Capítulo 54
29 de abril, 2021.
Ya era de noche, todo a su alrededor estaba a oscuras y lo único que se percibía era el tic tac del reloj sobre su escritorio. La ceniza del cigarrillo entre sus dedos cayó sobre unos papeles y con toda la paciencia del mundo lo llevó a su boca para aspirar el humo, acabando ya con la limitada vida del objeto.
Buscó en los lugares más recónditos de su mente algo que pudiera ayudarlo a conectar de una vez por todas lo que su hermano quería hacer, pero era difícil, podrían ser gemelos pero Adrien siempre iba dos pasos delante de él para protegerlo, a estas alturas odiaba su insistente protección. Necesitaba respuestas, no acertijos.
El diario de su madre no estaba, eso quiere decir que había algo en el... Se recriminaba no haber podido acabar de leerlo, pero con todo lo que estaba pasando en la empresa y luego tener que hacer pasar a Adrien por él para que recibiera cirugía, le fue imposible.
Frunció el ceño y sacó otro cigarro, pero cuando estaba a punto de encenderlo se detuvo, un recuerdo que no debería aparecer ante sus ojos... Un recuerdo que estaba sepultado bajo mil capas de concreto, se hizo presente.
Félix se soltó a reír, primero suavemente y luego de manera descontrolada, barrió el escritorio del despacho con su brazo y golpeó la mesa con su puño.
—Ya vete a la mierda, hipócrita cobarde. —Su respiración se volvió agitada. —no aparezcas más. —levantó nuevamente el cigarro junto al encendedor, pero sus manos temblaban, no lograba realizar su cometido. —¿Dejar de fumar hará una diferencia? Ya no estás... Si tu me abandonaste suicidandote, ¿por qué no puedo matarme como yo quiero?
¿Qué tan quebrado puede estar alguien? Es una pregunta imposible de responder, y es que no puedes ser alguien que no eres.
El debate de Félix duró casi veinte minutos, por más que intentó encender el cigarro no pudo, su subconsciente sabía que había sido suficiente. La ira comenzó a invadirlo, todo se estaba yendo a la mierda en muchos sentidos, al menos en la soledad de aquel departamento mostraría lo desesperado que realmente estaba, porque fingir ante los demás era algo realmente agotador incluso para él, a pesar de ser casi un experto en eso.
No importa cuanto seas capaz de aguantar, lo que realmente importa es cuando decidirás disculparte por todo el daño que te causas a ti mismo.
—Félix.
Era Brigette, había terminado su turno en el hospital y al no recibir respuesta de Félix al teléfono fue más que suficiente para ir a buscarlo.
—No te sentí entrar. —agregó dándole la espalda en la silla del escritorio.
—Te llamé, pero no respondiste. ¿Por qué estás a oscuras? —iba a encender la luz, pero se detuvo cuando él rápidamente se levantó sujetando su mano. —Félix, ¿q-qué pasa? ¿Pasó algo con Adrien? —él sólo rio de manera dolorosa.
—No realmente. —ella buscó su rostro a oscuras y lo sostuvo con ambas manos.
—¿Tuviste una crisis? —cuestionó preocupada, Félix mordió sus labios para no soltar un quejido, porque tenerla ahí... Sentir el calor de ella en ese momento lo hacía más vulnerable de lo que quería. —¿quieres que te revise? ¿Necesitas hablar?
—N-no... Sólo quiero... Dejar de sentir. Quiero que todo termine de una vez.
Bridgette respiró profundo y lo abrazó, sabía que nada de lo que ella dijera podría aliviar su dolor y mucho menos lo haría sentir mejor, pero haría lo único que había hecho todos esos años, estar ahí para él.
—Estuviste fumando...
—Sí... —susurró aferrándose más a su cuerpo.
