Capítulo 11 (2)- El silencio tiene un precio
PARTE II
ISAAC
Pasan un par de horas en las donde de vuelta en la oficina, sigo en la estrategia de acción y contraataque, así dejo poco espacio para pensar en otra cosa. Apago el aire acondicionado pues odio el helaje producido por ese traste, pero así el calor atenaza la oficina aun cuando abro la ventana, aunque la puerta está cerrada, haciéndome sentir como las cuatro paredes donde me he acuartelado después de mi conversación con Isabella, se me vienen encima cuando dejo a los flashes del pasado tomar posesión de mis pensamientos, encarnizándose en la oscuridad de mis recuerdos, lo que me dejó las cicatrices está tan marcado en mi mente como la muerte de Carmen y Vladimir en la mente de la cerecita.
La negrura del pequeño cuarto donde me metía Theodore aún acosa mi presente, mis sueños y a veces mi realidad desconectándome; en consecuencia, no soporto más y abro la puerta de la oficina. El sótano de aquella casa en la urbanización residencial de los agentes Praetor fue mi prisión, mi mayor miedo, mi castigo por actuar como cualquiera lo hubiera hecho para defender a su madre.
Isabella parece saber algo, pero nadie más excepto mamá sabe la cruda verdad. De pronto pienso en la conversación con Fox, la curiosidad por saber algo más me llena interrumpiendo mi labor, entonces entro al sistema desde el usuario de mi padre, porque el muy cabrón no sabe que lo tengo controlado hasta en eso.
Entro al expediente de los padres de Isabella y lo primero que noto es una peculiaridad en la digitalización, la he visto en archivos de hace mucho tiempo atrás.
EXPEDIENTE CLASE D.
Fecha de creación: 30 de junio de 1998
"Carmen Santo Domingo Peralta" C.M.O.E Colombiana, Muerta En Atentado. TEniente. 9960626
"Vladimir Fox Ivanov" C.E.P.I. Alemán, Muerto En Atentado. Brigadier. 9960626
Necropsia: Muerte traumática, degollamiento, desangrados.
Las letras de cada oración incluidos los nombres están en mayúsculas, siendo una forma de clasificar información antigua en el Consorcio, estos datos creaban códigos alfa-numéricos y este no es la excepción. Cada grupo junta las mayúsculas separadas por un guion, incluida la fecha al final.
"CSP-CMEA-TE-9960626" sale del de Carmen Y "VFI-AMEA-BR-9960626" de Vladimir. Dicha clasificación se usaba hace veinte años antes de crearse una nueva, pero al parecer no todos los archivos fueron re digitalizados, por ello pongo el código de él y en segundos hileras de información en documentos, grabaciones de audio, video y más expedientes se abren ante mis ojos. Isabella no puede acceder con su nivel 3A de seguridad y menos sabe del truco, así que su información está limitada, esto abrirá otra puerta a su investigación, pero primero veré de qué se trata antes de decirle algo.
Hay demasiado archivos en mi pantalla y no sé por dónde empezar a husmear, las fechas están en orden cronológico, primero las más recientes hasta descender a los años 80s, pero me puedo orientar por las fechas del nacimiento de Fox y la misión de sus padres. Inicio entonces con la que tiene fecha de un mes antes de la tragedia con mis audífonos puestos.
TRES ESTRELLAS, ACCESO CONCEDIDO.
—Para constatar, este interrogatorio está siendo grabado y monitoreado en tiempo real. Lugar: Central Nevada, Edificio A, sub suelo cinco, sala tres —dice la voz del padre de Isabella haciéndome estremecer, porque no escuchas la voz de un muerto todos los días y yo llevo veinte años sin hacerlo. Además, él siempre fue un padre para mí—. ¿Podría decir su nombre por favor?
—Teobaldo Deveraux, gobernador en realidad —responde una voz gruesa que he escuchado antes.
—¿Isaac? —preguntan al otro lado de la puerta cuando la grabación se atasca por un segundo, por eso la cierro para salir inmediatamente nervioso como si me hubieran pillado, mientras acoso a cierta pelirroja—. ¿Estás, gato fiero?
—No me digas así en donde otros puedan escucharte, carajo —espeto al abrir la puerta. Michael y Gerard están allí y me invitan a una merienda con galletas libre de gluten y azúcar añadidas, ellos se han acostumbrado a manejar las cosas que me sientan mejor, pero no aceptan entrar, por ello nos vamos a la parte trasera del edificio A, está frente a la muralla, con solo algunos metros separándolos. El sol ha caído un poco y el reloj roza las dieciséis horas cuando nos sentamos en el suelo en un círculo como solíamos hacer en la academia Pre-Praetor, aunque mi mente sólo puede pensar en la información que descubrí sobre los Fox.
Gerard nos comenta de las fotos que envió su esposa, Shirley de su bebé, es el primero de la pareja y le bromeo diciéndole "Se ve guapo, obvio no salió a ti", eso nos hace reír a los tres, pero Mike me pregunta cuando tendré hijos, pero sin pensarlo se lo contesto de forma cortante: no tendré hijos, no está en mis planes de ninguna manera porque no sé cómo ser padre y se lo hago saber, Ger replica que el tampoco sabe cómo serlo, aún así, dará todo de él aun en nuestro limitado tiempo, pues escogió la vida militar antes de heredar su imperio familiar, su padre es un gigante de las comunicaciones en Japón y por ello Ger tiene rasgos asiáticos. Termino confesándoles mi temor a convertirme en Theodore, casi nadie sabe la verdad detrás de su apariencia de padre preocupado por sus hijos.
Su sangre, mi sangre está maldita y no quiero heredarle esta mierda a un pequeño.
Mike trata de convencerme de lo contrario, no soy mi padre, dice, pero nada en el mundo me hará cambiar de opinión, porque igual si no fuera así, no soy de caca, llantos y tetero y estoy en mi negación cuando Gerard sale con una extraña pregunta fuera de lugar, mientras come palitos de zanahoria cruda como siempre: ¿Y con Isabella los tendrías?, aquello me saca de orbita por semejante implicaciones, además complementa diciéndome cómo me observaba, mientras yo la espiaba a ella, sabe de mi fijación por Fox, bueno, como mucha gente, al parecer, pero me encargo de dejarle muy claro el cómo veo a Isabella, solo sería sexo y nada más; sin embargo, se pone más incisivo acusándome de que si le quito el amor de ella a Fabián este se muere en vida.
—¿Y a mí qué me importa eso? El niño perfecto puede morirse y ni me mueve el pelo.
—Por Dios, Isaac, ¿cómo puedes decir eso? —replica Ger espantado ante la crudeza de mi comentario.
—¿Qué quieres que diga? ¿Qué me preocupo por el niño 10? Pues no, no me importa él o su matrimonio no tan perfecto como todo el mundo cree —insisto gesticulando dándole enfoque al cerro que me importa Fabián Richardson.
—¿Qué quieres decir con eso? —pregunta Mike mirándome extrañado.
—Bueno, muy buena la conver, pero ya estoy hasta las pelotas de problemas como para sumar el matrimonio del muñeco de pastel y la potra salvaje —pongo punto final al tema, mientras me pongo en pie sacudiendo mi pantalón camuflado—. Tengo muchas cosas para hacer, gracias por el descanso, pero me marcho.
—Isaac Falcon, si le quitas el amor de ella a Fabián cargarás con la conciencia de matarle —espeta cada vez más molesto, pero exploto—, aunque no te confundas, no estoy de su lado, solo es algo de humanidad, ¿no la tienes?
—¡No veo a Isabella como algo más que sólo sexo! —hablo sobre mi hombro sin girar a verle de nuevo—. ¿Entiendes? Es una mujer despampanante, hasta tú has tenido fantasías con ella, pero nada más. Además, te invito muy cordialmente a que averigües qué carajos pasa en ese matrimonio del demonio si tanto te preocupa, porque muy bien no está.
