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Capítulo 27

22 de abril, 2021.

Eran aproximadamente las seis de la tarde, Marinette recién había acabado gran parte de su trabajo ese día; se recargó sobre su escritorio con su rostro oculto en sus brazos y respiró profundo mientras estiraba los músculos de su espalda. Estaba cansada y demasiado ansiosa; había quedado con el agente Lahiffe nuevamente para ver los avances del caso de su esposo, aunque le diera vueltas a sus preguntas, no perdía nada con intentarlo otra vez.

Estaba sumergida en las preguntas que le haría al agente; tocaron la puerta de su oficina y no pudo hacer más que quejarse por lo bajo; sea quien sea que interrumpiera su pequeño lapso de descanso muscular, le subió una barrita de estrés en su mente.

—Adelante. —dio luz verde y la puerta se abrió, ella no miró en esa dirección, se quedó revisando algunos documentos que estaban a su costado.

—Buenas tardes, Marinette. —esa voz la hizo detener todo lo que hacía y con extrañeza alzó sus ojos, encontrándose con los turquesa de Nathaniel viéndola sonrientes.

—Señor Kurtzberg, que sorpresa tenerlo aquí. —alzó ligeramente una ceja, no comprendía qué demonios hacia él en su oficina y menos a esa hora, aunque recordaba que Nathaniel era impuntual algunas veces o de plano desubicado. —¿se le ofrece algo?

—Cuanta formalidad. —se jactó con una risa y tomó asiento frente a ella. —pido disculpas, supongo que ahora te gusta que te llamen señora Agreste, aunque por mi parte quisiera que sólo me digas Nathaniel como siempre.

—¿Necesitas algo? —preguntó ignorando todo su discurso anterior. Si Adrien estuviera ahí de seguro estaría molesto de saber que Nathaniel estaba a solas con ella. —aunque dudo mucho que pueda serte de ayuda.

—Me preguntaba si podías darme un recorrido por la empresa. Eres la esposa del ex presidente, de seguro sabes como funciona todo aquí. —señaló con su dedo alrededor de ambos.

—Eso no me corresponde; si quieres un recorrido, habla con Félix para que te asigne a alguien capacitado. Ahora estoy trabajando. —fingió leer los papeles nuevamente.

—Marinette, sólo vengo en paz. ¿Por qué me hablas tan distante? Éramos muy buenos amigos, ¿no recuerdas? —le sonrió amable, pero no recibió una repuesta positiva de parte de ella.

—Tengo mucho trabajo. —señaló la puerta sin verlo. —te pido amablemente que te retires.

—Adrien no está, así que no es necesario que actúes de esa forma conmigo. —Nathaniel cruzó sus brazos, frunciendo un poco el ceño, su pierna comenzó a moverse impaciente de arriba hacia abajo. Mientras, Marinette estaba perdiendo la poca paciencia que en ese momento le quedaba, quería estar sola, ¿era muy difícil de entender? —¿no quieres ir a comer algo? —preguntó por lo bajo.

—Nathaniel, ya para lo que sea que intentes. —lo miró fijamente, dejando sus puños descansar sobre la mesa con fuerza. —nosotros dejamos de ser amigos en el momento que mentiste. Podemos mantener una relación formal de trabajo y puedo ser cordial contigo en ese aspecto, pero referente a una amistad fuera de lo laboral, te aclaro que eso no pasará. Además, en la junta fuiste demasiado claro con tu postura.

—En la junta fue distinto, se veía lo más conveniente para nuestras empresas y lo sabes.

—Hablaste de Adrien deliberadamente y me quedé callada sólo para no empeorar las cosas, pero ahora que estás aquí puedo decírtelo sin problema; si vuelves a burlarte e incluso a mencionar la desaparición de mi esposo como lo hiciste en la junta; no respondo. —él abrió un poco más sus ojos, viéndola en total silencio y sorpresa.

—Cambiaste. —sonrió de lado. —supongo que el matrimonio te hizo bien. —Marinette lo miró primero desconcertada y luego molesta. —ya, tranquila, lo capto. Evitaré comentarios sobre tu sagrado marido desaparecido, pero tampoco te encierres en una burbuja esperanzadora, se realista con el asunto.

—Nathaniel, no te necesito como terapeuta o consejero. Así que... —volvió a señalar la puerta a sus espaldas, pero el joven no se dignó a voltear siquiera un segundo.

—Sigues molesta por lo de hace años.

Ella tomó aire y meditó un momento sus palabras, la verdad si Nathaniel no lo hubiera mencionado, no se le hubiera pasado por la cabeza.

—Aunque no lo creas, no. El pasado es pasado y no lo pienso en lo más mínimo, fueron procesos que pasar y que sólo sirvieron para reforzar mi relación con Adrien. —el pelirrojo sonrió con amargura y tristeza, hizo una mueca tomando un cuadro sobre el escritorio de la chica y lo observó en silencio, escudriñando su rostro sonriente en la imagen.

—¿Fuiste feliz con él?

—Infinitamente; y lo sigo siendo, aunque Adrien no esté en este momento. —miró un momento sus manos con tristeza, pero la disimuló demasiado bien.

—Yo... Sabes que sólo a ti puedo decírtelo, pero realmente te quería, eres la única persona que puedo decir que he amado de verdad. —él hizo sonrisa chueca, una que parecía más una mueca nostálgica. —Imaginé un "nosotros" en todos los sentidos; quizás pienses que soy un demente por hablarte de esto luego de tantos años, pero para mí... No hay día en el que no me arrepienta de portarme como un idiota contigo.

—Nathaniel...

—Lo siento, —la interrumpió. —lamento mi comportamiento en la junta, es sólo que él es un calco de Adrien y me es difícil contenerme. —hizo una breve pausa. —Aún me pasa esto... —llevó una de sus manos a su pecho y arrugó su camisa riendo por lo bajo sin gracia. —te veo y sigue acelerandose como la primera vez. Incluso es doloroso, por lo mismo no quería ser participe de la reunión, pero ya sabes como funciona todo en mi familia.

—Yo...

El celular de Marinette no la dejó proseguir, miró la pantalla extrañada, era un número desconocido. Tomó el aparato entre sus manos y contestó con un tono serio, pidiéndole disculpas a Nathaniel con un gesto que fue bien recibido.

—¿Hola?

—Buenas tardes, ¿hablo con la señora Agreste?

—Ella habla.

Marinette se puso de pie con brusquedad, sus ojos se abrieron más de lo normal y comenzó a temblar involuntariamente tras cada palabra que oía desde el otro lado de la línea, Nathaniel al verla en ese estado también se levantó de su sitio preocupado.

—¿Qué sucede? —al no recibir respuesta de su parte rodeó el escritorio y la tomó de los hombros. —Marinette, ¿qué pasa?

—Es... Félix... —musitó. —Félix está en el hospital. Si, lo escucho... Voy enseguida para allá. —tomó distancia del pelirrojo y comenzó a ordenar sus cosas sin colgar la llamada. —no se preocupe, yo me ocuparé de todo, así que haga lo que tenga que hacer.

Caminó rápidamente hacia la puerta seguida del joven en todo momento, acabó por colgar y buscó las llaves de su auto en su bolso sin detenerse.

—Marinette, espera. No puedes conducir así, yo te llevo.

—No, no es necesario. —negó con la cabeza, chasqueando la lengua al no encontrar sus llaves.

—Marinette. —la llamó otra vez. —oye, détente un momento y calmate. —ella siguió por su camino hasta que entró al ascensor, miró a Nathaniel desde el otro lado y se dio cuenta que él sujetaba sus llaves en sus dedos. —¿ya ves? Las habías dejado sobre tu escritorio.

—Dámelas. —extendió su mano en su dirección, pero Nathaniel metió las llaves a su bolsillo, adentrándose con ella al elevador y marcando el subterráneo.

—Yo te llevaré, no pienso dejar que conduzcas en ese estado. —ella bufó dando un golpe a su costado con su puño.

—Mi auto está aparcado afuera, no en el subterráneo.

—Entonces presiona el botón del primer piso. —se cruzó de brazos y ella no pudo más que hacerle caso en lo que le decía; lo observó molesta, pero sacudió su cabeza centrándose en lo realmente importante.

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—Tranquila, Chloe. —hizo una pausa. —no, no he podido verlo. Lo están operando de urgencia; debes tranquilizarte, por favor. Te aseguro que estará bien, lo conoces, es un hueso duro de roer. —volvió a guardar silencio, paseándose de un lado a otro. —está bien, nos vemos aquí. —suspiró y colgó la llamada; se sentó en una de las sillas en la sala de espera, mordió su labio inferior ansiosa, con sus hombros caídos y su pierna nerviosa subiendo y bajando al ritmo de su corazón palpitante.

—Ten. —Nathaniel apareció frente a ella y le extendió un vaso de agua, la cual ella recibió bebiendo de un trago todo su contenido. —¿ya hablaste con tu suegro? —negó con la cabeza.

—El señor Agreste está delicado de salud, no sé qué tan bueno sería contarle esto. Ya hablé con Chloe y viene para acá.

—¿Te dijeron algo? ¿Qué le pasó exactamente?

—Dijeron que lo habían asaltado hace un tiempo y que la herida que tenía no sanó como debería, pero... ¡Dios! —cubrió su rostro frustrada. —no tenía idea de nada. —sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.

Comenzó a pensar en todo lo que había pasado hasta el momento, en todas las discusiones que tuvieron, y ahora posiblemente él estaría al borde de la muerte, ¿y si era su culpa? ¿Y si ella empeoró todo cuando le dio esa droga? Si estaba herido probablemente estaría con antibióticos, eso quiere decir que ella interfirió sin querer su tratamiento. El día anterior, Félix no se sentía bien, incluso llegando a dormir en la oficina, ¿cómo no se dio cuenta de aquello? Debió insistir en que le dijera qué le pasaba y así poder ayudarlo, al fin y al cabo estaba pasando tantas cosas como ella, ¿cierto? ¿Cómo pudo ser tan desconsiderada?

—No puede pasarle nada... —habló por lo bajo con la voz rota. —Félix no puede morir, no... No puede. —quería decir que era su culpa, pero esas palabras no salían de su boca en ese instante. Nathaniel se agachó en cuclillas y quitó sus manos con cuidado, le quitó el vaso vacío, dejándolo sobre el asiento a su lado.

Hey, estará bien. No llores.

—Tienes razón. —limpió sus mejillas y sorbió su nariz. —no es momento para lágrimas; Félix saldrá bien de todo y se recuperará. Tengo fe en eso.

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—Está durmiendo. —Chloe sonrió por lo bajo y acomodó un mechón de su cabello tras su oreja. —¿Quieres pasar a verlo? El doctor dijo que estaría sedado por un tiempo, pero es tranquilizador verlo y saber que está fuera de peligro por el momento. —Marinette dudó de principio a fin, pero acabó por asentir. —bien, mientras llamaré a mi tío. Creo que debe saber lo que está pasando.

Marinette se paró frente a la puerta, respiró profundo para darse el valor de abrir y adentrarse a la habitación; estuvo horas esperando fuera, con la incertidumbre carcomiendola por dentro. Se guió por el sonido de la maquina que captaba su pulso y su respiración pesada por el tubo en su garganta. Sus pies se congelaron a dos metros de distancia de la camilla, al igual que sus piernas que dejaron de responderle como era debido; era como ver a Adrien postrado y eso sólo le causaba un dolor multiplicado, muy a pesar de que se obligaba a verlo como su cuñado. Algo en su pecho dolía y la sofocada, no lograba entender lo mezclados que estaban sus sentimientos en ese momento.

—Perdón. —murmuró apretando sus manos con fuerza. —es tan frustrante que tengan que pasar estas cosas para darte cuenta de lo estúpido que estás siendo; así me siento, una completa estúpida. Sé que un lo siento no arregla nada, pero... —pasó una de sus manos por su mejilla, limpiando varias lágrimas que caían de sus ojos. —no quisiera quedarme con las palabras atoradas en la garganta. Adrien estaría tan decepcionado de todo lo que he hecho y el cómo te he tratado; pero haré las cosas mejor, lo prometo. Seré más fuerte, pero por favor... Egoístamente te pido que no te rindas con esto. —avanzó hasta quedar a su costado.

Se atrevió a tomar su mano; estaba cálida y algo delgada. Sus mechones rubios desordenados sobre la almohada le daban una imagen tortuosa, al igual sus dedos haciendo presión contra su mano, los de él. Marinette sintió como su corazón se emocionaba al sentir que Félix estaba reaccionando, que estaba consciente y que podía oírla.

Los ojos del rubio se movieron bajo sus párpados y lentamente se abrieron un poco, la observó con ilusión y miedo, porque no entendía del todo qué pasaba, porque no se supone que estuviera ahí, mucho menos con ella. No sentía dolor, pero si mucha incomodidad; la mano de la azabache no lo soltó ni un segundo, compartieron el calor tenue por unos largos segundos, hasta que ella no pudo contenerse de despejar su frente con cariño.

—Todo va a estar bien, descansa. —esa pequeña frase le trajo una paz que necesitaba hace mucho, y fue más que suficiente para que se dejara ir por el sueño y la morfina. —todo estará bien.

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