Se oía lejana, algo le decía pero no lograba entenderle, simplemente se aferró a la calidez que le transmitía. Estaba cansado, agotado en muchos sentidos y... ¿Realmente era malo querer un poco de felicidad? ¿Realmente no merecía eso? Llevaba mucho tiempo castigandose, reprimiendo sentimientos y deseos, es sólo que aunque Félix no aceptara lo que sentía, su corazón realmente estaba dividido en dos; en los recuerdos de alguien que quiso borrar por completo, en ese amor del pasado que lo desgarra a cada vez que algo mínimo se lo recordaba, y por supuesto en los sentimientos por Bridgette, quien lo apoyó cuando más en el suelo estaba, quien sabía que le deseaba todo bien posible.
—Quédate... —murmuró soltando el abrazo para buscar sus labios, apoyó su frente y dejó que sus respiraciones se mezclaran. —No te vayas, quédate conmigo. —besó su mejilla y bajó por su cuello repetidas veces.
—¿Bebiste?
—No. No bebí una sola gota de alcohol. Quiero estar contigo. Nosotros tenemos algo que no se puede explicar, siempre ha sido así, lo sabes... Lo sabemos. Nosotros siempre estamos cuando más nos necesitamos, y ahora es cuando...
—¿Vas a herirme? —Bridgette cerró sus ojos un instante para sentir plenamente sus caricias, como sus labios dejaban un rastro ardiente en su piel, quemaba. Félix siempre quemaba, sus ojos cuando la veían o sus manos cuando la acariciaba en abrazos inocentes. —es algo que mencionaste más de una vez, y aunque al principio estaba dispuesta a salir lastimada, ahora no.
—Daría todo por no lastimarte. Eres importante... Eres especial para mi, Brid. —Félix sostuvo sus mejillas y entre penumbras identificó sus azules, probablemente estaban a punto de derramar lágrimas. —quiero irme contigo... Tener una casa en el campo, despertar todos los días por el sol en la ventana, oírte cantar mi nombre para que hagamos el desayuno. He soñado tantas veces con eso, tantas que pierdo la cuenta.
—No me ilusiones... Si me besas ahora...
—¿Quieres? —asintió como respuesta. Acercó su rostro decidido y unió sus labios, las manos de ella temblaban casi tanto como sus piernas.
Aquel beso que parecía tan lejano, tan imposible, estaba pasando, realmente estaba pasando en ese momento, sentía que su corazón saldría dispirado de su pecho. Rodeó su cuello con delicadeza, el beso se volvió profundo y necesitado.
En ese sueño lamentablemente el rostro de Bridgette se mezclaba con el rostro de alguien más, una persona que a pesar de estar muerta seguía apareciendo. Era como un cruel recordatorio de que las personas dejan huellas en nosotros, marcas que aunque sean invisibles nunca se van.
El amor es un sentimiento tan complejo y hermoso que llega a desgarrar el alma.
Félix quería sentirse amado y quería amarla tanto como pudiera, sabía muy dentro de su corazón que Bridgette merecía que él la amara, que merecía ser tratada con ternura y cariño.
Se fundieron como nunca antes, dejando que sus sentimientos se encontraran risueños entre la tormenta caótica que estaban viviendo. Félix olvidó la verdadera razón por la que no estaba con ella, por un momento fue egoísta por fin y dejó salir a flote sus emociones, le dijo que la quería, le pidió disculpas por hacerla sufrir en silencio y le dio las gracias con una lluvia de besos y abrazos por todo su cuerpo.
Podrían ser cerca de las cuatro de la madrugada, él sonreía como si volviera a ser un niño que no sabía del mundo, miró el rostro de Bridgette en la oscuridad y acarició su mejilla con cuidado, quitó su larga cabellera negra por detrás de sus hombros desnudos y besó su frente, Brid como reflejo sonrió y se aferró a su pecho, buscando calor para abrigarse.
—Intenta dormir, Félix. —pidió en un susurro acariciando la casi ya imperceptible cicatriz en su pecho. —No me iré de aquí, lo prometo.
