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Capítulo 28

1 de mayo, 2012.

—No entiendo porqué no estudiaste diseño si es lo que realmente te apasiona. —Nathaniel se dejó caer sobre el sofá, viendo la tele sin la intención de verla realmente. —de seguro serías la mejor de tu generación.

—No es rentable. —Marinette apareció con una bandeja llena de galletas y golosinas. —no puedo darme el lujo de hacer a mis padres gastar tanto dinero. Suficiente me ayudan pagando la matrícula y la mitad de los gastos del departamento.

—Pero trabajas de medio tiempo en la biblioteca, ¿no? —Nathaniel le recibió la bandeja, dejándola sobre la pequeña mesa de centro que adornaba delante de ellos. —podría ser suficiente...

—Nath, con eso pago la otra parte del departamento y alguna que otra cosa que me piden en las clases. No te preocupes tanto por mí, estoy satisfecha con mi elección de carrera por el momento. Además, no eres el más indicado para decirme eso, al fin y al cabo no te veo estudiante en la escuela de arte como querías. —El pelirrojo se sonrojó por su golpe directo, mas esquivó sus azules por completo, tomando una galleta y llevándola a su boca.

—No es lo mismo. —se cruzó de brazos. —a diferencia tuya, yo no tuve elección. Si mi padre se enterara que quería estudiar arte, me mandaría de vuelta a Alemania a cortar árboles en la finca de mi abuelo por quince años y sin descanso. —la chica se soltó a reír por la forma en que lo dijo. —¡no es broma! ¡Hablo muy en serio!

—Te creo, te creo. Entonces, ¿qué haré con estas entradas a la exposición de Peder Severin? —sacó de su bolsillo dos tarjetas, decoradas con una fina línea azul por el borde; se abanicó con ellas con los ojos del chico completamente abiertos y sin perderle detalle.

—¡No te creo! ¡No es posible! ¡¿No pude conseguir una y tú tienes dos?! —se levantó efusivo, tomó los dos papeles y leyó su contenido. —me estás tomando el pelo, de seguro son falsas.

—Bueno, si no las quieres. —Marinette se encogió de hombros e intentó arrebatarselas, pero él no se lo permitió. —¿no que son falsas?

—Estuve desde el mes pasado intentando obtener un cupo.

—Uno de mis maestros iría con su esposa, pero como ella tendrá un bebé más o menos en esta fecha, prefirió dárselas a alguien interesado y no dudé en pelearlas en clase. 

—Marinette, ¿hablas en serio? —sonrió sin intención de ocultarlo y volvió a sentarse a su lado, dejando las tarjetas descansar en su regazo. —eres increíble. —suspiró. —¿Vendrás conmigo? Tienes que hacerlo, necesito mostrarte de lo que te he estado hablando todo este tiempo.

—¿Y pensaste que le arrebaté esas invitaciones a mi compañera para que vayas solo? —jaló un mechón de su cabello, frunciendo ligeramente ceño para después soltarse a reír. —serás tonto. Tú dices la hora y me tendrás ahí.

—¿Por qué hiciste esto?

—¿Cómo que porqué? Porque somos amigos y es lo más cercano que puedes estar de lo que realmente te apasiona, sin importar nada yo te apoyaré con eso. —cruzó sus brazos mientras le regalaba una cálida sonrisa.

Nathaniel sintió como su corazón comenzaba a bombear con más ímpetu, seguido de un sentimiento ilusorio, algo tan especial que ella provocaba en su ser; inquietud y tranquilidad, debilidad y fortaleza al mismo tiempo, sentimientos tan mezclados que no dejaban de florecer mientras más tiempo la veía.

—Marinette, debo decirte algo. —su respiración se volvió más pesada y los nervios no le permitían sacar las palabras como debía, pero de todos modos el coraje lo cargaba siempre en su espalda y ahora no sería el momento de ocultarlo. —aunque no sé cómo lo tomarás.

—¿Qué pasa? ¿Ahora no quieres ir? ¿Dije algo que no debía? —negó con la cabeza y tomó con cuidado una de sus manos. —No me digas que embarazaste a una chica en primer año. —él rió por lo bajo, volviendo a sacudir su cabeza, seguido de la risa de ella. —ya me asustaste. —Marinette afirmó el agarre de su mano; sus azules no le perdieron detalle, buscando constantemente sus ojos entre sus mechones rojizos. —¿Nath?

—Es que tú... Eres muy especial para mí. Desde que nos conocimos, mi vida cambió totalmente y no sabes qué tan agradecido estoy contigo, aunque no siempre te lo diga o demuestre. Haces más por mí que mi propia familia y eso sólo... Lo que quiero decir realmente es que tú me... —se acercó más de lo que debía, aunque ella no se había dado cuenta en lo absoluto, sólo estaba conmovida por sus palabras y sonreía con alegría.

El sonido de la puerta irrumpió en la atmósfera que se había formado, Marinette palmeó dos veces su mano y la soltó. Nathaniel no pudo hacer más que bajar la cabeza avergonzado y frustrado por no poder sacar las palabras de su pecho a tiempo.

—Veré quién es, no olvides lo que ibas a decir. —achinó sus ojos y se levantó en dirección a la puerta.

El calor de ella se esfumó de sus manos, tomó las tarjetas y las admiró en silencio; se levantó y las guardó en el bolsillo de su chaqueta.

—Nath, creo que ahora seremos tres. —apareció por el pasillo, jalando el brazo de Luka, quien no pudo evitar poner una cara seria cuando vio al pelirrojo en la sala, pero la disimuló muy bien con una sonrisa amable. —¿recuerdas que te hablé de Luka? Está en la facultad de derecho.

—Sí, lo recuerdo vagamente.

—¿Y qué hacían? —preguntó el azabache, sin dejar de ver los turquesa de Nathaniel ni un segundo.

—Ahora mismo sólo charlar, ¿Quieres algo de beber? —Luka asintió, regalándole una sonrisa, mientras despeinaba un poco su cabello en confianza, provocando que ella frunciera el ceño y golpeara su brazo con uno de sus puños.

—¡Luka! ¡Yo no me meto con tu pelo de punk! —refunfuñó sacándole una carcajada. —¡Eres insufrible! —Marinette comenzó a peinar sus mechones con ambas manos y se dirigió a la cocina.

—¡Así me quieres! —le gritó a sus espaldas, notando la reacción del chico frente a él al instante. Sus puños cerrados, su mandíbula tensa y sus ojos un poco cristalinos, todo él gritaba celos por donde sea que lo vieran. —Nathaniel, ¿cierto?

—Exactamente, Nathaniel Kurtzberg. ¿Amigo de Mari, cierto? —Luka sonrió de lado, dando dos pasos hacia adelante.

—Amigos y puede que algo más que eso. —bajó el volumen de su voz y le guiñó un ojo, sólo para ver qué hacía el chico.

—Ella... Ella tiene novio. —miró el suelo un momento, incluso sintiendo un pesar al decir esas palabras de doble filo.

—Ya sé que tiene novio, pero eso no tiene nada que ver conmigo, ¿o si? No soy celoso. —Nathaniel apretó sus puños y tomó el cuello de su camiseta por impulso, viéndolo a los ojos sin titubear. ¿Cómo hacía llamarse su amigo con segundas intenciones retorcidas? Al menos él sería franco con ella y le diría lo que sentía.

—Si le haces daño, te las verás conmigo. ¿Oíste? —lo amenazó en un grito casi mudo, y al ver que ella aparecía nuevamente, lo soltó con rapidez.

—Traje un poco de... —Marinette guardó silencio al verlos tan cerca, ladeó su cabeza algo pensativa y alzó una ceja. —¿ocurre algo? Tan silenciosos que están.

—No pasa nada, Nette. —Habló el azabache, dándole tres palmadas en el hombro a Nathaniel. —estábamos hablando sobre las gomitas ácidas que compraste. —señaló la bandeja en la mesita de centro y ella sonrió.

—¡Son deliciosas! ¿Verdad? —chilló emocionada. —A Adrien le encantan, por eso tengo una caja llena en la alacena. —le extendió un vaso de jugo y otro a Nathaniel, pero este último no se lo recibió.

—Mari, yo ya debo irme. Recordé que tengo algunas tareas pendientes —se forzó en sonreír, despejando su frente con una de sus manos. —y ya sabes... —Ella hizo una mueca algo triste.

—¿En serio? Pero si quedamos en que veríamos una película hoy.

—Lo siento, te la debo. —sonrieron al mismo tiempo; él tomó sus hombros y los frotó de arriba hacia abajo de manera inconsciente.

—Está bien, anda terminar lo que tengas que hacer. De todos modos nos estaremos viendo en el taller recreativo. —el chico asintió y aclaró su garganta separándose de ella. —recuerda lo de la fecha de la exposición.

—Obvio, no me la perderé por nada. —besó su mejilla a modo de despedida, cosa que ella correspondió enseguida. —Nos vemos.

—Nos vemos.

—Adiós, Nathaniel. —Se despidió Luka, aprovechando de abrazar el costado de la chica, sin borrar la sonrisa en su rostro al notar una ligera molestia en la expresión del pelirrojo.

—Ajá, adiós.

Nathaniel salió en completo silencio del departamento, por otro lado Marinette miró a Luka extrañada por su agarre y su actitud.

—¿Te pasó algo? —preguntó curiosa, dando un sorbo al vaso de jugo que anteriormente le había servido a su amigo de ojos turquesa.

—Es un poco obvio a decir verdad. —Luka se sentó en el sofá y comenzó a jugar con el líquido, haciéndolo dar vueltas. —¿es que no te das cuenta?

—Ya me atrapaste, ¿de qué se supone que debo darme cuenta? —tomó lugar a su lado y le quitó el vaso, dejando ambos sobre la mesa de centro. —explícate.

—A ese chico, tu amigo. —hizo una breve pausa y rodó los ojos al notar que ella no captaba. —Marinette, a veces pecas de inocente. Le gustas, está interesado en ti. —Marinette soltó una enorme carcajada.

—Imposible, es como decir que tú estás interesado en mí. Nathaniel y yo sólo somos amigos, nos llevamos bien y compartimos algunos gustos, pero de ahí a algo más, estás muy equivocado. —negó con la cabeza. —Nope, definitivamente no.

—Por algo te lo estoy diciendo, puedo notar ese tipo de cosas. —dio unos golpecitos en su sien. —a ese tipo le gustas, te lo firmo donde quieras.

—Que no.

—¿Sabes si quiera quién es él? —Luka esperó por una respuesta que no llegó del todo. —Dijo que se apedillaba Kurtzberg, ¿no? —ella asintió.

—Pues sí, ¿qué hay con eso?

—Marinette, a veces eres muy despistada. Los Kurtzberg son socios en la empresa del padre de Adrien, por si no lo sabías.

—Espera, ¿a qué te refieres con eso? Dices que Nath es un chico millonario y que además su familia es accionista en Gabriel's. —el azabache asintió.

—Me sorprende que no lo supieras. Adrien me dijo que muy bien no se llevaba con cierto hijo de cierto socio de su padre, así que ten cuidado con quién haces amistad y más si esa persona tiene otra intención contigo.

—Nathaniel no es así, y ya dije que no le gusto como crees. Además, si Adrien no se lleva del todo bien con él, no quiere decir que yo no pueda hacerlo. —Luka suspiró y tomó una galleta de la bandeja.

—Bien, tú sabrás lo que haces. Yo no pienso meterme en nada, pero te aconsejo que mantengas distancia o de plano hables con Adrien para evitar malos entendidos.

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—¿Cómo fue tu día hoy? —Marinette se mantuvo viendo la televisión, mientras Adrien jugaba con sus dedos, abrazándola más a su pecho sobre el sofá.

—Aburrido y demasiado ajetreado, sólo quería que acabara lo antes posible para verte. —depositó un beso en el dorso de su mano y cerró sus ojos sintiendo más profundamente su piel. —como le pedí a Nathalie que me acomodara todo lo de mañana para hoy, fue correr de evento a sesiones de fotos en tiempo límite.

—Te dije que no era necesario que hicieras eso.

—¿Y qué esperabas que hiciera? Quiero pasar más tiempo contigo; con las clases y el trabajo, casi no nos vemos, pero como mañana sólo tienes una clase por la tarde, estaré todo el día molestándote.

Marinette sonrió y soltó una pequeña risa, quitando su mano para tomar su rostro y besar sus labios sin pudor alguno. Adrien correspondió sin dudarlo, rodeó su cintura con sus manos e hizo que se sentara sobre él, sonrió aún sin alejar sus labios de ella; deslizó sus dedos bajo su blusa y tanteó el broche de su brasier.

—Hey, mano larga.

—¿Puedes culparme? Te extraño mucho. —Marinette ladeó su cabeza para profundizar aún más el beso, dándole así luz verde para desabrochar su sostén. —¿Vamos o nos quedamos aquí? —susurró, respirando la dulce fragancia que se desprendía de su cabello azabache.

—No importa... Pueden ser ambas. —ella tomó distancia y levantó su camiseta, Adrien alzó sus brazos para ayudarle, dejando su torso desnudo ante sus ojos. Las manos de Marinette acariciaron su piel, hasta perderse en su nuca, tirando levemente de su cabello rubio, sintiendo como sus respiraciones se mezclaban cada vez más al volverse erráticas. —lo que tú quieras.

—Mi amor... —Adrien quitó su blusa, sintiendo piel con piel el calor de su torso; besó su cuello ansioso, deslizando su lengua lentamente hacia su pecho, oyendo sus suaves y pequeños jadeos de satisfacción en cada paso. —lo único que pensé en todo día fue estar contigo. ¿Tú qué hiciste? —susurró desabrochando su pantalón entre ambos.

—Por la mañana clases, a medio día el taller de arte, luego por la tarde vine con un amigo y después llegó Luka de visita, así que acabamos viendo una película. —sonrió cuando sus manos tomaron sus senos con suavidad. —Luka te robó varios sobres de tus gomitas de la alacena. —rió por lo bajo cuando él frunció el ceño.

—Se las cobraré, y de paso a ti te castigaré por no detenerlo.

—¿Sí? —alzó una ceja y luego entrecerró sus ojos, tirando de su labio inferior para provocarlo. —¿y cómo se supone que me castigarás? —él meditó un momento.

—Mmh... Ya se me ocurrirá algo, pero mientras tanto lo descubriremos. —la alzó haciendo que se sujetara a su cintura y caminó con ella hacia la habitación, dejándola sobre la cama, repartiendo pequeños besos desde sus mejillas hasta su vientre.

—¡Adrien, haces cosquillas! —bajó sus pantalones y tomó una almohada poniéndola sobre su rostro enrojecido.

—Ya sé cuál será su castigo, mi Lady. No verás nada de lo que te haga. —Marinette apretó la almohada cuando sintió su respiración en su intimidad.

—A-adrien... ¿Puedo preguntarte algo? —él asintió, aunque no pudiera verlo, dejando un rastro de besos naciendo en sus rodillas.

—Sabes que sí, mi amor.

—Es sobre la empresa de tu padre. —él arrugó un poco sus cejas, pero no se detuvo en lo que hacía. —más bien, sobre los Kurtzberg... Supe que son socios con tu padre.

—¿Qué hay con ellos?

—¿Tú que opinas de ellos? —Adrien hizo una mueca y se acomodó sobre ella quitando la almohada de su rostro.

—¿Pasó algo? —cuestionó algo preocupado. Marinette estiró sus labios algo pensativa y peinó su cabello, escudriñando su rostro en silencio. —¿es que acaso mi padre te dijo algo? ¿O le dijo algo a tus padres?

—No, no, nada de eso. Es sólo curiosidad, porque Luka mencionó por la tarde que no te llevabas muy bien con el hijo de uno de los socios de tu padre, y quería saber a qué se debía eso.

—Oh, bueno. —él comenzó a acariciar su frente con paciencia y dulzura, delineando una de sus cejas repetidas veces. —digamos que el señor Kurtzberg siempre hizo de alguna forma que existiera rivalidad entre su hijo y yo, que quién era mejor en tal cosa o quién aprendía tal cosa. Todo llegó al punto en el que cuando nos conocimos, él se mostraba como "resentido" conmigo, no estoy del todo seguro, pero el como se comportó conmigo y algunas cosas que dijo de mi hermano, hicieron que no quisiera relacionarme con él otra vez.

—Ya veo... O sea que no es que le tengas mala o algo por el estilo.

—Claro que no, no me ha hecho nada malo. —dejó un pequeño beso en sus labios. —a ver, señorita curiosa, ¿por qué tanta pregunta?

—Es que... ¿Qué dirías si te dijera, hipotéticamente, que ese chico y yo somos compañeros en el taller de arte? —Adrien entrecerró sus ojos y respiró profundo.

—Que mientras no te haga nada malo no habría problema, pero que si algo pasa debes decírmelo.

—Somos amigos, o sea... No sabía que se conocían y menos que había "diferencias" entre ustedes, pero eso... No quería quedarme con la espinita de no saber qué pensabas al respecto.

—¿Y Nathaniel sabe que soy tu novio?

—Sabe que tengo novio y que se llama Adrien, pero no estoy segura de si sabe que eres tú exactamente. Igual pienso que no debería importarle, nuestra amistad es aparte de todo eso, ¿no crees? —repasó con su dedo índice su mentón.

—Princesa, no todos piensan igual que tú, pero supongo que tienes razón. —Marinette besó su cuello lentamente, dejando una pequeña marca en el inicio de su clavícula. —¿Quieres seguir con lo de nosotros? —ella no respondió, así que Adrien se alejó volviendo a tomar la almohada, dejándola sobre su rostro. —¡te recuerdo que estás castigada!

—¡Pero Adrien! —se quejó, terminando por abrazar la acolchada y suave almohada con sus manos. —¡me vengaré!

—Quiero ver que lo intentes.

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