Capítulo 2 - Misión asignada
CAPÍTULO 2
Misión asignada
"Lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia"
Elie Wiesel
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Departamento del Amazonas, Colombia.
Base del Consorcio Praetor
Isaac Falcon Salvador
27/06/2018
Salgo de la ducha secándome con una toalla, tengo migraña y la cabeza me palpita como un segundo corazón. Limpio el espejo empañado por el vapor, con la mirada fija en la herida de mi frente sobre la ceja, al notar su irritación por el agua caliente.
Me la hice ayer durante una misión de protección en un pueblo de zona roja, donde guerrilleros asesinaron a un líder social y acribillaron a un grupo considerable de habitantes antes de nuestra llegada, dándonos problemas al hacerlo.
Tengo un sentimiento de impotencia extrema; los pobladores denunciaron la situación, la amenaza inminente y pudimos evitar tantas muertes si tan sólo mi padre, el General de tres estrellas Theodore Falcon, hubiera dado la autorización antes, pero al pedírselo como prioridad 1 dijo: "Cuando me nazca del culo", aun así, el muy cabrón esperaba resultados positivos.
Estoy muy afectado, en teoría mi condicionamiento psicológico como agente Praetor debería anular mis sentimientos, pero es imposible ser indolente ante una masacre como la presenciada ayer por todo el escuadrón.
Los cuerpos sin vida regados por doquier, niños en medio de llanto al clamar por su familia, la sombra de una guerra injusta perpetuada por décadas en este país e impresa en los rostros de las víctimas, son cosas imposibles de ignorar.
En este país la violencia azota a ciertos municipios como una monstruosidad lejos de acabarse por acuerdos de paz hechos, pero sólo encuentran valor en papel, pues en las calles de algunos pueblos invadidos de guerrillas se tiñen de sangre cuando explota una violencia irrefrenable, donde el gobierno apenas tiene control del terrorismo, asesinatos y secuestros con cifras cada vez más elevadas.
Me encuentro en mi habitación en la base Praetor colombiana, en mi tierra, un lugar donde nací y crecí los primeros años.
El lugar es un espacio amplio pintado de blanco con una gran ventana al costado de la cama con vista hacia el interior de la base, un televisor de 50 pulgadas y una cama doble con cobertor negro ya tendida a la perfección, igual a todas mis cosas ordenadas en repisas, closet y baño, pero un cuadrado cubierto por una manta negra, simula una mesa, pero está lejos de serlo.
Seco mi cabello rubio vistiéndome con el uniforme de entrenamiento con la camisa corta negra con la estrella del CMOE, mi apellido y pantalón camuflado gris, dejando ver mi brazo izquierdo lleno de cicatrices de forma específica como muestra de una desgracia...
He pensado en cubrirlas, pero no me llaman mucho los tatuajes, por ello me obligo a ver cada maldito día de mi existencia las pruebas del pasado doloroso, que no se borrarían ni con láser.
Mis demonios internos fueron creados en base a una sola cosa: la violencia, pero trato de repetirme en la cabeza un mantra: es el pasado el que forja a los seres humanos en fuerza y dureza; sin embargo, no podemos definirnos en él, no en quienes somos hoy en día.
Amarro la pistolera a mi muslo izquierdo y encajo la Sig Sauer 9 mm de dotación allí, así como la placa magnética donde se ven las insignias de mi rango, además de abrir puertas con seguridad nivel 3A.
Enseguida salgo para atravesar el ala de dormitorios y la base misma con dirección al comedor bajo un sol intenso y un calor creciente como la migraña aquejándome, mientras aprieto una pelota anti estrés, sacada de mi bolsillo.
La base es como todas alrededor del mundo, en países de tres continentes diferentes, los Praetor alcanzamos a tener presencia en casi setenta países, por los convenios internacionales.
Por dentro simula una pequeña ciudadela con varias hectáreas de extensión, llena de edificios especializados por cada Comando y hasta alberga un porcentaje de civiles en riesgo como lugar de transición antes de ser evacuados a nuevas ubicaciones seguras. En Colombia tenemos tratos con el Ejército Nacional y La Armada para cubrir zonas marinas.
De pronto llaman mi nombre dos veces, es la voz de mi medio hermano, por desgracia, León Falcon, un ser detestable hambriento de poder, me ha hecho tantas putadas en busca de joderme, que ya perdí la cuenta, pero viene a pedirme cuentas
—¿Qué pasó ayer en San Vicente del Cagúan? (1)* ¿por qué salió tan mal el operativo?
«50 muertos, más de 100 heridos, mal es un halago»
Le doy la respuesta: el infeliz de nuestro padre dio la maldita autorización muy tarde, y eso le respondo sin más, mientras avanzo a paso rápido, pero él se me atraviesa sin dejarme continuar, hasta llevarme a preguntar qué mierda quiere para dejarme en paz. De pronto, me exige una explicación con tono petulante. Me saca cuatro años de edad, pero aún es Capitán por haberse enlistado mucho más tarde a en la organización, al ver el reconocimiento que yo logré en bastante tiempo de trabajo arduo, aunque tuve condecoraciones por la cuales llegué a Brigadier a pronta edad.
Sí, el Brigadier tradicional está sobre el Coronel y eso implica muchos más años para llegar, pero en nuestras milicias sólo se usa el nombre, más no toda su connotación como normalmente se haría y sus funciones, ya que, por ejemplo, no existe un Brigadier de Escuadrón, en los tradicionales es de una brigada completa, por ello se sabe que en el Consorcio se remasteriza este rango, tampoco nuestro existe el cargo más arriba, Brigadier RGN (Regente)
Sí, no se debe tratar de igualar a nuestro escalafón militar con los tradicionales, es una pérdida de tiempo, pues fue la unión de muchos países y ante la incapacidad de tomarlos todos al mismo tiempo en la organización militar, se crearon nuevos paradigmas para su funcionamiento.
—Eres una piedra en el zapato, no hay día donde no le des problemas a padre, Isaac. ¡Habla! ¿qué sucedió ayer? —grita León como si tuviera derecho a pedir eso, pues piensa en que ser mayor le da un derecho a mandarme.
Que mande a la más vieja de su puta casa.
—¡No me jodas! ¿Por qué debería decirte algo? ¿eres mi General? No, entonces cuando seas mi superior, te daré explicaciones—espeto empujándolo con el hombro—. Más tarde iré a pasar el informe.
—¿Por qué lo haces todo tan difícil, niño? ¡No sé cómo llegaste a ser Brigadier del CMOE! —murmura con un deje de fastidio. Le espeto ya más enojado que odio la compañía por la mañana, y no debería estar molestándome, pero me regodeo.
—Si soy Brigadier es porque soy un excelente agente, no como tú, inútil.
—¿No te cansas de ser tan malgeniado? —pregunta con el ceño fruncido. No sé qué busca, pero es un mal día para salir con alguna de sus idioteces.
—A ver, pendejo, si me cansara, no lo sería —intento de avanzar, y él se pega con pasos apresurados a mi trote. Pasamos dos de las edificaciones directo al comedor, mientras me acaloro más a cada paso dado por la humedad propia de la zona selvática donde estamos.
Insiste en que Theodore me convocó, pero pronto hemos llegado al comedor, donde el murmullo es constante volviéndose molesto. Las largas mesas de metal reluciente están llenas de personas de los cinco comandos, todos se distinguen por las insignias en sus placas de identificación y el color de su camuflado. Apenas y hay espacio pues es la hora en donde todos venimos a comer, casi las siete de la mañana
—Repito, ahora voy, si no ingiero cafeína voy a matar a todo lo que se atraviese, incluido tú si insistes en fastidiar —respondo sin mirarle, en ese momento llega Karen Gonzales, su novia.
—Buen día —expresa la mujer pelinegra mirándome, con la coquetería usual en su mirada de ojos cafés, lleva el cabello recogido con la cofia obligatoria dándole un aire angelical con su rostro redondo y piel de porcelana—. Hola, mi amor, ¿cómo estás? —le da un beso en la mejilla a él, quien con sólo eso se derrite.
Ella es una cadete de veinte años recién salida de la academia pre-Praetor y entró a mi escuadrón, el Delta-Lion. Somos... amigos... León aún está super enamorado de ella, pero Karen no tanto, o al menos eso pienso por algo muy específico.
—Mi Brigadier Falcon, buenos días a usted también —murmura con expresión seria y descontrol en su mirada.
