Capítulo 13 - Hasta que la misión nos separe
CAPÍTULO 14
Hasta que la misión nos separe
"Así como lloro, también sonrío. Así como caigo,
también me levanto. Así como amo, también olvido"
Anónimo
¡DEDICADO A YADY! ¡MIL GRACIAS POR TU CRÍTICA,
TUS CONSEJOS, TU APOYO Y POR QUEDARTE!
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ISABELLA
Mierda y mierda.
¿A qué hora dejé que Isaac entrara a mi habitación? Supe desde el minuto uno que sería una mala idea, pero se veían jodidamente sexy con su pelo revuelto, una camisa manga larga que se ajustaba a sus músculos y esa sonrisita que me da siempre una cosquilla en lugares secretos, que no debería existir.
Dije cosas impropias de mí, tal vez producto de la impotencia que sentía por haber caído en sus encantos de fuckboy o el remordimiento por haberle faltado a mi matrimonio aún vigente, porque es el mismo hombre con quien caigo una y otra vez desde el inicio. A veces me siento libre y a veces casada con responsabilidades con Fabián.
Miro de reojo a Isaac, estamos sentados a varias sillas de distancia de la mesa ovalada, pues él está sentado próximo a Pedraza y Volkov y yo en la cabecera al otro lado, pero siento que apareció un barranco sin fondo entre nosotros como si en lugar se asientos, fuera este el que nos separara. El sol entra indolente por las ventanas chocando contra las pantallas multimedia que equipan la sala reflejándose, pero no logra calentar la sala fría que, al parecer, combina a la perfección con la actitud de Isaac y ahora resulta que debo vivir con él 24/7 por imposición.
—¿Por qué el cambio de planes, general? —pregunto. Estoy en la punta de la mesa tamborileando mis dedos contra la cobertura de cristal reforzado, teniendo la mirada envenenada de Falcon y Pedraza sobre mí—. Lo siento, pero mi plan de acción contempla a las habilidades de otro agente, de Charles Colson, su habilidad con la tecnología.
—Pues modifíquelo —espeta Volkov sin pensarlo dos veces. La luz del sol a su costado le hace brillar los ojos azules intensos y por un segundo veo a mi padre en él, se aparece como si fuera un espectro, con las líneas de sus patas de gallo, la curvatura de su rostro ovalado con mandíbula marcada y la nariz ligeramente ancha que se desvanece cuando el verdadero hombre sigue hablando—. ¿Acaso no puede? Además, Falcon es hacker y experto en tecnología militar hasta de última generación. Mucho mejor que Colson, pero sobre todo puede controlarla, cosa que su soldadito preferido no es capaz de hacer.
—¿Y yo tengo que ir con ella? —dice Isaac, la ira es notoria a kilómetros de distancia, haciendo que no lo vea de frente, esquivándole para evitar que me incomode la evidente intensión de alejarse de mí.
—¿Tiene algún problema? —replica Pedraza moviendo su mostacho en un gesto de molestia, pero su cabeza calva bajo la luz blanca como si se la hubiera embolado me distrae—, hasta donde entiendo ustedes son muy cercanos, mi cara víctima de la revancha de su novio —me señala a mí—. Da fe de que eso no se hace por cualquiera.
—¡Falcon no es mi novio! —exclamo sintiendo la sangre llenar mis mejillas ante las implicaciones, pronto bajo la cabeza porque no debí responder así—. Perdón General, excúseme si me exalto, pero estoy casada y no sé de qué está hablando así...
—¡De que el Brigadier psicópata que está aquí me amenazó con "castrarme como animal de establo" si la volvía a tocar! ¿A qué viene si no es una relación? No se es tan intenso por alguien que no sea familia —grita Pedraza dejándome paralizada «¿Enserio le dijo eso?» —. Así que no veo cuál es el problema en que se metan en un apartamento los dos como pareja.
