Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo V

«El hombre es el único zorro que instala una trampa, le pone una carnada y luego mete la pata».

—John Steinbeck.

—¿Conoces el significado de estas palabras? —Observé a Sienna atentamente—. ¿Cómo diablos alguien más consiguió esta foto?

En un principio no respondió.

—No tengo respuestas a ninguna de tus preguntas, Roma.

Un extraño silencio nos rodeó.

—Está en italiano. «Cerca Trova». Busca y encuentra. Ese es su significado —musité.

Después de aquello ninguna mencionó palabra alguna.

¿Qué diablos había sucedido en estas últimas cuarenta y ocho horas? Adecué cada hecho sucedido, hasta que algunas piezas, como si fuese un rompecabezas, comenzaron a encajar. Apelando a la sinceridad de Sienna, el paquete había llegado el primer día que me conoció, justamente un día antes del primer aniversario por la desaparición de mi familia.

—Primero la vida en agonía y ahora, la muerte en cercanía —Aparté mis ojos de ella, llevándolos hasta el segundo cuadro que yacía a los pies de las escaleras.

—¿Qué dijiste? —vociferó entre asustada y sorprendida.

Solté un suspiro cansino. En este momento me gustaría dormir completamente por toda una semana. Sin estrés, preocupaciones o pérfidos males acechantes. Sin embargo, sé que eso sería un sinónimo de esquivar la realidad del mundo que nos rodea.

—Es una analogía. La vida a un paso de conocer a la muerte y ésta, a un paso de encontrar a la vida —Ante mis precipitadas conclusiones la confusión en el rostro de Sienna fue tal que me abstuve de seguir hablando—. Hoy trajiste ese cuadro y ayer en la noche a mí me llegó un objeto similar.

Cargué el cuadro entre mis brazos, me giré y lo coloqué sobre el sofá, dejándolo ante la inquisidora mirada azulada de mi vecina. Volví a sentarme a su lado, guardando con cuidado el papel amarillento con el mensaje en el bolsillo del pantalón.

—¿Qué crees qué es esto?

Abrió la boca sorprendida, sin embargo, no logró emitir palabras.

—¿Te llegó otro cuadro de tu familia? —inquirió asustada. Su entrecejo se frunció, dando lugar a un rostro serio e impasible. Entonces sin apartar sus ojos del cuadro, tomó otro sorbo de café y volvió a hablar—. Hay algo extraño en esa imagen.

La observé extrañada.

—¿Por qué lo dices? —pregunté.

Ella se levantó y apresurada se acercó al cuadro. Delicadamente elevó su dedo índice y comenzó a señalar diversas zonas de este. Por un momento se detuvo, frunció sus labios y exhaustivamente volvió a ojear el cuadro con pertinencia.

—Los trazos, la forma en la que fue pintada o incluso las emociones que transmite me suenan vagamente familiar —comenzó—. Siento que ya he visto otro cuadro con un estilo similar al de éste.

—¿Ya lo has visto antes?

Ella elevó sus hombros, negando mis palabras y restándoles importancia.

—Ignora lo que dije, últimamente no sé ni lo que estoy diciendo —respondió en voz baja. Apartó sus ojos del cuadro y volvió a centrarlos en mí.

Otro extraño silencio nos rodeó.

—¿Cómo llegó este cuadro hasta tus manos?

Esa sería una buena pregunta si tan solo yo supiera la respuesta.

—Después de hablar contigo me adentré en el bosque Goths Forset. La cosa es que terminé extraviándome. Además, por si fuera poco, me caí, lo que provocó dicha herida en mi pierna derecha —Señalé el lugar susodicho. Hice memoria de los siguientes hechos cronológicos y decidí proseguir—. Terminé encontrándome con alguien en el bosque. Sinceramente no sé quién era, porque su rostro me es difuso, sin embargo, recuerdo a la perfección que cantaba armoniosamente y que se encontraba pintando en la oscuridad del bosque.

—Diablos... —afirmó Sienna. Una pequeña mueca surcó a través de sus pálidos labios. Sobre sus ojos apareció la confusión y desconcierto mezclado con pena pura. Intenté hablar, pero me callé al ver la seriedad que gobernó prontamente sobre su rostro. Entendí entonces que no era la única anormal en este pueblo, no por ahora—. Puedes continuar.

