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Capítulo 23- La tercera rueda


Capítulo 23

La tercera rueda

"Ay mi piel, ¿Qué no haría yo por ti? Por tenerte un segundo,

Alejados de mundo y cerquita de mí"

Shakira

Multimedia: Photograph — Ed Sheeran (Boyce Avenue cover)

¡DEDICADO A CarlaAndreaGutierr53! ¡MIL GRACIAS POR TUS VOTOS Y APOYO ESPERO TE GUSTE!

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ISAAC

—En el fondo no quiero estar en los negocios de mi familia, pero me han obligado, así que me convertí en una carcasa fría para no ser pisoteada —susurra Valkyria dejándome ver una vulnerabilidad en sus ojos que jamás pensé ver en una Sayyid. Esta misma mañana me llamó sorprendiéndome aunque la furia en los ojos de Isabella brilló hasta explotar, diciendo "Esa culicagada tiene las garras muy largas", indignándose aun más cuando llamé al General para que autorizara la intervención más allá del restaurante y este dijo "Vaya a cogérsela si es necesario, pero sáquele información". Así que aquí estoy, sentando con Valkyria en un hermoso restaurante con estilo rústico, directamente bajo un cielo estrellado de una noche mágica con el viento ligeramente frío, despeinando un poco su cabellera de ébano, mientras se pone mechones tras las orejas con una sonrisa segura de sí misma.

—¿Y si te sales? No sé qué hace tu familia, pero puedes tomar tu decisión —murmuro en tono condescendiente con las manos sobre la mesa esperando la cuenta, pero de pronto ella toma mi mano apretándola como si buscara en mí un consuelo que claramente no puedo darle en mi posición.

—No puedo, mi apellido carga con muchas cosas y enemigos letales que acabarían conmigo si algún día se enteran de que he dimitido —murmura con nostalgia hábilmente oculta en sus ojos oscuros, pero encantadores.

—Ya... bueno, creo que debes tomar una decisión, la mejor para tu vida —digo con media sonrisa tratando de convencerla de mi inocencia con respecto a su familia y mi conocimiento.

—Pagaremos a partes iguales ¿No? —pregunta sacando su billetera, evitando el tema—. ¿Cuánto es?

—¿Partes iguales? Claro que no, pago yo —se sonríe coqueta arqueando una ceja con media sonrisa—. Guarda eso.

—¿Eres de los anticuados?

—Soy de los que le gusta pagar la cuenta cuando sale con la chica que le gusta —contesto respondiendo a su coquetería que parece inherente a ella. Y así es, pago y pronto salimos con ella colgada de mi brazo, pero al despedirnos ella se sonríe inclinándose más hasta que me besa lentamente y no voy a mentir, me dejo llevar de la suavidad de sus labios y el sabor a fresa. Lleva mis manos a su cinturita intensificando el beso

«Muy bonito, ahora cómetela entera» —dice Isabella furibunda a través del sistema de comunicación oculto en el trago de mi oído, está en casa monitoreando la misión con mi cámara corporal oculta y el micrófono, pero no me detengo porque Valkyria tiene lo suyo.

—Me tengo que ir —susurra cuando se separa a centímetros de mi boca—. Mañana será un día pesado, el trabajo me matará algún día.

—Descansa entonces, el estrés es nuestro peor enemigo junto con los pensamientos de auto sabotaje

Toma un taxi y como está de camino me subo con ella directo a casa a través del ajetreo de la ciudad aun despierta con su comercio y turistas que vienen y van a pesar de la situación presente y pasada del país involucrando la guerra y los operativos militares constantes del ARMY estadounidense, quienes a veces se exceden aun más que nosotros en el Consorcio, legalmente hablando, porque estoy seguro de que los agentes extraviados no son precisamente alma de Dios y eso me enfurece aun más, casi todos los Praetor somo leales, correctos y defendemos el honor, la patria, pero como siempre hay manzanas podridas, dando como resultado la famosa frase de "Pagan justos por pecadores", porque si las masacres se llegan a atribuir al Consorcio, no habrá manera de explicar que no somos así, que la institución no es corrupta en su totalidad sino que son contados los desgraciados ensuciando nuestro nombre. Es cierto que a veces tenemos que matar o torturar hasta orillarlos a desear la muerte inmediata, pero jamás tocamos inocentes, menos niños.

