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Capítulo 17

20 de abril, 2021.

Los tres se veían en completo silencio, un silencio capaz de cortar la piedra más dura en dos. Bridgette prefirió ir a otra habitación para que pudieran hablar sin interrupciones, no pidió permiso y tampoco se despidió, sólo se esfumó encerrandose en el pequeño despacho al lado de la sala.

Félix apretó sus manos con fuerza, intentando encontrar las palabras adecuadas, se sentía de alguna forma traicionado por el actuar de su hermano. Habían pasado demasiado como para ahora llegar a tales extremos.

—¿Qué demonios estabas pensando, Adrien? —bufó apretando sus dientes. —¡padre tiene razón cuando dice que pierdes el juicio por ella!

—¿Qué más podía hacer? ¿Qué querías que hiciera?

—Te dije que no fueras a esa reunión y lo hiciste de todos modos. Yo podía encargarme perfectamente de esto, te dije que Marinette había estado actuando extraña y lo más lógico es que tramara algo.

—Sólo quería... No... Necesitaba verla, necesitaba, aunque sea, tenerla cerca en nuestra casa, verla fuera de esa faceta hostil que muestra en la empresa.

—¿No te basta con verla cada vez en la oficina? —frunció el ceño, viéndolo con enojo. —¡el trato era que te mantuvieras al margen! —apuntó la laptop que estaba en la mesa y se acercó rápidamente tomándola entre sus manos para que la viera. —¿cuándo me ibas a decir que la tenías vigilada con las cámaras de tu casa?

—Era sólo por seguridad.

—Déjame decirte que esa "seguridad" es la que te delató ahora. Dime una cosa, ¡¿cómo se supone que veré a Marinette a la cara cuando supuestamente la besé en el sofá de su sala?! ¡Soy tu hermano, maldita sea! ¡Estás usando mi cara y mi nombre!

—Tenemos la misma cara. —intentó bromear, recibiendo no más que una mirada fulminante por parte de Félix. —perdón, fui impulsivo y creí que todo estaba bajo control, pero ella me puso algo en el vaso y acabé... —despeinó su cabello con ambas manos.

—Espera, espera... —Félix alzó su mano y tomó el puente de su nariz. —¿me estás diciendo que Marinette te drogó? Más bien... Ella me drogó a mí. —Adrien suspiró tomando asiento en uno de los brazos del sofá. —tu esposa está pasando todos los límites y tú ni siquiera te ves molesto por lo que hizo.

—No puedo culparla, además, el plan fue muy claro en un principio. Tenías que hacer que te cediera las acciones, no que trabajara en la empresa; ahora se enteró de las transacciones de las obras benéficas y ese fue el motivo por el cual hizo esto. Marinette no es tonta en ningún sentido, tarde o temprano empezaría a atar cabos.

—¿Me estás culpando? —cuestionó indignado, acercándose nuevamente frente a él. —Te recuerdo que fue tu amigo abogado quien lo sugirió, yo sólo hice lo necesario para estar al mando como querías. —alzó sus brazos, viéndolo incrédulo. —todo se está escapando de las manos, ahora sumándole que se te corrió la mano con tu esposa mientras eras yo.

—Lo estuve pensando desde que llegué a nuestra casa, creo que lo mejor es que le diga todo.

—No, eso sí que no. Estás completamente loco si piensas que harás semejante tontería. —Félix negó repetidas veces, agitando una de sus manos al borde de una crisis nerviosa. —Mientras tu veías a Marinette dentro de tu casa, me tomé la libertad de ver las cámaras exteriores en tu programa. Marinette es el punto de mira ahora mismo, la están vigilando hace mucho, revisé las grabaciones anteriores también.

—¿Qué estás diciendo? —Adrien se levantó rápidamente e hizo una mueca de dolor tocando su espalda al instante, preocupando a su hermano en cada movimiento dificultoso que hacía.

