Capítulo 24- Un corazón delator
Capítulo 24
Un corazón delator*
"Y aunque adviertan al soldado, si está enamorado en
Guerra morirá"
Morat
¡DEDICADO A RONALD (RO_SUNA)! POR TU CRÍTICA Y TUS COMENTARIOS QUE ME DAN CIEN AÑOS DE VIDA. ¡MIL GRACIAS POR ESTAR!
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ISAAC
Para cuando llegan las ocho de la mañana del día siguiente, estamos uniformados con el traje de operativos en la base, totalmente armados hasta los dientes. Los agentes están frente a nosotros en bloques de filas separadas por cada uno de los escuadrones involucrados con Isabella, Volkov, Pedraza, Lucio, junto conmigo frente a ellos cuando hago una llamada de confirmación a Valkyria en donde dice estar en la bodega y querer pasar a verme un momento.
-Alfa-Escorpio, Delta-Lion, Foxtrot-Bull ¿Preparados para la operación? -digo alto y ellos me responden al unísono. Dos escuadrones del C.M.O.E y uno del C.E.P.I lo conforman en la parte de ataque y como respaldo de bioseguridad va el Comando Médico pues es posible encontrar componentes delicados de la Quimera 18, aunque todos estamos vestidos de la misma manera sin distinción. Yo vuelvo a ser halcón 1 y Fox halcón 2, dejándolo claro a los agentes a pesar de la nueva negativa del General ante compartir el poder con ella. Revisamos por última vez armamento y municiones, probando el sistema de comunicaciones que esta vez es un audífono visible pues no sirve de nada ocultarlo cuando se está haciendo un operativo así, donde el uniforme nos delata a simple vista. Cuando están en orden todos los elementos empezamos el abordaje a los vehículos de platón con metralletas adosadas al techo con un agente permanente poniendo un dedo en el gatillo listo para descargar un aluvión de balas en quien se atreva a fastidiar, pues está vez iremos a la vista. Tres camiones de carga vacíos nos siguen también.
-Ten cuidado -le digo a Isabella cuando todos van subiendo.
-Tú también, tu hermana y tu madre te esperan -responde subiéndose en su camioneta correspondiente. Salimos de la base en varias camionetas bajo el sol abrasador a través de las largas carreteras de la salida de Kandahar pues estamos a varios kilómetros de una de las salida de la ciudad, por consiguiente el camino metidos en el traje negro se hace aun más largo, pero pronto llegamos al mercadillo bajando con la rapidez del relámpago en tormenta tropical rodeando las bodegas con la evidente sorpresa de la gente haciéndose presente y los transeúntes huyendo despavoridos como gallinas sin cabeza, algunos se caen en medio de la histeria por escapar de lo que realmente se puede poner feo, en especial después del primer movimiento: volar en pedazos la puerta de entrada con explosivo plástico, pedazos vuelan en todas direcciones en medio de una nube de humo grisáceo elevándose para evaporarse rápido, pues toda la fachada de la bodega se abre como una tapa, pero desde dentro, así que debemos entrar primero por la parte pequeña, dándonos acceso total y es cuando entramos como hormigas sobre una presa muerta, encontrándonos de frente con múltiples cajas de madera gruesa, diferente a las que encontramos en el otro lugar allanado, parecen mejor empaquetadas, además de etiquetadas con destino final Rusia, acomodadas al costado izquierdo hasta casi rozar el techo con frutas y hortalizas organizadas en un anaquel de metal tan largo como alto, pero al costado derecho cajas de cartón con el símbolo de La Triada, la estrella de seis puntas con un ojo dentro, avisando al C.M.I.Q para que entre y maneje pertinentemente las cajas, pero la mitad del espacio despejado en su totalidad está vacío, solo está el montacargas típico de lugares así para alcanzar más altura, pero no hay nadie más pareciéndome extraño. Las hileras de bombillas están encendidas, huele a cigarrillo como un aroma impregnado aun y además cuando llegamos al final del pasillo, hay una cafetera encendida aun procesando el café sobre un escritorio de madera oscura junto con un PC encendido en una página de Excel.
-Aquí hay alguien -digo en voz alta y Gerard apoya mi pensamiento-. ¡A revisar cada rincón de este lugar! Pasen a las demás bodegas, revisen tras las cajas, baldosa por baldosa, pero que no quede nada sin comprobar.
Es entonces cuando camino hasta el otro lado viendo la puerta que conecta con la bodega colindante abierta de par en par y junto con un equipo organizado sobre la marcha nos movemos por el final de las bodegas revisando hasta el último rincón, el lugar carece de ventanas al exterior concentrando la temperatura y está pintado en sus paredes de color beige junto con techos imitando un domo hecho con metal, extendido de punta a punta formando un rectángulo igual a la bodegas paralelas, el suelo está hecho con baldosas oscuras de forma cuadrada, pero considerablemente grandes comparadas con una normal, parecen de 50x50 cm cosa que me parece extraña desde el primer momento. Seguimos revisando cada columna, pared, pisos y todo está despejado, extremadamente organizado en ambos compartimentos, pero cuando voy a dar la orden de empezar meter las cajas en los camiones, el grito de Michael sobre encontrar algo me hace callarme.
-¿Qué sucede, Teniente? -pregunta un Mayor del C.E.P.I, creo.
-Ésta baldosa está suelta, chirrea cuando la piso -dice hablando sobre una encajada en el extremo más alejado de la entrada entre dos paredes, así que la levantamos encontrando una parte del acceso a una trampilla hábilmente oculta, que abrimos entre dos revelando una escalerilla que desciende pocos metros hasta un espacio blanco iluminado, al parecer vacío, aun así dejo caer dos granadas aturdidoras momentos antes de bajar y ordenar que quince agentes hagan lo mismo tras de mí. Cuando hemos tocado tierra encuentro a por lo menos veinte personas de los que la mayoría lleva overoles de trabajo, pero entre ellos está Valkyria, aturdida por la granada, pero nosotros teníamos tapones como parte del uniforme, los pusimos antes de saltar para evitar el sonido y el impacto.
Cuando ellos notan que el Consorcio ha llegado, nosotros ya les apuntamos con nuestras armas ordenándoles que se queden quietos. Obedecen con resignación, pero uno de ellos trata de disparar con su pistola y le doy un tiro en el rostro que entra por uno de sus ojos y sale por detrás de su cabeza, haciendo que caiga muerto.
-¡Cualquiera que intente algo terminará igual! -exclamo con firmeza-. Ahora, de rodillas y manos detrás de la cabeza.
Valkyria me mira con los ojos entrecerrados, causando que cuando pase por su lado en abalance sobre mi bajando la mascarilla especial negra que me cubre nariz y boca, quedando rígida cuando nota quien soy.
-¡Eres un traidor! -me grita resistiéndose al arresto siendo arrastrada por agentes del C.E.P.I-. ¡Creí en ti! ¡confié en lo que dijiste! Ven aquí y dame la cara, cobarde -sigue vociferando incrédula con las esposas puestas a la espalda, sacándome de mis putas casillas entre los gritos y los insultos, llevándome a interrumpir el camino para plantarle cara.
-Escucha bien, niña malcriada, cuando te vuelves traficante es a lo que te arriesgas -le digo terminando de retirar mi pasamontañas viéndola de frente-. La policía, el ejército, todo el puto mundo estará tras tu culo el resto de tu vida por ser una criminal voluntariamente. Ahora, colaboras y tendrás beneficios o sigues en tu papel de niña mala ganándote una encarcelada monumental.
-¡Cabrón mentiroso! Tienen que soltarme como la vez anterior.
-No, niña, la vez anterior se levantó un reporte con el cual se emitió la orden de captura, pero no lo hicimos, ni el gobierno, por saber dónde estaba la mercancía, pero ya nada te salvará -contesto agresivo-. Te pudrirás junto a tu hermano en el Cocito... ahora llévensela.
-El que ríe de último, ríe mejor -dice enfurecida.
-Sí, ajá, ¿Dónde tienes a las niñas? -pregunto antes de que empiecen a subirla por las escalerillas, pero no responde; sin embargo, en un movimiento que parece inconsciente pone los ojos en una puerta al final del espacio, así que voy allí notando que está cerrada con seguro, obligándome a gritar para saber si en realidad están ahí.
-¡Ayuda, por favor! -responde una voz.
-¿Pueden alejarse de la puerta? ¿tienen espacio?
-Sí... ya estamos al otro lado -dice y sin pensarlo acribillo la puerta en especial la cerradura, con una lluvia de balas de mi M16 hasta que quedan prácticamente jirones y con una patada se abre pues aun tiene partes pegadas a la bisagra.
No termino de entrar cuando tengo al menos cinco niñas adolescentes seguramente me abrazan con lágrimas en los ojos, no lo admitiría en voz alta, pero devolverles la libertad a los secuestrados es lo que más amo de mi trabajo, cortar las ataduras de alguien que por el egoísmo ha condenado a un prójimo al sentimiento de sentirse atrapado sin remedio con altas probabilidades de morir. He perdido la cuenta de cuantas personas he liberado en mi tiempo en Colombia donde las fuerzas armadas al margen de la Ley conocidas como FARC y el ELN aterrorizan secuestrando y matando a diestra y siniestra, así que les di pelea y el C.M.O.E. ayudó en el rescate colaborando con el Ejército de Colombia. Por un momento me dejo llevar de su euforia y alcanzo a abrazar a varias diciéndoles que ya están a salvo, pero me paralizo al notar las condiciones en que las tenían, delgadas colchonetas en el suelo, caldo de algo muy claro casi transparente y un aroma a fluidos corporales concentrado, seguramente les obligaban a hacer sus necesidades allí mismo.
-Gra... gracias señor, muchas gracias -dice una pequeña, no tendrá más de dieciséis años, acunando la cabeza de otra niña muy parecida, que puede ser su hermana menor-. Pero debe tener cuidado, ellos son muy peligrosos, pueden estar por ahí.
-Ya están a salvo, no se preocupen. No permitiré que les pase algo más -prometo alentándolas a salir, así que las ayudo y cuando estamos fuera, Valkyria es interrogada a punta de corrientazos con un teaser preguntándole por el contenido de las cajas de la estrella.
Lo cierto es que la milicia te puede arrancar la humanidad y aunque aún tengo sentimientos por otros, para este tipo de circunstancias mi corazón es forjado en hierro. Montamos a las niñas en los vehículos camioneta bajo el cuidado de cinco agentes, solicitando evacuación de civiles a la central, los demás abrimos la fachada de par en par y empezamos a sacar el contenido de las cajas de madera desde adelante, con agentes trepados en las escaleras que están acomodadas a lo largo del bloque de cajas, echando las verduras y frutas en un contenedor que está ahí, quedándonos solo con las armas de todo tipo, largas cortas y granadas, aunque también aparecen lanza misiles, todos ocultos en el fondo, al otro lado el comando médico revisa en busca de radiación con un medidor Geiger para saber si pueden manipularla para llevarla, o necesitarán trajes especializados para la operación que traen en los camiones. La cantidad de armas es alarmante realmente y tratamos de sacarlas lo más rápido posible echándolas unas sobre otras para poder meterlas todas ya que en las cajas ocuparían mucho espacio.
Pierdo la cuenta a medida que vamos pasando vaciando todo, a la par que el C.M.I.Q ya también sube las otras cajas, pero como lo veo, vamos a necesitar más camiones, así que lo informo al General, pero al terminar un aviso llega.
-¡Brigadier Falcon! ¡Agentes informantes dicen que hombres armados se dirigen a ustedes, trabajadores de los Sayyid!. Alguien debió dar el pitazo de alguna manera.
-Uno de ustedes dos debe traer la mercancía con algunos agentes y el otro se queda a detener a los armados hasta que lleguen los camiones de vuelta a la base, decidan -dice Volkov en la sala de control, me lo imagino muy tranquilo con el aire acondicionado y cafecito en la mano vociferando -. Y háganlo ya. No me interesa quién, enviaré ahora mismo más agentes y más camiones.
