Capítulo 25
8 de octubre, 2009.
El golpe en seco contra su estómago no se hizo de rogar, al igual que otro en sus costillas. Ya no era nada nuevo a decir verdad, aunque hace bastante que lo había dejado, lamentablemente la frustración debía canalizarla de alguna forma. Tomó aire con dificultad, sintiendo la sangre acumularse en su boca y escurrirse con su saliva por la misma, sonrió con burla y volvió a levantar los puños en aquel sucio callejón.
—Sigo de pie, idiota. —el otro muchacho, quien estaba igual o peor que él, no dejó de verlo a la cara. —no te daré el dinero hasta que me ganes.
Los acompañantes de su oponente abuchearon a sus costados, eran de alguna forma los jueces y testigos de aquella pelea clandestina, si es que se le podía llamar así.
Félix escupió el piso, limpió su mentón con el dorso de su mano, acomodó su corbata sin dejar de ver al chico frente a él y con toda la calma del mundo, mostrando sus nudillos ensangrentados, le lanzó un golpe directo en el ojo derecho.
—¿Te vas a rendir? —preguntó viéndolo en el suelo.
—Oye, creo que fue suficiente. —se acercó uno de los jóvenes a su compañero y miró los fríos grises de ese chico, casi estremeciendose en el acto. —dejémoslo por la paz.
—Si insisten. —el rubio peinó su cabello y tomó su saco que había dejado sobre una caja del lugar, lo acomodó en su brazo y—lástima. —caminó por el callejón sin una pizca de miedo, nada lo asustaba o eso es lo que los demás pensaban.
Cuando llegó a la calle miró el cielo, estaba nublado como de costumbre, ya lo aburría el clima de Londres en todos sus aspectos. Suspiró, aún no sentía el dolor de los golpes por la adrenalina que corría por su cuerpo, pero estaba seguro que cuando llegara a su casa, sería un martirio intentar si quiera recostarse.
Comenzó a caminar por la vereda, viendo como poco a poco se alejaba de aquellos barrios bajos, ¿cómo lo notaba? Pues el cambio de casas era evidente, al igual que el cambio de gente y el tránsito. Llevó una de sus manos a su bolsillo y sacó una caja de cigarrillos junto un encendedor, herencia de su abuelo según le dijo su tía, puso uno entre sus dientes y lo encendió sin dejar de avanzar en completo silencio y soledad. Estaba dispuesto a cruzar la calle, cuando un auto negro se le atravesó, un auto que reconocía muy bien; el vidrio del asiento trasero se bajó y dejó a la vista una hermosa a mujer de cabellera rubia, cubriendo su rostro con unas gafas de sol oscuras.
—No te doy mesada para que gastes en porquería como esa. —habló en un tono severo, aunque la poca expresión que lograba verse era casi nula. —Botalo ahora mismo, tienes diecisiete años. —el chico no respondió nada y simplemente dejó caer la mitad del cigarro, pisándolo después con su pie. —Sube al auto, tenemos una fiesta con la familia Rossi.
—No me importa tu dichosa fiesta, querida tía. —le sonrió mostrando sus dientes manchados de sangre. Amelie quitó sus gafas y lo vio detenidamente de pies a cabeza.
—¿Qué fue lo que hiciste otra vez? —Félix miró hacia otro lado y metió las manos en los bolsillos de su pantalón. —estás hecho un desastre.
—Un poco de recreación no le hace mal a nadie.
—Por eso andas en estos barrios, ¿te peleaste otra vez? —Ella esperó una respuesta que jamás llegó. —bien, he tenido suficiente. Súbete al auto y vámonos a casa; te vas a preparar para la fiesta de los Rossi y soportarás el dolor toda la noche para que te des cuenta de la clase de estupideces que haces.
—No sé si me escuchaste bien, pero yo no pienso ir a ningún lado. —Amelie respiró profundamente y abrió la puerta del auto parándose frente a él.
—Estás enojado porque tu padre no dejó venir a tu hermano para navidad, pero no deberías desquitarte conmigo y mucho menos contigo mismo.
—Podías perfectamente arreglar mi agenda y dejarme ir yo en su lugar, pero para ustedes es más importante que cumpla con sus dichosos eventos y sesiones de fotos hasta en días festivos. —ella tomó el puente de su nariz y cerró sus ojos.