—Después de eso no recuerdo nada más. Aparecí en mi habitación junto a mis tíos. Según mi tío un chico me encontró desmayada en la carretera junto a ese cuadro —Comencé a ponerme nerviosa—. Diablos, ¿quién conocía a mi familia en este pueblo? Ninguna de las dos fotos presentes salió de New York en años, siempre permanecieron resguardadas en los recuerdos de la familia McGregor. ¿Cómo es que de pronto hay dos fotos de ellos en Vlerton, y ambas están en esta casa?

Silencio otra vez.

—¿Ese muchacho que te trajo mencionó su nombre? —Sienna se removió impaciente sobre el desgastado sofá.

Asentí.

—Al parecer sí, pero mi tío no lo recuerda —Preferí el silencio ante la leve sospecha que atravesó por mi mente.

Ella frunció el ceño.

—¿No lo recuerda? Interesante. Sin embargo, creo que la gente no suele olvidar con tanta facilidad los nombres de las personas que salvan a otras, o bueno, esa es mi opinión. ¿Realmente tu tío no recuerda el nombre?

Por primera vez concordé plenamente con sus palabras.

—Aprecio muchísimo al tío Charles, pero sé perfectamente que me mintió al decirme que no recuerda el nombre de ese muchacho —dije—. Aunque, me gustaría saber la razón que lo llevó a hacer tal acción.

El silencio volvió a florecer entre nosotras. Cada una cargaba con sus propias cavilaciones por sobrellevar. A medida que el tiempo continuó pasando, percibí como mi corazón palpitó con más fuerza; no solo sentía miedo, sino también ansiedad.

—Creo que entendí lo que sucedió —habló mi congénere—. Entonces realmente lo conociste.

—¿Lo conocí?

Sienna llevó ambas manos hasta su cabello suelto, lo recogió en una coleta alta y firme. Emitió un suspiro bajito y trémulo. Elevó su mano derecha, señalándome, después hizo la misma acción con el primer cuadro y entonces habló:

—Estoy segura de que no hablamos de la misma persona, pero, aun así, voy a presentártelo —musitó sin observarme.

El ambiente se tornó denso.

—Hablemos con sinceridad. Te llegó algo más junto al cuadro, ¿verdad?

La intensa mirada que me dirigió no me dio oportunidad a replicar o mentir. No. Asentí, deslizando mi mano por el bolsillo del pantalón y extrayendo de éste el pequeño papel amarillento. No se lo entregué, sino que lo deposité, desdoblado, sobre la mesa de vidrio.

—El mensaje venía en la parte de atrás del cuadro: «Las respuestas están a una casa de distancia, McGregor».

Ella no respondió absolutamente nada.

—Interesante.

Comencé a exasperarme, perdiendo la paciencia.

—¿Interesante? ¿Sólo dirás esa palabra?

Balanceó sus hombros dejándome con el don de la duda. Tras unos segundos, una pequeña sonrisa se formó sobre sus labios, hasta que, sin presuras, tomó el papel, lo desdobló con mayor precisión y me lo mostró.

—Es interesante porque ésta no es su letra. Y es más interesante aún porque entre ustedes no hay una casa de distancia. Son vecinos, con casas contiguas, como tú y yo.

—¿De qué hablas? —La interrumpí, confundida.

Ella suspiró exasperada.

—Estoy hablando de Maddox McLaren, nuestro vecino.

—¿Él fue el tipo que observé esa noche en el bosque?

Sienna frunció los labios en gesto de negación. Se giró contemplando el cuadro una vez más y tras asimilarlo más de cerca comprendió cuál sería su veredicto.

—Lo dudo mucho. Él, como todos, es consciente de sus acciones. Además, sé que él no pintó ese cuadro.

—¿Cómo lo sabes? —susurré insegura.

Emitió un pequeño ruido con su boca que me confirmó una verdad absoluta: Sienna y ese tal Maddox parecían llevarse muy bien.