—No le quiero ver la cara a Fox cada maldito día Dios sabe por cuanto tiempo, no quiero estar atado a ella las veinticuatro horas del día —dice Isaac con calma tensa con la desesperación saliendo disparada —. Prefiero que me suspenda, que me regrese a Colombia colgando por las pelotas de un helicóptero, lo que sea menos tener que convivir con ella en un espacio pequeño.
—Bueno, su padre me pidió encarecidamente que le recordara lo que le pasará a su madre si desobedece órdenes —dice Volkov muy relajado encogiéndose , pero una chispa que se enciende en los ojos de Isaac me hace ponerme en pie para tomarlo por la camisa.
—Encarecidamente le pido que le diga a mi padre que es un hijo de perra y que tarde o temprano le voy a meter un balazo entre ceja y ceja —murmura Falcon revolviéndose de mi agarre que sé no será suficiente si él deja salir toda su fuerza—. Y tú no me pongas las malditas manos encima, Fox.
—¿Qué te pasa hoy? ¿desayunaste caldo de alacranes? —le digo cuando aparta mis manos con violencia—. No me trates como mierda.
—Eso eres, Fox, una mierda y no mereces nada de nadie —dice y sus palabras me afectan más de lo que creí posible dejándome paralizada por unos segundos, mientras no veo arrepentimiento asomarse. Mi respiración se corta por un segundo y miro sobre mi hombro
—Dejen sus peleas conyugales para después —dice Pedraza—. Se irán juntos con el niño.
—¿Qué niño? —pregunto tratando de desviar el tema, el orgullo me consume y trato de que no centrar mis pensamientos en lo que está pasando con el Brigadier.
—El niño que usted rescató en el operativo de evacuación —murmura Volkov—. Sabe cuál ¿No? El que se la ha pasado visitando día y noche desde que lo trajo.
—¡NO! ¡CON ÉL NO SE METAN! —exaltada como no debo, respondo sin pensar—. Lo siento, yo hago lo que quieran, lo que sea, pero el no.
—¿El bebé por el que te metiste en la torre como deschavetada? —pregunta Falcon fastidiado—. Y te agradecería que no hagas como cabra arrollada en el monte, me emputan tus chillidos.
—Cállate, no sabes una mierda de nada —respondo empujándolo—. Ese niño está solo, los que seguramente eran sus padres están muertos pudriéndose en un apartamento, apenas se está adaptando y la psicóloga infantil dice que...
—¡Me importa una puta mierda lo que diga la psicóloga! —brama Volkov pegándole a la mesa—. Es el único que no tiene a nadie que pueda poner una objeción. No tiene padres ni familia, no puede ser otro.
—Yo, yo objeto por él —digo con convicción—. He firmado los papeles de responsabilidad temporal, yo respondo por ese bebé.
—¿Con qué autoridad hizo eso? —me responde Pedraza—. ¿Está loca?
—No necesito autorización para hacer algo así —espeto de vuelta—. Fue una decisión personal que no afecta m carrera ni mi trabajo,
—Mire, se lo lleva o lo saco de aquí, nadie se va a encargar de él en su ausencia, me aseguraré de ello —dice Pedraza—. Además, es rubio como Falcon, cualquiera se creerá el cuento de que es su hijo... y bueno, de usted también porque debajo de ese rojo lo que hay es rubio ¿No?
—Ni te molestes, Gabriel, es una decisión tomada, no le des explicaciones. Fox ya sabe lo que tiene que hacer —murmura Volkov con desinterés—. Y también debe ir a interrogar a Sayyid, antes de marcharse a infiltración debe hacer un primer contacto con él y sacarle lo que pueda.
—Creí que no debía acercarme al capturado —contesto confundida frunciendo el ceño.
—Sí, pero ha pasado con el C.E.P.I y el C.M.O.E, pero nadie logra hacerlo hablar, así que inténtelo... Y usted, Falcon, debe ir a controlar las intrépidas actitudes de Fox, no confío en ella, después de todo, para eso está aquí... además, si no presenta prueba de sus acusaciones me veré en la penosa obligación de ponerle una amonestación clase G, que puede joder su aspiración a RGN.
Isaac calla, apretando la mandíbula y aunque en poco tiempo me ha jodido, saco mi móvil poniendo sin decir nada una grabación que hice cuando el General nos encerró en la oficina, pensando que podía serme de utilidad, cuando lo vi acercándose con la perversión derramándose por sus asquerosos ojos que me comían con su mirada, encendí la grabadora de voz de mi teléfono. La voz de Pedraza llena el habitáculo haciéndome revivir la sensación de sus manos sobre mi cuerpo, mientras escucho otra vez cómo me chantajea con "Para ascender necesitas mi ayuda y mi ayuda se paga con sexo", dice cosas pervertidas de mis partes íntimas, para segundos después golpearme al rechazarlo, mientras me amenaza.
Al final despertó a la fiera bestial que hay en mi interior.
—Usted es muy astuta para unas cosas, pero estúpida para otras —dice Volkov mirando a Pedraza con vergüenza ajena, a lo que este mira a la pared a su izquierda, encogiéndose como si quisiese hacerse pequeño y desaparecer—. Si hubiera mantenido la bocaza cerrada, Falcon hubiera quedado jodido y usted como primera candidata en su competencia. Que decepción.
—Lo siento, General, pero no me gusta la competencia desleal —digo mirando a Isaac que me devuelve la mirada entrecerrando sus ojos—. Ahí está la prueba de que el General Pedraza no solo me manoseó, intentó chantajearme, sino que me hirió cuando quise salir de mi propia oficina.
—¡Lárguense los dos de aquí! —grita Pedraza fuera de sí por verse descubierto, ambos asentimos, pero Volkov vuelve a hablar.
—Que quede claro, Brigadier Fox, no quiero que mutile, cercene, descuartice, torture o mate violentamente a nadie ¿Entendió? —dice señalándome con su dedo índice «Le quita la diversión a las cosas»
—. Y dejemos lo de esa grabación entre nosotros cuatro ¿Entendieron? No se iniciará un proceso disciplinario, pero tampoco se divulgará nada de lo que hay allí.
—Permiso General —decimos al unísono. Nos vamos en silencio que no dura mucho hasta que Isaac me toma por un brazo deteniéndome en seco cuando estamos fuera de la sala.
—No necesitaba tu ayuda —espeta entre dientes. La agresividad emana de él y no veo ni rastro del hombre coqueto seductor que tocó a mi puerta en la madrugada—. No soy un niño desvalido al que debas cuidar, puta madre, no quiero nada de ti.
—Malagradecido de mierda —le contesto zafándome de su agarre violentamente tratando de caminar por el pasillo dirigiéndome al ascensor al final de este lleno de luz pues a mi izquierda la pared es de puro cristal con cubículos al otro lado pues en este piso no hay casi oficinas, pero siento un tirón que me ancla al suelo de nuevo.
—No necesito nada de ti, de hecho, no te necesito —vocifera con dureza, su mirada como navaja Suiza me penetra haciendo que me pregunte de dónde viene ese cambio abrupto en cuestión de pocas horas.
—¿Y crees que yo te necesito a ti? ¿al muchacho problema que siempre está metido en mierda? ¡Bien me advirtió Marina de ti! ¡Eres un maldito sifón que sólo chupa y chupa energía! —le grito de vuelta, atrayendo la mirada de los agentes en los cubículos.
—¡Y tú una esquizofrénica famosa por violenta y desquiciada! —dice dándome un golpe en el alma por segunda vez consecutiva, pero lejos de demostrárselo le doy una mirada fría—. ¡No sé a qué puta hora Volkov decidió que fuera yo el que viniera a controlar tu comportamiento desviado!
He aquí la muestra de nuestro mayor problema, nos lastimamos profundamente, luego, podemos volver a enrollarnos en un ciclo vicioso de fuego ardiente que deja cenizas de nosotros mismos.
