Capítulo 5
Marinette puso una mano sobre su pecho para calmar su corazón por la sorpresa, giró lentamente sobre sus pies y miró con extrañeza al hombre, quien botó una colilla de cigarrillo al piso, la cual pisó al instante junto a la nieve.
—Marinette, ¿cierto? —preguntó con una sonrisa, guardando sus manos en los bolsillos de su gabardina.
Ella no pudo evitar quedarse viendo su rostro, le resultaba tan difícil mantener la compostura, incluso se obligó a voltear su cabeza para no parecer una loca acosadora.
Félix simplemente se divirtió con su reacción, hace mucho que no le pasaba eso, la confusión con su hermano era algo que con la distancia cada vez pasaba menos.
—Espera, ¿así está mejor? —desordenó un poco su cabello y ella volvió a dirigir su mirada a él, pero no le pareció gracioso en lo absoluto. Usar el peinado de su esposo en esa situación fue de mal gusto y cruel. Definitivamente no se parecían en nada. —no pongas esa cara, en la junta no dejabas de mirarme, supuse que querrías ver a mi hermanito aunque sea un minuto.
—¿Te estás burlando de mí? —cuestionó frunciendo el ceño. —si no tienes más para decir, mejor me voy.
—No, no, claro que no. Relajate, cuñada.
—Esto no es un circo. —respondió tajante. —tu hermano desapareció y actúas como si no te importara, hablas de la empresa y de la presidencia como si fuera más importante. ¿Así esperas que yo te de un poder para manejar todo? Déjame decirte que me estás dando una muy mala primera impresión. —Félix cambio su expresión a una completamente seria, incluso llegó a intimitar a Marinette por un momento.
—Yo separo los negocios de mi vida personal, que no tocara el tema de mi hermano más a fondo en la junta no quiere decir que no esté preocupado por la situación, y mucho menos quiere decir que no me encuentre desesperado por saber lo que pasa. Por si no te diste cuenta, esperé que salieras para poder hablar contigo tranquilamente, creo eres quien más información puede darme.
Ella lo observó y guardó silencio por un prolongado tiempo. Tenía razón, Adrien era su hermano y sería imposible que no estuviera preocupado, fue desconsiderada. Además de que no conocía a Félix y lo estaba juzgando antes de tiempo, quizás la presión había sido demasiada para ella en los últimos meses y no lograba ver todo con claridad.
—Me disculpo. —bajó su cabeza y se abrigó más con la bufanda. —es sólo que ya no sé qué esperar de tu familia, y... —sus ojos se humedecieron, pero rápidamente se despejó parpadeando repetidas veces. No quería llorar frente a un extraño. —en fin, ¿qué necesitas saber?
—¿Vamos a otro sitio? ¿O prefieres congelarte aquí? —sugirió. Marinette algo desconfiada miró la hora en su celular, ya era tarde, pero no podía negarle una charla al hermano de su esposo.
—¿Me sigues en tu auto?
—En realidad no vine en auto. Llegué hace unas cuantas horas a la ciudad. —se encogió de hombros. —¿Me llevas? —ella rodó los ojos y acabó por rodear su vehículo, hablándole desde el otro lado.
—Sube, pero no me hago responsable si sales herido.
Félix sonrió en breve y cómodamente se subió al auto, estaba mucho mejor ahí adentro que en el clima frío del exterior. Observó en silencio los asientos, se veía todo muy ordenado y limpio, olía a vainilla, probablemente era la escencia que usaba ella.
—¿Es nuevo? —preguntó, y Marinette antes de poder introducir la llave se quedó quieta viendo hacia el parabrisas.
—Me lo regaló Adrien hace unos meses, es de ambos en realidad. Pero el dice que es sólo mío porque ya tiene el suyo... O más bien... tenía. —murmuró lo último. —en realidad saqué licencia el mes pasado, así que no te aseguro que irás con calma. Tu cinturón por favor. —despejó su mente y acabó por encender el vehículo después de revisar sus espejos.
—¿A dónde iremos?
—A mi casa. No me arriesgaré a que reporteros me aborden en algún local. —salió de su estacionamiento y comenzó a conducir. —luego pides un taxi o te doy el número de uno.
—¿La prensa ha sido un problema para ti este tiempo? —ella suspiró lentamente, sin despegar sus ojos de la calle.
—Últimamente se han calmado, pero los primeros días y el primer mes desde que Adrien... Hacían guardia fuera de mi casa, no podía salir a comprar sin toparmelos y que hicieran sus preguntas sin tacto. Entonces, respondiendo a tu pregunta... Si, han sido un problema. —presionó el volante con fuerza. —Aunque le hablé al agente Lahiffe sobre esto y creo que hizo algo al respecto.
—¿Agente Lahiffe?
—Es el agente que lleva el caso de Adrien. —sólo quedaban unas cuadras más para llegar a su destino. —lo siento, quizás sea mucha información que procesar en tan poco.
—No te preocupes, mi cerebro es capaz de almacenar mucha información al mismo tiempo.
Unos minutos más llegaron a la casa de Marinette, ella se ocupó en estacionar el auto en la cochera y bajar algunas cosas que había comprando antes de que la llamaran para esa junta.
—¿Necesitas ayuda? —ofreció el rubio a un lado de ella, sin dejar de ocultar sus manos en los bolsillos.
—No hace falta. —respondió tomando todas las bolsas de papel con sus brazos. Ya se había acostumbrado a hacer eso sola y así seguiría haciéndolo hasta que su esposo volviera, no importaba si la copia de él se ofrecía. —vamos. —cerró la puerta del maletero y sacó las llaves de la casa de su bolsillo para ir hacia la puerta principal, mientras Félix la seguía a unos pasos de distancia.
Marinette abrió la puerta y encendió la luz del pasillo, colgando después las llaves en los ganchos a su mano izquierda, dejó mientras las bolsas de compras sobre una mesa decorativa que tenían bajo los ganchos, quitó su abrigo y bufanda dejándolos en el perchero, ofreciéndole al invitado que hiciera lo mismo después de ella.
—Pondré el agua para que tomes algo caliente. —dijo por lo bajo, evitando mirarlo más de dos segundos. Él sólo asintió perdiendo su visión de ella cuando se fue hacia otra habitación con las bolsas de papel en sus brazos.
Marinette se concentró en guardar los pocos víveres que había comprado, ordenó todo esperando que el agua hirviera. La verdad es que tenía miedo de ver a Félix, más bien, tenía miedo de ver a Adrien en Félix. Pensó durante todo el trayecto que sería como volver a tenerlo en casa, aunque fuese un espejismo cruel, parecía que se estaba volviendo loca en esa casa sola.
—Bonita casa. —oyó de pronto frente a ella. Alzó la cabeza y lo vio, su rostro era el mismo, su voz era muy similar y su expresión apacible también. —supongo que el color lo escogió mi hermano. —apuntó alrededor.
—A-ambos... Queríamos un color que llenara de luz la casa, así que terminamos escogiendo este. Todos los muebles los seleccionamos juntos. —se giró para buscar dos tazas sin usar en el mueble, pero estaban muy alto para ella. Félix se puso detrás de Marinette y alcanzó la cerámica sin el mayor esfuerzo.
Marinette contuvo el aire, cerró sus ojos un momento y lo empujó poniendo ambas manos en su estómago para alejarlo.
—No necesito ayuda. —expresó con molestia, el rubio hizo una mueca, alzó sus manos y se soltó a reír por lo bajo.
—No es necesario que lo hagas todo sola. Además, no es que tenga segundas intenciones contigo, eres la esposa de mi hermano de todos modos.
—Entonces limitate y piensa un poco en cómo me siento contigo aquí.
—¿Y cómo te sientes? —cruzó sus brazos y la miró con frialdad. —¿es que te enamoraste de mí luego de unas horas de conocernos?
Ella se puso roja por el enojo y caminó hacia la sala pisando con fuerza el suelo. Tomó una fotografía que estaba en un mueble, una fotografía que mostraba a Adrien y ella sonriendo en la iglesia cuando se casaron.
—Puedes ser su gemelo, pero nunca serás Adrien para mí. Pero es lógico pensar que me sienta mal si tengo el rostro de mi esposo frente a mi luego de meses sin saber de él. Si sólo viniste a burlarte de mi, adelante, ya estoy a costumbrada a los desplantes de tu padre, que otro Agreste lo haga no surtirá efecto en mi. No me sorprendería que esto sea otra de las jugadas del señor Agreste.
—Guarda las garras. Deberías tomarlo con un poco de humor, no hablaba en serio. —rodó los ojos. —lo poco que alguna vez Adrien mencionó de ti es que eras una mujer dulce, pero tal parece que omitió que te enojabas con facilidad.
—Tu... no sabes nada. —respondió observando el cuadro en sus manos, acarició la superficie lentamente y cuando se giró para dejarla en su lugar, él tuvo la intención de al menos poner una mano en su hombro, pero se contuvo. —mejor dime lo que querías hablar, sino es mejor que te retires.
—Está bien. —Félix se sentó en unos de los sillones y ella hizo lo mismo manteniendo una distancia prudente. —son muchas cosas, quizás tome algo de tiempo. Pero lo primero que quiero es darte mi punto sobre la empresa, ya que eso es algo que yo puedo hacer, respecto a lo de mi hermano creo que no está en mis manos del todo.
—Te escucho. —Marinette se mostró esquiva. —pero te advierto que esto lo hablaré de todos modos con mi abogado.
—Bueno, es bastante obvio el hecho de que yo soy quien debería tomar el mando de la empresa si mi hermano no está, tengo la suficiente experiencia empresarial por los negocios que he llevado en Londres y en otros países, es probable que incluso tenga un mejor manejo que Adrien en los negocios.
—La visión que tiene Adrien en la empresa no es de sólo ganar y ganar dinero, él hizo de la empresa una familia donde todos son importantes, sin importar el cargo que tengan.
—¿Y crees que yo no puedo seguir con la visión de mi hermano?
—Si quieres que te deje manejar las acciones de Adrien creo que deberías empezar siguiendo su ejemplo, de lo contrario no tendría sentido que él me dejara todo a mi y siendo sincera, te acabo de conocer. No confío en ti.
—Y mientras tanto, ¿Quieres que mi tía se haga cargo? —alzó una ceja. —entiendo que no me conozcas, pero ten en cuenta que mi único interés en esto es mantener a flote todo el trabajo de mi hermano.
—Del dicho al hecho, hay una gran brecha. No hay nadie en quien yo puedo confiar, además de mi familia y mi abogado, así que es lo que tienes. Fácil no te saldrá si es lo que pensabas.
—Estoy seguro que soy tu mejor opción en este momento, aunque no lo quieras aceptar. Sabes que no me llevo del todo con mi padre y mi tía, así que ahí lo dejo.
—Lo tendré en cuenta, pero no lo consideres una victoria.
—Sobre Adrien. —cambió drásticamente de tema. —¿eres consciente que con el tiempo que ha pasado es probable que esté muerto? —Marinette apretó sus manos con fuerza y mantuvo el contacto visual con aquellos grises.
—Tienes muy poco tacto cuando se trata de estas situaciones.
—No, soy realista. Lo que me sorprende es tu actitud, ¿no que amas tanto a mi hermano?
—Yo sé que él vive, y sé que volverá conmigo. No necesito soltarme a llorar desesperadamente si alguien dice su nombre o si alguien vuelve a decirme que está muerto.
¿Qué le sorprendía su reacción? Él no sabe nada de todo lo que ha pasado, no sabe de los desvelos y las crisis de llanto, no sabe de la presión de la prensa sobre ella, no sabe de las horas y horas de interrogatorios, y menos sabe el amor incondicional que ambos se tienen. Félix Agreste no sabe nada como para juzgarla, y ella no lo haría cambiar de opinión, porque él no era parte de su vida por muy hermano que fuera de su esposo, y su opinión era irrelevante.
—La persona que me abrazó en la junta era muy distinta a la que tengo frente a mi.
—La vida a veces hace que forjes una coraza a tu alrededor.
—Tal parece que pasaste muchas cosas sola o quizás estabas bien acompañada. —agregó lo último con un tono serio.
—Supongo que leíste todo lo que publicó la prensa amarillista. Te aclaro en este momento que Luka y yo no tenemos una relación o algo por el estilo, yo nunca he engañado a tu hermano, Luka es nuestro amigo desde hace muchos años y es alguien de confianza para los dos.
—No tuve que preguntar y soltaste toda la información.
—Han inventado tantas cosas, que no me sorprendería que pensaras que yo le hice algo a tu hermano.
—¿Lo hiciste? —cuestionó, haciendo que ella soltara todo el aire con cansancio poniéndose de pie hacia la cocina para servir el agua caliente en las tazas. —Marinette.
—¡No, no lo hice! —gritó con fuerza golpeando una de las tazas contra la mesa, la cerámica se rompió logrando hacerle una herida profunda en la mano. Marinette hizo una mueca de dolor y apretó su mano que no dejaba de sangrar, se giró hacia el lavaplatos y abrió el agua poniendo su herida bajo la misma. —maldición.
Félix se acercó rápidamente hacia ella, tomó su muñeca con algo de fuerza para girarla y ver su herida por completo.
—Que tonta eres, quizás necesites puntos.
—Sueltame. —forcejearon en breve, pero él tenía mucha más fuerza. Buscó con sus ojos algo para envolver su mano, localizando un trapo sobre la mesa.
—Déjame ver. —quitó su agarre y envolvió su mano con el trapo haciendo presión. Marinette frunció sus cejas y gimió con dolor. —mantén presionado para que estanque la sangre, vamos a urgencias.
—No es necesario... No es grave. —él frunció el ceño.
—La herida es profunda, necesitas sutura. —jaló su muñeca y la arrastró por completo hacia la entrada, aunque ella hiciera fuerza opuesta no podía con él. —puede infectarse, muévete.
Félix tomó los abrigos del perchero y las llaves que había dejado Marinette anteriormente en los ganchos al lado de la puerta, le puso su abrigo sobre los hombros y salieron de la casa. Hizo que se subiera al lado del copiloto.
—¡Que no es necesario! —le gritó ella cuando le cerró la puerta en la cara. Él rodeó el vehículo y tomó lugar en el asiento del piloto. —¡Adrien! ¡Te dije que estoy bien!
Un largo silencio se hizo entre los dos, eso fue el gatillo de todo. Marinette no pudo soportarlo más y se soltó a llorar descontroladamente abrazando la herida de su mano, su llanto fue tan doloroso y desgarrador que incluso Félix llegó a removerse en su sitio.
—¡¿Por qué?! —golpeó la guantera frente a ella con rabia, manchando la superficie de sangre, incluso el dolor en su mano no se comparaba al dolor que sentía en su pecho. —¡¿Por qué Adrien no está?! ¡¿Por qué me dejó sola?! —pateó repetidas veces en completo descontrol bajo sus pies. —¡Maldita sea toda esta mierda mil veces! ¡Maldito sea quién se lo llevó! ¡Maldita sea esta casa y maldito sea este auto! ¡Ya no puedo soportarlo más! —su voz se desgarró y su rostro se puso completamente rojo. Gritaba de manera muda y agónica, no podía canalizar todos sus sentimientos de una manera no destructiva. —¡Tendría que haber ido por él! ¡Así al menos estaríamos juntos!
Félix sostuvo el volante y no quitó su miraba del pequeño jardín que había frente a ellos fuera de la ventana que mostraba la sala de la casa. No sabía qué hacer en ese punto.
—Marinette. —nombró por lo bajo.
—¡No digas mi nombre! ¡No quiero escucharte! —volvió a apretar su mano y la llevó a su pecho, era tan sofocante el sentimiento en su pecho que le costaba respirar. —¡tienes su misma voz!
—Controlate o acabarás con una crisis nerviosa más grande. —habló tajante. —respira.
—Adrien debería estar aquí... Adrien y yo estaríamos cenando a esta hora, probablemente me diría que todo en el trabajo marchaba bien, después veríamos una película en la sala y hablaríamos de tener una familia... Queríamos tener una familia. —el agua no dejaba de fluir por sus ojos y nariz. —Yo le diría que fuera más adelante mientras se calmara el asunto del ataque, él me daría la razón y se quedaría dormido en mi regazo por el cansancio de la oficina.
—Pero nada de eso pasará, asumelo de una vez y deja de lamentarte tanto. Adrien no está y lo único que estás haciendo es acumular toda esa rabia y enojo sin sentido. Lo único que veo es una mujer llena de amargura que intenta hacerse la fuerte, pero no lo es en lo más mínimo. No esperes que sienta empatía contigo cuando te ves tan patética.
—Adrien...
—"Adrien esto y Adrien aquello", superalo. Lo más probable es que nunca puedan encontrar su cuerpo y tu te quedarás aquí sola sin seguir con tu vida, ¿es lo que él querría? No creo, porque conozco a mi hermano.
Un puñal en el pecho probablemente dolía menos que esas palabras. Marinette lloró con más fuerza. Félix encendió el auto, bajando un poco los vidrios para respirar aire fresco, y en total calma salió de la casa en busca del hospital más cercano.
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—Que bueno que la trajo enseguida, su herida era profunda, pero no fueron necesarios muchos puntos. Tiene algo de anemia, así que le recomiendo que cuide más de su alimentación, además de que estaba muy nerviosa y acabamos poniéndole un calmante en el suero. No dejó de llamarlo hasta que se quedó dormida. —el médico siguió caminando hasta llegar a la habitación correspondiente. —lo dejo con ella.
—Gracias, doctor.
—No hay de que, mientras siga las indicaciones todo estará bien. Puede llevársela en cuanto se termine la bolsa. —el rubio asintió y tomó aire caminando hasta quedar a los pies de la camilla y observar a la chica desde la distancia. —bueno, me retiro.
Félix asintió en silencio, tomó su celular y mandó un mensaje con total calma.
22:58 hrs.
—Mañana por la mañana estaré ahí.
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