Capítulo 26
21 de abril, 2021.
Marinette no había dormido casi nada durante la noche, tenía muchas cosas en la cabeza que no le permitían cerrar sus ojos. Por un lado estaba la ausencia de su marido, algo que siempre estaba presente en ella al igual que la preocupación que siempre guardaba en lo más profundo de su pecho; por otro lado, lo que pasó con Félix la otra noche, realmente la hacía sentirse culpable y mal en todos los sentidos posibles, muy a pesar de ser consciente que él no estaba en sus cinco sentidos; sumándose la reunión del día anterior y que quisieran destituir a su cuñado, eso la inquietaba, la sola idea de pensar que todo el trabajo que hizo Adrien por años se iría a la basura por los caprichos de su suegro, era algo que definitivamente no debía permitir; y para qué mencionar la presencia de esas familias en la empresa, ¿es que podría ser peor? ¡Claro que si! ¡Siempre puede ser peor! Y Marinette fue muy consciente de eso al llegar a Gabriel's, cuando oyó la voz conocida de una mujer gritando en recepción.
—¿Es qué no puedes hacer nada bien? ¡Sólo debes teclear unas cuantas cosas y listo! —mientras más se adentraba a la empresa, más claramente podía percibir aquella voz. —¡no entiendo cómo pueden contratar gente como tú para ser la cara visible de la compañía!
Marinette apretó sus puños cuando vio a la recepcionista con sus ojos a punto de desbordar las lágrimas, un sabor amargo nació desde la boca de su estómago hasta su garganta; detestaba que la gente tratara mal a alguien sin el mínimo de tacto o sin el respeto básico que se debe tener por otra persona.
—¡Di algo! ¡No me digas que te pondrás a llorar! —los grandes ojos azules de la mujer se encontraron con los de Marinette, y no pudo más que sentirse avergonzada de que la viera de ese modo.
—Señora... —susurró, bajando un poco su cabeza. Marinette se acercó lo suficiente al mesón, algunas secretarias de la primera planta se habían asomado a ver aquel espectáculo, pero ninguna se atrevió a decir algo al respecto por temor a quedar sin empleo.
—¿Hay algún problema aquí, Rosita? —la pequeña rubia negó con la cabeza, aún soportando las lágrimas en sus ojos.
—Bien, ve a casa. Llamaré a Mylène para que se haga cargo de recepción hoy, ¿te parece? —le sonrió con ternura, pero al notar que se iba a negar volvió a hablar. —es una orden, y no te preocupes, no se te descontará el día.
La chica tomó todas sus cosas en silencio, rodeó el gran mesón, hizo una pequeña seña y pronunció un muy bajo "gracias" hacia la azabache de ojos azules.
—¿Se puede saber por qué hiciste eso? —cuestionó Kagami en un tono severo, afilando aún más sus ojos en dirección de Marinette. —esa chica...
—Primero que nada, buenos días. ¿Es que acaso no te enseñaron modales en tu casa? —la de ojos azules cruzó sus brazos, sin titubear al mirarla, incluso logrando captar lo tenso que se volvía su rostro por lo que le había dicho. —segundo, ¿se puede saber qué es lo que hacías tú con tanto grito?
—Ella...
—Ella se llama Rose y es la recepcionista de Gabriel's. ¿Quién te crees para venir a hablarle de ese modo?
—Si veo que los empleados de la empresa donde mi familia es accionista son deficientes, me veo en la obligación de hacérselos saber de frente.
—No, lo que hiciste fue humillarla. Mira a tu alrededor, —alzó una ceja moviendo disimuladamente su mano. —¿no ves que todos estaban con los ojos puestos en tu escena?
—Aunque así fuera, su trabajo es deficiente.
—Señorita Tsurugi, que seas accionista en la empresa no te da el derecho de tratar de esa forma a sus empleados y mucho menos faltarles el respeto; porque lo que hiciste fue una completa falta de respeto, tanto a la empresa, a la misma Rosita y a los demás empleados, interrumpiendo su trabajo.
—Si los demás no son capaces de meterse de lleno en su trabajo, también son deficientes y merecen una sanción por meterse donde no los llaman. —a Marinette le parecía chiste como se excusaba la chica, y sólo ganaba que su enojo creciera aún más dentro de ella, pero no lo mostraría en lo absoluto, ella sí mantenía la compostura con ese tipo de cosas.
—Creo que fue suficiente; me basta con decirte que erraste en lo que hiciste y que espero que cuando veas a Rosita nuevamente, le pidas disculpas por tu arrebato. —Marinette se dio media vuelta, dispuesta a marcharse por fin a su oficina y poder hacerse un café para pasar la mañana.
—Yo no pienso disculparme por decir lo que pienso, es más, haré que la despidan por hacer mal su trabajo.
Esas palabras la detuvieron, parpadeó un par de veces para serenarse y con toda la calma del mundo se giró otra vez en dirección a la de cabellera corta.
—Lamento decirte que no tienes la suficiente autoridad para decidir eso. —Kagami sonrió de lado, pasando tras su oreja un mechón de su cabello.
—Cierto, es que no todos somos como tú, Marinette. Se te pierde el original, pero tienes la copia de repuesto, ¿no? Así cualquiera hace lo que quiere en una empresa.
Marinette rió a carcajadas de manera prudente, fingió limpiar una lágrima en su mejilla y se acercó a la chica de frente, invadiendo su espacio personal intimidantemente.
—Señora Agreste, para ti. —corrigió, guiñandole un ojo y alzando su mano izquierda para que se enfocara en su anillo de matrimonio. —¿o es qué aún no eres capaz de aceptarlo? Que lamentable, Kagami. Tantos años y sigues viviendo en el pasado, pero tranquila ya te acostumbrarás. —le sonrió. —No todo en la vida es ganar, sobretodo cuando quieres ganar algo a partir de mentiras.
—Yo nunca mentí en nada.
—Porque fuiste descubierta. —Kagami apretó sus dientes con cada palabra que oía. —Casi ocho años y sigues viviendo en el pasado; superalo. Adrien es y siempre fue mío, y ni tu ni nadie podría cambiar eso jamás; así que ten mucho cuidado con tus comentarios sobre mi marido y mi cuñado; porque eso sí que no lo voy a permitir.
—Adrien lo único que sentía por ti era un capricho. Eras lo "prohibido" por su padre, algo que él quería tener para llevarle la contra.
—¿Es que aún no logras entenderlo? Lo que une a Adrien y a mi, no lo desaparecerás con tus palabras; entre nosotros hay confianza, hay respeto y hay amor. Nada de lo que digas me hará flaquear como aquella vez, porque él es mi compañero de vida.
Se quedaron viendo fijamente, Kagami no lograba entender cómo alguien como ella pudo hacerla fracasar y aún le guardaba rencor por lo mismo.
—Buenos días. —la voz de Félix las hizo tomar distancia. Marinette se giró en su dirección, le regaló una sonrisa amable, una que fue bien recibida por su parte.
—Buenos días, Félix. —saludó cordial y él se enfocó en la japonesa al lado de su cuñada.
—Señorita Tsurugi, ¿qué se le ofrece en la empresa hoy? —Kagami respiró profundo y también hizo contacto visual con el rubio, mostrando su expresión seria que acostumbraba.
—Simplemente vine para inspeccionar el desempeño y darme una vuelta por las instalaciones, ya que se mencionó en la reunión sobre el robo...
—Señorita Tsurugi, no creo que sea el momento ni el lugar para mencionar ese asunto. Pero como bien dice, si desea un recorrido por las instalaciones puedo ofrecerle a un guía capacitado en todas las áreas.
—No creo que sea necesario, lo haré por mi misma. Espero que tenga tiempo para tener una pequeña reunión conmigo más tarde, a pesar de que posiblemente en la próxima junta sea destituido, quisiera informar mis puntos de vista cuando acabe mi recorrido. —Kagami miró de reojo a Marinette, diciéndole sólo con esa mirada que no se echaría hacia atrás con el asunto de la recepcionista.
—Un punto de vista externo no le hace mal a nadie.
—Bien, yo me retiro. —Marinette hizo el ademán de irse, pero Félix sujetó su muñeca rápidamente.
—Espera, necesito que discutamos algunos asuntos sobre la campaña publicitaria. —la japonesa vio aquella acción con ojo crítico, cosa que no pasó desaparcibido por la ojizarca; así que Marinette se soltó con suavidad del agarre del rubio.
—Vamos a la oficina entonces. —los dos avanzaron a la par hacia los ascensores. Félix fue el único que le hizo un gesto a Kagami, aunque esta no le respondio nada, sólo los vio irse cuando las puertas metálicas se cerraron.
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—¿Qué necesitas saber sobre la campaña? Creí que todo estaba listo respecto a ese tema. —Marinette cruzó sus brazos con cansancio.
—Eso era una excusa nada más, no quería decir nada frente a la señorita Tsurugi. —Félix caminó hacia su escritorio y tomó asiento encendiendo su ordenador. —en realidad quería decirte que haré todo lo posible para que Max salga en libertad. Tenía pensado en hablarle a tu abogado para que se hiciera cargo del caso.
—No hace falta, ya hablé con Luka al respecto; aunque, claramente todo sería más fácil si simplemente me dijeras quién es el responsable del robo. —el rubio evitó mirarla y se concentró en la pantalla, oyendo de fondo los tacones de ella opacarse cada paso que daba hacia él. —se matarían dos pájaros de un tiro.
—Quiero que entiendas que si pudiera decírtelo lo haría, sólo por esta vez te pido que confíes en lo que hago. Tengo una buena razón para no hablar.
—¿Aunque alguien inocente salga perjudicado?
—Exactamente.
—Félix, es injusto y lo peor es que me siento culpable, si no le hubiera pedido a Max que investigara, nunca lo habrían relacionado con esto. —él suspiró lentamente, levantando sus grises hacia Marinette un momento, dándose cuenta de lo afligida y cansada que estaba.
—Si él no hizo nada, te aseguro que saldrá en libertad. Supongo que crees en las capacidades de tu abogado, ¿no?
—Luka es muy capaz de resolverlo, aunque no quieras poner de tu parte.
—Entonces no le des más vuelta al asunto.
—Me pides imposibles. Todo es demasiado sospechoso, que sepas quién hizo esas transacciones y no quieras decirlo, ¿es que acaso estimas a esa persona?
—No, no se trata de eso. Sólo por esta vez no hagas nada estúpido y mantente al margen. —ella entrecerró sus ojos.
—Se supone que hicimos las pases, sólo por esa razón evitaré una discusión en este momento y la verdad no tengo ni ánimo ni energías. —Félix dejó caer su cabeza sobre la mesa dándose dos golpes de manera suave; Marinette abrió sus ojos algo sopredida por aquella inusual acción de su parte. —Tu tampoco te ves muy bien a decir verdad, ¿te pasa algo además de todo lo de ayer?
—No, estoy perfectamente.
Claro que no lo estaba, no durmió absolutamente nada porque se pasó toda la noche cuidando de Adrien. Estaba preocupado porque por la mañana no lo vio muy bien tampoco, pero no podía decirle eso a Marinette ni a nadie, sólo le quedaba aguantar el deseo de dormir e irse a ver a su hermano en todo el día. Aunque le tranquilizaba el hecho de que al día siguiente harían el plan de Bridgette y Adrien ya estaría en el hospital con todos los cuidados necesarios, ya no podían perder más tiempo.
—Bien, aún no tenemos la suficiente confianza. —Marinette se sentó en la silla frente al escritorio y tomó uno de los cuadros que estaba sobre el mismo, sonrió con algo de tristeza al ver el rostro de su esposo con una gran sonrisa en la fotografía. —por cierto, hoy tuve un pequeño problema con la señorita Tsurugi; quería mencionartelo para que no te enteres por otros lados. —acarició el vidrio y luego de un largo suspiro dejó la foto en su lugar. —ella prácticamente humilló a Rosita en recepción; así que le dije que se fuera a casa por hoy.
—¿A que te refieres con que la humilló? —Félix levantó su cabeza, y parpadeó unas cuantas veces al percatarse qua Marinette ahora estaba sentada frente a él.
—Lo que oyes, le estaba gritando a todo pulmón, prácticamente diciendole que no hacía bien su trabajo. Después tiene el descaro de decirme que hará que la despidan.
—Supongo que le dijiste que ella no tiene la autoridad para despedir a nadie aquí, ¿verdad? —ella sonrió con una pizca de orgullo.
—No sólo eso. —susurró más para si misma, pero enseguida aclaró su garganta. —Sobre Rosita, quizás sea bueno que se tome unos días; está pasando por una situación difícil, lo de su madre fue muy repentino.
—No es que me agrade la idea de que deje su puesto de trabajo, pero si no se encuentra bien para atender a todos como es debido, quizás sea bueno que resuelva todos sus asuntos antes que nada.
—Chloe tenía razón... —murmuró. —resulta que no eres tan malo después de todo.
—¿Dijiste algo?
—Si, que yo me haré cargo de avisarle.
—Si insistes. —se encogió de hombros demasiado somnoliento como para mantener su cabeza del todo erguida.
—Félix, ¿seguro que estás bien? —asintió de manera innata. —pues no lo parece.
—Nada que un café no arregle o una siesta.
Félix se puso de pie y arrastró sus pies hacia el sofá que había a un lado de la oficina, se recostó a lo largo, aunque su cuerpo no cabía del todo en el, se quedó ahí casi dormido al instante. Marinette lo observó en la distancia, intentaba pensar en qué lo tendría tan cansado hasta el grado de dormir en la oficina.
—No intentes nada raro. —comentó tapando sus ojos con su brazo izquierdo. —la última vez me drogaste, así que mantente al margen si no quieres que te demande.
—Idiota, no te haré nada.
—Ya no sé qué esperar de ti, Marinette.
—Mira quién lo dice. —rodó los ojos y mantuvo su pose molesta, hasta que sintió su respiración más pesada, lo que significaba que estaba dormido. —curioso, eres como él... Sólo que Adrien hubiera usado su brazo derecho.
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