Pasa por mi lado con andar enojado, pisando fuerte las baldosas claras del suelo hasta que el rechinar de sus botas sobre estas se pierde a mi espalda, dejándome en medio del pasillo con el corazón acelerado, siendo el centro de atención no deseada, hasta que recobro la mente y me voy corriendo directo a ver al único que puede consolarme, encaminándome a la guardería que hay dentro del ala médica, pues está bajo supervisión psicológica. Entro a la gran sala que ocupa casi la mitad del segundo piso de la edificación B, extensión del edificio médico que está unido a este por un túnel de cristal sobre bases de metal, el aroma a talco y perfume de bebé llega apenas doy un paso llevando mi mirada hacia el final, saludando a la persona que funge el papel de niñera de los pequeños que deben estar entre los 4 y 6 años corriendo de un lado al otro.
El espacio es amplio, hay un pozo de pelotas de colores, muchos animales de felpa, caballitos y cubos de tela, dejando la inocencia de los niños impregnado en el aire, así que camino hacia la pared opuesta donde veo a mi angelito. Apenas me nota, se pone en pie apoyado en el borde de las rejillas que delimitan la zona protegida y da unos pocos pasos cayendo pronto porque apenas está aprendiendo a caminar, cuando llego hasta él lo alzo, abrazándolo llenándome de su esencia infantil, mientras dice mamá y juega con mi cabello, él es lo único bueno que hay en ese inhóspito lugar donde no hay más que muerte y odio por doquier, apenas tiene diez meses aproximadamente y ya se enfrenta solo al mundo, bueno, conmigo, porque no lo dejaré.
—¡Brigadier Fox, que bueno verla aquí! —dice la psicóloga infantil a mi espalda a modo de saludo. Sus mejillas regordetas se marcan con la gran sonrisa que trae y sus ojos marrones se ven felices—. El niño estuvo inquieto, creo que anoche notó su ausencia, como lo ha venido a ver sin falta antes de que se duerma.
—¿Qué tal, sargento? No me sentí muy bien anoche, por eso no vine —le respondo encajando al bebé en mi cintura, mientras él toma mi collar entre sus manitos haciendo pucheros como si revisara a fondo el destello un poco opaco del reflejo dorado raspado y gastado por los años—. ¿Qué ha pasado?
—No mucho, Brigadier, el niño va adaptándose, pero me preocupa lo que el General Volkov me pidió ¿Ya le sabe? —dice con el ceño fruncido y asiento lentamente—. No será un ambiente propicio para el niño.
—Lo sé, pero el General está más cerrado que bunker blindado, así que no hay nada que podamos hacer —me encojo de hombros resignada—. Páseme su dieta y sus rutinas, trataré de mantenerlas al pie de la letra ¿Está bien?
—Claro, Brigadier —dice despidiéndose. Me quedo con el niño que todavía no tiene nombre porque lo único que tiene de su pasado es un pequeño medallón que le colgaba del cuello donde dentro hay fotos en cada cara de un hombre y una mujer, los mismos muertos en el sillón el día que lo traje, o al menos eso creo, aquellos cuerpos estaban llenos de sangre, así que no puedo decirlo con certeza. Juego con él hablándole en dari, su idioma natal, pero empiezo a que trate de decir mamá en español.
Saco mi móvil tomándome una foto hermosa en donde los ojos azul intenso, como un zafiro, del niño brillan bajo la luz igual que los reflejos de su cabello rubio claro, enviándosela a la única que sabe mi intención de adoptar al niño: Marina Richardson, mi segunda madre. Pronto me responde con emojis de corazón y decido llamarla.
—¡Mamá! —exclamo sonriendo, hace días no he hablado con ella y me alegra escuchar su tono maternal, ella me amó como a sus propios hijos, me cantaba y me fue a visitar diario al hospital psiquiátrico durante los meses que estuve recluida allí, tiempo que recuerdo como un manchón borroso, sé que estaba viva, que respiraba, que dormía, pero estaba fuera de mi cuerpo, mi alma quebrada se había ausentado hasta hacerme sentir como un cascarón vacío e inútil que no tenía cometido en el mundo. Marina ha sido la madre incondicional que amo con mi vida entera, luego de la partida de Carmen.
