Capítulo 33
3 de mayo, 2012.
La puerta principal se abrió, tanto Gabriel y Kagami vieron en esa dirección aunque la puerta del comedor estuviera cerrada. El mayor limpió con una servilleta sus labios y alzó una ceja cuando Adrien hizo aparición.
—Buenos días, padre;—saludó con una sonrisa cumplidora, luego dirigiendo su mirada hacia la acompañante de su padre en ese instante; una azabache de rasgos asiáticos que no veía hace varios años atrás. —y buenos días, Kagami.
—Hasta que nos honras con tú presencia. —comentó el mayor con cierto tono de molestia, uno que no pasó para nada desapercibido por el joven, quién optó por meter las manos en los bolsillos de su pantalón.
—Recuerdo haberte mencionado que probablemente no llegaría ayer por la tarde.
—No dijiste nada sobre toda la noche. La señorita Tsurugi te estuvo esperando desde que llegó del aeropuerto. —entrecerró sus ojos. Kagami formó una fina línea en sus labios y dejó los cubiertos sobre la mesa nuevamente, oyendo en silencio aquella pequeña disputa.
—Siento la descortesía de mi parte, Kagami. —ella levantó su mirada hacia sus verdes, gentiles como recordaba. —tenía planes antes de saber que llegabas ayer. —Ahora Adrien miró a su padre con recelo, pero suavizó su expresión cuando la voz de la chica llegó a sus oídos.
—No te preocupes, Adrien. Entiendo que ya tenías un compromiso y no es bien visto cancelar por otro de último momento.
—Aclarado el asunto. —él aplaudió dos veces y sonrió. —en una hora tengo una sesión y en dos tengo que ir a clase, así que si me disculpan... Tomaré una ducha. Provecho. —se despidió con soltura y antes de desaparecer por completo por la puerta, volvió a asomarse. —Kagami, ¿vienes? —ella abrió un poco sus ojos sin comprender del todo.
—¿A ducharme contigo? —cuestionó con extrañeza y Gabriel casi se atragantó con el sorbo de café que había bebido. Adrien por otro lado, se contuvo de soltar una carcajada y la miró directamente.
—No, claro que no. Pensé que preferirías acompañarme a la sesión en vez de quedarte aquí, además, más tarde tenemos clases, podemos ir directo y con suerte si salimos un poco antes de la sesión, te podré hacer el recorrido por la universidad. —Kagami asintió analizando sus palabras, se puso de pie viendo a Gabriel directamente e intentó formular una oración coherente para disculparse por irse en medio del desayuno.
—No te preocupes, ve con Adrien. Yo tengo asuntos que atender en unos minutos.
—Está bien, gracias y discúlpeme señor Agreste. —inclinó un poco su cabeza y movió la silla encontrándose con Adrien en el humbral de la puerta. —subiré por mis cosas. —informó al rubio.
—Nos vemos en cinco minutos.
Kagami fue la primera en irse. Adrien estaba dispuesto a marchar también, pero Gabriel le hizo un gesto para que se acercara, así que algo resignado acabó por caminar hacia la mesa. Apoyó su cuerpo en una de las sillas, viéndolo lo más relajado que podía.
—¿No vas a desayunar?
—Ya comí en casa de Marinette.
—¿Seguro?
—Si no hubiera comido, créeme que no estaría aquí. No es necesario que ahora que está Kagami muestres una preocupación paternal sobre mi desayuno, padre.
—Adrien...
—Me quedan tres minutos para ducharme, ¿algo más que decir?
—Si, hay cosas que quiero hablar contigo. No importa si llegas un poco más tarde a la sesión, llamaré para informar tu retraso. —Adrien abrió un poco sus ojos, una pizca de preocupación comenzó a acapararlo por el repentino cambio de actitud de su padre, ¿qué era tan importante como para retrasar su sesión de fotos? —vamos al despacho. —sin pensarlo dos veces, lo siguió en silencio hacia su oficina. Gabriel se encargó de cerrar la puerta a sus espaldas y se dirigió hacia el escritorio.
—Te escucho.
—Ayer tuvimos una discusión un poco desagradable y estuve pensando en todo lo que dijiste; sobre que quieres irte y casarte en algún momento.
—Casarme con Marinette. —corrigió cruzando sus brazos. —soy consciente que te opondrás, pero no es algo en lo que puedas decidir sobre mi vida.
—Eso lo tengo más que claro. —tomó el suficiente tiempo para pensar en lo que diría; Adrien no estaba seguro de cómo reaccionar por haberle dado la razón. —Cuando tenía tu edad, mi padre me comprometió con una joven, —suspiró viendo un momento por el gran ventanal a su costado. —alguien de una buena posición y para ser sincero, era alguien con quien yo me llevaba muy bien, es sólo que... yo quería a tu madre. —sonrió con tristeza. —las cosas fueron difíciles en ese entonces; tu madre y yo sufrimos por mucho tiempo en silencio, y es algo con lo que aún siento culpa, porque la hice esperar más de lo que debería, porque sabía que romper ese compromiso traería dolor a muchas personas a nuestro alrededor.
—Yo... —eran tan extraño oírlo hablar de su madre, es posible que pudiera contar con sus dedos las veces que Gabriel la hubiera mencionado en su vida. —No sabía eso.
—Hay muchas cosas que Nathalie te dirá por su cuenta, pero también hay otras con las que sabe que es mejor ser prudente. —hizo una breve pausa, tomando asiento de una vez. —Te digo esto porque nunca te obligaré a casarte o estar con alguien que no quieras, Adrien; incluso si la persona que escojas no es de mi agrado; lo mismo va para tu hermano. Puedo ser muchas cosas, pero nunca como mi padre. —apretó sus manos sobre la mesa, conteniendo la respiración unos segundos, hasta que la voz de Adrien lo hizo aterrizar en la realidad, a esa cruda realidad lejos de los amargos recuerdos.
—El abuelo... ¿Fue muy estricto contigo? —Gabriel aclaró su garganta y respiró profundamente.
—No es bueno hablar mal de los muertos. —su expresión volvió a la seriedad, con una postura elegante. Adrien no acabó por convencerse con su respuesta; le intrigaba enormemente saber cómo había sido la vida de su padre cuando era más joven, y es que las pocas veces que se mencionaba a su abuelo, su rostro cambiaba casi tanto como su actitud y no le gustaba, porque muy en el fondo sentía que su padre ocultaba demasiadas cosas, tantas que quizás le pasarían la cuenta algún día. —cambiando un poco de tema; pasaste estos días fuera y no es primera vez, entiendo que es normal, pero de todos modos no está demás decirte...
—¿Acaso me vas a dar la charla? —el rubio sacudió sus pensamientos, estaba seguro que no podría sacarle información a su padre sobre su pasado, así que fingió una carcajada. —déjame decirte que Nathalie se te adelantó a los quince, padre.
—Cuídate, Adrien. Independiente de que confíes mucho en tu novia, no quiere decir que no puedan haber accidentes y un accidente así a tu edad es complejo.
—Papá, aunque lo dudes, con Marinette hemos hablado de familia en un futuro, pero todo planeado. No es algo que tomemos a la ligera, sabemos que requiere de mucha responsabilidad, ya no somos niños.
Gabriel lo observó en silencio; había crecido más rápido de lo que pudo darse cuenta y Nathalie no hacía más que recordárselo cada vez que podía, sólo que ahora fue el momento en que pudo caer en cuenta. Un recuerdo fugaz pasó por su mente, uno donde por un instante vio a dos niños corriendo por esa misma habitación, acompañados de risas y tropiezos; pero no, Gabriel Agreste no mostraría debilidad ante fantasmas del pasado, él no se mostraría vulnerable ante su hijo y ante nadie, porque... ¿Cómo puedes ser el pilar de alguien si muestras debilidad?
Gabriel vivía así día y noche, con ese pensamiento errado y forjado por los eventos desalentadores en su vida, lamentablemente, difícil sería que eso cambiara si le había resultado por años su actuar.
—Lo otro que quería hablarte es sobre Kagami; la prensa estará sobre ella estas primeras semanas, así que te pido que seas prudente en todo aspecto; si te acompañará, evita lugares concurridos, ya sabes como es todo este asunto.
—Se como va esto. Nathalie...
—Nathalie se tomará unos días, no está demás decírtelo. Su padre se encuentra delicado de salud, así que saldrá de la ciudad a partir de mañana.
—Entiendo... Espero que se encuentre bien y mejore. ¿Tú no irás con ella?
—Nathalie se negó, sabe que con su ausencia habrá más trabajo y prefiere hacerlo sola.
—Espero que todo salga bien... —hizo una breve pausa. —Quiere decir que con su ausencia todos mis deberes se suspenden, ¿cierto?
—Claro que no, no todos almenos. Nathalie organizó tu agenda por adelantado. —Adrien no pudo más que soltar un suspiro resignado. —por cierto, sobre lo de que te cuides no se encierra sólo respecto a tu novia.
—¿Qué quieres decir? —alzó una ceja algo confundido e intrigado.
—Kagami es de tu misma edad. Digo, no es que yo...
—Espera, espera, espera. ¿Qué se supone que estás diciéndome? —los verdes de Adrien se incendiaron por el enojo, incluso se podría decir que estaba indignado con su insinuación. —que sea joven no quiere decir que no tenga mis valores bien puestos. Yo nunca haría nada que lastimara a Marinette y mucho menos algo que dañara nuestra relación.
—No entraré en discusión, sólo es un consejo. La vida es mucho más difícil a como la ves ahora, Adrien. Muy a pesar de lo severo o estricto que a veces sea, todo lo que hago es por el bien de tu hermano y de ti; no lo olvides. —Gabriel bajó la mirada hacia unos papeles sobre la mesa y comenzó a ojearlos. —creo que eso es todo, puedes retirarte.
—Padre...
—He dicho que eso es todo. —su actuar sereno poco duró a opinión de Adrien, así que con una mezcla de sentimientos terminó por ceder nuevamente ante él.
—Que tengas un buen día, padre.
Gabriel miró sus verdes un momento antes de que acabara por salir del despacho, luego dirigió su mirada hacia una fotografía sobre su escritorio y la tomó rápidamente, sosteniendo el marco con fuerza entre sus manos, lo dejó en su lugar luego de varios minutos y tomó el teléfono.
—Buenos días, habla Gabriel Agreste. Sí, exactamente... Quisiera pedir un informe del rendimiento de mi hijo en los últimos meses. Entiendo, gracias por sus palabras; espero que Félix siga recibiendo el reconocimiento que merece por su esfuerzo y aptitud.
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—Vamos, Marinette. Prometiste que irías conmigo a la fiesta. —la chica hizo un pequeño puchero, logrando que la de ojos azules no hiciera más que soltar una risita.
—No lo sé, Fei. —la azabache siguió caminando por los pasillos, abrazando con más fuerza los libros que sostenía. —últimamente se me está complicando un ramo y no quiero distraerme más de lo necesario. Suficiente tengo con el taller recreativo.
—¡Pero todos irán! —exclamó alzando sus brazos para después acomodar su bolso cruzado. —incluso irán de otras universidades.
—Tengo varias razones por las cuales no ir. La primera y la principal es que necesito estudiar; le sigue que no conozco a nadie de ahí...
—Esa es la idea. Además, sólo es una despedida para los de medicina que se van de intercambio. Es tu oportunidad de conocer a más personas y forjar lazos a futuro. —Marinette volvió a reír y negó con la cabeza.
—Estoy bien con quienes conozco y a mi no me engañas, tú quieres ir por ese chico del otro día. —entrecerró sus ojos y la observó lo suficiente para lograr que un pequeño rubor apareciera en sus mejillas.
—No todos tenemos un novio supermodelo, hijo de un diseñador famoso y que además es millonario.
—Fei. —frunció un poco el ceño. —a veces hablas como si no conocieras a Adrien.
—¡Ya sé! ¡Ya sé! ¡Adrien es un pan dulce! Lo siento. —tomó su brazo, sacudiendola un poco. —si quieres te ayudo con esa materia de la que hablas, pero no dejes que vaya sola. Podrías invitar a Adrien también, no me importaría tocar el violín por un par de horas.
—Adrien está muy ocupado, dudo que su padre lo deje y aunque así fuera de seguro tiene la agenda toda planeada hasta ese día.
—Háblalo con él, estoy segura que se hará un espacio si se lo pides.
—Precisamente por eso... —suspiró deteniendo su andar un momento. —yo...
—¿Ocurrió algo? —Fei mostró la preocupación en su rostro al ver lo afligida que se mostraba su amiga, puso una mano en su hombro e hizo que se volteara. —Marinette, sabes que puedes decirme lo que sea. —la chica rápidamente cambió su expresión y sonrió con alegría.
—No pasa nada, no te preocupes. No sé si vaya a la fiesta, pero me esforzaré estos días para mejorar en las clases y luego te digo que tal. —le guiñó un ojo, no convenciendola del todo. Marinette vio a sus espaldas como Nathaniel se acercaba y fue a su encuentro con una sonrisa más sincera. —¡Nath! —el pelirrojo levantó la cabeza de su cuadernillo y sonrió ampliamente.
—Hey, hola. Creo que llegué a tiempo a menos que estés yendo tarde.
—Que no, aún hay tiempo. El taller empieza en diez minutos, los suficientes para ir al baño, ¿me tienes esto? —alzó un poco sus libros y el chico asintió tomándolos enseguida. —gracias, ya vuelvo.
—Te apartaré lugar. —comentó hacia atrás, viendo como la azabache desaparecía rápidamente, suspiró y miró los libros en sus manos un instante.
—Buenas. —Fei hizo que reaccionara, aclaró su garganta y puso una cara seria al instante.
—Hola. —un silencio incómodo nació entre los dos, el cual aumentaba con la mirada insistente de la chica hacia su persona. —¿tienes algo que decirme? —cuestionó Nathaniel con un tono severo.
—Desde el primer momento que te vi con Marinette supe tus intenciones, Nathaniel. —el chico hizo una mueca y alzó una ceja.
—Marinette y yo somos amigos, ¿eso en qué te afecta a ti, Fei?
—No me agradas; no me gusta la gente que aparenta ser alguien ante ciertas personas, y eso es exactamente lo que haces con ella. La miras con esos ojitos —apuntó sus orbes de manera circular con su dedo índice. —y te portas demasiado amable para mi gusto.
—Quizás porque me nace ser así con ella, ¿no se te ocurrió eso?
—Marinette no corresponderá lo que sientes. Esa chica desborda amor por su novio y lo sabes muy bien. Es un consejo más que una advertencia, no me gusta ver a las personas sufrir.
—No creo que sea algo que te incumba, Fei. Además, como bien dije: Marinette y yo somos amigos, y estoy bien con eso.
—¿Hasta que punto? Todas las personas se cansan de esperar, por mucha paciencia y devoción que tengan.
—Yo no haría nada que lastimara a Marinette. —Nathaniel bajó la voz acercándose a ella, viendo fijamente sus ojos.
—¡Fei! ¿Aún no vas a clase? —La voz de Marinette los hizo tomar distancia y cambiar rápidamente sus caras serias por una sonrisa. —uh, ¿interrumpo algo? —cuestionó con cierto tono pícaro, no muy bien recibido por ambos jóvenes.
—Ya me voy a clase, recuerda lo que hablamos. —la de ojos marrones ignoró su pregunta y le dio un beso en la mejilla, para después ver fugazmente al pelirrojo. —adiós, Nathaniel.
—Adiós. —el chico volteó en dirección a la puerta del taller y Marinette rápidamente se sumó a su lado cuando su amiga se fue. Empujó levemente el hombro de su amigo y le sonrió por lo bajo, buscando alguna reacción en su rostro. —¿por qué me ves así?
—Siento que llegué en mal momento, así que dime. ¿Te gusta Fei? —el chico no pudo más que soltar una carcajada, descolocándola totalmente. —estoy hablando en serio.
—Sólo fue una pequeña charla, no me gusta tu amiga.
—¿Ni un poquito? —Marinette hizo un pequeño puchero, logrando sacarle un suspiro cansado.
No estaba seguro si reír o llorar por lo despistada que resultaba ser Marinette a veces; o quizás era cierto lo que decía Fei, Marinette estaba tan enamorada que no se daba cuenta que sus sentimientos por ella no eran de una simple amistad, o quizás no quería aceptar que así fueran.
—Me gustaría que se conocieran, quizás tengan más en común de lo que piensas. —Nathaniel se detuvo algo molesto y ella ladeó el rostro en su dirección.
—No me gusta tu amiga, Marinette.
—Bien, no te pongas tan serio. —rió un poco para aligerar el ambiente. —sólo pienso que no es malo tener a alguien especial en tu vida.
—¿Y quién te dice que no lo tengo?
—Nath... —él se inclinó un poco quedando frente a sus ojos.
—Hay cosas que es mejor guardarse uno mismo o todo se puede salir de control.
—Nath, hay algo que quiero preguntarte. —apretó sus manos con fuerza y él tomó distancia viéndola en silencio. —estuve hablando con Luka algunas cosas y... —sabía a dónde iba eso y no estaba dispuesto a que fuera ella quien se lo preguntara.
—Vamos a llegar tarde, apresuremonos. —la rodeó y aceleró el paso hacia el salón, dejando a Marinette con las palabras en la boca.
No es que Nathaniel fuera un cobarde en enfrentar lo que sentía, porque ya intuía el resultado de todo si se confesaba, a pesar de guardar muy en el fondo una pequeña esperanza de ser correspondido, pero no era el momento, no era el lugar y mucho menos era como quería que fueran las cosas. Si Marinette debía enterarse de lo que sentía, prefería que fuera dicho por su propia boca y no por una pregunta de ella, forzada por ese chico de mechas azules.
Marinette por otro lado, intentaba convencerse de que todo lo que habló con Luka estaba errado, que Nathaniel sólo la veía como una amiga, porque eso sería menos problemático y porque realmente su amigo le importaba demasiado como para volver su relación incómoda con sentimientos no correspondidos de por medio. Inconscientemente hablaba de su novio frente a Nathaniel, sólo para dejar muy en claro sus verdaderos sentimientos, para que siempre supiera que no habría forma en la que ella podría dejar de amar a Adrien, aunque, sin darse cuenta, lo lastimaba y lo frustraba cada vez más.
No hay peor amor que el que es posible, pero no se llegó a tiempo.
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