Capítulo 9
16 de abril, 2021.
Se podría decir que Marinette se había acostumbrado a la ausencia, se había acostumbrado al frío por las noches y al silencio en la casa. Con el pasar de los días le era cada vez más difícil recordar aquella sensación cálida en su pecho, sobretodo lo que se llamaba comúnmente como felicidad o dicha, quizás antes no lo había pensado tanto porque él siempre estaba, y ahora se culpaba por no haber aterosado lo suficiente a esa persona especial en su vida.
Los días a veces se hacían eternos, otras veces simplemente pasaban en un abrir y cerrar de ojos, donde no se percataba cuando ya estaba sentada en la sala de su casa, viendo la televisión de manera ausente, vagando en recuerdos del pasado que la hacían feliz.
Se permitió llorar y desesperarse por mucho tiempo, se permitió sentir la tristeza profundamente, al grado de no dormir por días seguidos y viendo así fantasmas de él por su casa, pero ya había sido suficiente. Marinette tuvo suficiente, porque no le serviría de nada, aquello no lo traería devuelta. Si quieres que las cosas salgan como tú quieres, debes hacerlo tú mismo.
Intentó de todas las maneras posibles ocultar su sufrimiento, incluso fingiendo indiferencia en el hecho de que su esposo posiblemente estuviera muerto en algún vertedero de la ciudad, le resultaba bien para concentrarse en el trabajo, muy a pesar de las miradas llenas de desprecio por parte de los empleados en la empresa, no los culpaba a decir verdad, porque ella siempre había mostrado al mundo cuando lo amaba y ahora era una mujer fría en todo el sentido de la palabra.
Golpeó dos veces la puerta de la presidencia, una puerta que conocía muy bien antes y ahora durante los últimos meses. Esperó una respuesta, una repuesta con esa voz que a veces se volvía una salvación a sus fantasías con volverlo a ver, pero una voz que también decidió bloquear casi por completo en su mente por el dolor que le causaba la similitud en sus notas.
—Adelante. —abrió la puerta y caminó seriamente, dejando sobre el escritorio la carpeta roja que cargaba desde su oficina. Su intención era simplemente eso, así era desde que pisó el primer día la empresa como otro empleado más. —Buenos días para ti también, Marinette. —comentó Félix, dejando de teclear en su computadora.
Ella sólo suspiró y dio medio giro para salir lo antes posible de esa oficina, miró por el rabillo del ojo que las fotografías de Adrien seguían en el mismo lugar donde las tenía, su pecho se oprimió un segundo, pero con eficacia apartó la vista hacia la puerta nuevamente.
—Si sigues con esa actitud no podremos avanzar como corresponde. —comentó el rubio, haciendo que ella se detuviera antes de abrir. —eres la publicista, necesito que te comuniques conmigo. No basta sólo con que me arrojes en la mesa tus ideas y diseños.
—Eres lo suficiente competente para elegir lo que te agrada o no, ahí te presento diversas opciones.
—Necesito tu opinión profesional sobre esto, Marinette. De lo contrario...
—¿De lo contrario qué? ¿Me vas a despedir? —cuestionó viéndolo sobre su hombro. Su expresión de asombro fue momentánea, pero lo suficiente para hacer que ella se perdiera un momento en su rostro, aquel dulce y angelical rostro identico al que él le mostraba.
—No, sabes que no. —respondió soltando el aire para acomodarse hacia atrás en el asiento. —pero me veré en la pesada y agotadora obligación de tener que hablarte yo.
—Lamento ser una molestia para ti. —comentó con falsedad. —pero es lo que hay.
—¿Es lo que hay realmente? ¿Crees que no me doy cuenta de lo que intentas aparentar? —frunció el ceño y ella no se movió ni un milímetro. —al parecer no te das cuenta, pero eres un libro abierto para mí. Esa actitud que tomas conmigo es netamente por al aspecto que tengo, ¿acaso es culpa mía tener el rostro de tu esposo desaparecido?
—Félix, cállate.