Me marcho con pasos furiosos y apresurados dándole golpes al asfalto ya más frío por la hora, pues casi llega el crepúsculo. Voy sin rumbo cuando me encuentro a Mazzeo, quien se extraña ante mi actitud desbordada de ira sin sentido por pensar en Isabella y Fabián. Me saluda jovial llamándome por mi apellido, me dice estar buscándome para finiquitar las parejas escogidas para infiltración y vigilancia, además sugiere ir por "Isabella". «Fox, mendigo tipo, dile Fox o Brigadier»
Accedo y nos regresamos hasta el edificio en donde me encuentro de nuevo a mis amigos, pero los ignoro al pasar de largo hasta el ascensor. Ambos me miran con algo extraño en sus ojos, pero no me importa en lo más mínimo lo que les nazca del culo pensar, no voy a cambiar de opinión con respecto a ese niño consentido de mamá quien realmente envenenaría a las larvas si osan comerse su cadáver.
Toco la puerta, mientras pregunto si puedo pasar cuando llego con Mazzeo a mi lado, pero la respuesta es un golpe contundente preocupante, causando que nos miremos por unos segundos con una duda evidente.
— ¿Estás bien Fox? ¡Contéstame!
De pronto una joven de oficinas cercanas me explica la situación: antes de llegar Isabella estaba con el General Pedraza y luego empezaron a escuchar una pelea, por ello grito para pedirle abrir la puerta y pego la oreja a la madera, de esa manera escucho como alguien es estrangulado sacándome de mis casillas, entonces empiezo a golpear la puerta con el cuerpo y las piernas hasta derribarla dejándome ver una escena inesperada completamente.
Ella no es la víctima, Fox está sobre el General, mientras lo ahorca con fuerza poniéndolo como moño navideño, tiene sangre en la cara proveniente de la coronilla de su cabeza, al parecer, y su pómulo reventado. Cuando salgo de la impresión corro hasta su posición tomándola de la cintura quitándola de encima, está hecha un huracán categoría diez, doce, quince, pelea y se retuerce mientras me exige soltarla además de amenazarme con arrancarme las pelotas si no lo hago. Pedraza yace en el suelo apenas incorporándose con sangre también, mientras tose fuerte sujetando su garganta, parece apenas empezar a procesar cómo casi muere a manos del alter ego de Isabella: La Vípera Carmesí.
—¡Déjame! ¡lo voy a destrozar, maldito cerdo de mierda! —grita cuando, en medio de su alboroto y las miradas de todos, me la echo al hombro como bulto de papas, llevándola hasta mi oficina al otro lado del pasillo encerrándonos ahí solos. Se apoya en el borde del escritorio con la cadera luciendo extraviada—. ¡Malnacido, asqueroso, hijo de puta! —exclama con la mirada perdida abrazándose, meciéndose ligeramente de adelante hacia atrás.
Le pregunto qué pasó, pero solo me dice que ese tipo no la deja en paz, sin embargo, no me quedo con eso, insistiéndole, es cuando me confiesa que en realidad no pasó nada, porque ella no se dejó y puedo ver cómo se le eriza la piel al recordarlo, sobre todo al decir cómo la golpeó al dejarle claro que no pasaría nada entre ellos jamás. En eso llega Mike, me pregunta si pasa algo preguntándole a ella si está bien y si puede traerle un botiquín, una botella de agua o una amiga, a eso le pido traer todo, sobre todo a Montgomery.
Tomo la mano de Isabella, esta tiene sangre empapándola cuando la puerta se abre de un jalón dejando ver a Sara, su expresión se descompone y su rostro se torna macabro del cabreo que empieza a asomarse, para gritar "¿qué mierda significa esto?"
«Vaya, Sara ha sacado las garras, de nuevo»
—¡Primero que todo no grites, mierda! —espeto sin consideraciones—, ¡Segundo, aquí soy el Brigadier Falcon y tercero, no me gustan los reclamos! —continúo—. La próxima vez no te atrevas a entrar sin tocar ¿Entendiste?