—Con permiso, tortolitos —bromeo esquivándolos, hasta llegar a la barra donde sirven la comida, extendida por algunos metros de lado a lado, en el espacio contrario a la puerta de entrada y la chica, al saber lo que busco cada mañana, tiene mi café listo. Sonrío sólo sin poder disimular la gracia ante la hipocresía de Karen en su papel de simple soldado respetuosa, al segundo llega Michel Mitchell, Teniente Brigadier de mi escuadrón y segundo al mando, además de ser mi mejor amigo desde jóvenes.
—Buen día, gato fiero, ¿de qué te ríes, picarón? —pregunta con el humor característico de Mike, somos como dos polos opuestos, yo serio, malgeniado, grosero y él bromista, de excelente carácter amable, incluso en el físico, su pelo es de ébano, el mío rubio como espiga dorada. Al final, la chica en la barra me entrega el café con una sonrisa encantadora, pero al querer responderle a Mike, oigo como llaman mi nombre.
—¡Brigadier Isaac Falcon Salvador! —grita Gregorio, la mano derecha de mi padre, sacándome de mis pensamientos de repente, giro a verlo, pero me deslumbro al chocar con los rayos del sol que entran por los ventanales a su espalda, parte de las cinco paredes de la forma de pentágono, de paredes entrelazadas con cristal reforzado, una de cemento, una de cristal. Todo el bullicio se detiene para dejar hablar ante el grito del hombre—. ¡Prepárese, será enviado de comisión a Kandahar!
—¡¿Kandahar?! ¡¿por qué?! —grito impresionado, creí poder ir a casa en Nevada luego de meses y la noticia me da una patada en las pelotas—. ¡Tengo días libres dentro de una semana!
—El General Erick Volkov lo ha solicitado y su padre lo autorizó. Debe viajar mañana a las cero setecientas horas, con escogidos de su escuadrón, ¡A mí no me reclame nada! —grita impositivo, es General de una estrella, pero mi padre le ha dado tanto poder que se cree el General Absoluto.
No contesto, estrello la taza contra el suelo y me encamino a la oficina de mi progenitor. Voy a paso apresurado, tengo un tambor en la cabeza alimentado de la ira consumiéndome, y alcanzando niveles álgidos a medida que la distancia a mi objetivo se reduce.
Mike me sigue los pasos, sabe mis alcances y siempre anda como mamá gallina cuidándome, pero lo pierdo pues le detienen no sé a qué. Pronto llego luego de empujar a todo desafortunado cruzado en mi camino, pero la puerta está con pestillo, trato de abrirla, entonces la voz de Theodore expresa "largo de aquí"
Eso sólo me enfurece, llenándome de una ira exorbitante y en ese estado le doy dos patadas contundentes a la puerta, empujándola al final con el hombro, sólo para encontrarme con él besándose con una jovencita faltándole una vez más a mi madre, quien aún lo ama con locura a pesar de todo el daño hecho...
—¿Quién te dio derecho a entrar así, mocoso del demonio? —grita Theodore acomodándose el uniforme, y despacha a la chica, que si llega a los veinticinco años es rozando la gracia. Ella se encoge al pasar por mi lado con vergüenza plasmada en el rostro.
—¡Eres un hijo de puta! —bramo exacerbado de ira y con ello llamo más la atención de quienes están en el pasillo, los ojos grises de mi padre se abren de par en par, además arruga un poco su nariz aguileña—. ¿Por qué autorizaste mi viaje a Kandahar? ¡Sabías que iría a ver a mamá! Se lo prometí.
«Soy influyente, tengo poder militar y mi nombre pesa, pero mi padre es General, ante eso no puedo hacer nada»
—Muy simple, primero está tu jodido trabajo que tu madre y no me importa qué le hayas prometido —responde con desprecio, no sé porqué no se divorcia, en lugar de seguir sometiendo a mi madre a torturas con sus malditas infidelidades, y su forma de maltratarla física y psicológicamente.
—Tiene leucemia mieloide (2)* ¡¿Te acuerdas de eso?! —rechisto lleno de impotencia—. En cualquier momento puede morir por complicaciones ¿No lo entiendes? Y encima de todo has entorpecido mi traslado de vuelta a Nevada con cada estupidez que se te ocurre ¡Me tienes amenazado para no pedir la baja!