—Créeme, cuando conozcas a ese idiota testarudo sabrás por qué te lo dije, Roma —carcajeó.

Entonces ambas volvimos a infundirnos sobre el silencio, solo que esta vez era uno más tranquilizador, relajante y ameno.

—¿Y el mensaje? «Las respuestas están a una casa de distancia». Si el del mensaje no es ese tal Maddox entonces solo me queda la casa de al lado, ¿quién vive en la siguiente casa?

—¿El gran caserón de la esquina? No tengo idea, ha estado vacío desde mucho antes que yo naciera. Según mi padre esa casa es, después de tu casa una de las más viejas en el sector inmobiliario de Vlerton. Y no hablo solo de antigüedad, sino que también hablo de presencia y persistencia.

En mi rostro se reflejó lo confuso de sus últimas palabras, por lo que Sienna no tardó en hacerse entender.

—Te lo explicaré a través de su historial —Desde el ventanal de la sala se percibió la inmensa estructura del caserón de la esquina—. En 2015 se mudó una familia proveniente de Tampa, Florida. A los tres días de la mudanza, esa familia ya se había ido de Vlerton, entregándole el inmueble a la inmobiliaria de mi familia. Después, en 2017 llegó otra familia, proveniente de San Francisco. En menos de cuatro días habían hecho lo mismo que la primera familia. Y así tres familias más que, en menos de cinco días ya habían abandonado la casa. ¿Entiendes lo que quiero decir? Ninguna familia dura más de una semana en el caserón de la esquina.

Increíble.

—Sé lo que estás pensando, pero, créeme, hay cosas peores en Vlerton que una inhóspita casa que no se deja poblar.

Arqueé una ceja dispuesta a replicarle.

—¿Cómo qué?

Ella sonrió.

—Peores, como un asesino en serie o adentrarse en el bosque inconscientemente. Porque, Roma, tu gran error fue haberte adentrado en ese bosque —Me reprochó—. Dime, ¿cuál es el nombre del bosque?

No lo pensé mucho.

—Goths Forset.

Asintió, dándome la razón.

—Los fundadores de Vlerton eran personas sumamente ingeniosas, a tal punto que, según una pequeña leyenda, el nombre del bosque fue bautizado por ellos mismos. Le darían nombre a un macabro bosque a través de un anagrama. Goths Forset es un anagrama sobre lo que verdaderamente significa ese bosque.

Con habilidad descompuse cada letra hasta poder transformarlo en una palabra coherente, hasta que obtuve la respuesta al anagrama.

—«Goths Forset» es «Ghost Forest», bosque fantasma —musité lentamente observando como sus gesticulaciones me daban la razón.

—Hay quienes dicen que los cuerpos de nuestros antepasados fueron enterrados ahí, junto a sus familias. Otros que dicen que los cuerpos de criminales yacen bajo esas tierras. Sin embargo, hay algo en lo que todos coinciden: quién se adentra en ese bosque jamás vuelve a aparecer, al menos no con vida.

Este pueblo, sin duda, comenzaba a ponerse cada vez mejor.

Deposité la taza ya vacía sobre la mesa, me mecí sobre el sofá y la observé con intriga.

—Hay algo que todavía no comprendo. ¿Por qué alguien te enviaría el cuadro a ti en vez de a mí? —musité—. ¿Ganaría algo con eso?

Todas las respuestas a dicha pregunta quedaron, así como el oxígeno dentro de mis pulmones, suspendidas a la espera expectante de un después. Lo ameno del ambiente se había ido y la tensión había vuelto a gobernar sobre nuestras palabras.

Entonces, antes de que Sienna pudiese emitir respuesta alguna, ambas nos sorprendemos ante el estruendoso ruido emitido por el timbre.

¿Alguien más? Increíble.

Pese a que las muletas retrasaron mi caminata logré llegar a tiempo antes de que el timbre volviese a sonar. Antes de abrirla ojeé con esmero la hora en el reloj del recibidor. Las once de la mañana. Según el tío Charles la madre de Sienna llegaría poco después de las doce, por lo que automáticamente descarté su presencia tras la madera caoba. En milésimas de segundos oí como la puerta fue azotada una vez más, entonces, ya sin paciencia, la abrí de un solo tirón. Entonces reconocí a un desconocido.