Queda impresionada y se nota estupefacta
—¿Por qué eres así conmigo? —dice entrecortadamente—. ¡Yo que te quiero tanto!
—Yo no te mandé a quererme, Sara, y no por eso puedes venir a hacer semejantes escándalos —digo tratando de recobrar la calma—. ¡¿Y a ustedes qué putas se les perdió?! ¿uno igual a mí? —ataco a los curiosos quienes regresan a sus labores como hormigas dispersándose.
—Sé cómo son las cosas contigo, pero no me hables así —dice ella—. ¿Qué hace la Brigadier Fox aquí y por qué le tomas la mano?
— Ahora da la vuelta y sal de aquí ahora mismo —ordeno, mientras señalo la puerta a su espalda, respirando profundo en más de dos ocasiones.
—Pero...
—¡Es una orden, carajo! ¡lárgate de aquí! —espeto de nuevo, ella se marcha con un portazo, mismo hace temblar la puerta con un sonido estridente que seguro escucharon los presos bajo tierra.
—Fuiste muy duro con la Mayor —dice en un suspiro inclinándome sobre ella para revisar la marranada hecha por Pedraza en su delicado rostro—. Deberías ir tras ella, se puede dañar tu noviazgo
—No sé qué hay en tu cabeza, pero Diaz y yo no somos novios, lo fuimos, pero ya se acabó hace como seis meses —digo escueto, mientras giro su rostro en busca de más heridas, pero solo tiene el pómulo abierto y la coronilla donde aún sale sangre que corre por su cara y se la quita con el dorso de su mano. Al parecer, no le interesa en lo absoluto estar empapada en sangre propia y de otro, y a mí tampoco.
De hecho, se ve radiante su papel de Vípera y me gusta mucho más cuando libera su naturaleza oscura.
—Creí que sí eran novios, siempre te acompaña a todos los sitios.
—¿Estás espiándome, Isabella? —pregunto acercándome más.
—La vi salir de tu habitación temprano en la mañana un día... pero no te pido explicaciones, no me importa en donde metes el pito.
—¿Son celos los que escucho en su vocecita, Brigadier Fox? —murmura con un tono poniéndole nerviosa visiblemente.
—Soñar no cuesta nada, Falcon —dice al tragar en seco.
—No sabes todo lo que te hago en mis sueños...
—Creí que estabas molesto conmigo por lo de esta mañana.
—Lo estoy y mucho porque decirme "me ves como juguete sexual" es una putada, pero eso no tiene que ver con esto, DS-PS ¿Recuerdas?
—DS-PS...—se sonríe en señal de acordarse—. Distráeme, sácame de la cabeza ese momento, sólo tú puedes hacerlo —dice mirándome con una vulnerabilidad no vista desde adolescentes.
—¿Cómo lo hago? ¿quieres licor? Sólo tengo whiskey, la maldita diabetes no me deja beber muchos tipos de alcohol.
No responde, se abalanza sobre mí besándome con fuerza, con la pasión que tanto me atrae de ella. Tomo el control del beso cuando salgo de la impresión, para marcar el ritmo e inclino mi cabeza al sujetar su cabello sedoso entre mis manos dándole un tirón, con ello le saco un jadeo bajo y solo logra encenderme, por ello paso mis besos a su cuello sentándola en mi escritorio para una vez verla ahí enredar sus piernas en mi cintura, en donde se aferra con la misma necesidad desmedida.
Lo nuestro es una sed insaciable, una adicción incontrolable, el instintito bestial que no se marcha. Esto pasa cuando se juntan un volcán y un huracán, dos seres violentos con tendencias a la adicción recíproca.