«Es la única forma de controlarme, amenazándome con mi madre y mi pequeña hermana, lo sabe muy bien, si no hago lo que ordena, mi pequeña Stacey pagará las consecuencias»
—Bájale al tonito, soy tu oficial superior y tu madre está estable, no debes correr a su falda, muchachito —murmura sentándose con parsimonia en su gran silla giratoria gerencial, su pelo castaño está hacia atrás por ello veo su frente con ligeras arrugas despejada—. Sólo cállate y obedece... además, al saber tu misión te animarás, lo sé.
—¿De qué hablas? —replico con el ceño fruncido—. Normalmente le explican la misión al soldado, más si es en el culo del mundo.
Theodore es el único oficial superior con quien no mido mis palabras, ni mis acciones, es mi padre y sabe de mi odio, pero de quererlo me sancionaría, pues en la milicia el escalafón es la base a lo que yo llamo "el gobierno interno", basado en el respeto, es lo más importante.
—Volkov tiene un agente mala conducta en la misión de Kaan Karaman y necesita controlarle—informa con una sonrisa malévola.
—¿Y a mí qué me importa ese "mala conducta"? —espeto en un intento de controlar la furia a punto de poseerme como un espíritu violento en busca de sangre por semejante idiotez—. ¿Me viste cara de niñero de guardería? ¿de Au Pair?
—La conoces, es más, hasta la veneras, se podría decir —responde malicioso. No logro entender de qué carajos habla este hombre, pero no me gusta la miradita perversa en sus ojos grises de tormenta.
—¿De quién hablas?
—La Brigadier Isabella Fox, la hija de Vladimir y Carmen —murmura con malicia, parecen palabras simples, pero con sólo ellas abre un agujero bajo mis pies.
«Maldita sea mi suerte negra»
—¿Y quién carajos te dijo que la venero? —espeto—. Yo no venero a nadie más sino a la mujer que me trajo al mundo.
—Estás obsesionado con Fox, no lo niegues —se regodea con la misma malicia, como si supiera algo más del asunto—. La piensas noche tras noche... ¿O no fuiste tú quien salía de su dormitorio en la casa ese día como un vil ladrón?
—No sé de qué mierda hablas y deja de meter marihuana, un día de estos te quedarás trabado para siempre... aunque no habría mucha diferencia, a decir verdad —espeto de vuelta, entonces con las manos me pide acercarme como si fuese a decir algo muy secreto.
—¿No sabes de qué hablo? —expresa con burla—. Pasaste con ella la noche anterior a casarse para luego ir vestido de pingüino a su boda, aplaudirle y tirarle arroz deseándole suerte, pedazo de cínico. De eso hablo, tuviste sexo con Isabella quien sabe cuántas veces, y luego felicitaste a su marido por el matrimonio en la puerta de la iglesia.
«Carajo, lo sabe» Trato de responder, pero quedo en el intento, mientras boqueo como pez fuera de agua, hasta recuperar la compostura.
—Pues Fox no va primero, porque mamá es mi prioridad. Búscate otro imbécil que quiera ir a meterse a la boca del diablo —articulo en un claro intento de hacerlo cambiar de opinión, tal vez si apelo a la compasión, cederá—. Tengo suficientes ocupaciones como para ir a cuidarle las maricadas a ella... hasta diré por favor.
«Por favor métete un lanzagranadas por el cuatro letras»
—¡Cállate la boca y obedece! tienes muy claras las cosas, si no lo haces, será tu madre quien pague las consecuencias, puedo excluirla del seguro militar con una llamada, ¿sabes cómo la afecta? se va a la mierda, mientras tú lidias con el papeleo de afiliarla sólo... la pobre Laura no aguantará tanto sin tratamiento, incluso si la pagaras particular tardaría, además sabes lo de Stacey y lo que le pasará de desobedecerme —apenas puedo creer sus palabras dichas con una falsa expresión de comprensión.
La colera me invade en un huracán categoría cinco que toma el control, regreso y avanzo hasta llegar al otro lado del escritorio tomándolo por el cuello apretándolo, sacudiéndolo, mientras trata de soltarse con manoteos, pero lo estrello contra el cristal de la ventana más cercana rompiéndola en pedazos al no ser blindada, estos caen los tres pisos hasta el suelo con un sonido estridente.
Lo asfixio fuerte con la ira burbujeante, poco a poco se pone rojo, mientras lo inclino por el borde al asomar su cabeza en el vacío, soy capaz de acabar a cualquiera y estoy consciente de ello. La caída no lo matará, lo sé, pero me encantaría verlo más quebrado que un kilo de canela.
—¡¿Crees que puedes seguir jodiéndome como siempre has hecho?! ¡ya no soy un niño indefenso, hijo de perra, y te voy a matar un día de estos! —vocifero envenenado por el resentimiento al ver como pierde la fuerza de luchar hasta quedarse sin aire.
Estoy enceguecido, no tengo control de nada y las imágenes se distorsionan llevándome a ver cómo él le hacía lo mismo a mi madre al yo ser sólo un pequeño, cómo la asfixiaba frente a mí hasta dejarla casi muerta en un suplica reverberante de que no me tocara a mí, mientras yo estaba oculto tras una silla o sillón sin poder enfrentarlo.
A veces la dejaba inconsciente, y yo en varias ocasiones la creía muerta en mi inocencia, pues tenía seis años cuando empecé a ver las atrocidades.
Theodore hizo de mí una bestia que está a punto de asesinarlo, la monstruosidad labrada con martillo y cincel, hecho a su imagen y semejanza por muchos años, va a cobrar la ofensa como un animal salvaje cegado por la ira, movido por la violencia y anclado por el resentimiento.
"La bestia", me han apodado en cada lugar a donde llego.
—¡Suéltalo, demente! —grita León al llegar para, con dificultad, lograr hacerme soltar a Theodore, metiéndolo de nuevo a la oficina salvándolo de que su peso le gane y se vaya de boca directo al pavimento—. ¡¿Qué te pasa Isaac?!
—¡Tenemos a una abominación como padre, eso me pasa! —grito al ver como varios agentes se asoman curiosos en el pasillo pues la puerta ya no está, cortesía de mis patadas. Mike se asoma, aunque no se ve asombrado, me conoce y a mis alcances.
—¡Eres... u... un irrespetuoso! —lloriquea Theodore con la voz entrecortada, recupera el aliento en medio de una tos, apenas asimilando lo sucedido, mientras se sujeta el cuello. Respiro profundo en un intento de recobrar la compostura, mientras pienso en que sufrirá más con mis planes contra él, será peor a otra agresión física.
Le bajaré del pedestal de una pedrada.
—Sí, lo soy, el peor irrespetuoso, rompí tu puerta, te agredí, casi te mato y las normas dicen que debes suspenderme, abrirme investigación disciplinaria y considerar darme la baja inmediata —espeto—. Adelante, suspéndeme, échame del ejército. Prefiero eso —uno de sus hombres secunda la idea de encerrarme y sancionarme, pero Theodore le ladra, haciéndole callar de tajo. Siempre pasa los mismo, le falto al respeto, lo agredo y termina salvándome.
—No te voy a dar el gusto, hiciste esto a propósito para ser expulsado, pero te irás mañana a Kandahar con León —responde sentándose; sin embargo, conserva la mirada cautelosa. Me ha pillado, quiero la baja, pero él no lo permite, ni siquiera si agredo a otro, logra "salvarme el culo", todo para no dejarme ir a cuidar a mamá, ni estar con mi hermanita, porque el muy maldito también la ha amenazado a ella, si no me quedo en la milicia, la matará.
—Peor aún, debo ir con tu títere favorito... —replico, mientras niego con la cabeza—. Yo escogeré a mis hombres, no metas las narices en eso y me llevo a Karen Gonzales.
—¡Karen no irá a ese lugar de mierda! —grita León espantado.
—¡El Delta-Lion está bajo mis órdenes y hasta donde sé, ella es parte del escuadrón! —dicto marchándome, pero no he avanzado mucho cuando siento un empujón por detrás de él, allí me giro y lo devuelvo con más fuerza, tanta para derribarle en el suelo.
—¡Es un animal! —grita Karen agachándose para ayudar a su enamorado con hipocresía... «Ay León, si supieras la verdad» Mike me arrastra lejos de la escena porque es esa voz de consciencia ausente en mí mismo.
—¡Dime algo que no sepa, bonita! —y así mismo me marcho bajo la mirada sorprendida de varios agentes en el largo pasillo hacia el exterior.