Mi ceño se frunció aún más cuando, ante mi evidente confusión, su rostro reflejó éxtasis puro. Me observó fijamente en lo que su sonrisa aumentó. Ninguno de los dos habló y ante esto sólo pude escudriñarlo fijamente; rondaba entorno a mi edad, una tez blanquecina que contrastaba con su llamativo y vivaz cabello pelirrojo, además de sus innumerables pecas distribuidas uniformemente por su rostro. Poseía unos llamativos ojos verdes y una sonrisa socarrona que estaba dirigida para alguien a mi lado: Sienna Chambers.

—Buenos días, vecina —me saludó, jocoso para después girarse hacia Sienna—. Y buenos días a ti también, muñeca de porcelana.

¿Muñeca de porcelana?

Desconocía quién era, pero su atípico apodo provocó en mí, unas inmensas ganas de reír. Divertida, arqueé una ceja en dirección a Sienna, pero, la creciente cólera en su rostro cortó todo tipo de diversión en el ambiente.

—¿Qué estás haciendo aquí, Noah?

Me mantuve al margen de su conversación.

La tensa voz de Sienna salió con cierto deje molesto, acentuando el rencor que sus palabras poseían hacia el desconocido muchacho. El rencor se apreció con bastante claridad, aunque, no era cualquier tipo de rencor, era un rencor amoroso. Los ojos de Sienna hablaron por sí solos, y la mirada perdida, agonizante y casi suplicante del desconocido me confirmó lo obvio: ellos habían sido o eran novios.

—Este asunto no es contigo, Sienna —Su rostro y particularmente su voz sufrieron un drástico cambio. Todo ápice de dolor se esfumó como agua al sol, dejando a su lado un rostro casi impermeable; duro, rígido y plenamente serio—. Debo hablar con Roma.

Lo observé con intriga.

—¿Conmigo? Disculpa la pregunta, pero ¿te conozco?

El desconocido soltó un silbido bajo y trémulo. Avanzó un paso en nuestra dirección y extendió su mano hacia mí. Desconfiada la tomé, seguido de un pequeño asentimiento con la cabeza.

—En efecto, tú no me conoces a mí, pero todos en Vlerton parecen conocerte a ti, díscola neoyorquina.

¿Este tipo me llamó díscola?

—¿Díscola? —Lo observé incrédula.

El desconocido parecía ser un maestro a la hora de otorgar atípicos apodos.

—Soy Noah McLaren. No soy un tipo que ame las presentaciones, así que seré directo contigo, Roma. Hay un asunto que requiere de tu presencia —Su desorbitante simpleza me sorprendió.

—¿De qué se trata?

No obtuve una respuesta. En su lugar, Noah esquivó mi mirada, aclarándose la garganta. Tras unos pocos segundos volvió a observarnos, en lo que un destello desesperado cruzaba por sus ojos verdes.

—¿Cómo está tu sagacidad hoy? Porque precisaremos utilizarla en el lugar hacia donde nos dirigimos —nos observó con presuras. Se giró y contempló a las lejanías la inhóspita carretera—. No hay tiempo. La policía llegará en breve, por eso necesito que ambas vengan conmigo. Rápido.

La orden poco efecto surtió en nuestros cuerpos que, ante su desesperación, no hicieron el amago de moverse. Sienna lo tomó a la altura del brazo, observándolo inquisitivamente.

—¿De qué estás hablando?

Sin siquiera ser consciente, comencé a cerrar la puerta con presura. Impartí una mayor presión sobre las muletas y guardé la llave de la casa en el bolsillo del pantalón. Me giré en dirección a ambos solo para caer en la consciencia de que ellos se encontraban observándome.

—¿Por qué me miras así? —dije en dirección a Sienna, su mirada incrédula destelló cierta curiosidad en mí—. Él quiere mostrarnos algo y mi intuitiva curiosidad no reniega nada, por lo menos, hasta que el destino me demuestre lo contrario.

Sienna bufó por lo bajo, molesta.