Cuando llegamos a la primera parada el auto se detiene y Valkyria y yo nos despedimos con un beso realmente apasionado que obviamente incomoda al conductor, quien empieza a espetar en dari sobre la "indecente" acción en público, haciéndome reír. Pronto estoy arriba abriendo la puerta de casa, pero lo primero que pasa al abrir la puerta es encontrarme con Isabella y su cara, no está molesta, sino lo siguiente, parece fusil AK-47 cargado dispuesta a acribillarme hasta la muerte lenta y dolorosa, más aun con su silencio.

Habla entre dientes al quitarme el aparato de comunicación del oído para descargar lo datos grabados, Isaff está sentado en el suelo sobre el tapete especial que le conseguí con colores y figuritas con un chupo en la boca, pero cuando han pasado dos horas y son casi las diez de la noche, llego al límite de mi paciencia.

—Cerecita, ven aquí, deja de hacerme mala cara —le susurro al oído tomándola por la cintura desde atrás, acariciándola con suavidad.

—¡No me pongas las manos encima! —espeta quitando mis palmas—. No vas a venir a besarme luego de hacerlo con Valkyria... ve, ve corriendo para que ella se acueste contigo.

—¿De qué hablas, puta madre?

—¡Que no vas a venir a mi casa a quitarte la calentura que te dejó conmigo, porque no soy tu plato de segunda mesa!

—¿Qué carajos te pasa? —replico molesto—. ¿Cuándo dijimos que éramos algo como para guardarte fidelidad? Muy mal por ti si te creíste el cuento ridículo del esposo y el padre, porque tú y yo no estamos casados ni lo estaremos nunca y mucho menos soy el papá de ese muchachito.

El bebé gatea hasta llegar a mis piernas y cuando me agacho para alzarlo, ella como una tromba marina me lo arrebata de las manos con ira, dejándome confundido.

—No toques a mi hijo nunca más o vas a saber en carne propia porqué me dicen Vípera —espeta con una calma tensa más peligrosa que una explosión de agresividad. Ella es delicada, pero no como una flor o un cristal, no, delicada como bomba atómica que simplemente tiene una cuenta regresiva para soltar el petardazo con rapidez y letalidad.

—¿Qué jodida cosa te pasa? —respondo extrañado completamente, de pronto parece otra mujer diferente a quien lleva conviviendo conmigo, está de la misma forma en que actúa con Pedraza o peor, con él salta la agresividad, pero en este momento ella parece estar tranquila relativamente, a pesar de su mirada disparando balas calibre 50, es más peligroso aún.

—Que no eres mi esposo ni el padre del bebé, así que no tienes nada que hacer hablándome ni cargándolo —me da la espalda para ir a dormir al niño, así que la espero tratando de controlar la ira bullendo dentro de mí, cuando regresa estoy a punto de estallar con vaso de whiskey doble.

—¿Qué carajos te pasa? ¿por qué me arrebataste así a Isaff? —pregunto bebiendo como poseso. Estoy tan molesto, pero lo peor es que desconozco la razón exacta.

—¿Todavía preguntas? Hablaste de él de forma despectiva y si hablas no sé qué puedas hacerle.

—No le haría daño ¿qué mierda pasa por tu cabeza?

—Lastimas a cualquiera que se pueda acercar, Isaac, y no voy a permitir que Isaff pase por lo que yo contigo, la ira, la decepción, el rechazo o la incertidumbre. Así que aléjate de nosotros, ni siquiera necesito que me ayudes con lo de mis padres, yo puedo sola —dice haciéndome sentir de una forma extraña, justo como me sentí en la adolescencia cuando me di cuenta de su relación con Fabián, odio sentirme así, odio todo con respecto a los sentimientos por ella.

—No te voy a dejar sola con esto, ya me involucré hasta el fondo y...

—No importa, no te quiero cerca. Si termino muerta, problema mío —trata de pasar por mi lado, pero cuando lo hace la tomo fuerte del brazo deteniéndola lleno de impotencia por sus palabras.

