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Capítulo 57

30 de abril, 2021.

—¿Tienes idea lo horrible que es para mi venir a esta casa?

Nathalie respiró profundo, sabía el enorme daño que le hacía a ella estar en ese lugar, pero por ningún motivo saldría y dejaría solo a Gabriel.

—Podrías haberme citado en la empresa. Pero... ¿Cómo sabías que ya había vuelto de Londres? —Amelie negó con la cabeza. —olvídalo, eres tú después de todo. Siempre estás tres pasos delante de cualquiera, Nathalie. Explicame qué sucede, dijiste que era de vida o muerte.

—Gabriel... Lo han estado enfermando. Su estado probablemente se deba a eso, por eso no hubo mejoras desde sus últimas recaídas.

—¿Qué dices? —la rubia comenzó a respirar agitada, sus puños se cerraron y rápidamente se levantó, Nathalie hizo lo mismo.

—La llamé para informarle esta situación... Yo...

—¡Debiste decirlo a penas te enteraste! —tomó sus hombros y la agitó sin quitar sus verdes de los azules de su contraria. —¡eso quiere decir que podrían hacerle algo a...! —La azabache hizo una mueca, la estaba agarrando más fuerte de lo que pensaba, así que Amelie la soltó asustada. —discúlpame...

—Está bien. —Nathalie frotó sus hombros adolorida. —Gabriel comenzó a delirar. Hace unos cuantos días se puso agresivo conmigo... Él ha confundido la realidad.

—¿Qué? Es imposible que él... —la azabache le mostró sus muñecas y el rostro de la rubia se desfiguró; tomó rápidamente sus manos viéndola con más detalle. —él... Hizo esto... ¿Por qué?

—Está bloqueando la realidad. Piensa que... Todo lo malo jamás pasó. Él cree que Emilie está contigo en Londres, que Adrien y Félix se criaron juntos, que Adrien está trabajando mucho en la empresa y por eso no viene a verlo... Creó un increíble mundo de fantasía en donde todo fue como debió ser.

—Iré a verlo.

—Quizá lo encuentres durmiendo. Te hará preguntas sobre Emilie, por favor no le digas la verdad... Se pondrá agresivo y quizá intente hacerse daño. La realidad es muy dura para su mente en este momento. Está frágil...

Amelie no pronunció ni media palabra, sólo caminó hacia las enormes escaleras. Nathalie la vio subir con ansiedad en su corazón, ya que por un instante a quien vio no fue a Amelie, sino a Emilie. Sus azules se cristalizaron en breve, mas no dejó caer ni una sola lágrima, sabía que ese era un cruel espejismo, uno que le gustaría que fuera real.

Las enormes paredes y las grandes puertas volvían el aire más difícil de respirar. Amelie detuvo sus pasos  en el pasillo, viendo una puerta con decoraciones infantiles; su pecho comenzó a estrujarse y varios dolorosos recuerdos golpearon su mente sin piedad.

—No cambiaste nada de la casa, Gab. —murmuró con molestia. —Emilie estaría muy decepcionada. —cerró sus ojos y con determinación siguió su camino hacia la habitación que Gabriel ocupaba, abrió la puerta y grande fue su sorpresa de encontrar a una mujer desconocida dentro. —¿quién eres? —cuestionó con el ceño fruncido.

Bridgette, quien había ido temprano para tomarle algunos exámenes a Gabriel, saltó en su lugar volteando hacia la puerta, vio a la hermosa mujer con sorpresa, acabó de acomodar la bolsa de suero antes de dar alguna respuesta. Los acelerados pasos de Amelie resonaron en el suelo, y en cosa de segundos sujetó su mano con brusquedad.

—¿No me oíste? ¿Quién demonios eres tú y qué haces aquí? —cuestionó con severidad. Miró de reojo a Gabriel dormido en el lecho y arrastró a Bridgette lejos de él. —responde.

—Soy su médico. —Brid se soltó de su agarre y mantuvo el contacto visual en todo momento. —Gabriel Agreste es mi paciente.

—Sal de aquí, llamaré al médico de cabecera. No sé quién te dejó entrar, pero ya no será necesaria tu atención. Pídele a Nathalie que te pague lo que corresponda...

—Señora, no me moveré de aquí. De hecho es mejor que usted se identifique antes que nada. Gabriel Agreste está bajo mi cuidado, como ya le dije anteriormente.

—¿Cómo te atreves a hablarme así?

—Sólo le hablo como usted me habla a mi.

Ambas se vieron sin la mayor pizca se debilidad ni miedo. Mantuvieron sus ojos fijos.

—La persona que tienes en frente tuyo es la dueña de esta casa. Así que cuida tu boca.

¿La dueña? ¿El dueño no era Gabriel Agreste? Como sea, Brid ya se había enfrentado a personas como ella en muchas ocasiones, sabía como bajarle los delirios de grandeza a esa mujer. Sólo bastaba con darle de su propia medicina.

—No pienso dejar que me pisotee alguien como usted, señora. Por muy dueña que sea de esta casa, no tiene derecho a tratarme como si fuera una basura. Así que si me permite, seguiré haciendo mi trabajo. —Bridgette iba a acercarse a Gabriel nuevamente, pero Amelie le impidió el paso. La mayor tenía mucha más experiencia tratando con cualquiera y no dejaría que una extraña tocara a su cuñado.

—Si no sales ahora por esa puerta, me encargaré de que no consigas trabajo nunca más en tu vida. Agradece que soy piadosa, porque estas faltas de respeto nunca las dejo pasar. No te conozco y nada me asegura que tú no le pondrás algo en su medicación.

Bridgette entendía que la mujer podría estar ansiosa debido al estado del Agreste, pero se estaba dejando llevar demasiado por su altanería y soberbia, además, ¿quién no le decía que ella era peligrosa para su paciente? No la conocía en lo absoluto, al menos tenía su profesión como excusa para estar ahí.

—No quiero problemas con usted, señora. Sólo hago mi trabajo.

—Y yo te estoy diciendo que no son necesarios tus servicios. ¿Es tan difícil de entender?

—¿Qué sucede?

Ambas voltearon hacia la puerta, donde la expresión seria de Félix permanecía con desconcierto e interrogantes.

Bridgette evitó los ojos del joven en todo momento. No podía verlo a la cara, no después de la discusión que tuvieron durante la noche. Sabía que probablemente habían cosas que dijo demás, aunque fueran ciertas.

—Le estoy diciendo a esta persona que salga de aquí. —Amelie cruzó sus brazos manteniendo su postura elegante. —que no son necesarios sus servicios porque traeré al médico de cabecera para que vea a tu padre.

—Eso no será necesario porque la doctora Bridgette es quien se hará cargo de mi padre. Es algo que no está en discusión.

—Félix, en esto no te daré la razón. —Amelie se acercó a su sobrino con firmeza. —Gabriel necesita tener alguien de confianza a su cuidado.

—¿Alguien de confianza dices? Él está en este estado a pesar de tener a su lado gente en quién confiaba. Escúchame, Amelie. —Félix miró sus verdes fijamente. —Yo estoy a cargo de todo; de la empresa, de esta casa y de la salud de mi padre. No te entrometas en esto porque no te corresponde.

—¿Te preocupa tu padre? ¿Es una broma? —la mujer contuvo su risa sarcástica.

—No perderé mi tiempo discutiendo contigo.

—¿Ahora quieres hacerte el hijo preocupado, Félix? ¿Ahora que Gab se encuentra en este estado? Siempre supe que eras duro, pero no pensé que te convertirías en una rata interesada.

—¿Qué sabe usted? —Bridgette se acercó interponiendose entre ambos. —No tiene idea de lo que Félix piensa, ni lo que siente.

—Vaya... Parece que te conseguiste un guardaespaldas. Pero cariño, te enseñé a pelear tus batallas solo, no detrás de las faldas de nadie. ¿Por qué crees que digo lo que digo? —Amelie ahora mantuvo su vista en los azules de la médico. —porque yo fui quien lo crió. Te aseguro que lo conozco mejor que el mismo Gabriel.

—Usted es...

—Amelie de Vanily; su tía. Y parece que mi querido sobrino ha olvidado que la dueña de esta casa sigo siendo yo.

—Su tía o lo que sea, eso no le da derecho de tratarlo de este modo. —Amelie levantó su mentón viendo a la chica con superioridad.

—Eres ignorante en muchas cosas, cosas que ni siquiera te conciernen a decir verdad. Para lo único que estás aquí es para brindar tus servicios, ¿o me equivoco? ¿No crees que estás olvidando tu posición?

—Ya basta, Amelie. —Félix tomó los hombros de Bridgette poniéndola detrás suyo. —no te desquites con alguien que no tiene nada que ver en estos asuntos.

La rubia vio la acción de su sobrino con curiosidad, al parecer esa doctora era algo más para él y eso no le hacía la mínima pizca de gracia.

—El amor nos vuelve idiotas, ¿ya lo olvidaste? —Félix cerró sus puños al oírla e intentó mantener la compostura. —La última vez las cosas no salieron bien, y no habrías salido tan lastimado si me hubieran hecho caso.

Félix apretó sus dientes, conteniendo lo más que podía sus emociones en ese instante.

—No te atrevas...

—¿Milie?

La voz ronca de Gabriel interrumpió aquella discusión. Amelie rápidamente volteó a verlo y se dirigió a su lado tomando una de sus manos. Gabriel sonrió brevemente sin levantar mucho su cabeza.

—Amelie... Eres tú. Pensé que Milie había venido a verme por fin. ¿Dónde está ella? —la mujer contuvo sus lágrimas lo más que pudo y sostuvo la mano de su cuñado cerca de su mejilla.

—Tuvo que quedarse un poco más en Londres. Pero no te preocupes... Ya sabes como es. —quiso reír pero no le salió del todo.

—Mi mariposa... —Gabriel volvió a sonreír al pensar en su esposa. —Asegúrate de que almuerce adecuadamente. De seguro que a penas llegue lo primero que haga será ver sus plantas en vez de su esposo. —los dos rieron como si fueran los mejores amigos.

Félix veía la escena desconcertado. Su padre mostrando tal cercanía con su tía y ella... Hablando tan casualmente de su madre. ¿Cómo era posible? Quería vomitar por la ira que corría por sus venas. Su padre podría estar en un mundo fantasioso, pero eso no borraba su ausencia y estrictas medidas.

Sus pies se movieron más rápido que sus pensamientos, no podía seguir presenciando aquella escena... Estaba seguro que explotaría en cualquier momento. Bridgette lo siguió detrás por el extenso pasillo.

—Félix, espera.

Su respiración estaba agitada, ella pudo notarlo. No podía dejarlo ir así, no estando al borde de otra crisis.

—¡Félix! —sostuvo su brazo, pero él hizo fuerza. Al darse cuenta que no había entrado en razón lo agarró aun más sujetando ahora sus hombros. —¡respira!

El horrible y agónico dolor se apoderaba de su pecho, subía por su garganta y acababa en un sofocante grito mental que lo atormentaba en segundos. Las paredes se volvían estrechas, agobiantes... Todo cayendo sobre él. Nada lo detenía. No había nada ni nadie a su alrededor, sólo desagradables sensaciones y recuerdos.

Poco a poco Félix terminó en el piso, tomando su cabeza desesperado, casi arrancando su cabello.

—Félix, debes oírme... Escucha mi voz. Todo va a estar bien. Respira conmigo por favor. —Negó repetidas veces hasta que Bridgette decidió tomar su rostro, abrió su boca y la juntó con la suya dándole aire. Félix tosió por la impresión, recobrando un poco el sentido. —Tranquilízate...

Él sostuvo su nuca y evitó que se alejara nuevamente.

—Por favor... Necesito más... —las mejillas de la joven se sonrojaron, pero lejos de negar su desesperada petición, se cubrió con una capa de profesionalismo y volvió a darle aire. —Brid... No puedo respir... —Se aferró a ella con fuerza, envolviendola con sus brazos como si se fuera a esfumar en el aire. —sácame de aquí...

Félix miró a su alrededor y cerró los ojos cuando encontró cerca aquella puerta con figuras infantiles. Su corazón no dejaba de latir desenfrenado y sus pulmones se estrujaban con cada respiro que intentaba dar, las imágenes volvían a su mente como si fuera algo que estuviera pasando en ese instante.

—A-adrien... Necesito a Adrien. ¿Dónde está Adrien? No... No puede escucharnos. Si nos escucha nos va atrapar.

—Por favor respira. Debes calmarte.

—Félix... —La voz de Marinette apareció sin aviso y rápidamente se acercó pegando sus rodilla al suelo. Hizo a un lado a Bridgette sin pensarlo dos veces y sujetó el rostro pálido de Félix. —¿Me escuchas? —cuestionó preocupada. —¿por qué está así? —pidió explicaciones a la médico, quien sólo veía perdida las acciones de la chica frente a ella. —¡Doctora!

—E-estaba en la habitación del señor Agreste y luego vino su tía...

—¿Su tía? —Marinette se levantó y tiró con todas sus fuerzas de las manos de Félix. Él inconscientemente le ayudó en el proceso y se abrazó a su costado siendo arrastrado por ella. —te sacaré de aquí. —murmuró. —No pasa nada. Vas a estar bien, nadie puede hacerte daño.

—Espera. Félix está en medio de una crisis ahora mismo. Tiene que...

—Lo sé. —Marinette siguió caminando con su cuñado a rastras y con Bridgette detrás. —y es precisamente por eso que vamos a alejarlo de lo que le provoca su crisis. Félix, si me escuchas necesito que respires profundo, que contengas el aire cuatro segundos y luego lo botes lentamente. ¿Bien?

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Estaban fuera de la mansión. Félix se encontraba durmiendo en el asiento trasero del auto de Marinette, mientras que Bridgette lo veía desde fuera a una distancia prudente. Marinette apretó las llaves en su mano dispuesta a subirse para irse del lugar con él.

—¿Cómo sabías que lo que provocaba su crisis era estar ahí? —Marinette voteo hacia la médico y suspiró.

—No creo que eso sea relevante. Sólo espero que si algo así pasa nuevamente, no entres en pánico y te des cuenta de que se está hiperventilando.

—Sé muy bien cuando Félix está en una crisis. —Bridgette frunció el ceño. —y todo hubiera estado controlado si...

—No. No es así. Nada estaría controlado si él seguía ahí. No sé que tan cercana seas a Félix, ni mucho menos qué tipo de relación tengan, pero si eres su médico debes saber que hace varios años se perforó un pulmón, y aunque su herida física se curó la psicológica sigue presente.

—Claro que lo sé, tengo todo su expediente. Soy su médico y lo conozco hace mucho más tiempo que tú.

—Y eso parece ser una desventaja. —Bridgette abrió sus ojos y la vio ofendida.

—¿Disculpa? ¿Quién te crees que eres para decirme eso? No sabes nada sobre Félix, nada que yo no sepa. Parece que no te das cuenta de la carga que eres para él en estos momentos. Félix no ha tenido ni un día de descanso por ti.

—A ver si entendí. ¿Dices que la crisis de Félix ahora es debido a mi? Si mis tiempos no me fallan, llegué a la casa cuando él ya estaba en el suelo. ¿No estás siendo irracional en este momento? ¿Tienes algún problema conmigo, doc? Si ese es el caso prefiero que me lo digas ahora mismo.

—Mi problema contigo es que cada vez que me volteo tu apareces y creas un desastre en la vida de Félix. Que se parezca a tu esposo no te da derecho sobre él.

Marinette la vio incrédula, se había pasado de la raya y se lo haría saber. Se acercó tres pasos hacia Bridgette, la miró sin titubear y alzó su mentón apretando sus dientes.

—Cuida lo que dices, doc. No te atrevas a mencionar a mi esposo ni por la mínima pizca de celos que sientas en este momento. Estás pisando terreno peligroso; quizá conozcas a Félix, pero a mi no me conoces en lo más mínimo.

—¿Me estás amenazando?

—Es posible que te llegasen rumores sobre la relación que hay entre Félix y yo; en la empresa no se cansan de armar chismes. Pero ya que estamos aquí te lo aclararé porque no tengo nada que ocultar. Félix es el hermano de mi esposo, y yo amo a mi esposo. Creo que no tengo nada más que agregar a esta absurda conversación.

Marinette volvió hacia la puerta de su auto y la abrió.

—Señorita Dupain. —llamó Brid.

—Señora Agreste. —corrigió la azabache. —Hace bastante que el apellido Agreste se volvió mío.

Bridgette tragó saliva, se arrepintió muy en el fondo de haber tocado el tema de Adrien con ella. Sabía lo mucho que podría estar sufriendo, pero se cegó por los celos y la preocupación de ver a Félix en ese estado anteriormente.

Adrien le había hablado sobre Marinette más de lo que quisiera mientras ella lo cuidaba, si bien le dijo lo dulce que era la chica, también mencionó que tenía un carácter fuerte cuando se requería y ahora lo había descubierto quizá de la peor forma.

Bridgette veía frente a ella una mujer hecha y derecha; elegante, fuerte y audaz. Marinette mostró sus garras brevemente, y con sólo ver sus ojos azules supo que si en algún momento peleaban, probablemente Marinette ganaría sin dudarlo.

—Félix es importante para mi y debo quedarme con el señor Agreste ahora...

Marinette entendió lo que quiso decir, y aunque estuviera molesta con las palabras de la médico, simplemente cambio su expresión a una más apacible subiendo al auto.

—Lo llevaré a descansar en casa de mis padres. Ya sabes donde queda, puedes ir luego. —cerró la puerta del auto y lo encendió yéndose del lugar.

Bridgette la vio alejarse con un amargo sentimiento alojado en su pecho, debía disculparse con ella en algún momento.

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