Camino sin rumbo fijo con paso firme abstrayéndome del mundo entero, hasta llegar a la sala de entrenamiento, está casi vacía porque todos comen; no obstante, hay unos cuantos, y sin mediar palabra empiezo a darle golpes a uno de los sacos de box con mi madre y en mi hermanita "Pelusa", en mis pensamientos.
No sé cuánto tiempo pasa, pero los nudillos me arden y me detengo con la respiración agitada, en un intento de calmar el torbellino desconcertante de emociones negativas. De pronto, la imagen de una mujer arraigada en mi mente de forma tan permanente como las cicatrices vistosas sobre mi piel, toma posesión de mi cabeza.
Su cabello encendido en fuego, la suavidad de su piel y la fogosidad de su cuerpo fueron fatales para mí por muchos años, hasta que no pude más y la busqué cuando no debía.
Theodore no está tan alejado de la realidad, sí tengo una fijación carnal por Isabella Fox Santo Domingo, es una pequeña obsesión y no he podido soltarla desde hace más de diez años; ha dejado su aroma dulce impregnado en mi nariz desde nuestra adolescencia, enloqueciéndome con su coquetería inherente a ella, la misma que llevaría a cualquiera a su propia perdición.
Una mujer rebelde por naturaleza, dueña absoluta de una desobediencia prodigiosa. Es la manzana prohibida, el ángel caído llegado al mundo para hacerte pecar, porque es fuego puro con el que te quemas voluntariamente hasta la muerte.
Te hipnotiza con su mirada, unos ojos color avellana seductores, los mismos te llaman a sucumbir de rodillas ante su belleza, con la mezcla de sus tonos como ella misma.
Es dueña de unas curvas peligrosas que no te permiten escapar de su encanto, y de una sonrisa perversamente hermosa que sólo te llama a la locura de querer tenerla para siempre. Pero Isabella Fox es efímera, puedes tenerla por momentos porque sólo se pertenece a sí misma, puedes creerla atada a ti, pero no es cierto.
Es un juego de azar, peligrosa, adictiva, pero impredecible. Me pregunto qué comportamiento ha llevado al General Volkov a llamarme a mí, tal vez me escogió por mi forma rígida de trabajar, muy diferente a la impulsividad congénita de Fox.
El General siempre me ha apoyado por su relación con mi padre al ambos tener el mismo rango, pero soy receloso de él; su fama le precede y no cuentan muchas cosas buenas.
De pronto, una voz calmada a mi espalda me hace girar a buscar a su dueña, es Sara Diaz quien pregunta qué sucede conmigo, Sara es una Mayor del Comando Antiexplosivos y Contraterrorismo, CACT, mi ex novia, con quien estuve dos años, pero terminamos; pues empecé a verla muy ilusionada y yo no estaba dispuesto a darle lo que ella deseaba, preferí eso antes de hacerla perder más el tiempo.
Su cabello rojizo natural está en un moño apretado sobre su cabeza y sus pecas esparcidas por la nariz le dan un aire inocente, mientras me mira de forma fija con desconcierto plasmado en sus ojos. No puedo negarlo, en cuestiones de comodidad, estaba bien con ella, pero la costumbre no es amor.
—¿Qué sucede?
—Nada —respondo como de costumbre, cortante, sin ganas de dar explicaciones, se acerca y toca mi brazo izquierdo sobresaltándome porque no me gusta eso, odio el toque en las cicatrices del pasado en momentos así y le pido, otra vez, me deje sólo.
Insiste de nuevo diciéndome estar preocupada; sin embargo, ya ofuscado, hablo más fuerte sin llegar a gritarle, que ya me deje sólo, pero nos enfrascamos en un vaivén de déjame en paz y estoy preocupada, hasta el climax donde pido hablar después, aunque ella no se merezca mi mal humor.
—¡¿No entendiste?! ¡¿Qué debo hacer para estar solo?!
—Ya me voy, igual ya estoy acostumbrada a que no seamos más y me dejes fuera, hasta cuando estábamos juntos me hacías sentir como una extraña —responde con cierto tono de ira. Se marcha ante mi atenta mirada, pero no ha llegado a la puerta cuando su exmarido, Hilario, un sargento del Comando de Pararrescate, la toma por un brazo violentamente arrastrándola, mientras la insulta sacándome de los cabales aún más.
Me acerco a ellos y lo tomo a él de la nuca con fuerza quitándoselo de encima.
