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Capítulo 41

27 de abril, 2021.

Tras cada palabra y página que leía, se encontraba con las emociones y pensamientos más profundos de aquella mujer. Marinette nunca pensó que podría admirar tanto a alguien que nunca tuvo el privilegio de conocer en persona, pero realmente lo hacía con todo su corazón.

Habían páginas llenas de lágrimas, algunas tristes y debastadoras, otras felices y llenas de dicha; así mismo como la tinta lograba que su corazón se estrujara, también le sacaba una que otra risa por las extrañas ocurrencias que aparecían de improvisto.

La primera hoja escrita mostraba una letra un poco descuidada, llena de soledad y un llamado de auxilio reprimido.

Querida mariposa:

Hoy es nuestro cumpleaños. Papá no deja de beber vino.
Dijo nuevamente que era nuestra culpa que mamá no esté.
Amelie se puso a llorar y le gritó que eso no era verdad.
No entiendo porqué le responde si sabe que él la golpeará, siempre que bebe se pone así, es sólo que pareciera que Amelie aún tiene muy en el fondo la esperanza de que papá sea el mismo que es cuando está sobrio.

¿Cómo puedo extrañar a mamá si nunca la conocí?
¿Nuestras vidas serían así si estuviera aquí?

Las pocas veces que he logrado hablar con papá sobrio, ha dicho que me parezco mucho a ella.

Quisiera llorar, pero si lo hago estoy segura que Amelie no parará por mi culpa.

Donde sea que estés, siento que por nosotras hubieras muerto, mamá.

Ojalá que donde sea que estés nos ames tanto como nosotras a ti.

Mi deseo de cumpleaños es no tener más cumpleaños.

Querida mariposa:

Carsten vino de visita, la última vez que nos vimos fue el verano pasado antes de que se fuera a Alemania con su familia.
Me alegra que volviera, aunque sigue confundiendo nuestra amistad.
Según él; salir a pasear al parque quiere decir que somos novios, pero no podría estar más equivocado.
No quiero un novio, ¡sólo tengo catorce!


Querida mariposa:

Hoy Amelie me llevó a comprar un vestido, y no es que realmente necesitara uno, pero me dejé llevar sólo para verla feliz fuera de casa.

Resulta que el vestido terminó volviéndose mi favorito, pero no pienso decírselo.

Cuando pasamos por el parque vi a un joven con un cuaderno de dibujo, se veía demasiado sospechoso con la voina que usaba, así que disimuladamente intenté ver qué hacía. Tal parece que los artistas están en todos lados y son quienes menos esperamos. ¡Ese chico dibujaba hermoso!

Espero encontrarlo nuevamente para pedirle un dibujo.

Querida mariposa:

Papá destrozó el estudio otra vez.

Este día sólo quiero dejar de existir.


Querida mariposa:

¡Amelie me regaló una suculenta!
¡Está hermosa! ¡Quiero muchísimas más!

Algún día tendré mi propio invernadero.


Querida mariposa:

Me duele mucho el pecho, me cuesta respirar...
No quiero que amanezca, prefiero quedarme en el silencio de la noche.
Quizás deba ir a la habitación de Amelie y dormir con ella. Tomar su mano siempre me tranquiliza, incluso cuando ronca por el cansancio logra calmarme.


Querida mariposa:

Me encantaría tener un padre como el de Nathalie.
Un hombre honrado y gentil.
El señor Sancoeur es la persona que más admiro en la tierra.

Querida mariposa:

Papá dijo que estudiaríamos en casa. No quiero... Con todas las fuerzas el mundo deseo que no sea así.

Querida mariposa:

No sé qué hará papá cuando se entere que por la noche entro a su despacho y me robo los libros que eran de mamá.

Quisiera que la casa tuviera más luz y vida.

Amelie discutió con papá sobre matrimonio, le dijo que en unos años más tendría que casarse con quien él escogiera y que tendría que ser alguien que cuidaría bien de la fortuna Vanily.

Debería confiar en nosotras cuando el momento de tener la herencia de mamá llegue. Nunca podremos encontrar alguien lo suficiente honrado para no aprovecharse de nuestra fortuna.

Sé que Amelie quiere conocer el mundo, sé que ella no quiere casarse por conveniencia. Amelie es un alma demasiado alocada para seguir las instrucciones de papá sin cuestionarlas.

Espero que Amelie algún día encuentre alguien digno de todo lo maravillosa que es.

Querida mariposa:

Alim me compró un helado; creo que me gusta un poco... Me hace sentir ligera, pero de seguro es sólo algo pasajero. Simpre ha sido gentil y de seguro sólo me ve como una hermana menor.
Si nos besaramos quizás me vería con otros ojos o de plano dejaría de ser mi amigo.

Querida mariposa:

Me quedé hasta tarde en el parque, realmente no me di cuenta cuando el sol ya se estaba ocultando. Alim pasaba por ahí y se molestó conmigo por despistarme, dijo que era peligroso quedarme hasta esas horas sola.
Comenzó a gritarme que era inconsciente, nunca lo había visto así, pero me molestó lo suficiente para empujarlo e irme a casa corriendo.

¡Ese idiota! ¡Ni que fuera mi padre!

—Tal parece que se preocupaba mucho por ti. —Marinette cerró un momento el diario y miró el techo de su habitación.

Las lágrimas se acumularon en sus ojos y el nudo en su garganta comenzó a estrujarse cada vez más, sofocandola cada segundo que pasaba. Abrazó la almohada de Adrien y lloró con más fuerza al darse cuenta que aún no estaba, que su olor ya se había desvanecido y que le costaba recordar la sensación de felicidad junto al calor de su cuerpo por las noches.

Sabía que Adrien pudo dejarle el diario, porque sólo él sería capaz de escribir ese mensaje; pero también cabía la posibilidad de que alguien lo tuviera y lo obligara a hacerlo.

Cuando pudo calmar el llanto, decidió darse un descanso de la lectura y fue al baño a lavar su rostro; sus ojos estaban hinchados y rojos por las lágrimas.

La puerta principal sonó, así que con toda la mala gana bajó al primer piso para ver de quien se trataba a esas horas. Su cabello rubio y su expresión afligida en su rostro la sorprendió, fue un impulso demasiado natural de su cuerpo, así que sólo lo abrazó como si no existiera un mañana.

—Marinette... —él evitó tocarla, sin comprender qué pasaba y porqué sus ojos se veían tan rojizos. —Kurtzberg dijo que...

—Por favor... Félix, abrázame. —murmuró con la voz rota. —necesito que me abraces. —suplicó cerrando sus ojos, imaginando que su cuñado era realmente su esposo, quién había vuelto a casa luego de un largo día de trabajo, feliz de encontrarse con su mirada llena de ilusión por unir sus labios, como si no hubiera más agua en el mundo.

—Marinette, me estás ahogando. —ella no se alejó, ignoró completamente sus protestas y él no pudo más que quedarse ahí, dejando que su calor lo envolviera, incluso que se sintiera abrumado por pensar nuevamente en donde diablos estaría su hermano a esas horas; lejos de un hospital y con una cirugía reciente. —Marinette.

—Sé que había dicho que esto no se repetiría. —murmuró apegando más su mejilla a su pecho. —p-pero... Ya no sé qué más hacer. No soy tan fuerte... Tenías razón, soy patética. Cada cosa que intenté no funcionó, incluso casi te mato y terminé traicionando a Adrien en el proceso; te provoqué.

—Eso no es importante, creí que ya lo habías olvidado.

—Lo intenté todo, Félix. Te lo juro por lo más sagrado. Busqué por mi cuenta, pegué carteles por casi toda la ciudad, gasté nuestros ahorros para poner su foto en el periódico, incluso pedí favores a una amiga en China y aún así no logré encontrarlo... El agente Lahiffe dijo que podría estar muerto, y aún así seguí pensando en que eso sería imposible, ¿por qué? Por una patética idea de que él jamás me dejaría sola, porque lo prometimos, porque... Porque nos amamos; y me tienes aquí, abrazándote y rindiendome otra vez en la desesperación porque no soporto la idea de aceptar que él no volverá a entrar por esta puerta, que no oiré su voz llamarme desde la sala.

—Lo siento.

—¿Lo sientes?

—Cuando cometo un error puedo reconocerlo. Te culpé injustamente en un principio, no sabía todo lo que hiciste para intentar encontrarlo. —Félix alzó un poco sus manos, sin llegar a tocarla del todo. Sus dedos temblaron un poco, pero aún así y con la dificultad terminó por abrazarla. —no soy muy bueno consolando a las personas en general, pero hoy... Vi que te preocupé cuando no me contraste en el hospital. Gracias y lo siento. Nuestra relación no es la mejor de todas, pero aún así tu estuviste al pendiente de mi.

—Somos familia... Una vez lo dijiste.

—Bien. —palmeó dos veces su espalda, intentando soltarse, pero ella no lo hacía. —creo que fue suficiente.

—Espera, sólo un poco más. —Marinette alzó su cabeza y lo miró hacia arriba, perdiéndose sin querer en sus facciones; deslizó sus manos hacia su rostro y por impulso estuvo dispuesta a besarlo si él no sé hubiera alejado.

—Creo que es mejor que me vaya. —aclaró su garganta. —sólo quería saber si estabas bien.

—Félix... ¿Podrías quedarte? —él abrió un poco sus ojos ya dispuesto a darse media vuelta. —por favor... No quiero estar sola.

—No.

—¿Por qué no?

—Porque no creo que sea prudente, no corresponde. Acabas de casi besarme y ¿quieres que me quede? Entiendo que no te sientas bien, incluso acepto que mucho de eso es por mi culpa, pero aún así soy consciente que Adrien y yo tenemos la misma cara. No es bueno que lo veas en mi, cuando claramente no lo soy.

—Yo...

—No estoy dispuesto a alimentar tu fantasía, Marinette. Por tu bien y por el de mi hermano.

—No es que quiera... —cubrió su rostro con ambas manos. —no quiero eso, perdón. De verdad no quiero estar sola.

—Buenas noches, Marinette.

══════◄••8••►══════

Nathaniel buscó con sus ojos por los pasillos hasta que dio con ella, quien revisaba unas hojas en una tablilla; sonrió con algo de nostalgia.

—Doctora brillitos. —comentó, logrando que Bridgette saltara en su sitio sorprendida. El pelirrojo no pudo evitar reír desde su garganta. —lo siento.

—Casi me matas del susto. —susurró, recuperando el aire. —¿qué haces en el hospital a estas horas?

—Estaba cerca, así que pensé en dejarte un bocadillo nocturno. —alzó su mano, mostrando así que llevaba una bolsa de papel. La azabache levantó una ceja y estudió críticamente al joven. —¿qué?

—¿Y cómo sabías que estaba de turno?

—Supongo que sólo fue suerte. —se encogió de hombros. —bueno, eso y que pregunté en recepción si la Doc. Bridgette estaba por aquí. —ella sonrió y tomó la bolsa. —no quisiera incomodarte, es sólo que... Cuando nos encontramos no pudimos hablar.

—Me soprende que me reconocieras.

—¿Por qué no lo haría?

—Oh, vamos. ¿Qué edad teníamos la última vez que nos vimos? ¿Cuatro? No niego que te vi en algunas revistas, es sólo que... Como sea, no es el lugar ni el momento para hablar tanto. Debo volver al trabajo, tengo pacientes que revisar.

—Entiendo, discúlpame por... Ya sabes. —señaló el lugar. —sólo... Es eso.

—Nathaniel, ya debo irme. —lo miró un poco lastimera. —lo siento, podemos hablar en otra ocasión con más calma. —avanzó dos pasos y alzó la bolsa. —gracias por esto, no sabes lo mucho que me servirá.

—No hay de que. —asintieron brevemente. —nos vemos.

—Adiós.

—Bridgette. —llamó antes de que acabara por irse y ella se volteó. —de verdad... Me alegro mucho de verte. —sonrió.

—Yo también. —sacudió su mano y desapareció por uno de los pasillos con pasos rápidos.

Nathaniel suspiró y metió sus manos en los bolsillos del pantalón, siguiendo los pasos por donde había entrado. Sacó las llaves de su auto y cuando tuvo la intención de entrar, su celular comenzó a sonar.

—¿Diga?

—Señor Kurtzberg, buenas noches. ¿Cree que tenga tiempo para hablar un poco?

Se podría decir que tengo tiempo, pero me da curiosidad qué podría necesitar hablar conmigo, señorita Tsurugi. Por la mañana no es que tuvieramos una charla muy amena que digamos.

—Es algo personal.

—¿Y qué tiene que ver conmigo?

—Lo sabrá cuando hablemos.

—El misterio no va conmigo.

—Si no habla conmigo me encargaré de fundir a su familia en la cárcel.

—¿Eso debería asustarme o importarme?

—¿Qué demonios?

—Usted mejor que nadie sabe que la familia puede ser el mismo infierno, señorita. Pero como soy curioso, le daré algo de mi tiempo. Envíeme la dirección.

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