Capítulo 58
21 de mayo, 2012.
Estaban cubiertos sólo con la suave y fina sabana blanca. Sus respiraciones eran tan calmadas y profundas que sin quererlo guardaban el aroma de sus cuerpos muy profundo en sus memorias. Los cabellos dorados de Félix reflejaban el sol naciente por la ventana, una de las pocas horas del día donde se podía apreciar bien debido al clima nuboso de Londres. Ryu se acomodó bajo uno de los brazos de Félix, el cual lo envolvía, y miró sus facciones sobre su pecho, subió su mano izquierda y acarició sus labios algo hinchados por los besos apacionados que se regalaron hace un par de horas atrás, pasando sus dedos suavemente y con paciencia.
—Te amo... Gato gruñón. —murmuró apoyando su mejilla en su torso, oyendo su corazón latir, uniéndose al suyo. Miró por la ventana a la distancia y soltó todo el aire que contenía, incapaz de creer la felicidad que sentía estando a su lado.
—Buenos días. —Félix sonrió brevemente y lo abrazó con cariño, dejando un beso en su frente. —¿Cómo dormiste? —Ryu rió por su pregunta acurrucadose aún más en sus cálidos brazos.
—¿Hablas en serio, Félix Agreste? —se reincorporó para verlo a los ojos. —No me dejaste dormir nada.
Félix tomó su mentón y lo dirigió a sus labios, besando su boca con una sonrisa pícara, aguantando un poco la risa emergente de su garganta.
—¿No te gustó? —preguntó sobre sus labios, esperando una queja que jamás llegó.
—Fue espantoso. —bromeó el japonés volviendo a su anterior posición. Félix sólo sonrió y acarició su espalda repetidas veces, para después subir a sus hombros blanquecinos y hacer círculos imaginarios con su dedo. —Fel... ¿Realmente no quieres vivir conmigo? —cuestionó Ryu por lo bajo; lo oyó suspirar, así que reprimió sus labios arrepintiendose un segundo por su pregunta.
—No es porque no quiera. —Félix despejó su cabello oscuro hacia un lado y los marrones ojos de Ryu volvieron a conectar con sus grises. —sabes mis razones, Ryu. Hay demasiadas cosas en contra de esta idea. Tu mejor que nadie lo sabe. —su negativa sólo logró que el azabache se sintiera una molestia por la insistencia.
—Oye, mocoso. Me hago viejo antes que tu, simplemente quiero estar más tiempo contigo. —Ryu intentó quitarle seriedad al asunto esquivando su mirada, pero a estas alturas sabía que Félix lograba leerlo bien la mayoría de las veces. —Si no quieres no te obligaré. Quédate con Amelie hasta que se acabe el agua del planeta.
Ryu se reincorporó molesto por la terquedad de Félix, tomó su ropa interior y se la puso rápidamente. El rubio lo observó tomando asiento en la cama, perdido en su cabeza unos segundos. ¿Qué hizo mal ahora?
—¿Realmente te vas a enojar por esto? —Ryu lo ignoró dispuesto a ponerse de pie pero Félix sostuvo su mano impidiendolo. —Hablemos. —El azabache lo miró de reojo y antes de que pudiera decir algo más quitó su mano con brusquedad, no caería en sus palabras dulces denuevo, a estas alturas ya estaba cansado.
—¿Sabes cuál es tu problema, Fe? Te aferras demasiado al pasado y dejas de vivir tu vida por culpa de eso. Entiendo el rencor que sientes, pero yo estoy aquí... Yo... Aprendí a soltar por ti. Te amo, Félix. Pero al parecer lo que siento por ti no es suficiente. —miró el suelo unos segundos para después murmurar. —Y no sé cuando sea suficiente.
—No me digas eso. Sabes lo que siento por ti.
—Ya. Detente. ¿Crees que es justo para mi caminar a ciegas? ¿Crees que no necesito también que me digas que me quieres? Yo entiendo... De verdad que entiendo lo mucho que te cuesta decírmelo. Pero es... Lamentable para mi mendigarte amor todo el tiempo. Sobretodo cuando a pesar de lo que hemos pasado no seas capaz de decirme lo que te hace tener pesadillas en las noches.
Félix guardó silencio. Ryu nunca le había recriminado nada en los años de relación que llevaban, le sorprendía que tuviera guardados tales sentimientos e inquietudes. Y lo peor es que no sabía cómo abordar lo que decía, no se sentía capaz de revelarle nada que pudiera alejarlo, para él era mejor que no supiera nada. Lo que menos deseaba era ver una expresión de asco en su rostro y mucho menos de lástima.
—¿No dirás nada otra vez? —Ryu soltó el aire cansado, se levantó con calma y levantó su camisa poniéndosela enseguida.
Ninguno dijo nada, y eso solo incrementaba el dolor en el pecho de ambos. Nunca discutían en serio, siempre eran bromas o palabras crudas por parte de los dos, ya que su humor era así, pero habían veces en las que Ryu si ponía los sentimientos sobre la mesa y la mejor forma de Félix para lidiar con eso era el sepulcral silencio.
Félix confiaba ciegamente en Ryu, pero con el pasar del tiempo su miedo crecía cada vez más. El miedo de ser abandonado por él era más fuerte cuando se trataba de decirle todos sus tormentos. No quería perderlo por nada del mundo y eso es precisamente lo que su cabeza erróneamente pensaba cuando se acercaba a siquiera mencionar los traumas de su pasado.
—Por favor... —Félix lo alcanzó por la espalda y se apoyó en su hombro dejando las lágrimas caer. —no quiero esto.
—¿Crees que yo sí? —Ryu detuvo su acción de abrochar los botones de su camisa, pero no se volteó, sólo se quedó quieto. —Nada te pasara si estás conmigo, sabes que puedo protegerte de lo que sea que te haga mal. Tengo el poder para cuidarte, pero no me dejas hacerlo.
—No puedo hacerlo... No me obligues a hacerlo.
—Nunca te he obligado a nada. —su voz se volvió severa en breve. Le molestaba la sola idea de que Félix se sintiera obligado por algo que haya hecho o dicho.
—Vas a dejarme, ¿cierto? Me vas a abandonar y...
—Oye. —Ryu tomó su rostro e hizo que lo viera. Las lágrimas cayeron de los grises de Félix y eso le rompió el corazón por completo. —¿qué estás diciendo? Nunca haría tal cosa...
—Ahora te estás yendo. Me quieres dejar sólo en este lugar. Perdón, te prometo que intentaré hacer las cosas mejor... Y-yo... Intentaré decirte cosas más bonitas... Haré de todo para que sientas mi amor, pero por favor no me dejes... Ryu...
Las cejas del japonés se arrugaron un poco, lo miró con tanta tristeza que Félix comenzó a hipar por el llanto en su garganta. Limpió sus lágrimas son sus pulgares y lo abrazó con fuerza.
—No digas tonterías. —mumuró dolido, intentando calmar su pena, dejando varias palmadas en su espalda. —¿quién dijo que te dejaría? Eres un tonto. ¿Crees que puedo vivir sin ti, idiota? Con unas cuantas palabras y ya te pones como un niño. ¿Cómo crees que podría irme y dejarte así? Sólo quería darte el espacio que siempre necesitas cuando discutimos.
—Vas a dejarme...
—Que no. Nunca voy a dejarte solo. —Félix se aferró a su camisa por la espalda y él acarició su cabello rubio infinitas veces para calmarlo. —Te lo prometo. Dios... Lloras como un bebé ahora mismo. Pensar que cuando nos conocimos eras como un ladrillo de concreto. Ven...
Lo arrastró hacia la cama nuevamente, y tapó su cuerpo hasta arriba con la sabana; se quedó a su lado, y no es que tuviera muchas opciones, ya que no dejaba de abrazarlo con fuerza por la cintura.
—Cálmate... Te dolerá la cabeza si sigues llorando. Recuerda que tu debes controlar la crisis, no puedes dejar que te controle a ti. ¿Si?
—No te vayas.
—No me iré. Tienes mucha imaginación... ¿Realmente crees que te dejaré botado y me iré? —Alzó su cabeza con sus manos para que lo viera. —Eres mío. —limpió su rostro otra vez y se apoyó en su frente respirando profundo para que imitara su acción.
—Tu eres mío también. —Ryu sonrió, con sólo esa frase sabía que ya estaba mejor. —¿cierto?
Félix lo giró y se puso sobre él, tomó sus muñecas y las aprisionó a los lados de su cabeza. Lo miró fijamente, notando como su respiración se volvía más agitada y sus pupilas se dilataban. Acarició la palma de sus manos y se acomodó entre sus piernas empujando su intimidad contra la suya.
—Respondeme... Ryu. —susurró en su oído provocativamente. Sabía que era sensible a su voz llamándole. —Eres mío... Solamente mío y de nadie más. —lo empujó nuevamente y Ryu reaccionó por reflejo a sus acciones; gimió con los labios cerrados, perdido en la hambrienta mirada gris del chico sobre él. —Dímelo.
—Sabes que es así. —Félix sonrió satisfecho y bajó una de sus manos para quitar la ropa interior de azabache. —¿Q-qué crees que estás haciendo? Me duele la espalda, ¿quieres matarme?
—Lo haré despacio, lo prometo.
—N-no... —Ryu intentó empujarlo, pero rapidmanete el rubio sujetó sus dos manos sobre su cabeza. —Félix, no quiero.
—¿Seguro que no? —le dio un pequeño beso en sus labios el cual fue correspondido, y seguido de ese vino otro y otro, hasta el punto de que no fue necesario seguir sujetandolo. —¿Lo ves? Ya te has puesto caliente... —Ryu se sujetó de su cuello y lo besó intensamente.
—Es tu culpa. —Félix sonrió entre sus labios y subió la camisa que traía, acariciando su piel suave y tersa. —No seas inconsciente... Me duele la espalda...
—Seré cuidadoso.
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22 de mayo, 2012.
—¿Querías verme? —cuestionó con una sonrisa, esperando paciente la respuesta a su interrogante.
Ryu mantenía una imagen gentil e incluso algo ingenua, aunque realmente era un zorro astuto, sólo que jamás lo demostraría a nadie. Su reputación era impecable en todo sentido y los favores nunca le fallaban por lo mismo.
Amelie dejó caer con fuerza en su escritorio un montón de papeles impresos, a los que el chico se acercó con elegancia y los miró alzando una ceja mientras leía en silencio, ni se molestó en tomarlos. Soltó el aire y sonrió.
—¿Qué es esto? —preguntó viéndo aquellos verdes feroces con un mínimo de respeto.
—Estos son los artículos que me he encargado de eliminar de la prensa.
—¿Y?
—¿Cómo que "y"? ¿Crees que esto es una broma, Tsurugi? Todo el mundo sospecha de tu relación con Félix. Dijiste que serías lo más discreto posible, pero... ¿Tomados de la mano por el parque? ¿Pasar la noche en tu departamento?
—A ver... ¿Crees que eres la única que borra información de los medios? Querida Amelie, esto es algo que yo hago a diario. No te preocupes tanto, tampoco es que nos hayan visto besandonos. —rodó los ojos tomando asiento frente a su escritorio.
—De saber que lo expondrías tanto, jamás hubiera aceptado que siguieras detrás de él. Te advertí que no lo quería envuelto en ningún tipo de espectáculo.
—¿Qué harás?
—Le pohibiré salir de la casa.
—¿Le dirás que estás al tanto de nuestra relación? ¿En serio? Como si no fuera suficiente el rencor que Félix te tiene, ¿quieres agregarle más?
—¡Maldita sea! ¿Por qué mierda tenías que ser tu? Entre todos los idiotas del mundo tiene que ser un Tsurugi. —Amelie golpeó la mesa y tomó sus cabeza desesperada. Respiró profundo y calmó lo mejor que pudo su preocupación. —¿a que te refieres con que haces esto a diario?
—Literal eso. ¿Crees que dejaría que alguien hablara mal de Félix? Tengo cubiertos todos los periódicos de la ciudad. No importa si es una mínima reseña sobre él; es eliminada. Jamás lo arriesgaría al ojo público por mi.
—Hace bastante que su relación está repercutiendo. Los chismes corren rápido y me cuesta callarlos.
—Amelie, los chismes sólo son chismes. Tu deberías saberlo mejor que nadie. ¿No recuerdas tu excéntrica reputación en tus años jóvenes? —ella lo miró molesta, no diría que estaba sorprendida de que él supiera sobre eso, ya que era un chismoso de primera o más bien un sabelotodo con la nariz metida en todos lados. —deja de llamarme cada vez que entras en pánico por Félix, de él me encargo yo.
—Sólo es un niño... Tu sabes que es todo lo que tengo.
—Ya no es un niño. Te lo dije años atrás, él es más listo de lo que parece.
Amelie miró la fotografía sobre su mesa, donde tenía la imagen de su hermana retratada, aguantó las ganas de llorar y miró al despreocupado azabache.
—Recuerda tu promesa, Tsurugi. Prometiste que lo cuidarías con tu vida de ser necesario. No dejes que nadie lo lastime.
—Te di mi palabra, no necesitas más que eso. —la voz del chico se puso seria porque realmente era algo que lo requería.
—El mundo es cruel, pero el amor lo es aún más. Cuando te pedi que no dejes que nadie lo lastime, también me refería a ti. Félix difícilmente entregará su corazón a alguien más en el futuro.
—Lo sé.
Ryu quedó en silencio, ya no eran las conversaciones de hace años atrás, donde tenía que convencerla de dejar que lo cuidara.
Las interrogantes no tenían fin en su cabeza, fingía qué todo estaba bien, pero en realidad no era así, y la única que le daría respuestas sería ella, ya que Félix se ponía demasiado sensible con sus preguntas, pero Amelie era un hueso duro de roer, a menos que encontrara algo para hacerla hablar y saber realmente lo que hacía a Félix tan miserable.
Soportó el sufrimiento de Félix en cada crisis por las noches, acompañadas muchas veces de pesadillas, las cuales no siempre podía despertarlo. Más aún sus desprecios, el increíble razonamiento para no mostrarle sus sentimientos claros y el miedo al abandono cada vez que iniciaba una disputa necesaria.
Necesitaba ayudarlo a ser feliz, pero la única manera era que Félix hablara o que alguien más lo hiciera.
—Encontré lo que buscaba, señor.
Leyó el mensaje fingiendo desinterés. Se despidió de Amelie con un sabor amargo, pero de todos modos le sonrió para tranquilizarla. Sabía que no funcionaría mucho su imagen gentil, ya que ella lo conocía bastante, pero el hecho de mantener la promesa que le hizo era suficiente.
Llegó a su oficina algo cansado, aflojó la corbata de su cuello y miró por el ventanal tras su espalda. Tocaron la puerta, pero ni se inmutó. Su secretario dejó algunos documentos en su escritorio y un pendrive en completo silencio.
—¿Crees que los días nubosos son lindos, Yuuto? —preguntó en japonés y el hombre ladeo un poco la cabeza.
—Creo que tienen sus ventajas, señor.
—¿Crees que sea un buen clima para ver lo que me trajiste?
El secretario meditó un momento su respuesta, pero pensó que siempre su honestidad era una cualidad que Ryu destacaba como algo bueno. Así que optó por esa opción antes que nada.
—Definitivamente es un clima muy melancólico, así que dudo que sea el adecuado para lo que le traje.
Ryu se volteó con la silla y miró fijamente sus rasgados ojos, similares a los suyos. El secretario tragó grueso, nunca había visto a su jefe tan afligido por algo, pero entendía el porqué.
—Tengo miedo. —admitió en completa sinceridad. Tenía la suficiente confianza en él como para decirlo en voz alta, y como esperaba el joven se mantuvo quieto acompañándolo en la soledad que cargaba sobre sus hombros. —tengo miedo de confirmar lo que sospecho.
—Lo siento, señor.
Se disculpó como si fuera su culpa traerle sólo desgracias con la información encontrada, a pesar de saber que no era culpable, al menos quería que encontrara consuelo con sus disculpas.
—Tuve que indagar más de lo que imaginé. Es grande... Es algo más grande de lo que podría imaginar.
—Ya veo.
—Por favor discúlpeme, señor. Quisiera pedirle por favor que no lo vea. Si quiere puede despedirme, pero no vea lo que le traje. —Ryu tomó el pendrive con sus manos y lo puso en su computadora.
—No te preocupes tanto por mi, Yuuto. —el chico bajó su cabeza en modo de respeto. —soy más duro de lo que muchos creen.
—Está encriptado. Supuse que no querría que nadie más lo viera, así que sólo usted puede abrir el archivo.
Después de unos minutos, la lluvia comenzó a caer de manera despiadada por la ciudad, golpeaba los vidrios del edificio sin la mínima gentileza, al igual que el viento. Los guardias afuera de la oficina sólo pudieron escuchar un grito desgarrador desde dentro y muchas cosas quebrandose seguidas del mismo. Se vieron entre si con angustia, pero no flaquearon en su postura ni un milímetro.
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Félix abrió la puerta del departamento de Ryu en silencio, vio que las luces estaban apagadas así que las encendió, como no le respondía las llamadas pensó que algo malo pasaba, ya que nunca hacía eso.
Lo buscó con la mirada luego de dejar su bolso en uno de los sofás; se asustó cuando vio muchos vasos y platos rotos en la cocina, así que rápidamente se acercó y si ya estaba asustado fue peor al ver su cuerpo tirado en el suelo.
—¡Ryu! —se agachó y tomó su cabeza para que reaccionara. —¡Ryu! —el olor a alcohol llegó a su nariz y rápidamente se percató de las botellas de vino vacías a su lado. —Levántate, ¿por qué estás así? —lo sostuvo con fuerza, más de la que esperaba puesto que era peso muerto en ese instante.
—Déjame... —Ryu se movió con torpeza cuando lo sentó en el piso, intentó abrir los ojos y divisó su silueta borrosa. Sonrió completamente ebrio y desequilibrado. —¿qué haces aquí?
—No contestabas mis llamadas. Tu secretario me dijo que saliste temprano de la oficina, pero se oía preocupado así que vine a ver si estabas aquí.
—Yuuto. Ja, ja... Sí, es buen secretario. —volvió a reír. —debería darle un aumento por aguantar a un idiota como yo.
—Ven, levántate. Vamos a darte una ducha helada.
Félix ignoró sus balbuceos y lo arrastró hacía el baño, le quitó sólo los zapatos y los calcetines. Lo dejó en la ducha y abrió la llave de agua fría. Ryu ni se inmutó por el agua, se mantuvo ahí en silencio, mirando a Félix frente a él con una expresión seria y algo cansada.
—Siempre tan gruñón, mocoso. —se rió un poco, pero el rubio sólo se sentó en el suelo frente a él en silencio, esperando que pudiera decir algo con coherencia al pasarse la borrachera. —mierda... —arrugó su entrecejo y miró su mano con torpeza. Sangraba.
El rubio se acercó rápidamente para examinarlo, no había visto que estaba herido. Su palma estaba cubierta de sangre, el agua la limpió un poco y dejó ver un corte en todo lo largo.
—¿Por qué bebiste así, idiota? —cuestionó molesto de que se haya lastimado. —Quédate quieto, traeré el botiquín. —se iba a levantar pero Ryu lo sostuvo, viéndolo a los ojos en una distancia mínima.
—Soy un idiota, Félix. —comenzó a llorar y a pesar de que la regadera siguiera encendida, Félix pudo darse cuenta de sus lágrimas al instante. —Soy un cobarde... Siempre he sido un cobarde. Fingí querer esperar a que tu me lo dijeras, pero realmente no quería saberlo. Siempre pude haberlo descubierto por mi cuenta, pero tenía tanto miedo... Tenía miedo de que lo que sospechaba fuera cierto... Pero fue aún peor.
—No sé de qué estás hablando.
Tomó su mejilla y la acarició, no le importó el dolor de su herida, realmente el alcohol ayudaba en disminuir el dolor físico, aunque el emocional era brutal en ese instante. Manchó sin querer su rostro con sangre, lo miró como si se fuera a desvanecer entre sus dedos y siguió llorando sin parar. Félix estaba igual de empapado que Ryu a estas alturas, y no es que le importara, pero no quería que se enfermara, así que detuvo la ducha.
—Es tan doloroso. —susurró más veces de las que pudiera recordar.
—Ryu, no entiendo lo que hablas. Ven, levántate, vamos a la cama para que te cambies. —intentó sujetarlo, pero Ryu se arrinconó en una esquina, sin verlo.
—Déjame solo. No puedo verte ahora. Vete y déjame solo. —el rubio frunció el ceño e intentó nuevamente acercarse, pero el azabache se apartó como si le quemara tocarlo.
—Estás haciendo que me enoje. Sabes que no me gusta lidiar con borrachos, así que levántate. —negó con la cabeza, así que lo tomó por la fuerza aunque forcejeara.
Ryu al ver que no podía alejarlo, simplemente se quedó en silencio acatando todas las órdenes que recibía. Félix le quitó la ropa mojada y lo secó con una toalla en su habitación, le ayudó a ponerse un pijama, secó su cabello y curó su mano vendandola en el proceso, no parecía necesitar puntos ni nada por el estilo. Lo recostó para luego secarse y acomodarse a su lado. El azabache parecía perdido dentro de su cabeza; sus ojos estaban fijos mirando por la ventana, escuchando la lluvia caer torrencialmente.
—Hey... —Félix susurró acariciando su cabello lacio y negro para llamar su atención. —¿te sientes mejor?
—Ya lo sé, Fe. —Ryu lo miró un momento haciendo que detuviera sus caricias. Félix se paralizó sin estar del todo seguro a lo que se refería. —no tienes que decírmelo. No tienes que obligarte a decirme nada.
De repente todo a su alrededor comenzó a volverse cada vez más pequeño y asfixiante. La voz de Ryu parecía estar bajo el agua y su imagen se volvía borrosa. Sus pulmones comenzaron a fallar y su pecho lo golpeó de manera dolorosa y aguda.
—¡Félix! ¡Reacciona! —Ryu lo agitó repetidas veces. —¡debes respirar! ¡Respira!
—N-no... Puedo... Me voy a morir...
—Félix, respira conmigo. Por favor, tranquilízate. —tomó sus hombros y lo miró fijamente para que se concentrara en sus ojos. —mírame. Todo va a estar bien.
—Adrien... Necesito oír a Adrien... Vendrá por nosotros, tenemos que escondernos. Vendrá por nosotros, tenemos que escondernos. Adrien va a detenerlo.... Adrien... No puedo salir. Va a encontrarme como encontró a Adrien.
—Escúchame. Adrien no está aquí ahora. Yo estoy aquí. —puso una mano sobre su boca intentando que calmara su respiración. —No dejaré que te haga nada. No puede hacerte daño. Yo estoy contigo... No puede hacerte daño mientes esté contigo. Estoy aquí.
—Adrien...
—Tu hermano está bien. Él está en París, tu sabes que él está bien. Ahora tu estás aquí conmigo y nada te pasará. ¿Si? ¿Lo entiendes? —Félix seguía jadeando sobre su mano, pero lentamente y poco a poco fue calmando su respiración. —eso es... Lo haces bien. Tranquilo. Nada malo va a pasar. Yo me encargaré de que nada te pase, lo prometo.
Quizá sea bueno recordar que Ryu nunca rompe sus promesas, y bueno... eso es sólo un ápice de este rompecabezas.
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