—Dímelo a la cara si así lo quieres. Intentas mostrar una fortaleza, pero no eres capaz de verme a los ojos cuando de trabajo se trata, no eres capaz de separar los negocios de tu vida personal. Eres patética, Marinette. No sé lo que vio mi hermano en ti, pero sin duda creo que se golpeó la cabeza. —los puños de la chica se apretaron con fuerza, y con esa misma fuerza volteó por completo, viendo aquellos grises sin titubear.
—Cállate. —gruñó entre sus dientes. —puedes decir lo que quieras sobre mí, pero no te atrevas a burlarte de tu hermano de esa forma.
—¿Siempre va a ser así? —Félix rió por lo bajo y la miró desafiante. —dejas que te pisotee, pero cuando se trata del "intocable Adrien" sacas las garras. Insisto, eres muy patética.
—¿Sabes porqué dejo que me "pisotees" como tú dices? —ella cruzó sus brazos y alzó una ceja sin esperar una contestación. —porque tus palabras me resbalan, porque no eres parte de mi vida y no me afecta lo que pienses de mi.
—Tienes un mal enfoque. —él se puso de pie y se acercó lentamente hasta quedar frente a ella. —si alguien habla mal de ti, tienes que callarlo aunque no sea parte de tu vida. Se trata de amor propio y un poco de orgullo, también el respeto que crees merecer. —sonrió de manera sombría y juguetona. —¿Qué harías si fuera Adrien quien te dijera todo esto? ¿Soltarías el llanto? ¿Preguntarías porqué está siendo tan cruel contigo? ¿Dejarías de amarlo? ¿O harías que se trague sus palabras?
—Constantemente estás probandome, Félix. No caeré en tu juego. —él desordenó su cabello, sin dejar de ver sus azulados ojos en ningún momento.
—¿Quieres hacer un ejercicio? —preguntó por lo bajo. —¿Cómo te dice mi hermano? De seguro ha de ser algo muy cursi como todo él.
—No pienso seguir perdiendo mi tiempo, debo volver al trabajo. —se volteó con brusquedad, pero él la acorraló golpeando con sus manos la puerta haciendo que se cerrara. —Félix, déjame salir. —exigió intentando abrir nuevamente, pero fue imposible contra su fuerza.
—Responde mi pregunta, Marinette. —habló cerca de su oído, erizado los vellos de su nuca de manera inconsciente.
—No.
—Bueno, tendré que usar la cabeza. —meditó un momento. —¿Cariño? ¿Mi vida? ¿Cielo? —comentó sin dejar de reír. —¿mi amor? —aquel último la hizo estremecer, cosa que no pasó desaparecido para el rubio. —mi amor. —repitió y Marinette apoyó su frente en la puerta, conteniendo lo más que podía las lágrimas. —mi amor, ¿estás bien? —su tono fue más gentil.
—Félix...
—Mi amor, no te pongas así. Eres tan patética cuando no eres capaz de defenderte. —soltó de manera filosa, sin dejar esa amabilidad de lado. —amor... —ella no aguantó más y golpeó su cabeza contra la puerta, desconcertando por completo al rubio detrás. —Marinette.
—Te divierte... —hizo una pausa, intentando sacar el hilo de voz de su garganta. —Eres tan infantil e insensible. No soporto tenerte cerca, eres tan... Cruel. —se giró lentamente, sin intención de alejarlo. Dejó ver su expresión afligida, junto a las pocas lágrimas acumuladas en sus ojos. —aún piensas que tuve que ver con su desaparición, pero estás tan equivocado.
—No era necesario que te golpearas así, dije que esto era sólo un ejercicio.
—No te necesito como mi terapeuta, ¿bien? —el olor de su perfume inundó su nariz, y se sintió culpable por permitirse un momento ver sus ojos de un color verde en vez de esos grises. —¿Aún te preguntas porqué prefiero no hablar contigo? —cuestionó con obviedad, avanzando varios pasos, haciéndolo retroceder. —No todos tenemos nervios de acero como tú, no todos tenemos la capacidad de mostrar que nada nos afecta.
—Yo no estoy diciendo que seas como yo, sólo intento que...