Meto las manos por debajo de su camisa subiendo a sus senos acariciándolos cuando la erección inevitable se marca. Ella me dijo no querer nada conmigo, pero su cuerpo suplica a grito herido otra cosa muy diferente. Acaricia mi pecho por encima de la camiseta de entrenamiento y ahoga un jadeo, mientras muerde mis labios de forma salvaje, prendida de mi cuello. Encajo mis caderas en la unión de sus piernas, de esa manera siente lo que causa con su maldito fuego despiadado, cuando desliza mi camisa sacándola, besa mi pecho como posesa en medio de jadeos. Alguien nos puede escuchar, Isabella no es silenciosa jamás, deja salir el placer de todas las maneras, grita, rasguña, sujeta con fuerza, pero en este momento poco me importa Volkov, la red de chismorreo, Gerard y hasta la puta madre.
Pronto sus manos buscan mi bragueta con necesidad abriéndola, y nos besamos otra vez en busca de encauzar la pasión con mi cabeza inclinada hacia ella y con mis manos apoyadas en su cintura, se restriega contra mi erección cada vez más ansiosa como si estuviera tan desesperada como yo mismo, pero nada se concreta porque nos interrumpen.
—¡Chingada madre! ¡¿Qué hacen?! —exclama Michael en tono bajo para entrar y cerrar la puerta de forma fugaz para evitar ser vistos por otro. Sus expresiones mexicanas vienen de que su madre lo ex y él vivió allí, nació allí y sus primeros años hasta los nueve, estuvo allí.
—¿Qué parece, pendejo? ¿rezando el Padre Nuestro? —espeto cuando Isabella me aleja de un empujón viéndola cómo vuelve a sus cabales, en donde no hay lugar para caer en la tentación.
—Uussh, gato fiero grosero, Tienes un geniecito últimamente... Tenga Brigadier Fox —responde entregándole una botella con agua y un botiquín—. Pero no encontré a la teniente Montgomery.
—Lo siento, no debió pasar —dice Isabella apenada, mientras echa a correr sin mirar atrás. Para Mike, solo estoy sin camisa, pero estaba a punto de cumplir una fantasía de oficina
—¿Qué tienes con ella? —susurra Michael—. Creí que ustedes habían pactado no involucrarse de nuevo, ¡Le acabas de negar a Gerard esto!
«Bueno, ese trató ya valió pito, la sala de entrenamiento número uno es testigo»
—Mendiga potra salvaje, dice una cosa y hace otra —espeto dándole una patada al suelo y pongo mi ropa de vuelta, recriminándome por permitirle a esa mujer confundirme. A mí nadie me confunde—. ¿Puedo confiar en ti para no decirle a Gerard?
—Sí, claro, lo sabes muy bien, pero sabes que él es más tu amigo en lugar de Fabián, pero tiene sus valores morales marcados —replica medio indignado, tal vez porque piensa que no confío en él—, ¿Qué pasa con Isabella?
—Pasa de todo y a la vez nada —le invito a sentarse para explayarme en las cosas sucedidas desde nuestra llegada a Afganistán, incluido el encuentro en la sala de entrenamiento. Se queda callado escuchándome con atención, pero al terminar espero el regaño, la cantaleta le dice mi madre; sin embargo, no llega, al contrario.
—¿De verdad crees que es solo sexo? Sabes porqué te lo digo —menciona y es como una flecha recordatorio de todo lo vivido con ella, durante nuestra vida antes del pacto de no volver a vernos, la noche antes de su matricidio... no, perdón, su matrimonio.
—Cometí el error de abrirme una vez y me jodieron, no tropiezo dos veces con la misma piedra —mis palabras están cargadas de solo honestidad, jamás en la puta vida me vuelve a pasar—. Pero ella jamás será solo sexo, ese es el problema, solo lo dije por quitármelo de encima.
—Bueno, Isaac, se cómo eres, pero jamás me cansaré de decirte que no puede pasar toda tu vida como un energúmeno y vivir de sólo sexo. Aquí estoy, los sabes, eres mi mejor amigo, mejor dicho mi hermano y me encantaría verte feliz, pero al parecer solo con Isabella Fox lo puedes ser, ¿Por qué le dijiste a Gerard lo del matrimonio de ella con Richardson?