Todo en mi cabeza estalla, por un momento quedo conmocionado sabiendo cual es la decisión que tomaré, porque no hay opción en mi cabeza, nada me hará dimitir, aunque eso ponga en peligro mi propia vida. Isabella llega corriendo a mi lado retirando su mascarilla negra para hablar bien.
-¡Delta-Lion conmigo! -grito en dirección a los agentes más cercanos quienes asienten con la cabeza en modo de aceptación-. ¡Todos!
-¡Váyase de aquí, Brigadier Fox, el niño la necesita! -exclamo tomándola a ella de los hombros. El desconcierto se expande en sus ojos y se ve dispuesta a cualquier cosa, cuando empieza a negar con la cabeza frenéticamente. Todo es un revuelo, los agentes suben a los camiones apresurados dejando a medias la recogida de armas porque debemos llevarnos la mayor parte, sobre todo los componentes de la Quimera 18, no podemos permitirnos no saber de qué está hecha y su fabricación masiva, tomándolo todo pues la cantidad de cajas de esas eran menos, por lo que ya están todas recogidas, pero nuestra misión se está jodiendo cada vez más.
-Huir nunca me ha caracterizado -responde Isabella firme poniendo las manos en mi pecho por encima del chaleco. Es tan terca que me dará problemas y estoy seguro de ello más que de cualquier otra cosa en esta vida.
-Hoy no es tu día, cerecita, pero no tientes al destino.
-Cuanto te toca aunque te quites y cuando no te toca aunque te pongas -replica firme en la convicción de no marcharse.
-No te pongas entonces, Isabella, ayúdate que yo te ayudaré ¿O no? -le digo arrastrándola hacia uno de los trasportes. El peligro es inminente y cada segundo que pasa aquí es una posibilidad de que la maten, pero no lo voy a permitir-. Piensa que, si el bebé te pierde, nadie lo cuidará. ¡Es una orden, sube al maldito camión ahora!
-¡No voy a dejarte! -espeta y cuando se da la vuelta hago una maniobra en su cuello desde atrás para dejarla inconsciente cortando el oxígeno momentáneamente, con la intención de dejarla inconsciente, cosa que me duele más a mí que a ella, siento el dolor esparcirse en mi pecho y la tomo en brazos antes de que caiga y se golpeé.
Tengo que sacarla de aquí a como dé lugar.
-¡Colson! -grito llamando la atención del Mayor-. Asegúrese de que la Brigadier Fox esté a salvo.
-¡Ay Dios mío! ¿Qué le hizo? -responde cargándola en brazos totalmente confundido.
-Lo necesario para que no se ponga en riesgo -espeto. La lleva cargada hasta la cabina de uno de los camiones y la deja ahí para subirse él en la parte de carga. Arrancan entonces llenos de agentes marchándose finalmente, dejándome con el pequeño grupo donde todos sabemos que es una sentencia de muerte.
-¡Escóndanse y no dejen que los vean, podemos con ellos si manejamos el factor sorpresa! -grito impartiendo más órdenes-. ¿En cuánto llegarán, control?
-Dos minutos, treinta segundos aproximadamente, Brigadier -dicen y el corazón se me acelera como un tambor asemejando a un caballo desbocado.
-¡Vamos! ¡no permitiremos que alcancen el convoy! -grito, la idea es hacer tiempo hasta que lleguen a la base y así evitar que los sigan atacando-. Pase lo que pase, fue un honor servir con ustedes.
-Igualmente, Brigadier -responden tomando posiciones de batalla, suben sus rifles de asalto y se esconden tras lo que hay en la zona como contenedores de metal, puestecillos que quedaron vacíos ante la huida de sus propietarios y otras estructuras.
Pronto el grupo llega y son más de lo que pensaba, están armados hasta los dientes y tienen intención clara de pasar, después de todo, hay millones en mercancía dentro de los camiones que se han marchado. Cinco personas se bajan revisando la bodega abierta con el 85% de su contenido ausente, no es extremadamente larga, pero si le cabía una buena cantidad de cajas, uno de ellos grita frustrado al notar que los componentes no están, porque lo hace al acercarse al costado derecho, pero cuando trata de subirse para continuar camino doy la orden de fuego a discreción. La adrenalina hace que todo se vea más vívido, no he estado nunca en una guerra en países como este, pero se supone que estoy entrenado para afrontar cualquier situación con cabeza fría y sentimientos nulos, aunque del dicho al hecho hay mucho trecho. Disparo matando a varios de sus hombres, disparando a sus neumáticos para evitar que vayan tras los demás, pero las municiones merman cada vez más rápido, los cargadores del M16 se acaban y me lo quito del cuerpo donde estaba colgado tirándolo a un lado para seguir con las Sig Sauger 9mm, disparando sin cesar igual que los otros agentes, pero a ellos también se les acaban las balas.