—No te vas a morir, yo no lo permitiré mientras yo viva —le digo sin verla.

—Tú no mandas sobre mi destino y si está escrito que debo morir pronto, así será —se zafa dejándome con una sensación de devastación apoteósica en mi pecho con solo la idea de perderla... sí, no sé quererla, pero tampoco quiero perderla.

La veo pasar a la habitación y sacar el pantalón junto con la camisa que uso de pijama diciendo que no dormirá conmigo, echándome al sillón, pero cuando voy a reclamarle le ha puesto tranca a la puerta marcando el fin de nuestra pelea... por hoy.

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Amanezco con una puta migraña de las pelotas causa de no dormir en toda la noche por las palabras de Isabella, lo de Isaff y que se muera es un golpe definitivo en el alma. Me pongo en pie a las cinco de la mañana y camino a la habitación, viéndola entrecerrada pues seguramente se despertó a la mitad de la noche a ver a Isaff, abriendo ligeramente la puerta para verla, la trenza que se hace para dormir le cae por un lado y duerme plácidamente con una mano bajo la cabeza haciéndome suspirar y preguntarme ¿Qué siento por ella? ¿por qué mierda me afecta tanto que me haga a un lado? Entro y me siento en el borde de la cama de su lado y acaricio delicadamente su mejilla con el dorso de mis dedos esperando que no se despierte porque necesito tenerla así un momento, sin peleas, gritos o desconfianzas, pero parecemos no estar hechos para algo distinto a eso, ella despierta en mí un impulso de protección, una pasión incontrolable y la necesidad de tenerla siempre a mi lado y era la razón principal por la cual acepté alejarme, ella es como kryptonita, la única mujer que puede hacerme daño. De pronto, cuando sigo rozando su piel, manda la mano contundentemente a mi muñeca enterrándome las uñas y no precisamente como lo hace cuando la consume el placer.

—No me toques —espeta sin abrir los ojos, clavándome aun más las uñas—. Procura sacarle a Valkyria la confirmación para poder largarnos de aquí y no volver a vernos por otros siete años.

«No aguantaría siete años más anhelándola»

—No entiendo, tú te besaste con Abdul Sayyid por la misión, te empelotaste frente a él, te manoseó y yo le doy unos cuantos besos a ella y te pones así —mis palabras logran hacerla abrir los ojos.

—Y no había follado contigo ni te hice creer que podía pasar algo más cuando lo besé —se incorpora somnolienta viendo el reloj—. Eres un idiota animal del monte, ¿Por qué me despiertas a esta hora?

—No quería despertarte —afirmo con seriedad.

—¿Y qué mierda hacías acariciándome? —replica molesta—. Todavía puedo dormir dos horas, así que lárgate.

—Pues no me voy a ir, no he dormido una puta mierda en ese sillón de piedra —digo acostándome al otro lado, cuando pone un almohadón en medio de nosotros como pareja a punto de firmar el divorcio, dividiendo los bienes a la mitad y la custodia de los niños. Me da la espalda durmiéndose de nuevo y trato de hacer lo mismo, aunque los pensamientos de mi cabeza no paren, pero pronto puedo quedarme dormido.

Para cuando vuelvo a despertar el olor a café llena mi nariz, son las siete y media, pero ese pequeño sueño me relajó un poco permitiéndome ponerme en pie más calmado, camino hacia el comedor donde Isabella le está terminando de dar de comer a Isaff su compota de manzana hecha por ella, apenas devolviendo mi saludo muy concentrada en lo que hace, tiene su cabello suelto cayendo como una cascada de fuego líquido, vestida con una blusa basic de tiras delgadas y un pantalón jean negro, así que me meto en mi rutina, tomo mi glucosa en sangre y me dirijo a desayunar abriendo la nevera, pero me encuentro con algo inesperado.

—Mierda —digo cuando reviso de arriba abajo, por tantas estupideces olvidé lo único que no puedo olvidar.

—Por idiota imbécil estúpido, no notaste que te quedaste sin insulina, tal vez Valkyria dominó tus pensamientos —dice Isabella dando las últimas cucharadas al bebé sin verme—. Por eso se la pedí a Volkov, debe llegar en poco tiempo, no te preocupes.

—Gracias, Isabella.

—Estaré molesta, pero no quiero que te me mueras aquí, debo llevar tu culo a salvo de vuelta a tu madre

«Somos lo mismo, estaremos enfadados hasta el culo, pero nos preocupamos uno por el otro»

El día pasa lentamente, aún más por el silencio casi total por parte de ella como la Ley del hielo que tanto ama hacerme desde muy temprana edad, dado eso solo me la quedo viendo de reojo mientras trabaja concentrada y yo igual al otro lado de la mesa, cuando Valkyria vuelve a llamar para vernos de nuevo, afectando de nuevo a Fox, quien no puede evitar mirarme con una ceja arqueada.

—¿Entonces no piensas volver a dirigirme la palabra? —digo incrédulo al colgar—. ¿Puedes tomar madurez?

—Te he hablado, que no haya dicho lo que tú quieres escuchar es diferente —murmura sin verme.

—Solo trabajo, nada más —le gruño.

—Pues no tenemos otro vínculo, Brigadier Falcon, ni sentimental, amistoso o cualquier cosa fuera de eso —sus palabas me regresan lo mismo hecho por mí en una ocasión, haciéndome sentir lo mismo que ella.

—Somos por lo menos amigos, de toda la vida —le reclamo.

—No se folla con los amigos —se pone en pie para buscar el café que había puesto a hacer, cuando la detengo de nuevo.

—Me beso con ella para convencerla, venga, deja de hacer rabietas —digo juguetón tomándola por la cintura—. Me dan ganas es de morder el puchero que haces cuando pretendes estar enojada. Además, no me desahogo contigo por el calentón de ella, al revés, las ganas irreales que te tengo me toca desbocarlas en otra.

—Tienes puro sexo en la cabeza, Isaac —espeta negando con la cabeza.

—Sexo contigo, cerecita... y siento lo que dije de Isaff. Supongo que temo que si fuera mi hijo real terminar como Theodore, después de todo su sangre corre por mis venas.

—Ey, mírame —toma mi rostro entre sus manos con delicadeza—. No eres Theodore, tu padre es una monstruo hijo de perra, y no te pareces a él en nada. Eres tosco, grosero y hasta un cabrón en letras mayúsculas a veces...

—Ya entendí —digo de malas—. ¿Cuál es el punto?

—Que podrás ser todo eso, pero jamás te parecerás a tu padre, ahí dentro tienes un corazón noble, Isaac, lo he visto en muchas ocasiones ¿Crees que tu padre pagaría el tratamiento de la hija de un agente que ni siquiera está en su escuadrón? ¿crees que mandaría a comprar pañales de piel sensible para el bebé que no es su hijo? Peor aún, se metería en un hoyo de mierda por ayudar a la mujer que ha sido su rival toda la vida.

—Eso no quita que me pueda convertir en él —susurro.

—Te juro que si te veo cerca de serlo, patearé tu culo hasta que las ideas en la cabeza se te acomoden ¿Entiendes? Pero sé que no pasará —me hace sonreír, ella logra lo que nadie, hacerme feliz con pequeñas cosas.

—Crees más en mí que yo mismo —murmuro sentándome con ella en mis piernas.

—Mi buen amigo Marc Anthony dice "y yo creo en ti como creo en Dios", así que te dedico esa canción —me da pequeños besos en la mejilla y el miedo por todo lo que me hace sentir, esa sensación de normalidad como una pareja me aterra. Por mucho tiempo he huido de esto, no lo quiero, pero evitarlo parece cada día más y más difícil.

—Casi es hora de ir a la cita —susurro mirando el reloj cambiando su semblante—. Venga, todo estará bien.

—Sí, claro, con la culicagada esa comiéndote la boca.

—Pensaré en ti ¿Está bien? —digo quitando su cabellos de los hombros poniendo un beso ahí.

—¡No! —espeta en tono indignado—. Eso sería peor.

—Tienes razón, si pienso en ti soy capaz de follármela sobre la mesa.

