CAPITULO 0

Crónica de una muerte anunciada*

"Ojo por ojo, la esencia de todas las venganzas"

John Katzenbach

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Veintidós años después.

Ubicación desconocida

Cuando el cielo despunta el alba, estoy en posición.

El canto de las aves llena mis oídos y la niebla mañanera se cuela entre mi ropa hasta calarme en los huesos, como un invitado no deseado colándose en mi cuerpo, pero el fuego de mi ira consume cada parte de mí, haciéndome inmune al frío. Chequeo por segunda vez la bala en la recamara, mientras observo a través de la mirilla mi objetivo, quien aún no sale de su casa en un claro intento vano de evitar ponerse en evidencia.

Sus acciones han labrado su camino a la perdición, es solo un peón de un juego malevolente, en donde tumbo las fichas justo al acabar con mis objetivos con acritud, todos ellos me jodieron hasta ajar mi humanidad, ahora deben lidiar con las consecuencias.

Él está consumido en el miedo burbujeante del sentimiento primitivo de supervivencia, según pude verlo con anterioridad, siente el cálido aliento de la muerte, en forma de mujer pelirroja dispuesta a arrasar con él sin piedad alguna, usar sus ojos de canicas si es necesario. Todos ellos saben de mi cacería humana, si pudiera, conservaría sus cabezas como prueba máxima de mi victoria irrebatible.

Exhalo y una bocanada de humo blancuzco sale, a la par de una llovizna sutil cayendo sobre mi cuerpo apostado sobre el piso terroso aferrado al fusil McMillan Tac—50, escondido entre el follaje del bosque, perfecto para ocultar mi posición, con algunos animales a través de la maleza a mi alrededor, pero nada me distrae, ni el ruido o la sensación de sus diminutas patas sobre mí.

 El olor de la lluvia caída sobre el suelo llena mi nariz, trayéndome recuerdos que nunca podré olvidar. Poco después, la actividad en la casa vigilada desde hace horas empieza, dándome emoción interior; el momento planeado está a punto de llegar.

Mis fantasías, mis anhelos de muerte se materializan con el primero en la lista, no encontrará auspicio, nada lo salvará de un tiro letal sin opción a elegir su destino, porque desde que ellos marcaron el mío, se pusieron en mis manos llenas de sangre caliente.

 Como en una partida de ajedrez, he planificado la jugada maestra en un intento de controlar hasta el más mínimo detalle, cada persecución, cada insinuación con artimañas, para hacerle saber de su destino escrito y desde yo fijarme en él, ya no tuvo más opciones, pues soy diestra en el oficio de matar, arrebatar vidas se ha vuelto parte de la mía desde hace años.

En la casa, camionetas llegan por el sur sobre el camino de gravilla de la construcción de la cabaña con estilo rustico, de techos triangulares construida con cilindros de madera y por primera vez veo a mi blanco, se asoma a través de una ventana apenas cubierta con un delgado velo dejándolo al descubierto por el viento alzándolo con facilidad, noto su cautela, apenas se muestra lo justo y necesario como si se escondiera de algo.

Él sabe de mi presencia acechándole.

Este hombre todopoderoso es consciente del leviatán siguiéndole los pasos.

Pensar en ello me hace sonreír ligeramente regodeándome al saberme ser la razón, por la cual ese sujeto teme de algo. Por primera vez está espantado y el motivo de su angustia es la Vípera Carmesí, mi alter ego. Los minutos pasan, la seguridad parece aumentar hasta ver la puerta principal abrirse, pero él no sale, permanece en el umbral de la puerta donde cree estar fuera del alcance, con un chaleco anti balas negro bastante ancho, y uno de los guardaespaldas le pasa un casco reforzado.

Es el momento, ahora mismo daré el primer paso hacia mi cometido. Tacho de mi mente su nombre en mi lista fatal para ellos, excitante para mí.

Inhalo y al soltar el aire disparo... en segundos su frente hace un movimiento efímero hacia atrás impactada antes de ponerse la protección, aunque ni eso lo hubiera salvado de mí. Además, explota con la ligera carga explosiva dentro de la bala mortal, salpicando a sus guardaespaldas quienes de inmediato rompen en desconcierto para empezar a buscar el punto del disparo, pero nunca lo encontrarán, después de todo, estoy a más de dos kilómetros, una distancia casi llegada al récord mundial del MacMillan Tac-50.

Una bala. Una vida arrancada. Un cometido cumplido.

El cuerpo sin cabeza cae como títere con los hilos cortados. Observo por la mirilla a su esposa, sale apresurada para quedarse paralizada al ver el desastre, pero no me arrepiento, ese hombre tuvo el final merecido. Después de todo, con la bala que mides serás medido. Me pongo en pie, limpio mi camuflado verde lleno de tierra y me encamino a través del bosque hasta donde he dejado el auto alquilado.

Este es el primero de muchos, porque algo pulsa dentro de mí, algo mueve mi cuerpo hacia una oscuridad a mi alrededor que promete destrucción, mis sentidos están nublados por la voz sangrienta llamándome como un canto de sirenas hacia la catástrofe. Una Escita Dracanae (2)*, mi torso de mujer los atrae, las colas de mis serpientes a modo de piernas los asfixiarán.

Me he liberado, he mostrado mi verdadera naturaleza, mis colmillos tan afilados como dagas misericordia salieron goteantes de veneno mortal. Las cosas han cambiado mucho en poco tiempo, apenas reconozco a la mujer en el espejo, porque ahora soy diferente y todo lo que me trajo hasta aquí, me servirá como arma de destrucción masiva.

Abriré las puertas del averno en la tierra, dejaré a mis demonios actuar con vida propia y acabar con todo, cada uno de ellos con un nombre grabado para perseguir hasta su muerte, porque en la guerra, la pasión y la venganza, donde hubo fuego, cenizas quedan. Con ataraxia, regreso por donde he venido

Ni siquiera el amor salvará mi alma corrompida.

«En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo»

Sólo Dios puede juzgarme ahora.

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*Referencia a Libro homónimo de Gabriel García Márquez

(2)* Escita Dracanae es una criatura de la mitología griega con torso de mujer y dos colas de serpientes en lugar de piernas