Capítulo 6
11 de septiembre, 2020.
Marinette recién había terminado todo su trabajo y estaba dispuesta a ordenar sus cosas para irse a casa, ya estaba oscuro y pocas personas transitaban por la calle. Se levantó de su cubículo, buscó su bolso y apagó las luces de la oficina, era la única que quedaba a esas horas, nunca se daba cuenta que sus compañeros de trabajo se cargaban mucho en ella, todo porque siempre estaba dispuesta a ayudar y hacer el trabajo extra. Quizás era demasiado ingenua en ese sentido o a veces se pasaba de bondadosa, Adrien se lo había conversado un par de veces, pero ella simplemente le sonreía y le decía que no le importaba si podía ayudar.
Cargó con los posters de muestra bajo su brazo y cerró todo con llave, se despidió del guardia y en el momento de mirar por las grandes puertas de vidrio de la entrada, encontró esos ojos verdes brillantes esperándola. Sonrió y corrió a su encuentro completamente feliz, sintiendo la misma calidez de siempre en su pecho al verlo.
—¿Qué haces aquí? —preguntó cuando estaba frente a él, quien no hizo más que acariciar su mejilla y estirarla un poco con emoción.
—Es tarde, así que vine a recoger a mi esposa. —ella quitó su mano que se entretenía jugando con su delicada piel y frunció un poco sus cejas. —debiste llamarme.
—No quería preocuparte demás, y últimamente pasas mucho en la oficina, así que supuse que tenías más trabajo. —murmuró y él tomó su mentón delicadamente.
—Marinette, yo siempre tendré tiempo para ti. —ella se alzó parándose en la punta de sus pies y depositó un pequeño beso en sus labios.
—Lo sé. —afirmó tomando algo de distancia. —Me hizo feliz que vinieras por mi. —sus mejillas se pusieron un poco rojas. Se adelantó unos pasos y comenzó a hablar despreocupada. —Vamos a casa. Prepararé una deliciosa cena y...
—Señora Agreste. —nombró seriamente y detuvo su andar alcanzando una de sus manos, entrelazó sus dedos de manera cálida. —demando otro de esos besos, pero mucho más grande, de lo contrario, me veré en la obligación de castigarla. —Marinette se giró nuevamente y apretó más su mano, subiéndola a la altura de sus labios. Depositó un beso en sus nudillos, cerca del anillo que ambos compartían en el mismo dedo.
—Quizás quiera un pequeño castigo. —ocultó su sonrisa juguetona con su mano, pero no contaba que él la envolvería con sus brazos con un poco de fuerza. —Adrien, s-sólo bromeada.
—Las bromas no son tu fuerte, amor. —acercó su rostro lo suficiente para sentir su respiración. —pero puedo preguntar, ¿realmente quisiste decirlo como una broma?
—No realmente. —murmuró conteniendo la curva de sus labios mientras los mordía ansiosa. —Las bromas no son mi fuerte. —rió cuando logró ver un brillo diferente en los ojos de su esposo.
Adrien la observó en silencio, se permitió oír su propio corazón retumbar en sus oídos y besó su nariz casi un segundo. A pesar del tiempo seguía perdiéndose en sus ojos, seguía añorando sus brazos cálidos y delicados alrededor suyo, y seguía desesperadamente queriendo sostener su rostro entre sus manos, algo tan simple pero tan confidencial e íntimo para él.
—Yo también te extraño. —concluyó con los azules de Marinette fijos en su dirección. —Perdón por pasar mucho en la oficina, —ella negó con la cabeza. —pero te recompensaré, lo prometo.
—Entiendo, yo igual he estado un poco atareada y cuando llegas usualmente estoy dormida. —Él tomó los posters que sostenía bajo su brazo y comenzó a caminar sin soltar su mano.
—Cocinaré hoy la cena, así puedes descansar un poco. —Marinette frunció ligeramente el ceño y lo miró hacia arriba siguiendo su paso.