—Adrien, los que te atacaron no te querían muerto, ¿verdad? Es lo que me dijiste. —él mayor sólo asintió volviendo a sentarse, con un ligero mareo aún presente. —Todo fue un error, todo lo que te hicieron no debió ser así. Sólo te querían a ti, pero tuvieron la mala fortuna de que estuvieras con Wayhem y que él te defendiera.

—¿A qué quieres llegar con esto?

—Que asumieron que morirías ahí, pero cuando la policía encontró tu auto no estabas en el, incluso hicieron una exhaustiva búsqueda en el río. —hizo una pequeña pausa. —¿Qué se te ocurre que hará para que salgas de dónde sea que te escondes?

—Marinette... —murmuró, entendiendo todo lo que Félix trataba de decirle. Su esposa era el arma más fuerte que tenían en su contra y ahora estaba sola, metida en la boca del lobo sin tener porqué.

—No volverás a la oficina por un tiempo, aún debes recuperarte del todo y, sin ofender, piensas mejor estando lejos de Marinette. —respiró profundo. —si Marinette se entera de que estas aquí, o peor aún, que a veces vas a la empresa fingiendo ser yo, de seguro no podrá contenerse, tal como tú ahora.

—Pero con mayor razón debo estar con ella, juntos en las buenas y en las malas.

—Usa tu cerebro y no hables con el corazón. —apuntó su cabeza. —¿recuerdas lo que me dijiste cuando te revelé mis intenciones de prepararla para nuestra familia? —Adrien formó una fina línea en sus labios y miró el suelo con frustración. —poco te faltó para golpearme, y asumo que me pasé de la raya con mis provocaciones, pero dijiste fuerte y claro: "Ella no está lista para eso" —cruzó sus brazos viendo su postura cohibida. —entonces... ¿Cómo esperas que esté lista para revelarle que a veces no era yo quien estaba frente a ella, sino tú? ¿Cómo le dirás que estuviste al borde de la muerte y que te salvaste de milagro?

—Encontraré la manera de que pueda perdonarme por mantenerla en la incertidumbre, pero de verdad no soporto más esta situación, hermano. ¿Puedes entender la tortura que es para mí verla tan apagada y mal?

—No, no pienso ponerme en tu lugar en esta ocasión. Empatizar con este dolor tuyo lo único que logrará será que yo también dude, y no pienso hacer que todo esto sea en vano. Mientras no desenmascaremos a esa mujer, esta pesadilla no terminará nunca. —se dio media vuelta y caminó hacia la puerta principal. Adrien lo siguió exaltado.

—¿A dónde vas?

—¿Qué no es obvio? —alzó una ceja viéndolo sobre su hombro. —iré a arreglar tú desastre, sólo espero que mi querida cuñada no me lance los platos por la cabeza o me denuncie por acoso.

—Pero yo...

—Dije que me haría cargo, no estás en condiciones de ir con ella nuevamente.

—¿Qué le dirás?

—No tengo ni la menor idea. Supongo que me excusaré por lo que me dio o de plano me haré ver como el patán de siempre. Quizás esté de humor para pelear un poco y así no sospeche nada. —puso el código en la puerta y tomó la manilla abriéndola.

—Félix... —llamó otra vez. —por favor, no seas muy duro con ella. Marinette no está bien.

—Lo sé. —respondió por lo bajo. —por cierto, medita muy bien esto, Adrien. No pensaste en las consecuencias y Bridgette tuvo que involucrarse. —su voz se oyó más severa de lo usual. —si algo le pasa a Brid... Ni siquiera tú podrás detenerme de tomar el arma con mis propias manos.

Adrien no logró decir nada y Félix sólo se fue. Bridgette se atrevió a salir del despacho cuando dejó de oír voces, se acercó a Adrien quien seguía parado en la puerta perdido en sus pensamientos.

—¿Te encuentras bien? —preguntó ella con amabilidad. El rubio se dio media vuelta con el cuerpo pesado.

—Mi esposa me drogó hace unas horas y acabo de pelear con mi hermano por perder el norte, supongo que no estoy muy bien. —se permitió reír en breve, fue una risa más dolorosa que graciosa.

—¿Vomitaste? —él asintió y cubrió su boca otra vez. —ven, vamos al baño. —se aproximó al instante y tomó sus hombros dirigiendo sus pasos al baño. —todavía estás con antibióticos, Adrien. Esto es demasiado contraproducente con tu tratamiento. —Adrien volvió a asentir devolviendo todo en el váter. —¿recuerdas la cantidad que ella te dio? Quizás no sea necesario hacerte un lavado de estómago.

—Ella... —y volvió a vomitar repetidas veces.

—Estabas casi lúcido cuando fui por ti. Es probable que sólo fuera un cuarto de una pastilla o menos, prepararé una bolsa de suero para que no te deshidrates. —Bridgette palmeó su espalda cinco veces y él tomó su mano girando un poco su cabeza para verla a los ojos.

—¿N-no te da asco esto? —balbuceó.

—He visto cosas peores, no te preocupes por mi. —le regaló una sonrisa y despejó su frente, deteniéndose cuando miró con más atención sus ojos. —dormiste con las lentillas, tienes los ojos irritados.

—Si... Error mío otra vez.

—Cuando nos dimos cuenta que no estabas... —murmuró incandose a su altura en el suelo. —Félix se descontroló un poco, tuvo otra crisis. Temía de que pudiera pasarte algo cuando se dio cuenta que vigilaban a tu esposa.

—Soy un tonto, ¿no? —desvió la mirada, tiró la cadena y se arrastró hacia atrás, hasta que su espalda tocó la pared. —hace meses atrás pensé que tenía todas las armas para revelar la verdad que por años me ha atormentado, llamé a Félix diciéndole que por fin haría justicia, quería compartir con mi hermano esta emoción, quería darle la misma tranquilidad y triunfo que yo estaba sintiendo, pero acabé cargandole cosas que nunca tuve la intención de hacer.

—No sabías que mandarían a esos tipos por ti.

—No, no lo sabía. Pero eso no quita que involucré a quienes no tenían nada que ver... Wayhem... —cubrió su rostro y sollozó silencioso. —nunca podré perdonarmelo, si esto acaba algún día, no sé cómo veré a su madre a la cara y le diré que hice que mataran a su único hijo.

—Adrien, la culpa que sientes es normal, pero tu amigo sabía los riesgos. —ella tomó sus muñecas y las bajó con cuidado para que la viera. —es doloroso, a pesar del tiempo sigues pasando un luto, y créeme que esta sensación de pérdida perdurará hasta que se haga más llevadera.

—Necesitaba a Marinette, necesitaba hablar con ella y abrazarla aunque sea un minuto. —limpió sus lágrimas con el dorso de su mano. —quería escapar de este pesar un poco.

—No te culpo por querer estar con tu esposa. Cuando más perdidos nos sentimos, buscamos un refugio que sólo nosotros conocemos.

Bridgette se sentó a su lado en la fría cerámica, llevó sus rodillas a su pecho y miró hacia el espejo que estaba frente al lavabo.

—Perdón por involucrarte en esto, Bridgette. —ella giró su cabeza en su dirección y negó dos veces.

—Félix te dijo algo, ¿cierto? No lo tomes en cuenta, yo estoy aquí porque quiero, no porque él me lo pidiera. Me hago totalmente responsable de lo que pase conmigo.

—Me alegra. —sonrió con sinceridad. —no me refiero a lo que dijiste, me refiero a que me alegra que Félix te tenga en su vida. —las mejillas de la azabache se pusieron coloradas.

—No es lo que tu piensas, Félix y yo sólo somos... —el volumen de su voz bajó notoriamente. —Muy buenos amigos.

—Marinette y yo también éramos muy buenos amigos. —hizo una mueca cuando se enderezó. —no sé si sea bueno o malo, pero siento mucho dolor atrás en la herida.

—Te revisaré, te ayudo. —se levantó y le ayudó tomando su brazo. —vamos a la camilla. En una escala del uno al diez, ¿cuánto dolor sientes?

—Diez, te diría once pero no se compara a cuando me estaba muriendo. —bromeó con dificultad.

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Esperó fuera de la puerta cinco minutos hasta que Marinette por fin se decidió en abrir, se veía bastante mal a decir verdad, se notaba que había estado llorando hace mucho; sorbió su nariz y respiró por la boca, extendiendo las llaves de su auto.

—Tomalas y vete. —él las sostuvo con torpeza porque casi se las tiró encima, y poco confundido también. Marinette se adentró con agilidad y tuvo la intención de cerrar la puerta.

—Tenemos que hablar. —se atrevió a verlo a los ojos por el borde de la puerta, y así mismo su mirada bajó a su boca oprimiendo su pecho cada segundo que pasaba. —lo que pasó...

—Me disculpo por lo que hice. —susurró. —fue una tontería y creí que de esa manera podría obtener lo que quería. —terminó cediendo la puerta, se abrazó a sí misma e hizo una mueca. —me avergüenzo de mí actuar. No medí los riesgos y te lastimé, supongo que eso desencadenó lo demás.

—Si, bueno... —Félix suspiró y arrugó sus cejas recordando las palabras de su hermano. —para situaciones desesperadas, medidas desesperadas. Quiero decir... No te culpo, eso. —miró hacia arriba ganándose la sorpresa en Marinette, quien sólo pudo sentirse más culpable. —sobre lo otro, sólo olvidalo, fue un efecto de lo que sea que me dieras. Te lo dije cuando nos conocimos, no tengo segundas intenciones contigo, eres la esposa de mi hermano.

—Lo sé, pero siento que lo he traicionado.

—Si tan sólo supieras. —musitó entre dientes, logrando que ella no lo oyera. Aclaró su garganta —No lo pienses así, más bien... Si quieres culpame, después de todo fui yo quien te besó, ¿no?

—Siendo sincera, pensé que algo raro pasó por tu cabeza sobre mi. Estaba asustada de que así fuera, que te veas como mi esposo no te convierte en él y lo tengo más que claro. Bueno, tu también lo dejaste muchas veces en claro, al igual que cuando salí con Chloe y llegué tomada... Me pasé contigo esa noche, eso también me avergüenza, aunque no estaba en mis cinco sentidos, es normal que no tengas una buena imagen de mi.

—¿Qué noche? —cuestionó algo perdido.

—Llegué y ya estabas aquí esperándome. —ladeó su cabeza, esperando alguna contestación que nunca llegó. —supongo que no era importante y lo olvidaste.

—No, no, si lo recuerdo. —mintió asintiendo dos veces, maldiciendo que su hermano no lo pusiera al tanto de esa situación antes. —en fin, olvidemos que esto pasó y listo, todos felices.

Una brisa fría los atrapó y esa fue la señal de salida para Félix. Tomó las llaves con más seguridad en su mano.

—Es tarde, mañana hay que trabajar. —ella asintió. —nos vemos en la oficina.

—Buenas noches. —él se giró y levantó su mano a modo de despedida, mientras se perdía por el portón de la propiedad.

Marinette entró por completo a su casa y se dirigió al comedor, tomó todos los platos sucios para llevarlos a la cocina, luego se dirigió a la sala para hacer lo mismo con las copas de vino y entonces vio el saco de Félix en uno de los brazos del sofá, no se lo había llevado cuando se fue; lo tomó entre sus manos y respiró su perfume, no era el mismo que acostumbraba.

—¿Dejó de fumar? —cuestionó, viendo la prenda detenidamente.

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