—Mi niña hermosa, mi Isa, ¿Cómo estás, cielo? —responde, pero siento como su respiración se entrecorta como si tratara de respirar y estuviera llorando, cosa extraña en ella quien es un remolino de energía buena, alegría y optimismo que me mantuvo en mis cabales junto con Lucio. A veces puedo entender que Alana se sienta apartada, sus padres se han volcado sobre mí con su amor completo.
—Yo estoy bien, a punto de partir a una infiltración, si todo sale bien encontraremos a las niñas y la mercancía y podré volver contigo ¿Cómo estás? —últimamente ha estado un poco enferma, así que la he cuidado bastante. Conocía a Marina desde siempre al ser mi madrina y vivir a pocas casas en la urbanización residencial de los agentes del Consorcio Praetor, así que la transición a su hogar fue un poco más fácil, además de que ella lo hizo como guante de seda.
—Estoy bien, que Dios te acompañe siempre y en todo lugar. Vuelve enterita, te necesito aquí, hija —dice pero el sonido de ella respirando agitada y sorbiendo su nariz es más notorio que antes, dejando claro que está llorando y no de manera suave.
—Amén, mamá... ¿Tú estás bien de verdad? ¿te has sentido mal de nuevo?
—No, cielo, estoy bien, no te preocupes. Tú concéntrate en la misión —dice con un tono bajo lleno de tristeza, volviendo a soltar un suspiro entrecortado. Está llorando y no lo quiere admitir—. Mi Isa sabes que te amo ¿Cierto? Que no importa lo que pase seré tu madre hasta el día en que muera e incluso más allá... y sé que serás la mejor madre que pueda tener el bebé, ya quiero conocerlo.
—Lo sé, ma, y yo te amo a ti —respondo desconcertada, pero cuando trato de indagar de qué se trata su sensibilidad tan repentina, me dice que debe descansar, me da su bendición y antes de darme cuenta, ha colgado.
Me despido del angelito al notar que ha pasado hora y media, debo ir a trabajar con lo que Volkov me asignó hacer, así que vuelvo al edificio administrativo caminando por el largo pasillo de la entrada, consumida por cada paso ansioso hacia el elevador por hacer lo que más me gusta: interrogar sospechosos. Se supone que no puedo aplicar técnicas de tortura porque ya lo torturé realmente.
Bajo por el túnel del ascensor sin perder detalle, pues en el costado hay un panel de pantalla plana que te ubica en el mapa de las construcciones subterráneas, que parecen hasta un terrario de hormigas, dejando ver espacialmente a medida que el cubículo desciende, marcándolo en color rojo con forma de la silueta de mi cuerpo. Llego al punto más bajo, el "Cocito", la prisión subterránea que está apenas se abren las puertas del elevador en donde una gran pared negra en su totalidad se extiende muchos metros a los costados y como una broma de mal gusto, hay una inscripción tallada en metal en todo el centro con las siguientes palabras de Dante Alighieri:
(1)* "Por mí se va a la ciudad doliente.
Por mí se va al eterno sufrimiento,
Por mí se va a la gente condenada,
La justicia movió a mi alto arquitecto.
Hízome la divina potestad.
El saber sumo y el amor primero.
Antes de mí no fue otra cosa creada.
Sino lo eterno y duro eternamente.
Dejad los que aquí entráis toda esperanza"
Hay dos accesos, uno a cada lado de la oficina de seguridad en la que se debe registrar la visita, situada bajo la inscripción y que es amplia con un mostrador con lectores de retina, huellas digitales y registros de voz, junto al sitio donde se pasa la placa de identificación que tiene un mecanismo electromagnético que hace el papel de tarjeta de acceso.
