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Capítulo 10(2)- Falcon Vs Fox


PARTE II

ISABELLA

—Que comience la purga, Falcon —le digo sacándole una sonrisa de medio lado. Me dedica una mirada más allá de cualquier límite profesional, está cargadita de algo muy diferente.

—Que comience sin escrúpulos, Fox —murmura soltándome al llegar llega Sara con su usual inocencia.

—Felicitaciones, mi Brigadier, la admiro mucho —dice ella, mientras mira a los lados como si se asegurara de no ser escuchada y es que esta mañana su amiguita ha llegado. Le agradezco y me voy con Alana quien me abraza emocionada, trato de llamar a Fabián, pero no contesta por mucha insistencia, luego nos encontramos a Renata en el camino al comedor y contarle la noticia se emociona mucho, por ello varios salen a ver si pasa algo, encontrándose conmigo en el suelo, pues me ha tumbado.

—¡Eres una chingona, wey! —me dice Renata, tiene ascendencia mexicana y sus palabras características le salen naturalmente pues vivió muchos años allí, sus pómulos marcados resaltan aún más por su gran sonrisa—. ¡Isabella Fox, Brigadier Regentel! Te felicito, chulada, conseguirás el puesto, te lo aseguro.

—Aún resta la competencia con Isaac —digo cuando me pasa un brazo por los hombros para caminar conmigo.

Alana asegura la poca importancia de ello, pues me cree capaz de ganarle, mientras vamos al paso con nosotras en dirección al comedor. Estoy hambrienta por el entrenamiento y necesito calorías, así que devoro con ansias el desayuno sin pausa hasta la saciedad, pero sin dejar de pensar en Falcon, sobre todo en las palabras dichas por su boca de pecado.

Renata aún no se lo cree y emocionada levanta su cajita de leche como si brindara con ella, es una extrovertida como sólo ella podría, está frente a mí al otro lado de la mesa, de pronto grita de repente para llamar la atención de todos con un silbido al final para callar el murmullo "¡Mi mejor amiga casi hermana, es candidata para el ascenso más deseado, el RGN, aplaudan a mi chulada o se las verán conmigo!" dice causándome una sonrisa pues es un acto "Made by Renata" exclusivo. Pronto llega el aplauso con silbidos y felicitaciones, la mayoría ya me conoce por distintas razones, unos como la mejor tiradora del Consorcio, otros como la desquiciada que casi mata al objetivo.

Una vez se sienta de nuevo le digo claramente cómo estaba zafada de la cabeza, ella en definitivo es un alivio para mi estrés, hasta hacerme olvidar todo el peso en mi espalda y eso me hace temer de perderla, pues como agentes, podemos tener ese destino mucho más fácil a otros civiles, hemos escogido la carrera peligrosa al servicio de los intereses grupales de protección y regularización de delitos. Por otro lado, Alana le dice ridícula y empieza a discutir con Renata, quien le ordena callarse llamándola "Doña amarguras" y argumenta el usual ceño fruncido de Al siempre, pero de pronto empieza a decir que por eso prefieren... sin embargo se queda en la mitad, gracias a Dios.

Su móvil suena con un mensaje e interrumpe la frase de la discordia pues seguramente iba a terminar en una pelea, porque sé el final, iba a decirle cómo me prefieren a mí antes de Alana. Ren sonríe ligeramente ante la pantalla con un cambio de su humor repentino, y así sé quién es: su misterioso novio. Por ello al verla responder con entusiasmo le pregunto cuando nos presentará a su amado, mientras apoyo mis codos en la mesa entrelazándome los dedos para apoyar la barbilla allí. Su madre y su padre son Generales de tres estrellas y son estrictos a la hora de permitir quien se acerque a su hija, tal vez por eso aun no dice nada oficialmente. Tratan de hacerla ser la mujer perfecta, el soldado ideal, fría y sin sentimientos, pero Ren se sale de ese molde.

Ella vuelve a salirse del asunto con la misma excusa, cuando sea el momento, pero sí hace la salvedad de estar enamorada hasta el tuétano y al parecer ese famoso novio debe resolver asuntos para estar con ella. Finalmente bloquea el móvil, Alana la mira con ira; sin embargo, no dice nada. Al terminar mi desayuno me marcho del comedor, dándome cuenta de la presencia de Isaac con Sara a mi espalda.

