Capítulo 34
6 de mayo, 2012.
—Cariño, falta atender la mesa siete.
—Enseguida voy. —respondió por lo alto Marinette, tomando su pequeña libreta, dirigiendo sus pasos lejos del mostrador; mientras su madre hacía un café a sus espaldas. —buenos días, ¿qué desea ordenar? —comentó con una sonrisa, la cual se amplió al divisar los ojos turquesa de su amigo detrás de la carta.
—Quisiera una ración de sonrisas y una malteada de chocolate.
—Muy gracioso, lamento decirle que se nos acabaron las sonrisas. —alzó una ceja conteniendo una carcajada, pero le fue imposible. —¿qué haces aquí?
—Iba a comprar algunas pinturas que se me terminaron y te vi desde afuera. ¿Te tocó trabajar?
—Mamá y papá necesitaban ayuda hoy, así que aquí me tienes. —mostró su delantal con orgullo y tomó asiento un momento frente a él. —aunque mi turno acaba en veinte minutos, ¿Quieres que te acompañe? De todos modos también necesito comprar algunos materiales.
—Sabes que sí, te espero. Aunque de todos modos quiero esa malteada. —Marinette se soltó a reír y escribió su pedido en la libreta.
—A la orden, señor cliente. —hizo un saludo militar y se levantó hacia el mostrador nuevamente. Nathaniel no pudo evitar verla alejarse con una sonrisa que deslumbraría a cualquiera que lo viera.
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—¿Y qué es lo que estás pintando? —preguntó sin dejar de caminar a la par de él.
—Por el momento estoy visualizando el paisaje, aún no estoy seguro de qué plasmar como principal.
—¿Y ya terminaste la escultura?
—Me faltan algunos detalles, pero creo que sí. ¿Tú no? —Marinette tomó su cabeza con ambas manos y la sacudió enérgicamente.
—¡No! ¡Te juro que no he tenido tiempo para nada! De hecho eso es lo que necesito comprar.
—Pero, no es necesario que la compres. —el pelirrojo rio un poco y guardó sus manos en los bolsillos de su pantalón. —yo tengo arcilla de sobra en mi departamento, te daré lo que necesites y así te ahorras comprarla.
—¡Lo hubieras dicho antes! —golpeó su hombro ligeramente.
—Si me hubieras dicho lo habría hecho. Oh, aquí es. —se detuvo frente a la tienda y le abrió la puerta. —vamos.
Nathaniel sabía exactamente lo que necesitaba, así que no dudó al momento de pedirle al encargado del local las pinturas. Marinette por otro lado, se distraía viendo los estantes llenos de libretas y lápices de distintos grados, entre carboncillos y demás.
—¿Te interesa algo? —preguntó Nathaniel cerca de su hombro, viendo hacia dónde ella lo hacía.
—No debería... Me refiero a que sería una pérdida de tiempo. —rodó los ojos y sonrió como acostumbraba, gesto el cual no fue aceptado del todo por su amigo, quien le dio un ligero empujon con su cabeza.
—Anda, pide algo. No es una pérdida de tiempo si te ayuda a despejar la mente.
—Nath...
—Si no lo escoges tú, lo haré yo.
Marinette mordió su labio inferior algo ansiosa y soltó una pequeña risa cuando Nathaniel volvió a empujar su hombro con su cabeza; apuntó en el mostrador algunos lápices específicos y una pequeña libreta de color marrón.
—Disculpe. —llamó el chico al vendedor, quien lo miró a la distancia. —queremos llevar esto también. —señaló el mostrador y rápidamente fue a su encuentro.
Se vieron como si hubieran cometido una travesura y cuando el pelirrojo terminó de pagar, salieron de la tienda con dos bolsas de papel en sus manos.
—¿Cuánto costó esto? —cuestionó la azabache, siendo completamente ignorada por su acompañante. —Nath, te estoy hablando.
—Nada, es un regalo. —canturreó avanzando por la acera, seguido por ella en todo momento. —que quede claro que no aceptaré dinero alguno por esto. —alzó su dedo con seriedad; Marinette no pudo más que aceptar lo que decía, ya lo conocía lo suficiente como para saber cuando hablaba muy en serio.
No tardaron mucho en llegar al departamento de Nathaniel. Marinette con un sentimiento extraño se adentró primero, observó todo el gran espacio a su alrededor, manteniendo sus manos juntas sujetando la bolsa de papel con el regalo de su amigo dentro.
—Ponte cómoda, iré por la arcilla. —Él cerró la puerta y le regaló una sonrisa, para después dirigirse a una de las habitaciones.
La joven no pude evitar ver las pinturas colgadas en las paredes y lo costoso que se veía todo, desde los jarrones, hasta los muebles de lo que parecía madera importada de la más alta calidad. Avanzó hacia el sofá y enfocó sus ojos en una fotografía sobre una de las mesitas a los costados del mismo; la tomó entre sus manos, reconociendo a Nathaniel bastante más joven junto a dos personas, suponía que se trataba de sus padres, aunque ninguno se veía muy feliz que digamos.
—Si le cuentas a alguien de esa foto no te vuelvo a dar arcilla. —Marinette saltó en su sitio y volteó a verlo algo asustada.
—Disculpa, no quise ser imprudente. —él dejó la bolsa sobre el mesón de la cocina y se acercó a su encuentro, tomando el cuadro de sus manos, mientras formaba una sonrisa un poco forzada.
—Es broma, no te preocupes. Mamá se encargó de decorar todo, esta foto está incluida en eso aunque nos sea de mi gusto.
—¿Por qué? Digo, no quiero ser entrometida. —hiz una breve pausa antes de atreverse a hablar. —Es sólo que cada vez que hablamos de tus padres te pones así y me cambias de tema.
—¿Quieres que te enseñe algo? —Marinette frunció el ceño y se cruzó de brazos.
—¡Ves! —Nathaniel no pudo evitar soltar una risa, dejó el cuadro en su lugar y tomó su muñeca, arrastrandola hacia la habitación de donde salió antes. —¿Esa es la señal para que no te pregunte sobre tus padres?
Nathaniel abrió la puerta de su estudio en silencio, dejando a la vista una gran ventana por donde entraba toda la luz del sol posible, habían atriles y bastidores por doquier, al igual que pinceles, pinturas y esculturas.
—No me habías dicho que tenías tu propio espacio para pintar. —Marinette se acercó entusiasmada hacia algunos bocetos sobre el escritorio. —son geniales.
—Supongo que a pesar de todo no puedo evitar hacer lo que me gusta.
—Nath, eres realmente bueno en esto. —comentó tomando algunas hojas para verlas de cerca. —¿por qué no cambias de carrera?
—Estoy bien así. —sonrió, pero esa sonrisa sólo lo hizo sentir un enojo creciente desde su estómago. No le gustaba mentirle a Marinette con lo que realmente quería, y sobretodo no le gustaba mentirse a sí mismo, pero mostrarse confuso sobre una decisión no era una opción.
—No me mientas tan descaradamente, Nathaniel. Sé que tu padre nunca te habría dejado estudiar arte, pero al fin y al cabo es tu vida, ¿no? Eres muy listo, así que podrías de alguna forma arreglartelas por tu cuenta...
—Marinette, creo que hay cosas que no entiendes del todo. —continuó sonriendole. —Soy consciente de que tienes la mejor intención con lo que me dices, pero dejémoslo así. Esto es sólo un pasatiempo nada más.
—Nathaniel, mira a tu alrededor. —alzó sus brazos señalando a todos lados. —¿realmente esto te parece un pasatiempo? ¡Eres muy bueno en esto! Y sabes que no es algo que le digo a cualquiera, sólo te hace falta un pequeño empujón para que te des cuenta.
—Que sea bueno en algo, no quiere decir que sea para mi realmente. —tomó lugar frente a la última pintura en la que estaba trabajando y suspiró. —hay una gran diferencia entre lo que soy bueno y entre lo que debo hacer. Tú eres un claro ejemplo de eso; no sigues tu sueño porque le resultaría demasiado difícil a tus padres, ¿cierto? —Marinette guardó silencio viendo sus manos sobre la mesa; se sentía un poco hipócrita empujando a su amigo hacia lo que le gustaba siendo de que ella no lo hacía. —en mi caso es algo similar o quizás simplemente es algo que siempre supe desde que tengo uso de razón. No te lo he dicho directamente porque temía que quisieras acercarte a mi con otra intención, pero al conocerte mejor, sé que no es así, entonces ya no me importa mucho decirte que en realidad mi familia es un tanto importante, y con importante me refiero a de bastante dinero a decir verdad.
—Ya lo sabía, pero eso no es relevante para mi. Pensé que si no lo habías mencionado es porque tampoco te importaba mucho, pero tal parece que no era así del todo.
—Lo siento, Marinette. —cubrió la pintura con una manta blanca. —desde niño me enseñaron a ser una persona desconfiada y cuando comencé a conocer gente me di cuenta del porqué. Ser parte de una familia de apellido importante siempre te tendrá en el ojo crítico de todos, no importa que tan bien hagas algo, si cometes un error te comerán vivo sin importar la edad que tengas y a veces no importa lo bien que hagas algo porque nunca será suficiente.
Guardó silencio por varios minutos, los cuales fueron suficientes para que Marinette se preocupara y se acercara para tomar su hombro. La mirada que Nathaniel tenía en ese instante, le recordaba un poco a la de Adrien cuando estaba al límite con todo el trabajo cargado. Familias importantes, dinero, apariencias... ¡Que tontería!
—¿Estás bien? —Nathaniel aclaró su garganta y sonrió nuevamente.
—Claro que sí, discúlpame. Creo que hablé demás y de seguro estás un poco molesta por no mencionarte sobre mi familia. —ella negó con la cabeza.
—Nath, nos conocemos hace varios meses y quizás no sea lo suficiente de confianza, pero quiero que sepas que sin importar nada yo estaré para lo que necesites.
—Gracias... —murmuró. —creo que eres la primer amiga de verdad que tengo. Me siento un poco patético al confesarte eso. —ambos rieron a la par. —pero me alegro de haberte conocido, Marinette.
—Lo mismo digo... ¡Por cierto! ¿Qué es este cuadro? —iba a descubrirlo cuando su amigo lo evitó a toda costa.
—Es un secreto, aún no está terminado.
—Sólo quiero verlo un poquito. —él negó con la cabeza, soltando una carcajada al ver su expresión molesta
—Cuando lo acabe serás la primera en verlo, lo prometo.
—Más te vale.
—¿Quisieras quedarte a almorzar? O si quieres salimos por algo, no lo sé, como tu prefieras. —Marinette lo miró un momento con sorpresa, pero después con algo de tristeza.
—Lo siento, no puedo. Hoy Adrien tiene libre y es casi el único día en el que nos juntamos. Ya sabes, por su trabajo tiene muy poco tiempo.
—Cierto... —asintió algo decaído, pero se recompuso al instante. —se me había olvidado, lo siento, ando con la cabeza en otro lado. —rió un poco. —entiendo, tienes que pasar tiempo con él.
—Lo dejamos para otra ocasión.
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—Perdón, princesa. Me habría negado, pero justo mi padre escuchó y cuando vio que iba a posponerlo puso esa cara de "hazlo o será peor para ti" —agravó un poco su voz haciéndola reír.
—Supongo que no hay nada que hacer.
—Igual estoy trabajando en adaptar a Kagami a la ciudad y su gente; es un poco difícil porque pocas veces estuvo tanto tiempo fuera de su casa en Japón.
—Entiendo. —miró el suelo, como si buscar hormigas fuera lo mejor del mundo.
—Amor, ¿todo está bien? Si realmente quieres cancelaré todo y voy contigo.
—No, estoy bien. No es necesario que canceles nada, tendrás problemas con tu padre si lo haces. Ve con esa chica y pasala bien, no te preocupes por mi; un amigo me invitó a almorzar, así que pasaré la tarde con él. Aprovecharé de pedirle ayuda con algunas cosas de la universidad.
—Genial, entonces no hay problema. Intentaré hacerme tiempo entre la semana o si quieres hoy me quedo contigo, ¿qué dices? Aunque me tendría que ir temprano en la mañana.
—¿Sería bueno? Me refiero a que estarás cansado y tendrás que madrugar para llegar al trabajo, luego la universidad. Quizás sea mejor que descanses en tu casa.
—Sabes que no es un problema para mí y estar contigo me llena de energía.
—Podemos vernos otro día. —murmuró, con una ligera presión en su pecho.
—Está bien, pero te compensaré nuestro domingo, lo prometo.
—Ajá...
—Marinette, te amo.
—Te amo. Cuídate.
—Tú también y no te desgastes estudiando.
—Nos vemos. —miró la pantalla un momento y luego la llamada se cortó.
Marinette hizo una mueca, soltó todo el aire que contenía y volteó a ver el edificio del que había salido recién, caminó devuelta saludando en recepción nuevamente antes de subir al ascensor.
Cuando golpeó la puerta, Nathaniel no tardó mucho en abrir; la miró algo confundido, pero luego comprendiendo más o menos la situación, sobretodo con la falsa sonrisa que ella tenía plasmada en su rostro.
—¿Aún está disponible esa invitación a comer?
—Pasa. —le abrió el paso y ella se desparramó sobre el sofá, viendo perdida a la nada. —¿pregunto qué pasó o prefieres que te distraiga?
—Me quedo con lo de distraerme.
—En ese caso. —se acercó y tomó sus manos haciéndola ponerse de pie. —ayúdame a cocinar. —le sonrió y ella no pudo evitar hacer lo mismo, pero ahora de manera más sincera. —ven, ven, no te quedes ahí.
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—Adrien, ¿estás listo? —Kagami se asomó por la puerta de su habitación y la golpeó aunque ya estuviera abierta. Lo vio un poco perdido en sus pensamientos, sujetando su teléfono entre sus manos. —¿Adrien?
—Kag, digo, sí. —sacudió su cabeza ligeramente y sonrió en su dirección. —¿tienes todo el equipo?
—Sí, ya está en tu auto. —él se puso de pie y tomó su bolso deportivo que estaba a los pies de la cama.
—Vamos, ya quiero ver que tanto puliste tu técnica con los años. —salieron a la par de la habitación y bajaron las escaleras.
—Yo quiero ver si dejaste de ser tan despistado. Tengo muy en mente nuestra última competición, y esta vez no me dejaré vencer por tus pequeños errores. —ella se adelantó y le sonrió como pocas veces antes de abrir la puerta principal de la casa. —así que prepárate.
—Si vas en serio, daré mi mayor esfuerzo.
—Lo mismo digo.
—Aunque si hubiera cometido errores como dices, ¿no deberían haber sido una ventaja para ti?
—Me distraían, entonces no se convierten en ventaja. Ganas una pelea con honor hasta el final, incluso si agachas la cabeza debe ser con dignidad. —se detuvieron frente al auto y se vieron fijamente.
—Entonces me disculpo por ser una distracción para ti. —se soltó a reír, posando una de sus manos sobre su cabeza un instante. Kagami se sonrojó sin previo aviso y miró un punto muerto en su camisa, sintiendo la calidez de su mano. —se nos hará tarde, vamos.
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