Saludo a los agentes presentes y hago todo el proceso, aunque previamente el General ya había autorizado mi visita, me retiran el collar, mis anillos de matrimonio que quise usar hoy, el cinturón, los cordones de las botas y dejo el arma. Pronto salgo de ahí a la entrada izquierda, allí hay cubículos medicalizados para los presos que requieran atención o supervisión, aunque nada especializado, solo bombas de suero, atriles y monitores, además de algunas camas, todo dentro de celdas monitorizadas de máxima seguridad, mucho más allá de una prisión federal.
Alcanzo la celda donde está Sayyid abriendo con mi placa.
El lugar está pintado de color marrón en sus cuatro paredes con textura áspera como si se tratara en realidad de tierra mugrienta, como una forma de torturar inconscientemente a quien esté confinado al sentirse como en una verdadera tumba. De frente hay incrustados los controladores de oxígeno, tomas eléctricas, una cámara de vigilancia en forma de mini domo que apunta a la puerta, y una rejilla de refrigeración que en realidad no refresca, parece que solo mueve aire caliente prendido en llamas a través de todos los sitios. Sayyid está esposado a la baranda metálica de la cama por uno de sus brazos tatuados que resaltan por la manga corta de la bata de hospital y las sábanas blancas como nubes, estando rodeado de monitores que sueltan su irritante pitido característico, junto atriles que sostienen las bolsas de solución salina donde diluyen los medicamentos, en cuanto me ve se sonríe de lado perversamente.
—Vaya, vaya, me preguntaba cuando vendrías, angelito —dice su asquerosa voz cuando me acerco a él, con un agente del Comando Médico 24/7 tras un espejo unidireccional vigilándolo constantemente—. Un cabello tan rojo como incendio infernal y unos ojos mezclados que te llevan a tu final... eres la Vípera Carmesí, ¿Cómo fue que no lo pude notar? ¿Cambias de piel tan fácil?
—Estabas demasiado ocupado mirándome el culo —le respondo con sarcasmo arqueando mi ceja.
—Sabes fingir la inocencia muy bien... —cae en un ataque de tos que le dura unos segundos en los que detallo su pelo negro amarrado en la coleta, pero sin gel, su barba ha crecido dándole un aspecto más desaliñado, aunque conserva el atractivo que guarda en medio de sus perversiones y maldades reprochables.
—No he venido a una visita social —digo inclinándome sobre su cuerpo apoyándome en la baranda de la cama, mirándolo directamente a los ojos, aunque ese truco no funciona con él, fue entrenado por La Triada, no sucumbe a este mecanismo que consiste en fijar la mirada hasta la incomodidad pues el instinto primitivo de sentirse observado sabiendo que ocultas algo, te lleva a este sentimiento evitativo al sentirse descubierto, un instinto que grita "Saben lo que hiciste", claro, a los que no tienen control absoluto sobre sus emociones, pero en esa organización se crea un adiestramiento similar a los Praetor.
—¿Entonces a qué vienes?
—Kaan Karaman, todo es sobre él —replico viendo como sus ojos iguales a las esmeraldas más puras incrustadas en las paredes de las grutas, me apuntan con desdén creciente envuelto en una mirada que se torna peligrosa—, Ya sé cómo luce, he descubierto su rostro —empiezo con afirmaciones buscando su caída—. Pero necesito que me digas su ubicación, habrá beneficios para ti.
—No necesito beneficios, conociendo a Kaan seguramente ya se comunicó contigo, angelito, negoció mi libertad ¿O no? —se burla abiertamente con la mofa aumentando en su sonrisa ladeada, que oculta la agresividad que guarda tras esa careta de dientes blanqueados—. Hazle caso, Vípera, no conoces la capacidad destructiva y aberrante que es capaz de alcanzar.
—Él tampoco me conoce a mí, los alcances a los que llegaré con tal de alcanzar mi cometido —escupo manteniendo la máscara de frialdad que nos enseñaron en Pre-Praetor, aunque por dentro sienta explosiones y bombas que están a punto de estallar.
—Claro, sé quién es tu padre y no era precisamente un santito... ¿O te crees que sí lo era? —masculla con ironía cargando sus palabras como si fueran una pistola que está a punto de disparar una verdad dolorosa—. Fue él al primero que le vi tu luna, lo recuerdo como si fuera ayer ¿Sabes cómo le llamaban? "La marca de Caín" (2)* no sé qué me pasó al no reconocerla, supongo que no me pude imaginar que me llegarían de esa manera y tú heredaste sus genes malignos, su desequilibrio mental, es por eso que te dicen Vípera, eres una serpiente como él, una cobra venenosa, y así le apodaron Alias "Cobra" ¿Lo sabías?
Siento de pronto un escalofrío ascender por mi espina dorsal, haciendo que mi cuerpo se retuerza contrayéndose, por un segundo ante la sensación inquietante que trepa hábil y siento perder temperatura, siento que el impacto me ha bajado la tensión arterial de sopetón.
«Mi trastorno es por mi trauma, no por herencia» trato de repetirme.
—Vladimir Fox no sufría de trastornos psicológicos, su expediente no registra anotaciones de ningún tipo, ni médicas físicas, ni de desequilibrios mentales —contesto alejándome de la cama en un intento de ocultar el evidente desconcierto que ningún entrenamiento podría evitar. Me cruzo de brazos enfrentándolo de nuevo, viendo que sabe perfectamente que sus palabras me afectaron considerablemente.
—Ah, ah, Vladimir, sí... Sí, le recuerdo bien, aunque lo conocimos con otro nombre: Liev Tersi —dice despreocupado con la mofa haciendo su regreso estelar enfureciéndome por como parece reírse del tema de papá—. Pedante, orgulloso y bastante loco en realidad. No sé cómo toleró lo que pasó con su esposa...
—A mi madre no la metas en esto, perro sarnoso —bramo sintiendo la ira subir como espuma por mi garganta que parece cerrarse dejándome sin oxígeno porque mi cuerpo tiembla y mis pulmones parecen no funcionar—. Kadir Karaman los asesinó como si fueran ratas de alcantarilla, no voy a permitir que le faltes al respeto.
—Tu madre era una puta, arpía y ambiciosa, ambos eran una porquería que te han vendido como los padres ideales —dice inclinándose hacia adelante, pero parece que el dolor de sus costillas lo atraviesa, haciendo que profiera un gemido de queja recostándose otra vez, sujetando ese lugar con su mano libre.
«Cálmate Isabella, no pierdas la compostura, no pierdas la objetividad»
Mi pulso se dispara hasta niveles insanos, pero logro calmar la voz en el fondo de mi cerebro que me grita que termine el trabajo con Sayyid, sí, otra vez una sirena cantando con su melodiosa tonada que me quiere arrastrar a la perdición.
—No voy a caer en tus provocaciones —digo entre dientes.
—Ya caíste, te interesa saber quién era en realidad tu padre porque estás ciega a la verdad —dice con malicia envolviendo sus ojos que de pronto se vuelven tan profundos y peligrosos como un agujero negro espacial capaz de engullirse todo a su alrededor.
«Respira, contrala, finge calma, no puedes interrogarlo por tu familia enfrente de un agente y sin desconectar el sistema de audio y video»
—¡¿Dónde está Kaan Karaman?! Dímelo o voy a empezar a torturarte hasta que hablar sea tu única esperanza para detener el dolor —amenazo
—Dijiste que ya conocías su rostro...podrías buscarlo con reconocimiento facial
—¿Qué...? —el móvil me suena a media oración, olvidé dejarlo fuera, pero cuando veo un número extraño de nuevo, sé de quién se trata—. Mira cómo es la vida, aquí está el cabrón mayor... Kaan Karaman ¿A qué debo el placer de volver a recibir una llamada suya?
—¡Querida Brigadier Fox! ¿Cómo está? ¿Qué tal le va en mi búsqueda inalcanzable?