—Dios, no se puede tener un momento contigo, animal, siempre soltando vainas así —se pone en pie saliendo de mi abrazo—. Ve a vestirte, pareces vagabundo pidiendo dinero y tienes que impresionar a la muchachita.

Hago lo que dice tomando una ducha rápida y vistiéndome con una camisa negra de botones y un pantalón jean de mezclilla, peinando mi cabello con gel en efecto húmedo, retocando mi barba con la máquina, pero a punto de salir beso a Isabella con fuerza sujetando su nuca con la posesión que se apodera de mí al tenerla cerca.

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La cita corre con normalidad, Valkyria es una joven muy inteligente y parece centrada, madura para su edad de veinte años, pues habla y se proyecta como si tuviera cuarenta, además de ser guapísima, sin duda, una mujer con la que me enrollaría de ser las cosas diferentes, sus facciones son delicadas y sus labios son carnosos, te incitan a besarlos como un hechizo cabrón en el cual caer sin remedio. Comemos y ella se ríe constantemente dejándome ver una alegría y vivacidad que me encantan, a decir verdad, porque no lleva resentimientos dentro, y ahora sabiendo de su repudio por los negocios de la Triada, la visión ha cambiado.

—¿Y planeas volver a Estados Unidos? —pregunta acariciando mi mano por encima de la mesa—. Yo vivo allí y debo volver pronto apenas resuelva algunos pendientes aquí.

—Tal vez, mi bebé parece no acostumbrarse al cambio —invento lo primero que se me ocurre para ir justificando mi partida—. Y la familia de mi mujer está allí, la extrañan mucho.

—Podríamos vernos de nuevo ¿No crees? —dice cuando llega la cuenta y nos ponemos en pie para pagar—. No quiero que esto sea cosa de una vez.

—Yo tampoco —contesto cuando se cuelga de mi brazo sonriente para cancelar en la registradora

Yi timpici —dice Isabella por el aparato, causando una risa incontrolable que casi hace caer mi fachada—. Sigue así, arreglamos en casa.

—Voy al baño —dice Valkyria y desaparece.

—Luego dices que yo soy el celoso y que no sé qué mamada —le digo a Isabella dejando a la cajera viéndome con cara de desquiciado escapado de psiquiátrico de alta seguridad—. No hagas show.

Cuando me besé con Sayyid casi se te estallan las hemorroides, no creas que no me di cuenta —espeta y me puedo imaginar su cara de cereza encendida en fuego—. Y todavía no nos habíamos involucrado.

—Cállate, Fox, me distraes. No más de pensar en cómo debes tener los jodidos mofletes me hacen partir de risa.

Voy a ir al cocito a besarme con Abdul a ver si te gusta.

—¿A sí? Pues no se te olvide que tengo entrenamiento por anti-explosivos, así que es muy simple, lo besas y yo le vuelo el rabo con nitroglicerina batida ¿Entiendes? Cuando aparezca con un agujero en el propio te echaré la culpa —espeto de malas pulgas. Soy capaz de bajar hasta la prisión a dejarlo peor de lo que Isabella lo dejó—. Ahora deja de hablarme, me distraes.

No te gusta que te diga tus verdades —se burla cuando llega Valkyria.

—¿Nos vemos mañana? —le propongo cuando salimos del lugar cuando ha caído el sol finalmente, han pasado al menos dos horas y ni me he dado cuenta en medio de la conversación.

—No puedo, estaré todo el día coordinando el envío de mercancía de electrodomésticos, aunque podríamos hablar, es en la bodega que está cerca de tu restaurante.

—¿Justo mañana? Es que mi esposa no estará en la ciudad... —digo encogiéndome de hombros despreocupadamente, como si insinuara algo más.

—Sí, lo siento mucho, la mercancía estaba represada por problemas, pero en Moscú llevan semanas esperando. No puedo fallar.

—Tranquila, estamos en contacto —respondo cuando se pone frente a mí pasando los brazos por mi cuello poniendo un beso lento, mientras los autos corren por la avenida y el viento nos choca refrescando nuestras mejillas. Poso mis manos en su cintura una vez más, sintiendo su suave curvatura, pero sólo puedo pensar en la de Isabella, solo puedo sentir sus curvas voluptuosas sin llegar a exagerar, a quien me imagino frunciendo el ceño hasta tener la uniceja más compacta del mundo. Llevo a Valkyria a tomar un taxi tomada de la mano, hasta conseguir uno y despedirnos con un beso y abrazo.

