
Nuevo miembro de la familia
Las cosas han avanzado de manera normal este último mes de embarazo, falta todavía una semana para que nazca mi pequeño, Ernesto tiene que salir de viaje de urgencia por unos negocios que deben estar listos lo antes posible, así que hoy lo fuimos a despedir al aeropuerto y quedamos solos los niños, Carmen, Betty y yo.
Sé que Ernesto quería que nos quedáramos estos días en casa de sus padres, pero tomando en cuenta que mi relación no es la mejor con su padre, decidimos que nos quedaríamos en casa.
No me explico cómo Rosalía, pasó por esto de manera gustosa tres veces o mi suegra cuatro, este último mes casi no he podido dormir, ni comer, mi vejiga parece del tamaño de un maní, mis pies parecen el doble de grandes, mis pechos me han molestado tanto que casi no hemos podido tener sexo con Ernesto, igualmente mi espalda duele todo el tiempo, y casi no he podido dormir, pues al parecer mi vientre no es lo suficientemente grande como para albergar a mi hijo; en fin, estoy ansiosa por terminar esto lo antes posible, al inicio del embarazo tenía tanto miedo del parto como cualquiera, pero ahora que es algo seguro, lo espero con ansias.
***
Como estamos solos, Gracia y Milagro han dormido conmigo estas dos noches, así que cuando me despierto con un fuerte dolor, intento moverme lo menos posible para no despertarlas.
Me levanto y le hablo a Carmen, que sale a los poco segundos asustada de su habitación.
—¡Creo que es la hora de ir al hospital! —le digo con la voz quebrada por el dolor.
Realmente duele, no soy una persona que se queje fácil, pero siento que literalmente este dolor me parte en dos. Carmen llama a David, que es la persona encargada de acompañarme al médico si algo pasaba en ausencia de Ernesto.
Tengo preparadas mis cosas desde hace un mes, por lo cual cuando llega David a buscarme, solamente beso mis niñas en la cabeza y en el pasillo me encuentro a Luisvestido esperándome:
—¿Qué haces despierto cariño? –le pregunto intentando no dejar notar el profundo dolor.
—Voy contigo —dice agarrando mi mano, para ayudarme a bajar las gradas —y no me pienses en dejarme aquí.
Le sonrío y sé que nada hará que se quede, así que simplemente tomo su mano y caminamos al automóvil, sé que David le avisó a Ernesto y a Laura, así que en algún momento deben aparecer en el hospital, aunque Ernesto está como a 4 horas de viaje por carretera, tiene el helicóptero de la compañía a su disposición por lo cual debe venir en menos tiempo.
Me ingresan en el hospital, y la doctora Jiménez, mi ginecóloga, me dice que tengo más de la mitad de la dilatación requerida para que nazca mi nene, justo lo que necesito para la epidural, alguna personas pueden decir que soy una irresponsable por dejar que me droguen contra el dolor, pero ¡Ustedes no son las que están sufriendo lo que yo! Así que ¡No opinen!
Cuando el dolor comienza a bajar, un temor que surge de mi interior comienza subir por mi cuerpo y se instala en cada parte de mi cuerpo ¿Y si algo sale mal? ¿Y si justo en este momento el universo decide que siempre no merezco ser madre? O aún peor ¿Si algo malo me pasa a mí? ¿Con quién se quedarán mis niños?
Justo cuando siento mis ojos llenarse de lágrimas y mis manos comenzar a temblar, la puerta se abre y entre la única persona que puede darme paz ahora, Ernesto.
Sus ojos se fijan en los míos a medida que se acerca a la cama y me dice:
—¿Qué sucede cariño? ¿El medicamento contra el dolor no surtió efecto? —me pregunta mientras me besa la frente.
Y viéndome que niego con la cabeza insiste —¿Qué pasa entonces?, dime por favor.
—¿Y si algo sale mal? —le respondo ahogándome con los sollozos.
—Tranquila cariño, todo saldrá bien —dice sobándome la espalda —hemos tenido todos los cuidados necesarios y los médicos han dicho que todo está bien... estaré todo el tiempo contigo, y cuando nazca finalmente nuestro hermoso bebé estaré sosteniendo tu mano...
Le veo agradecida y le doy un beso en los labios, me corro en mi cama de hospital y levanto la cobija que me cubre para que él se acueste conmigo, mientras pasa el tiempo del proceso de nacimiento de mi hijo.
***
Han pasado las 7 horas más largas de mi vida, finalmente tengo mi hermoso hijo en los brazos, Ernesto ha cumplido su promesa y no se ha apartado de mi lado, cuando lo veo con nuestro hijo en sus brazos siento como todo dentro de mí se llena con un sentimiento que desde hace días siento al verlo con mis niños, o nuestros niños como me dice él siempre, siento que haría cualquier cosa por verlo feliz, que mi vida está completa con él a mi lado, creo que... lo amo...
Cuando mi cerebro termina la idea siento como algo helado sube por mi espina y quiero buscar los motivos por los cuales no debería ser cierto eso.
¡Dios! Terminaré destrozada cuando esta farsa termine, de seguro él se casará con Denia y tendrá una familia con ella, y yo deberé estar sentada probablemente en primera fila, viendo como él único hombre que he amado se casa con la única mujer que él ha amado.
¿En qué momento me convertí en la estúpida persona que soy hoy? ¿Estoy tan tontamente llena de sentimientos hacia él, que ni siquiera he pensado que me oculta algo todavía? ¿Confío tan ciegamente en él?
En serio espero no salir completamente rota de todo esto, especialmente porque no quiero perder lo que tengo ahora, sí sé que suena egoísta, pero realmente tenía más de diez años de no tener una familia real que cuidara de mí y que me quisiera sin importar nada, además, si el universo decidió traernos hasta ahora, ¿Por qué tendría que separarnos cuando finalmente hemos encontrado algo bueno y que vale la pena?
Estoy todavía pensando mientras veo a dos de mis personas favoritas en todo el mundo caminando frente a mí, cuando tocan la puerta y entran mis niños con Laura, Raúl, acompañados de los hermanos de Ernesto.
—¡Felicidades! —dicen Laura y Alexandra acercándose a abrazarme.
—Lo lograste cuñadita —me dice Alexandra con una sonrisa pícara en los labios.
Les sonrío a ambas, pero veo a Raúl acercase a mí, le dejo que me abrace para no generar problemas entre él y Ernesto. Alfredo es el único que se queda rezagado casi pegado a la puerta de entrada, desde nuestro compromiso no se acerca a mí.
Antes de ponerme a sobre pensar las cosas, siento unas manitas jalando mi mano y Milagro está intentando subir a la cama conmigo, la subo, mientras Gracia y Luis se sientan al otro lado. Ernesto me devuelve a mi bebé mientras dice:
—Este bebé está listo para que su mami le presente a sus hermanos —me besa la frente y se sienta en una silla junto a Milagro.
—Niños conozcan a Guillermo —les digo una sonrisa en los labios.
—Mami ¿Lo puedo tocar? — me pregunta Milagro.
—Claro que sí... —le digo tomando su manito y dirigiéndola hacia el piecito de Guillermo.
Los adultos salen para darnos algo de privacidad como familia, y cuando finalmente estamos solos veo que Gracia está con cara de pocos amigos.
—¿Qué te pasa cariño? —le pregunto mientras Ernesto toma a Guillermo para colocarlo en la cuna portátil que está junto a mi cama, para que yo pueda abrazarla.
—No es justo... —dice haciendo pucheros.
—¿El qué cariño? —le pregunto entendiendo que debe tener celos del nuevo bebé y la atención que se le brinda.
—¿Por qué puedes ser la mami de todos, menos la mía? —dice mirándome con los ojos llenos de lágrimas.
—Claro que puedo ser tu mami, si tu lo quieres... —le digo abrazándola mas fuerte contra mi pecho.
—Si quiero —dice abrazandome fuertemente —¿Ahora puedo decirte mami y no tía?
—Puedes llamarme como prefieras —le digo sonriendo.
—Gracias mami ¿Cuándo regresamos a casa? —me pregunta.
—Ustedes se irán hoy sin mí, pero mañana me vendrán a traer para ir a casa con Guillermo — le respondo.
***
Finalmente estamos en casa, Ernesto se tomó sus vacaciones para estar con nosotros, y a pesar que Guillermo no molesta tanto como Rosalía decía de mis niños, el hecho de levantarme cada dos horas a alimentarlo es cansado, agradezco mucho el apoyo de todos en casa con los demás niños.
Mi única preocupación en este momento son unos mensajes que he estado recibiendo de un numero privado, en resumen todos dicen: "Sé la verdad, perderás todo y a todos".
No funciono por presiones así que decido hacer caso omiso de ellos. Sinceramente espero que se cansen de molestar.
Cuando bajo a buscar a Ernesto, le escucho hablar por teléfono con alguien:
—Déjanos en paz, no conseguirás nada — me acerco un poco para escuchar mejor esa conversación, no me mal entiendan, quiero saber si la misma persona que me está enviando los mensajes, es la misma con la que habla Ernesto, así que sigo escuchando —No me importa que le quieras decir a papá, ya firmó los papeles del traspaso irrevocable de la empresa... —guarda un momento de silencio, imagino que le está hablando su interlocutor —sí, lo hizo el día después que nació Guillermo... así que no existe nada que puedas hacer para cambiar el hecho que logré cumplir con todos los requisitos antes que tú...
Al escuchar esto último siento la sangre congelarse en mis venas, pero no sé de que me sorprendo... siempre hemos sido parte de una farsa, tal vez el saber que mi bebé recién nacido también lo es, me hiere como hacía mucho tiempo nadie lo hacía.
Bien chicos (as) hasta aquí por hoy, recuerden dejarme SUS COMENTARIOS y regalarme SUS VOTOS.
Gracias por leerme,
Besitos,
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