«Cínico maldito»
—Estoy pisándote los talones, pronto te voy a meter en el Cocito —gruño envenenada con la letalidad de mis propios pensamientos.
—Todo es relativo, querida, está cerca de una fuente de información, pero más lejos de la verdad que nunca, ni sobre mí o sobre sus padres —dice con su tono arrogante creyéndose el rey del mundo, aunque la verdad debo admitir que su influencia se hace sentir como un titán en la mitología griega.
Sayyid grita de repente algo en un idioma que no entiendo, creo que es turco, pero no puedo estar segura, haciendo que Karaman lo escuche.
—¡Oh, está con Abdul! Dígale que pronto estará en libertad —exclama con descaro—. Ya sabe lo que pasará de no acceder a mi petición, Yikim Melegui, ni las protecciones del Consorcio podrán resistirse a mí.
—Aquí te estoy esperando, traficante de mierda, ven para que te enseñe lo que hacemos con los tipos como tú, secuestrador de niñas, asesino —espeto saliendo de mis cabales por un segundo, pero recobro el sentido pronto—. Y lo peor vendrá en prisión federal, a los pervertidos les dan hasta que los cerdos vuelen.
—¿Secuestrador de niñas? Déjeme decirle algo, querida Brigadier Fox, soy más que un simple traficante, más que un simple terrorista, mucho en realidad, pero no me puedo jactar de secuestrar niñas... mujeres adultas sí, pero niñas no —dice con cierta burla al final de su oración, aunque a pesar de todo le siento sincero—. Tengo razones para respetar a las niñas menores de veintiún años.
—No creo nada de lo que dices, mejor dime dónde carajos están las niñas secuestradas, debes saberlo —insisto buscando confirmar una teoría que flota en mi mente: Sayyid está metido en negocios que su jefe desconoce.
—No sé de qué habla —abruptamente cuelga la llamada, como siempre evita ser rastreado, miro a Sayyid quien se ha puesto del color del papel. Pronto un nuevo número aparece en la pantalla de mi teléfono—. Continúo, no secuestro menores y no voy a perder el tiempo en tonterías, Abdul sale libre o voy a convertir la muralla de su base en el Muro de los Lamentos (3)* ¿Qué decide?
—Atrévete, venga, somos la organización con mayor poder militar alrededor del mundo.
—¿Qué haría si le digo que puedo darle información de sus padres a cambio de traicionar a los Praetor? Sé qué les pasó y porqué ¿Le interesa un intercambio? —su voz se oye muy jovial y convencida de lo que está pidiendo como si conociera a la perfección esa necesidad animal, casi instintiva y completamente aferrada de conocer la verdad—. ¿Qué dice, querida Brigadier?
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(1)* La Divina Comedia —Dante Alighieri, canto III "Inferno" esta es la inscripción que está tallada en la entrada del inframundo planteado en esta obra.
(2)* La marca de Caín se refiere al capítulo 4 del libro del Génesis, pues posterior al asesinato de Abel a manos de su hermano, Dios maldijo a Caín a lo que se interpreta como "Un castigo eterno" pues le dibujó una marca, algunos difieren si en la frente o en el brazo, pero mataría a cualquier persona que intentara atentar contra su vida como garantía de que cumpliera su destierro y castigo "¿Qué has hecho? ¡Escucha! ¡La sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra, ahora eres maldito y será expulsado de la tierra que se ha tragado la sangre de tu hermano (...) Entonces el señor puso una marca en Caín para cualquiera que intentara matarlo " (Capítulo 4 del Génesis, v14-15, NTV). En este contexto se refiere a una estirpe "maldita" por los arrebatos violentos y los desequilibrios mentales.
(3)* El Muro de los Lamentos o de las lamentaciones es un lugar emblemático de Jerusalén, con valor histórico, pues fue el único muro que quedó intacto tras el ataque al templo del que era parte, convirtiéndose así en un símbolo de "Lamento" al ser la muestra de la victoria de Roma, en donde se elevan adoraciones y peticiones.
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