Sin duda haberla conocido en otra situación hubiese sido excelente, es el estilo de mujer que me encanta, pero intentar algo con ella fuera de la misión sería complicado, aunque sea por un rollo de una noche. Una vez estoy solo aviso que desactivaré el sistema de comunicación y camino por las calles aun activas con los faros de los autos iluminando igual que los postes, reflejándose en superficies vidriosas, mientras pienso en todo al mismo tiempo, cuando llamo al General para informar lo escuchado y él pronto autoriza el operativo de allanamiento en la bodega del mercadillo, le cuento lo de Moscú y sobre la mercancía, tanto que el queda convencido de lo mismo, las armas y los compuestos del virus están ahí, pero inmediatamente después de colgar, una llamada de Stacey le pone fin a mis diatribas mentales, al descolgar la llamada y notar que está atacada llorando sin consuelo, sé que las cosas no están bien.

—¡¿Qué pasa, Pelusa?! —inquiero cuando ella trata de hablar, pero entrecortadamente—. Respira y dime.

—Mamá... mamá...

El helaje corre por mi cuerpo y siento que me sacan el alma por la boca con un anzuelo de dolor palpitante bajo la superficie, al imaginar cómo puede terminar esa maldita oración.

—¡¿Mamá qué?!

—Se puso muy mal, big brother... empezó a vomitar sangre hace una hora. Todo el día estuvo sintiéndose fatal, pero empeoró hace poco —se detiene buscando aire, aun en medio del llanto histérico que le arrebata la respiración—. Estoy en el hospital.

—¿Llamaste a Theodore? Dile que vaya a acompañarte, que sirva de algo —espeto sin saber qué más decir, qué más hacer, tengo ganas de llorar y un nudo en la garganta hecho de espinas cortantes atravesándome la carne en una sensación asfixiante.

—Papá no puede venir, dijo tener mucho trabajo... Isa, por favor, regresa pronto. Mamá y yo te necesitamos mucho —me pide sorbiendo su nariz y en tono melancólico, encendiendo en mi otra chispa de aceleración para acabar con esta mierda de misión lo más rápido posible—. Hermanito, no puedo con esto sola, ella tuvo una recaída y sus plaquetas están realmente bajas.

—Llama al hijueputa de Theodore otra vez e insístele, tiene que estar ahí para ti. Seguramente está en Colombia rascándose la puta barriga —grito llamando la atención de los transeúntes, quienes me miran como fenómeno de circo—. En este momento estoy del otro lado del mundo, Stacey, y no sé si me permitirán irme a media misión, aunque lo voy a intentar.

«Maldito Theodore Falcon que no me permite pedir la baja, mierda»

—¡No le digas así a papi! —responde ella gritando.

—Lo es, y me perdonas, pero pudiendo tomar un vuelo de menos de doce horas y no hacerlo deja ver lo poco que le importan mamá y tú, por Dios, es un General, puede hacerlo, a mí se me complica mucho más —paro un taxi finalmente diciéndole pronto a donde voy—. Así que ve poniendo los pies en la tierra, Pelusa, Theodore no es lo que parece.

—No llamé para discutir contigo, big brother, por favor.

—Tranquila, no diré nada más... déjame hablar con Volkov a ver si puedo lograr que me permita irme mañana mismo. No te angusties, pronto estaré con ustedes.

—Gracias, Isa, me siento exhausta —dice con tono de voz quebrado, recordándome aquellos pensamientos en donde contemplo lo que sucederá cuando la leucemia de mamá gane la batalla sin remedio, porque sabemos de la alta posibilidad de perderla en menos de los seis meses pronosticados—. Debo colgar, el médico me llama.

—Saluda a mamá de mi parte y dale un beso —digo cuando cuelga dejándome el desasosiego en el máximo nivel posible. Medito sobre cómo decirle al General que debo irme, aunque sé de su negativa desde el principio antes de preguntarle, está hecho de la misma pasta inhumana de Falcon mayor. Cuando me doy cuenta he llegado a casa bajo un cielo estrellado despejado subiendo rápido al apartamento.

—¿Por qué tardaste tanto? —dice Isabella con tono demandante.

—Ahora no estoy de humor para putos reclamos sin sentido —devuelvo con tono irritado, y ella parece entender la situación.

—¿Qué pasa? ¿qué pasó en la misión?

—Ahí nada —digo sirviéndome lo último de mi botella de whiskey, encendiendo un cigarrillo al ver la ausencia del bebé en el espacio. Se supone que no debería excederme y últimamente he bebido de más—. La misión salió bien.

—¿Entonces qué pasa?

—¡Déjame solo, no quiero estar con nadie, Isabella, ve a la habitación! —le digo abrumado aun.

—¡No te dejaré solo, dime qué pasa!

—Es mi madre ¿Vale?, se puso mal, Stacey me llamó llorando. Vomitó sangre y su situación va a peor cada día.

Se queda en silencio unos momentos a mi espalda, para hacer algo aun más inesperado, me abraza desde atrás como la noche en que nos confesamos, causando mi giro entre sus brazos apoyando mi frente en la suya, pero la retiro al empinarme el trago de un golpe casi entero, consumiendo el tabaco como una chimenea. Isabella solo me abraza conociéndome a la perfección, sabe de mis ganas nulas de hablar en momentos así y ella entiende, me guía a la habitación diciendo que me cambie, debemos dormir en cuanto acabe el cigarrillo para no apestar el cuarto con el inconfundible olor a nicotina.

Nos metemos en la cama y me echo sobre su abdomen abrazándola estando ella medio incorporada, mientras sigue acariciando mi cabeza con calma haciéndome caer en el llanto que he retenido por mucho tiempo, me siento débil, inútil, no puedo hacer nada por mi madre, no puedo regresar a apoyar a mi hermana, me siento atado de manos, pero estar con ella mitiga un poco la sensación de vacío consumiéndome cada vez más. Las lágrimas silenciosas peligrosamente delatoras ante una realidad devastadora, corren libre y constantes por todo mi rostro para caer sobre el abdomen de ella quien continua consolándome, haciendo que me transporte a años atrás donde me acostaba en sus piernas contándole la razón de mi enésima pelea en la semana después de curarme la nariz, la ceja o la boca.

—¿Cantarías para mí? —le pido aferrado a su cuerpo, sigue con sus caricias, sé que debo verme como un niño inmaduro, un pequeño perdido ridículo cuando ya cumplí treinta años, pero hoy es un día de autentica mierda. Ella me pregunta qué quiero escuchar e inmediatamente le digo, la misma de Isaff, la que canta todas las noches al dormirlo y empieza con ese tono dulce de su voz para cantar a través de las notas hasta la parte que más me gusta.

"We keep this love in a photograph

We made these memories for ourselves

Where our eyes are never closing

Hearts are never broken

And time's forever frozen, still"

La piel se me eriza ante su toque, la forma en que sigue acariciándome hasta poner un beso en mi cabeza cuando la siento llorar, y no romperé el momento entre nosotros preguntando la razón,

—Desahógate, aquí estoy, Isaac. No te voy a dejar solo...

—Promételo, dime que no huirás como siempre, que no permitirás que me convierta en mi padre —no sé en qué momento he decidido mostrarme tan vulnerable, pero los hombres también lloramos, también sufrimos el dolor de una pérdida inevitable que nos introduce en un espiral de dolor y sufrimiento.

—Aunque sea difícil o imposible, no voy a soltarte ¿De acuerdo? —murmura

—Aunque queme, arda o duela —contesto en bajo cayendo en una promesa que nos hicimos a los quince años entrelazando mi mano con la suya, besándola en el dorso.

Continua cantando repitiendo la canción, pero pronto entre la carga del día, el alcohol ingerido, además de su toque y canto, me hacen caer rendido en sus brazos como en muchas ocasiones antes, mañana nos espera un día difícil y si todo sale bien, la misión acabará.

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