-Brigadier -dice uno corriendo a mi posición-. Me quedan dos cartuchos a parte de este ¿Nos retiramos?
-Debemos aguantar lo más que podamos, Capitán, hasta que ya no haya más que hacer ¿Entendido? -le digo haciéndolo asentir con la cabeza, es uno de mis mejores hombres-. ¿Está conmigo?
-Sí, señor, hasta el final... -se asoma ligeramente del escondite, pero no termina de hablar cuando algo se le incrusta en el pecho, haciéndolo tambalearse hacia atrás con los ojos desorbitados y aterrados, obligándome a ver hacia los atacantes, pero es tarde cuando veo que ellos tienen un lanzagranadas.
-¡Al suelo, mierda! -grito alejándome, pero no alcanzo a avanzar mucho cuando explota sin contemplaciones mandándome al suelo dejándome un pitido en el oído y la cabeza dando vueltas por el golpe contundente que también recibe. Veo borroso y doble, estoy sudando a chorros y mi corazón bombea sangre como un tambor que me sumerge en un sonido sordo en mis oídos, pronto siento que me toman de ambos brazos halándome hacia atrás arrastrándome y una sombra que no puedo enfocar se cierne sobre mí diciendo algo que no capto por el sonido en mi oído, aunque también veo todo doble aun, justo cuando me ponen sobre mis rodillas.
Poco a poco voy recuperando mis sentidos, ellos revisan minuciosamente los bolsillos de mi traje sacando mis armas arrojándolas a un lado hasta que me dejan vacío igual que a mis hombres, a quienes también van poniendo sobre sus rodillas uno a uno. Cuando escucho mejor, entiendo lo que uno de ellos que lleva un turbante negro, me dice.
-¿A dónde llevaron mercancía? -dice en dari-. Dígame y se salvan.
-Jódete, puto imbécil -espeto agresivo, ganándome un golpe con la culata del rifle de un tipo a mi espalda. Llega entonces un auto del que se bajan dos de los objetivos más buscados del país ordenando la ejecución inmediata. Ellos son enemigos número uno del Consorcio en esta parte del país y todo agente que es descubierto o cae en sus manos, termina asesinado.
«Bueno, llegó la hora. Pelusa, mamá, siento no poder volver a casa, la guerra me ha ganado la batalla»
Pienso cerrando los ojos, cuando el hombre con el cuchillo se acerca, todo se vuelve en cámara lenta y pienso en mi vida cada segundo, mamá aparece, Pelusa, pero alguien que no imaginé que apareciera en mis últimos pensamientos se materializa, los momentos con Isabella invaden mi mente en la misma medida que los demás, desbordándose en un torrente incontrolable que me hace tragar en seco y arder los ojos, con una ligera capa de lágrimas por saber que no podré cumplir la promesa a las mujeres más importantes de mi vida sobre regresar a casa. Toman mi pelo halando mi cuello hacia atrás, siento más mis latidos, el piso terroso, el sonido de un cristal haciéndose añicos, el rayo del sol contra mi piel como los últimos momentos y cuando siento el filo del cuchillo en mi piel un disparo atraviesa el aire, un segundo después el hombre cae a mi espalda. Sus hombres se sorprenden mirando a todos lados cuando otro de ellos, el segundo más cerca de mí, cae con un tiro en la frente.
-¡Francotirador! -grita uno de ellos antes de también caer.