—¿Por qué te importa tanto? —su voz tembló. —¿en qué te afecta cómo enfrento esto? No soy nadie para ti, ni siquiera viniste cuando nos casamos... —rió con amargura. —No fuiste parte de su vida, ni la nuestra jamás.
—Eres su esposa... Es lo único que necesito para que seas parte de mi vida. Todo lo que tenga que ver con Adrien es de mi incumbencia.
—Tienes una manera tan compleja y extraña de demostrar que quieres a tu hermano. No logro entenderlo.
—Marinette, yo... —calló sus palabras cuando las manos de ella tomaron su rostro.
—Por un momento... Te viste como él. —sonrió con tristeza. —si siempre tienes esa coraza a tu alrededor, nunca serás feliz. Sé que es irónico que sea yo quien te lo diga, pero te veo tan alejado de tu familia, lo único que haces es encerrarte aquí y hacerte cargo de todo lo que Adrien dejó. ¿En qué momento sonríes genuinamente? —sus ojos eran tan cálidos y dulces, incluso lograron que un sentimiento extraño se alojara en su pecho. Félix tomó sus muñecas, alejando suavemente su toque en confusión.
—No eres la más indicada para decirme eso.
—Tienes razón, —murmuró perdida en sus facciones. —lo siento.
La puerta de abrió sin previo aviso, logrando que ambos tomaran distancia de manera sospechosa para quien acababa de llegar.
—¿Sucede algo? —cuestionó Chloe alzando una ceja para después encoger sus azulados ojos. —si estás ocupado vengo más tarde.
—No, claro que no. —él peinó su cabello mientras volvía a tomar asiento en la silla, retomando su postura seria de siempre. —Marinette sólo vino a dejar los esqueletos de la nueva campaña, ya se iba.
—Me retiro. —Marinette simplemente bajó un poco su cabeza y evitó que la rubia viera su rostro a toda costa. —me avisas si quieres hacer cambios. —Fue lo último que dijo antes salir y cerrar la puerta detrás suyo.
Chloe cruzó sus brazos y dirigió por completo su atención a su primo, quien tecleaba constantemente en su computador.
—¿Me puedes explicar qué fue lo que acabo de ver? —cuestionó disubicada, acercándose lo suficiente para tomar asiento frente a él.
—No sé de qué hablas, lo único que yo vi es que nuevamente entraste a mi oficina sin tocar la puerta.
—Ridículo, totalmente ridículo. —rodó los ojos. —no creas que puedes hacerme tonta, porque no lo soy. ¿Qué te traes con Marinette? ¿Es que acaso vas a volver a tus andadas?
—Chloe, ¿qué demonios estás insinuando? —la miró en completa desaprobación. —simplemente estaba intentando hablar un poco con ella, sabes que me ignora en todos los sentidos.
—¿Entonces por qué estaban tan cerca? ¿Por qué ella tenía esa cara?
—No lo sé. —respondió sin el mínimo interés.
—¡Habla, Félix! —golpeó la mesa con furia y él respiró profundamente antes de decidir responderle o seguiría preguntando infinitamente.
—Porque yo la lastimé, por eso estaba así. Le dije cosas hirientes, le hablé como si fuera Adrien y al final acabé arrepintiendome de portarme como un idiota. ¿Contenta? —Chloe cerró sus ojos con fuerza intentando serenarse, pero le fue imposible.
—¡¿Qué demonios estás pensando?! —gritó tomando su corbata, jalando al mismo tiempo su cuello hacia ella. —Es la esposa de tu hermano, ¿cómo se te ocurre jugar de esa manera con sus sentimientos? ¿Qué crees que diría Adrien con lo que estás haciendo?
—Probablemente me patearia.
—No, él haría que le pidieras disculpas de rodillas. —Félix logró soltarse de su agarre y volvió a su misma expresión cargada de indiferencia. —Entiendo toda la situación, sé que es una mierda que mi tío te enviara lejos por años, pero eso no es una excusa para que vuelvas a desquitarte con todos.
—Lo de mi padre no tiene nada que ver, Chloe.
—¿Entonces cuál es tu estúpido propósito?