—Increíble —replicó—. Eres igual a él.

Ignoré sus palabras y caminé en dirección a Noah, sin embargo, el chico permaneció inmóvil a mi lado, observando de soslayo a Sienna.

—¿No oíste la noticia?

Ella lo observó con su ceño fruncido.

—¿Cuál de todas? Todos los días en Vlerton suelen haber noticias de todo tipo de índole, Noah, aunque la veracidad de éstas es siempre cuestionable.

Él emitió un pequeño suspiro.

—El instituto Magnolia —susurró por lo bajo hacia ambas—. Ahora mismo está ardiendo en llamas. Y de su inmensa estructura ahora solo quedan vestigios.

Noah se detuvo al ver que sus palabras quedaron suspendidas ante una inmensa avalancha de humo, denso y grisáceo, que se expandía sobre el bosque Goths Forset, erigiéndose como si éste fuese una fortaleza imbatible. A las lejanías, un color rojizo, casi anaranjado que se extendía sobre el horizonte nos alertó sobre cómo el incendio seguía alimentándose ferozmente. Así, el olor a quemado y un incesante calor no tardó en apoderarse de nosotros.

—¡Súbanse, rápido! —Demandó Noah corriendo hacia el Todoterreno blanco que yacía estacionado contra la acera.

Noah arrancó a toda velocidad; Sienna iba de copiloto y yo me encontraba en los asientos de atrás. El muchacho ojeó levemente a su acompañante, para después fijar su mirada sobre la carretera.

El instituto Magnolia era relativamente cerca a nuestro vecindario. Al cruzar gran parte de la carretera y formando parte de las inmediaciones del bosque, se encontraban los vestigios del inmenso instituto que ahora, ardía en llamas.

—¿Cómo diablos sucedió esto? —El susurro se escapó de los labios de Sienna.

Noah la observó, para después hacer lo mismo conmigo a través del espejo retrovisor.

—Esto no es lo peor —admitió.

Avanzó un poco más hasta que comenzó a aminorar la marcha del Todoterreno. Finalmente se detuvo tras avanzar un pequeño trecho. Quedamos inmersos en la carretera, rodeados por árboles y la densa capa de humo que nos rodeaba a causa del incendio.

—Bájense.

Noah cruzó la carretera, ocultando al Todoterreno tras unos árboles y unos arbustos frondosos. Descendió y nos escudriñó a ambas, para que, segundos después, nos hiciese una seña a través de un pequeño movimiento de cabeza.

—Es por ahí —Señaló el pequeño camino de piedra que se formaba a través de dos troncos partidos por la mitad. Seguramente alcanzados por algún rayo.

—No.

La sentencia de Sienna nos detuvo a ambos. La seriedad frívola en su voz retumbó en mis oídos. Su cuerpo se encontraba tenso; brazos cruzados a la altura del pecho; su rostro impasible y una mirada inquisitiva que se encontraba fija en alguien llamado Noah McLaren.

—¿Por qué diablos volviste a usar el sendero Indira? —Le espetó sin paciencia—. Nunca eres consciente de lo que haces, ¿verdad? Tú sabes bien el peligro que se corre al adentrarse en ese maldito sendero, idiota. ¿Viste el estado de Roma? ¡Está lastimada! ¿Y quieres meterla en ese lugar?

Cólera pura ardió sobre los ojos de la castaña, sin embargo, el pelirrojo no se quedó atrás y no vaciló a la hora de replicarle.

—Bien sabes lo escéptico que soy, muñeca de porcelana, pero no pretendo ignorar que en este sendero acaba de ocurrir algo. Si quieres irte, vete, no te voy a obligar a entrar, sin embargo, no decidas por Roma —musitó igual de molesto—. Hay algo relacionado a la familia McGregor en este sendero, Sienna.

—Si se trata de mi familia, estoy adentro —afirmé.

Sienna bufó por lo bajo, molesta.

El sendero era sumamente sinuoso. Una profunda oscuridad nos rodeaba por lo que nuestros pasos tuvieron que ser lentos y precavidos. En ese momento solo pude pensar en que tan enigmático sería conocer en profundidad todo este bosque... había algo en él... enigmático o quizás... tenebroso y atrayente.

