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Capítulo 9 Inicios

El tráfico disminuyó considerablemente en la selva debido al miedo que las historias de la mujer emplumada generaban, los pobladores conservando sus antiguas creencias pidiendo permiso para entrar y recolectar recursos ofreciendo regalos a los dioses a cambio. El turismo permaneció a los alrededores de la selva con mucho respeto pues en varias ocasiones tormentas eléctricas azotaban los lugares debido al abuso que algunas personas tenían del lugar, provocando la aparición de Donají como una enorme ave negra con algunas plumas rojas que permanecía en el aire encima de las pirámides más altas agitando sus hermosas alas mientras la tormenta se desataba sobre ella, haciendo crecer las especulaciones sobre la mujer emplumada protectora de la selva.


-Hoy tenemos bastante comida eh- saboreaba la chica quien observaba diversos platillos sobre la mesa de piedra.

-Han creado algunos altares en las orillas de la selva donde nos dejan regalos- señalaba Yum apuntando a toda la comida que había reunido.

-Mmmmh que lástima que tú no comes nuestros alimentos, tendré que sacrificarme por los dioses con estos manjares- exclamaba con burla ante su amigo que reía por su comentario.

-Yo nunca dije que no podíamos comerla; la comida es deliciosa, pero innecesaria para nuestra vida, sin embargo, hoy me daré el lujo de comerla- hablaba emocionado saboreándose toda la comida que inundaba sus ojos, tomando un Potze con las manos para devorarlo invitando a su aprendiz a comer.

La comida estaba caliente gracias al Dios que había calentado la mesa de piedra mientras el Balché estaba fresco en jarrones de barro del que ambos bebían generando un ambiente relajado y desinhibido que nunca habían tendido, disfrutando del momento que se les había regalado.

-Debwmos_ir a agradwcer_los obswquios _Itzia; no_podemos recibwr sin_dar_nada a cambwo- comentaba amablemente el dios con algo de torpeza mientras le daba otro enorme trago al jarrón, dejando ver un sonrojo en sus mejillas y sus ojos cristalinos.

- ¿Cuánto has bebido Yum? - preguntaba confusa ante la actitud del Dios y su descuidada forma de beber.

-Me acabé el jarrón. Ya no hay agua- exclamaba con tristeza haciendo un puchero tierno ante lo que Donají comenzó a carcajearse ruborizada por la debida.

-Eso no era agua anciano- se burlaba de su compañero el cual se reía con ella sin razón hasta que se paró de golpe apoyándose sobre la mesa observando con ferocidad los ojos de la joven.

-Ofréceme tu agua por favor- le sonreía de lado mientras clavaba sus ojos sobre los de ella y la botella haciendo que esta quedará atónita por unos segundos al verlo tan cerca, realmente era muy atractivo y la ferocidad que mostraba le provocaba calor en todo su cuerpo.

-Lo lamento, pero no, este es mi jarrón consíguete el tuyo- hablaba torpemente abrazando su recipiente y negando con la cabeza.

-Que cruel eres... Vamos comparte conmigo mi bella Itzia- decía con un tono rasposo y grave mientras se acercaba a ella sobre la mesa dejándola paralizada de nuevo con su presencia mientras observaba su cuerpo perfecto digno de un dios, subiendo hasta sus ojos feroces y profundos que no dejaban de mirarle de abajo hacia arriba causando una ligera excitación en la joven presa de la bebida y la energía de Yum que no le permitía reaccionar.

~Mierda, ¡ya haz algo! Comételo si te lo vas a comer o apartarlo de ti de una buena vez~ se decía a sí misma tratando de reaccionar ante su deseo.

-Ten, tómatelo y ya no me mires así- le decía algo molesta mientras estiraba su mano con el jarrón hasta el pecho de Yum mirando hacia otro lado para distraer su deseo carnal, pues ella creía que establecer relaciones sexuales con personas cercanas en algún momento podía jugarle en contra pues en ocasiones le era difícil controlarse, y con él no podía darse el lujo de fallar.

El dios solo reía victorioso ante la molestia tierna de la joven, se levantó de la mesa y bebió la mitad del jarrón de un trago para después dirigirse hasta el cenote donde poco a poco se fue metiendo, dejando el jarrón en la orilla mientras nadaba un poco bajo la noche estrellada dejando el festín para la chica que devoraba alegremente los platillos.

-Ah, estoy llenísima- exclamaba Donají entre suspiros mientras se alejaba de la mesa que aún conservaba comida para dirigirse hasta donde estaba el dios disfrutando del agua. - ¿Hoy no entrenaremos? - preguntaba inquieta y a punto de caer en el mal de puerco.

-A veces eres muy impaciente, ¿Lo sabías? - le expresaba con tranquilidad mientras nadaba de espaldas hacia ella. -Hoy entrenaremos tu poder- afirmaba con una sonrisa mientras salía del agua.

-Excelente, ¿Te haré pollo frito? - reía entusiasmada por la práctica.

-Ja ja que graciosa eres- expresaba sarcástico. -Hoy practicaras con el agua- le explicaba mientras se colocaba frente a ella extendiendo sus manos que escurrían de agua, -Primero sécame sin lastimarme-.

-Pensé que iniciaríamos con algo más sencillo- murmuraba algo angustiada pues controlar solo cierta cantidad de agua de un lugar en específico se le complicaba.

Donají descubrió que controlar el agua de un espacio es fácil siempre y cuando no lo tengas que discriminar, pues la última vez que entrenó en un estanque terminó arrojando todo lo que el agua contenía contra su oponente: peces, plantas, basura y rocas, un ataque excelente pero peligroso para la vida acuática.

-Vamos, concéntrate- pedía el dios seriamente aún sonrojado por la bebida mientras se preparaba para lo que estaba por venir.

La joven respiró profundamente tratando de concentrase, buscando separar la energía del agua que cubría al Dios con el agua que tenía dentro de él para no retirarla al mismo tiempo y evitar futuros daños en el mundo exterior, pero la práctica parecía no ir por buen camino pues a los segundos de comenzar a retirar el agua que escurría del dios este comenzó a paralizarse mientras el agua salía de su boca y por sus orificios nasales causando pánico en la joven y dolor en Yum.

-Lo siento, no puedo- paro en seco la práctica al sentir el temor apoderarse de su cuerpo mientras sus manos comenzaban a temblar y su respiración se aceleraba dejando escapar algunas lágrimas de sus ojos cristalizados que mostraban impotencia pues llevaban varias noches tratando de perfeccionar esta habilidad sin éxito alguno o cambios en los resultados.

El dios cayó al suelo tosiendo, levantándose lo más rápido que podía para calmar la frustración de la joven.

-Respira Donají, solo es cuestión de práctica- le expresaba con amabilidad y una tierna sonrisa, -Algunos elementos son más difíciles de controlar que otros, el agua es el claro ejemplo- tomaba su mejilla entre su mano limpiando una escurridiza lágrima, -Estoy seguro de que lograrás controlar cada uno de ellos y sacarle el máximo provecho. Solo es cuestión de perseverancia y práctica-.

-En serio lo siento, ni siquiera sé porque estoy llorando- se disculpaba por verse tan vulnerable.

-No tienes porqué disculparte, no puedes dejar de sentir emoción- abrazaba a su aprendiz hacia su pecho para después alejarse y tomar el jarrón de Balché, -Ten bebé agua- le ofrecía sonriente.

-Ya te dije que eso no es agua- reía mientras se secaba las lágrimas, -Gracias, por apoyarme y creer en mí, sé que lo lograre, pero no quiero lastimarte, sí es que se puede lastimar a un Dios- expresaba confusa e inspirada.

-Claro que se puede, incluso podemos morir, pero necesitarías mucho poder para deshacerte de mí Shuatl- carcajeaba con ella.

La noche pasaba entre entrenamientos; controlar el fuego y el aire era más sencillo debido a sus energías cálidas y frescas mientras que el agua y la tierra eran un poco más difíciles debido a que implicaba vida en ellas que no pensaba poner en riesgo por más pequeñas que fueran.

Con el paso de las noches comenzó a idear formas de disminuir el impacto que sus ataques podían generar, ordenando alejarse a todas las criaturas mientras batallaba y haciendo crecer la fauna si está sufría daños. El control elemental se volvió cada vez más sencillo de manejar permitiéndole generar ataques individuales y combinados que aumentaban su letalidad y defensa. Pronto comenzó a controlar el calor que absorbía del sol dándole más energía y agilidad al mismo tiempo que lo utilizaba para defenderse y atacar. El dolor se volvió parte de su entrenamiento continúo permitiéndole generar una mayor tolerancia a este mientras sus heridas sanaban con mayor facilidad que antes consumiendo menos energía. Con el paso de los meses su conocimiento sobre la fauna del mundo aumento dándole la oportunidad de aprovechar más su poder de transformación dependiendo de las habilidades que necesitará en combate.

Al año de haberse transformado en la discípula del dios ya estaba preparada para enfrentar a grandes enemigos que parecían nunca llegar, pues siempre estuvo entre la selva ocupándose de su protección, expandiéndose a los diferentes estados que gritaban por ayuda, dando a conocer la figura de la mujer emplumada nombrada Sayab Kalan: Guardián de fuente natural.

-Es momento de crecer mi bella Itzia- le expresaba con gratitud el dios que le daba la espalda observando el cielo matutino, -Has cumplido tu primera tarea; protegiste la selva volviéndote más fuerte- volteaba a ver sus ojos verdes confundidos por sus palabras, -Ahora estás lista para salir al mundo- esbozaba una sonrisa llena de cariño.

- ¿Salir al mundo? De que hablas anciano- se burlaba del dios con el entrecejo fruncido por la confusión.

-Sigues llamándome anciano cuando me veo igual que tú, que falta de respeto hacia tu superior- se burlaba con su aprendiz quién no paraba de reír. Entre suspiros se acercó a la joven tomando sus manos con calidez, -Podrás regresar con tu familia y vivir un poco la vida normal- le sonreía con añoranza pues sabía que era momento de irse.
Desde hace algunos meses el dios desaparecía por días dejando a Donají entrenar por su cuenta y lidiar con la protección de la selva sola y sin ningún problema, pues agudizaba su sentidos expandiéndose cada vez más, desarrollando mejor sus estrategias y permitiéndole crecer en su toma de decisiones, sin embargo esto la preocupaba pues con el paso de los meses está situación se repetía con mayor frecuencia y en periodos más largos, dejando crecer el miedo dentro de sí, temiendo que el Dios desapareciera en algún momento dejándola sola, temiendo no ser lo suficiente para mantener la paz sin su ayuda, temiendo fallar.

- ¿Te irás? - preguntaba con tristeza cambiando su semblante alegre mientras miraba sus ojos llenos de brillo.

-Sí- le contesto cortamente sin dejar de mirarla con nostalgia temprana. -Mi momento terminó hace muchos años, tu momento apenas está iniciando- afirmó con una sonrisa llena de emoción mientras limpiaba una lágrima que rodaba por la mejilla de la chica. -No te pongas triste mi bella princesa, serás una gran guardiana Donají- se acercó a su frente dejando un tierno beso que llenó de paz la mente de la joven que dejaba escapar un gran suspiro.

-Aun tienes que enseñarme a hacer eso- le expresaba con una pequeña sonrisa mientras mantenía sus ojos cerrados.

-Ya lo has hecho anteriormente, solo falta que seas conscientes de ello-. Repuso ante su comentario separándose de ella para poder ver su rostro. -Esto será de lo último que te enseñé Donají, a partir de esto descubrirás lo demás por ti misma- exclamaba levantando su mentón para verla directamente a los ojos, -No estarás sola pues yo seguiré en ti aquí adentro, pues tú eres parte de mí y yo soy parte de ti- señalaba en medio de su pecho. -Anda, tus deberes te esperan con los tuyos. Ah y no te preocupes que yo te esperaré aquí para darte tus últimas lecciones presenciales, aún queda algo muy importante por aprender y no me puedo ir sin que estés lista- finalizó causándole intriga a la joven que se limpiaba las pocas lágrimas derramadas mientras sonreía por las palabras de Yum, para después retirarse velozmente hacia el refugio dónde le esperaban ansiosos los animales recatados.

Cómo de costumbre Donají llegaba corriendo al recinto justo a tiempo para entrar a su turno, saludando amablemente a todos sus compañeros mientras caminaba velozmente por los pasillos hasta los vestidores donde se colocaría su uniforme.

- ¿Ya lista para un nuevo día? - comentaba su compañero de armario mientras Donají se cambiaba de playera.

-Por supuesto que sí José, ¿Cuándo no lo he estado? - preguntaba asomándose por la puerta del locker sonriente y entusiasta como siempre.

-Excelente porque hoy te toca limpiar excremento- se bufaba de ella mientras revolvía su cabello dejando ver una cara de fastidio en la joven que se jorobaba ante el contacto.

~ ¿Aun estaré a tiempo para reportarme enferma? ~ se preguntó entre un profundo suspiro.

-Andando Donají, tendrás que quedarte hasta tarde para recuperar tus faltas- hablaba su supervisor, un hombre joven de cabello negro y ojos miel.

-Ya voy Daniel, solo pensaba cuál de las increíbles actividades que se me asignaron misteriosamente realizaré primero- hablaba con rechazo ante su presencia, -Con permiso- exclamó abriéndose paso por el umbral de la puerta.

-Cuando dejarás de ignorarme- le susurraba al oído mientras sujetaba su brazo impidiendo que se marchara.

-Cuando dejes de ser un idiota- le sonreía falsamente soltándose bruscamente de su agarre dejándolo solo mirando como está se iba mientras sonreía ante su actitud.

El día fue productivo pues se la paso limpiando varias jaulas con sus compañeros entre platicas amenas, chascarrillos y jabón, terminando acalorados y con hambre justo a tiempo para la comida por lo que su siguiente objetivo antes de seguir con sus demás tareas sería la cafetería.

-Porque siempre comes un montón y no te desparramas hacia los lados- comentaba su compañero a la derecha.

-Porque usa fajas claramente jajaja por eso tarda tanto cambiándose- se burlaba su compañero de enfrente haciendo reír a los otros.

-Tú sabes que la verdadera razón de mi tardanza la tiene la sonrisa de tu novia- exclamaba sonriente mirándolo a los ojos intensamente, -Tengo que admitir que tiene un sabor muy rico, entiendo tu fascinación- se carcajeaba arrogante chupándose los dedos ante su comentario ocasionando las carcajadas de sus compañeros.

-Ya déjalo así, te la metieron ya no le muevas- comentaba uno de los presentes ante la molestia del otro.

-Iré por más comida, si no les molesta mis queridos compañeros- exclamaba presuntuosa mientras se paraba de la mesa con su bandeja y se dirija hasta la barra.

-Mira nada más, tu novia va hacia ella- alimentaba la molestia del chico que parecía le saldría humo de las orejas.

-Donají necesito hablar contigo un momento, ¿me permites? - le preguntaba una linda chica morena de cabello oscuro y ojos redondos cafés.

-Oh claro, solo déjame tomar un sándwich para el camino- le comentaba amablemente mientras dejaba su charola para después dirigirse afuera de la cafetería y dar una caminata junta a la chica. - ¿Qué sucede Lara? - cuestionaba ante el nerviosismo de la chica.

-Escuche lo que le dijiste a Franco- exclamó por fin mirando el suelo ante sus pasos.

-Lo siento no quería incomodarte, solo jugaba con él- le comentaba amablemente sonriendo como disculpa.

-No me molestó, para empezar él y yo no somos novios, no sé porque todos piensan eso- expresaba molesta sin dejar de ver el suelo.

-Oh, no sabía, yo solo lo escuché de otros y pensé que era cierto- afirmaba apenada ante toda la situación mientras se detenía en seco.

-No te preocupes, yo solo quería aclararlo- le sonreía demostrando que no estaba molesta, -Así los demás dejarán de creerlo por fin- finalizaba su comentario algo sería.

-No te preocupes me encargaré de informarlo discretamente- le giñó el ojo, -Y si ocupas otra cosa dime, podríamos ser amigas- comento con gusto.

-Me encantaría- exclamó mirándola a los ojos profundamente entre sonrisas.

-Bueno me voy, tengo muchas actividades por hacer- expreso con un poco de desánimo despidiéndose de su nueva amiga.

El día continuo su curso, la joven alimentó y jugó con los monos, baño a los tlacuaches y acompaño a las tortugas en recuperación, abriéndole de nuevo el apetito debido a su gasto energético por lo que se dirigió a la explanada del lugar donde tomo el sol por un rato llenándose de energía antes de que esté se oculté.

-Donají se te solicita en área de los ocelotes, favor de reportarse inmediatamente- vociferaron los parlantes interrumpiendo su baño de sol sobre activando sus sentidos para informarse que pasaba, escuchando a sus compañeros y los felinos agitados y preocupados. Donají corrió a una velocidad moderada por los pasillos del lugar hasta donde se le solicitaba, encontrándose con Franco detrás de una de las crías tratando de atraparlo.

- ¿Cuándo le van a decir que así no se captura uno? -se reía de la situación junto con otros compañeros.

- ¿Qué sucede aquí? - preguntaba Daniel que apenas llegaba a atender la situación posando su mirada molesta sobre la joven que dejó de reír inmediatamente.

-Yo acabo de llegar, no he hecho nada- exclamaba nerviosa mientras levantaba las manos ante posibles llamadas de atención.

-Tenemos que darles medicina a las crías, pero no hemos podido atraparlas, además de que la madre está inquieta por nuestra presencia- explicaba el veterinario seriamente, -Los chicos me comentaron de la buena relación de la chica con los felinos así que pedí que la llamaran para agilizar el proceso-.

-Donají, tráelos- ordenó sin dejar de quitar la mirada en el veterinario como si se sintiera amenazado por su presencia.

-Claro- afirmó con tranquilidad acercándose primero a la reja que dividía la jaula donde la madre esperaba impaciente. -Me disculpo, esos idiotas no saben cómo tratar a las crías, espero no te importe que me haga cargo de la situación- le susurraba a la madre tratando de no ser escuchados por los otros.

- ¿Qué está haciendo? - susurro uno de sus compañeros al verla provocando curiosidad en Daniel quien miró de reojo, observando como la chica se alejaba de la madre y se dirigía ante una de las crías haciéndole señas de que fuera hasta ella mientras la cría maullaba provocando el maullido feroz de la madre detrás de la joven haciendo que la cría fuera a los brazos de Donají inmediatamente.

-Listo, tómelo e iré por el otro- exclamó hacia el veterinario dándole al felino, -Tu pórtate bien- le dijo al pequeño tocando su nariz provocando una sonrisa en el hombre y el disgusto de Daniel.

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