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Capítulo 53

27 de mayo, 2012.

Sus azulados ojos desboraban lágrimas de excitación, su respiración estaba agitada, sentía que pronto dejaría de respirar o de plano le daría un ataque. Con ayuda de sus uñas lograba marcar su espalda mientras envolvía con sus piernas su cintura. Nunca pensó que terminarían de ese modo tan salvaje, porque era sexo frustrado que nunca habían experimentado y que curiosamente se sentía muy bien; cuando sus miradas se cruzaban no había ternura, sólo deseo, un inmenso deseo de poseerse y no dejarse escapar, como cuando el predador alcanza su presa por fin, la sujeta desde el cuello y la inmobiliza para que llegue su final, es sólo que ahora no parecía haber final.

Ver a Adrien de ese modo tan dominante era nuevo y extremadamente excitante para ella. Llevaban tiempo alejados, días sin hablar de cosas realmente importantes e incluso de cosas pequeñas y simples, todo eso más el sentimiento abrumador de perderse era algo que en algún momento explotaría y no habría forma de saber cómo sería.

Adrien besó, mordió, lamió y succionó su cuerpo por todos lados, dejó marcas en su piel que tardarían varios días en desaparecer, la extrañaba de una manera tan intensa que le resultaba doloroso imaginar perderla, la ansiedad lo comía por dentro cuando volvían las imágenes de la mañana en el departamento de Nathaniel, más esas palabras, su forma de referirse a ella, todo eso lo estaba enloqueciendo.

—Adrien... —salió como un susurro, pero en realidad fue un gemido desde su garganta.

El rubio gruñó y tomó su cintura arrastrandola hacia arriba, hasta apoyar su espalda en el respaldo de la cama, la acorraló con su cuerpo y demandó su boca una y otra vez. No importaba perder el aire, ni mucho menos la cordura a estas alturas.

—¿Quieres que me detenga? —preguntó cerca de su oído, jadeante y con el sudor bajando por las hebras de sus cabellos sobre su frente. —¿estás cansada?

—¿Hiciste algo así con ella?

Los verdes de Adrien se perdieron en el respaldo de la cama, frunció el ceño y se alejó lo suficiente para verla a los ojos.

—¿Me lo estás preguntando en serio? —su voz fue dura y al mismo tiempo desgarradoramente triste.

—Y-yo...

—No, nunca haría esto con nadie que no fueras tú. ¿Lo dudas?

—Ella tiene sentimientos por ti. Ella...

—Y yo le dejé en claro que te amo a ti. ¿Sientes inseguridad de eso? ¿Crees realmente que podría tocar a alguien más? Marinette, eres mi todo... —tomó sus mejillas con ambas manos. —cumpliremos tres años juntos, tú me conoces mejor que nadie. Por favor respondeme, ¿crees que podría estar con alguien más?

—N-no... Sé que no.

El silencio después de eso fue aterrador. Con esa simple pregunta el momento se volvió completamente frío e incómodo.

—Deberíamos irnos... Dejemos esto hasta aquí.

Adrien se alejó de ella, buscó su ropa en el suelo y se vistió en sin dejar salir media palabra de su boca. Marinette se cubrió con la sábana, lo observó por un prolongado tiempo, algo en su garganta le impedía hablar, pero verlo de espaldas y queriendo marcharse la hacía sentir pequeña y solitaria. Abrazó su espalda, comenzó a llorar sin reprimir nada, Adrien se congeló al escucharla y no fue capaz de decir nada, se quedó ahí quieto, con sus ojos perdidos en el piso alfombrado, preguntándose cómo habían llegado a ese punto.

—Lo siento... No quise decir eso, pero no puedo dejar de imaginar tantas cosas. Estos no somos nosotros y eso me está matando. Te extraño tanto, Adrien. Quiero hablar y solucionar todo, que volvamos a ser los de siempre, pero no se puede... No podemos borrar lo que pasa así de simple y no sé qué hacer. Pienso que hay cosas que no sé de ti y me preocupa, no quiero obligarte a decirmelas, pero enterarme de este modo fue...