—Pero hoy me toca a mi hacer la cena.
—Entonces hagámosla juntos. —Adrien sonrió al verla un poco molesta, mientras más expresiones lograba ver en su rostro más le emocionaba.
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—A-adrien, dijiste que haríamos la cena. —jadeó mientras sus dedos tiraban intensamente de sus mechones rubios.
—Dije que te recompensaría por desatender mis deberes maritales. —habló contra la piel desnuda de su vientre, arrastrando sus labios hasta llegar al borde de su falda. Subió sus manos por sus piernas, dejando que su calor se impregnara en cada caricia. —Dilo otra vez... Quiero oír mi nombre salir de tu boca, amor.
—Adrien... N-no... Espera. —quitó sus prendas inferiores sin dificultad y se dio el tiempo de recorrer con sus labios desde su rodilla hacia su muslo interno.
—¿Segura que quieres que me detenga? —su aliento chocó contra una parte de su cuerpo demasiado sensible, se estremeció perdiendo un poco de su cordura.
—Siempre haces eso, no es justo. —su voz casi fue un gemido desde su garganta. —me haces...
—¿Entonces me detengo? —se burló con un poco de inocencia en el tono, pero ella conocía muy bien a su marido, sabía que no se detendría. Pasó lentamente su lengua cerca de su cadera, bajando con la misma intensidad bajo su ombligo. —Marinette, respondeme.
—Ven aquí. —pidió tan dulcemente que se acercara a su rostro que Adrien no pudo negarse. —quiero besarte. —se adueñó de su boca, deshaciendo el nudo de su corbata para luego quitar uno por uno los botones de su camisa. —la ropa estorba.
—Tu blusa estorba. —contraatacó sonriendo contra sus labios, ayudándole a quitar la misma prenda de la que se quejaba, haciéndole en más de una ocasión consquillas con sus dedos alrededor de su cintura.
—Me la regalaste tu. —se quejó falsamente haciendo su risa resonar cerca de su oído.
—Mi hermosa esposa siempre huele tan bien. —respiró profundamente su cuello, mordiendo sin llegar a lastimarla. Descansó su cabeza sobre su pecho, oyendo como su corazón cada vez más incrementaba su pulso. —No importa cuántas veces te ame porque cada vez es una aventura nueva.
—Mira quién lo dice, señor "cómeme con la mirada cuanto quieras." —ella deslizó sus dedos por su pecho, envolviendo sus piernas alrededor de su cintura. —me provocas apropósito.
—Claro que no, lo único que hago es disfrutar de ti.
Antes de volver a unir sus labios, el ruido de vidrios rompiéndose alertaron a Adrien, quien rápidamente se puso de pie con una expresión indescifrable plasmada en su rostro. Miró a Marinette preocupado y en cosa de segundos le pasó su bata que estaba colgada en la puerta del closet.
—¿Qué fue eso? —cuestionó alarmada, poniendo la prenda en todo su cuerpo.
—Quédate aquí. —ordenó dispuesto a salir de la habitación para saber qué ocurría, pero ella siguió sus pasos.
—Espera, no bajes así como así. —tomó su brazo con fuerza y él la calmó besando su frente. —Adrien... —suplicó temerosa.
—Tranquila, sólo no te muevas de aquí hasta que vuelva. —un sentimiento de miedo tomó lugar en el pecho de Marinette cuando Adrien salió por la puerta.
Adrien miró cada habitación del segundo piso con sigilo, hasta dar con el pequeño cuartucho donde guardaba un bate, lo tomó con fuerza y ahora más seguro bajó las escaleras lentamente en busca de aquel ruido, pero no contaba que alguien lo esperaría con un golpe directo a su cabeza, fue tan intenso el impacto que lo derribó al piso al instante. Algo mareado abrió un poco sus ojos, notando a lo lejos la gran ventana de la sala rota y un desagradable olor a gas proveniente de la cocina.