Me pregunto si es algo serio; ella se ve ilusionada, pero Falcon es impredecible, inestable e incapaz de quedarse quieto, siempre quiere cambiar, transformarse, no ser el mismo. Una vez he llegado a mi destino, me concentro en los papeles frente a mí para formar líneas de batalla y escaletas de formación para operativos, dejando a los especializados en inteligencia en la base como Teresa, Gerard y Sara, busco la forma en como las cosas fluyan mejor para evitar pérdidas, yo nunca pierdo hombres y no será la primera vez, por eso busco la perfección, aunque en Afganistán nada se puede dar por hecho. Debo presentar la estrategia frente a Lucio e igualmente a Falcon y papá no tendrá contemplaciones conmigo, lo sé, en el trabajo no me da beneficios y si mi estrategia tiene fallas, él no la aprobará, así que empieza el juego.

Tocan a la puerta y permito la entrada. Mi oficina está fría por el aire acondicionado funcionando con su leve sonido de fondo, entonces siento la ola de calor en cuanto se abre la puerta, ello deja entrar los grados elevados en el pasillo. Aparece Colson a quien saludo alegre, invitándolo a pasar, sus ojitos color café como su pelo brillan con emoción, pronto me felicita con un ligero tartamudeo nervioso, dándome tanto cariño pues siempre es muy lindo conmigo, además de acompañarme siempre al pie del cañón, incluso al ser del mismo escuadrón antes de yo ascender, desde ello lleva siete años apoyándome en el Alfa-Escorpio.

Le agradezco llamándole por su nombre, me gusta tutearlo a veces porque me da la suficiente confianza para hacerlo; tiene veinticinco años y luce mucho más juvenil, con su sonrisa deslumbrante que nunca le falta a su expresión. Lo siento como un amigo más, por ello le digo que espero verlo una vez ascienda y su respuesta "En las buenas y en las malas. Llueva, truene o relampagueé", por eso le digo un secretito: él es el mejor agente de mi escuadrón y entonces me abraza tímidamente, luego se disculpa, pero le aseguro que todo está bien, no me molesta.

Entonces le pregunto sobre su hija quien nació con espina bífida, una condición delicada en los bebés, pone en riesgo su salud y su vida por el tipo de cirugías a realizar en seres tan pequeños, pero su respuesta me deja helada... Isaac Falcon ha pagado todos los gastos extras no cubiertos por el seguro. Claro, La pregunta de si lo conocía de antes no tarda en salir, pero resulta que su hermano está en el Delta-Lion y un día solo recibieron un cheque por valor de todo, cirugías y terapias para caminar lo más normal posible, algunas sin cobertura por nuestro seguro militar.

Continuo en mi tarea y llamo a papá para consultarle algo, él llega pronto dándome el abrazo que había necesitado todo el día. Lucio me ha criado, me ha amado, me ha mantenido en mis cabales como lo hubiera hecho Vladimir Fox y nunca podré agradecerlo lo suficiente por no dejarme en manos de mis abuelos paternos, ellos siempre me rechazaron, solo los vi un par de veces desde la salida del hospital psiquiátrico, siempre fríos, serios, me miraban de reojo como si yo fuera una plaga, una peligrosa para exterminar.

Simplemente parecían no quererme.

Me felicita llamándome hija mía, al soltarlo del largo abrazo y menciona que mamá Marina felicitó diciéndole que está orgullosa de mí y pidió llamarla al tener tiempo, mientras saco una cajetilla de cigarros, Lucio lo desaprueba aun después de tantos años, por ello abro la ventana corrediza para dejar correr el poco viento, pero otra vez entra el calor abrasador al encender el cigarrillo.

—Da lo mejor de ti misma, Isaac es un gran oponente, lástima que sea tan problemático —dice Lucio sentándose—. Pero bueno, razones de sobra sí tiene.

—¿Por lo de su padre? —pregunto curiosa. Los Richardson y yo sabemos muy bien del maltrato a su esposa desde siempre, aunque dé en todos los sitios la careta de buen marido amoroso. La verdad, cualquiera se revelaría si viera a su madre sufrir a manos de un maltratador.

—¿Sabes de los castigos de Isaac? ¿él te lo contó? —replica él confundido, pero niego con la cabeza. La extrañeza se toma mi cabeza, con los pensamientos entrecruzándose, mientras suelto lentamente el humo hacia el exterior—. Olvídalo.

—Me refería al maltrato a su madre... ¿Cuáles castigos? ¿de qué hablas?

—Theodore no es un padre ortodoxo, es mi amigo, pero es una bestia egocéntrica —dice Lucio—. Stacey no ha sufrido nada; ella es su adoración, pero Isaac se llevó la peor parte, León fue protegido por su madre y tampoco lo experimentó. Sólo tu amigo sabe la verdadera naturaleza de su padre.

