Nuestro amor de cuento de hadas no tuvo el final feliz que nuestra hija esperaba.

Todo sucedió una noche trágica mientras él caminaba hacia la salida del metro; los informes dicen que la estación estaba oscura y desolada, y que nadie más que ellos caminaba por los andenes.

Al día siguiente, tras una espera infernal, recibí la peor noticia de mi vida: habían encontrado los cuerpos inertes de una niña y su padre en un pasillo de la estación del metro. La niña, según escuché por llamada cuando lograron contactarme, se hallaba sin su ropa y el padre fue encontrado sin ninguna de sus pertenencias.

Nadie podría imaginar cómo se me destrozaba el alma mientras que los medios cubrían la nota. No hacían falta lágrimas para describir el dolor que sentí cuando vi la piel pálida y fría de mi niña querida, víctima de la violencia que azota las calles todas las noches.

No creo que exista en el mundo ningún hombre que no sienta que su vida se termina al ver al amor de su vida cubierto con una sábana blanca que oculta la muerte. Cualquier persona como yo desearía que los culpables se pudrieran encerrados entre cuatro paredes infranqueables. Cualquiera desearía dejar de vivir cuando su felicidad parece haber terminado.

¿Qué iba a hacer si ya no podía pasar las noches leyendo libros antes de dormir para que mi niña soñara con cuentos de hadas? 

Si no podía sentir de nuevo los labios de aquel chico, que me dio su amor incondicional y su vida a cambio de la mía, mis días se volverían amargos, aburridos y rutinarios, como lo eran antes de conocerlo.

Quise renunciar, buscarlos en otro lugar que no fuera ese e ir con ellos aunque me costara todo lo que tenía. Pasé noches en vela imaginando que ambos volvían, abrían la puerta del dormitorio donde ahora descansaba solo y se acostaban a mi lado.

Sin embargo supe que alguien debía quedarse a recordarlos.

Si me iba, el tiempo se llevaría la imagen de la pequeña familia que formamos. Nadie más que yo podía tener en su corazón a las dos personas que cambiaron mi vida y se fueron sin avisar una noche desafortunada.

Entonces supe que no debía rendirme.

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Cuentan por ahí que existió un amor que parecía ser para siempre. Nació en la calle Donceles, en una librería estancada en el tiempo, y morirá con el último respiro del hombre que cuida aquella casa que acogió a su familia, separada una noche en las desoladas calles de la capital.