—Lo sé. —volteó hacia ella y la envolvió con sus brazos, dejándose caer en la cama otra vez. —quizás sea bueno darnos un tiempo.

—¿Qué quieres decir? —murmuró tragando saliva con dificultad.

—Quiero decir que pensemos las cosas con más claridad, que nos calmemos un poco y resolvamos nuestros problemas primero por separado. Yo debo lidiar con mi padre y otras cosas, y tú... Creo que tienes asuntos que arreglar con Nathaniel. —Marinette se recostó en su pecho para verlo rápidamente.

—Adrien, no hay nada entre Nathaniel y yo. Lo que viste... Lo que él dijo es mentira. Debes creerme, ahora estoy contigo.

—Te creo. Pero en verdad estoy usando todo mi autocontrol para no ir y ponerlo en su lugar por lo que dijo.

—E-entonces... ¿Por qué quieres que nos demos un tiempo?

—No me refiero a separarnos, me refiero a tomar aire, ¿si?

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—Te lo advertí, Marinette. No me hiciste caso, te dije muchas veces que Nathaniel te veía con otros ojos.

—Por favor, Fei. No quiero mas regaños, ¿bueno? —Marinette se cubrió con la manta hasta la cabeza y llevó una cucharada de helado a su boca sin dejar de ver la televisión. Fei la miró preocupada, se sentó a su lado y la observó por varios segundos hasta atreverse a preguntar.

—¿Cómo estás?

Marinette rió amarga y hundió la cuchara en el bote de helado nuevamente comenzando a llorar.

—¡Mal! ¿Qué no me ves? Adrien y yo estamos tomando distancia, perdí a un amigo muy cercano y que además me traicionó diciendo todas esas cosas, papá y mamá no paran de llamarme porque no fui a la cafetería y lo único que quiero es estar aquí encerrada con mi tristeza.

—Está bien, lo siento. —Fei miró su cuello con ojo crítico y Marinette al darse cuenta se cubrió más. —¿segura que no fuiste a ver a tus padres por otra razón?

—N-no.

—Muéstrame. —La ojimarron quitó la manta bruscamente y se soltó a reír al ver su cuello lleno de marcas. —¡Dios! ¿Qué es esto?

—¡Nada! ¡Déjame! —forcejearon, pero después de unos minutos Marinette terminó cediendo y contándole más o menos su encuentro agresivo con su novio.

—¡¿Qué?! ¿Pan Adrien dulce, te hizo eso? ¡No me lo creo! —volvió a reír, dando varias patadas al aire. —¡pero es un completo salvaje!

—¡Ya! ¡Basta! ¡No te dije para que me avergüences así!

—Pero si no dije nada malo. Mientras no te disguste supongo que está bien, fuera del hecho que te ha dejado de lado y se fue a Japón con esa chica.

—Eso tiene una explicación. —Marinette miró el televisor mostrándose más afectaba con el tema, y aunque su amiga se dio cuenta no se calló.

—No es que yo sea experta en noviazgos, pero si tengo buen ojo para darme cuenta de ciertas cosas. Considero que es acertado por parte de Adrien querer darse un tiempo para solucionar sus problemas, pero desde el punto de vista de concerte, supongo que te sientes sola.

—Es que... Pienso en como se dio el momento en el departamento de Nath, y cualquiera dudaría de sí algo pasó o no, entonces, aunque Adrien dijera que confía en mí... no puedo evitar sentirme insegura con eso. No quiero que haya inquietud en su corazón por alguien que siempre considere sólo un amigo.

—No le des tantas vueltas, Marinette. Puede que en estos momentos yo no esté en buenos términos con Pan dulce, pero sé que te quiere lo suficiente como para no mentirte con algo así. Estos pensamientos no te llevarán a nada.

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20 de mayo, 2012.

Félix leía una revista con total calma sobre el sofá, suspiró y la dejó sobre la mesita frente a él, volteando su cabeza en dirección a la cocina, donde Ryu le daba la espalda mientras se encargaba de cocinar el almuerzo.

—¿Por qué se supone que tienes esta revista? —preguntó cruzando sus brazos.

—¿Qué no es obvio? —Ryu sonrió al oír su tono molesto y se giró apoyando sus mejillas con sus manos sobre el mesón. —Porque sales en la portada y los catálogos.

—Serás pervertido. —murmuró rodando los ojos. Luego de unos segundos de silencio, en el que Ryu sólo lo observó, se decidió hablar nuevamente. —¿seguro que no quieres que yo cocine?

Ryu le hizo una seña con su mano y el rubio se levantó yendo hacia él. Félix destapó la olla y dejó su olor inmiscuirse en su nariz, la verdad no olía nada mal como la última vez, debía admitir que Ryu había mejorado bastante, aunque no pudo evitar meter mano y echarle algunas especies.

—Debes dejarlo con la llama baja o terminarás cocinandolo de más. —indicó.

El azabache deslizó sus brazos envolviendo la cintura de Félix por detrás, apoyó su mentón en uno de sus hombros y respiró profundo su perfume.

—¿Hay algo que no sepas hacer? —cuestionó con un tono burlón.

—Mira quién lo dice. —Félix rodó los ojos nuevamente, él siempre decía ese tipo de cosas como si no fuera un super dotado en casi todo, no sabía si Ryu era demasiado humilde o de plano un completo ignorante en si mismo.

—¿Pensaste en mi propuesta?

Félix se tensó, llevó una mano a la mejilla de Ryu y la acarició constantemente, como si de ese modo se le quitara la ansiedad que sentía.

—Lo veo complicado.

—¿Qué es lo complicado? Hace tres años querías huir conmigo, ¿ya se te olvidó? Aún recuerdo exactamente tus palabras.

—Era un mocoso de diecisiete años, Ryu. —aclaró su garganta un poco avergonzado. —en ese entonces sólo quería escapar de todo.

—Pero aquí conmigo vas a estar bien. —Ryu dejó un beso en su mejilla, abrazándolo con más fuerza, como si se fuera a escapar de sus manos, como arena entre sus dedos. —la Universidad te queda a unas cuadras, puedo ayudarte con tus deberes y...

—¿Y si tu madre lo descubre? Sabes que me siguen las cámaras a todos lados, incluso hoy me estoy arriesgando a que saquen algo mañana en la prensa. ¿Crees que se tragarán que vine a quedarme a tu departamento como amigos otra vez?

—Pero...

—No, Ryu. —Félix se soltó de su agarre y fue hacia la sala nuevamente, seguido por el azabache detrás. —Sabes que las cosas no son tan simples.

—El Félix de hace tres años me caía mejor.

—Ese Félix era sólo un niño que no sabía nada del mundo, y en ese entonces fuiste muy claro al decir que tendríamos que fingir no ser nada cuando realmente somos todo. Yo lo estoy cumpliendo, pero parece que te olvidas de eso... Te olvidas de tus propias palabras.

—¿Pero que tiene de malo querer vivir juntos? La prensa puede hablar lo que quiera, realmente no me importa.

—¡A mi si! —Félix sacudió su cabello frustrado, no lograba entender cómo es que Ryu de la noche a la mañana había perdido el juicio por completo. —si tu madre se entera de lo nuestro es capaz de quitarte tu puesto, incluso de cerrarte las puertas en otros trabajos. —miró hacia su costado con los dientes apretados. —el sólo hecho de que tengas una relación especial con un hombre seria una...

Ryu alcanzó su rostro y lo atrajo besando sus labios con fuerza, desarmandolo por completo, cerró sus ojos y se abrió paso en su boca.

—Félix... —susurró en el beso, perdiéndose en su mirada grisácea. Le sonrió y dejó otro toque en sus labios. —Te amo. ¿No es más importante esto que sentimos?

—¿Y tu hermana qué? ¿Dejarás la carga de la empresa en sus hombros? —la sonrisa que Ryu tenía se desvaneció en un segundo. —sería muy fácil dejarnos llevar por lo que sentimos, pero ambos sabemos que no es lo mas factible. Si yo pudiera también le quitaría ese peso a mi hermano, pero ya está todo decidido. No me mal entiendas, si quiero vivir contigo, quiero muchas cosas contigo, pero no se puede.

—No haces esto por lo que digan los demás, ni siquiera lo haces por mi madre o por mi hermana. Te conozco, Félix. No quieres salir de esa casa por Amelie, ¿me equivoco? —Félix le dio la espalda, pero Ryu lo hizo girar en sus pies otra vez. —¿es eso?

—No quiero venganza, quiero justicia.

—Escúchame, Félix. —El azabache sujetó sus hombros viéndolo fijamente. —No te metas en ese asunto, ya te lo dije.

—Dices eso porque no es tu madre la que está muerta. No eres a quien separaron de su gemelo.

—Lo sé, sé que no soy tú, pero te quiero lo suficiente como para querer que estés bien. —tomó su mejilla y descansó en su frente. —por favor, ven conmigo. Aquí estarás mejor, dime si no crees que sea así y encontraré mil razones para debatirte.

—Siempre te gano en los debates.

—No en todos. —Félix sonrió nuevamente y dejó resonar una risa en su garganta —eso es, así está mejor. Esa sonrisa preciosa tuya me encanta. Te gusta tanto ocultarla, pero me pertenece aunque no lo asumas.

—Ya cállate, eres un idiota. —Lo besó devuelta sólo para que no viera como su rostro había adoptado un color rojizo, pero no previó que ese beso conduciría a algo más. —Ryu... No puedes...

El azabache se detuvo un segundo sobre su cuello, pero ahora dejó un beso después de pasar su lengua suavemente.

—Ya sé, no marcas... Por las sesiones. —Tomaron distancia, Ryu sujetó su mano y tiró de él, pasó por la cocina para apagar la llama y se dirigió a la habitación. —¿algún día lo dirás?

—¿Decir qué?

Se recostaron sobre la cama, regalandose besos sin parar, cortando sus respiraciones en momentos críticos, desesperados por sentir el calor de sentirse acompañados, la ropa fue desapareciendo en el momento que no podían dejar de mirarse a los ojos.

—¿Dirás que me amas como yo a ti?

—No necesitas oírlo para saber que lo hago.

—Pero quiero oírlo. Quiero escucharte decirlo.

—Lo haré, pero no hoy.

—¿Cuándo?

—¿Estás dispuesto a esperarme decirlo?

—Haría todo por ti, Félix.

Algo en esa frase lejos de hacerlo sentir cálido, fue como un escalofrío, como si le hubieran lanzado un balde agua, y es que los ojos de Ryu en ese momento fueron una carga de sentimientos que no lograba descifrar, sin importar cuanto intentó escarbar en sus pupilas, no encontró el verdadero significado de esas palabras y lo lamentaría.

Félix lo amaba más que su propia vida, pero no podía decirle, no cuando aún no se sentía digno de amarlo, ni digno de si mismo. Sabía que cuando le dijera que lo amaba no habría forma en la que pudiera guardar sus sentimientos hacia los demás como lo hizo hasta ese momento.

¿Si lo hubiera dicho en este momento habría cambiado algo en el futuro? Es algo que a Félix lo atormentará todos los días de su vida, hasta el último.

—Eres un idiota, Ryu.

—¿Quién soy para debatir tu lógica?

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