—Entiendo... ¿Entonces él también sufría maltrato?

—Y mucho, Isabella, me sorprendió cuando no tomó un camino más torcido ¿O no?

—Sí, un gran porcentaje de los jóvenes maltratados replican el comportamiento al que son sometidos, con sus patrones de conducta ¿De ahí vienen sus cicatrices? ¿sabes algo de eso? —pregunto sin poder evitarlo, mientras engullo a paso apresurado el cigarro entre mis dedos para impregnar mi boca con el sabor mentolado, ansiosa de saber más información

—La verdad nadie sabe de dónde salieron esas cicatrices tan crudas en su brazo, tal vez Laura sí, pero no creo que se lo haya dicho a nadie más —se sienta en el escritorio dejándome pensativa, al recordar lo dicho por Falcon sobre tener sus propios demonios creados por un pasado doloroso—. Y al crecer ya sabemos cómo se volvió... y bueno, tú lo sabes, Isaac iba a casa cuando peleaba y tú lo curabas ¿O no?

Puede parecer algo tonto, pero esos momentos marcaron nuestras vidas.

—Según nosotros nadie lo sabía...

—Soy tu padre, lo sé todo sobre mis hijos —me dice con una sonrisa—. Bueno, te dejo. Fortalece los puntos débiles y presenta la mejor versión, no te daré beneficios, lo sabes y si presentas una estrategia floja y él una mejor, se la aprobaré a Isaac.

Se va luego de dejar un beso en mi frente. Me concentro entonces para sacar mi mente del pasado, pero no volveré a ver a Falcon igual. Empiezo a analizar la zona de la primera bodega, está en un mercadillo de víveres y cosas varias, lo veo en la pantalla interactiva táctil en la pared, esta tiene imágenes satelitales y las fotos del lugar, así como sus alrededores, tomo nota de la altura de las edificaciones en caso de poner francotiradores, la velocidad del viento registrada capaz de afectar los disparos, con cada uno de los puntos de salida existentes entre las pequeñas y entrecruzadas calles de Kandahar.

Me paso entre papeles y anotaciones todo el día, pronto el reloj marca las cuatro de la tarde, no puedo aplazar más la segura masacre del General a juzgar por cómo le desautorizaron frente a todo el mundo, por ello me dirijo a su oficina, pero al llegar me doy cuenta de la presencia de alguien allí, entonces al ver de quien se trata, un impulso me lleva a esconderme cerca en donde puedo ver y escuchar pues la puerta estar a medio abrir.

—No se preocupe, Falcon, ese puesto es suyo —murmura Volkov, mientras palmea la espalda de Isaac. Los observo escondida tras la máquina dispensadora, esta se ubica en la pared exterior a un lado de la puerta, además debo reprimir el estornudo provocado por el olor a canela del limpiador de pisos, para no ser descubierta.

—Yo no estaría tan seguro —responde él.

—Yo sí, tiene mi voto seguro y Fox no es exactamente una competencia válida.

—Al contrario, General, Isabella me puede quitar el puesto muy fácil. Es una mujer capaz e inteligente, no cometa el error de subestimarla —dice Isaac sorprendiéndome con sus palabras por segunda vez en el día.

—No la subestimo, le exijo excelencia; sé que puede ser mejor de lo demostrado, pero nada hace a su lado, Falcon —las palabras de Volkov también me sorprenden.

—Fox es hija de Vladimir, hija adoptiva de Lucio, se ha entrenado desde los quince años para ser la mujer agente de hoy en día —dice Falcon, pero no puedo ver su cara, me encantaría saber cuál es su expresión facial.

—Es una jodida máquina de matar, ese es el problema —replica el General con desagrado en su voz, haciéndome suspirar pensativa, he conseguido ser vista como un monstruo —. Si bien la hemos enviado directo a eso, parece se regocijarse en ese acto, como si disfrutara haciéndolo y eso la convierte en un problema.

—Todos los oficiales superiores Praetor somos máquinas de matar —replica Falcon—. Así nos entrenaron, para no sentir ante la muerte, para resistir en cualquier situación sin abrir la boca, regular las emociones ¿O no? Todos disfrutamos en mayor o menor medida de acabar con los objetivos criminales.

—Sé perfectamente sobre el entrenamiento, Falcon, pero aun con eso la Brigadier Fox está fuera de control, parece disfrutar de la sevicia, la maldad, el descontrol de sus actos violentos —replica Volkov, para chasquear la lengua, mientras agentes del pasillo me miran extrañados ante mi actitud de espionaje—. Y deje de justificarla, al parecer la defiende.

—Para nada, es mi contrincante, solo resalto lo obvio... yo no me confiaría en ganar, después de todo le dicen "Vípera" por una razón. Permiso para retirarme —son las últimas palabras de Isaac, luego sale para dejar al General solo, permitiéndome salir de mi escondite y entrar al despacho.

—Me disgusta lo designado por Sigmund, pero no puedo desobedecerle. No sé qué hace con todo el mundo que parecen estar a sus pies —dice de entrada, mientras abre el cajón de su escritorio, su frente con algunos pliegues se contrae ligeramente ante su ceño fruncido—. Falcon, Lucio, Pedraza, Lezgado, más un montón de agentes que parecen venerar la locura viviente en su cabeza junto a su carácter de mierda, pero conmigo se equivoca, no le daré privilegios. Aquí tiene su arma y placa.

—Gracias General y no espero beneficios por ningún motivo más allá de mi propio desempeño—murmuro seria con las manos atrás y la espalda recta.

—Pero me va a entregar la tarjeta ya mismo —insiste al extender la mano hacia mí; por ende, no tengo de otra, arrepintiéndome de no revisarla—. Lárguese, no quiero verla aquí.

Pone la dichosa tarjeta en el primer cajón bajo llave.

—Permiso mi General —digo dándome la vuelta.

—Ah, una cosa que quiero decirle hace tiempo: deje de utilizar los recursos de la organización para su objetivo personal —dice con un tono cortante y hace a mi corazón latir de forma descontrolada. Me giro temerosa en mi interior conmocionado encontrándome con su frialdad—. No me mire con esa cara de oveja mansa apendejada, de eso no tiene un pelo, se perfectamente de su constante búsqueda de información sobre Carmen y Vladimir Fox y todos lo sabemos, pero no está permitido... Mire, Fox, como una recomendación personal de alguien quien apreció mucho a sus padres, le aconsejo dejar el pasado quieto, remover la mierda la va a destruir.

«Mierda al cuadrado»

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Las palabras del General no salen de mi cabeza, «¿Cómo carajo se ha dado cuenta de ello? ¿me está espiando?» Creí que nadie sabía de mi insistencia en buscar en carpetas antiguas y archivos digitalizados consumida cada vez más por el ansia, pero al parecer no he sido tan discreta como pensaba. Me encamino al gimnasio en este momento, aunque mis músculos claman por un descanso, pero mi cabeza es un lío y solo podré desenredarlo al entrenar para callar el peso de la voz de mis pensamientos desatinados.

Como si ya no tuviera suficientes inconvenientes a la hora de averiguar la verdad, tengo un par de ojos que vigilarán cada uno de mis movimientos de ahora en adelante. Además, ahora dudo si desconozca mis intensiones con Sayyid.

Ha llegado la media noche, el lugar está desierto debo encender las luces para iluminar en un segundo hasta el último rincón, excepto una parte al otro lado de la entrada. Las máquinas hacen sombras alargadas como sombras macabras, igual a los pilares anchos cuadrados, que sostienen la edificación y mis pasos resuenan sobre el piso de madera con un eco hasta cierto punto relajante. Empiezo entonces con la caminadora en modo correr y luego sigo con las máquinas de pesas, gradúo las libras para conseguir un peso ideal, pero a quien menos me espero entra con expresión seria a la sala.

—Fox —murmura Isaac con un movimiento de cabeza.

—Falcon —le digo y nos quedamos en silencio, él también ha venido a entrenar, por ello cada uno está concentrado en lo suyo, sólo se escucha el sonido del metal de las pesas estrellándose o con el tintineo sutil, trato de estar tan seria aunque debo admitirlo, si lo tengo cerca a solas me desconcentro, pero en un error inconsciente lo miro con fijación al doblar sus marcados brazos con una mancuerna y de nuevo la imagen de sujetarme de esos músculos completamente consumida por el placer, me deja fuera de juego hasta hacerme quedar en evidencia por su maldito sex appeal.

—¿Se te perdió algo, cerecita? —espeta de mal humor. Tenerle cerca es un arma de doble filo que me partirá en cualquier sentido si me acerco demasiado al resplandor de su hoja cortante, sobre todo por quienes saldrán afectados y no me gustaría hacerlo—. ¿Por qué me miras así? Desde esta mañana te ha caído una miradera irritante ¿Qué carajos quieres de mí?

«No preguntes, hombre, no quiero parecer obsesa sexual»

—Nada, ni te miro, pero si te molesta pues sal con una bolsa de papel en la cabeza —digo para regresar a mi tarea en un suplica porque deje las cosas así, pero no, se acerca a mí peligrosamente hasta quedar junto a la máquina de pesas en donde estoy acostada, para detener el movimiento—. Déjame seguir entrenando.

—¿Por qué estabas mirándome? —insiste con tono duro aun—. No lo niegues, cerecita, estabas embobada viéndome. Poco te faltó para necesitar un babero.

—Ya quisieras, Isaac, te encantaría tenerme mirándote —digo levantándome haciéndole frente. Él inclina la cabeza mirándome con un gesto como si me analizara.

—Mentirosa, mentirosa —concluye con una sonrisa burlona—. ¿Por qué nunca admites lo que te causo?

—Simple, porque no es correcto —le digo alejándome hasta el otro lado; sin embargo, se atraviesa dejándome muy cerca de su torso, trato de golpearlo con una de mis piernas, pero engancha mi rodilla encajándola en su cintura, esa forma quedamos como bailarines de tango, y ¿cómo no? Él aprovecha la situación para acariciar la parte baja de mi muslo, y ahí está, un deseo sin sentido, un placer insano además de indebido, un instinto sexual inevitable, al parecer. Pronto escapo con un arco hacia atrás obligándole a soltarme para no ser golpeado, mientras yo agradezco haber sido gimnasta en mi infancia y adolescencia.

—Alejándote como siempre —dice con media sonrisa—. ¿Tanto te asusta lo que sientes por mí?

—Sara parece una buena mujer ¿Por qué te interesa si siento cosas al estar contigo? ¿no la quieres? —murmuro en un intento de controlarme, ya caímos en la sala de entrenamiento #1 no vamos a hacerlo en #2.

—Sara es mi ex novia y le tengo aprecio, pero no la amo, aprecio y amor tienen un abismo fatal oscuro entre ambas, separándolas al ser estados de los sentimientos potenciados—dice cruzándose de brazos apoyado en el pilar más cercano, arquea su ceja, además pasa la lengua por sus labios ligeramente, llevándose mi atención en esa parte de su rostro—. No somos nada.

—Le prometiste protegerla del tal Horus —le digo, mientras reprimo el impulso de tener cerca el cuerpo tan deseado por el mío, justo al hablar de su novia, pues no me creo su cuento. No sé qué busca de mí, yo le deseo carnalmente, es realmente un antojo como de mujer embarazada, pero no me lo puedo permitir.

—A ese cabrón lo voy a descuartizar órgano por órgano si se acerca a Sara de nuevo, pero no tengo debo tener una relación para cuidarla.

—¿Por qué quieres terminar con ella? No entiendo —pregunto frente a él fijándome en su rostro, ese que tanto me acosa en sueños desde mi niñez.

—Bueno, ¿Y a ti qué putas te importa mi relación? —sale a relucir su mal humor—. Ni siquiera sé porqué hablamos de esto, ¿Acaso yo te pregunto por el muñeco de pastel de Fabián? No, él se puede morir y ni me mueve el pelo.

—Tengo curiosidad, eso es todo... ¿Te puedo preguntar una cosa? —le digo paseándome de un lado al otro con sus ojos siguiéndome justo como dijo Alana, con una obsesión por hacerlo.

—Aunque me niegue, preguntas más rápido, potra salvaje, habla.

—¿Qué te pasó en el brazo?

Sus facciones se convierten en una máscara de frialdad irreconocible; pues siempre ha sido malgeniado desde jovencito; sin embargo, nunca había visto ese odio asomar dentro del embrujo de sus ojos, que en este momento me miran de forma dura hasta hacerme sentir incómoda.

—No estás ni tibia si piensas que hablaré contigo —dice separándose del pilar para pasar por mi lado con andar enojado, confirmándome la teoría: el tema no se trata de algún accidente como la mayoría cree sobre eso. La red de chismorreo tiene la hipótesis de un accidente en su moto, pero guiándome ciegamente por su forma de reaccionar, queda descartada para mí.

—¿Fue por tus castigos? ¿tu padre te las hizo? —insisto persiguiéndole.

—¡¿Qué sabes sobre eso?! —replica como si le espantara la idea de alguien más enterado de aquello—. ¡Dime qué sabes!

—No mucho... pero puedes contármelo.

—¿Por qué haría eso? ¿qué tienes de especial para yo abrirme contigo más de lo que lo hago con el resto del mundo? No eres mucho para mí, en realidad.

—Sé cómo se siente sufrir, Isaac, estar roto por una vida que te ha tratado de la mierda —susurro—. Ambos parecemos estar quebrados, ambos podemos entender las grietas dentro de nuestras corazas mucho mejor en comparación con otros.

El silencio nos invade entonces, se planta acompañado de miradas fijas de nuestros ojos, su miel contra mi verde azulado.

Al no ver avance, me giro a tomar mis cosas, pero siento cómo se pone a mi espalda para tomar mi cintura y darme la vuelta mirándome con una intensidad que poner a temblar mis cimientos, además logra encender la llama de un sentimiento sin nombre siempre oscilante entre los dos, como una presencia inamovible e inmutable a pesar de los años. Veo la intensión de decir algo, pero se retiene. Fui totalmente honesta, puedo entender cómo se siente tener raíces dolorosas, espinas de dolor clavadas con fuerza en nuestras almas.

Se inclina sobre mí para apoyar su frente en la mía, luego acuna una de mis mejillas con su palma cálida, mientras niega con la cabeza como si tuviera una lucha interna impidiéndole abrirse del todo, y ello lo puedo entender aún más, retener los sentimientos negativos, las voces corrosivas acosándonos día y noche, además de los secretos albergados en nuestro corazón herido por las tragedias, esa mi especialidad.

Mi teléfono suena trayéndome a la tierra y me separo de Isaac en una carrera a la máquina donde dejé mi móvil, para contestar la llamada sin ver la pantalla en un intento de controlar mi respiración, pues solo puede ser Fabian o Marina, pero la línea queda en silencio por unos segundos.

—¿Hola? —pregunto extrañada al ver la pantalla donde el número parece no tener sentido.

Buena noche, agente Fox, ¿Cómo le va? —pregunta una voz con distorsión, eso me hace alejar el teléfono con el sonido molesto—. ¿Todo bien?

—¿Con quién hablo? —replico y con ello Falcon se acerca curioso, mueve los labios en una pregunta arrugando la nariz fugazmente, entonces pongo el altavoz—. ¿Hola?

Tiene algo que me pertenece, querida Brigadier, devuélvamelo —dice el interlocutor desconocido.

—¿Esto es algún tipo de broma? No me parece graciosa ¿Quién carajo habla?

Soy quien le quita el sueño, los esfuerzos, las horas invertidas... soy la cabeza del triángulo, el ojo que todo lo ve —continúa mientras mi mente trabaja al máximo para comprender—. ¿Ya lo sabe?

—Voy a colgar, no sé de qué habla.

Soy Kaan Karaman, Brigadier Fox —dice y siento como si me hubieran dado una patada en el estómago que me saca el aire desconcertándome, realmente ha logrado tomarme por sorpresa—. El líder absoluto de La Triada ¿Ya sabe de qué hablo?

Cuelga la llamada y una nueva entra, claramente evita ser rastreado. La tomo con el corazón descontrolado por duplicar sus latidos, en medio de mi impresión.

—¿Qué haces llamándome? —espeto al salir del shock—. Te voy a encontrar y a toda tu organización de mierda.

Le espero aquí sentado, Yikim Melegui, venga por mí.

—No tardaré en encontrarte, te respiro en la nuca...

Lo sé, pero jamás logrará su cometido; soy un camaleón, un cambiante de forma, de vida, y no podrá descifrar nunca... por ahora deje salir a Abdul Sayyid —murmura impositivo—. o voy a soltar al MOAB(1)* sobre ustedes. Tiene tres días para hacerlo.

—Ese criminal se va a podrir bajo tierra, como tú.

¿Ultima palabra? —dice con burla aun con la voz distorsionada además de efecto eco—. Piénselo, la llamo en setenta y dos horas. Si no lo hace, la investigación por la muerte de sus padres, será el menor de sus problemas.

La llamada se cuelga dejándonos a Falcon y a mí mirándonos estupefactos.

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PARTE II

*(1) "Madre de todas las bombas" o "MOAB" por sus siglas en inglés, es un misil de uso militar de nombre técnico CBU_43, pesa alrededor de 10 toneladas de las que carga aproximadamente 8 en explosivos, midiendo 10 metros de largo por uno de ancho. Tiene un radio de acción de una milla a la redonda del lugar del impacto.

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