguntando, pero escucho la puerta de acceso abrirse con un chirreo seguido de un silbido bajo, es Isaac avisándome que debo salir inmediatamente. Digo adiós y un pequeño gracias, pero él se asegura de que yo cumpla el trato. Camino de vuelta sintiéndome pesada, cada parte de mí pide a gritos desaforados desaparecer en la nada absoluta, todo lo creído por años es mentira. Mi ira encaminada a los Karaman pierde fundamento y una vez más me siento en el punto de salida sin pruebas, indicios o algo de utilidad, mientras transito por el pasillo hacia la puerta entreabierta por donde me escabullo como una exhalación volviendo a agacharme saliendo presurosa en modo robótico por mi mente embotada.

Isaac me espera en el ascensor, los agentes están al parecer en cuclillas tratando de verificar lo sucedido en la consola dándome el tiempo para escapar. Una vez dentro respiro profundo bajo la atenta mirada de él quien me ve con cautela, parece estar preparándose para un estallido emocional con una muy posible crisis, pero diferente a otras veces, me siento vacía, sin emociones, sentires, ni alegría o felicidad, solo estoy en pie con el corazón latiendo. Alcanzamos los niveles superiores saliendo con normalidad uno junto al otro en total silencio, aunque veo sus ojos rebosantes de curiosidad justo cuando salimos de la edificación.

—Deja de mirarme como si fuera una bomba —espeto con mucha rudeza cansada de su mirada, me recuerda a cómo me miraban las enfermeras en el psiquiátrico, la forma lastimera de trasmitir el pesar, cómo me consideran peligrosa como una fiera que ha roto sus cadenas, pudiendo atacar en cualquier momento hasta dejar solo jirones de quien ha tenido la desgracia de cruzarse en su camino.

—No te estoy mirando de forma especial, solo me pregunto qué te dijo el traficante, no pareces haberlo asimilado muy bien —dice caminando junto a mí bajo el cielo estrellado con la luna como un recordatorio de todo lo que acabo de escuchar.

—Demasiadas cosas —digo de forma cortante.

—¿Y me vas a contar?

—No me emociona la idea —se atraviesa sujetando mi brazo con firmeza.

—Desahógate, canaliza la ira, entre más acumules más posibilidad hay de que la oscuridad te consuma —murmura mirándome directo a los ojos—. Permítete confiar en que te ayudaré y no me iré como temes o te abandonaré ¿De acuerdo?

—No soy hija de... —trato de empezar a contar cuando las palabras salen en un tartamudeo iniciando un llanto descontrolado, que me lleva a respiraciones muy cortas y repetidas ahogándome en mi propio mar de miseria oscura, llevándome a refugiarme en sus brazos que me acogen amorosamente. Me guía hasta la edificación de las habitaciones en silencio hasta alcanzar la mía en donde abro para dejarnos pasar.

—¿Podrías venir después? —pregunto sorbiendo mi nariz—. Quiero bañarme, necesito pensar —se acerca a mí, quitando mechones de mi pelo en el rostro acunándolo entre sus cálidas manos.

—Está bien, pero volveré —afirma dando un beso en la comisura de mis labios, así que se va, yo entro al baño rápidamente desnudándome y abriendo la ducha para ponerme bajo esta, y empezar a disipar pensamientos locos. Si soy hija de Thomás Deveraux, tengo más familia, tengo una abuela, hermanos que de aceptarme podría ser parte de algo, porque a pesar del amor de Lucio y Marina, algo en mí se sentía todo el tiempo fuera de lugar, como si estuviera insertada, pero no acoplada, sentía todas las emociones negativas llenarme, pero no podía desahogarme con nadie porque me veía a mí misma como el bicho raro... Ahora y de la nada tengo una puerta a la familia de mi padre biológico, ¿Me aceptarían? Personalmente apuesto a que no lo harían; sin embargo, tener la posibilidad de estar con ellos enciende una luz de esperanza hacia personas que pueden entender mis demonios pues cargan con ellos.

Siempre pensé que mis ataques de ira se alimentaban de la imagen indeleble de la muerte de mis padres, todos me decían lo mismo, incluso los doctores, explicaban el mecanismo del trauma y las consecuencias, mas no sabían que tengo predisposición genética a los arranques de violencia, pero Lucio y mamá Marina sí lo sabían y de ello estoy segura, me lo ocultaron deliberadamente con la intención de cubrir el desastre de pasado. Lo único seguro es que los enfrentaré una vez vuelva a casa, tal vez me puedan decir más sobre la situación.

Ahora quiero llegar a Nevada lo más rápido posible.

———————00———————

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro