Capítulo 32
13 de noviembre, 2009.
—¿Cómo vas con eso? —Félix ni se inmutó, siguió tecleando frenético en la computadora del estudio de su tía; Ryu por otro lado hizo una mueca cerrando el libro que leía desde la hora de almuerzo. —Si no compartes tus avances, dudo que pueda opinar al respecto.
—Aún no acabo, cuando lo haga te lo haré saber.
—¿Me recuerdas porqué acepté este trato?
—Porque soy muy listo y necesitas un cambio radical en el manejo de tu empresa. Debes usar todos los recursos que tienes para la fabricación de tus productos.
—Es lo que estaba pensando desde la semana pasada, pero...
—¿No se te ocurrió implementar la economía circular? —Ryu entrecerró sus ojos, y por primera en el día Félix lo miró directamente, deteniendo todo lo que hacía. —Estudié tus proveedores, desde los más veteranos hasta los más actuales.
—¿De verdad?
—Mi idea es implementar la economía circular. Son una de las empresas de tecnología más grandes del mundo. —Félix simuló una explosión en su cabeza. —me sorprende que se quedaran con un sistema tan obsoleto por tanto tiempo.
—Mi madre es muy tradicionalista.
—Están perdiendo recursos y ganan mala fama de paso. Es momento de utilizar los movimientos ecológicos a su favor y volverse parte de ellos también.
—Hay una sección de investigación experimental con recursos renovables y otra sobre exprimir lo máximo posible los materiales contaminantes.
—Eso es precisamente lo que tienes que explotar en este momento. Si generas un cambio ahora, te aseguro que las ganancias se triplicaran y de paso ayudas al planeta. —Cruzó sus brazos mostrando el orgullo en su rostro. —saca la sección de "experimental", vuélvelo oficial y principal. Por muy tradicional que sea tu madre, dudo que no acepte el cambio si es para beneficio de su patrimonio.
—No conoces a mi madre. —Ryu rió con amargura y suspiró. —me interesa lo que sugieres. ¿Puedo ver tu informe? —Apuntó la computadora y Félix rodó los ojos aceptando su petición. El azabache se levantó de la silla, fue a su encuentro, tomó el mando y comenzó a leer en silencio todo lo que había hecho el chico desde la mañana. —Oye, esto es muy complejo. ¿Cómo sabes hacer esto?
—No es que Amelie me prohibiera usar la biblioteca.
—Aquí hay un error. —apuntó la pantalla y el rubio se exaltó buscando rápidamente con sus ojos.
—¡¿Dónde?! —exclamó, quitándole el ratón y deslizando desde un principio el archivo.
Ryu sonrió por lo bajo, observando su perfil en silencio, admirando por completo como arrugaba su nariz y esta comenzaba a temblar ligeramente.
—No veo nada, ¿Dónde se supone que está? Lo estuve revisando cada vez que terminaba un párrafo y los gráficos están bien. Corresponden con los datos que... —Félix giró su cabeza, encontrándose el rostro de Ryu más cerca de lo que esperaba, frunció sus cejas un poco y cerró la boca cuando este se acercó casi rozando la punta de su nariz. —¿Qué se supone que haces?
—Tienes nervios de acero. —murmuró detallando su expresión confusa y seria. —es algo que te será muy útil en los negocios. Esa fuerza y agallas me sorprenden cada vez más. Mencionaste un cambio radical a una empresa de más de setenta años de trayectoria, que audaz.
—Supongo que quedarse estancado no es mi fuerte, al menos no cuando de trabajo se trata. —Mientras Ryu más se acercaba, Félix más se alejaba empujando la silla hacia atrás.
—Aunque tu imprudencia puede jugarte en contra, pero mientras aprendes a lidiar con eso, creo que no te será un problema mayor.
—Hace dos días...
—Estoy probando mi punto. Retrocedes como un pequeño cachorro asustado. —sonrió de lado y Félix acabó por arrugar sus cejas por completo, frenó la silla con sus pies, causando que Ryu chocara con sus rodillas y cayera casi encima suyo, sujetándose de los apoya brazos del asiento.
¿Realmente sólo estaba probando que él era infantil, provocándole? Es posible que el mayor simplemente estuviera usando esa excusa para liberar de una vez por todas todo lo que ha estado reprimiendo.
—¿Quién es el cachorro asustado? —cuestionó molesto, viendo sus castaños ojos con furia; sus mejillas se sonrojaron un poco y su respiración se volvió errática con su cercanía, el sentimiento naciente en su pecho lo hacía sentirse ahogado y extremadamente adolorido por alguna extraña razón.
Ryu tomó el cuello de su camisa y lo acercó con brusquedad, logrando que sus grises se abrieran con un poco de sorpresa por su acción, podía sentir su fuerza en ese agarre y muy por el contrario a una reacción temerosa, Félix miró su boca deseoso por lo que sea que pasara por la mente del azabache en ese momento, y es que realmente quería tenerlo cerca, aunque fueran nada más que unos minutos, anhelaba su cercanía sólo por un sentir reconfortante y cálido.
—¿Vas a hacerlo o te quedarás viéndome hasta que se haga de noche? —Ryu dejó escapar una pequeña risa y cerró sus ojos con pesar, soltó su camisa y se irguió tomando una distancia más amplia, sin apartar sus ojos de los grises de Félix, quien lo veía decepcionado desde la silla, intentando muy disimuladamente controlar su respiración. —Cobarde.
—Mocoso arrogante.
—Dinosaurio cobarde. —Ryu no pudo aguantar y soltó una audible carcajada, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón. Félix puso los ojos en blanco, se levantó rápidamente tomando su corbata y jaló de ella haciendo que la cabeza de Ryu obligadamente se agachara a su altura. —Si no lo haces tú, lo haré yo.
La mano del rubio comenzó a temblar involuntariamente, la duda y el temor lo invadieron cuando se aproximó cada vez más a sus labios. Ryu sólo lo analizó en silencio, sintiendo muy a flor de piel ternura por como reaccionaba el cuerpo del chico frente a él, sacó una mano de su bolsillo y tomó la de Félix para calmar su temblor, desarmó sus dedos uno por uno para que soltara su corbata y cuando tuvo oportunidad de sacar la otra mano de su bolsillo, la dirigió a su mejilla, acariciandola con paciencia.
—Te odio. —El de cabellera oscura sonrió, porque sabía lo mucho que le molestaba que pudiera ver a través de él, pero no dejaría de hacerlo. —eres odioso.
—Me ignoraste los últimos dos días.
—Dejaste muy claro que no querías nada de esto.
—No es así. Me tienes contra la espada y la pared, Félix; y no quiero arrastrarte conmigo, sólo eres...
—Si fuera un niño como dices, no estaríamos como estamos ahora.
Félix apretó su mano, mientras Ryu pasó su pulgar por su labio inferior, sintiendo como su saliva impregnaba mínimamente su dedo, acabando por rozar su boca con sus propios labios cuando limitó aún más la distancia en sus rostros. Esperó dos segundos, dos segundos que fueron los suficientes para que Félix acabara por caer rendido ente el impulso de besar sus labios. Se quitaron el aire sin contenerse, muy a pesar de que el rubio se mostrara nervioso con sus acciones y algo torpe también. La mano del azabache que aún sostenía su mejilla, se dirigió a su mentón y lo obligó a abrir su boca, dejando el paso libre para acariciar su lengua con la propia; Félix retrocedió por la impresión, pero Ryu lo siguió sin soltarlo, hasta que chocaron con una de las estanterías a sus espaldas.
—E-espera... Ryu, no puedo respirar...
Se separaron unos centímetros, con sus pechos subiendo y bajando repetidas veces. Félix cubrió la mitad de su rostro con uno de sus brazos y evitó mirarlo a la cara cuando sintió sus mejillas arder descomunalmente y un hormigueo viajando desde la punta de sus pies hasta la punta de sus manos. ¿Realmente había pasado o fue su imaginación? No lograba asimilarlo, y mucho menos al tenerlo tan cerca aún, sintiendo el aire escapando por su nariz chocando contra él y el calor de su cuerpo traspasar su camisa.
—Que lindo. —Ryu mostró sus dientes ampliamente y mordió su labio inferior viéndolo con una pizca de emoción en sus ojos. —Resulta que eres más tierno de lo que pensaba. —Félix descubrió su rostro y lo miró molesto. —Esa cara que pones lo único que provoca es que quiera besarte denuevo.