—¡Déjala en paz, cabrón! —le grito echándolo a un lado. Sara se esconde tras mi cuerpo aterrorizada, mientras tiembla como hoja. Meterme es echarme problemas, pero no voy a permitirle maltratarla más.
—Por favor no se meta, Brigadier Falcon, esto es entre mi mujer y yo —espeta Hilario furioso en un intento de tomarla de vuelta, pero no se atreve a tocarme, sabe lo que le corre pierna arriba, no sólo lo físico, con marcar el número adecuado le acabo la carrera.
—¡Ya no soy tu mujer! —solloza Sara al borde de las lágrimas—. ¡Te lo ruego, déjame en paz!
—Me meto porque me da la gana —respondo yo.
—Con todo respeto, Brigadier, usted es el amante de mi mujer —Hilario parece desorientado con sus ojos rojizos—. Mueve el culo y ven conmigo, Sara, eres mía o de nadie, desvergonzada —amenaza apuntándola con sus dedos regordetes, pero antes de darse cuenta le doy un cabezazo y le encajo un puño en la nariz derribándolo en el suelo.
—¡Escúchame, punching-ball, en tu asquerosa vida le vuelvas a hablar así! ¡¿Entendiste?! —murmuro para tomar a Sara de la mano con la intención de llevarla lejos y así alejarla de la situación—. ¡Y ustedes, cuidado ayudan en vez de chismear! —espeto pues es blanco de los cuchicheos de lo conocido como "La red de chismorreo del Consorcio", esta se ha reunido alrededor sólo para alimentar su morbo con las desgracias ajenas.
Caminamos juntos hasta mi habitación, en donde ella se sienta en la cama resistiéndose a las lágrimas; piensa que llorar es de débiles, pero le recuerdo siempre la necesidad de descargarse por medio de ellas cuanto quiera, sin ser una debilidad.
. Me quedo apoyado en la pared cruzado de brazos sin saber consolarla, no estoy hecho para eso, pero le ofrezco ir a Afganistán conmigo y así se aleje del animal de Hilario, pues no estaré para defenderla quien sabe por cuanto tiempo.
Me agradece con un abrazo, apretando su cuerpo menudo contra el mío, pero la separo a los pocos momentos; no me gustan las muestras de cariño en exceso, y si hago esto es por mera conciencia, no me dejaría en paz si algo le pasa.
El resto del día me quedo con Sara, voy con su superior quien entiende la situación y le da autorización para viajar, también logro hablar con mi madre, quien se desilusiona al enterarse que no podré ir a verla y eso es una bofetada para mí; el alma me pesa tanto al hablar con ella sin poder , es una carga casi insoportable al saber su situación.
Soy de mal carácter y me gusta hacer las cosas de manera psicorrígida, pero si tocan a mi familia, tocan mi talón de Aquiles. Son mi único aliciente, me mantienen vivo aun al tener razones de sobra para no hacerlo, pero ellas me detienen.
Mi madre y mi hermanita lo son todo, acabaría con el mundo por cuidarlas, incluso del ser que osa llamarse mi padre para quien tengo pensado un destino peor a la muerte. Esa es la salida fácil para un marrano como él.
Por ahora debo aceptar que mis planes estarán en pausa por la comisión, pero tarde o temprano, lo haré realidad. En la noche voy solo a mi habitación, pero al poco tiempo de no poder dormir me levanto poniéndome ropa de ejercicio para ir a la sala de entrenamiento más cercana y empezar a boxear.
El lugar está solitario, es una estructura con forma alargada como barraca militar, de techo recto con ventanas esparcidas a lo largo de las paredes de lado a lado, sólo enciendo las luces parciales de la sección donde estoy, así que hay masas de oscuridad en lugares donde no llega la luz, sólo se distinguen las figuras de las máquinas apenas visibles.
De pronto, una mujer susurra con voz seductora a mi espalda un "Brigadier Falcon" y logra detener mi tarea luego de estar una hora aproximadamente, halándome de nuevo a la tierra con la respiración agitada y las manos ardiendo en dolor. Me giro encontrándome con Karen, quien está en la puerta doble de la sala vestida con su pijama de pantalón corto, con el cual presume sus piernas torneadas.
—¿Qué haces despierta? Es de madrugada —murmuro pra comenzar de nuevo a golpear de nuevo, aunque mis nudillos claman por un descanso.
