
Capítulo 9
Capítulo 9: El plan.
Entramos al baño del bar y le explico a Juliette sobre lo que le quiere hacer Antonio y lo que tiene pensado hacer Franco.
—Pero Annie... —ella camina de un lado al otro en el baño—, no podemos huir. Sea como sea nos buscarán y nos matarán —ella se detiene frente a mí y frunce el ceño— ¿Acaso soy la única que piensa que hay algo raro en todo esto?
—¿A que te refieres?
—No se te hace raro que Franco ahora nos diga que es policía y que quiere huir. ¿Por qué él confiaría en nosotras?
En eso tiene mucha razón, si Franco es un policía encubierto tiene que cumplir su principal objetivo, no puede abandonar su trabajo. Pero si nos quedamos podría ponerse peor la situación.
—Juliette, nada perdemos con intentarlo —ella deja escapar un sollozo y lágrimas ruedan por sus mejillas; inmediatamente las detengo.
—Ya lo intenté una vez y no resultó nada bien para mí.
El ruido de golpes al otro lado de la puerta nos pone en alerta —Salgan de ahí.
—Es Antonio, ¿Qué hacemos ahora?—me mira con temor.
—Cumplir con nuestro trabajo y cuando sea el momento huir. ¿Estás dentro? —ella me ve dudosa durante unos segundos y asiente. Me doy la vuelta para abrir la puerta pero antes de hacerlo Juliette me detiene.
—Prometeme que no me dejarás sola. Tengo miedo.
—Eres como mi hermana, jamás te voy a dejar sola y menos en un lugar como este —la abrazo.
Salimos del baño y Antonio me apunta con el arma al costado de mi costilla.
—¡Apurense! Ustedes dos no están aquí para estar hablando en el baño y ni se les ocurra protestar, ya he tenido suficiente con ustedes dos estos meses y no temo en jalar el gatillo. —Las dos asentimos temerosas. Antonio nos agarra del pelo llevándonos a la barra de bebidas y nos empuja dejándonos allí.
Antonio sale del bar. Y las dos respiramos con alivio sentándonos en la barra.
—¿Ya hablaron? —Se nos acerca Franco.
—Supongo que sí. Sólo hay trato si nosotras también tenemos un arma. —respondo amenazante.
—Vale. Esta misma noche tenemos que escapar.
...
En el transcurso del día todo estuvo normal a excepción de que Antonio agarró del pelo a su novia.
Estábamos listos para escapar, el plan era muy sencillo; teníamos que hacer que estábamos durmiendo, dejar almohadas en la cama para no ser descubiertas, dejar la puerta entreabierta, escapar, dispararle a los hombres y correr a la salida, allí Franco tenía llave para luego huir en un carro. Todo estaba perfectamente planeado, los movimientos, como, cuando y donde, todo estaba calculado.
—¡Déjame en paz, Antonio! —grita la mujer. Inmediatamente dirijo la mirada hacia donde ella se encontraba entrando por la puerta de la habitación pequeña donde dormiamos cuatro mujeres. Entre todas ellas había una chica de 13 años llamada Tamía. Esta chica también escaparía con nosotros, no sería capaz de dejarla en este lugar tan asqueroso y menos si sé la vida que va a tener mañana.
Todo iba perfecto hasta que a Antonio se le metió entre ceja y ceja que su novia se quedara a dormir en nuestro cuarto.
¡Carajo!
Inmediatamente Juliette y yo nos miramos, pensando en lo mismo. Las dos teníamos un arma detrás de nuestra espalda. Sentadas en la cama, como si fuéramos sumisas, observamos toda la escena entre Antonio y Rachel.
—Sé que te duele, ¿verdad?. Que me divierta con otros hombres porque usted no me es suficiente —le dice Rachel amenazante sentada en el suelo. Antonio la toma del cabello, haciendo que ella se levante y lo mire a los ojos.
—Yo te saqué de la pobreza. La que no me es suficiente es usted. ¡No te equivoques conmigo querida! A como te tengo aquí, tambien puedo devolverte a la basura donde te encontré. —le dice Antonio amenazante. Con un rostro rojo como si estuviera a punto de explotar, acariciando la cara de Rachel con su arma.
Rachel sólo se limita a quedarse en silencio. Juliette me hace señas, como si quisiera hacer algo. Yo sólo asiento sin saber el porqué.
Inmediatamente Juliette se levanta de su lugar y le dispara a Antonio por debajo de sus rodillas.
Juliette.
—¿¡Qué te pasa estúpida!? —me grita Antonio enfurecido. Yo sólo me limito a sonreír y seguirlo apuntando con mi arma.
—Pasa que este es su momento de sufrir como me lo hizo pasar a mí. Este es su momento donde se va a dar cuenta que la dulce niña inocente ya no existe —él está tendido en el suelo quejándose de dolor sin verme a mí— ¡Mireme cuando le hablo! —le grito agarrandolo del pelo como él solía hacer conmigo. Él me fulmina con la mirada intentando tomar mi mano como si quisiera romperla. Yo no desisto en soltar mi agarre.
Creo que este es el momento donde la adrenalina se te sube al cuerpo, donde no siento dolor absoluto. Sólo me hierve la sangre por hacer pagar todo lo que él me hizo. Los golpes, insultos, mi bebé. Todo.
Le apunto con mi arma a un costado de su costilla, él solo me ve suplicante y yo sonrió jalando el gatillo.
Todo me da vueltas, alguien me habla pero me quedo ahí de pié, observando al hombre tendido en el suelo sujetandose con su mano donde anteriormente le disparé.
Sé que esto apenas comenzaba, pero uno de mis mayores tormentos yacía en el suelo; fué el hombre que no le importó matar a un bebé que no tenía la culpa. Mi bebé. El mismo que no le importó golpearme y usarme.
De repente siento mis mejillas arder y como una ola de sentimientos reprimidos me golpea, cayendo al suelo en llanto.
—¡Juliette! —me abraza Annie— ¡Tenemos que irnos! —yo solo asiento poniéndome de pie.
Rachel me mira como perro arrepentido y yo solo la observo con frialdad.
—¿Vienen o que? —les digo a las chicas del cuarto incluida Rachel.
Todas se levantan y tomo eso como un ¡Sí!.
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