—No te veo intentarlo. —Ryu afiló sus ojos, posó su brazo a un costado de su cabeza en el borde de la estantería y apegó su cuerpo al del rubio, invadiendo su espacio casi por completo.
—¿Quieres que lo haga? Si respondes es posible que pueda cumplir tu deseo. —se acercó a su mejilla y la besó lentamente, hasta bajar por su cuello, respirando profundo el olor de su perfume. —dime antes de que me arrepienta de todo esto, Félix.
—Ryu... ¿De verdad no quieres enfrentarlo conmigo? —un largo silencio nació entre ambos, un incómodo y tortuoso silencio.
—No podemos desaparecer quienes somos.
—Pero si cambiar lo que seremos. Quiero poder decidir por mi mismo, por favor no me des la espalda cuando te necesito. Eres la única persona en la que puedo confiar aquí y la única persona con quien deseo estar todo el tiempo. Estoy... Estoy siendo muy sincero con esto. —tragó con dificultad cuando Ryu levantó su cabeza y volvió a verlo a los ojos. —te estoy mostrando verdaderamente mis sentimientos.
—Lo siento. —lo miró con tristeza y culpa; terminó por alejarse, dejándolo completamente desconcertado, con un sentimiento decepcionante en su pecho. —No puedo hacerlo.
—¿Por qué no? —su pregunta sólo hacía que el dolor en su pecho incrementara; ver la tristeza en sus grises era más difícil de lo que había imaginado. —¿es por mi edad? ¿Porqué no te gusto como tu a mi? ¿O es...? ¿Es que acaso hay otra persona?
—No, no es eso.
—¿Entonces? —Félix se acercó, pero el azabache retrocedió. Su acción sólo causó que ya no quisiera avanzar más en su dirección, así que se mantuvo donde quedó, bajando un momento su cabeza.
—Cuando seas mayor lo entenderás.
—¡No quiero entenderlo cuando sea mayor! ¡Quiero que me lo digas ahora! ¡Quiero oírlo de tu propia boca!
—Félix. —Ryu bufó, se acercó rápidamente y tomó sus brazos sacudiendolo un poco para que bajara la voz. —entiéndelo...
—¡Dime de una vez!
—¡Porque mi madre quiere descendencia! Ella... Ella haría todo lo posible para evitar algo entre nosotros si se enterara y tú, aunque no lo quieras aceptar, eres muy joven aún, tienes mucho por vivir todavía como para arruinar tu vida así. Cuando te besé, —juntó su frente con la de él y respiró profundo. —estabas temblando.
—Quería hacerlo bien... —murmuró. —no quería que me siguieras viendo como un niño. Temblaba porque tenía miedo de decepcionarte.
—Ahora también estás temblando.
—Porque estoy decidiendo besarte yo. —no le dejó escapatoria y simplemente volvió a unir sus labios, arrugó sus cejas al presentir que quería separarse, no le permitió ese capricho, deslizó sus manos hacia su nuca para evitarlo y Ryu no pudo más que aceptar rendido aquel arrebato desesperado de su parte.
—Félix... —una tercera voz apareció y reaccionaron con un grado de susto bastante elevado, separándose al instante, volteando hacia la puerta donde Amelie los veía con desconcierto.—¿Qué se supone que es esto? —sus tacones resonaron con fuerza contra el piso, se adentró hasta quedar en el centro de la habitación. Ryu fue el primero en reaccionar, acercándose a ella en una postura confusa a ojos de cualquiera que lo viera.
—Amelie, no es lo que estás pensando. —sin si quiera dudarlo ella encestó una bofetada en su rostro, fue tan fuerte el impacto que hasta Félix saltó en su sitio.
—¿Cómo te atreves? —cuestiono con el enojo desbordando de sus verdes. —te abrí las puertas de mi casa, deposité mi confianza en ti y... ¿Qué mierda haces con mi sobrino? —El azabache mantuvo la vista donde quedó con el impacto, oyendo y aceptando cada una de sus palabras. —¡Tiene diecisiete años!
—Amelie...
—¡Ve a tu habitación! —Félix cerró sus puños y se quedó quieto, viendo sus ojos desafiante. —No quieres que te obligue a hacerlo, Félix.
—Hazle caso a tu tía. —Ryu se enderezó y le habló por lo bajo sin mirarlo, Félix se acercó a él e intentó tocarlo, pero este no se lo permitió.
—Sal de aquí, Félix. —volvió a exigir la rubia, intentando controlar su respiración lo más que podía.
—¡No! ¡No pienso moverme de aquí!
—O te mueves o te saco. —sentenció la mujer.
—Quiero ver que lo intentes.
—Félix, ve a tu habitación. —insistió el azabache otra vez, optando por empujarlo del hombro hacia la salida.
—¡No quiero! ¡No hiciste nada! —Ryu usó más fuerza por la resistencia que el chico ponía y acabó por sacarlo por completo del estudio. —Ryu... No hiciste nada, fue mi culpa... Yo lo hice... —Lo calló posando una mano en su cabeza y le sonrió levemente como acostumbraba a hacer.
—Tranquilo, mocoso. Déjame hablar con Amelie y hacer que se calme primero.
—Pero... Tu mejilla... —tocó su rostro que había adoptado un color rojizo.
—Ve a tu habitación. —tomó su muñeca y quitó su mano delicadamente, cerrando después la puerta ante sus ojos. Félix no pudo más que bufar y ver con preocupación las grandes puertas de madera.
Amelie esperaba dentro con sus brazos cruzados y su pie martillando impaciente el piso, era muy avidente su enojo a estas alturas.
—Quiero una explicación ahora, porque te recuerdo que cuando comenzaste a venir, te dije que mi sobrino era sagrado para mí.
—Perdón. —él bajó su cabeza viendo sus pies y habló con la voz rota. —lo siento mucho, Amelie. Asumo toda la responsabilidad de esto, Félix no hizo nada.
—Ya eres un adulto y sabes muy bien lo que haces, puedes meterte con quien se te de la gana, pero no con mi sobrino. Es un niño, tiene diecisiete y lo sabes. Eres bastante consciente de la etapa que él está pasando y me parece insólito que quieras provecharte de eso, no pienso aceptar que lo confundas.
—No quiero aprovecharme de él.
—Félix necesita un padre y tu eres lo más cercano que tiene a eso en este momento. Si no te mantienes a raya, me veré en la obligación de cortar lazos contigo y tu familia, aunque me duela hacerlo, lo haré; sabes que sí. —Ryu levantó la cabeza y la miró a los ojos sin titubear.
—No puedo mantenerme a raya. —Amelie iba a hablar, pero no se lo permitió. —no puedo hacerlo porque yo lo quiero. Intenté que no pasara, lo intenté de todas las formas posibles, pero no pude. Te juro por mi vida que lo intenté. —la aflicción en sus ojos lograron que Amelie descruzara sus brazos.
—¿Te estás oyendo, Ryu? Félix es un niño, él no sabe lo que quiere aún.
—Félix es más maduro de lo que aparenta con sus acciones y lo sabes.
—No lo permitiré. —Negó absolutamente y apuntó su pecho. —no dejaré que esto siga avanzando y sabes bien la razón.
—Renunciaré a todo. —Amelie se jactó con una risa momentánea. —de verdad que si.
—Por favor, Ryu. No te engañes a ti mismo, tu jamás renunciarías a nada. ¿Sabes porqué lo sé? Porque nunca le dejarías la responsabilidad de todo a tu hermana.
—Amelie.
—No quiero oír una palabra más. Si Tomoe se entera de esto, sabes lo que haría, y no permitiré que mi sobrino sufra por culpa de tu familia. Así que tienes dos opciones; o hacemos como que nada de esto pasó y tú mantienes la distancia de mi sobrino; o te vas, no vuelves a pisar mi casa nunca más y cortamos todos los negocios existentes entre los Vanily y los Tsurugi. Tu decides.
—¿Y qué hay con lo que quiere Félix?
—Félix está bajo mi tutela, él hará lo que yo le diga y punto.
—Cría cuervos y te sacarán los ojos.
—No me importa quedar ciega. —hizo una pausa breve. —Te aseguro que no quieres ver a tu madre y Gabriel en disputa por esto. Tienes veinticuatro y Félix diecisiete, le harás más daño del que imaginas si esto continúa. Piensa bien lo que harás, Tsurugi Ryu, porque si mi sobrino sale lastimado, tendrás a los Agreste y los Vanily pisandote la sombra por el resto de tu vida.
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—¡Ryu! ¿Qué te dijo? —Félix se levantó rápidamente de su cama cuando vio al joven asomarse por su puerta; este sólo le regaló una sonrisa amable y con eso supo que nada salió como esperaba. —No...
—Oye, lo de hace un rato sólo fue un impulso. —el rubio negó con la cabeza repetidas veces, viéndolo con miedo por lo que salía de su boca. —no lo tomes tan a pecho, mocoso.
—Sabes que no es así, ¿qué tonterías dices? —cuestionó tomando su mano, buscando alguna pizca de mentira en sus ojos. —¿qué fue lo que ella te dijo?
—Lo que ya sabíamos, y tiene razón en todo.
—¡No lo pienso aceptar! —Ryu no borró su sonrisa y levantó su mano libre para desordenar su cabello de manera paternal. —Deja de hacer el tonto y tómate esto enserio.
—Tenemos dos opciones. —Félix volvió a negar con la cabeza, imaginando hacia donde iba eso. —me voy y no nos volvemos a ver nunca más; o me quedo como hasta ahora, manteniendo a raya nuestra cercanía y siendo tu mentor.
—¿Qué? ¿Qué clase de opciones son esas? ¡Tengo una mejor! ¡Me voy contigo y listo!
—Eso no va a pasar, Félix.
—¿Por qué no? Tú ya lo aceptaste... Fue evidente que lo hiciste. ¿Por qué sigues lo que Amelie dijo sin dudar? ¡Ella no puede dirigir tu vida también! ¡En unos días cumpliré dieciocho! ¡Puedo irme contigo!
—Félix, Félix, Félix... —tomó sus hombros para que lo viera a sus ojos, despejando su mente lo más que podía. —usa esa cabeza tan lista que tienes. —le dio un pequeño golpe entre sus cejas con sus dedos. —desde un principio sabías que esto no funcionaría; es mejor retirarse de la batalla antes de salir lastimado y si tengo que salir yo para que tu no lo hagas en un futuro, lo haré sin dudarlo.
—Yo no quiero salir de la batalla, y no me importa salir lastimado. Yo quiero esto. —Ryu cerró sus ojos con fuerza, apoyó su frente con la de él, sujetando su nuca en completo silencio.
—¿Recuerdas que me debes una? —Félix abrió sus ojos ampliamente y comenzó a sacudir su cabeza repetidas veces. —es momento de cobrar mi favor.
—N-no... No hagas esto, Ryu.
—Cuando crezcas lo entenderás. —el rubio tomó distancia y empujó su pecho con fuerza.
—¡Vete a la mierda! ¡Eres igual que ella! —volvió a empujarlo, lleno de frustración. —¡déjame solo! —apuntó la puerta. —¡vete! ¡No quiero oírte y mucho menos quiero verte ahora! —el azabache tuvo la intención de volver a acercarse, pero sólo miró el suelo saliendo lentamente de la habitación, lo único que oyó fue el golpe de la puerta cerrarse a sus espadas. Miró a su costado, observando a Amelie con sus brazos cruzados viendo ligeramente hacia arriba.
—Se le pasará en unos días. A la larga verás que fue mejor cortar ahora.
—Lo sé.
—La vida es injusta la mayoría del tiempo.
—Eso también lo sé.
—Por amor se hacen muchas locuras, pero nada se compara con el amor de familia y no te culpo por elegirla a ella. —Ryu apretó sus manos, giró su cuerpo en su dirección y vio sus verdes fijamente.
—No es que la eligiera sólo a ella. Muy en el fondo sé que es lo mejor para Félix y su futuro. No te preocupes, por mi cuenta corre que él esté bien y lo apoyaré en todo lo que esté en mis manos.
—Gracias.
—No me des las gracias, en un futuro se cobrarán favores y posiblemente no te gusten, Amelie.
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