—La escuché, mientras hablaba con él y no me gustó para nada, hablaba de que ellos se hicieron daño incluso físico, ella lo negó, pero la conozco, me mintió, aunque sobre todo me llamó la atención cuando le gritó "Yo era tu esposa" como si fuera en pasado.
—Vaya, entiendo, a mí tampoco me gusta y no lo escuché directamente —dice medio sorprendido pues a todos se nos metió la idea del matrimonio perfecto entre esos dos, pero una vez más la vida me muestra cómo las apariencias son la peor víbora engañosa, puede ser perfecto en la superficie y estar podrido bajo esta, mi padre es vivo ejemplo, ante todos es el padre ideal, pero dentro de las paredes de nuestra casa ocurriendo cosas no vistas por nadie más.
Pronto tocan la puerta y le permito pasar, para encontrarme con Colson.
—¡Colson! —digo con firmeza, tengo asuntos pendientes con él—. Ven aquí y cierra la puerta.
—¡Dígame señor! —responde con la espalda recta y las manos atrás. Los años no le pasan al muy cabrón, luce igual a la primera vez que hablé con él.
—Te necesito más al pendiente de Fox aún más —le digo sentándome con la mirada de Michael acusándome, y yo trato de no verme como idiota por culpa de esa sensual espina en el culo quien me dejó vestido y alborotado—. Sobre todo, cuando esté cerca de Pedraza ¿En qué momento ha pasado esto?
—No sé qué pasó, señor, llevo siete años siguiendo sus instrucciones de cuidar de la Brigadier —dice—. En las buenas y malas.
—No solo por eso ¿O sí? —espeto de forma brusca—. Te pago para cuidarla, no para que te enamores de ella.
—No sé de qué habla, señor —baja la mirada—. Mi lealtad hacia ella es por su...
—¡No me vengas con pendejadas, Colson! he notado cómo la miras ¿Crees que disimulas bien? La única quien parece no saberlo es Isabella y se las da de muy astuta —replico—. Pero no te hagas ilusiones. No te puedes acercar a ella más allá de lo laboral ¿Entiendes? O yo mismo voy a encargarme de ti.
—No, Brigadier Falcon, no puedo aspirar a ella, siempre lo he sabido —dice con un suspiro sin mirarme—. Sólo cumplo con mi deber, no pienso ir más allá.
—Bien, si quieres más dinero dímelo, estoy dispuesto a pagar lo necesario por tu trabajo de mantenerla a salvo, pero vigila a Pedraza, algo me dice que ese General de pacotilla la jode desde hace tiempo —termino para entrecruzar las manos y apoyar los codos en el escritorio—. Ya te puedes retirar.
«Ya la comparto con su maldito esposo, no lo haré con Colson»
«No, mierda, mierda, ¿Qué estoy pensando?»
Me recrimino sin saber de dónde viene el impulso de posesión, aunque debo admitir algo: simplemente ella despierta un instinto, un monstruo que la reclama como suya desde nuestra primera vez juntos.
Debo calmar las cosas en mi cabeza, no puedo seguir así.
—¿Qué tanto me miras, Michael? ¿tengo brócoli en los dientes o qué? —pregunto de malas—. ¿Vas a decirme algo?
—Nunca te había visto tan celoso, gato fiero —suelta sentándose, en medio de una burla clara—. Te faltó darle el zarpazo de tigre dientes de sable, no mames, ¿Te sientes bien? ¿se te subió el azúcar?
—Ni azúcar ni nada, petardo —respondo bruscamente—. Sólo no me gusta que en mi equipo de trabajo se anden con amorcitos. Menos en este sitio en donde hay un terrorista por cada tres habitantes
«Eres un hipócrita» pienso de mí mismo.
—Lo dijo el Brigadier que se enrollaba con su subordinada hace menos de cinco minutos y se acostó con ella hace pocos días...
—¿No tienes que ir a meter un tenedor en un tomacorriente, Michael? —le devuelvo serio sacándole una risa, es el único quien no come de mi mal genio—. Vete a trabajar o a enamorar a Montgomery, a encontrar el cargamento perdido de Nuestra Señora de Atocha, qué sé yo, sólo déjame solo.
