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Capítulo 29

2 de mayo, 2012.

—Hey, dormilón. —Marinette besó su mejilla y sonrió mientras delineaba con uno de sus dedos su mentón. —despierta. —Adrien abrió uno de sus ojos y la observó en silencio antes de soltar una pequeña risa desde su garganta. —¿Sabes qué hora es?

—No, pero si me das otro de esos besos puede que decida abrir los ojos por completo.

—Tramposo. —él la abrazó y comenzó a repartir besos por todo su rostro. —me haces cosquillas.

—Buenos días. —susurró deteniéndose frente a su rostro, abriendo sus ojos por completo antes de depositar un beso en sus labios. —¿cómo dormiste?

—Sabes que bien porque estás aquí. —Adrien acarició su nariz suavemente con la propia, bajó sus labios hacia su cuello, respiró profundo el aroma de su piel y deslizó sus manos por sus piernas hasta aferrarse a sus glúteos. —oye, si sigues así no saldremos en todo el día de la cama.

—¿Eso es un problema?

—Lo es si tienes que descansar. —el de ojos verdes chasqueó la lengua, abrazándose a su cintura con fuerza.

—No te pongas mandona tan temprano, —susurró viéndola hacia arriba con un puchero. —quiero estar así un poquito más contigo. —Adrien no pudo contenerse de capturar uno de sus senos con su boca, disfrutando como la expresión de su novia se tornaba placentera y sofocada.

Marinette se aferró a sus hombros con fuerza, tomando luego sus mechones rubios con la misma intensidad; a veces detestaba que la conociera tan bien, Adrien siempre lograba que flaqueara en situaciones así, pero ahora no le daría el gusto.

—Suficiente, levántate. —se obligó a separarlo, depositando un pequeño beso en su frente a vistas de que él fruncía el ceño de manera fingida; movió las sábanas y se levantó de la cama sin importarle cubrirse, aunque sabía muy bien que él la estaba mirando de espaldas. —Creí que volverías a tu casa por la noche. —buscó en el closet su bata y rodeó su cuerpo con ella, volteandose hacia su novio, quien seguía recostado en la cama sin la mínima intención de levantarse, con sus brazos tras su nuca.

—Absolutamente no. Quería quedarme contigo, además, ¿qué sentido tendría irme luego de estar juntos y volver al siguiente día? Si fuera así, no tendría la hermosa vista que tengo ahora. —miró la abertura de su bata sin disimulo, notando como su rostro se enrojecía en breve.

—¿Y tú padre no se molestará porque no llegaste? —Adrien suspiró, mirando sus ojos con seriedad.

—¿Aún te preocupa eso? Ya lo hablamos, mi padre debe aceptar, en algún momento, que no haré todo lo que le plazca cuando se le de la gana, sobretodo si tiene que ver contigo, con nosotros.

—No quiero que su relación siga empeorando por mi culpa. —él la vio con tristeza y extendió su mano en su dirección, la cual Marinette tomó sin dudarlo; ella se sentó sobre la cama a escasos centímetros de él, siguiendo con sus ojos como depositaba un beso en el dorso de su mano.

—Nuestra relación siempre ha sido difícil, y sabes que no tiene que ver contigo. Si mi padre realmente quisiera llevarse mejor con mi hermano y conmigo, lo intentaría.

—Tú padre siempre tiene una mirada triste en su rostro, muy a pesar de que diga cosas hirientes.

—O simplemente tú eres demasiado buena con las personas. No lo pienses tanto. —acarició su cabeza con ternura y tocó su frente con su dedo índice, empujandola un poco. —además, le envié un mensaje a Nathalie diciéndole que no llegaría.

—Por lo menos eso me deja más tranquila. —hizo una pequeña pausa antes de hablar nuevamente. —¿Nathalie te ha hecho ciertas insinuaciones otra vez? —Adrien se soltó a reír y se acomodó para quedar en una posición más erguida. —no te rías, hablo muy en serio.

—¿Sobre lo de cuidarse y no traer niños al mundo antes de tiempo? —Ella asintió con seriedad. —lo repite cada vez que tiene la oportunidad de hablar a solas conmigo, es igual que tu madre a veces, la diferencia es que Nathalie se ve más amenazante cuando de cuidarme se trata.

—Claro, es que mamá cuida su imagen de "la mejor suegra del mundo" contigo.

—¿Si? ¿Y eso te hace sentir celosa? —se burló, acercándose a su rostro con provocación.

—Yo no soy celosa y lo sabes. Mientras no me des un motivo evidente, nunca me verás "celosa". —sonrió de lado y tomó distancia antes de que sus labios se tocaran.

—Yo creo que es porque sabes que te amo sólo a ti.

—¿Debería dudarlo? —cuestionó volviendo a extinguir la distancia entre sus labios, acariciando su pecho desnudo con sus dedos.

—Nunca. —Adrien tomó su mentón y la besó sin darle escapatoria, ya lo había provocado lo suficiente. Abrió su bata, sus manos tomaron su cintura delicadamente hasta arrastrar su cuerpo sobre él. —¿segura que quieres levantarte ahora? —Marinette negó con la cabeza, metiéndose bajo las sábanas junto con él, apegando su torso a su cuerpo en cosa de segundos.

—Pero tengo otra cosa en mente. —mordió su labio interior, bajó lentamente hasta cubrirse con las sábanas sobre su cabeza y lo miró con una sonrisa ladina, antes de alcanzar una almohada y arrojarla a su rostro. —y no verás nada de nada.

—Oye, pero eso es... Y-ya no sé que... M-marinette...

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—Nathalie, habíamos quedado en que tendría todo el día libre. Es el único día que no tengo clases en la universidad sin contar el domingo.

—Lo siento, Adrien. Intenté hablar con tu padre, pero él necesita que vengas a la casa lo antes posible y por como está, parece ser un tema serio.

—¿No es posible que lo deje para mañana?

—No, lo lamento. Sabes que si por mi fuera no te estaría molestando.

—Está bien, no te preocupes. Entiendo... Es sólo que hoy quería salir con Marinette y... —se quedó mudo cuando la vio arreglarse frente al espejo del baño y suspiró con culpa. —Nos vemos en la casa. —Colgó la llamada en silencio, casi desarmandose cuando su novia sonrió en su dirección acercándose hasta quedar a unos pasos de distancia.

—¿Qué tal? —extendió sus brazos mostrándole el vestido que portaba. —¿te gusta? Es el que me regalaste para San Valentín.

—Te queda muy lindo, tengo buen ojo. —sonrió regalándole un guiño, pero ella lo notaba extraño, así que se acercó, se sentó sobre sus piernas y rodeó su cuello con sus brazos.

—¿Qué pasó? ¿Quién te llamaba? —Adrien apoyó su frente en uno de sus hombros, suspiró con cansancio y apretó sus ojos con fuerza.

—Lo siento, sé que dije que saldríamos y que estaría todo el día contigo, pero mi padre necesita que vaya a la casa con urgencia. —Marinette guardó silencio en cada palabra que oía. —No quiero ir, pero...

—Está bien, entiendo. —Adrien alzó la cabeza y buscó su mirada; estaba triste, podía notarlo. —Podemos hacer algo otro día.

—¿Estás molesta? —negó con la cabeza y peinó su cabello hacia atrás. —Perdón, princesa.

—Si tu padre te necesita, debe ser algo importante.

—Intentaré desocuparme lo antes posible y vendré, ¿bueno? —Marinette sonrió, volviendo a pasar su mano por su cabello.

—Iré a mi clase para no perderla, cualquier cosa estaré aquí a eso de las cinco.

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—¿Qué es lo tan importante que tiene mi padre para decir? —cuestionó molesto, con ambas manos en los bolsillos de su pantalón.

Nathalie se mantuvo en silencio, caminando delante de él; sus tacones resonaban en la silenciosa casa en cada paso que daba. Adrien bufó cuando ella abrió la puerta del despacho de su padre, dejándolo a la vista; Gabriel estaba sumergido en su escritorio, al parecer, dibujando nuevos diseños; sus grises se elevaron a su hijo un segundo antes de volver a centrarse en los papeles en sus manos.

—Que bueno que te dignaste a aparecer. —Comentó en un tono serio. —Está demás decirte que informarle a Nathalie lo que harás no es suficiente.

—Nathalie es quien organiza todo mi tiempo, ¿a quién más le debería explicaciones de lo que hago o dejo de hacer? —Gabriel cerró un segundo sus ojos y no quitó su expresión severa de su rostro.

—Adrien, deja ese comportamiento rebelde conmigo. Ya estás acabando con mi paciencia y suficiente he aguantado este tiempo.

El muchacho prefirió guardar silencio, aunque estuviera molesto por no poder pasar el día con su novia, sus palabras de la mañana no dejaban de resonar en su cabeza, esa idea de mejorar la relación con su padre le resultaba tan descabellada a veces.

—¿Qué necesitabas, padre?

Gabriel miró a Nathalie un momento, como si buscara de alguna manera su apoyo en la conversación, pero la mujer se abstuvo de toda participación y se lo había dejado muy en claro a su jefe antes de que Adrien llegara.

—Como bien sabes, la familia Tsurugi es un socio importante en Gabriel's. —el rubio lo miró sin comprender y cruzó sus brazos oyendo atento lo que decía. —Han estado casi desde su fundación junto los Kuddel.

—Lo sé, lo tengo más que claro, ¿pero eso qué tiene que ver conmigo y el porqué estoy aquí?

—No sé si recuerdas a la hija de Tomoe, Kagami Tsurugi. Participaste con ella en varias clases de esgrima y en la competencia de Japón. —el chico asintió, alzando una ceja.

—La recuerdo. ¿Qué hay con ella?

—Tomoe me pidió de favor alojarla en la casa un tiempo, asistirá a tu misma universidad de intercambio para no perder sus clases y exclusivamente también pidió tú apoyo en su adaptación de la misma. Sabe el idioma, pero nunca ha estado en París por tanto tiempo. Ya hablé con Nathalie el asunto y ella se hará cargo de mover o suspender algunas de tus actividades extracurriculares mientras Kagami está aquí.

—¿Me estás diciendo que debo ser su especie de niñera?

—Te llevabas muy bien con ella cuando hacían esgrima.

—Papá, nunca hablamos más de lo necesario y era siempre sobre esgrima, ¿esperas que pase todo mi tiempo con ella? Para este tipo de cosas puedes hacer excepciones y cambiar mi horario, pero cuando se trata de yo pedírtelo, nunca es posible.

—Cuando se trata de devolver la mano que nos dieron, los Agreste siempre estamos ahí. ¿Cuál es el problema con apoyar a la chica?

—Kagami no es el problema aquí. El problema es que no te importa lo que siento y simplemente pasas por sobre mí a tu antojo, hoy tenía planes con Marinette.

—Lo que sea que tenga que ver con esa niña no me importa, sabes muy bien mi opinión al respecto y si no eres capaz de abrir los ojos, sólo me quedará estar aquí cuando acabes por darme la razón.

—Si te dieras la oportunidad de conocerla...

—Dije que no, y no volveré a tocar el tema otra vez. —Adrien apretó sus puños a sus costados sin dejar de ver sus ojos. —Te he dicho hasta el cansancio que lo único que le interesa es tu posición. En el mundo tendrás que aprender a lidiar con eso.

—Marinette no es así.

—Ahora piensas así, pero en unos años más entenderás de lo que hablo. Cuando ella se vaya con alguien que tenga una mejor posición o más dinero en su bolsillo. Ya tienes la edad suficiente para saber de lo que te hablo.

—Y ya tengo la edad suficiente para tomar mis propias decisiones, te lo dije años atrás: ¡No me dirás a quién debo o no amar! —Gabriel se jactó con una risa breve.

—Adrien, no sabes lo que es el amor.

—¿Por qué? Si no mal sé, tú tenías diecinueve cuando te enamoraste de mamá. —El mayor dio un vistazo a Nathalie, quien hizo como si no estuviera presente en la discusión. —Y ella diecisiete.

—Eran otros tiempos, nada es como en ese entonces y son situaciones completamente diferentes. —Gabriel volteó la silla dándole la espalda, a lo que Adrien no pudo más que golpear el escritorio.

—Mamá si hubiera querido conocerla, mamá la haría parte de esta familia, mamá nunca hubiera enviado a Félix lejos de mí.

—Es suficiente...

—¡Me casaré con ella! —alzó la voz lo suficiente como para que se oyera fuera del despacho. —Quiero casarme con Marinette y formar una familia con ella, no ahora, pero si en un futuro no muy lejano.

—¡Dije que ya es suficiente! —Gabriel se levantó de su asiento y giró su cuerpo en su dirección. —Tienes diecinueve años, no tienes idea de lo que es vivir fuera de esta casa y mucho menos lo que es tener semejante compromiso con una persona, el "amor" que dices tener no es suficiente para mantener una relación de casados.

—Ya vi departamentos, tengo pensado irme de aquí.

Gabriel sintió su pulso descarrilarse ante su confesión, mas no flaqueó en su postura, tanto mental como física.

—Yo no soy nadie para impedirte salir de aquí, pero debes tener muy en claro que perderás toda mi ayuda monetaria si así lo decides.

—Ya lo sé.

—Tendrás que trabajar y estudiar al mismo tiempo, ¿serás capaz de hacerlo por tu cuenta?

—No veo cuál es la diferencia con lo que he hecho toda mi vida.

—La diferencia es cuando llegan las cuentas, el hambre, el frío y el vacío.

Una sensación extraña recorrió su espalda, los ojos de su padre mostraban que realmente sabía de lo que le estaba hablando y le costaba demasiado cuestionar lo que decía. A pesar de estar siempre con él desde que tenía memoria, podría decir que lo conocía tanto como Félix lo hacía, o sea, la nada misma, era un misterio en muchos aspectos y resultaba tan difícil asimilar que incluso Nathalie parecía saber más de él que sus propios hijos.

—Así que piénsalo dos veces antes de tomar una decisión, y ten muy en claro que no cuentas con mi apoyo respecto a tu idea de matrimonio con esa niña.

—Eso se verá más adelante, en lo que a mi respecta, como yo sí te respeto, creí necesario hacerte saber mis planes. —Adrien se irguió en su lugar. —Si no tienes nada más que decir, me iré.

—Sólo recuerda lo de la señorita Tsurugi, ella llegará por la tarde, así que espero contar con tu presencia para hacerla sentir a gusto en la casa.

—Dudo que pueda llegar a tiempo hoy, pero ya sabes que estoy obligado a estar a tu disposición. —El de ojos verdes se despidió de Nathalie y caminó hacia la puerta. —Nos vemos, padre. —Salió del lugar sin dar incapie a ni una palabra más.

—¿Por qué no le dijiste la verdad? —Cuestionó la azabache con el ceño fruncido y preocupado. —La idea era que él lo supiera.

—¿Que no lo oíste? —Gabriel tomó el puente de su nariz y se sentó nuevamente en su silla. —habló hasta de casarse con esa niña, ¿qué querías que le dijera?

—La verdad.

—Mejor que él mismo cambie de opinión.

—¿Ese es tu plan? Hablas como si no conocieras a tu hijo. Adrien no cambiará sus sentimientos porque una nueva chica apareció en su vida, es más parecido a ti de lo crees. —Nathalie rodó los ojos al ver que aun no osaba levantar la cabeza. —debiste ser sincero.

—¿Y decirle qué? ¿Que Tomoe hizo una propuesta de matrimonio con su hija, una demasiado conveniente para las familias?

—Y también decirle que rechazaste la idea porque no lo obligarías a casarse con alguien que no quiera. Siempre te haces ver el duro con tus hijos, pero resulta que eres todo lo contrario.

—Le dije a Tomoe que no, pero ella insistió en que su hija pase tiempo con Adrien al escuchar mi punto, quizás tenga sentido y sentimientos aparezcan en ambos mutuamente. Después de todo son jóvenes, los jóvenes son muy volubles.

—¿Alguna vez tus sentimientos por Emilie cambiaron? —Su pregunta lo dejo sin palabras y detestaba en lo más profundo que Nathalie tuviera esa expresión de satisfacción en su rostro, esa que decía que sabía sus puntos más débiles. —Como bien lo dije, Adrien es más parecido a ti de lo que crees.

—Bueno, si no acaba por sentir nada por Kagami, supongo que tendrá una nueva amiga.

—Depende de la intención que ella también tenga con Adrien.

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