Capítulo 14
19 de abril, 2021.
Félix se acomodó por milésima vez en el asiento, giró un poco su cuello, buscando un poco de alivio a la increíble tensión que sentía en sus hombros y espalda, definitivamente durmió muy mal, pero debía seguir trabajando y eso que recién era inicio de semana. Suspiró, necesitaba un café o algo que pudiera levantar su humor, miró el teléfono fijo a su lado con intención de pedirle a la secretaria de Adrien un café, pero se resistió, no quería molestar a decir verdad, y podía aguantar.
Dos golpes en la puerta llamaron su atención; levantó la cabeza y casi al mismo tiempo miró la hora en su laptop, Marinette siempre iba a esa hora a dejar un reporte de su área.
—Adelante. —dio luz verde, volviendo a teclear sin el mínimo interés en ver la cara amargada de su cuñada. La puerta se abrió, oyó sus tacones opacos caminar en la alforma y luego el sonido filoso de la carpeta siendo dejada sobre su escritorio.
—Buenos días. —saludó la azabache, provocando que el rubio se detuviera al oír su voz. La verdad no se esperaba que ella le dijera algo desde la última vez que se vieron la semana pasada. —traje el avance del último rediseño de la marca deportiva. Estuve pensando en hacer una campaña publicitaria incluida en las redes sociales, es algo que está de moda en este momento y nos estamos quedando atrás. Podríamos usar una imagen juvenil, quizás alguien influente en la sociedad actual.
Él alzó sus ojos y la miró fijamente, sus azules se veían diferentes, su rostro estaba con más color, como si hubiera despertado con todas las ganas de vivir. Una sensación extraña lo envolvió, un sentimiento de curiosidad y ansiedad al mismo tiempo, ¿qué le pasó a Marinette desde la última vez que se vieron? ¿Por qué de repente estaba siendo tan... Profesional? ¿Cómo es que estaba soportando verlo a la cara en ese instante?
—Me parece... —de pronto olvidó lo que diría, sólo la veía radiante frente a él. Una persona completamente distinta a la que conocía. —digo, creo que es una buena idea. Igual deberíamos hablarlo con Chloe para que nos oriente con el vestuario.
—¿Quieres hacerlo en la sala de juntas o lo hacemos aquí? —Marinette ladeó su cabeza de manera tierna y él siguió su acción, algo perdido en su pregunta.
—¿C-cómo? —cuestionó extrañado. Su tono fue un tanto coqueto e insinuante, al igual que su pregunta.
—Ya sabes, la junta con Chloe. —confirmó. —la verdad no creo que sea necesario discutirlo tan formal.
—Creo que aquí está bien. —ella sonrió y asintió como respuesta, dio dos pasos más adelante y dejó un vaso de café sobre el escritorio, ante la mirada expectante de Félix. —ten, te ves un poco tenso. —comentó tardando más de tres segundo en volver a ergirse.
Para él todo pasó en cámara lenta, observó en detalle a Marinette, analizó hasta lo más mínimo, incluso llegó a percibir su perfume, estaba usando más de lo usual e incluso se había maquillado más de lo usual, sus labios rojos serían una tentación para cualquiera y sus ojos con un fino delineado resaltaba más sus gemas azules. ¿Qué pasaba por su cabeza? Estaba usando un vestido rojo vino entallado a la perfección en su esbelta y curvilínea figura, mostraba más sus atributos, no negaría que la mujer de su hermano era hermosa, eso sería una mentira, pero... ¿Qué hacía exactamente?
—Marinette, ¿te sientes bien? —se atrevió a preguntar, sin quitar su seriedad en el tono y su expresión ligeramente confusa.
—Claro, sólo pensé en lo que dijiste el otro día... Lo de tener más comunicación para que funcione mi trabajo, es simplemente eso. —Félix asintió sin creérselo del todo, y fue entonces cuando vio su mano izquierda, más específicamente su dedo anular sin su familiar anillo en el. —tenías razón en decir que no estoy siendo profesional y que debería separar las cosas.
—Ya veo... —aclaró su garganta y ella deslizó su mano hasta tomar la suya que aún permanecía sobre las teclas.
—Gracias por eso. —los ojos de Félix se mantuvieron en su mano, sintiendo lo fría que estaba por más tiempo del que estaría cómodo; se levantó con rapidez logrando así que se separaran. —¿qué sucede?
—Eso quiero saber, ¿qué te sucede? ¿Acaso estás coqueteandome? —Marinette abrió sus ojos. —si es ese el caso déjame decirte que eres pésima haciéndolo.
—¿Yo? ¿Coquetear contigo? ¿Qué demonios estás pensando? Primero muerta que intentar algo contigo, no seas ridículo. —frunció el ceño. El rubio rodeó su escritorio para quedar frente a frente, pasando una mano por su rostro. —¿qué clase de persona crees que soy? Sólo intento lo que dijiste.
—Marinette, eres muy evidente.
—¡No todo gira a tu alrededor! —alzó sus manos molesta.
—Estás toda arreglada y... Haces demasiado contacto para estar casada, además ese tono dulce y esa pregunta con doble sentido. ¿Me vas a decir que no era nada?
—¿Arreglada? —alzó una ceja cruzando sus brazos. —¿y desde cuando debo pedirte permiso para arreglarme todo lo que yo quiera?
—No es que debas pedirme permiso...
—Ahora resulta que porque una mujer se pone algo de maquillaje es exclusivamente para coquetearte. Que vanidoso resultaste ser. —rió sin gracia alguna. —¿y sobre qué pregunta con doble sentido? ¿Qué es lo que estás pensando?
—Sobre si hacerlo aquí o en la sala de juntas. —Marinette no aguantó la risa y cubrió su boca con una mano, casi escupiendo la saliva. —¿qué te causa tanta gracia?
—Lo siento, lo siento... Es que tu cara al decirlo y... —volvió a reír tomando un poco de aire para calmarse. —quién diría que eres un malpensado, Félix Agreste.
—¡Que no es así! ¡Tú eres la sugerente! —ella abrió su boca con sorpresa fingida. —además, —tomó su mano izquierda y la alzó entrecerrando sus grises mientras se la mostraba a ella. —no traes puesto tu anillo, ¿por qué?
—¿Desde cuándo debo darte explicaciones? —quitó su mano con brusquedad.
—Desde que decidiste convertirte en parte de mi familia. —quedaron en silencio unos minutos. —¿por qué quitaste tu anillo?
—Eso no es de tu incumbencia. —iba a rodearlo para salir por fin, pero él la sostuvo de sus brazos desnudos. —¿harás lo mismo que la otra vez? ¿Cambiaras tu peinado y me hablaras con un tono gentil?
—No... —susurró. —Sólo quería... Disculparme. Me pasé, la última vez me pasé de la raya y te lastimé. —ella alzó su cabeza al oírlo y se atrevió a verlo a la cara nuevamente. —en un principio desconfié de ti y creí que tenías que ver con su desaparición, pero ahora doy fe que no es así.
—Te tardaste un poco. —comentó por lo bajo, presionando sus labios en breve. —acepto tus disculpas, pero no quiere decir que olvidaré fácilmente que fuiste un idiota.
—Es razonable. —sus manos se deslizaron hasta acabar por soltarla. —la verdad no tengo intención de que seamos amigos o algo por el estilo, pero al menos...
—La verdad me gustaría que seamos amigos. —agregó interrumpiendo sus palabras. —creo que a Adrien le gustaría que así fuera, eres su hermano después de todo y... Somos familia.
—Familia.
—Félix... —murmuró tomando su rostro, alzándose un poco, incluso con sus tacones no lograba alcanzarlo del todo, así que hizo que se inclinara para juntar su frente con la de ella. —por favor... Quédate así un momento. —suplicó al borde del llanto. —sé que no eres él, sé que esto es patético, sé que te parece patético... Pero por favor sólo quédate así. —Marinette cerró sus ojos con fuerza y él la observó intrigado en cada gesto que hacía, sintiendo su respiración demasiado cerca al igual que su escencia.
—No es sano que lo veas en mi.
—Es sólo para darme fuerza... La fuerza para convencerme que lo de la otra noche fue sólo mi imaginación. —respiró hondo, tomó distancia otra vez, limpió su mejilla y negó con la cabeza. —siento incomodarte, esto no se repetirá. —Félix sólo se quedó en silencio. —volveré a mi puesto, me avisas cuando hables con Chloe.
—Bien. —sin decir otra palabra, Marinette salió de la oficina y Félix quedó viendo el vaso de café sobre su escritorio.
Marinette caminó lo más rápido posible a su oficina y se encerró; apoyó su espalda en la puerta y rápidamente tomó el broche de una cadena que colgaba en su cuello, lo deshizo para dejar a la vista su anillo de matrimonio frente a sus ojos al final del collar, deslizó la cadena y puso el artilugio en su dedo, dando un respiro profundo como si al alma le hubiera vuelto al cuerpo.
—Lo siento... —susurró aferrándose a su propia mano, besando repetidas veces el anillo, derramando lágrimas en el proceso. —debía hacerlo, perdón. —golpeó la puerta con su puño. —es muy listo, maldita sea. —bufó con enojo, limpiando su rostro con brusquedad. —pero lograré que hable de alguna forma, lo juro.
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—Nathalie. ¿Qué se te ofrece? —preguntó Félix con cortesía, viéndola dos segundos antes de volver a su computadora. —¿ocurrió algo con mi padre?
—No, el señor Agreste se encuentra estable desde la última recaída. —respondió de la misma manera. —he venido a hablar sobre Marinette y tú. —el rubio se detuvo, respiró en breve y prestó atención por completo a la mujer.
—¿Y qué se supone que necesitas de Marinette y yo?
—Saber. —respondió acomodando sus gafas sobre el su nariz. —saber qué pasa entre tú y ella. Como bien sabes, hace años que sirvo a los Agreste, por lo tanto tengo ojos y oídos en la empresa.
—¿Y qué te dijeron esos ojos y oídos?
—Que tienes un interés muy peculiar en la esposa de tu hermano, que se han oído conversaciones demasiado íntimas entre ustedes.
—Nathalie, no quiero ser grosero contigo pero eso no es de tu incumbencia. Lo que yo haga con Marinette no es asunto tuyo ni de nadie.
—¿Entonces no lo niegas? ¿Tan descarado te volviste? ¿Cómo hacerle eso a tu propio hermano? —soltó indignada, con sus ojos brillosos. —y...
—Te estás dejando llevar por los rumores de gente que no tiene nada mejor que hacer en su vida. Yo no tengo ningún interés en mi cuñada, no creí necesario tener que aclarar semejante tontería. —acomodó su corbata.
—Entonces... —Nathalie avanzó con una expresión afligida. —Evita que se den ese tipo de comentarios, por tu bien, por el bien de Marinette, de Adrien y de tu padre. Sabes que él no tolera a Marinette y esto sólo empeoraría las cosas, no podré evitar que estos rumores lleguen a él por mucho tiempo.
—Cuando él quiera hablar conmigo el tema se lo aclararé, pero no tengo la mínima intención de acercarme a hablar con él por mi cuenta.
—Félix, entiendo que sientas un rencor por él... Pero es tu padre y aunque no lo demuestre te ama. He estado el suficiente tiempo junto a él para saberlo. —sonrió escéptico.
—No me interesa mendigar amor de un padre ausente, quizás a Adrien le vendes muy bien ese teatro, pero a mi no. —ella bajó su cabeza un momento.
—Cuando ocurrió el accidente de Emilie ustedes eran muy pequeños. —apretó sus manos con fuerza y Félix comenzó a respirar más notoriamente. —Tu padre tuvo que sacrificar mucho, eso incluye haberte enviado lejos por tu bien.
—Intentas justificarlo y lo entiendo porque es tu jefe.
—No se trata de que sea mi jefe, se trata de que entiendas que... Hasta el hombre más fuerte del mundo se quiebra y se derrumba. Adrien desapareció, él está sufriendo por eso y también porque su otro hijo no le dirige la palabra.
—¿Quieres que te recuerde todo lo que me dijo cuando tomé la presidencia? —cuestionó con frialdad. —¿cómo crees que me siento yo? Tener que pedirle a Marinette que me cediera lo que le dejó mi hermano para poder hacerme cargo de lo que me corresponde por derecho, algo que mi padre debió pedirme a mi.
—Tu te haces cargo de los negocios en Italia y Londres.
—¡Maldita sea Nathalie! ¡No entiendes lo que digo!
—¡Claro que lo entiendo! ¡Pero no soporto ver a Gabriel morir lentamente y permanecer con tanto rencor y orgullo! ¡Al menos quiero que tu dejes de lado tu orgullo e intentes arreglar su relación!
—No se puede arreglar lo que jamás existió.
—Pero se puede construir. ¿Qué diría Emilie si los viera? —cubrió su rostro con ambas manos y sollozó con un dolor tan sentido en su pecho. —estaría tan triste.
—Mamá no está y no volverá nunca. —cerró la pantalla de su laptop y se puso de pie tomando todas sus cosas. —si me permites, necesito un poco de aire. —ella sólo asintió, sacando un pañuelo de su bolsillo para después darse media vuelta y salir antes que él lo hiciera.
Félix caminó hacia el ascensor y subió hasta el último piso, empujó una puerta pesada que tenía pegado un enorme letrero de "Prohibido el paso" y siguió por un pasillo hasta dar con tres escalones y otra puerta de madera que daba a la azotea. Con la inmensidad de la ciudad ante sus ojos y la brisa acariciando sus mejillas, sacó un cigarrillo junto a un encendedor de su bolsillo, puso el cigarro entre sus dientes y observó la llama justo antes de intentar encenderlo.
—Eso te matará a la larga. —oyó a su costado, giró su cabeza un poco encontrando a Marinette a unos metros de distancia. —creí que eras más listo, pero resulta que te gusta pagar por matarte.
—Sólo lo hago en momentos de frustración, lo había dejado. —acabó por encenderlo y dar una pequeña fumada soltando el humo al mismo tiempo, mientras volvía a guardar el encendedor en su bolsillo derecho.
—Hay maneras más sanas de liberar estrés. —comentó guardando sus manos en los bolsillos de su chaqueta, sin dejar de mirar la ciudad.
Él la observó en silencio, había quitado su maquillaje y se cubría con una chaqueta de oficina negra, ese simple detalle la hacía ver completamente formal en comparación a la mañana.
—A veces me gusta tomar el camino fácil.
—Supongo. —susurró.
El silencio reinó entre los dos, el viento soplaba con fuerza y los pájaros volaban hacia sus nidos mientras el sol cada vez se ocultaba más en el horizonte. Félix acabó su cigarro y lo botó al suelo pisándolo un segundo después, viendo como se marcaba de negro con el carboncillo, caminó hacia ella y se posicionó a su costado pero viendo en dirección contraria.
—No pienses tonterías.
—No pensaba en saltar por si es lo que pasaba por tu mente.
—Bien, no eres tan estúpida como pensaba. —ella se permitió reír en breve.
—¿Qué tan bueno es estar aquí solos? —Félix hizo una mueca y miró hacia arriba con cansancio, giró su cuello lentamente y lo hizo crujir. —Se habla de nosotros deliberadamente.
—Veo que te llegaron los rumores.
—Era obvio, de repente la mujer llega a trabajar a la empresa de su esposo desaparecido junto a su cuñado, le cede sus acciones y prácticamente se "adueñan" de la empresa.
—No es algo que debas darle importancia.
—Ya lo sé, pero es frustrante oírlo en los pasillos o pasar caminando y que de la nada todos se queden callados mirándote. Sé que me hice una mala imagen al mostrarme indiferente con la desaparición de Adrien, pero eso no les da derecho a decir semejantes tonterías.
—Estas cosas pasan en todos lados. Cuando estaba en Italia mi secretaria renunció porque estaba embarazada, su esposo no quería que trabajara, y no encontraron nada mejor que inventar que ese bebé era mío y que la había corrido para que no se enterara nadie. —Marinette miró hacia abajo en silencio, volvió a ver hacia la ciudad y aclaró su garganta dándose media vuelta.
—Será mejor volver. —cambió de tema y él asintió caminando detrás de ella en silencio.
—Por cierto, ya hablé con Chloe. Me dijo que esta noche saliéramos para conversarlo, aunque no soy partidario de la idea.
—Si quieres podemos reunirnos en mi casa. Hago algo para cenar y no lo sé, ahí vemos que tal. —él se detuvo viéndola avanzar con ojo crítico, ¿acaba de invitarlo a su casa a cenar? Volvió a retomar su andar.
—Entonces le enviaré un mensaje para decirle que hay cambio de planes. —Marinette asintió sin voltear a verlo y empujó la pesada puerta.
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