—¿Quién? —murmuró con un horrible dolor en la parte de atrás en su cabeza. Una silueta vestida completamente de negro se vio borrosa caminar frente a sus ojos, sabía que estaba en peligro y peor aún, Marinette estaba en peligro, así que con todas sus fuerzas apretó el mango del bate con su mano e intentó levantarse, fallando gradualmente.
—¡Adrien! —oyó la voz asustada de su esposa y rápidamente se alarmó. —¿Q-quién eres? ¡Ya llamé a la policía! ¡Así que más te vale que no intentes nada! —sintió como sus manos tocaban su espalda. Respiró profundamente y apretó sus dientes cuando el extraño se acercó con furia hacia Marinette. —¡sueltame!
—¡Déjala! ¡No la toques! —logró levantarse algo mareado. La figura tomó a la chica desde el cuello, golpeándola contra la pared para callarla. —¡quita tus manos de mi esposa, bastardo! —dio dos pasos tambaleante y encestó un golpe directo a su espalda con el bate, logrando que la soltara, con fuerza golpeó otra vez impactando en su brazo. Un quejido audible salió de su garganta, pero no su voz, no decía nada.
El atacante empujó a Adrien con fuerza, logrando la suficiente distancia para salir por donde había llegado, tropezando con algunos muebles de la sala de paso. El rubio se acercó a Marinette algo aturdido y tomó su mejilla, estaba inconsciente.
—Amor... Despierta. Marinette, ¿puedes oírme? —su frente sangraba notablemente, hasta perderse el rastro en su mentón. —Marinette... —apretó sus ojos y pasó una mano por su nuca, dándose cuenta que también sangraba. —maldita sea.
Adrien se levantó y fue hacia la cocina para apagar el gas que había dado aquel sujeto, lo más probable es que quisiera matarlos a ambos y hacer parecer todo un accidente, aunque no era momento de ponerse a pensar en eso. Tomó el teléfono de la sala y marcó a emergencias desesperadamente, volviendo hacia Marinette cuando no recibió una respuesta inmediata, la acomodó con cuidado de no moverla mucho y la alzó, sacudiendo un poco su cabeza para de alguna forma quitar su visión borrosa y los sonidos lejanos; fue hacia el auto y la acomodó en el asiento para conducir al hospital más cercano. Las luces de los autos mareaban el poco control que tenía de su visión en ese momento, pero se mantenía firme, sujetando el volante sin titubear, ya tendría tiempo para desmayarse después, primero debía llegar al hospital.
—Amor, despierta. Necesito que despiertes y me hables. —Marinette movió sus ojos y un quejido salió por su boca.
—Adrien. —murmuró entre dientes, frunciendo el ceño por el dolor ardiente en su cabeza.
—Estoy aquí, princesa. Sigue hablándome, estamos por llegar. —pisó el acelerador a fondo. Buscó su mano para apretarla y que supiera de su presencia.
—¿Quién era? ¿Estás bien?
—Estoy bien, no te preocupes. —al verla más consciente un peso se quitó un poco de su pecho. Marcó el número de su mejor amigo y luego de dos pitidos contestó.
—¿Adrien? ¿me llamas desde tu auto?
—Luka, necesito que vayas a la casa.
—¿Qué pasó? ¿Estás bien? Te escuchas agitado.
—Se metieron a la casa, llevo a Marinette al hospital. La golpearon y se desmayó, pero ahora intento que...
—Luka... Estoy bien, pero Adrien también está sangrando. —interfirió ella por lo bajo, entreabriendo sus ojos para ver como el cuello de su camisa estaba manchado de sangre. —por favor ven.
—Marinette... ¿Dónde están? ¡Adrien! ¡Estacionate, no puedes conducir así! —exclamó casi en una orden.
—No es necesario, ya llegamos al hospital, por favor hazte cargo de la casa y la policía. Cuento contigo.