—Pues sí, me voy antes de hacer salir al tigre dientes de sable, porque uff, casi casi destaza al pobre Colson —se burla—. Celoso de mierda —alcanza a decir cuando le tiro lo primero que encuentro: el pisapapeles con forma de cuadrado macizo, este solo rebota contra la puerta pues logra salir antes.
Cuando sé que no volverá, me pongo en pie a ponerle pestillo a la puerta, aunque me altere, pero es necesario. Entró de nuevo al archivo de los padres de Isabella, me pongo mis audífonos y reproduzco el mismo archivo de audio de esta mañana.
TRES ESTRELLAS, ACCESO CONCEDIDO
—Para constatar, este interrogatorio está siendo grabado y monitoreado en tiempo real. Lugar: Central Nevada, Edificio A, sub suelo cinco, sala tres —dice el padre de Isabella—. ¿Podría decir su nombre por favor?
—Teobaldo Deveraux, gobernador en realidad —responde la voz gruesa que ha salido en las noticias.
—Bueno, el Deveraux es el linaje privilegiado de su esposa, no suyo, entonces le llamaré por su verdadero apellido: Torres, le voy a dar la oportunidad de que confiese los negocios que tiene, eso le conseguirá beneficios.
—¿Tiene pruebas de algo? No me haga perder el tiempo que soy un hombre muy ocupado —espeta el sujeto con un tono mordaz—. Mejor dígame algo ¿No le da miedo? Cualquier día de estos aparece muerto en una zanja.
—¿Es una amenaza? —Contesta Vladimir con un tono intimidante que nunca le escuché.
—Es una pregunta... después de todo, los agentes Praetor cargan con muchas culpas, atraen enemigos ¿O no? —le dicen de forma burlona—. Son como los justicieros sin nombre, de forma legal e ilegal a servicio de quien mejor pague.
—Todo lo que diga podrá ser usado en su contra, Lo sabe. Levantar injuria es un delito, señor gobernador, el Consorcio no tiene objetivos privados sino del bien común.
—Si, claro... o usted es un excelente mentiroso, señor agente, o es un ingenuo muy inocente —responde con la misma burla el gobernador—. ¿Cuál de las dos?
—Las preguntas las hago yo, usted es quien está arrestado —responde Vladimir—. ¿Dónde están los niños? Es lo único que necesito. Lo demás enfréntelo solo.
—¿En una guardería? —se ríe el hombre—. Yo que voy a saber... lo que sí sé es que su hijita es muy linda, me recuerda a alguien.
—Mi hija murió hace mucho tiempo...
—Sí, eso le hizo creer a muchos, pero sé que no es así... un pajarito me contó que los Karaman le estaban buscando
—Vaya comunicativo ese pajarito ¿Tiene un informante aquí? —el tono amenazante de Vladimir vuelve de repente.
—Simplemente sé cosas sobre ella que usted también sabe, agente, perfectamente. La razón por la que su padre no quiere saber nada de la pequeña y de Carmen, que su hermano mayor prefiera a su hija Alexa.
—Esto no se trata de mi familia y ese hombre ya no es mi hermano —gruñe Vladimir perdiendo la compostura por primera vez en la conversación—. Se trata de usted, ilustre gobernador, de su corrupción y sus negocios por debajo de la mesa. Tiene un hijo que fue pequeño alguna vez ¿No le va vergüenza traficar con niños?
—Ya le dije que no sé de qué habla y a Thomás no lo meta en esto, pero permítame darle un consejo, agente Fox, deje de ser una piedra en el zapato y métase en sus asuntos propios, porque los sapos mueren aplastados ¿Sabía eso?
La grabación se corta abruptamente, dejándome con muchas más preguntas, pero sobre todo con la incertidumbre de si debo decirle a Isabella. Volkov tiene razón en algo, ella puede ser una máquina de matar irrefrenable, incontenible, inhumana.
¿Será bueno darle un empujón hacia la verdad que se puede transformar en un abismo?
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