—¿A qué se debe el nombre del sendero? —cuestioné.

Mientras esperé una respuesta de los chicos, me vi en la obligación de aminorar la velocidad e ir esquivando diversas piedras que se oponían en mi caminata a través de las muletas, pues en más de una ocasión casi me caí al suelo.

Una inmensa mata de árboles nos inundó a ambos lados de nuestro camino. Nuestra única compañía eran los ruidos producidos por pequeños insectos y, a las lejanías, el ruido casi imperceptible del agua que corría libremente.

—Como todo en Vlerton ese nombre se debe a un hecho que sucedió en el pasado. Indira era como nosotros, una habitante de Vlerton que, por causas misteriosas presenció su trágico final en este mismo sendero hace muchos años ya —relató Sienna.

—Sin embargo, como toda historia, siempre hay que saber distinguir entre la parte real y la ficticia. Cada uno es libre de elegir en que parte creer —añadió Noah, mientras avanzábamos—. Esta historia posee más de cincuenta años, suele contarse generación tras generación en Vlerton. Hay quienes creen que lo de Indira si sucedió, aunque, otros, un tanto escépticos no creen en esa historia.

—¿Y qué sucedió realmente?

—Ese es el problema —musitaron ambos al mismo tiempo—. Nadie sabe con exactitud lo que sucedió ese día. Si fue un asesinato o un suicidio, nadie lo sabe y parece que quedará enterrado en el pasado por siempre.

—¿Por qué lo dices?

Noah emitió un pequeño suspiro.

—Todos en Vlerton saben que la chica se llamaba Indira, sin embargo, nadie conoce su apellido. A lo largo de los años se le han adjudicado una gran variedad de falsos apellidos. Ahora, todos coinciden a la hora de decir que su cuerpo fue encontrado en este sendero, siempre en condiciones misteriosas —agregó el pelirrojo—. La policía jamás brindó detalles de lo sucedido y su cuerpo jamás fue reclamado, así con el pasar de los años todo quedó en la nada, quedó en el olvido.

—¿Por eso se prohibió la entrada?

Ambos negaron con efusividad.

—Lo de Indira solo fue el preámbulo a dos hechos más que, con atrocidad, tuvieron lugar en este sendero. El caso que le sucedió fue hace treinta años. Primero fue una simple desaparición, algo muy trágico. Se trataba de dos hermanas pequeñas: Mary Anne y Katherine Landon.

—¿Qué les sucedió a ellas? —pregunté con curiosidad al ver las similitudes con el caso de mi familia—. ¿Fue un asesinato? ¿Se resolvió?

—¿Fue un asesinato? Nadie lo sabe. Pero lo verificable es que jamás se resolvió. Sin embargo, una semana después de la desaparición de las hermanas, otro cadáver fue encontrado en este lugar. Solo uno se encontró y ellas eran dos. Más tarde se supo que el cuerpo se trataba de Katherine Landon. El de Mary Anne Landon jamás se encontró. Y el misterio perdura hasta el día de hoy.

Silencio.

—Creo que la respuesta quedó clara: este sitio da lugar a trágicos hechos.

El silencio nos rodeó. Continuamos avanzando en lo que cada uno iba inmerso en su propio mundo.

Pensé entonces en los casos del sendero: el de Indira y el de las hermanas Landon. Había similitudes en las historias, arraigadas similitudes que parecían evaporarse con la escaza información que quedaba debido al pasar de los años. Los tres casos giraban en torno a un mismo sentimiento: el dolor.

Y no solo eran estos casos, poco a poco fui comprendiendo que la desaparición de mi familia podía estar más vinculada de lo que parecía en torno a estos casos.

Primero desaparecieron.

Pese a que eran naturales de Vlerton, nadie las conocía.

Misteriosamente sus cuerpos fueron encontrados, a excepción de uno. Han pasado más de treinta años, pero ¿dónde estará el tercer cadáver?

Y la más centellante pregunta: ¿por qué una familia que no es de Vlerton desaparece en condiciones similares a los anteriores casos?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro