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Capítulo 55

—¡Félix! —Marinette se levantó rápidamente del sofá y corrió a su encuentro en los pies de la escalera.

El rostro del Agreste estaba indescifrable. Félix no lograba asimilar el estado de su padre, de la noche a la mañana retrocedió años y confundió la realidad, imaginó fantasmas y recuerdos jamás ocurridos.

—Dime algo... —pidió ella más bajo sosteniendo sus brazos, buscando ansiosa sus ojos grisáceos. —¿estás bien? —él sujetó su mejilla para tranquilizarla y le sonrió de manera ligera, cosa que no pasó desapercibida por Nathalie y Bridgette a la distancia.

Cercanía... Una cercanía que haría dudar a cualquiera. En Nathalie la sospecha de que Félix tenía otras intenciones con la esposa de Adrien se confirmaban con esas pequeñas muestras de afecto. En cambio, Bridgette sólo pudo sentirse ajena a él, a pesar de haber estado juntos la noche anterior e incluso de que le dijera lo especial que era para él, esa sonrisa que nunca le regalaba a nadie, ahora se la daba a Marinette y dolía en su corazón de manera punzante.

¡Que equivocados pensamientos y sentimientos tenían! A ojos de Félix sólo tenía frente a él a la persona más importante para su hermano, alguien que se preocupaba genuinamente por su bienestar y que además sufrió una pérdida en la soledad por su culpa.

—No te preocupes, estoy bien. —respondió por lo bajo para tranquilizarla, muy a pesar de que no estaba realmente bien. Se vieron unos segundos a los ojos y un carraspeo los hizo tomar una distancia prudente.

Nathalie y Bridgette aguardaban en la sala, así que ambos se dirigieron hacia ellas con cautela. Marinette tomó asiento en silencio, mientras que el rubio sólo se mantuvo de pie a su lado. Estar en esa casa era horriblemente incómodo y evitaba a toda costa mirar más de lo necesario alrededor.

—La salud de tu padre empeoró este último tiempo. Supongo que te diste cuenta de que está casi por completo ido. —mencionó Nathalie.

—Pude darme cuenta...

—El médico recomienda que tenga gente que lo supervise día y noche, ya que no sabemos si puede ser capaz de atentar contra su vida nuevamente.

—¿El señor Agreste se lastimó? —preguntó Marinette preocupada. Nathalie suspiró y levantó un poco las mangas de su chaqueta, mostrando evidentes moretones en sus muñecas.

—Llamaba a su esposa repetidas veces, y no sabía cómo hacerlo entrar en razón. Se enojó conmigo cuando lo puse al tanto de la realidad. No es su culpa... Gabriel... Él ha pasado por mucho. —la azabache acabó sujetando su frente, reprimiendo lo más que podía las lágrimas, pero de todos modos su voz quebrada la delataba. Había sido testigo de muchas cosas durante muchos años.

Nathalie era los ojos de Gabriel en todo sentido, había pasado su vida sirviendole, ni siquiera fue consciente de los años que habían pasado hasta que Gabriel le preguntó hace unos días porqué Emilie aún no iba a verlo.

—Si me permiten... —Bridgette habló por primera vez y sostuvo unos documentos que le pidió a la asistente cuando llegaron. —No sé si sea el mejor momento para decir esto, pero es necesario. Según lo que veo en los registros médicos del señor Agreste, sin mencionar términos complejos... Es posible que alguien lo haya estado envenenado paulatinamente. Si bien habría que hacer análisis para estar seguros, todo lo que yo veo aquí... —miró las hojas en sus manos y luego buscó los ojos de Félix con temor. —me hacen estar un noventa y cinco por ciento segura de lo que estoy diciendo.

—¿Dices que alguien ha estado matando a mi suegro? —Marinette se levantó con espanto y una energizante conexión de miradas se intensificó entre la médico y ella.

—Sí. —los segundos pasaron y el silencio abundó en el lugar. —Y lo peor es que si otro médico lo examinó antes... Es imposible que no se percatara de esto.

—Esto... —Nathalie sujetó su cabeza con ambas manos impactada por la información revelada. —no es posible... No puede ser cierto. He vigilado quién entra y sale de esta casa desde que tengo memoria. No hay nada que yo no sepa de este lugar, ni nada que no verifique que esté bien antes de que Gabriel lo coma. ¿Cómo mierda pudo pasar esto? —La mujer agitó sus manos buscando la mirada del hijo menor de los Agreste, asumiendo que ella sería la culpable a sus ojos, ya que era la única lo suficientemente cercana al hombre como para que fuera envenenado por un poelongado tiempo. Pero lejos de lo que Nathalie pensaba, se encontró con los grises de Félix sin la mayor culpa hacia ella de la situación.

"Sé que nunca harías nada para lastimarlo."

Aunque Félix no lo dijera, era lo único que sus ojos transmitían en ese instante. Y gracias a eso los azules de la asistente desbordaron lágrimas angustiosas.

Gabriel estaba siendo envenenado, Adrien había desaparecido, alguien estaba robando de los centros benéficos... Todo parecía una broma, una desagradable e increíble broma, parecía que en cualquier momento bajaría el telón de aquella obra de teatro.

Marinette no sabía por dónde empezar, se preguntaba muy dentro de su ser si algún día toda esa pesadilla acabaría, si al pasar los años podría superar todo lo que había ocurrido en tan poco tiempo, si alcanzaría la catarsis de aquellas descabelladas situaciones y si podría volver a ver a Adrien aunque sea una sola vez.

Para Félix todo se volvía un recordatorio marcado en su corazón de que no podría ser feliz, de que no merecía tal sentimiento de paz por más de un día, porque cuando había un rayo de luz y esperanza... Sólo bastaba un par de horas para que la oscuridad se adueñara nuevamente de su existencia.

—Brid, ¿crees poder hacerte cargo de la salud de mi padre personalmente?

—¿Cómo dices? —Nathalie se puso de pie viéndolo con incredulidad.

—Sabemos gracias a ella que alguien ha estado matando a mi padre. Él necesita de atención genuina lo antes posible.

—Pero es una completa extraña.

—Pondría las manos al fuego por ella. ¿No es suficiente para ti? —Nathalie cerró la boca y Félix restregó sus ojos con la punta de sus dedos como un pic de ansiedad. —¿puedes?

—Sabes que haría cualquier cosa por ti. —respondió con seguridad. —hablaré en el hospital, el director es conocido mío, así que no creo que tenga mayor inconveniente.

Félix asintió.

—Hablaré con la agencia de seguridad para que custodien la casa. De ahora en adelante no saldrás sin un guardaespaldas.

—¿Qué? —Nathalie abrió sus ojos incrédula. —¿por qué debo tener un guardaespaldas?

—Porque eres quien está a cargo de mi padre, tienes todos los antecedentes de los inversionistas, sabes todos los movimientos de la empresa. En pocas palabras; tu cabeza es un arma que cualquiera querría utilizar.

—Lo que Félix quiere decir es que está preocupado por tu seguridad. —Se interpuso Marinette y todos evitaron mirarse entre sí. Félix carraspeo. —Yo revisaré personalmente a cada guardia y vendré todos los días para ayudar con el señor Agreste. No estás sola, Nathalie.

Marinette tenía el extraño don de poder calmar a las personas, ya que después de terminar de hablar todos soltaron el aire que contenían con recelo.

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La atmósfera en el auto no era para nada cómoda, se podría comparar con la sensación de tener un hueso mal puesto a punto de desgarrar un músculo. Marinette se mantenía ausente en sus pensamientos en el asiento trasero, mientras que Félix la veía de vez en cuando por el retrovisor. Bridgette de copiloto también tenía sus propios asuntos de los cuales preocuparse y ponerse ansiosa.

El auto se detuvo frente a la casa de los Dupain. El Agreste tuvo la caballerosidad de abrirle la puerta a su cuñada sacándola del transe en el que se encontraba, los azules de Marinette se encofaron rápidamente en la mano extendida del rubio, la tomó sin pensarlo dos veces y salió del vehículo. Ambos caminaron uno al lado del otro sin decir media palabra hasta la puerta principal.

—Tu padre estará bien. —animó ella, causándole una extraña risa a su contrario. —Es un hombre bastante fuerte, y no me refiero a fuerza bruta. El señor Agreste tiene una determinación sobrehumana.

—¿Por qué intentas darme ánimos? Yo estoy perfectamente. —restó importancia.

—Truenas tu dedo anular igual que Adrien cuando mientes. Sé que estás preocupado, sé que esto quizá sea demasiado... Pero realmente lo último que deseo es aceptar que quien sea que esté detrás de esto se salga con la suya.

—Tú percepción es aguda.

—No puedes negar que deseas muy dentro de ti atrapar al bastado que quiere matar a tu padre. Eres astuto... Ya habrás pensado que todo está conectado. La desaparición de Adrien...

—Creo que tu enfoque en este momento debe ser despejar tu mente y descansar. Te dije que no es necesario ir a la empresa, tampoco es necesario que vayas a cuidar de mi padre...

—¡Félix! ¡Estás actuando igual que Adrien en este momento! Puede que haya tenido varias crisis en los últimos días, puede que esté lo suficientemente estresada como para confundir la realidad, pero está completamente justificado. Si me quedo encerrada en casa de mis padres me volveré más loca de lo que ya estoy. Necesito sentirme útil... Necesito... No sé si entiendes lo que quiero decir. Puede que tu padre nunca haya podido aceptarme, pero es familia. No me quedaré de brazos cruzados, si te preocupa mi estado y mi seguridad, sabes que estando en la mansión con guardias nada pasará.

—No puedo obligarte a nada, eso lo tengo claro.

—Te cuesta verme como un aliado en vez de una carga. —Marinette volteó dispuesta a entrar de una vez, pero por reflejo Félix sostuvo su muñeca.

—Prohibiré tu entrada a la mansión. —habló por lo bajo viéndola directamente sin ninguna expresión en su rostro. —no gastes tu tiempo.

—¡Félix!

—Tu terquedad te ciega. No te quiero involucrada en nada referente a mi padre.

—¡Le prometí a Nathalie que no la dejaría sola!

—No hagas promesas que no sabes si podrás cumplir. Esas son las peores.

Marinette se soltó de su agarre con brusquedad, contó hasta cinco mentalmente para serenar su mente, sabía que Félix sólo quería cuidarla, pero se volvía tan desesperante como su esposo.

Un recuerdo tan fugaz como el viento pasó cruelmente por la mente del rubio, un recuerdo de promesas vacías, palabras hermosas llenas de mentiras.

—Escucha. Sé que si voy a la mansión estaré en la mira, pero si algo me caracteriza es que no soy una cobarde.

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—Parece un mal chiste. —Félix dejó ir todo el aire de manera abrumadora, su cabeza tocó el respaldo del sofá, mientras que una de sus manos aflojó la corbata de su cuello que cada vez lo asfixiaba más. —¿qué más tiene que pasar?

Bridgette se mantenía en silencio, aún con su bolso sobre su hombro, observando a la nada en el departamento.

—¿Brid? —Félix se percató de su estado, así que se acomodó ladeando un poco su cabeza.

—Nosotros... —murmuró cabizbaja. —anoche... ¿Todo fue sexo de consuelo? —sus ojos se empañaron ligeramente. —Disculpa, están pasando muchas cosas... No debería hablar de esto.

Félix se levantó rápidamente dirigiéndose a su encuentro, buscó sus ojos tomando su mentón entre sus dedos y arrugó sus cejas desconcertado.

—Te deseaba, me deseabas, consentimos que pasara. ¿Está mal decir que te necesitaba? Admito que me sentía mal... Pero no hubiera estado contigo si realmente no supiera que mis sentimientos por ti son reales. Fuiste un escape, no te puedo negar eso, pero... ¿Es malo permitirme esa felicidad contigo?

—No quiero que me lastimes... Te lo dije anoche; ahora no estoy dispuesta a que me rompas el corazón.

—Y no quiero hacerlo. Eres importante para mi... Me conoces Brid, nunca habría tomado la iniciativa de invitarte a cenar si no fuera en serio.

Bridgette sujetó su mano y tomó una distancia más prudente entre los dos, sabía que posiblemente no podría contenerse de besarlo.

—Ese es el problema... Conozco tanto de ti, excepto esta faceta de ir en serio en una relación. Entonces me causa demasiada ansiedad saber que a pesar de los años que llevamos siendo amigos, nunca te vi sonreír con ternura a alguien que conoces de hace unos meses.

—¿A qué te refieres?

—Nada, dejemoslo así. Ni siquiera te has dado cuenta por ti mismo. —Bridgette caminó varios pasos hacia atrás. —Iré al hospital, prepararé todo para hacerle nuevos exámenes a tu padre.

—Espera. Dime a que te refieres. No puedes soltar algo así y solo irte. —ella se detuvo antes de abrir la puerta y volvió a girarse.

—¿No has pensado en lo extraña que se ve tu relación con Marinette desde fuera?

—¿Qué? —Félix aguantó la risa momentáneamente. —a ver, ¿me estas diciendo que estás celosa? —las mejillas de la chica se pusieron rojas y su mirada demostraba clara indignación por su pregunta.

—¡Eres tú quién parece haber olvidado marcar límites! Literal es como si fueran una pareja de amantes calmandose el uno al otro.

—Brid... —se acercó tomando sus mejillas con ambas manos y le sonrió en breve. —siempre he pensado que eres bastante adorable cuando te enojas, pero esto es demasiado. Estás hablando de la esposa de Adrien.

—¡Por lo mismo! —Félix calló sus palabras dándole un beso profundo y necesitado, ella no pudo negarse, claramente no lo haría. —eres insufrible... —murmuró cuando sus labios tomaron centímetros de distancia.

—Estar contigo fue especial para mí.

—Tampoco quiero engañarme a mi misma. —cerró sus ojos dándose valor en lo que diría. —por lo mismo nunca mencioné ponerle título a nuestra relación, pero tus sentimientos por mi... Sé que no soy la única en tu corazón. —Félix sintió una corriente recorrerle la columna, su mirada se volvió seria nuevamente debido a lo que escuchaba. —no quería ser codiciosa ni menos egoísta, pero no merezco un amor a medias.

—Creo que es suficiente, podemos hablarlo mañana...

—Si no eres capaz de soltarlo nunca podremos estar realmente juntos. Porque aunque no lo quieras admitir Ryu siempre estará entre nosotros.

—Brid... Estás pasando el límite. —Félix empuñó sus manos, sus ojos perdieron el brillo y su voz volvió a ser fría y monótona.

—No quiero lastimarte, pero guardar silencio sólo hace que las heridas empeoren y ahora yo estoy involucrada, así que no me quedaré callada.

—Es suficiente.

—¡No lo es! ¿Cómo crees que me siento al verte de esta manera por tantos años? ¡No tienes idea!

—Brid... Ya basta. —Félix huyó hacia la sala, pero ella lo siguió detrás.

—Porque fui yo quién secó tus lágrimas, fui yo la que estuvo en tus crisis... Yo soy testigo de el dolor que guardas, incluso del rencor que sientes. ¿Pero no es momento de soltarlo ya?

—¡¿Crees que no lo he intentado?! ¡¿Cuántas veces crees que quise darme una oportunidad contigo y olvidarme por completo de él?!

—Ryu ya no está. Tú sigues aquí... Es algo que olvistaste mucho tiempo.

—¿Por qué me haces esto? —murmuró con un dolor punzante en el pecho y la respiración agitada.

—No quiero hacerte daño, pero si decidiste dar un paso conmigo, creo que es porque eres consiente de que en algún momento sacaría a la luz el tema. Yo no le temo a los fantasmas del pasado, menos a los tuyos, entonces discúlpame si te duele, pero sabes que nunca te mentiré.

Evitaron mirarse, él esperó paciente lo que sea que Bridgette tuviera para agregar. Entendía sus preocupaciones, su ansiedad y dolor, estaba al tanto que la había hecho sufrir durante mucho tiempo en silencio, pero nunca lo hizo con intención, necesitaba recalcarlo, es sólo que ella sacaría un puñal en ese instante, uno que tenía clavado en su pecho hace mucho.

—¿Sabes por qué me fui de Londres realmente? —Él esperó a que continuara. —Fue por ti. Necesitaba alejarme de ti y de este amor no correspondido... Estaba cansada de seguir luchando con el fantasma de Ryu, estaba cansada de hacerme ilusiones y más aún sabiendo que nunca podría competir con él. Porque puedes negarlo las veces que quieras, puedes incluso creer en tus propias palabras cuando dices que lo odias y que desearías nunca haberlo conocido. Me sé todo ese discurso, pero la realidad es que lo amas tanto que a pesar de los años no pudiste olvidarlo, es un amor tan grande que yo no tengo cabida en él. Porque al final lo único que podrías odiar de él es que te dejó solo sin ninguna explicación.

—Ya veo... Haz decidido sentir por mi. No hay nada más detestable para mi que asuman lo que siento. Podremos conocernos mucho, pero parece que cometí un error al dar un paso... Y no porque no estuviera preparado, sino que tú no lo estabas, Bridgette.

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