Me detengo de nuevo al hasta sentir sus manos en mi espalda desnuda pues estoy sin camisa ¿Y para qué mentir? Se sienten muy bien, pero al pasarlas por la cicatriz grande entre los omoplatos el toque se siente raro.
—No podía dormir y me levanté a caminar encontrándome con usted en el camino —coquetea al acariciar desde atrás mis abdominales. Es una especie de juego para ella tratarme de "usted", aun al ser amigos... y el juego me gusta.
—No seas mentirosa, Karen, tu dormitorio está muy, muy lejos de esta sala de entrenamiento —le argumento girándome para verla de frente. Sus labios carnosos son una invitación a besarla, aún más al morderlos de forma provocativa, eso envuelve sus facciones de nariz respingada y pómulos ligeramente marcados en seducción irremediable.
—Soy sonámbula ¿No se lo he dicho? —murmura al arquear una de sus cejas haciéndome sonreír —. Venga, yo sé qué le puede despejar más que hacer ejercicio —besa mi cuello y el lóbulo de mi oreja.
—Hoy me llamaste animal en frente de todos —le reclamo con un susurro sobre sus labios al tomar sus glúteos entre mis manos, apretándola contra mi cuerpo. Se ha vuelto casi una rutina, yo vengo aquí tarde en la noche casi todos los días y ella aparece.
—Debía disimular, pero en parte sí es un animal salvaje... al hacer el amor.
—No te confundas conmigo —le aclaro otra vez, de cierta manera siento que eso no se hace con cualquiera por deseo o calentura, eso último es la única relación de ambos. Sus curvas se restriegan contra mi pecho y logra despertar todo en mi cuerpo.
—Bueno, entonces vayamos a tener sexo caliente, Brigadier, no se arrepentirá —saca del interior de su short un condón como siempre usamos.
—Yo nunca me arrepiento de nada...
Despaché a Sara por no querer lidiar con ella, pero Karen posee un embrujo, un hechizo, con él te impide resistirte a sus encantos, tengo esta aventura por eso.
Nos vamos a mi habitación cautelosos para evitar ser vistos por alguien, una vez allí le quito la ropa casi rompiéndola, y lo hacemos en medio de jadeos, gritos ahogados con las manos para no ser escuchados, consumidos por una lujuria que nos envuelve como capullo desde la primera mirada entre nosotros.
Es la mujer de mi medio hermano, pero ni siquiera eso nos detiene, porque en esencia, somos un par de desgraciados al hacer esto, pero estar con una mujer tan ardiente como ella me hace recordar a otra mujer pelirroja que no veo desde la última noche hace años; no obstante, nadie se compara con ella.
Fox y yo no nos caemos bien en este momento, lo hicimos porque crecimos como hermanos, aun así, ella es el magneto carnal que me atrae de forma irremediable, el hechizo sexual en donde caigo una y otra vez, pero una noche de pasión no fue suficiente para saciar la adicción que su existencia me provoca; no obstante, ese fue el acuerdo.
Todo quedó muy claro, no volver a vernos, no hablar del asunto... ahora estaremos juntos a la brava.
No sé cómo sentirme al respecto, después de todo, más allá de lo físico, es para mí como una patada en el hígado desde lo ocurrido, aunque es un mecanismo de defensa, así que buscaré sacarla de sus casillas como siempre he hecho, porque por su culpa y su desobediencia natural, estoy obligado a viajar medio mundo.
Me divertiré mucho, aunque me va a dar migraña todos los días con su maldita impulsividad nata.
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(1)* San Vicente del Cagúan es un municipio de Colombia ubicado en el departamento del Caquetá, qua ha sido considerado como "Zona roja" por la presencia de guerrillas y grupos al margen de la Ley.
(2)*Leucemia Mieloide Aguda es un tipo de cáncer sanguíneo, caracterizado por la proliferación célula progenitora mielocítica. Esta comprende aproximadamente el 25% de las leucemias infantiles, que a menudo se desarrollan en la lactancia. Sin embargo, su incidencia aumenta con la edad; es la más frecuente en los adultos, con una mediana de edad de comienzo de 68 años.
(3)* Lilith, conocida como la primera mujer de Adán expulsada del jardín del Edén y caracterizada como un ser pelirrojo de naturaleza demoniaca, pero no en el libro del Génesis de la Biblia, sino en textos babilónicos.
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