—¿En serio quieres tener esta conversación aquí?
—Tú eres quien vino aquí en primer lugar.
—Estás actuando irracional, ¿crees que tu hermano si quiera piensa en meterse en peleas cuando las cosas se salen de sus manos? Puedo asegurarte que nunca lo ha hecho.
—Lo sabría si viviera con él, lo sabría si pudiera si quiera hablar más de diez minutos con él.
—Tú padre y yo llegamos a un acuerdo, y ese acuerdo lo tendrán que respetar hasta que...
—¿Hasta que qué? ¿Hasta que seamos mayores de edad? Lo dudo mucho. Es más, estoy seguro de que aunque yo me vaya al fin del mundo, seguirán queriendo controlar todo lo que hago.
—Félix... —ella intentó tomar su rostro, pero él rápidamente tomó su muñeca con fuerza, evitando el contacto.
—No me trates como si fuera un niño y mucho menos intentes hacer el papel de madre, no te queda —se mofó soltando su agarre. —y no lo eres. —Amelie iba a decir algo, pero se contuvo; tomó las gafas y las puso en su rostro para subirse al auto con seriedad.
—Más tardar a las ocho te quiero en la casa, debemos estar a las nueve en la fiesta. Mañana vendrá un orientador para hablar contigo sobre algunas universidades, tu maestra de alemán movió su clase a las tres para que hagas todo con calma y cancelé tus clases de esgrima. —la ventana del auto se subió y el vehículo arrancó, desapareciendo de la vista del joven en cosa de segundos.
—Genial. —chasqueó la lengua y cruzó la calle siguiendo por su camino.
══════◄••8••►══════
Félix dirigía a su tía prestándole su brazo con elegancia, a penas y aguantaba el dolor en su costado, pero ella fue bastante clara en decirle que eso le pasaba por ser un completo irracional, y en cierto grado él pensaba lo mismo, así que no le quedaba más que soportarlo.
—Querida Amelie, gracias por venir. —saludó la señora Rossi, extendiendole sus brazos para estrecharla; la rubia se separó de su sobrino y aceptó el gesto con encanto.
—Es un gusto compartir con ustedes su aniversario. —tomaron distancia nuevamente y Amelie acercó a Félix de su brazo, golpeando a drede sus costillas, provocando una mueca de dolor en su rostro que disimuló lo más que pudo. —ya conoces a mi sobrino, Félix. —sonrió.
—Está tan grande y guapo. —halagó. —lo he visto en algunas revistas de Gabriel's, al igual que su hermano, pero te ves más maduro en persona.
—Y usted se ve de maravilla, señora Rossi. Ese vestido fue hecho para usted. —respondió ganándose una sonrisa sincera de parte de la mujer.
—Es que literalmente fue un regalo hecho por tu padre. —él sólo asintió, con ganas de desaparecer lo antes posible de ahí, aunque recién habían llegado.
—Mi vida, ¿por qué no das una vuelta? —Amelie lo dejó en libertad. —yo estaré por aquí si necesitas algo.
—Bien, con permiso. —hizo un leve asentimiento y se giró buscando algún espacio abierto, lo que sea alejado de la multitud.
Saludó un par de personas que conocía por parte de su tía, halagó a otras y de paso buscaba con su mirada una salida, localizando un ventanal enorme a un costado del salón principal; se acercó con sigilo y lo abrió soltando todo el aire que contenía cuando sus manos se apoyaron en la estructura de concreto del pequeño balcón. Se sentía sofocado y adolorido, una de sus manos se posó en su estómago cuando el dolor se hizo más fuerte, se contuvo con aborrecimiento y acabó por sacar un cigarrillo de su bolsillo; estaba solo, así que no se preocuparía de que alguien lo viera y armara un escándalo.
—Sería más divertido si estuvieras aquí. —murmuró viendo la luna entre las nubes, aspirando un poco de humo para acabar por expulsarlo en cosa de segundos.
—¿No eres muy joven para fumar? —Una voz desconocida resonó a sus espaldas, un poco exaltado terminó por apagar rápidamente el cigarrillo y voltearse a ver de quien se trataba. —no te preocupes, no diré nada si no me conviene.
Un joven alto y de cabello oscuro sonreía con sus manos en los bolsillos de su pantalón, caminó en calma hacia él y le extendió la mano.
—Te he visto en algún lugar, si no me equivoco eres... ¿Félix Agreste? —el rubio miró su mano, luego sus ojos rasgados y castaños.
—Depende de quién seas. —respondió acabando por estrechar su mano y el joven soltó una risa melodiosa. —¿tú eres?
—Oh, cierto. Pido disculpas, mi nombre es Tsurugi Ryu. —soltó su mano e hizo una pequeña reverencia. —gusto en conocerte.
—Claro, un gusto. —respondió de manera formal.
—¿Es muy aburrida para ti la fiesta? —preguntó viendo hacia el cielo un momento. —digo, estás aquí solo.
—Para nada, la fiesta está estupenda. —Félix sonrió como si de una revista se tratara y el joven no pudo hacer más que observarlo en silencio, uno muy largo que después se transformó en una risa.
—Por un instante casi me convences. Tranquilo, yo no estoy interesado en lamer las botas de nadie en este lugar, sobretodo del señor Rossi. —el rubio sólo guardó silencio, la verdad no le interesaba en lo más mínimo ese chico, él sólo quería marcharse. —aunque tú deberías cuidar un poco tu imagen, después de todo eres la cara de Gabriel's con tu hermano. Si cualquiera de los que está dentro —apuntó a sus espaldas. —te hubiera visto, se armaría un escándalo.
—Lo tengo más que claro, pero no creo que eso sea de tu incumbencia.
—Quizás si, después de todo somos socios. —le guiñó un ojo y Félix meditó un instante sus palabras.
—Ya veo... Dijiste Tsurugi, ¿cierto? —el azabache asintió son una sonrisa, achinando aún más sus ojos. —así que tu familia es accionista en Gabriel's.
—No sólo en Gabriel's, claramente. También tenemos negocios con tu tía, entre otros.
—Entonces seré más discreto la próxima vez. —de manera tajante volteó su rostro, esperando que de alguna manera eso fuera suficiente para que el joven se marchara, pero no fue así.
—Creo que la señorita Rossi te buscaba, se veía bastante contenta de que estuvieras aquí. —Félix suspiró con cansancio. —Uy, ¿qué fue eso? ¿Es que acaso es una novia loca?
—No es mi novia. —respondió apretando sus dientes.
—¿Entonces?
—No quiero ser descortés, pero tu curiosidad no me agrada. Que nuestras familias tengan negocios en común no quiere decir que tengamos que relacionarnos.
—Razonable, aunque mi intención es sólo charlar porque realmente a mi no me gustan este tipo de fiestas.
—Al menos tienes la libertad para irte si quieres.
—¿Tú no? —los grises de Félix se cerraron con fuerza al sentir un dolor en su pecho, algo que no pasó desapercibido por el joven. —¿te encuentras bien? —cuestionó acercándose un poco, sólo para así darse cuenta que le costaba respirar y se quejaba lo más bajo posible.
—Sólo déjame solo.
—¿Llamo a alguien? —él negó y acabó hincandose en el suelo, intentando capturar el aire. —Félix... Espera, voy por tu tía.
—Dije que no...
—Que necio eres.
El joven desapareció de su vista y a los pocos minutos regresó junto a Amelie.
—Félix, ¿qué sucede? —ella se agachó en el suelo, con una de sus manos peinó su cabello para ver sus ojos, los cuales mostraban clara señal de dolor en ellos, al igual que su rostro rojo por la presión de controlarse. —¿qué te duele?
—N-nada...
—¿Qué fue lo que pasó, Ryu? —el chico alzó sus manos un poco asustado por la mirada que le daba la mujer, eso y sumándose la de Félix, quien evidentemente quería ahorcarlo por haberla llamado.
—Estábamos hablando y luego comenzó a sentirse mal, no estoy seguro. Creo que lo mejor es llevarlo a un hospital.
—Félix... ¿Puedes ponerte de pie? —él asintió y con su ayuda logró su cometido.
—Amelie, yo le ayudo. —se puso al lado contrario del que ella sujetaba a Félix. —tu adelántate y disimula.
—Prepararé el auto. —ella levantó el rostro de su sobrino con temor y salió hacia el salón recompuesta, sin despedirse para no llamar la atención.
—Bien, amigo. Tendrás que cambiar tu cara un momento por una de revista, tal como hace un rato. —Ryu avanzó con él, intentando sostenerlo lo menos posible para verse natural, lo miró de vez en cuando notando como ya había cambiado totalmente su expresión a una serena; ese chico era muy bueno ocultando el dolor, o es lo que pasaba por su cabeza en ese instante. —creo que bebí de más. —comentó fingiendo que estaba un poco mareado.
—¿Qué crees que haces? —susurró Félix simulando que lo sostenía cuando algunas miradas se posaban en ellos.
—Tu sólo finge que me llevarás afuera un rato. —sonrió pasando lentamente entre la gente.
—Tomemos un poco de aire. —comentó lo suficientemente alto para que algunos oyeran.
══════◄••8••►══════
—De verdad, ya no sé qué más hacer. —Amelie limpió sus lágrimas cargadas de frustración, viéndolo a los ojos en todo momento. —ya es hora de que madures un poco. Por esa pelea tuya pudiste haber muerto, Félix.
—Pero lamentablemente para ti y mi padre no lo hice. —Respiró más agitado con la mascarilla en su rostro.
—No digas eso, nosotros te amamos mucho.
—Puedes engañar a todo el mundo, menos a mi. —sus ojos llenos de frialdad y rencor se hicieron presentes. —no importa cuántas veces lo digas, nunca podré creerte.
—Ese odio que sientes acabará por consumirte, y te lo digo por experiencia propia.
—¡No quiero escucharte! ¡Vete! ¡Déjame solo como papá lo hizo! —Amelie tomó su bolso y salió de la habitación en completo silencio.
Félix se quedó mirando un cuadro que estaba colgado frente a él, aunque realmente no lo estaba mirando, sus ojos sólo estaban perdidos en esa dirección. Miró su muñeca, con la tentación de quitarse las agujas en sus brazos e irse de ahí sin importarle nada, pero dos golpes en el humbral de la puerta interrumpieron sus pensamientos.
—Costillas rotas y una perforación en el pulmón. —comentó Ryu con una sonrisa a la distancia. —si que eres todo un chico malo. —Félix frunció el ceño.
—No quiero visitas.
—No deberías hablarle de ese modo a tu tía, al fin y al cabo es quien te ha cuidado todos estos años.
—Eso no es de tu incumbencia. —el azabache se adentró con confianza y se quedó parado frente a la camilla, viéndolo sin borrar su sonrisa.
—¿Eres consciente de que la policía investigará a tu tía por agresión de menores? —Félix abrió más sus ojos al oírlo. —al fin y al cabo su sobrino llegó al hospital con varias lesiones en el cuerpo.
—Esto fue por una tontería.
—Lo sé, la mejor manera de liberar el estrés es buscando el peligro para ti, pero déjame decirte que lo haces de una manera muy tonta e irracional. El cigarro es otra de esas.
—Al final se aclarará todo, así que mucho no me preocupa.
—Claro, pero no eres consciente de lo que este pequeño tropiezo puede provocar con posibles inversionistas. Los chismes son la peor arma que tienen contra la gente importante como tu tía aquí en Londres, sólo basta una noticia sobre que agrede a su sobrino y todo cae en picada. Con una sola acción mal ejecutada, una empresa puede derrumbarse como una torre de cartas. —Félix guardó silencio. —en fin, ayudaré con este asunto. Le diré a Amelie que no involucre a tu padre para resolverlo, es mejor manejar todo de la manera más discreta posible.
—¿Por qué haces esto?
—Porque me conviene, le conviene a mi familia, y porque así me deberás un favor. —golpeó su pie de manera amistosa sobre la sabana para después girarse y caminar hacia la salida. —cuidate y no hagas tonterías, niño.
—Ryu... —se detuvo cuando escuchó su nombre y Félix miró un momento hacia abajo, para al final ver sus ojos castaños fijamente. —te debo una.
—Esperaba un gracias más que nada, pero me conformo con eso. —le guiñó un ojo. —es gracioso, por un momento me recordaste a mi hermana. —sonrió y agitó su mano. —recuperate y deja el cigarro.
—Veré qué hacer al respecto. —el joven se fue dejando la soledad en el espacio de la habitación. —Tsurugi Ryu... Eres genial.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro