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2. Los héroes de España.

• Grandson, Jessie Reyez - Rain.

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Madrid, 77 días antes de la hora cero.

Estaba en la fila para ingresar al teatro, la gente gritaba y agitaba el libro de Arturo Román de un lado a otro como si fuera algo totalmente digno. Unos segundos después llega una limusina y un guardia de seguridad abre la puerta dejando ver al escritor del momento, el ídolo de toda España a los ojos de los desinformados.
Se baja con un aura alegre, corriendo por la alfombra roja desplegada en el piso, tocando la mano de algunos fans y posando ante los miles de flashes provenientes de cámaras fotográficas. También se sacaba selfies y firmaba autógrafos a su paso. De verdad no sé qué estaba esperando para dar media vuelta e irme, pero la curiosidad suele ganarle a todos los demás instintos.

Como si fuera ajena a la realidad, me limito a ingresar al lugar y preguntarle a un guía en dónde estaba mi asiento, desde esa ubicación podía ver todo con claridad, no estaba ni muy lejos ni muy cerca. Al rato se abre el telón y la gente empieza a hacer bullicio mientras otras se paran de sus butacas para aplaudir sin parar, no puedo evitar poner los ojos en blanco cuando observo la estúpida sonrisa que adorna el rostro de Román. ¿No les da vergüenza tenerlo en un pedestal? Se ve que no.

—Desde hace dos años y medio, muchos de ustedes me llaman héroe —comienza su monologo y evito soltar una carcajada al oír que le dicen "valiente"— Soy un hombre normal y corriente que tuvo el valor de no arrodillarse delante de unos terroristas.

Aunque haya más ruido alrededor, mis oídos se disponían a seguir el sonido de su voz y comencé a ponerme nerviosa cuando mencionó a Denver, Helsinki y Mónica Gaztambide (ahora fiel amiga de la banda, probablemente esté en una isla paradisiaca pensando día y noche en un nombre de ciudad que le permita cambiar su identidad). Hasta se tomó el atrevimiento de hablar de su hijo que si, como predica, le importaba tanto lo estaría buscando contra viento y marea.

Los hombres suelen hacer eso, victimizarse para ocultar lo que realmente son por naturaleza: una mierda. Me revuelve el estómago al pensar en ese niño desamparado por su figura paterna porque es lo mismo que me ocurrió con Andrés, quien nunca me trató igual que a su hijo pródigo y probablemente haya dudado hasta el día de su muerte sobre nuestros lazos de sangre.

—Y yo me pregunto: ¿es gracioso un criminal? ¿Es acaso ese Profesor un Robin Hood? ¿Un terrorista puede ser acaso considerado un héroe? —a todas estas preguntas la gente respondía que no, una y otra vez, cargados de euforia. Ya estaba harta de que le den la razón a este hipócrita.

—Algo bueno habrán hecho —pienso en voz alta, cuando el silencio es sepulcral.

—¿Disculpe, señorita?

—Que algo bueno habrán hecho o causado en la mayoría para que en cada protesta que se lleva a cabo levanten una bandera con la máscara de Dalí, es un símbolo de revolución y libertad. Creo que si vos hubieras sido un héroe ahora estarían usando algo con tu cara, ¿no? —contraataco y siento como los presentes me miran con ganas de comerme viva— No salvaste a nadie, es más, solo sos un cobarde que cree tener poder y busca aprobación detrás de todo ese falso empoderamiento.

Una ola de abucheos inunda la sala y la verdad es que me importa una mierda, tal vez, muy en el fondo, compartan mi pensamiento y aún no despiertan de su ensueño.
Allí con los pies clavados al escenario pide silencio pero sigue sin emitir una sola palabra, sabe que no miento y está tratando de formular una respuesta que no lo hunda por completo.

—Le voy a pedir amablemente que se retire de la sala, por favor.

—Ah, sí, no te preocupes. No me iba a quedar hasta el final, la idea no es que me sangren los oídos.

Con una sonrisa victoriosa me pongo de pie y camino hasta la salida mientras el resto sigue tratándome de pelotuda a los gritos. La gente se transforma cuando está obsesionada con una figura pública, se les nubla tanto el juicio que se olvidan quiénes son realmente; no existe la moral, solo se disponen a rendirle culto a su Dios personal. Lo que me enoja no es el fanatismo sino que no tengan personalidad y pasen a creerse superiores solo por insultar en mayoría.
Definitivamente entrar a ese lugar fue un error y tiré plata a la basura, aunque la satisfacción de haber dejado a Arturo desorientado en vivo fue lo mejor de la noche. Me había olvidado de lo bueno que era estar en Madrid, es una lástima que no pueda quedarme mucho más.



Pontevedra, España. 5 días después de la hora cero.

Perdí contacto con Sergio hace, más o menos, cuatro años pero me mantuve informada sobre su paradero por las noticias, finalmente había llevado a cabo el plan de mi abuelo: atracar la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Sí, estaba al tanto de eso, como del plan suicida de mi padre para sacar el oro del Banco de España y obviamente confiaban en mi porque no pensaba abrir la boca, ¿de qué me servía si los robos estaban en nuestros genes?

Me enteré de la muerte de Andrés por la televisión, había llegado a casa y solo quería mirar una película y disfrutar del viernes por la noche. Reemplacé todo eso para terminar llorando y tomando una botella de vino hasta quedarme dormida. Sé que no éramos unidos y solo lo vi esporádicamente pero eso no quita el dolor. Ningún ser humano es un Premio Nobel así que supongo que merecía una oportunidad para ver qué más podía ofrecer, y para cuando me di cuenta estaba siendo molido a tiros por la policía. Igualmente su vida terminaría dentro de esa fábrica o meses después en la cama de un hospital debido a la enfermedad degenerativa que tenía.

Todos los días me esforzaba en no ser su sombra, incluso creí que los atracos estaban enterrados en el pasado y volví a Buenos Aires en 2017 cuando me harté de mi vida en Florencia, necesitaba un cambio de aires. Lo malo llegó dos semanas después cuando recibí el llamado desesperado de un amigo, quería que lo ayudara y terminé aceptando porque le debía mucho y juró que se trataba de algo sencillo. Pero mentía.

Colaboré en el robo de armas a un importante comisario y mano derecha del ministro de seguridad. Mi "fiel" compañero me traicionó esa noche y, en consecuencia, terminé ejecutando a sangre fría al policía mientras sus custodios iban pisándome los talones. Fue en defensa propia, aunque nada de eso importa si el difunto tenía poder.
A las horas me encontraba sacando los pocos ahorros que me quedaban para tomar un vuelo a una zona no tan concurrida de España. Por eso ahora me escondo en un barrio desolado en Pontevedra, acá las leyes suelen no existir, en otro momento me quejaría de eso pero la verdad es que actualmente eso era todo lo que me mantenía lejos de un penal. La marginalidad de una casa tomada, a las afueras de la gran ciudad, evitaba que la Interpol de conmigo.
La mayoría de las personas me conocía, no por las noticias sino de vista e igualmente seguía siendo alguien irrelevante. Una maravilla.

Y mientras me escondía como una rata, mi tío llevó a cabo ese atraco imposible. Ahora iba por aquello que al Estado más le importaba, por lo que darían la vida si es necesario: el oro. La inesperada captura de Río lo hizo actuar en consecuencia y usar su cabeza para traerlo de vuelta a casa; las cosas entre criminales no se resuelven hablando sino creando más caos. Apenas escuché en las calles sobre lo que estaba pasando me acordé de Martín y Andrés que, sin conocerse del todo, compartían esa obsesión por la reserva nacional. Ambos intentaron persuadirme para unirme a ese alocado plan y nunca di el brazo a torcer, aunque sí le prometí a Sergio que, si algo sucedía, algún tipo de contratiempo, podía contar conmigo. Siempre ha estado para mi sin importar las consecuencias, ¿por qué yo no haría lo mismo?
Al ver que todos estaban viviendo dentro de una película de acción debo decir que me generó celos no ser parte del elenco estelar, o bueno, eso creía hasta que vi como alguien deslizaba una carta bajo mi puerta.

"Querida Lía:

Es posible que la bestia haya llegado a la cueva en medio de una tormenta tan poderosa que inundaría todos los estanques de Madrid y, si se quiere, incluso los de Marsella.
El oro es lo más glorioso y valioso de este mundo, no lo pierdas de vista porque te guiará hacia nuestro tan ansiado reencuentro. Llegó la hora de jugar la última partida de ajedrez."

No me tomó mucho tiempo darme cuenta de quién había escrito eso y que, además, hablaba en código. La bestia: Alicia Sierra; la cueva, mencionar una tormenta: el estanque de tormentas donde nadie se atrevería a ocultarse excepto él; Marsella: teniendo en cuenta su fetiche por los nombres de ciudad debe ser mi transportador y la foto que adjunta debajo del texto lo hace todo claro como el agua.
Comienzo a revolver la casa para buscar un pasaporte falso y unas cuantas cosas más, esta era la oportunidad que tenía para empezar de cero, para vivir una última vida. Siendo honesta, Sergio tiene más recursos para mantenerme alejada de todo peligro, así que dejo mi ego de lado y decido que me ayuden.

Me pongo una peluca rubia, lentes de contacto marrones y agarro un documento falso que coincida con mi aspecto. Así es como piso el aeropuerto unas horas más tarde, no paré de temblar hasta que estuve ubicada en mi asiento dentro del avión. Los nervios me recorrían de pies a cabeza, tanto por la posibilidad de ser descubierta como el solo hecho de pensar que apenas me una a la banda pasaré a ser juzgada por terrorismo y la mayoría de los integrantes del CNI querrán ver mi cabeza rodar.
Por otro lado, al fin volveré a ver a mi familia, hace años que no me cruzo con un rostro conocido y saber que mi tío es lo único que me queda cuando el mundo se viene abajo me dan ganas de llorar.

Una pequeña turbulencia y la voz de la azafata me traen de vuelta al aquí y ahora, finalmente estaba en Madrid. Al estar fuera descarto mi celular en el primer tacho de basura que encuentro. Oficialmente pasé con una identificación falsa y nadie reparó en ello.

—¿Señorita De Fonollosa? —me cago en mi vida.

Dirijo la vista hacia donde proviene esa voz, no se trataba de Marsella, había un hombre bastante mayor, calvo y con una vestimenta que usaría mi abuelo en los años sesenta. Entre sus manos sostenía un cartel que decía "señorita Alemania", una clara referencia a mi padre y el buen humor que traía se desvaneció.

—¿Y vos quién sos? ¿Logroño? —pregunto de mala gana y se pone nervioso, escondiendo el papel detrás de su espalda— Tranquilo, no me llames por mi apellido paterno y todo va a estar bien, ¿sí? Llévame con el Profesor, por favor.

Según este hombre, debía contactar a mi tío a través de un teléfono que me entrega. La verdad es que no sabía si podía confiar y de todas formas obedezco.

—¿Sergio? —la voz se me altera por la emoción cuando contesta.

—Lo siento, él está un poco... liado en estos momentos. ¿No te jode?

Escuchar la voz de Alicia Sierra al otro lado de la línea era con lo que menos contaba hoy y mis sospechas se vuelven realidad, llegué tarde y el estanque de tormentas ha sido descubierto.
Un camino de tierra y la nada misma era lo que debías cruzar si querías dar con él, casi un punto ciego imposible de localizar excepto para alguien tan inteligente como una mujer a punto de dar a luz. Admito que me gusta como actúa la loca esa.

—¡Lía, dile a Benjamín que tenemos un código rojo! Y a Marsella que... —es todo lo que alcanzo a oír porque la llamada se corta repentinamente.

—¿Y bien, señorita? —pregunta mi acompañante con una sonrisa inocente en el rostro.

—Tenemos un código rojo, ¿me podrías decir cómo mierda actuar ante eso?

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