—¡Voy para allá!
La llamada se colgó y Adrien bajó lo más rápido posible para cargar a su esposa en sus brazos y adentrarse hacia el hospital.
—¿Sigues despierta? —ella apretó sus manos alrededor de su cuello, pero perdió toda su fuerza desmayandose nuevamente. —Marinette, responde. ¡Marinette! ¡Ayuda! ¡Un médico! —Las enfermeras al verlos sangrando, con urgencia consiguieron camillas, y sin que pudiera percatarse lo separaron de ella llevándolos a salas separadas. Adrien logró respirar sólo cuando le pusieron oxígeno, las luces blancas lo cegaron haciendo que perdiera el conocimiento otra vez.
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13 de septiembre, 2020.
—Adrien, no sé si te diste cuenta pero esto fue más que un simple robo. —Luka lo miró seriamente, apoyó sus manos sobre el escritorio intentando razonar con su amigo. —de milagro salieron ilesos, pero esto no es normal. La persona que hizo esto no está bien de la cabeza. —dejó unas fotografías sobre la mesa. —escribió en tu auto "MUERAN" con sangre de cerdo e intentó hacer explotar tu casa.
—Lo sé, lo tengo muy presente.
—Debes decirle a Marinette, ella debe ser más precavida de ahora en adelante.
—Cuando salga del hospital lo haré, pero no le menciones nada sobre el auto. Quizás sea mejor que se tome un descanso del trabajo, además, contraté un viejo amigo para que la cuide mientras no estoy con ella. —cubrió su rostro con cansancio y dejó salir el aire con pesadez. —esto es una mierda, Luka.
—¿Qué opina tu padre?
—Está preocupado, pero le dije que no interfiriera. Comenzó a culpar a Marinette otra vez, sacando cosas del pasado que no vienen al caso. Ya sabes como piensa y es necio hasta el cansancio. —Luka hizo una mueca y se sentó frente a él viendo a la nada. —Esto fue contra mi, no contra Marinette.
—Que fuese un atentado contra ti con mayor razón va a ser contra Marinette, es tu esposa. Si quieren lastimarte lo harán a través de ella.
—¡Ya lo sé! —golpeó la mesa con frustración y el dolor en su nuca hizo que soltara un quejido.
—Ni siquiera deberías estar en la oficina, tienes que descansar y recuperarte. Te golpearon duro.
—Prefiero despejarme trabajando mientras Marinette no está. Además, mandé a reparar la ventana de la casa y que instalaran nuevas cámaras de seguridad, la alarma ya debería estar lista a esta hora. Nada ni nadie podrá entrar a mi casa otra vez sin que yo lo sepa.
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20 de septiembre, 2020.
—¿Segura que estás bien? —ella rió por lo bajo, era la sexta que vez que le preguntaba lo mismo desde que salieron del hospital. —¿tienes hambre?
—Adrien, no te preocupes. Por algo me dieron el alta, de verdad que estoy bien. —colgó las llaves del auto en un gancho al lado de la puerta principal.
Marinette observó la casa en completo silencio y abrió un poco sus ojos al notar que todo estaba como siempre, todo completamente limpio y ordenado.
—Todo...
—No quería que vieras la casa como estaba, así que me encargué de eso. —dejó sus manos caer en sus hombros y Marinette se giró para abrazarlo con fuerza.
—Tenía miedo... Cuando te vi en el suelo sangrando, no pude hacer nada, soy una completa inútil. —las lágrimas se acumularon en sus ojos y él la apretó con fuerza.
—No es cierto, llamaste a la policía y me diste tiempo para detenerlo. Yo fui el tonto que permitió que te lastimara. —se alejó viendo algunas marcas moradas aún presentes en su cuello. —lo siento, princesa. —ella sonrió aún derramando lágrimas, quizás se veía completamente desaliñada con esa expresión, sumando que recién había salido del hospital.
—Hace mucho no me llamabas así, desde el instituto. —él limpió sus lágrimas y le sonrió.
—Supongo que en situaciones así me sale del alma, aunque siempre serás mi princesa.
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—¿Qué quieres decir con que él me cuidará las veinticuatro horas? —Marinette estaba molesta, quizás más de lo que debería, pero se sentía un poco sofocada con la noticia. —sin ofender. —el hombre movió su cabeza manteniendo silencio.
—Wayhem puede cuidarte cuando yo no estoy, y necesito que estés segura.
—Pero estamos hablando de que quieres que me siga a todos lados. Yo no necesito sobreproteccion, no estoy acostumbrada a tener un guardaespaldas como tú, Adrien. —él frunció el ceño y tomó asiento en el gran sofá. Suspiró al ver el ceño fruncido de su esposa y lo decidida que estaba en llevarle la contra. —No quiero que esto que pasó me persiga a todos lados, no quiero sentir que tienen que estarme cuidando todo el tiempo.
—Lamentablemente es así, te guste o no. Wayhem estará al pendiente de cualquier cosa que te pase.
—¡Adrien! ¡Estás siendo completamente irracional! —alzó la voz al mismo tiempo que sus manos. Wayhem se mantenía al margen de aquella discusión, observando algunas plantas en la sala.
—Al contrario, tu estás siendo demasiado obstinada. —Marinette gruñó y se cruzó de brazos comenzando a caminar de un lado a otro.
—¡Claro! ¡Yo soy la obstinada que no quiere que controlen hasta lo que come! —Adrien rodó los ojos, sólo hacía un berrinche innecesario a su parecer. —¿cómo tú no tienes guardaespaldas?
—Porque la empresa tiene la seguridad necesaria, nada me pasará allá.
—¡Pues mi trabajo también tiene la seguridad necesaria! —espetó furiosa. —¡conoces la empresa perfectamente!
—Sobre eso... Estaba pensando que te tomaras un tiempo del trabajo y te recuperaras en casa. —Marinette abrió sus ojos incrédula, incluso Wayhem quiso salir de la casa al oír esa revelación, así que lentamente caminó hacia la salida en completo silencio, después de que las aguas se calmaran volvería.
—A ver si entendí. —ella tomó el puente de su nariz. —¿estás diciendo que quieres que renuncie a mi trabajo y que me la pase en casa todo el día, mientras tu vas a trabajar normal?
—No estoy diciendo que renuncies, estoy diciendo que sería bueno que te tomes un tiempo. Sé que hicimos un acuerdo con los gastos de la casa, pero yo puedo encargarme de eso mientras te recuperas del todo.
—Esto debe ser una broma.
Marinette guardó completo silencio y subió al segundo piso furiosa, marcando cada paso que daba con fuerza.
Adrien soltó el aire viéndola marchar, y decidió salir a su jardín donde Wayhem lo esperaba fumando un cigarrillo.
—Tu esposa tiene carácter. —comentó riendo un poco y Adrien hizo lo mismo. Le ofreció un cigarro, pero este negó con la cabeza.
—Marinette es como esos dulces sorpresa, no sabes qué te tocará, pero sigue siendo un dulce de todas formas. —Wayhem lo observó en silencio y volvió a ver hacia arriba terminando su cigarro. —cuando se calme hablaré otra vez con ella.
—Te deseo mucha suerte con eso entonces. —palmeó su hombro.
—¿Encontraste lo que te pedí? —el de ojos cafés se puso serio bruscamente y bajó el tono de su voz. Incluso sus ojos se habían oscurecido.
—Lo hice, pero no creo que te agrade el resultado.
—Todo lo que tenga que ver con mi hermano me importa.
—Entonces mañana por la mañana pasaré por tu oficina. —Adrien asintió y miró la luz encendida de su dormitorio en el segundo piso.
—Por favor cuida de Marinette, es lo más importante que tengo.
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