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Capítulo 16

19 de abril, 2021.

Marinette tenía todo listo, la mesa puesta y la comida para llegar y servir en dos tiempos, sólo faltaban los invitados, o más bien, el invitado. Tomó su celular y marcó el número de Chloe, quien no demoró en responder su llamada.

—¿Ya llegó?

—Aún no, pero no debe tardar. Quería agradecerte por darme esta oportunidad de arreglar las cosas con tu primo, creo que será muy provechoso este encuentro.

—No tienes nada que agradecerme, Marinette. Mientras pueda ayudarte y de paso también que todo mejore en la empresa, cuentas con todo mi apoyo. Sólo espero que Félix se trague la excusa de mi madre.

Las dos rieron a la par. Marinette mordió su labio por la mentira que estaba diciendo, pero no encontraba mejores opciones que esa, y de verdad estaba muy agradecida con Chloe por ayudarle, lamentaba enormemente utilizarla, pero en algún momento futuro se disculparía con ella, de eso estaba segura.

—Y yo espero que no terminemos discutiendo como siempre.

—Recuerda que puede mostrarse indiferente, pero es todo lo contrario.

Dos golpes en la puerta principal la hicieron reaccionar y dirigir su mirada hacia el recibidor, respiró profundo y se despidió de Chloe bajando un poco el volumen de su voz, la rubia simplemente le deseó suerte y volvió a agradecerle por decidir llevar la fiesta en paz.

Marinette se quitó las malas energías con sus manos de manera invisible, tomó la cadena que se ocultaba en su cuello y besó el anillo de bodas que colgaba en el final antes de volver a ocultarlo bajo su escote; caminó lento y pausado, tratando de que sus nervios se notaran lo menos posible, hasta que llegó a la puerta principal, dejando a la vista aquella cabellera rubia y esos inexpresivos ojos grises. El hombre portaba su característico traje, acompañado de una gabardina ligera sólo por el viento primaveral que pudiera levantarse en la noche, en su mano derecha una botella de vino brilló con la luz de la entrada.

—No quería llegar con las manos vacías. —comentó, para segundos después extenderle la botella.

—Gracias. —respondió ella por lo bajo, observando en silencio su rostro. Vaciló un poco cuando recibió el vino, pero acabó por asentir, tomándolo con ambas manos. —pasa, ya conoces el camino.

Félix se quitó el abrigo y lo colgó en el perchero al lado de la puerta, su perfume logró inundar el pequeño espacio en cosa de segundos, pero así mismo se desvaneció con la pequeña brisa que provocó el movimiento de la prenda.

—¿Quieres algo de beber antes de empezar con la cena?

—¿No prefieres trabajar en tu campaña antes de comer? —cuestionó avanzando hasta la sala y ella rió ligeramente.

—Cla-claro... Pero deberíamos esperar que Chloe llegue antes de eso, después de todo, fue la razón para reunirnos. —dejó el vino sobre la mesa de centro, seguida por los ojos de él en todo momento. —además, no es bueno trabajar con el estómago vacío.

Mmh... Ya se está tardando un poco. —él tomó su celular y miró la hora. —Chloe suele ser muy puntual.

—De seguro hay tráfico, ¿no te topaste con mucho cuando viniste? —desvió el tema con torpeza, girando en sus propios pies para dirigirse a la cocina. —traeré algunos aperitivos.

—¿Es en serio? —alzó un poco la voz, llamando la atención de la azabache, quien enseguida volteó a verlo. —Chloe no vendrá, dice que su madre le pidió que asistiera a un evento en el Louvre.

—¿De verdad? No es posible... —susurró, cruzando sus dedos tras su espalda, fingiendo sorpresa. —¿no hay manera de que venga después? —él negó con la cabeza.

—Ya le pregunté, dice que no. Que nos veamos mañana en la empresa y que trabajará por la noche en la idea del vestuario con lo poco que le comenté de tu propuesta. —Félix pasó una mano por su rostro y soltó todo el aire con frustración. —debió avisar antes.

—Bueno, si es así...

—Supongo que es mejor que me vaya. —guardó el teléfono en su bolsillo y sacó las llaves de su auto, caminando hacia la puerta. Marinette se interpuso en su camino y lo miró con el ceño fruncido. —¿qué?

—¿Te vas a ir? —acusó cruzando sus brazos frente a él.

—¿Si?

—Puedo nombrarte cuatro razones muy lógicas para no hacerlo. —levantó una ceja. —Primero; la cena está lista y no pienso desperdiciar comida. Segundo; podemos discutir el presupuesto del proyecto, además, adelanté un poco la propuesta con la imagen para la campaña. Tercero; tengo hambre. Cuarto; no lo sé, se me acabaron las ideas, pero de seguro algo muy importante y lógico también. —el rubio giró su cabeza hacia la cocina, viendo la tapa de la olla con ganas de salir disparada. Meditó unos segundos, terminando por acceder a su propuesta, realmente igual tenía un poco de hambre.

—Bien... —suspiró. —¿qué fue lo que preparaste?

—Un delicidioso chop suey de pollo, directo de la receta de mi madre. Si comiste en esos restaurantes estadounidenses, déjame decirte que no se compara en nada con este. —sonrió orgullosa, tomándose la libertad de caminar de vuelta a la cocina. Revisó el arroz, sólo le faltaba un poco, pero lo suficiente para sacar los platos y servir. —si quieres toma asiento... —y entonces Félix apareció a su lado, sin su saco y con la camisa arremangada hasta sus codos.

—Se ve bien. —destapó la olla del arroz y el vapor golpeó su rostro.

—Oye... —llamó su atención y él la miró sin comprender su expresión. —shu~ Fuera de mi cocina. —le lanzó aire con sus dedos.

—Si sigues poniendo esa cara terminarás igual que una pasa. —tocó con su índice entre sus cejas y la empujó con el mínimo de fuerza, logrando que retrocediera un paso. Marinette infló sus mejillas y le quitó la cuchara de palo justo antes de que la metiera a las verduras.

—Mira quién lo dice. —el rubio frunció el ceño e intentó alcanzar el instrumento, pero ella lo alejó más. Casi se le escapó una carcajada cuando vio la cara de sorpresa y desconcierto en Félix. —¿Quieres esto? —alzó la mano con la cuchara, agitandola de un lado a otro. —que pena, es mía.

—¿Qué tienes? ¿Cinco años? —rodó los ojos y se acercó lo suficiente para tomar su muñeca y quitarsela. —predecible. —alardeó con una sonrisa socarrona que rápidamente se borró al notar su cercanía, aclaró su garganta y se alejó devolviéndole la cuchara. —como sea.

Marinette parpadeó un par de veces y se limitó a servir, viéndolo sobre su hombro discretamente. Félix tomó lugar en una de las sillas, esperando que ella llegara, distrayendose con las servilletas sobre el mantel.

Los minutos transcurrieron en completo silencio por parte de ambos, quienes evitaban el mínimo contacto visual que existiera, aunque ya se estaban cansando de la tensión que había.

—Eres buena cocinando. —halagó, atreviendose a ver sus azules. —digo, quizás debamos darle más crédito a la receta de la señora Dupain. —se corrigió con una risa, notando como ella mostraba cierta molestia.

—Gracias por el cumplido a medias. —ignoró por completo su comentario y cerró sus ojos apretando el tenedor con fuerza. —aunque dos rayitas de menos ego no te harían nada mal. —Félix sólo miró su plato y sonrió por lo bajo, era muy fácil de molestar.

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—Está increíble. —habló pasando la hoja de la carpeta. —es excelente, Marinette.

—¿De verdad lo crees? —no pudo lograr contener la emoción en su voz, sobretodo cuando Félix dejó la segunda copa de vino sobre la mesa de centro.

—Completamente, si no fuera así lo diría sin problema. Eres muy competente, y esto sólo lo demuestra aún más. —ella sonrió sirviendo nuevamente su copa hasta la mitad, ofreciéndosela amable. —creo que mañana mismo deberíamos concretarlo todo con la junta.

—Perfecto. —le quitó la carpeta y la observó por su cuenta, esperando que la pastilla que le puso en la copa sutiera efecto por fin, y así hizo luego de unos minutos más.

—Marinette... Me siento un poco... —balbuceó intentando mantener sus ojos abiertos, algo desorientado con la ubicación de la chica a su lado, viendola de vez en cuando un poco borrosa. —creo que fue mucho vino... —tapó uno de sus ojos.

—Lo fue, pero lo suficiente para que podamos conversar más a gusto. —respiró profundamente y dejó los documentos sobre la mesita de centro, al mismo tiempo que le quitaba la copa de vino a Félix. —lo siento, no me dejaste más opciones. Siempre te niegas a darme cierta información de la empresa.

—¿Qué quieres decir? —agitó su cabeza e intentó alcanzar su rostro con torpeza, se alejaba y se acercaba repetidas veces en su campo de visión. —¿qué hiciste?

—Hay irregularidades en las fundaciones de caridad, eres el presidente de la empresa, así que he de suponer que sabes quién es la persona responsable de eso.

—Las fundaciones... —asintió mirando hacia el techo, comenzando a sudar cada vez más. —Un banco en Alemania y otro en Suecia... Se exporta el capital minuciosamente.

—Félix, mírame. —exigió tirando de su corbata. —concentrate y dime quién hizo esos movimientos, si estoy en lo correcto, es posible que esa persona tenga...

—Oye... Estás tan hermosa... —él sonrió logrando tomar sus mejillas con sus manos, las acarició acercándose hasta chocar con su frente. —que suerte tengo a veces. Buscaba una rama en el árbol y me rompí el brazo.

—Félix. —susurró sintiendo su respiración agitada. —dime el nombre.

—¿Cuál nombre? —se carcajeó tomando su cintura y la levantó hasta sentarla sobre él, acercándose a su cuello para comenzar a besarlo y lamerlo lentamente, Marinette intentó separarse con sus brazos, pero no tenía la suficiente fuerza. —que dulce...

—Félix, sueltame. —exigió, empujando su pecho con ambas manos para alejarlo. —¡¿qué estás haciendo?!

—¿No quieres? —preguntó confundido y ladeo la cabeza intentando enfocarla, deslizó la yema de sus dedos por su cuello hasta dar con la cadena, entrecerró sus ojos para ver con claridad la sortija. —Con que ahí lo tenías... —sus grises se alzaron nuevamente, conectando por completo sus ojos. —¿por qué no está en tu mano?

—¿Me preguntas eso? —cuestionó apretando sus hombros con fuerza e indignación. —M-me... Me estás tocando y tienes la desfachatez de preguntarme eso. Estoy cansada. —golpeó su pecho con su puño y dejó una lágrima derramarse por su rostro. —tú... Siempre estás jugando con lo que siento, te detesto.

Félix secó su mejilla con sumo cuidado, sorprendiendola en el acto; bajó su pulgar hasta rozar sus labios, mostrando claramente el deseo en sus pupilas.

—Me estás asustando. Ya détente. —volvió a intentar levantarse, pero él la sujetó otra vez de sus caderas.

—No quiero. —acarició desde su cintura hacia su espalda y bajó el cierre de su vestido, haciéndola girar en el sofá quedando sobre ella. —no sé cuántas veces lo dije... No me escucharon...

—Félix, lo siento... Pero por favor detente. —sollozó poniendo su antebrazo en su cuello para alejarlo. —reacciona, soy Marinette. Tú no quieres hacer esto.

—Marinette... Marinette no lo sabe. —asintió repetidas veces con la respiración agitada. —tengo frío. —Marinette tocó su frente empapada en sudor y se acomodó con sus brazos viéndolo preocupada. —y comenzaron a volar. ¿Golpeaste mi cabeza?

—Maldita sea. —susurró acariciando su rostro, mientras él cerraba sus ojos por cada roce. —estás ardiendo en fiebre. Se supone que era un somnífero nada más, te llevaré al hospital. —Félix negó repetidas veces y descansó su mejilla en el pecho de Marinette.

—No... El hospital no... Quédate conmigo. —se abrazó a su cuerpo con fuerza, casi dejándola sin aire. Marinette no podía quitárselo de encima, lo único que podía hacer era calmarlo, y casi como un instinto maternal peinó su cabello con sus dedos. —no te vayas... —pidió sin despegar su oreja del latir de su corazón.

—No me voy. —repitió. —Tranquilo. —su respiración se volvió más calmada en cada segundo que pasaba, logrando que incluso ella pudiera relajarse un poco por fin. —perdón, Félix. Soy una tonta... Una completa tonta.

Aproximadamente una hora después, Félix se removió con dificultad, hizo una mueca por un horrible dolor de cabeza y se levantó unos centímetros hasta encontrarse con la mirada preocupada de Marinette.

—¿Estás consciente? —preguntó por lo bajo sin dejar de acariciar sus mechones con ternura. —Fe...

Entonces sus azules se agradaron, sus manos se paralizaron y su respiración se fue por las nubes, un beso tan intenso y sublime tocaba sus labios. No era tierno, ni mucho menos era tímido, era un beso profundo, explotando plenamente cuando su lengua tocó la suya y la acarició sin pudor alguno.

¡Mmph! —Ella gritó desde su garganta, luchando por no dejarse vencer por ese deseo que despertaba inconsciente en su estómago.

Cuando se separaron tocaron la puerta principal, ella lo miró sorprendida, incluso podría decirse que asustada; cubrió su boca con una de sus manos e intentó empujarlo con la otra, logrando que se quitara de encima. La puerta volvió a sonar, pero con un poco más de intensidad.

Marinette se puso de pie e intentó subir el cierre de su vestido, logrando que sólo subiera hasta la mitad de su espalda, Félix sacudió su mente y tomó su mano antes de que partiera.

—Marinette... Yo...

—No, ahora mismo no quiero hablar esto. —se soltó de su agarre con fuerza. —arreglate. Veré quién es. —él asintió, pero cubrió su boca haciendo una arcada. La azabache se giró en su dirección y le ayudó a levantarse para dirigirlo hacia el baño.

Con la culpa, enojo, confusión e indignación nacientes en su pecho, arregló lo más que pudo su cabello y se dirigió a la puerta mientras Félix seguía encerrado en el baño. Dándose tres cachetadas mentales sonrió y abrió, dejando a la vista una mujer de casi su misma altura y cabello azabache.

—Buenas noches, lamento la intromisión. Estoy buscando a Félix, ocurrió un pequeño incidente y necesito contactarlo.

—Félix... Claro, él se encuentra en el baño. —Marinette aclaró su garganta. —pasa, puedes esperarlo en la sala. —la mujer negó con amabilidad.

—No te preocupes, en realidad él debe venir conmigo. —respondió sonriente, observando a la dueña de casa en silencio. —eh... Tú... —señaló la comisura de su boca, la cual tenía un poco manchada de labial. Marinette torpemente pasó sus dedos por la zona, avergonzada.

—¿Quién tocaba la puerta? —la voz del hombre hizo eco y ambas voltearon en su dirección. Félix quedó mudo al ver a Bridgette parada en la entrada. —Brid... ¿Qué haces? Digo... ¿Qué haces aquí?

—¿Recuerdas la última vez? Pues todo se descontroló nuevamente y necesito de ti ahora. —respondió sin quitar su tono dulce y amable; él solo asintió en silencio y descolgó su gabardina del perchero poniéndola sobre sus hombros.

—Está bien, espérame fuera. Te alcanzo enseguida. —Bridgette asintió y se despidió de Marinette con una seña, la cual fue correspondida de la misma forma.

Félix y Marinette se vieron en un silencio incomodo unos segundos, hasta que él decidió hablar, pero ella lo calló levantando su mano.

—No...

—Marinette, no es lo que tú piensas. —ella desvió la mirada. —lo de hace un momento, el beso.

—Dije que no es el momento. Por favor ya vete, necesito estar sola. Fue un error todo esto y fue un error lo que hice.

—Volveré por mi auto. —le pasó las llaves y por inercia ella las tomó. —volveré para hablar esto, quieras o no.

—Pero... —y entonces él dejó una pequeña caricia en su mentón que la dejó muda. Ese pequeño toque logró paralizarla hasta no percatarse de que él ya se había marchado. —No puede ser posible. —tocó su pecho, alcanzando el anillo que seguía colgado en aquella cadena y lloró con fuerza abrazándose a sus rodillas en el suelo. —¿qué fue lo que hiciste, Marinette?

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