«Francotiradora, mejor dicho» miro hacia el apartamento donde estuvimos al otro lado de la vía doble y ahí se ve la punta de su rifle McMillan Tac, rompió el vidrio para tener mejor vista y precisión matando a la mayoría con rapidez, experticia y certería propia de su don de francotiradora. Niego con la cabeza aun asimilando que se bajó del camión y vino de vuelta a escondidas, mientras repto por el suelo hasta recuperar mi arma empezando a disparar desde ahí, viendo cómo son eliminados de forma eficaz cayendo como títeres con los hilos cortados. Lo que queda de mi grupo también se defiende y sabiendo que ya el convoy llegó seguramente, emprendemos la huida en medio de un tiroteo que deja bajas de su lado porque Isabella sigue disparando, claro, ellos encuentras su posición tratando de encajarle tiros desde abajo, pero se retiran con el gran jefe gritando que es suficiente antes de caer con una bala de Isabella. Se retiran despavoridos, mientras yo me escabullo corriendo hacia el edificio avisando a mi escuadrón, por ello cinco me siguen para ir por ella incluyendo a Michael y Gerard, quienes me esperan afuera, pero cuando voy subiendo por las escaleras suenan disparos en mi dirección, por el túnel que hacen hacia arriba formando un cuadrado hasta el techo.
-¡Soy yo, Isabella! -digo haciendo que se asome sobre una de las barandillas, bajando con la rapidez de un suspiro quedando agitada cuando llega frente a mí. Me mira recorriéndome, como si buscara aceptar que estoy realmente aquí hasta que ella no puede resistirlo más y cierra los pocos metros que nos separan besándome, la tomo por la cintura perdiéndome en esa boca contestona que me va a llevar a mi propia perdición un día.
-Eres un idiota inconsciente ¡Casi te matan, animal del monte! -dice cuando se separa, apoyando sus manos en mi pecho empujándome ligeramente. Pasó de cariñosa a regañona preocupada
-Y tu una espina en el culo desobediente ¡Te ordené que le largaras, potra salvaje! -le respondo enseguida-. ¿Cómo lo hiciste? Estabas desmayada.
-Se necesita más que eso para derribarme, cachorrito -contesta sacándome una sonrisa-. Sólo fingí que lo habías logrado... y por ser desobediente te he salvado la vida, Falcon.
-Nunca me he alegrado tanto por tu desobediencia prodigiosa que ahora.
-Tú no me dejas sola, y yo tampoco a ti -me abraza colgándose de mi cuello y yo le correspondo, pero ahora tenemos un problema titánico con cierto General histérico gritón.
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UNA HORA DESPUÉS
Estoy en la sala de juntas donde Volkov usualmente nos convoca ya cambiado al uniforme de entrenamiento, con su clásico camuflado y la camiseta de marga corta, mi pelo aun húmedo de la ducha que buscaba dilatar este encuentro lo más posible aun gotea ligeramente y el aire acondicionado mantiene la temperatura fría dándome un ligero temblor, odio el maldito frío, pero el General simplemente lo pone al máximo como su corazón, gélido.
-La Brigadier Fox desobedeció una orden directa -dice Volkov en tono resignado respirando como toro enfurecido-. Como siempre haciendo lo que le nace de los cojones, pero ya no más, le abriré investigación disciplinaria, me importa una mierda que puedan darle la baja. Si el General Absoluto vuelve a meter las manos al fuego y salvarla como hace siempre, lo haré público.
«Sí, Sigmund Lezgado es el protector incansable de Isabella, y donde manda ABS no mandan inmundas mendigas tres estrellas»
-Y salvó a quince agentes, incluyéndome también -digo en respuesta defendiéndola. Estamos a puerta cerrada, porque soy quien debe responder por las muertes y las acciones de Isabella-. Usted nos abandonó a nuestra suerte y ella nos salvó de morir.
-Seguía los protocolos, nada más. Así es la guerra, Falcon, no se queje tanto -dice sentándose en la silla giratoria con su aura maligna-agresiva llenando el lugar que se hace más pequeño a mi parecer.
-Sí, conozco los protocolos, pero eso no quita la salvación que fue ella, ya me había resignado a morir y a usted no le importó.
-Mejor agradézcale a Isabella Fox haber salvado su trasero a pesar del problema en que se metió, además estoy seguro de que usted mismo le hubiera dado la oportunidad de escapar a ella.
-¿Por qué lo dice?
-Ambos sabemos porqué, Falcon, no se haga el imbécil -murmura con sus ojos insinuantes, haciéndome pensar que no hemos sido tan discretos como creíamos-. Debería joderlos a ambos por involucrarse en medio de una misión tan peligrosa, a riesgo de perder la objetividad.
-No sé de qué está hablando -replico.
-Hay cámaras de vigilancia ocultas en el apartamento, joder, ¿Creen que los dejaríamos sin saber qué pasa en una posible emergencia? -murmura «Mierda, mierda y mierda»-. Pero no se preocupe, no me interesan los chismes o en donde mete usted su pito.
-¿Quién más lo sabe? No me diga que Pedraza...
-No, sólo yo tengo acceso de seguridad y no veo enfrente de todos, pero ya le dije, no me interesa, limítese a hacer bien su trabajo y no me meteré en lo que no me incumbe -responde encogiéndose de hombros-. Pero este acto de rebeldía pura por parte de ella tiene su nombre, Falcon, ella se regresó para salvarle a usted y eso interfiere con nuestras órdenes.
«¿Sólo por mí?»
-Espere... ¿Usted se sentó a vernos tener sexo? ¿estoy entendiendo bien?
-Claro que no, revisaba los videos por seguridad y los vi, pero ya le dije, me importa un rábano.
-¿Ni siquiera por su sobrina? -pregunto revelando información-. Porque Isabella es su sobrina por parte de su padre, que nunca aprobó la relación de su hijo con una colombiana ¿O no? Por eso la trata así. Vladimir Volkov Fox... usaba su segundo apellido y se cambió legalmente luego de cierta amenaza.
-¡Cállese, eso no le importa! -su voz es cortante y un ligero temor ante ser descubierto se nota a leguas, ha perdido de repente el color de la cara a la par de su pedantería y seguridad-. ¡¿Cómo lo supo?!
«Histeria mode ON, by Erick Soraya Montenegro Volkov»
-Buscando... resulta que hay mucha gente dispuesta a abrir la boca por un fajo de dólares.
-Y hackeando ¿cierto? Si le dice a alguien, incluida Isabella, rodaré de mano en mano el vídeo de ustedes teniendo sexo en varias ocasiones durante la misión -dice desde su posición de poder absoluto-. ¿Entendió?
-Ella tarde o temprano se dará cuenta, puede llegar a la información que yo mismo llegué. Sólo debe escarbar adecuadamente -y le pienso decir yo mismo, sé que no me echará al agua, pienso sin decirlo.
-¿Y qué más sabe? ¿encontró algo sobre ella? Dígame porqué razón se puso a investigar ese tema en específico.
-¿Hay algo más que encontrar sobre su familia? -digo de vuelta porque se ha puesto tan nervioso que casi parece otro, mira a todos lados, le entra un tic en la pierna con movimientos constantes ansiosos y comienza a apretarse la cutícula del pulgar con el índice-. Y la razón no es importante.
-Mientras no sea sobre la investigación que hace Fox como le prohibí, haga lo que quiera menos abrir la bocota -su tono flaquea ligeramente-. Aunque sabiendo que se está acostando con "mi sobrina", debe estar involucrado, pero dígale un mensaje de mi parte: deje de meter las putas narices en lo que no le importa, fin.
-Usted oculta algo muy turbio, General Volkov, no sé qué es, pero existe algo en su consciencia, igual que en la de Pedraza, Larsson padre, Theodore y otros más -su estado nervioso aumenta hasta obligarle a ponerse en pie para caminar como león enjaulado, mirándome como si fuera una bomba atómica a punto de explotar-. Pero no se preocupe, General Volkov, he visto suficiente y no quiero seguir sabiendo nada, dejaré de buscar.
Estoy mintiendo claramente, Isabella será el ancla que los hunda hasta el fondo y yo no permitiré que vuelvan a emerger.
-Mejor váyase y prepare sus cosas, lo más seguro es que los devuelvan a Nevada y recuerde nuestro trato.
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*Relato de Edgar Allan Poe (1843)
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