—Que ella no conoce nada de nuestra familia, Adrien la mantuvo al margen de todo. Sólo intento que todo esto no sea nada para ella.
—¿Intentas prepararla para cuando se entere de las tragedias de los Agreste, los Vanily y los Graham? —Félix se mantuvo en silencio. —¿y qué te hace pensar que Adrien quiere que ella lo sepa? ¿Quién te da el derecho de decidir sobre su matrimonio?
—¡Adrien ya no está! —golpeó la mesa. —¿es que acaso prefieres que viva en la ignorancia de lo que es nuestra familia? A mi parecer eso es mucho más cruel.
—Adrien dejó el pasado atrás, quiso formar una nueva familia con Marinette, quiso pensar en el futuro.
—¿Estás segura de eso?
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—Dime, Max. ¿Pudiste conseguir lo que te pedí?
—Aún estoy descifrando el código, ocultaron muy bien la información. Lo único que pude sacar por el momento son unas extrañas transacciones desde las fundaciones hacia alguna cuenta en algún lugar del mundo.
Algo atormentaba a su esposo hace unos meses atrás, poco después del atentado que sufrieron él iba a decirle en algún momento, pero no logró hacerlo. ¿Qué era? ¿Sería la razón por la cual desapareció? ¿Sería un motivo por el cual secuestrarlo o terminar con su vida?
Las preguntas la atormentaban día y noche, y lamentablemente ya no podía obtener nada con el agente Lahiffe.
—Entonces por eso los números no me cuadraban, ¿cuánto tiempo más te tomará?
—No estoy seguro, señora Agreste. Pero podría adelantar más esto si contactara...
—No, por ningún motivo. Necesito que hagas esto tú solo, no involucres a nadie más. —el moreno asintió en breve. —Si Adrien no me lo dijo, quiere decir que es un tema peligroso. —murmuró más para sí misma que nada.
—Está bien. Sobre el correo de su esposo... No he podido entrar, alguien creó una especie de puzzle, entre otras cosas que no vale la pena mencionar, pero fue muy meticuloso al hacerlo, por su aspecto es probable que me topara con tecnología militar. —Marinette meditó un momento sus palabras.
—Wayhem estuvo en el ejército... Eso quiere decir que es muy probable que él creara todo esto y que estuviera enterado de todo, y eso también significa que... —calló cuando sus palabras tomaron sentido en su cabeza. —Wayhem murió por esto. —miró a Max con miedo un momento, quizás era demasiado peligroso involucrar a terceros, quizás por lo mismo ni siquiera Luka sabía lo que Adrien estaba haciendo.
—No puedo asegurarle que si logro entrar los archivos no se destruyan.
—No te preocupes, Max. Me basta con todo lo que averiguaste hasta el momento, no sabes lo mucho que te agradezco.
—Sabe que puede contar conmigo para lo que sea, estoy en deuda con usted y su esposo. —ella sonrió y tomó sus manos con fuerza.
—Por favor, tienes que cuidarte. Si sientes que algo te pone en peligro o a cualquier persona cercana a ti, deja todo tirado... Yo lo entenderé. Pero no te arriesgues más de la cuenta.
—No puedo asegurarle que todo salga bien, pero si que haré todo lo que está en mis manos para ayudarle.
—Gracias, de verdad muchas gracias. —Marinette soltó sus manos cuando tocaron la puerta de su oficina. —pase. —dio autorización y Chloe fue quien estaba tras la puerta.
—Bueno, yo me voy. Si tiene otro problema con su laptop me avisa, Señora Agreste. —comentó el de gafas con naturalidad. —Buenas noches, señorita Bourgeois.
—Buenas noches, Max. —devolvió el gesto la rubia y Marinette simplemente volvió a su puesto, terminando de ordenar algunos archivos. —Marinette.
—¿Sucede algo, Chloe? Ya estaba por apagar todo para irme a casa. —la rubia tomó las carpetas en sus brazos y las puso sobre la mesa con fuerza, ante la mirada sorprendida de la azabache. —¿estás bien?
—Tú y yo. —la apuntó y luego a sí misma. —vamos a beber esta noche.
—¿Qué?
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