Capítulo 25- Más cerca de la verdad
Capítulo 25
Más cerca de la verdad
"¿Cómo esconderte del diablo si no sabes cómo luce?"
M_cr696
¡DEDICADO A SAJARISRODRIGUEZBRAV, MUCHAS GRACIAS POR TU APOYO!
'N/A: Mis queridos lectorxs espero estén muy bien, paso por acá para saludarlos y pedirles un inmenso favor que me ayudará a seguir adelante, me gustaría si pueden dejarme un mensaje por interno o en comentarios con su opinión de la historia, últimamente necesito motivación y TODAS sus opiniones desde las pequeñas hasta las detalladas son de mucha importancia para mí. ¡Les mando saludos y ahora sí, a disfrutar el capítulo!
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Ubicación desconocida
KAAN KARAMAN
Kaan Karaman observa a través del ventanal de la casa que ocupa, se ha movido de lugar para retomar su trabajo habitual en medio de las multitudes, a plena vista de todos, mientras mueve el hielo casi derretido por completo en el vaso de whiskey de malta que bebe ansiosamente. Valkyria Sayyid también fue capturada y no sabe exactamente cómo pasó, su informante nunca le dijo que la habían infiltrado hasta que fue muy tarde, piensa en cambiar su fuente, pero fue difícil persuadir a su soplón, porque si algo tienen los Praetor es la lealtad hacia los suyos, sí hay corruptos, pero la mayoría son personas correctas, trabajando en pro de la legalidad, haciendo mucho más difícil comprar la consciencia de un agente del Consorcio; sin embargo, por la cantidad adecuada de dinero y poder adquisitivo de todo tipo, uno muy cercano a la Brigadier ha caído en el lado oscuro del engaño y la deslealtad.
Sirve más alcohol de su whiskera de cristal de Bohemia que reluce bajo las luces del estudio, está perfectamente vestido con su traje entero de corbata carmesí oscuro, su impecable gusto siempre resalta de resto y hasta el último momento del día lo lleva impoluto, tal vez es un reflejo de su propio perfeccionismo en donde no se permiten errores de ninguna índole, y últimamente se ha dado el inconveniente lujo de cometerlos muy seguido, primero con Abdul, ahora con Valkyria siendo engañada por el eterno amor de Isabella, Isaac Falcon. Se sonríe ligeramente al pensar en lo histérica que la mujer pelirroja se sintió viendo cómo el único hombre que en realidad ha amado, se descrestaba con la belleza exótica de la menor de los Sayyid.
Le parece curiosa la forma insana en la que se aman Isabella Fox e Isaac Falcon, es bestial, apasionado y obsesivo de celos enfermizos, porque no importa cuantas veces se separen, se detesten, es amor psicótico; ambos están rotos y se complementan, son lo que nace de un volcán y un huracán, un terremoto y un tsunami, desastres naturales que deben chocar para completarse, pero se convierten en la debilidad del otro, aunque cuando ambos dragones abran la boca y escupan el fuego ardiente de sus tragedias apuntando al mismo enemigo lo fundirán, aunque sea de acero.
Camina dentro de su biblioteca privada extendiendo el índice buscando algo entre los libros perfectamente acomodados como todo en su vida, en busca de aquel que cubre el primer acceso de su cámara de seguridad sellada con huella digital y escáner retinal, donde guarda secretos de todos, incluso de su propio padre. Pone su dedo y hace el proceso que solo él conoce para que una de las estanterías se deslice dejando ver un pasadizo que desciende hasta su sótano secreto, donde pantallas le permiten ver el exterior, es una bóveda de seguridad donde hay registros, fotos, firmas, pruebas con las que pondría a más de un poderoso de rodillas, pero ante todo es un hombre de palabra y ha asegurado no delatar a nadie. De repente, un mensaje al móvil le avisa que Thomás Deveraux le lleva muchos puntos de ventaja a sus contrincantes en la carrera presidencial que en tan solo mes y medio acabará para declarar un ganador, haciéndolo sonreír victorioso en un regodeo interno que lo llega a la cumbre de una maquinación para su próximo movimiento.
Enciende su estéreo con Giuseppe Verdi en la tradicional Traviata llenando las notas, mientras piensa en Defne, su pequeña hija y la forma en que se está arrepintiendo de meterla en La Triada, pero es tan terca y obstinada como su madre Alessia, a pesar de que la abandonó cuando apenas era una pequeña. Pronto sus pensamientos se concentran nuevamente en su plan, primero llegar a la Brigadier aun más, pero en medio de aquella ensoñación enredadora chasquea la lengua al notar que la mujer está consumiendo mucho más del tiempo en su cabeza del que quiere admitir, aunque aún ensimismado en su propia locura interna rozando la obsesión sobre ella, su teléfono suena.
—¿Qué pasa? No se supone que me llames.
—Tienes que impedir que Thomás e Isabella Fox se junten, él no puede saberlo y al verla se dará cuenta de todo —dice su interlocutor con un tinte angustiante.
—Fue la mejor idea que se le pudo ocurrir a Marco Benavente ¿Crees que haré algo para impedirlo? Es el momento de que se reúnan.
—No, apenas pude digerirlo yo ¿Crees que el blandengue de Thomás pueda manejarlo? —espetan al otro lado de la comunicación, haciendo que Karaman tuerza los ojos con auténtico fastidio—. No sé cómo tú y Kadir pudieron ocultar la verdad tanto tiempo ¿Y cómo lo lograron?
—Era lo mejor, todo sería un desastre —espeta caminando por el espacio, pasando la punta de sus dedos—. Fue fácil verles la cara.
—Cuidado, muchachito porque yo soy...
—¿Eres qué? Sigue, porque a mí me encanta que me amenacen para que exterioricen todos sus miedos internos en palabras vacías que sé, no eres capaz de cumplir. Han pasado tus años mozos, no tienes poder ni influencias, no tienes nada más que una carrera política llena de corrupción y escándalos, además de un hijo y una esposa que no quieren verte ni por equivocación... es un milagro que Thomás esté llegando tan lejos políticamente sabiendo su conexión contigo.
—Estás llegando muy lejos, Kaan, ten cuidado —le responde Teobaldo Deveraux, mientras siente la intimidante presencia del líder actual.
—Siempre llego lejos, tío Teobaldo —se burla con el apodo que siempre le dio de pequeño por su cercanía con Kadir—. Siempre apunto más allá de mi meta final porque es así como se llega lejos, proyectando más allá de los sueños.
—Deja tu palabrería, solo te estoy pidiendo una sola cosa ¿No puedes considerarlo? Eres el único que puede hacer algo al respecto. Thomás no puede saberlo.
—No haré nada para impedirlo, sabe que está en Afganistán, pero su misión ha culminado finalmente, me ha jodido, pero es una ventaja para mí que esté a punto de conocer al ilustre candidato —murmura tranquilamente—. Ahora, voy a colgar, no desperdiciaré más segundos en tu conversación vacía y temerosa —finaliza la llamada negando con la cabeza, Teobaldo Keller, porque en realidad adoptó el apellido de su esposa por ser mucho más influyente en el suyo mismo, nombrando a sus hijos con el linaje Deveraux de Sofía, porque aquel apellido ilustre y respetado es de la mujer, al contrario de lo pensado por todos, Teobaldo es de una familia clase media baja, que pudo escalar hasta convertirse en un poderoso político pudiendo mover masas.
Pero Teobaldo Deveraux está en picada y la aparición de Isabella Fox en la ecuación, lo hundirá aún más.
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Kandahar, Afganistán
Base del Consorcio Praetor
ISAAC
A la salida de la oficina me encuentro a Isabella llegando corriendo por el pasillo central, se ha cambiado al uniforme de entrenamiento y su cabello mojado está dividido a la mitad moviéndose a la par de sus movimientos, dejando caer aun algunas gotas, como si hubiera salido apresurada.
—¿Cómo te fue? —exclama agitada. Las luces
—Mal, conoces a Volkov, tiene una varilla metida en el culo todo el tiempo, rígido como él solo.
—¡Lo estoy escuchando, Falcon! ¡lárguense o los mandaré a la muralla tres días seguidos sin comida ni agua! —grita el nombrado desde su puesto.
—Vámonos —dice ella con una sonrisa, así que caminamos juntos hasta que ella dice que subamos al edificio donde siempre escapa de la realidad, llegan las dos de la tarde y estamos solos pues mucho están almorzando o en su hora de break—. ¿Te hicieron algo?
—Disparaste justo a tiempo —le sonrío—. Definitivamente eres la espina en el culo más certera que conozco.
—¿De verdad creíste que no haría nada? —me responde acercándose. Estoy recostado en el barandal pensando en esos latidos desaforados que tengo cuando ella se acerca.
—Era lo más racional por hacer, cerecita, pero al parecer tú no eres racional —le contesto negando con la cabeza.
—Me alegro de no ser racional o probablemente no estarías aquí... ¿Y qué había en tu mente cuando creíste que morirías? ¿en qué pensaste?
—En mi madre y en mi hermanita —digo, obviando que también pensé en ella, recordando el momento cuando ya estaba resignado a que la muerte me había encontrado irremediablemente, pero como siempre, Isabella llegando intempestivamente a mi vida—. ¿Por qué preguntas?
—Curiosidad —responde—. Es interesante la forma en que los seres más importantes de la vida de alguien emergen en situaciones así. El subconsciente hace de las suyas... bueno, te dejo solo. Tendrás que pasar informes, te dejo hacerlo —se da la vuelta, pero no puedo dejarla hacer eso tan solo, así que tomo su brazo y tiro de ella hasta que mis labios se estampan con los suyos, sostengo su cabeza, mientras me devuelve el beso de forma fogosa, lasciva, pasional. Se prende de mi cuello, mientras bajo las manos a su trasero empujándola contra mí. Noto sus ganas, su deseo, la forma en que intenta liberarse dejándose llevar.
—¿Qué vamos a hacer? —pregunta suspirando—. Seguramente nos enviarán de vuelta mañana mismo, y a ti de vuelta a Colombia.
—Créeme, puedo doblegar a Volkov para quedarme en Nevada. Sé algo de él que tengo que decirte y puede ser un punto débil.
—¿Muy malo?
—Malo de maldad no, malo de esto te joderá porque no te lo esperas —digo haciendo que frunza el ceño y la curiosidad invada sus ojos hechiceros.
—Dímelo ya, me puede consumir la ansiedad.
—Necesito que lo tomes con calma y sobre todo que no me hagas quedar mal con Volkov porque ese hijo de puta puede joderme si sabe que te dije, me acaba de amenazar porque sabe de nuestro rollo —empiezo y antes de que pregunte, sigo explicando—. Nos vio por cámaras de seguridad ocultas y dijo que rodaría el video de nosotros teniendo sexo si te lo decía.
—Me importa una mierda que lo ruede ¿Soy la primera a quien ven follando? ¿soy la única mujer disfrutando de su sexualidad? No, que lo ruede si le da la gana, tú cuéntame, trataré de no hacerle saber que lo sé.
—Erick Volkov Fox se llama... —empiezo y con sólo eso su expresión se descompone. El sol le da directamente
—¿Cómo? —dice poniéndose pálida—. ¿Qué dices? ¿Fox por qué?
—El General es tu tío, Isabella, tu padre era el hermano de Volkov, porque se llamaba Vladimir Volkov Fox también.
Se queda callada, no habla, no reacciona, no pestañea y empiezo a dudar si fue buena idea.
—¡¿Desde cuando lo sabes?! ¡¿por qué no lo habías dicho?!
—Hace poco, se me ocurrió la idea de consultar con el padre de un amigo que es de esa generación, me contó lo que pudo —le digo tratando de no alterarla más—. ¿Recuerdas al General Absoluto retirado al que le hicieron homenaje hace poco? Mijail Volkov es tu abuelo por parte de padre, y ni el ni el General querían que... ya sabes.
—No querían que naciera —camina hacia la pared y apoya la espala deslizándose hasta que su trasero toca el suelo y se queda ahí pensativa, haciéndome debatir si decirle otra cosa que corre en mi cabeza, pero ella se me adelanta—. He estado pensando, Isaac, ¿Y si no soy hija bilógica de Vladimir? Es posible ¿No? ¿por qué mamá menciona lo de mis genes malignos? Además, papá no tenía una marca.
—No sé, pero lo averiguaremos
—Me da miedo, Isaac, miedo porque sé que en cualquier momento te vas a bajar de este bus, me vas a dejar y no estoy preparada para eso, así que es mejor que no me ilusiones.
—¿En qué idioma entenderás que no te dejaré?
—Tienes muchas mujeres sobre ti ¿Crees que no las escucho hablar en los baños o el comedor? ¿qué me lo garantiza?
—Eres la excepción a mis reglas, Fox. Soy la misma mierda con todas menos contigo, puedo abandonar a cualquiera menos a ti —le digo sin poder soportar más—. ¿Estoy obsesionado contigo? Sí ¿Y qué? Eres mi más placentera obsesión, la más lujuriosa fijación.
—Más adicta que el fentanilo dijiste...
—Literalmente. Eres la única droga adictiva que me hace bien
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Horas más tarde estoy en mi oficina sentado tras el escritorio al otro lado de la entrada, rodeado de las paredes pintadas en blanco con las pantallas multimedia a la derecha y un librero con expedientes y papeles al otro, la luz del sol entra sin piedad por las ventanas a mi espada, calentando el lugar con sus rayos inclementes que pasan si problema pues subí la persiana y abrí el cristal. Michael me ayuda a hacer el informe con las bajas de nuestro amado Delta-Lion que en total suman ocho, un número que cobraré en sangre en cuanto tenga la oportunidad, la maldita Triada me pagará haber matado a mis hombres de tal manera. Buscamos los teléfonos de contacto y yo mismo me comunico con sus familias quienes rompen en llanto cuando les informo la noticia, odiando tener que darla y es esta la peor parte del trabajo, saber que tenemos un pie del otro lado, que la muerte nos susurra al oído constantemente, porque vivimos en un continuo estado de alerta y peligro en donde todo se puede venir abajo incluso cuando no llevas el uniforme, los Praetor acumulamos odios, resentimientos, buscan venganza para nosotros por parte de los criminales a los que atrapamos. Escuchar a ocho familiares quebrándose por la pérdida me hace sentirla a mí también, hace que una parte de mí quiera apagarse definitivamente buscando aliviar la sensación asfixiante en el pecho y la garganta, aunque yo no debería hacer las llamadas, sino alguien administrativo, pero siempre cuando un miembro de mi equipo muere, soy yo quien lo comunica, porque soy yo quien debía responder por ellos como su líder.
Pasamos dos horas haciendo eso justo cuando llega Renata tocando levemente la puerta, abierta por mi casi incapacidad de tenerla cerrada por largos periodos de tiempo. Viene a ver si Michael se desocupó, pues han quedado de tomar una merienda que se sirve en el comedor a las cuatro de la tarde como un aperitivo para el descanso.
—Oye, Ren, necesito hablar contigo —le digo a la castaña cuando Mike se ha alejado un poco saliendo del habitáculo, recibiendo una llamada de su madre—. No lastimes a Michael, has sido su amor toda su vida y si descubre tu...
—Tranquilo, terminé con mi novio, estaré solo con Mike, te lo juro —me contesta con nostalgia, pero la entiendo, su amor era prohibido y sé más que nadie cómo se siente enamorarte de quien no debes, de quien todo el mundo te diga que es equivocado, porque lo viví en esa época en que me enamoré perdidamente de Isabella, sí, estuve completamente flechado por esa mujer eclipsante, pero ese sentimiento se marchó hace tiempo, desde el momento en que supe de su relación con el imbécil de Fabián.
—No sé si decirte que todo estará bien porque esa relación no tenía ni pies ni cabeza, era un puto desastre.
—Tú y tu hermosa sutileza, no sé si reír o llorar —medio sonríe con el cabello ondeando por el viento entrando. —. Nos amamos, pero ya se acabó ¿Vale? He visto todo lo que hace Michael por mí y sé que es un excelente partido.
—Aquí entre nos, Mike es mejor que yo, pero no le digas a Isabella —digo guiñándole un ojo.
—Isa me lo cuenta todo ¿Sabes? Tus cagadas monumentales, pero también tus aciertos colosales y pienso que hay algo muy bueno en ti, eres el chico malo misterioso con pasado turbio, sí, pero con ella eres diferente y así como tú me pides no lastimar a Michael, yo te pido no lastimarla a ella —dice tomando su cabello en un moño poco apretado
—Ahora que hablamos de esto, me gustaría que ayudaras a Isabella a entender que no quiero compromisos, sino algo casual, no busco otra cosa.
—Es muy valiente admitirlo frente a su mejor amiga la loca que muerde, araña y rasguña como loba salvaje —espeta arqueando una ceja, estando cruzada de brazos con su usua—. Pero se agradece la honestidad y que no la engañes, sólo asegúrate de que le quede claro. Mi chulada está muy susceptible, primero Fabián con su maltrato y ahora apareces tú de nuevo moviéndole los cimientos...
—Lo sé, Ren, estoy consciente.
—Acompáñanos a tomar la merienda, seguro te mueres de hambre y podemos seguir hablando, Michael lo sabe todo ¿O no? —me pongo en pie de mi escritorio buscando salir, pero León llega plantándose como siembra de yuca en la mitad sin dejarme pasar.
—¿Qué tienes con la mujercita esa de Fox? —espeta con suficiencia y por el tono en que lo hace, veo a Theodore con el bigote tan negro como su pelo, pero sobre todo aquellos ojos punzantes llenos de odio.
—León, déjame en paz ¿Quieres? —espeto empujándole para quitarlo de mi camino, pero sigue pegado al suelo—. Y la próxima vez que le digas así, te reviento la puta cara contra una mancuerna ¿Entiendes?
—Theodore dice que no te puedes meter con ella —replica
—Adivina por dónde me paso lo que dice Theodore —digo siguiendo con mi camino, Michael regresa y me mira con cautela porque sabe de mi forma agresiva de reaccionar ante León.
—Dice que, si te alejas de Isabella Fox donará la médula ósea para Laura, aunque entiendo que no quiera hacerlo, yo tampoco me arriesgaría por un montón de huesos destinados a morir —sus palabras resuenan por un momento en mi cabeza, hasta que siento una punzada en la sien como una supernova explotando «Es todo, lo voy a matar con alevosía»
No respondo con palabras, simplemente lanzo un puño a su mandíbula estrellándolo contra la pared a su espalda junto a la puerta, el golpe lo aturde y por ello no es capaz de reaccionar cuando le doy otro y otro y otro, solo oigo a Renata gritando como un eco lejano, Michael tratando de calmarme halándome hacia atrás, pero no lo logra porque soy un animal, una bestia descontrolada como me llamaban en Nevada y en Colombia. Entro en trance, solo lo veo como un muñeco de trapo que sangra cada vez más al borde de la inconsciencia, hasta que siento brazos halarme. Cuando vuelvo en mí, el desastre de sangre es asqueroso, macha la pared y parte del suelo, él está desmigajado a mis pies como borracho en año nuevo con la cara desfigurada.
—Dile a Theodore que el siguiente será él —escupo con furia bullendo, aunque no sé qué tanto pueda entenderme—. Y a ese perro sarnoso no le perdonaré la vida.
Michael, Gerard y otro agente son quienes me sostienen, ni idea de en qué momento llegaron los otros dos, pero me sujetan con tanta firmeza que siento cómo pierdo sensibilidad en la zona de su agarre. El drama atrajo atención innecesaria y el General Volkov se acerca con su usual cara de amargado social.
—¡¿Qué está pasando?! ¡¿qué hizo, Falcon?! —grita entrando a la oficina, sus ojos azules que compartía con su hermano se abren de par en par, horrorizado de la escena dantesca inunda mi oficina como una decoración de Halloween de mal gusto en una casa del terror—. Es un animal salvaje en cuerpo de militar, mierda ¡Es su hermano!
—En primer lugar, por algo me apodaron "Bestia", en segundo, este engendro del diablo Falcon mayor, no es mi hermano, es mi enemigo al que voy a matar si me sigue sobándome las pelotas como la perrita faldera de Theodore —entran agentes del Comando Médico a revisarlo preguntándole si entiende lo que le dice y claro, esta vez lo hice delante de un General, así que ordenan que me lleven al calabozo con esposas y todo, pero no me quejo, lo mejor que le puede pasar al cabrón de León es que me alejen de él.
Me arrastran bruscamente a través de los pasillos, agentes del C.E.P.I, mejor dicho, los esbirros de Volkov tratándome como a un criminal, mientras siendo la sangre secarse en mis manos dejándolas embebidas en manchas rojas. Siempre luego de la explosión de violencia desenfrenada viene el sentimiento de que he sido un idiota por hacerlo en público y dejarme provocar, que debo guiarme por la parte racional de mi cerebro, pero esa no puede ganar la partida.
Bajamos en los ascensores hasta la planta -8, calabozos de aislamientos con puerta de metal reforzado que con el paso del tiempo se ha vuelto cobre oscuro por oxidarse, pues es una de las cosas que hacen a las celdas insoportables es el abandono y aún más sin ventana, solo un espacio pequeño para introducir bandejas con alimentos. Me empujan ahí aun esposado, dentro huele a humedad concentrada que me hace tener ligeras nauseas por el olor horrible que hasta parece de baño público. Me siento en el suelo con las rodillas dobladas apoyando la espalda en una pared ruñida que pica, apoyando la cabeza también ahí, mientras pienso en todo lo que pasa, pero sobre todo en mi madre y en cómo Theodore la quiere usar en mi contra, haciendo que me pregunte ¿Por qué le interesa si tengo algo con la potra salvaje?
Empiezo a tener un tic ansioso en la pierna, mientras los minutos se convierten en horas dentro de la oscuridad absoluta que me consume, la desesperación aparece rápido, el sudor frío me recorre las sienes y empiezo a sentirme asfixiado teniendo en mente a las paredes viniéndose sobre mí aplastándome, pero me aferro al recuerdo de Isabella a los dieciséis años, estábamos de vacaciones en Cartagena con los Richardson y ella y yo nos escapamos a caminar en las murallas, pero empezó a llover dañando nuestro plan, aunque comenzó a bailar bajo el torrente, ya se pintaba el cabello de rojo así que su mar de fuego estaba chorreante, mientras saltaba halándome de una mano para que la siguiera, fue entonces que no pude resistirme acercándome para acunar su rostro entre mis manos y la besé.
Todo dentro de mí se estremeció en aquel momento en que me sentí más vivo que nunca, el maltrato, las heridas, las torturas, desaparecieron en ese instante, me devolvió el beso con ímpetu diciendo algo que hasta el día de hoy guardo en mi memoria como una joya que no pierde su brillo "Juntos desde siempre y para siempre", sí, éramos un poco cursis, aunque en ese viaje nuestras familias se dieron cuenta de que algo entre nosotros pasaba y nos separaron, a ella le metieron telarañas en la cabeza y a mí también, pero mi invasión al camino de los recuerdos como escape termina pronto. Siento de nuevo el ansia, como si la imagen se disolviera corroída en ácido.
Las horas pasan, mi mente me hace tener malas pasadas y no sé cuánto tiempo transcurre, tengo frío y un ligero temblor me aborda, aunque no puedo calentarme por mis manos esposadas. Aquí abajo claramente no hay luz de sol que me diga una hora aproximada, del día, y en un punto me quedo dormido una y otra vez como descanso de la presión de sentirme encerrado como rata, pero en un punto me siento deshidratado, exhausto de luchar contra los rincones más oscuros de mi mente atemorizada por fantasmas de un pasado latente, Dios sabe cuánto tiempo después, escucho los seguros de la puerta abrirse y las bisagras chirrear con un sonido irritante.
—Usted odia a su padre, Falcon, pero siempre es él quien intercede por todas las cosas que hace —dice Volkov en la puerta de la celda de aislamiento, me siento—. No permitió que pasaran más de veinticuatro de las cuarenta y ocho establecidas para aislamiento ¿Quiere que le den la baja? Un día de estos hará algo más grave y no habrá influencia que lo salve.
—Ding, ding, ding, hay un ganador que ha descubierto la verdad, quiero que me echen, General Volkov, necesito estar con mi madre, pero mi padre me tiene coaccionado a que, si la pido, le hará daño a Stacey, así que estoy aquí atrapado en medio de mierda que cada vez se hace más putrefacta —pronuncio con la boca seca, porque ni un vaso de agua me dieron, por lo que, en lugar de veinticuatro horas, parecieron noventa.
—Párese de ahí, está libre, pero tendrá una amonestación clase G en su expediente, no puedo hacer nada para que no afecte a su promoción de RGN. León quedará fuera de circulación cinco días, definitivamente ya sé porqué usted y Fox se involucraron, son igual de sociópatas, ¿Cómo dicen los colombianos? Dios los hace y ellos se juntan.
Me levanto del suelo casi cayéndome por tener las manos atadas con las esposas, que me quitan apenas salgo deslumbrándome con la luz potente del pasillo de las celdas, pero mi tiempo de aislamiento me hizo darme cuenta de algo que no me gusta, Isabella es un ancla a la realidad, la dejé volver a mi vida, a mi cabeza, aunque de esta nunca se fue, pero no estoy dispuesto a darle la entrada de nuevo a mi corazón, así que al quitarme las esposas me encamino a mi habitación, necesito quitarme el olor a humedad y la sensación de encierro, pero cuando voy entrando Karen se aparece, creo que me siguió al verme pasar por la base desde los subsuelos de prisión hasta el ala de dormitorios
—¿Estás bien? —pregunta preocupada cuando voy entrando y la invito a pasar para que no la vean conmigo. Cuando estoy junto a la cama me quito la camisa tirándola a un lado.
—Sí
—Sé que eras claustrofóbico y esas celdas son pequeñas ¿Cómo te sientes?
—Dije que estoy bien —espeto cuando siento sus manos en mi espalda, sé lo que busca, pero no estoy de humor.
—Brigadier Falcon, me debe un baño, señor —susurra Karen pasando las manos por mi espalda haciéndome sonreír por el descaro que tiene de traer su trasero hasta aquí para eso.
—¿Y qué te hace pensar que voy a pagar? No estoy de humor ahora, llevo un día entero metido en ese cuchitril, si te cojo te aseguro que no será suave, estoy estresado.
—¿Cuándo me ha gustado suave, Brigadier? —replica coqueta, me saco los zapatos quedando en media
—Sal de aquí —digo por última vez, pero ante su nueva negativa, me giro besándola metiendo la lengua en su boca sujetando su trasero, este soy yo, el que busca sexo y no anda comprando pañales, con Karen puedo serlo. Le quito la camisa de entrenamiento besando los pezones endurecidos luego de quitar el sujetador y la engancho a mi cuerpo llevándola al baño, la apoyo en el mueble del lavabo dirigiendo mis labios a la curvatura de su cuello arqueado, sintiendo sus manos sujetar mis brazos cuando la alzo para meterla en la ducha abriéndola, el agua nos empieza a empapar en medio de besos apasionados, pero de pronto me freno por alguna razón que no entiendo.
—Mejor vete —murmuro cuando detengo mis besos en su cuello sujetándola por los hombros de forma dura para alejarla de mí.
—¿Qué pasa? ¿por qué me rechazas? Nunca lo haces —dice saliendo de la regadera—. Últimamente estás muy raro, Isaac, siempre que te busco estás dispuesto, pero desde que llegamos cambiaste.
—Estoy muy cansado —respondo dándole la espalda, mientras se viste indignada con el pelo chorreante dejando mojado todo el suelo como me molesta que pase—. Aunque si me pasa algo no es de tu incumbencia
—Es sobre la Brigadier Fox ¿O no? Ella es la mujer por la que no encajas con nadie, ella te cambió. ¿Crees que no me contaron que llegaste con cosas de bebé? ¿que sugeriste el nombre Isaff por el tuyo y el de ella? Cuando de mi hijo te alejas —chilla impotente con los ojos cristalinos por lágrimas que me hacen torcer los ojos, sin estar dispuesto a aguantar crisis existenciales. Normalmente la escucho porque la aprecio, pero hoy no quiero.
—Cuando nos involucramos la primera vez te dije que, uno, no éramos más que sexo y dos, no me gustan los niños —le digo cuando está vestida, pero esa parte sensible que mi madre inculcó a pesar de los eternos maltratos que me endurecieron bajo un cascaron frío resistente al exterior, empieza sentirse mal por tratarla así—, no llores —digo con tono más calmado y menos agresivo—. No busco eso.
—Sé lo que significo para ti, pero algo muy dentro de mí se ha dado cuenta de que no puedo verte como solo un folla-amigo —dice dejándome sin saber cómo reaccionar—. Me cuidas, me defiendes cuando León se quiere propasar conmigo, me escuchas cuando necesito desahogarme y has pagado las fiestas de cumpleaños de mi hijo, pero no lo quisiste conocer más allá ¿Crees que eso no influye en mis sentimientos por ti? No puedes tratarme bien, darme lo que siempre he buscado y luego decirme que no tengo permitido enamorarme de ti.
—Lo siento, Karen, pero no estoy interesado en otra cosa y desde un inicio lo sabías —me encojo de hombros enfocando en que ella lo sabía desde siempre,
—Porque estás enamorado de Isabella.
—Yo no estoy enamorado de nadie, ella es una obsesión, Karen, una adicción y nada más. Yo no amo a nadie, no tengo la capacidad de amar ¿Entiendes? —exploto de pronto, tengo un nudo en el cuello, los ojos sensibles a la luz blanca sobre mi cabeza y los ventiladores están apagados concentrando el calor.
—Tal vez no te des cuenta, pero es así —replica tragando en seco.
Cuando abro la puerta me encuentro de frente con alguien que no espero ver con la mano cerrada en un puño alto con la intensión de tocar. Karen está a mi lado con el pelo mojado igual que yo, además estoy sin camisa.
—Isaac —dice Isabella con tono sorprendido haciendo que el alma se me caiga a los pies.
—Brigadier Fox, bue... buenas tardes —tartamudea Karen.
—Buena tarde, cadete —responde tragando en seco.
—Permiso, los dejo —dice la pelinegra con la intensión de huir, cosa que hace caminando apresuradamente perdiéndose a través del largo pasillo.
—Yo también, perdón por interrumpirlos —exclama Isabella con la expresión seria, no hay emoción, no hay nada, marchándose por el mismo camino que Ren.
No voy tras ella, tal vez espera que lo haga, pero debe quedarle muy claro mi punto sobre nuestra relación. Camina agachando la cabeza ligeramente, pero una sensación rara en el estómago me hace dar pasos en su dirección y mencionar palabras casi involuntariamente.
—¿Venías a decirme algo? —le pregunto curioso saliendo a caminar tras ella.
—Quería saber cómo estabas, sé que el encierro no te gusta y Volkov me restringió el acceso al -8 para que no pudiera ir a verte o llevarte comida —habla sin verme encaminándose a las escaleras—. Pero estabas muy bien acompañado según veo.
Su respuesta me hace callarme y creo que ella no busca mi silencio, pero es lo único que estoy dispuesto a darle en este momento.
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