—Lo sé... —murmuró, sintiendo extrañamente como las lágrimas picaban en sus ojos. Subió más la sabana y la cubrió por completo, aferrandola con sus brazos. —lo sé, my little bird.
—Duerme... Descansa conmigo.
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—¿En serio vas a dejarme en la puerta del hospital? —preguntó algo avergonzada y él sonrió, como pocas veces, tomando su mano. —Sólo quieres presumir.
—Realmente es porque no quiero separarme de ti, pero si te incomoda...
—Félix. —Bridgette frunció el ceño ligeramente y negó con la cabeza al ver que la sonrisa de él no se desvanecía.
—Ten un buen día, ¿si? —llevó su mano libre hacia su mejilla y dejó un beso en su frente por un prolongado tiempo. —si me necesitas por favor llámame.
—Félix... Realmente te quiero.
Él no dijo nada, no pudo hacerlo, simplemente la abrazó con fuerza, como si se fuera a esfumar de sus brazos.
Bridgette devolvió su gesto algo triste, caminó unos cuantos pasos cuando él le habló nuevamente.
—Hoy... Vamos a cenar. ¿Quieres? —ella sonrió por lo bajo. —pasaré por ti a las nueve. —Félix aclaró su garganta cuando sus azules lo vieron fijamente.
—¿Me estás invitando una cita, Félix Agreste? —quiso molestarlo un poco, ya que se veía extrañamente nervioso.
—Es exactamente lo que hago, así que ya ve a trabajar. Vidas dependen de ti. —rieron ligeramente y ella no pudo evitar devolverse hacia él para darle un pequeño beso en los labios.
—Te veo a las nueve. Gracias por traerme.
Él la vio desaparecer dentro del hospital y no pudo evitar sonreír ligeramente, son un sentimiento cálido en su pecho, uno que hace mucho no se permitía sentir.
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Era una cena en un restaurante elegante, Félix no podía quitarle los ojos de encima a la joven frente a él, estaba hermosa, Bridgette siempre lo había sido a sus ojos, es sólo que ahora dejaba que la calidez se adueñara de su herido corazón.
—No hemos tenido oportunidad de hablar realmente.
—Bueno, desde aquella llamada tuya hace unos meses. —Brid movió sus azules con incredulidad y luego tomó la copa de vino, bebiendo un sorbo.
—No me he disculpado contigo por eso. Lo siento, era algo de...
—De vida o muerte, lo sé. —sonrió para calmarlo. —no me mal entiendas, además me gusta que sepas que haría todo por ti. A pesar de habernos distanciado un poco luego de irme de Londres.
—Bueno, el trabajo consume mucho tiempo. Estuve viajando bastante, haciendo negocios y al mismo tiempo intentando estar lo más alejado de los ojos de la gente.
—Por mi lado... Ya sabes, soy médico. Creo que mi vida el último tiempo se resume en esa palabra. Es un trabajo muy demandante, pero me encanta.
—Es lo que siempre quisiste, según sé. —Félix vio un brillo en sus ojos de repente, fue fugaz, pero cargado de sentimientos encontrados.
—Después de que mamá se suicidó reforcé la idea de seguir medicina. Papá me apoyó, aunque temía que fuera demasiada carga para mí, pero aquí me tienes. Con increíbles ojeras, cenando con uno de los modelos más aclamados del mundo de la moda, quien además es presidente de una gigantesca empresa. ¿Debería sentirme afortunada? —él rio un poco junto con ella.
—No realmente. Es al revés, yo... Soy yo quien es afortunado. De las pocas cosas buenas que han ocurrido en mi vida, tú eres una de ellas.
Hubo un silencio extenso.
Bridgette sabía que todo lo que Félix le dijera era cierto, no había dudas en su corazón, él siempre era honesto con ella, podría a veces omitir cosas, pero nunca mentirle, no a ella.
Una llamada entrante interrumpió el momento, Félix tomó el celular y contestó rápidamente al ver quién era.
—Discúlpame. —Miró un segundo a Brid, esta sólo dio un pequeño asentimiento con la cabeza. —¿Marinette? ¿Qué sucede?
Los grises de Félix se abrieron de sobremanera y arrastró la silla levantándose.
—Y-yo... Entiendo, tranquila. Iré para allá enseguida. —Colgó la llamada manteniéndose unos segundos pensativo. —Brid... Es mi padre.
—Vamos, debemos darnos prisa. —ella tomó todas sus cosas e intentó sacar a Félix del transe en el que se encontraba.
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Quizás el tiempo que te lleva llegar donde un ser querido es el más agonizante que hay, sólo tienes un enfoque y para Félix era uno difícil de descifrar él mismo.
Recordó la última conversación con Adrien, donde le pedía que hablara con su padre, que habían cosas que debían ser aclaradas y perdonadas. Se volvió reacio con la idea de entablar una conversación con Gabriel Agreste, pero resulta que la vida tiene muchas vueltas y no dudó mucho cuando la llamada de su cuñada se hizo presente.
Se detuvo frente a las grandes puertas de aquella casona, no recordaba la última vez que había estado ahí, quizás cuando tenía cuatro años o menos. Su cuerpo se paralizó, le faltó el aire de repente y el dolor en sus pulmones lo hizo encogerse.
Bridgette estaba a su lado, tomó su mano y la apretó con fuerza, la suficiente para calmarlo.
Las puertas se abrieron. Nathalie estaba en una postura cabizbaja, sus azules viajaron desde la acompañante del Agreste hasta los grises del mismo, quiso acercarse pero se detuvo.
—Está arriba. —pronunció por lo bajo. —estuvo llamándote.
—¿Por qué no lo llevaste al hospital?
—Porque él no quiere. Tienes una idea de lo terco que puede ser tu padre, así que ya lo revisó el médico de tu tía.
—Ve primero, conozco el camino. —Nathalie volvió a entrar en la casa, mientras Félix se debatía en entrar o simplemente dar la vuelta y desaparecer como su hermano lo había hecho. Sus manos temblaron.
—Félix, mírame. —Bridgette sujetó sus manos llamando su atención. —todo va a estar bien, ¿sí? No puedes salir huyendo de esto, sé todo el dolor y todo el rencor que hay en ti, pero si tienes la oportunidad de hablar con él, aunque sea por última vez, hazlo.
No habían más palabras que decir.
La ansiedad se comía su pecho, pero al mismo tiempo un impulso nacía y no se echaría hacia atrás. Debía resolver dudas y sólo su padre podría darle las respuestas que necesitaba.
El trayecto hacia la habitación de sus padres fue como si no existiera, Bridgette se había quedado abajo a pedido de Félix, y él sólo se paró frente a la puerta, miró hacia su derecha, un largo pasillo se extendió mostrando al final una puerta con figuras infantiles pintadas en la superficie, apretó sus ojos evitando verla y giró el pomo adentrándose a la habitación frente a él.
Gabriel estaba postrado en cama, pareciera estar durmiendo si no fuera porque alzó un poco la cabeza al sentir que alguien se acercaba.
—Oí que querías verme.
—Félix. —su voz casi no logró oírla, estaba gastada y ronca, eso mezclado con una leve sonrisa que hace mucho no veía. —¿Dónde está Adrien? ¿No viene contigo?
Con esa pregunta Félix se dio cuenta que su padre estaba ido, quizás eran los calmantes o de plano ya había perdido noción de su espacio y tiempo.
—Adrien está trabajando, padre.
—Le he dicho que no pase tanto en la empresa, es tan necio. —rio por lo bajo con su comentario, ya que en eso se parecían mucho. —Cuando llegas a cierta edad es mejor pasarlo en familia. Tu madre no ha venido a verme, debe seguir en Londres con tu tía.
—Claro... Mamá... Está con tía Amelie. —Félix se dejó ver con la luz que entraba del ventanal a un costado de la cama y tomó asiento casi a sus pies.
—Emilie te extraña mucho, hijo. Entiendo que tengas que viajar por el trabajo, pero pasa más tiempo con ella... No me gusta verla llorar. —Gabriel tomó una de sus manos y la apretó varias veces, observandola en silencio, como si pensara en lo rápido que pasa el tiempo.
—Padre...
—Estoy orgulloso de ti, hijo. Sé lo mucho que te esforzaste en Londres, las mejores calificaciones de tu generación, eres más de lo que algún día yo fui y eso me alegra. Perdón si en algún momento no estuve para ti, es difícil prestarle atención a dos niños por igual. —Gabriel frunció un poco el ceño debido al dolor de cabeza, pero volvió a sonreír.
—Adrien...
—Ya me disculpé con él en su momento. Soy un terrible padre, Emilie es mejor que yo en ambos sentidos. —rio encogiendo sus hombros un poco. —me tranquiliza que ella estuviera conmigo o no sabría qué hacer.
—¿Fue difícil tenernos?
—Claro que sí, teníamos miedo de que algo pudiera pasarles. Este mundo está muy corrompido y mi trabajo siempre los dejaría a la mira de todos. —Félix mantuvo silencio, Gabriel al percatarse agitó su mano. —No hablemos de eso. Mejor te cuento otra historia... ¿Quieres? Tengo muchas.
¿Él realmente era su padre? ¿Este era el verdadero Gabriel Agreste? ¿Este era la persona que Adrien quería que conociera? ¿Su hermano lo conoció realmente así?
—Si tu quieres, podemos hablar toda la noche.
—Félix, Félix, Félix... —canturreó. —¿alguna vez te dije porqué te pusimos así? —negó con la cabeza sintiendo un nudo en su garganta. —Cuando tu madre se enteró que esperábamos un bebé estaba muy contenta, fuimos de vacaciones a una playa... Ella desapareció por la mañana y la encontré viendo el mar, no me miró pero sabía que estaba con ella, cuando vio salir el sol dijo: "Adrien, quiero que se llame Adrien... Es un bonito nombre. Siempre que lo llamemos me recordará el comienzo de este día viendo el mar contigo. "
—Supongo que el nombre de mi hermano tiene un especial significado. —Gabriel sonrió.
—Por supuesto. —viendo a su hijo medio cabizbajo habló otra vez. —esa es la historia del nombre de tu hermano, pero... ¿Sabes por qué te pusimos Félix?
—Es algo que ibas a decirme ahora.
—Porque no sabíamos que venías con Adrien en el vientre de tu madre. Fuiste una sorpresa que no esperábamos, pero nos diste una inmensa felicidad... Nos sentimos tan afortunados y al mismo tiempo queríamos que fueras el más feliz de todos. Recuerdo a tu madre con ustedes en brazos sin despegar sus ojos de encima, sabía que ella sólo estaba viviendo el momento... Besé su frente y dije que Félix era un buen nombre para ti. Nos diste doble felicidad aquel diecisiete de noviembre.
Felix comenzó a sollozar primero en silencio y luego más audiblemente, asustando al mayor en ese instante. Sus ojos se desbordaron en lágrimas y el nudo en su garganta le impedía respirar.
—Entonces... ¿Por qué me abandonaste?
—Félix... No... Nunca te he abandonado, mi querido hijo. —Gabriel abrió sus brazos y esperó que estuviera listo para que se acercara por su cuenta. —Eres tan único como tu hermano. Mi pequeño Félix, ¿recuerdas que te llamaba así? —El menor no lo pensó mucho y se dejó envolver en aquel abrazo, se sentía tan extraño y fuera del lugar, tanto que por un momento volvió a tener tres años.
—Extraño a mamá...
—Mamá siempre está contigo.
—Extraño a Adrien...
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